Por: Wilder A. Sánchez Sánchez | Lunes, 26/12/2016 09:52 AM | Versión para imprimir
Hace 25 años, el 26 de diciembre de 1991, tuvo lugar un acontecimiento histórico que conmocionó al mundo entero y que cambió el curso de la Historia: la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), que había estado integrada por 15 repúblicas, fue declarada oficialmente disuelta por el propio Soviet Supremo; el día anterior, el Presidente de la URSS, Mijaíl Gorbachov, que desde que fue elegido Secretario General del PCUS el 11 de marzo de 1985 y Presidente de la Unión Soviética en marzo de 1990, había iniciado una serie de reformas (supuestamente para perfeccionar el socialismo), denominadas como perestroika (reestructuración, reforma) y glasnost (transparencia), no tuvo más remedio que renunciar a su cargo, ante el caos político y económico que se había generado a consecuencia de tales reformas; ese fue el último día en que ondeó la bandera de la URSS en el Kremlin.
Con la caída de la URSS, el mundo bipolar se transformó en un mundo unipolar, con Estados Unidos a la cabeza, y el neoliberalismo o capitalismo salvaje comenzó a extenderse con gran fuerza por todos los países. Los ideólogos y políticos burgueses estaban eufóricos y decían que la propia historia y la propia realidad se habían encargado de demostrar que el marxismo y el socialismo eran inservibles y que el capitalismo era el único sistema viable para toda la Tierra.
Después de que se desató el conflicto ideológico chino-soviético en torno a las cuestiones de la revolución social y del socialismo (a fines de los años 50, y con mayor intensidad desde octubre de 1961), muchos partidos comunistas y marxistas de varios países se fueron alineando: unos, bajo la égida del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS); otros, incondicionales seguidores de Mao Zedong y del Partido Comunista de China (PCCh); otros (desde la ruptura chino-albanesa en 1978), seguidores de los planteamientos de Enver Hoxha y del Partido del Trabajo de Albania (PPSH), duramente críticos de los rusos y de los chinos; otros, los trotskistas, más independientes que los anteriores.
Los marxistas pro albaneses y pro chinos, especialmente, consideraban al Gobierno y al Partido Comunista de Cuba como “satélite de la URSS”, sin haberse dado el trabajo de analizar los planteamientos de Fidel Castro y de otros líderes de la Revolución Cubana y de cómo se estaba edificando el socialismo en Cuba, a diferencia de lo que se había hecho en la URSS y en los países de Europa Oriental (con los que Cuba tenía buenas relaciones económicas e interestatales).
A pesar de que la URSS y los países de Europa Oriental representaban para Cuba por lo menos el 75% de su mercado; a pesar de que la totalidad del petróleo que requería Cuba para sus industrias y medios de transporte llegaba desde la URSS; a pesar de que la URSS representaba una fuerza de disuasión ante una posible invasión militar directa de Estados Unidos contra Cuba, Fidel no tuvo ningún reparo en cuestionar abiertamente, directamente y públicamente las políticas de Gorbachov. Un líder mediocre y timorato, por el contrario, para evitar la enemistad o rompimiento de relaciones de los países de Europa Oriental y de la URSS con Cuba (incluida la ayuda militar para la defensa, ante la posibilidad real de que Estados Unidos invada la isla) hubiera lanzado elogios a Gorbachov y a la perestroika, como sí lo hicieron los partidos comunistas que sí eran satélites o cajas de resonancia del PCUS (entre ellos, el Partido Comunista Peruano “Unidad”, en el caso del Perú), o, al menos, hubiera permanecido callado.
Como gran visionario, Fidel predijo, con más de dos años de anticipación, la desintegración de la Unión Soviética y el paso a un mundo unipolar dominado política, económica y militarmente por Estados Unidos.
Léase a continuación lo que el entonces Presidente de Cuba, Fidel Castro Ruz, dijo en el discurso pronunciado el 7 de diciembre de 1989, en el acto de despedida de duelo de los 2,000 cubanos que cayeron luchando en Angola contra las tropas del entonces régimen racista de Sudáfrica, que habían invadido Namibia y Angola para aplastar la recién lograda independencia angoleña. Ese acto contó con la presencia del Presidente de la República de Angola, José Eduardo dos Santos. El discurso íntegro puede escucharse en este vínculo con YouTube:
YOUTUBE:
Véase también el siguiente vídeo de 6 minutos en YouTube, que contiene fragmentos de discursos de Fidel en los que vaticina la desaparición de los países del campo socialista y de la URSS:
YOUTUBE:
Fragmento final del Discurso del Presidente Fidel Castro Ruz en El Cacahual, el día 7 de diciembre de 1989
…Los cientos de miles de cubanos que cumplieron misiones internacionalistas militares o civiles, contarán siempre con el respeto de las presentes y futuras generaciones. Ellos multiplicaron muchas veces las gloriosas tradiciones combativas e internacionalistas de nuestro pueblo.
La patria que encuentran a su regreso está enfrascada en una titánica lucha por el desarrollo, a la vez que continúa enfrentándose con ejemplar dignidad al criminal bloqueo del imperialismo, a lo que se viene a sumar ahora la crisis surgida en el campo socialista, de la que solo podemos esperar consecuencias negativas en el terreno económico para nuestro país.
No es precisamente sobre la lucha antimperialista ni sobre los principios del internacionalismo que se habla hoy en la mayoría de esos países. Ni siquiera esas palabras se mencionan en su prensa. Tales conceptos están virtualmente borrados allí del diccionario político. En cambio, los valores del capitalismo están cobrando inusitada fuerza en esas sociedades.
Capitalismo significa intercambio desigual con los pueblos del Tercer Mundo, exacerbación del egoísmo individual y del chovinismo nacional, el imperio de la irracionalidad y la anarquía en la inversión y la producción, sacrificio despiadado de los pueblos a leyes ciegas en la economía, el imperio del más fuerte, la explotación del hombre por el hombre, el sálvese quien pueda. El capitalismo en el orden social implica muchas cosas más: prostitución, droga, juego, mendicidad, desempleo, desigualdades abismales entre los ciudadanos, agotamiento de los recursos naturales, envenenamiento de la atmósfera, de los mares, de los ríos, de los bosques y, de modo especial, saqueo de las naciones subdesarrolladas por los países capitalistas industrializados. En el pasado significó colonialismo y en el presente la neocolonización de miles de millones de seres humanos mediante métodos económicos y políticos más sofisticados, pero también menos costosos, más efectivos y despiadados.
El capitalismo, su economía de mercado, sus valores, sus categorías y sus métodos no pueden ser jamás los instrumentos para sacar al socialismo de sus actuales dificultades y rectificar los errores que hubieran podido cometerse. Buena parte de esas dificultades surgieron no solo de los errores, sino también del bloqueo riguroso y del aislamiento a que fueron sometidos los países socialistas por parte del imperialismo y las grandes potencias capitalistas que monopolizaban casi todas las riquezas y las tecnologías más avanzadas del mundo, producto del saqueo de las colonias, la explotación de su clase obrera y el robo masivo de cerebros a países que estaban por desarrollarse.
Guerras devastadoras, que costaron millones de vidas y la destrucción de la inmensa mayoría de los medios productivos acumulados, fueron desatadas contra el primer Estado socialista. Como ave Fénix, este tuvo que surgir más de una vez de sus cenizas y prestó servicios tales a la humanidad como derrocar al fascismo e impulsar decisivamente el movimiento de liberación de los países todavía colonizados. Todo eso se quiere olvidar hoy.
Es repugnante que muchos se dediquen ahora, en la propia URSS, a negar y destruir la hazaña histórica y los méritos extraordinarios de ese heroico pueblo. Esa no es forma de rectificar y superar los incuestionables errores cometidos en una revolución que nació de las entrañas del autoritarismo zarista, en un país inmenso, atrasado y pobre. No es posible tratar de cobrarle ahora a Lenin el precio de haber hecho la revolución más grande de la historia en la vieja Rusia de los zares.
Por ello nosotros no hemos vacilado en impedir la circulación de ciertas publicaciones soviéticas que están cargadas de veneno contra la propia URSS y el socialismo. Se percibe que detrás de ellas está la mano del imperialismo, la reacción y la contrarrevolución. Ya algunas de esas publicaciones han comenzado a demandar el cese del tipo de relaciones comerciales equitativas y justas que se han creado entre la URSS y Cuba en el transcurso del proceso revolucionario cubano. En dos palabras: que la URSS comience a practicar con Cuba el intercambio desigual, vendiendo cada vez más caro y comprando cada vez más barato nuestros productos agrícolas y materias primas, lo mismo que Estados Unidos hace con los países del Tercer Mundo o, en último término, que la URSS se sume al bloqueo yanki contra Cuba.
La destrucción sistemática de los valores del socialismo, el trabajo de zapa llevado a cabo por el imperialismo, unido a los errores cometidos, han acelerado el proceso de desestabilización de los países socialistas en Europa oriental. La política diferenciada con cada país y la idea de minar desde dentro al socialismo, fue la estrategia largo tiempo elaborada y aplicada por Estados Unidos.
El imperialismo y las potencias capitalistas no pueden disimular su euforia ante los acontecimientos. Están persuadidos, no sin fundamento, de que a estas horas el campo socialista virtualmente ya no existe. En algunos de esos países de Europa oriental hay actualmente equipos completos de norteamericanos, incluyendo asesores del Presidente de Estados Unidos, programando el desarrollo capitalista. En días recientes, un cable trajo la noticia de que estaban fascinados por la excitante experiencia. Uno de ellos, funcionario, por cierto, del gobierno norteamericano, se mostraba partidario de aplicar en Polonia un plan similar al del "New Deal", con el que Roosevelt trató de mitigar la gran crisis del capitalismo, para socorrer a los 600 000 trabajadores polacos que se quedarán sin trabajo en 1990, y a la mitad de los 17,8 millones de trabajadores con que cuenta el país, que deberá recalificarse y cambiar de empleo, como consecuencia del desarrollo de una economía de mercado.
El imperialismo y las potencias capitalistas de la OTAN están persuadidos, y no sin fundamento, de que a estas horas el Pacto de Varsovia ya tampoco existe y no es más que una ficción; que sociedades corroídas y minadas desde dentro serían incapaces de resistir.
Se ha proclamado que el socialismo debía perfeccionarse. Nadie puede oponerse a este principio que es inherente y de constante aplicación a toda obra humana. ¿Pero es acaso abandonando los más elementales principios del marxismo-leninismo que puede perfeccionarse el socialismo? ¿Por qué las llamadas reformas tienen que marchar en un sentido capitalista? Si tales ideas tuviesen un carácter revolucionario, como algunos pretenden, ¿por qué reciben el apoyo unánime y exaltado de los dirigentes del imperialismo?
En insólita declaración, el Presidente de Estados Unidos se calificó a sí mismo como defensor número uno de las doctrinas que actualmente se aplican en muchos países del campo socialista.
Jamás en la historia una idea verdaderamente revolucionaria habría recibido el apoyo entusiasta del jefe del imperio más poderoso, agresivo y voraz que ha conocido la humanidad.
Nosotros, a raíz de la visita del compañero Gorbachov a Cuba en abril de este año, ocasión en que sostuvimos profundos y sinceros intercambios, expresamos públicamente ante la Asamblea Nacional nuestro criterio de que debía respetarse el derecho de cualquier país socialista a construir el capitalismo si así lo deseaba, del mismo modo que exigimos el más estricto respeto al derecho de cualquier país capitalista a construir el socialismo.
Consideramos que la revolución no se puede importar ni exportar; un Estado socialista no se puede fundar por inseminación artificial o simple trasplante de embriones. La revolución necesita las condiciones propicias para ello en el seno de la propia sociedad, y solo cada pueblo puede ser su propio creador. Estas ideas no están reñidas con la solidaridad que los revolucionarios pueden y deben brindarse entre sí. La revolución es, igualmente, un proceso en que se puede avanzar o retroceder; que, incluso, se puede frustrar. Pero un comunista, ante todo, tiene que ser valiente y revolucionario. El deber de los comunistas es luchar en cualquier circunstancia, por adversa que sea. Los comuneros de París supieron luchar y morir defendiendo sus ideas. Las banderas de la revolución y el socialismo no se entregan sin combatir. Rendirse es de cobardes y de gente desmoralizada, no de comunistas ni de revolucionarios.
El imperialismo hoy invita a los países socialistas de Europa a convertirse en receptores de sus excedentes de capital, desarrollar el capitalismo y participar en el saqueo de los países del Tercer Mundo.
Es sabido que una gran parte de las riquezas del mundo capitalista desarrollado proviene del intercambio desigual con esos países. Durante siglos los saquearon como simples colonias, esclavizaron a cientos de millones de sus hijos, y en muchas ocasiones agotaron sus reservas de oro, plata y otros minerales, los explotaron despiadadamente y les impusieron el subdesarrollo. Esta fue la consecuencia más directa y patente del colonialismo. Hoy los esquilman mediante los intereses de una deuda infinita e impagable, les arrancan sus productos básicos a precios miserables, les exportan sus productos industriales cada vez a mayores precios, les sustraen constantemente los recursos financieros y humanos mediante la fuga de capitales y cerebros, les bloquean el comercio mediante dumping, tarifas arancelarias, cuotas de importación, productos sintéticos sustitutivos salidos de su alta tecnología y subsidian a las propias producciones cuando no son competitivas.
Ahora el imperialismo quiere que los países socialistas de Europa se sumen a ese colosal saqueo, lo que parece no disgustar en absoluto a los teóricos de las reformas capitalistas. De ahí que en muchos de esos países nadie hable de la tragedia del Tercer Mundo y las multitudes descontentas sean orientadas hacia el capitalismo y el anticomunismo, y en uno de ellos hacia el pangermanismo. Tal evolución de los acontecimientos puede conducir incluso a corrientes fascistas. El premio que el imperialismo les promete es una cuota en el saqueo de nuestros pueblos, única forma de erigir sociedades capitalistas de consumo.
A Estados Unidos y a las potencias capitalistas les interesa ahora mucho más invertir en Europa oriental que en cualquier otra área del planeta. ¿Qué recursos puede esperar el Tercer Mundo, donde viven en condiciones infrahumanas miles de millones de personas, de tal evolución de los acontecimientos?
Se nos habla de paz. ¿Pero de qué paz se trata? ¿De la paz entre las grandes potencias, mientras el imperialismo se reserva el derecho a intervenir abiertamente y a agredir a los países del Tercer Mundo? Ejemplos tenemos de sobra.
El gobierno imperialista de Estados Unidos exige que nadie ayude a los revolucionarios salvadoreños y trata de chantajear a la URSS demandándole nada menos que cese todo suministro de ayuda económica y militar a Nicaragua y a Cuba, porque somos solidarios con los revolucionarios salvadoreños, aunque cumplimos estrictamente con nuestras obligaciones en relación con el armamento que suministra la URSS, de conformidad con los convenios suscritos entre naciones soberanas. Por su parte, ese mismo gobierno imperialista que exige el cese de toda solidaridad con los revolucionarios salvadoreños, ayuda al gobierno genocida y envía unidades especiales de combate a El Salvador, sostiene a la contrarrevolución en Nicaragua, organiza golpes de Estado en Panamá y el asesinato de dirigentes de ese país, ayuda militarmente a la UNITA en Angola, a pesar de los exitosos acuerdos de paz en Africa sudoccidental, y continúa suministrando grandes cantidades de armas a los rebeldes de Afganistán, sin tomar en cuenta para nada la retirada de las tropas soviéticas y los acuerdos de Ginebra.
Hace apenas unos días aviones de guerra de Estados Unidos intervinieron descaradamente en el conflicto interno de Filipinas. Independientemente de las motivaciones justas o injustas de los sublevados, que no nos corresponde a nosotros juzgar, la intervención de Estados Unidos en ese país adquiere extrema gravedad y es reflejo fiel de la situación actual del mundo. Ese es el papel de gendarme que Estados Unidos se reserva no ya solo para América Latina, a la que consideró siempre su patio trasero, sino para cualquier país del Tercer Mundo.
La consagración del principio de intervención universal por una gran potencia es el fin de la independencia y la soberanía en el mundo. ¿Qué paz y seguridad es la que espera a nuestros pueblos, como no sea la que nosotros mismos seamos capaces de conquistar con nuestro heroísmo?
Es magnífico que desaparezcan las armas nucleares. Si ello no fuera más que una utopía y lograra alcanzarse algún día, sería de incuestionable beneficio e incrementaría la seguridad, pero solo para una parte de la humanidad. Eso no le daría paz, ni seguridad, ni esperanza, a los países del Tercer Mundo.
El imperialismo no necesita armas nucleares para agredir a nuestros pueblos. Sus poderosas flotas distribuidas por el mundo, sus bases militares en todas partes y sus armas convencionales, cada vez más sofisticadas y mortíferas, son suficientes para cumplir su papel de dueño y gendarme del mundo.
Además, en nuestro mundo mueren cada día 40 000 niños que pudieran salvarse y no se salvan por el subdesarrollo y la pobreza. Como hemos dicho otras veces, y no está de más repetirlo hoy, es como si cada tres días estallara entre los niños pobres del mundo una bomba similar a las de Hiroshima y Nagasaki.
Si los acontecimientos siguen su actual curso, si no se exige a Estados Unidos la renuncia a estas concepciones, ¿de qué nuevo pensamiento puede hablarse? Por esa vía, el mundo bipolar que conocimos en la posguerra se transformará, inexorablemente, en un mundo unipolar bajo la hegemonía de Estados Unidos.
En Cuba llevamos a cabo nuestro proceso de rectificación. Sin un partido fuerte, disciplinado y respetado, es imposible desarrollar una revolución o una rectificación verdaderamente socialista. No es posible llevar a cabo semejante proceso calumniando al socialismo, destruyendo sus valores, desprestigiando al Partido, desmoralizando la vanguardia, renunciando a su papel dirigente, liquidando la disciplina social, sembrando el caos y la anarquía en todas partes. Así se puede promover una contrarrevolución, pero no cambios revolucionarios.
El imperialismo yanki piensa que Cuba no podrá resistir y que la nueva situación surgida en el campo socialista le permitirá doblegar inexorablemente a nuestra Revolución.
Cuba no es un país donde el socialismo llegó tras las divisiones victoriosas del Ejército Rojo. En Cuba, el socialismo lo forjamos los cubanos en auténtica y heroica lucha. Treinta años de resistencia al más poderoso imperio de la tierra que quiso destruir a nuestra Revolución, dan testimonio de nuestra fortaleza política y moral.
Los que estamos en la dirección del país no somos un grupo de advenedizos inexpertos, recién llegados a cargos de responsabilidad. Salimos de las filas de los viejos luchadores antimperialistas de la escuela de Mella y de Guiteras, de las filas del Moncada y del "Granma", de la Sierra Maestra y de la lucha clandestina, de Girón y de la Crisis de Octubre, de 30 años de resistencia heroica a la agresión imperialista, de grandes hazañas laborales y de gloriosas misiones internacionalistas. Hombres y mujeres de tres generaciones cubanas se reúnen y asumen responsabilidades en nuestro aguerrido Partido, en la organización de nuestra maravillosa vanguardia juvenil, en nuestras poderosas organizaciones de masas, en nuestras gloriosas Fuerzas Armadas Revolucionarias y en nuestro Ministerio del Interior.
En Cuba, Revolución, socialismo e independencia nacional, están indisolublemente unidos.
A la Revolución y al socialismo, debemos hoy todo lo que somos. Si a Cuba regresara alguna vez el capitalismo, nuestra independencia y soberanía desaparecerían para siempre, seríamos una prolongación de Miami, un simple apéndice del imperio yanki, el cumplimiento de aquella repugnante profecía de un presidente de Estados Unidos en el siglo pasado cuando pensaban anexar nuestra isla y dijo que esta caería en manos de ese país como una fruta madura. Para impedirlo hoy, mañana y siempre, habrá todo un pueblo dispuesto a morir. De nuevo cabe repetir aquí ante su propia tumba la frase inmortal de Maceo: "quien intente apropiarse de Cuba recogerá el polvo de su suelo anegado en sangre, si no perece en la lucha".
Los comunistas cubanos y los millones de combatientes revolucionarios que integran las filas de nuestro heroico y combativo pueblo, sabremos cumplir el papel que nos asigne la historia, no solo como primer Estado socialista en el hemisferio occidental, sino también como inclaudicables defensores en primera línea de la noble causa de los humildes y explotados de este mundo.
Nunca hemos aspirado a que nos entreguen la custodia de las gloriosas banderas y los principios que el movimiento revolucionario ha sabido defender a lo largo de su heroica y hermosa historia, pero si el destino nos asignara el papel de quedar un día entre los últimos defensores del socialismo, en un mundo donde el imperio yanki lograra encarnar los sueños de Hitler de dominar el mundo, sabríamos defender hasta la última gota de sangre este baluarte.
Estos hombres y mujeres a los que hoy damos honrosa sepultura en la cálida tierra que los vio nacer, murieron por los más sagrados valores de nuestra historia y de nuestra Revolución.
Ellos murieron luchando contra el colonialismo y el neocolonialismo.
Ellos murieron luchando contra el racismo y el apartheid.
Ellos murieron luchando contra el saqueo y la explotación de los pueblos del Tercer Mundo.
Ellos murieron luchando por la independencia y la soberanía de esos pueblos.
Ellos murieron luchando por el derecho al bienestar desarrollo de todos los pueblos de la tierra.
Ellos murieron luchando para que no existan hambrientos, mendigos, enfermos sin médicos, niños sin escuelas, seres humanos sin trabajo, sin techo, sin alimento.
Ellos murieron para que no existan opresores y oprimidos; explotadores ni explotados. .
Ellos murieron luchando por la dignidad y la libertad de todos los hombres.
Ellos murieron luchando por la verdadera paz y seguridad para todos los pueblos.
Ellos murieron por las ideas de Céspedes y Máximo Gómez.
Ellos murieron por las ideas de Martí y Maceo.
Ellos murieron por las ideas de Marx, Engels y Lenin.
Ellos murieron por las ideas y el ejemplo que la Revolución de Octubre expandió por el mundo.
Ellos murieron por el socialismo.
Ellos murieron por el internacionalismo.
Ellos murieron por la patria revolucionaria y digna que es hoy Cuba.
¡Sabremos ser capaces de seguir su ejemplo!
Para ellos: ¡Gloria eterna!
¡Socialismo o Muerte!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
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Fidel y la desintegración de la URSS
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Re: Fidel y la desintegración de la URSS
sorge escribió:Por: Wilder A. Sánchez Sánchez | Lunes, 26/12/2016 09:52 AM | Versión para imprimir
Hace 25 años, el 26 de diciembre de 1991, tuvo lugar un acontecimiento histórico que conmocionó al mundo entero y que cambió el curso de la Historia: la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), que había estado integrada por 15 repúblicas, fue declarada oficialmente disuelta por el propio Soviet Supremo; el día anterior, el Presidente de la URSS, Mijaíl Gorbachov, que desde que fue elegido Secretario General del PCUS el 11 de marzo de 1985 y Presidente de la Unión Soviética en marzo de 1990, había iniciado una serie de reformas (supuestamente para perfeccionar el socialismo), denominadas como perestroika (reestructuración, reforma) y glasnost (transparencia), no tuvo más remedio que renunciar a su cargo, ante el caos político y económico que se había generado a consecuencia de tales reformas; ese fue el último día en que ondeó la bandera de la URSS en el Kremlin.
Con la caída de la URSS, el mundo bipolar se transformó en un mundo unipolar, con Estados Unidos a la cabeza, y el neoliberalismo o capitalismo salvaje comenzó a extenderse con gran fuerza por todos los países. Los ideólogos y políticos burgueses estaban eufóricos y decían que la propia historia y la propia realidad se habían encargado de demostrar que el marxismo y el socialismo eran inservibles y que el capitalismo era el único sistema viable para toda la Tierra.
Después de que se desató el conflicto ideológico chino-soviético en torno a las cuestiones de la revolución social y del socialismo (a fines de los años 50, y con mayor intensidad desde octubre de 1961), muchos partidos comunistas y marxistas de varios países se fueron alineando: unos, bajo la égida del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS); otros, incondicionales seguidores de Mao Zedong y del Partido Comunista de China (PCCh); otros (desde la ruptura chino-albanesa en 1978), seguidores de los planteamientos de Enver Hoxha y del Partido del Trabajo de Albania (PPSH), duramente críticos de los rusos y de los chinos; otros, los trotskistas, más independientes que los anteriores.
Los marxistas pro albaneses y pro chinos, especialmente, consideraban al Gobierno y al Partido Comunista de Cuba como “satélite de la URSS”, sin haberse dado el trabajo de analizar los planteamientos de Fidel Castro y de otros líderes de la Revolución Cubana y de cómo se estaba edificando el socialismo en Cuba, a diferencia de lo que se había hecho en la URSS y en los países de Europa Oriental (con los que Cuba tenía buenas relaciones económicas e interestatales).
A pesar de que la URSS y los países de Europa Oriental representaban para Cuba por lo menos el 75% de su mercado; a pesar de que la totalidad del petróleo que requería Cuba para sus industrias y medios de transporte llegaba desde la URSS; a pesar de que la URSS representaba una fuerza de disuasión ante una posible invasión militar directa de Estados Unidos contra Cuba, Fidel no tuvo ningún reparo en cuestionar abiertamente, directamente y públicamente las políticas de Gorbachov. Un líder mediocre y timorato, por el contrario, para evitar la enemistad o rompimiento de relaciones de los países de Europa Oriental y de la URSS con Cuba (incluida la ayuda militar para la defensa, ante la posibilidad real de que Estados Unidos invada la isla) hubiera lanzado elogios a Gorbachov y a la perestroika, como sí lo hicieron los partidos comunistas que sí eran satélites o cajas de resonancia del PCUS (entre ellos, el Partido Comunista Peruano “Unidad”, en el caso del Perú), o, al menos, hubiera permanecido callado.
Como gran visionario, Fidel predijo, con más de dos años de anticipación, la desintegración de la Unión Soviética y el paso a un mundo unipolar dominado política, económica y militarmente por Estados Unidos.
Fragmento final del Discurso del Presidente Fidel Castro Ruz en El Cacahual, el día 7 de diciembre de 1989:
…Los cientos de miles de cubanos que cumplieron misiones internacionalistas militares o civiles, contarán siempre con el respeto de las presentes y futuras generaciones. Ellos multiplicaron muchas veces las gloriosas tradiciones combativas e internacionalistas de nuestro pueblo.
La patria que encuentran a su regreso está enfrascada en una titánica lucha por el desarrollo, a la vez que continúa enfrentándose con ejemplar dignidad al criminal bloqueo del imperialismo, a lo que se viene a sumar ahora la crisis surgida en el campo socialista, de la que solo podemos esperar consecuencias negativas en el terreno económico para nuestro país.
No es precisamente sobre la lucha antimperialista ni sobre los principios del internacionalismo que se habla hoy en la mayoría de esos países. Ni siquiera esas palabras se mencionan en su prensa. Tales conceptos están virtualmente borrados allí del diccionario político. En cambio, los valores del capitalismo están cobrando inusitada fuerza en esas sociedades.
Capitalismo significa intercambio desigual con los pueblos del Tercer Mundo, exacerbación del egoísmo individual y del chovinismo nacional, el imperio de la irracionalidad y la anarquía en la inversión y la producción, sacrificio despiadado de los pueblos a leyes ciegas en la economía, el imperio del más fuerte, la explotación del hombre por el hombre, el sálvese quien pueda. El capitalismo en el orden social implica muchas cosas más: prostitución, droga, juego, mendicidad, desempleo, desigualdades abismales entre los ciudadanos, agotamiento de los recursos naturales, envenenamiento de la atmósfera, de los mares, de los ríos, de los bosques y, de modo especial, saqueo de las naciones subdesarrolladas por los países capitalistas industrializados. En el pasado significó colonialismo y en el presente la neocolonización de miles de millones de seres humanos mediante métodos económicos y políticos más sofisticados, pero también menos costosos, más efectivos y despiadados.
El capitalismo, su economía de mercado, sus valores, sus categorías y sus métodos no pueden ser jamás los instrumentos para sacar al socialismo de sus actuales dificultades y rectificar los errores que hubieran podido cometerse. Buena parte de esas dificultades surgieron no solo de los errores, sino también del bloqueo riguroso y del aislamiento a que fueron sometidos los países socialistas por parte del imperialismo y las grandes potencias capitalistas que monopolizaban casi todas las riquezas y las tecnologías más avanzadas del mundo, producto del saqueo de las colonias, la explotación de su clase obrera y el robo masivo de cerebros a países que estaban por desarrollarse.
Guerras devastadoras, que costaron millones de vidas y la destrucción de la inmensa mayoría de los medios productivos acumulados, fueron desatadas contra el primer Estado socialista. Como ave Fénix, este tuvo que surgir más de una vez de sus cenizas y prestó servicios tales a la humanidad como derrocar al fascismo e impulsar decisivamente el movimiento de liberación de los países todavía colonizados. Todo eso se quiere olvidar hoy.
Es repugnante que muchos se dediquen ahora, en la propia URSS, a negar y destruir la hazaña histórica y los méritos extraordinarios de ese heroico pueblo. Esa no es forma de rectificar y superar los incuestionables errores cometidos en una revolución que nació de las entrañas del autoritarismo zarista, en un país inmenso, atrasado y pobre. No es posible tratar de cobrarle ahora a Lenin el precio de haber hecho la revolución más grande de la historia en la vieja Rusia de los zares.
Por ello nosotros no hemos vacilado en impedir la circulación de ciertas publicaciones soviéticas que están cargadas de veneno contra la propia URSS y el socialismo. Se percibe que detrás de ellas está la mano del imperialismo, la reacción y la contrarrevolución. Ya algunas de esas publicaciones han comenzado a demandar el cese del tipo de relaciones comerciales equitativas y justas que se han creado entre la URSS y Cuba en el transcurso del proceso revolucionario cubano. En dos palabras: que la URSS comience a practicar con Cuba el intercambio desigual, vendiendo cada vez más caro y comprando cada vez más barato nuestros productos agrícolas y materias primas, lo mismo que Estados Unidos hace con los países del Tercer Mundo o, en último término, que la URSS se sume al bloqueo yanki contra Cuba.
La destrucción sistemática de los valores del socialismo, el trabajo de zapa llevado a cabo por el imperialismo, unido a los errores cometidos, han acelerado el proceso de desestabilización de los países socialistas en Europa oriental. La política diferenciada con cada país y la idea de minar desde dentro al socialismo, fue la estrategia largo tiempo elaborada y aplicada por Estados Unidos.
El imperialismo y las potencias capitalistas no pueden disimular su euforia ante los acontecimientos. Están persuadidos, no sin fundamento, de que a estas horas el campo socialista virtualmente ya no existe. En algunos de esos países de Europa oriental hay actualmente equipos completos de norteamericanos, incluyendo asesores del Presidente de Estados Unidos, programando el desarrollo capitalista. En días recientes, un cable trajo la noticia de que estaban fascinados por la excitante experiencia. Uno de ellos, funcionario, por cierto, del gobierno norteamericano, se mostraba partidario de aplicar en Polonia un plan similar al del "New Deal", con el que Roosevelt trató de mitigar la gran crisis del capitalismo, para socorrer a los 600 000 trabajadores polacos que se quedarán sin trabajo en 1990, y a la mitad de los 17,8 millones de trabajadores con que cuenta el país, que deberá recalificarse y cambiar de empleo, como consecuencia del desarrollo de una economía de mercado.
El imperialismo y las potencias capitalistas de la OTAN están persuadidos, y no sin fundamento, de que a estas horas el Pacto de Varsovia ya tampoco existe y no es más que una ficción; que sociedades corroídas y minadas desde dentro serían incapaces de resistir.
Se ha proclamado que el socialismo debía perfeccionarse. Nadie puede oponerse a este principio que es inherente y de constante aplicación a toda obra humana. ¿Pero es acaso abandonando los más elementales principios del marxismo-leninismo que puede perfeccionarse el socialismo? ¿Por qué las llamadas reformas tienen que marchar en un sentido capitalista? Si tales ideas tuviesen un carácter revolucionario, como algunos pretenden, ¿por qué reciben el apoyo unánime y exaltado de los dirigentes del imperialismo?
En insólita declaración, el Presidente de Estados Unidos se calificó a sí mismo como defensor número uno de las doctrinas que actualmente se aplican en muchos países del campo socialista.
Jamás en la historia una idea verdaderamente revolucionaria habría recibido el apoyo entusiasta del jefe del imperio más poderoso, agresivo y voraz que ha conocido la humanidad.
Nosotros, a raíz de la visita del compañero Gorbachov a Cuba en abril de este año, ocasión en que sostuvimos profundos y sinceros intercambios, expresamos públicamente ante la Asamblea Nacional nuestro criterio de que debía respetarse el derecho de cualquier país socialista a construir el capitalismo si así lo deseaba, del mismo modo que exigimos el más estricto respeto al derecho de cualquier país capitalista a construir el socialismo.
Consideramos que la revolución no se puede importar ni exportar; un Estado socialista no se puede fundar por inseminación artificial o simple trasplante de embriones. La revolución necesita las condiciones propicias para ello en el seno de la propia sociedad, y solo cada pueblo puede ser su propio creador. Estas ideas no están reñidas con la solidaridad que los revolucionarios pueden y deben brindarse entre sí. La revolución es, igualmente, un proceso en que se puede avanzar o retroceder; que, incluso, se puede frustrar. Pero un comunista, ante todo, tiene que ser valiente y revolucionario. El deber de los comunistas es luchar en cualquier circunstancia, por adversa que sea. Los comuneros de París supieron luchar y morir defendiendo sus ideas. Las banderas de la revolución y el socialismo no se entregan sin combatir. Rendirse es de cobardes y de gente desmoralizada, no de comunistas ni de revolucionarios.
El imperialismo hoy invita a los países socialistas de Europa a convertirse en receptores de sus excedentes de capital, desarrollar el capitalismo y participar en el saqueo de los países del Tercer Mundo.
Es sabido que una gran parte de las riquezas del mundo capitalista desarrollado proviene del intercambio desigual con esos países. Durante siglos los saquearon como simples colonias, esclavizaron a cientos de millones de sus hijos, y en muchas ocasiones agotaron sus reservas de oro, plata y otros minerales, los explotaron despiadadamente y les impusieron el subdesarrollo. Esta fue la consecuencia más directa y patente del colonialismo. Hoy los esquilman mediante los intereses de una deuda infinita e impagable, les arrancan sus productos básicos a precios miserables, les exportan sus productos industriales cada vez a mayores precios, les sustraen constantemente los recursos financieros y humanos mediante la fuga de capitales y cerebros, les bloquean el comercio mediante dumping, tarifas arancelarias, cuotas de importación, productos sintéticos sustitutivos salidos de su alta tecnología y subsidian a las propias producciones cuando no son competitivas.
Ahora el imperialismo quiere que los países socialistas de Europa se sumen a ese colosal saqueo, lo que parece no disgustar en absoluto a los teóricos de las reformas capitalistas. De ahí que en muchos de esos países nadie hable de la tragedia del Tercer Mundo y las multitudes descontentas sean orientadas hacia el capitalismo y el anticomunismo, y en uno de ellos hacia el pangermanismo. Tal evolución de los acontecimientos puede conducir incluso a corrientes fascistas. El premio que el imperialismo les promete es una cuota en el saqueo de nuestros pueblos, única forma de erigir sociedades capitalistas de consumo.
A Estados Unidos y a las potencias capitalistas les interesa ahora mucho más invertir en Europa oriental que en cualquier otra área del planeta. ¿Qué recursos puede esperar el Tercer Mundo, donde viven en condiciones infrahumanas miles de millones de personas, de tal evolución de los acontecimientos?
Se nos habla de paz. ¿Pero de qué paz se trata? ¿De la paz entre las grandes potencias, mientras el imperialismo se reserva el derecho a intervenir abiertamente y a agredir a los países del Tercer Mundo? Ejemplos tenemos de sobra.
El gobierno imperialista de Estados Unidos exige que nadie ayude a los revolucionarios salvadoreños y trata de chantajear a la URSS demandándole nada menos que cese todo suministro de ayuda económica y militar a Nicaragua y a Cuba, porque somos solidarios con los revolucionarios salvadoreños, aunque cumplimos estrictamente con nuestras obligaciones en relación con el armamento que suministra la URSS, de conformidad con los convenios suscritos entre naciones soberanas. Por su parte, ese mismo gobierno imperialista que exige el cese de toda solidaridad con los revolucionarios salvadoreños, ayuda al gobierno genocida y envía unidades especiales de combate a El Salvador, sostiene a la contrarrevolución en Nicaragua, organiza golpes de Estado en Panamá y el asesinato de dirigentes de ese país, ayuda militarmente a la UNITA en Angola, a pesar de los exitosos acuerdos de paz en Africa sudoccidental, y continúa suministrando grandes cantidades de armas a los rebeldes de Afganistán, sin tomar en cuenta para nada la retirada de las tropas soviéticas y los acuerdos de Ginebra.
Hace apenas unos días aviones de guerra de Estados Unidos intervinieron descaradamente en el conflicto interno de Filipinas. Independientemente de las motivaciones justas o injustas de los sublevados, que no nos corresponde a nosotros juzgar, la intervención de Estados Unidos en ese país adquiere extrema gravedad y es reflejo fiel de la situación actual del mundo. Ese es el papel de gendarme que Estados Unidos se reserva no ya solo para América Latina, a la que consideró siempre su patio trasero, sino para cualquier país del Tercer Mundo.
La consagración del principio de intervención universal por una gran potencia es el fin de la independencia y la soberanía en el mundo. ¿Qué paz y seguridad es la que espera a nuestros pueblos, como no sea la que nosotros mismos seamos capaces de conquistar con nuestro heroísmo?
Es magnífico que desaparezcan las armas nucleares. Si ello no fuera más que una utopía y lograra alcanzarse algún día, sería de incuestionable beneficio e incrementaría la seguridad, pero solo para una parte de la humanidad. Eso no le daría paz, ni seguridad, ni esperanza, a los países del Tercer Mundo.
El imperialismo no necesita armas nucleares para agredir a nuestros pueblos. Sus poderosas flotas distribuidas por el mundo, sus bases militares en todas partes y sus armas convencionales, cada vez más sofisticadas y mortíferas, son suficientes para cumplir su papel de dueño y gendarme del mundo.
Además, en nuestro mundo mueren cada día 40 000 niños que pudieran salvarse y no se salvan por el subdesarrollo y la pobreza. Como hemos dicho otras veces, y no está de más repetirlo hoy, es como si cada tres días estallara entre los niños pobres del mundo una bomba similar a las de Hiroshima y Nagasaki.
Si los acontecimientos siguen su actual curso, si no se exige a Estados Unidos la renuncia a estas concepciones, ¿de qué nuevo pensamiento puede hablarse? Por esa vía, el mundo bipolar que conocimos en la posguerra se transformará, inexorablemente, en un mundo unipolar bajo la hegemonía de Estados Unidos.
En Cuba llevamos a cabo nuestro proceso de rectificación. Sin un partido fuerte, disciplinado y respetado, es imposible desarrollar una revolución o una rectificación verdaderamente socialista. No es posible llevar a cabo semejante proceso calumniando al socialismo, destruyendo sus valores, desprestigiando al Partido, desmoralizando la vanguardia, renunciando a su papel dirigente, liquidando la disciplina social, sembrando el caos y la anarquía en todas partes. Así se puede promover una contrarrevolución, pero no cambios revolucionarios.
El imperialismo yanki piensa que Cuba no podrá resistir y que la nueva situación surgida en el campo socialista le permitirá doblegar inexorablemente a nuestra Revolución.
Cuba no es un país donde el socialismo llegó tras las divisiones victoriosas del Ejército Rojo. En Cuba, el socialismo lo forjamos los cubanos en auténtica y heroica lucha. Treinta años de resistencia al más poderoso imperio de la tierra que quiso destruir a nuestra Revolución, dan testimonio de nuestra fortaleza política y moral.
Los que estamos en la dirección del país no somos un grupo de advenedizos inexpertos, recién llegados a cargos de responsabilidad. Salimos de las filas de los viejos luchadores antimperialistas de la escuela de Mella y de Guiteras, de las filas del Moncada y del "Granma", de la Sierra Maestra y de la lucha clandestina, de Girón y de la Crisis de Octubre, de 30 años de resistencia heroica a la agresión imperialista, de grandes hazañas laborales y de gloriosas misiones internacionalistas. Hombres y mujeres de tres generaciones cubanas se reúnen y asumen responsabilidades en nuestro aguerrido Partido, en la organización de nuestra maravillosa vanguardia juvenil, en nuestras poderosas organizaciones de masas, en nuestras gloriosas Fuerzas Armadas Revolucionarias y en nuestro Ministerio del Interior.
En Cuba, Revolución, socialismo e independencia nacional, están indisolublemente unidos.
A la Revolución y al socialismo, debemos hoy todo lo que somos. Si a Cuba regresara alguna vez el capitalismo, nuestra independencia y soberanía desaparecerían para siempre, seríamos una prolongación de Miami, un simple apéndice del imperio yanki, el cumplimiento de aquella repugnante profecía de un presidente de Estados Unidos en el siglo pasado cuando pensaban anexar nuestra isla y dijo que esta caería en manos de ese país como una fruta madura. Para impedirlo hoy, mañana y siempre, habrá todo un pueblo dispuesto a morir. De nuevo cabe repetir aquí ante su propia tumba la frase inmortal de Maceo: "quien intente apropiarse de Cuba recogerá el polvo de su suelo anegado en sangre, si no perece en la lucha".
Los comunistas cubanos y los millones de combatientes revolucionarios que integran las filas de nuestro heroico y combativo pueblo, sabremos cumplir el papel que nos asigne la historia, no solo como primer Estado socialista en el hemisferio occidental, sino también como inclaudicables defensores en primera línea de la noble causa de los humildes y explotados de este mundo.
Nunca hemos aspirado a que nos entreguen la custodia de las gloriosas banderas y los principios que el movimiento revolucionario ha sabido defender a lo largo de su heroica y hermosa historia, pero si el destino nos asignara el papel de quedar un día entre los últimos defensores del socialismo, en un mundo donde el imperio yanki lograra encarnar los sueños de Hitler de dominar el mundo, sabríamos defender hasta la última gota de sangre este baluarte.
Estos hombres y mujeres a los que hoy damos honrosa sepultura en la cálida tierra que los vio nacer, murieron por los más sagrados valores de nuestra historia y de nuestra Revolución.
Ellos murieron luchando contra el colonialismo y el neocolonialismo.
Ellos murieron luchando contra el racismo y el apartheid.
Ellos murieron luchando contra el saqueo y la explotación de los pueblos del Tercer Mundo.
Ellos murieron luchando por la independencia y la soberanía de esos pueblos.
Ellos murieron luchando por el derecho al bienestar desarrollo de todos los pueblos de la tierra.
Ellos murieron luchando para que no existan hambrientos, mendigos, enfermos sin médicos, niños sin escuelas, seres humanos sin trabajo, sin techo, sin alimento.
Ellos murieron para que no existan opresores y oprimidos; explotadores ni explotados. .
Ellos murieron luchando por la dignidad y la libertad de todos los hombres.
Ellos murieron luchando por la verdadera paz y seguridad para todos los pueblos.
Ellos murieron por las ideas de Céspedes y Máximo Gómez.
Ellos murieron por las ideas de Martí y Maceo.
Ellos murieron por las ideas de Marx, Engels y Lenin.
Ellos murieron por las ideas y el ejemplo que la Revolución de Octubre expandió por el mundo.
Ellos murieron por el socialismo.
Ellos murieron por el internacionalismo.
Ellos murieron por la patria revolucionaria y digna que es hoy Cuba.
¡Sabremos ser capaces de seguir su ejemplo!
Para ellos: ¡Gloria eterna!
¡Socialismo o Muerte!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
GOBIERNO DE CUBA: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Como era habitual, el gran Fidel tenía razón.
Fidel era un hombre muy listo e inteligente, lo clavó punto por punto.
Era capaz de ver "4 telediarios por delante a la realidad actual". Acertó en sus análisis.
Nunca olvidemos sus enseñanzas. Léamos sus escritos, sus discursos. Que nunca caiga en el olvido.
Subrayo el texto para facilitar su lectura.
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