La revolución socialista: El único camino del progreso social; Zija Xholi, 1977
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«El VIIº Congreso del Partido del Trabajo de Albania de 1976, el histórico informe del camarada Enver Hoxha y todos sus otros documentos, constituyen un profundo análisis científico de principios –lleno de conclusiones revolucionarias– de las condiciones en las que se desarrollan la construcción del socialismo en nuestro país y el actual movimiento comunista y obrero del mundo en su conjunto. Una de estas conclusiones es la tesis de que «el mundo está en una etapa en que la cuestión de la revolución y la liberación nacional de los pueblos no es sólo una aspiración y una perspectiva, sino también un problema planteado que espera solución».
En sus trabajos teóricos, Marx y Engels hicieron un análisis de los mecanismos internos de la sociedad capitalista, ahondaron en sus secretos más profundos y descubrieron que el orden capitalista se mueve de manera irrevocable hacia su destrucción, que esta destrucción será la obra del proletariado que llevará a cabo la revolución socialista y establecerá su propia dictadura. El desarrollo de la historia ha confirmado plenamente esta conclusión de Marx. El capitalismo muy pronto reveló sus males incurables. Rápidamente se convirtió en un escenario de feroces batallas de clase por la revolución, por el establecimiento del poder estatal proletario.
Las nuevas características que el capitalismo adquirió con su transición al imperialismo hicieron aún más profundas todas las contradicciones internas irreconciliables del capitalismo, convirtieron al capitalismo en un sistema agonizante y en descomposición, en un orden que está en vísperas de la revolución. «El imperialismo, dijo Lenin, es la antesala de la revolución social del proletariado. A partir de 1917 esto ha sido confirmado a escala mundial».
El análisis del imperialismo de Lenin conserva toda su fuerza y validez, su previsión de que la revolución social del proletariado es la única alternativa se conserva inconmovible en la actualidad. Día a día, el mundo del capital y la burguesía trae malas noticias, muchos signos abiertos o indirectos, que hablan de la creciente gravedad de todas las contradicciones básicas del imperialismo: entre los todopoderosos monopolios y las masas trabajadoras, entre el imperialismo y los pueblos oprimidos, y entre los propios imperialistas. Ellos dan testimonio de la profundización de la crisis general que se ha apoderado de todos los aspectos de la sociedad burguesa-revisionista, ya sean económicos y políticos o ideológicos y culturales, de toda su base y superestructura.
El cierre y la quiebra de cientos de miles de fábricas y plantas en todos los países capitalistas sin excepción y, sobre esta base, el creciente desempleo crónico de millones y millones de trabajadores –más de 100 millones en la actualidad–; el aumento del costo de vida, que aumenta no sólo cada año sino cada mes y cada día; la anarquía de la producción, que adquiere cada vez mayores proporciones; la crisis monetaria y cambiaria, en la que todo el sistema de pagos e intercambios empieza a tambalearse; muestran con mayor claridad que el sistema capitalista basado en el poder absoluto de los insaciables monopolios es incapaz de administrar las fuerzas productivas de la sociedad, que las destruye en masa, privando a la sociedad de cualquier posibilidad de desarrollo. El sistema capitalista sigue siendo lo que siempre ha sido, un sistema de explotación del hombre por el hombre, un sistema de enorme miseria y pobreza, un sistema que cobra millones y millones de vidas. Por su propia existencia, el imperialismo convierte al proletariado en una fuerza de oposición, le empuja inevitablemente hacia la revolución, no le deja otro camino de salvación que no sea levantarse contra el sistema y establecer mediante la violencia su propia dictadura, la dictadura del proletariado.
La otra contradicción típica del capitalismo, también, la contradicción entre las potencias imperialistas por el reparto y el nuevo reparto del mundo, se ha vuelto más feroz que nunca. Hoy en día, estas superpotencias, el imperialismo norteamericano y el socialimperialismo soviético, se enfrentan entre sí con un salvajismo sin precedentes. Con su política de expansión y hegemonía, su frenética carrera armamentista para equiparse con las armas más poderosas, se han convertido en un peligro permanente, una amenaza cotidiana a la libertad y a la seguridad de muchos pueblos, grandes y pequeños, distantes o cercanos, en todos los continentes. Mientras existan, ningún imperialismo puede renunciar a su tendencia agresiva. La agresión es la naturaleza misma del imperialismo. Con la presión que ejercen sobre los pueblos, con las conspiraciones que urden cada día contra su libertad e independencia, con la nueva guerra mundial que están preparando activamente, el imperialismo norteamericano y el socialimperialismo soviético se han convertido en los principales enemigos de los pueblos. En estas circunstancias, los pueblos no tienen otra alternativa que lanzarse a la lucha de liberación, el proletariado no tiene más remedio que levantarse en una revolución violenta y establecer su poder estatal. El triunfo sobre la burguesía de su propio país es también la condición principal para que el proletariado pueda hacer frente a la amenaza planteada por las dos superpotencias. La burguesía de los distintos países está vinculada de una manera u otra con tal o cual superpotencia. Esto hace que sea absolutamente necesario que el proletariado, que avanza hacia la revolución, mientras lucha contra su propia burguesía, no deba olvidar el peligro proveniente de las superpotencias; y mientras lucha contra la amenaza planteada por las superpotencias, no debe olvidar a su propia burguesía que le oprime y explota. La lucha contra su propia burguesía y la lucha contra la amenaza de las superpotencias no constituyen dos problemas distintos, sino dos aspectos de un mismo problema, que sólo la revolución del proletariado y su poder estatal puede resolver de una vez por todas.
Al igual que en el pasado, el imperialismo mundial, en especial los dos imperialismos más rapaces y más salvaje de nuestro tiempo, el imperialismo norteamericano y el socialimperialismo soviético, no puede prescindir de la opresión y la explotación de sus propios pueblos, ni de la opresión y la explotación de otros pueblos de continentes enteros, como Asia, África y América Latina, que en un tiempo fueron colonias y semicolonias. Es cierto que hoy en día, el sistema colonial del imperialismo ha sufrido fuertes golpes y se desintegra. También es cierto que en algunas zonas del mundo, como Vietnam y Camboya, el imperialismo norteamericano ha sufrido irreparables derrotas. Pero esto no disminuye la amenaza imperialista sobre esos pueblos, no suprime la lucha de liberación nacional del orden del día. En su frenética competencia por la explotación, la dominación y la hegemonía, el imperialismo norteamericano y el socialimperialismo soviético siguen una política típicamente colonialista y neocolonialista. Están dispuestos a usar cualquier intriga o chantaje con el fin de enredar a estos países en sus esferas de influencia, para establecer bases militares en ellos, para transformarlos en bases de agresión e intimidación. Además de esto, la grave crisis económica que se ha apoderado del mundo imperialista hace a las potencias imperialistas más desesperadas y salvajes en sus esfuerzos por hundir sus garras en los recursos económicos y humanos de esos países y por trasladar la carga de la crisis sobre sus espaldas. La situación se vuelve aún más trágica cuando, en muchos países, como Brasil, Tailandia, Indonesia, Chile, etc., los regímenes dictatoriales fascistas que se han convertido en instrumentos del imperialismo se han puesto a la cabeza de los asuntos y llevan a cabo una política de puertas abiertas, la política de traición a los intereses supremos de los pueblos de sus países. Todas estas circunstancias despiertan a los pueblos y los lanzan a la lucha de liberación nacional contra el imperialismo. Mientras esté dirigido contra el imperialismo mundial, y sobre todo, contra los imperialismos más salvajes y agresivos, como el imperialismo norteamericano y el socialimperialismo soviético, el movimiento de liberación nacional de los pueblos del mundo es el aliado natural y una poderosa reserva de la revolución proletaria, del mismo modo que la revolución proletaria y los países verdaderamente socialistas son el soporte confiable de la lucha revolucionaria y los movimientos de liberación de los pueblos.
El marxismo-leninismo nos enseña que, en la época actual, el mundo se divide en dos mundos diametralmente opuestos que se están enfrentados entre sí: el mundo del proletariado, de la revolución y el socialismo, en el que la clase obrera y los pueblos oprimidos han vuelto sus ojos, y el mundo de la burguesía, de la contrarrevolución imperialista-revisionista, a la que miran todas las fuerzas contrarrevolucionarias, con los dos gendarmes del mundo, el imperialismo norteamericano y el socialimperialismo soviético, a la cabeza. Una correcta concepción clasista materialista de la realidad social de hoy excluye cualquier otra perspectiva de desarrollo y avance que esté fuera de la revolución y del movimiento de liberación antiimperialista.
Sobre la cuestión de la evaluación de nuestra época, de la relación entre las clases en el mundo y, en consecuencia, de la estrategia y la táctica del proletariado y su partido, el PTA defiende la tesis de Lenin que, ya en 1921, cuando sólo existía un Estado socialista en el mundo –la Unión Soviética–, escribió: «En el mundo de hoy existen dos mundos, el viejo mundo del capitalismo, que está en estado de confusión, pero que nunca se rendirá, y el naciente nuevo mundo, que sigue siendo muy débil, pero que va a crecer, porque es invencible». A la luz de esta clara tesis de Lenin y la concepción materialista dialéctica de la historia se ve cuán infundada es la llamada teoría de los «tres mundos». Teóricamente, esta tesis antileninista es errónea, porque da una imagen distorsionada del mundo actual y de las tendencias de clase reales que operan en ella; política y prácticamente, es perjudicial porque, al ignorar al socialismo como sistema social, hace caso omiso de la más profunda contradicción de los tiempos, entre el socialismo y el capitalismo, lo que conduce al debilitamiento de la dictadura del proletariado en los países donde se está construyendo el socialismo, mientras llama al proletariado mundial a no luchar, a no levantarse en revolución socialista. Mientras la concepción marxista-leninista de nuestra época y sus contradicciones, que son: la contradicción entre trabajo y capital en los países capitalistas, la contradicción entre los pueblos y las naciones oprimidas y el imperialismo, las contradicciones entre las potencias imperialistas, argumenta a favor de la revolución proletaria y abre perspectivas brillantes para ella, las teorías antileninistas de los «tres mundos», del «no alineamiento», etc., tienen por objeto impedir la revolución, abandonar la lucha contra el imperialismo y el socialimperialismo, escindir al movimiento marxista-leninista y la unidad del proletariado.
Un hecho significativo, que demuestra que no hay salida aparte de la revolución del proletariado, es el fracaso sistemático y continuo de los planes de los gobiernos imperialista-revisionistas de escapar de la crisis. En todos los países imperialista-revisionistas, sin excepción, desde Estados Unidos a Japón, desde la Unión Soviética a los países revisionistas europeos, la inflación va en aumento, el costo de vida se está elevando, el desempleo se está extendiendo, la degeneración es cada vez más desenfrenada, y la reacción más salvaje día tras día y año tras año. La causa subyacente de los sucesivos fracasos en cada país capitalista-revisionista es que los gobiernos tratan de resolver sus contradicciones y escapar de la crisis en las condiciones del orden capitalista-revisionista existente, preservando este orden. Esa es una tarea imposible. Las crisis, la degeneración y la corrupción son inevitables compañeros de viaje del capitalismo y tienen sus raíces en este sistema de opresión y explotación. La única salida es la que el marxismo-leninismo ha revelado y verificado, la que el PTA defendió y ha defendido una vez más en su VIIº Congreso de 1976. Este camino es la revolución socialista, el derrocamiento violento de la burguesía imperialista-revisionista y el establecimiento de la dictadura del proletariado.
En sus esfuerzos por encontrar un paliativo para la crisis del sistema capitalista, los gobiernos capitalistas han conseguido la ayuda y colaboración de los partidos revisionistas y los sindicatos reformistas. Los partidos revisionistas de Italia y Francia, de España y Portugal, hace tiempo que han dejado de hablar de la revolución y el proletariado. En lugar de la revolución violenta del proletariado, los revisionistas italianos hablan y luchan por el «compromiso histórico», por la alianza con los principales partidos de la burguesía de Italia. Por su parte, los revisionistas franceses alegan que, en las condiciones del capitalismo actual, el proletariado ya no existe, que se ha convertido en una clase trabajadora, y que, por consiguiente, la transición al socialismo se produce a través del desarrollo de las libertades y la democracia burguesas. En las tesis de los revisionistas franceses y su jefe, Marchais, no hay nada original. No son más que un renacimiento de las ilusiones difundidas por el padre del revisionismo moderno, el renegado Kautsky, criticadas y desenmascaradas por Lenin. Como Lenin explicó, no hay tal cosa como la democracia pura. Cualquier tipo de democracia es la dictadura de una clase para suprimir otra clase. En este sentido, la democracia burguesa, igualmente, no es más que una dictadura en manos de la burguesía para reprimir a la clase obrera y a las masas del pueblo trabajador. Lenin también demostró quién crea y quién necesita de la ilusión de la «democracia pura». «Es valioso para la burguesía, explicó Lenin, que la necesita para ocultar al pueblo el carácter burgués de la democracia de hoy en día, para presentarla como la democracia universal, como democracia pura, y repitiendo esto, los Scheidemann , como los Kautsky, en realidad, están abandonando el punto de vista del proletariado y se ponen del lado de la burguesía». Contra la posición burguesa de Kautsky, Lenin planteó el punto de vista revolucionario proletario, el punto de vista de la sustitución de la dictadura de la burguesía, aunque se disfrace como «la república más democrática», con la dictadura del proletariado.
Desde que Lenin escribió estas líneas han pasado muchos años y han tenido lugar muchos eventos, todos los cuales han demostrado que la «democracia pura», la «democracia para todos», es un fraude total. En realidad se trata de una forma de dictadura que la burguesía mantiene siempre que le sea útil y la abandona tan pronto como sus intereses requieren pasar a formas más salvajes de violencia y terror. Los sangrientos acontecimientos en Indonesia y, después, en Chile, han demostrado una vez más, a la clase obrera y las amplias masas trabajadoras de estos países y al proletariado mundial, que la legalidad burguesa y la democracia burguesa no son el más mínimo obstáculo para la burguesía, cuando llega el momento para establecer su dictadura fascista y ahogar en sangre la lucha de liberación del proletariado y las amplias masas del pueblo trabajador.
A la luz de las enseñanzas de Lenin, a la luz del análisis materialista dialéctico de la situación en los países capitalista-revisionistas que se mueven hacia la revolución, está claro que el camino de la «transición al socialismo» a través de la «competencia económica» predicada por los revisionistas soviéticos, a través del «compromiso histórico» anunciado por los revisionistas italianos, y a través de la «extensión de las libertades y la democracia burguesas» publicitada por los revisionistas franceses, son los caminos de los renegados de la revolución proletaria, de los traidores al marxismo- leninismo, los caminos hacia la completa sumisión a la dominación capitalista.
Lenin elaboró y desarrolló la teoría de la revolución y la dictadura del proletariado, así como todos los otros grandes problemas de la teoría y la práctica revolucionaria, en lucha contra los defensores abiertos o encubiertos del capitalismo. Lenin hizo hincapié en que «la única línea marxista en el movimiento obrero del mundo» es «dejar en claro a las masas la necesidad absoluta e inevitable de romper con el oportunismo, educarlas para la revolución a través de una lucha sin cuartel contra el oportunismo». El PTA ha puesto en la base de toda su actividad esta tradición leninista de desenmascaramiento despiadado y lucha implacable contra los enemigos revisionistas del marxismo-leninismo. Ha continuado esta tradición en su VIIº Congreso de 1976. En su informe al Congreso, el camarada Enver Hoxha despojó, uno por uno, todos los disfraces que el revisionismo utiliza hoy en día, desde el abierto anticomunismo de Marcuse y Garaudy hasta el de Berlinguer, Marchais y Carrillo, desde el seudosocialismo de los revisionistas soviéticos hasta el de los revisionistas yugoslavos. Demostró el gran peligro que el revisionismo moderno representa para la vida de los pueblos, para la causa de la libertad y el socialismo en el mundo. La lucha contra el revisionismo ha sido y sigue siendo una condición previa indispensable para el triunfo de la revolución socialista y el establecimiento de la dictadura del proletariado.
¡Cuántas veces, en el curso del siglo o más, desde que el nombre de Marx se hizo conocido y desde que nació el marxismo, los reaccionarios y revisionistas han declarado «enterrado» al socialismo! ¡Cuán alto han gritado que «la revolución se ha vuelto innecesaria», que «el capitalismo ya no es lo que era antes», que «ha encontrado en sí misma la fuerza para salir de la crisis»! ¡Cuántas veces ha sido declarado «obsoleto» el marxismo-leninismo, dejado atrás por «nuevas doctrinas creadoras» que supuestamente responden a las nuevas circunstancias y condiciones! Sin embargo, la dialéctica de la historia se ha desarrollado de tal manera que los enemigos del marxismo han sufrido una derrota y han sido borrados, que aquellos que lo negaron han sido olvidados y nadie les dedica un pensamiento, –excepto, tal vez los desagradables–, mientras que la causa del proletariado y de la revolución ha sido construida con mayor fuerza y vitalidad.
La situación actual en el mundo es turbulenta. La política y la actividad de la burguesía imperialista, en especial de la burguesía imperialista de las dos superpotencias, son la verdadera causa de esta grave situación. Las dificultades y los obstáculos que la lucha de clase del proletariado tiene que vencer son grandes. Pero a través de esas dificultades y obstáculos la revolución socialista está avanzando y la lucha de liberación de los pueblos va en aumento. «La revolución socialista y la dictadura del proletariado», dijo el camarada Enver Hoxha en el VIIº Congreso del PTA de 1976, «son una necesidad histórica, y no hay fuerza que pueda evitar que ocurran». Con esta seguridad, el proletariado vive y lucha hoy en las barricadas de la lucha de clases y la revolución». (Zija Xholi; La revolución socialista: El único camino del progreso social, 1977)
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«El VIIº Congreso del Partido del Trabajo de Albania de 1976, el histórico informe del camarada Enver Hoxha y todos sus otros documentos, constituyen un profundo análisis científico de principios –lleno de conclusiones revolucionarias– de las condiciones en las que se desarrollan la construcción del socialismo en nuestro país y el actual movimiento comunista y obrero del mundo en su conjunto. Una de estas conclusiones es la tesis de que «el mundo está en una etapa en que la cuestión de la revolución y la liberación nacional de los pueblos no es sólo una aspiración y una perspectiva, sino también un problema planteado que espera solución».
En sus trabajos teóricos, Marx y Engels hicieron un análisis de los mecanismos internos de la sociedad capitalista, ahondaron en sus secretos más profundos y descubrieron que el orden capitalista se mueve de manera irrevocable hacia su destrucción, que esta destrucción será la obra del proletariado que llevará a cabo la revolución socialista y establecerá su propia dictadura. El desarrollo de la historia ha confirmado plenamente esta conclusión de Marx. El capitalismo muy pronto reveló sus males incurables. Rápidamente se convirtió en un escenario de feroces batallas de clase por la revolución, por el establecimiento del poder estatal proletario.
Las nuevas características que el capitalismo adquirió con su transición al imperialismo hicieron aún más profundas todas las contradicciones internas irreconciliables del capitalismo, convirtieron al capitalismo en un sistema agonizante y en descomposición, en un orden que está en vísperas de la revolución. «El imperialismo, dijo Lenin, es la antesala de la revolución social del proletariado. A partir de 1917 esto ha sido confirmado a escala mundial».
El análisis del imperialismo de Lenin conserva toda su fuerza y validez, su previsión de que la revolución social del proletariado es la única alternativa se conserva inconmovible en la actualidad. Día a día, el mundo del capital y la burguesía trae malas noticias, muchos signos abiertos o indirectos, que hablan de la creciente gravedad de todas las contradicciones básicas del imperialismo: entre los todopoderosos monopolios y las masas trabajadoras, entre el imperialismo y los pueblos oprimidos, y entre los propios imperialistas. Ellos dan testimonio de la profundización de la crisis general que se ha apoderado de todos los aspectos de la sociedad burguesa-revisionista, ya sean económicos y políticos o ideológicos y culturales, de toda su base y superestructura.
El cierre y la quiebra de cientos de miles de fábricas y plantas en todos los países capitalistas sin excepción y, sobre esta base, el creciente desempleo crónico de millones y millones de trabajadores –más de 100 millones en la actualidad–; el aumento del costo de vida, que aumenta no sólo cada año sino cada mes y cada día; la anarquía de la producción, que adquiere cada vez mayores proporciones; la crisis monetaria y cambiaria, en la que todo el sistema de pagos e intercambios empieza a tambalearse; muestran con mayor claridad que el sistema capitalista basado en el poder absoluto de los insaciables monopolios es incapaz de administrar las fuerzas productivas de la sociedad, que las destruye en masa, privando a la sociedad de cualquier posibilidad de desarrollo. El sistema capitalista sigue siendo lo que siempre ha sido, un sistema de explotación del hombre por el hombre, un sistema de enorme miseria y pobreza, un sistema que cobra millones y millones de vidas. Por su propia existencia, el imperialismo convierte al proletariado en una fuerza de oposición, le empuja inevitablemente hacia la revolución, no le deja otro camino de salvación que no sea levantarse contra el sistema y establecer mediante la violencia su propia dictadura, la dictadura del proletariado.
La otra contradicción típica del capitalismo, también, la contradicción entre las potencias imperialistas por el reparto y el nuevo reparto del mundo, se ha vuelto más feroz que nunca. Hoy en día, estas superpotencias, el imperialismo norteamericano y el socialimperialismo soviético, se enfrentan entre sí con un salvajismo sin precedentes. Con su política de expansión y hegemonía, su frenética carrera armamentista para equiparse con las armas más poderosas, se han convertido en un peligro permanente, una amenaza cotidiana a la libertad y a la seguridad de muchos pueblos, grandes y pequeños, distantes o cercanos, en todos los continentes. Mientras existan, ningún imperialismo puede renunciar a su tendencia agresiva. La agresión es la naturaleza misma del imperialismo. Con la presión que ejercen sobre los pueblos, con las conspiraciones que urden cada día contra su libertad e independencia, con la nueva guerra mundial que están preparando activamente, el imperialismo norteamericano y el socialimperialismo soviético se han convertido en los principales enemigos de los pueblos. En estas circunstancias, los pueblos no tienen otra alternativa que lanzarse a la lucha de liberación, el proletariado no tiene más remedio que levantarse en una revolución violenta y establecer su poder estatal. El triunfo sobre la burguesía de su propio país es también la condición principal para que el proletariado pueda hacer frente a la amenaza planteada por las dos superpotencias. La burguesía de los distintos países está vinculada de una manera u otra con tal o cual superpotencia. Esto hace que sea absolutamente necesario que el proletariado, que avanza hacia la revolución, mientras lucha contra su propia burguesía, no deba olvidar el peligro proveniente de las superpotencias; y mientras lucha contra la amenaza planteada por las superpotencias, no debe olvidar a su propia burguesía que le oprime y explota. La lucha contra su propia burguesía y la lucha contra la amenaza de las superpotencias no constituyen dos problemas distintos, sino dos aspectos de un mismo problema, que sólo la revolución del proletariado y su poder estatal puede resolver de una vez por todas.
Al igual que en el pasado, el imperialismo mundial, en especial los dos imperialismos más rapaces y más salvaje de nuestro tiempo, el imperialismo norteamericano y el socialimperialismo soviético, no puede prescindir de la opresión y la explotación de sus propios pueblos, ni de la opresión y la explotación de otros pueblos de continentes enteros, como Asia, África y América Latina, que en un tiempo fueron colonias y semicolonias. Es cierto que hoy en día, el sistema colonial del imperialismo ha sufrido fuertes golpes y se desintegra. También es cierto que en algunas zonas del mundo, como Vietnam y Camboya, el imperialismo norteamericano ha sufrido irreparables derrotas. Pero esto no disminuye la amenaza imperialista sobre esos pueblos, no suprime la lucha de liberación nacional del orden del día. En su frenética competencia por la explotación, la dominación y la hegemonía, el imperialismo norteamericano y el socialimperialismo soviético siguen una política típicamente colonialista y neocolonialista. Están dispuestos a usar cualquier intriga o chantaje con el fin de enredar a estos países en sus esferas de influencia, para establecer bases militares en ellos, para transformarlos en bases de agresión e intimidación. Además de esto, la grave crisis económica que se ha apoderado del mundo imperialista hace a las potencias imperialistas más desesperadas y salvajes en sus esfuerzos por hundir sus garras en los recursos económicos y humanos de esos países y por trasladar la carga de la crisis sobre sus espaldas. La situación se vuelve aún más trágica cuando, en muchos países, como Brasil, Tailandia, Indonesia, Chile, etc., los regímenes dictatoriales fascistas que se han convertido en instrumentos del imperialismo se han puesto a la cabeza de los asuntos y llevan a cabo una política de puertas abiertas, la política de traición a los intereses supremos de los pueblos de sus países. Todas estas circunstancias despiertan a los pueblos y los lanzan a la lucha de liberación nacional contra el imperialismo. Mientras esté dirigido contra el imperialismo mundial, y sobre todo, contra los imperialismos más salvajes y agresivos, como el imperialismo norteamericano y el socialimperialismo soviético, el movimiento de liberación nacional de los pueblos del mundo es el aliado natural y una poderosa reserva de la revolución proletaria, del mismo modo que la revolución proletaria y los países verdaderamente socialistas son el soporte confiable de la lucha revolucionaria y los movimientos de liberación de los pueblos.
El marxismo-leninismo nos enseña que, en la época actual, el mundo se divide en dos mundos diametralmente opuestos que se están enfrentados entre sí: el mundo del proletariado, de la revolución y el socialismo, en el que la clase obrera y los pueblos oprimidos han vuelto sus ojos, y el mundo de la burguesía, de la contrarrevolución imperialista-revisionista, a la que miran todas las fuerzas contrarrevolucionarias, con los dos gendarmes del mundo, el imperialismo norteamericano y el socialimperialismo soviético, a la cabeza. Una correcta concepción clasista materialista de la realidad social de hoy excluye cualquier otra perspectiva de desarrollo y avance que esté fuera de la revolución y del movimiento de liberación antiimperialista.
Sobre la cuestión de la evaluación de nuestra época, de la relación entre las clases en el mundo y, en consecuencia, de la estrategia y la táctica del proletariado y su partido, el PTA defiende la tesis de Lenin que, ya en 1921, cuando sólo existía un Estado socialista en el mundo –la Unión Soviética–, escribió: «En el mundo de hoy existen dos mundos, el viejo mundo del capitalismo, que está en estado de confusión, pero que nunca se rendirá, y el naciente nuevo mundo, que sigue siendo muy débil, pero que va a crecer, porque es invencible». A la luz de esta clara tesis de Lenin y la concepción materialista dialéctica de la historia se ve cuán infundada es la llamada teoría de los «tres mundos». Teóricamente, esta tesis antileninista es errónea, porque da una imagen distorsionada del mundo actual y de las tendencias de clase reales que operan en ella; política y prácticamente, es perjudicial porque, al ignorar al socialismo como sistema social, hace caso omiso de la más profunda contradicción de los tiempos, entre el socialismo y el capitalismo, lo que conduce al debilitamiento de la dictadura del proletariado en los países donde se está construyendo el socialismo, mientras llama al proletariado mundial a no luchar, a no levantarse en revolución socialista. Mientras la concepción marxista-leninista de nuestra época y sus contradicciones, que son: la contradicción entre trabajo y capital en los países capitalistas, la contradicción entre los pueblos y las naciones oprimidas y el imperialismo, las contradicciones entre las potencias imperialistas, argumenta a favor de la revolución proletaria y abre perspectivas brillantes para ella, las teorías antileninistas de los «tres mundos», del «no alineamiento», etc., tienen por objeto impedir la revolución, abandonar la lucha contra el imperialismo y el socialimperialismo, escindir al movimiento marxista-leninista y la unidad del proletariado.
Un hecho significativo, que demuestra que no hay salida aparte de la revolución del proletariado, es el fracaso sistemático y continuo de los planes de los gobiernos imperialista-revisionistas de escapar de la crisis. En todos los países imperialista-revisionistas, sin excepción, desde Estados Unidos a Japón, desde la Unión Soviética a los países revisionistas europeos, la inflación va en aumento, el costo de vida se está elevando, el desempleo se está extendiendo, la degeneración es cada vez más desenfrenada, y la reacción más salvaje día tras día y año tras año. La causa subyacente de los sucesivos fracasos en cada país capitalista-revisionista es que los gobiernos tratan de resolver sus contradicciones y escapar de la crisis en las condiciones del orden capitalista-revisionista existente, preservando este orden. Esa es una tarea imposible. Las crisis, la degeneración y la corrupción son inevitables compañeros de viaje del capitalismo y tienen sus raíces en este sistema de opresión y explotación. La única salida es la que el marxismo-leninismo ha revelado y verificado, la que el PTA defendió y ha defendido una vez más en su VIIº Congreso de 1976. Este camino es la revolución socialista, el derrocamiento violento de la burguesía imperialista-revisionista y el establecimiento de la dictadura del proletariado.
En sus esfuerzos por encontrar un paliativo para la crisis del sistema capitalista, los gobiernos capitalistas han conseguido la ayuda y colaboración de los partidos revisionistas y los sindicatos reformistas. Los partidos revisionistas de Italia y Francia, de España y Portugal, hace tiempo que han dejado de hablar de la revolución y el proletariado. En lugar de la revolución violenta del proletariado, los revisionistas italianos hablan y luchan por el «compromiso histórico», por la alianza con los principales partidos de la burguesía de Italia. Por su parte, los revisionistas franceses alegan que, en las condiciones del capitalismo actual, el proletariado ya no existe, que se ha convertido en una clase trabajadora, y que, por consiguiente, la transición al socialismo se produce a través del desarrollo de las libertades y la democracia burguesas. En las tesis de los revisionistas franceses y su jefe, Marchais, no hay nada original. No son más que un renacimiento de las ilusiones difundidas por el padre del revisionismo moderno, el renegado Kautsky, criticadas y desenmascaradas por Lenin. Como Lenin explicó, no hay tal cosa como la democracia pura. Cualquier tipo de democracia es la dictadura de una clase para suprimir otra clase. En este sentido, la democracia burguesa, igualmente, no es más que una dictadura en manos de la burguesía para reprimir a la clase obrera y a las masas del pueblo trabajador. Lenin también demostró quién crea y quién necesita de la ilusión de la «democracia pura». «Es valioso para la burguesía, explicó Lenin, que la necesita para ocultar al pueblo el carácter burgués de la democracia de hoy en día, para presentarla como la democracia universal, como democracia pura, y repitiendo esto, los Scheidemann , como los Kautsky, en realidad, están abandonando el punto de vista del proletariado y se ponen del lado de la burguesía». Contra la posición burguesa de Kautsky, Lenin planteó el punto de vista revolucionario proletario, el punto de vista de la sustitución de la dictadura de la burguesía, aunque se disfrace como «la república más democrática», con la dictadura del proletariado.
Desde que Lenin escribió estas líneas han pasado muchos años y han tenido lugar muchos eventos, todos los cuales han demostrado que la «democracia pura», la «democracia para todos», es un fraude total. En realidad se trata de una forma de dictadura que la burguesía mantiene siempre que le sea útil y la abandona tan pronto como sus intereses requieren pasar a formas más salvajes de violencia y terror. Los sangrientos acontecimientos en Indonesia y, después, en Chile, han demostrado una vez más, a la clase obrera y las amplias masas trabajadoras de estos países y al proletariado mundial, que la legalidad burguesa y la democracia burguesa no son el más mínimo obstáculo para la burguesía, cuando llega el momento para establecer su dictadura fascista y ahogar en sangre la lucha de liberación del proletariado y las amplias masas del pueblo trabajador.
A la luz de las enseñanzas de Lenin, a la luz del análisis materialista dialéctico de la situación en los países capitalista-revisionistas que se mueven hacia la revolución, está claro que el camino de la «transición al socialismo» a través de la «competencia económica» predicada por los revisionistas soviéticos, a través del «compromiso histórico» anunciado por los revisionistas italianos, y a través de la «extensión de las libertades y la democracia burguesas» publicitada por los revisionistas franceses, son los caminos de los renegados de la revolución proletaria, de los traidores al marxismo- leninismo, los caminos hacia la completa sumisión a la dominación capitalista.
Lenin elaboró y desarrolló la teoría de la revolución y la dictadura del proletariado, así como todos los otros grandes problemas de la teoría y la práctica revolucionaria, en lucha contra los defensores abiertos o encubiertos del capitalismo. Lenin hizo hincapié en que «la única línea marxista en el movimiento obrero del mundo» es «dejar en claro a las masas la necesidad absoluta e inevitable de romper con el oportunismo, educarlas para la revolución a través de una lucha sin cuartel contra el oportunismo». El PTA ha puesto en la base de toda su actividad esta tradición leninista de desenmascaramiento despiadado y lucha implacable contra los enemigos revisionistas del marxismo-leninismo. Ha continuado esta tradición en su VIIº Congreso de 1976. En su informe al Congreso, el camarada Enver Hoxha despojó, uno por uno, todos los disfraces que el revisionismo utiliza hoy en día, desde el abierto anticomunismo de Marcuse y Garaudy hasta el de Berlinguer, Marchais y Carrillo, desde el seudosocialismo de los revisionistas soviéticos hasta el de los revisionistas yugoslavos. Demostró el gran peligro que el revisionismo moderno representa para la vida de los pueblos, para la causa de la libertad y el socialismo en el mundo. La lucha contra el revisionismo ha sido y sigue siendo una condición previa indispensable para el triunfo de la revolución socialista y el establecimiento de la dictadura del proletariado.
¡Cuántas veces, en el curso del siglo o más, desde que el nombre de Marx se hizo conocido y desde que nació el marxismo, los reaccionarios y revisionistas han declarado «enterrado» al socialismo! ¡Cuán alto han gritado que «la revolución se ha vuelto innecesaria», que «el capitalismo ya no es lo que era antes», que «ha encontrado en sí misma la fuerza para salir de la crisis»! ¡Cuántas veces ha sido declarado «obsoleto» el marxismo-leninismo, dejado atrás por «nuevas doctrinas creadoras» que supuestamente responden a las nuevas circunstancias y condiciones! Sin embargo, la dialéctica de la historia se ha desarrollado de tal manera que los enemigos del marxismo han sufrido una derrota y han sido borrados, que aquellos que lo negaron han sido olvidados y nadie les dedica un pensamiento, –excepto, tal vez los desagradables–, mientras que la causa del proletariado y de la revolución ha sido construida con mayor fuerza y vitalidad.
La situación actual en el mundo es turbulenta. La política y la actividad de la burguesía imperialista, en especial de la burguesía imperialista de las dos superpotencias, son la verdadera causa de esta grave situación. Las dificultades y los obstáculos que la lucha de clase del proletariado tiene que vencer son grandes. Pero a través de esas dificultades y obstáculos la revolución socialista está avanzando y la lucha de liberación de los pueblos va en aumento. «La revolución socialista y la dictadura del proletariado», dijo el camarada Enver Hoxha en el VIIº Congreso del PTA de 1976, «son una necesidad histórica, y no hay fuerza que pueda evitar que ocurran». Con esta seguridad, el proletariado vive y lucha hoy en las barricadas de la lucha de clases y la revolución». (Zija Xholi; La revolución socialista: El único camino del progreso social, 1977)
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