Hace unos días, el Ministerio de Seguridad estableció un nuevo protocolo para el uso de armas de fuego de las fuerzas de seguridad nacional. Para muchos, fue una confirmación más de que Macri es la dictadura y que viene a legalizar el “gatillo fácil”. Esto olvida que, en realidad, el “gatillo fácil” es un fenómeno normal del capitalismo argentino, que la inseguridad es un problema real y que es necesario hacer algo con la Policía. Expliquemos.
Comencemos por el protocolo. Uno de los puntos más cuestionado fue el artículo 3, que libera al policía de dar la luz de alto cuando hacerlo implique “riesgo de muerte o de lesiones graves”. No parece mayormente problemático. A nadie se le ocurriría cuestionar a quien no dio la voz de alto en medio de un tiroteo.
Lo más complejo es el artículo 2, que establece que “se hará uso de las armas de fuego cuando resulten ineficaces otros medios no violentos”. Esto contempla casos de defensa propia o peligro de vida para las personas, pero también cuando se perciba un “peligro inminente” de que ello ocurra. ¿Qué significa el “peligro inminente”? Si no hay riesgo de vida, nada indica que las fuerzas de seguridad no puedan reducir o perseguir a un sospechoso sin disparar armas de fuego. Son puntos ambiguos que habilitan a un uso discrecional de la fuerza letal. El criterio amplio del decreto habilita a cubrir con un manto de legalidad muchas de las arbitrariedades que cotidianamente protagonizan las fuerzas de seguridad.
Efectivamente, el “gatillo fácil” no es ninguna novedad. Existió aún sin este protocolo. Los casos vienen en ascenso desde 1983. Solo por mostrar un ejemplo (que no será del agrado de los indignados de hoy), los casos registrados en 2003, cuando Néstor llegó al poder, fueron 174. En el 2015, cuando Cristina dejó la presidencia, llegaron a 300. La mayor cantidad de asesinatos desde 1983 se produjeron con Cristina, seguido por el de Néstor: 2.164 para la primera (39,62% de la muestra de Correpi) y 996 (18,24%) para el segundo. Macri por ahora va tercero, con 725 casos.
Dicho esto, es evidente que tanto el “gatillo fácil” como la delincuencia son problemas reales y que afectan a la clase obrera (salvo que creamos que la inseguridad es solo un problema de “ricos”). Sencillamente, porque tanto la policía como el ladrón de a pie salen de allí. Es que, en realidad, el verdadero culpable está en otro lado: la descomposición capitalista.
Los negocios ilícitos crecen cuando el capital no tiene otra inversión rentable. Así aumenta el crimen organizado, desde el narco y la trata, hasta el robo a gran escala o los desarmaderos. El propio Estado es el que se va descomponiendo: funcionarios corruptos que participan de ilícitos. La política se financia, en buena medida, de la recaudación ilegal, y son las cupulas policiales las que recaudan. En ese submundo, políticos y burócratas sindicales reclutan a los encargados de los trabajos sucios. Y así llegamos al eslabón más débil de la cadena: los que ponen el cuerpo en la calle, el “delincuente de a pie” que vende droga, sale de caño o custodia los negocios de los capos.
¿Entonces apoyamos el protocolo? No, tampoco. Expliquemos. Mientras exista el capitalismo, va a existir la descomposición social e incluso se va a incrementar. Las drogas, los delitos, las muertes. Hay que liquidar este sistema, pero mientras tanto no podemos hacernos los tontos y pedir una policía desarmada. Es necesaria una verdadera política de seguridad. Para que la policía no salga disparando ante cada situación, necesitamos agentes formados y profesionales, que sepan enfrentar esas situaciones y sepan cuándo y cómo es necesario usar un arma de fuego. Necesitamos policías que se encuentren lúcidos al momento de enfrentar esas situaciones, y que no estén demolidos porque como el sueldo no alcanza se pasan los descansos haciendo adicionales aquí y allá. En definitiva, mejores condiciones de trabajo. Por ello mismo, un primer paso es la sindicalización de la policía.
Ningún policía quiere morir ni matar. Pero para poder evitar esa situación hace falta capacitación, algo que cualquier sindicato preocupado por las condiciones de trabajo del personal policial deberá demandar. Resguardar la vida y la salud física y psíquica del personal policial no es solo una garantía para ellos, sino también para nosotros.
Notas
Los datos de casos de “gatillo fácil” fueron tomados del Archivo de Casos de la Coordinadora Contra la Represión Policial e Institucional.
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