Los pezones de Rihanna
artículo de Jon E. Illescas
publicado en 2016 en la revista El Viejo Topo
en el Foro en 2 mensajes
El coito sin fin del capitalismo
Rihanna es la Reina absoluta del videoclip mainstream. Si analizamos los 500 vídeos musicales más vistos de la primera década de YouTube, en nada menos que en 26 aparece la célebre cantante.1 La barbadense más internacional, apadrinada por el extraficante, rapero y multimillonario ejecutivo estadounidense Jay-Z, supera ampliamente a otras estrellas del pop como Justin Bieber, Katy Perry o Shakira. Sin embargo, la cantante tiene otro hito en su poder. El año pasado apareció por primera vez haciendo topless en su vídeo Bitch Better Have My Money (“Zorra, mejor que tengas mi dinero”).
Nunca antes se había producido un topless de una reina del pop en un videoclip dominante. La Madonna negra del siglo XXI superó a la caduca Madonna blanca del XX.2 Desde entonces, Rihanna no ha cesado en su empeño de mostrarnos los senos en cada uno de sus nuevos vídeos. Y ya llevamos tres.3
Así es, porque posteriormente al citado siguió con su estrategia de seducción, tanto en su videoclip Work (“Trabaja”) en compañía del rapero Drake, como en Kiss It Better (“Bésalo mejor”). En todos, la célebre intérprete decidió mostrar sus otrora privadas areolas al conjunto de la juventud mundial. ¿Exagerado? Los tres vídeos suman en pocos meses más de 350 millones de visualizaciones, una población que multiplica por tres la suma de todos los jóvenes de la Unión Europea y Estados Unidos.4 Pero, ¿cuál es la razón de esta aparente obsesión de Rihanna con sus pechos?
En realidad no se trata de la voluntad de la cantante, aunque en última instancia, tenga que dar su consentimiento (faltaría más). Se trata del modo de producción que marca la lógica que determina la forma y el contenido de estos videoclips más comerciales: el capitalismo. En este sistema socioeconómico la mayoría de los productos se realizan con la “interacción” de dos clases sociales: los empresarios, que son los dueños de los medios de producción (empresas, medios de trabajo, materias primas, etc.) y los asalariados, que como no tienen aquellos han de trabajar para los primeros a cambio de un salario con el que sobrevivir. El problema es que, pese a las apariencias, no es un trato justo entre ciudadanos libres porque el salario tiene un valor inferior al trabajo realizado por los “currantes”.5 ¿De lo contrario, de dónde saldría el beneficio? El salario no paga el trabajo de más contenido en las mercancías propiedad del empresario. Por esa razón, una vez vendidas, los empresarios transforman ese plustrabajo/plusvalor en suculentas ganancias.
¿Y qué tiene que ver todo este anticuado “rollo marxista”? ¿No era más adecuado para los explotados obreros de las fábricas de algodón de Mánchester en siglo XIX que para los provocadores videoclips de la musa caribeña en el XXI? En realidad no, porque la explotación capitalista se da en todos los sectores donde interaccionan económicamente estas dos clases sociales que todavía hoy escinden a la humanidad en dos partes enfrentadas. Poco importa si fabrican coches, helados, misiles, videoclips, condones o rosarios del Papa Francisco. El videoclip es así un producto audiovisual que en nuestro sistema adopta la forma social de mercancía capitalista, es decir, se fabrica mediante la inversión de capital de empresarios que contratan a trabajadores para producir un vídeo de su propiedad con el fin de venderlo en el mercado al mejor precio posible.
¿Y en qué momento entran en acción los pechos de Rihanna? En la lucha frente a la competencia. Pues resulta que el ojo humano, sea masculino o femenino, observa un 20% más rápido que cualquier otra imagen aquellas que poseen contenido sexual.6 Por esa razón otra famosa estrella del pop, Miley Cyrus, sentenció sabiamente aquello de: “Eres más famosa cuanto más enseñas las tetas”.7 Por ello en un mercado audiovisual (pongamos YouTube) repleto de videoclips en durísima competencia, es funcional para los empresarios que los financian utilizar el reclamo visual para congregar las atenciones de los espectadores.8 Una vez reunidas serán vendidas como nuevas mercancías a los anunciantes que pagarán por esos videoclips. Es decir, cuando millones de jóvenes queden atrapados/as observando la artísticamente realzada sexualidad de Rihanna o los pectorales de Justin Bieber, los anunciantes de turno tendrán que pagar al canal YouTube y a los propietarios del vídeo (Universal, Vevo, etc.) por haber construido un excelente cebo capaz de transformar esas atenciones en mercancía. De este modo, las empresas anunciantes podrán bombardear a los seguidores de Rihanna y Bieber con esa desarrollada forma de lavado cerebral llamada publicidad. Y todos contentos, ¿verdad?
En realidad, hay muchos que salen perdiendo. No sólo los trabajadores que cada vez son más pobres en relación con los empresarios,9 sino también los amantes de la música y el arte del videoclip. Debido a los condicionamientos capitalistas que encorsetan la música dirigida a las mayorías, ésta es cada vez más pobre musical y semánticamente hablando. Paralelamente, los videoclips que la ilustran tienen una forma y un contenido crecientemente homogéneos. La oligarquía mediática que personifica la lógica capitalista y de clase de la industria cultural impide que la música de masas sea más variada y de mayor calidad de lo que es.10
Además, con los videoclips mainstream se produce lo que denomino la “estrategia del coito sin fin”.11 Ésta basa su poder de atracción en la continua excitación sexual del espectador. Así retiene su mirada en una zozobra interminable que continuamente contiene la promesa del orgasmo que su mismo flujo comunicacional debe negar para que la atención sea constantemente (re) mercantilizada y desviada hacia la oferta mercantil representada en el contenido audiovisual. En el videoclip dominante, la maldición del coito sin fin alcanza su expresión más elevada y sus agotados voyeurs forman su castigado público fiel.
Como la oligarquía mediática que controla/censura la música de masas desde la cima de la industria impide que la música destinada a las mayorías verse sobre otros temas diferentes al sexo, la riqueza, la competitividad, la agresividad o el amor/desamor, hay decenas de temas importantes para la juventud que enmudecen o directamente desaparecen del flujo del videoclip mainstream. Entre ellos están aquellos que tienen que ver con la crítica al sistema: a las desigualdades sociales, las guerras, el hambre o el cambio climático. Pero tampoco encontraremos otros alejados de la política como la amistad, la solidaridad, la espiritualidad o el amor entendido más allá del unidimensional atractivo físico. Por eso cada vez veremos más vídeos de Rihanna enseñando sus intimidades y menos de aquellos que no versen sobre el reclamo sexual. Habrá más videoclips como Work y menos como el políticamente comprometido y parcialmente censurado They Don’t Care About Us de Michael Jackson.12 En la actualidad, la libertad artística de los cantantes más populares es de la más bajas que se recuerdan debido a la concentración y centralización del capital que ha permitido que la luz verde sobre los vídeos más comerciales que verán la luz se tome cada vez por menos manos.
•••Fin del mensaje nº 1
artículo de Jon E. Illescas
publicado en 2016 en la revista El Viejo Topo
en el Foro en 2 mensajes
El coito sin fin del capitalismo
Rihanna es la Reina absoluta del videoclip mainstream. Si analizamos los 500 vídeos musicales más vistos de la primera década de YouTube, en nada menos que en 26 aparece la célebre cantante.1 La barbadense más internacional, apadrinada por el extraficante, rapero y multimillonario ejecutivo estadounidense Jay-Z, supera ampliamente a otras estrellas del pop como Justin Bieber, Katy Perry o Shakira. Sin embargo, la cantante tiene otro hito en su poder. El año pasado apareció por primera vez haciendo topless en su vídeo Bitch Better Have My Money (“Zorra, mejor que tengas mi dinero”).
Nunca antes se había producido un topless de una reina del pop en un videoclip dominante. La Madonna negra del siglo XXI superó a la caduca Madonna blanca del XX.2 Desde entonces, Rihanna no ha cesado en su empeño de mostrarnos los senos en cada uno de sus nuevos vídeos. Y ya llevamos tres.3
Así es, porque posteriormente al citado siguió con su estrategia de seducción, tanto en su videoclip Work (“Trabaja”) en compañía del rapero Drake, como en Kiss It Better (“Bésalo mejor”). En todos, la célebre intérprete decidió mostrar sus otrora privadas areolas al conjunto de la juventud mundial. ¿Exagerado? Los tres vídeos suman en pocos meses más de 350 millones de visualizaciones, una población que multiplica por tres la suma de todos los jóvenes de la Unión Europea y Estados Unidos.4 Pero, ¿cuál es la razón de esta aparente obsesión de Rihanna con sus pechos?
En realidad no se trata de la voluntad de la cantante, aunque en última instancia, tenga que dar su consentimiento (faltaría más). Se trata del modo de producción que marca la lógica que determina la forma y el contenido de estos videoclips más comerciales: el capitalismo. En este sistema socioeconómico la mayoría de los productos se realizan con la “interacción” de dos clases sociales: los empresarios, que son los dueños de los medios de producción (empresas, medios de trabajo, materias primas, etc.) y los asalariados, que como no tienen aquellos han de trabajar para los primeros a cambio de un salario con el que sobrevivir. El problema es que, pese a las apariencias, no es un trato justo entre ciudadanos libres porque el salario tiene un valor inferior al trabajo realizado por los “currantes”.5 ¿De lo contrario, de dónde saldría el beneficio? El salario no paga el trabajo de más contenido en las mercancías propiedad del empresario. Por esa razón, una vez vendidas, los empresarios transforman ese plustrabajo/plusvalor en suculentas ganancias.
¿Y qué tiene que ver todo este anticuado “rollo marxista”? ¿No era más adecuado para los explotados obreros de las fábricas de algodón de Mánchester en siglo XIX que para los provocadores videoclips de la musa caribeña en el XXI? En realidad no, porque la explotación capitalista se da en todos los sectores donde interaccionan económicamente estas dos clases sociales que todavía hoy escinden a la humanidad en dos partes enfrentadas. Poco importa si fabrican coches, helados, misiles, videoclips, condones o rosarios del Papa Francisco. El videoclip es así un producto audiovisual que en nuestro sistema adopta la forma social de mercancía capitalista, es decir, se fabrica mediante la inversión de capital de empresarios que contratan a trabajadores para producir un vídeo de su propiedad con el fin de venderlo en el mercado al mejor precio posible.
¿Y en qué momento entran en acción los pechos de Rihanna? En la lucha frente a la competencia. Pues resulta que el ojo humano, sea masculino o femenino, observa un 20% más rápido que cualquier otra imagen aquellas que poseen contenido sexual.6 Por esa razón otra famosa estrella del pop, Miley Cyrus, sentenció sabiamente aquello de: “Eres más famosa cuanto más enseñas las tetas”.7 Por ello en un mercado audiovisual (pongamos YouTube) repleto de videoclips en durísima competencia, es funcional para los empresarios que los financian utilizar el reclamo visual para congregar las atenciones de los espectadores.8 Una vez reunidas serán vendidas como nuevas mercancías a los anunciantes que pagarán por esos videoclips. Es decir, cuando millones de jóvenes queden atrapados/as observando la artísticamente realzada sexualidad de Rihanna o los pectorales de Justin Bieber, los anunciantes de turno tendrán que pagar al canal YouTube y a los propietarios del vídeo (Universal, Vevo, etc.) por haber construido un excelente cebo capaz de transformar esas atenciones en mercancía. De este modo, las empresas anunciantes podrán bombardear a los seguidores de Rihanna y Bieber con esa desarrollada forma de lavado cerebral llamada publicidad. Y todos contentos, ¿verdad?
En realidad, hay muchos que salen perdiendo. No sólo los trabajadores que cada vez son más pobres en relación con los empresarios,9 sino también los amantes de la música y el arte del videoclip. Debido a los condicionamientos capitalistas que encorsetan la música dirigida a las mayorías, ésta es cada vez más pobre musical y semánticamente hablando. Paralelamente, los videoclips que la ilustran tienen una forma y un contenido crecientemente homogéneos. La oligarquía mediática que personifica la lógica capitalista y de clase de la industria cultural impide que la música de masas sea más variada y de mayor calidad de lo que es.10
Además, con los videoclips mainstream se produce lo que denomino la “estrategia del coito sin fin”.11 Ésta basa su poder de atracción en la continua excitación sexual del espectador. Así retiene su mirada en una zozobra interminable que continuamente contiene la promesa del orgasmo que su mismo flujo comunicacional debe negar para que la atención sea constantemente (re) mercantilizada y desviada hacia la oferta mercantil representada en el contenido audiovisual. En el videoclip dominante, la maldición del coito sin fin alcanza su expresión más elevada y sus agotados voyeurs forman su castigado público fiel.
Como la oligarquía mediática que controla/censura la música de masas desde la cima de la industria impide que la música destinada a las mayorías verse sobre otros temas diferentes al sexo, la riqueza, la competitividad, la agresividad o el amor/desamor, hay decenas de temas importantes para la juventud que enmudecen o directamente desaparecen del flujo del videoclip mainstream. Entre ellos están aquellos que tienen que ver con la crítica al sistema: a las desigualdades sociales, las guerras, el hambre o el cambio climático. Pero tampoco encontraremos otros alejados de la política como la amistad, la solidaridad, la espiritualidad o el amor entendido más allá del unidimensional atractivo físico. Por eso cada vez veremos más vídeos de Rihanna enseñando sus intimidades y menos de aquellos que no versen sobre el reclamo sexual. Habrá más videoclips como Work y menos como el políticamente comprometido y parcialmente censurado They Don’t Care About Us de Michael Jackson.12 En la actualidad, la libertad artística de los cantantes más populares es de la más bajas que se recuerdan debido a la concentración y centralización del capital que ha permitido que la luz verde sobre los vídeos más comerciales que verán la luz se tome cada vez por menos manos.
•••Fin del mensaje nº 1
Última edición por RioLena el Lun Ene 07, 2019 12:14 pm, editado 1 vez