Hace 70 años del Plan de Transformación de la Naturaleza de 1948
Asociación de Amistad Hispano-Soviética - diciembre, 2018
En el Foro en 7 mensajes
LAS ENSEÑANZAS DE LA AGROECOLOGÍA SOVIÉTICA
Círculo Henri Barbusse, Francia
Contenidos:
Los ecologistas, por la protección de los cinturones forestales de Stalin
¿Una permacultura productivista?
Los herederos del Plan, ¡pioneros modernos de la ecología!
Los protagonistas
Un contexto favorable para nuevas experiencias.
Un proyecto revolucionario en más de un sentido.
Las razones teóricas de tal transición ecológica
Una energía limpia y sostenible, ya entonces…
¿Y la protección de la naturaleza entretanto?
La ONU sobre el plan de transformación de la naturaleza
Durante ese tiempo, en Occidente…
La ruptura jruschoviana
Jruschov y el mar de Aral
El viraje a la agroquímica
CONCLUSIÓN
“Había que salvar los cinturones forestales, era posible! Han hecho falta setenta años para obtener tales árboles, y todo ha sido cortado y vendido como leña: ¡Los responsables deberían ser llevados ante la justicia!“.
Alla Kazakova, académica ambientalista rusa. Noviembre de 2017
Reacción al anuncio de la destrucción de uno de los restos de las famosas “bandas forestales de Stalin” que sobrevivieron al período de Jruschov, durante la construcción de una carretera para Crimea.
El periodista ecologista ruso Boris Kosmach indicaba, por su parte: “La construcción de esta carretera probablemente era necesaria, pero hay que evaluar los daños al medio ambiente y obligar al Estado a restaurar estos cinturones forestales en otros lugares”[1].
Esta lejana noticia podría sacudir muchas de las ideas recibidas sobre la antigua URSS: sí, hay ecologistas rusos que luchan por la preservación de una herencia soviética que Jruschov y sus sucesores han contribuido en gran medida a destruir. La agricultura “productivista”, para utilizar el vocabulario de moda, calcada del modelo intensivo estadounidense, la contaminación de los suelos por DDT en Moldavia y en otros lugares, la desaparición del mar de Aral, todas estas calamidades que se vienen repitiendo machaconamente en las escuelas y en los medios de comunicación durante décadas, se las debemos a Jruschov y a la profunda ruptura ideológica y política, silenciada desde entonces, que impuso después de la muerte de José Stalin en los años 50. Por ignorancia, es fácil confundir la calamitosa “Campaña de las Tierras Vírgenes” de Jruschov (1954), con las franjas de bosques del “Plan de transformación de la naturaleza de Stalin” (1948). Sin embargo, éste fue su antítesis desde el punto de vista de la agroecología. Digámoslo claramente: fue el mayor proyecto agroforestal de historia, basado en una permacultura masiva resueltamente opuesta a “la agroquímica” floreciente, en cambio, al otro lado del “telón de acero” en la misma época…
La amalgama deliberada entre los dos períodos nos ha dejado sumidos en la ignorancia sobre este aspecto de la historia soviética. El año pasado, el espacionauta francés Thomas Pesquet[2] se sorprendía en un tweet por estas curiosas e inexplicables bandas geométricas divisadas a lo largo del Volga desde lo alto de la estación MIR. Sí, las huellas aún son visibles desde el espacio, a pesar de las posteriores deforestaciones, y este “plan de transformación de la naturaleza” que pobló en particular las estepas soviéticas del sur con decenas de millones de árboles, esta obra que debe ser exhumada, sin duda interesará a los activistas sinceros que quieren liberar la verdadera ecología del veneno ideológico maltusiano del “decrecimiento”.
Más allá de las caricaturas, en efecto, ¿no podemos encontrar allí un comienzo de respuesta a una de las preguntas centrales de nuestra época: ¿cómo alimentar a la humanidad sin penurias, a la vez que abandonamos el modelo funesto de la agricultura intensiva, hoy en entredicho?
¿UNA PERMACULTURA PRODUCTIVISTA?
Hasta ahora, en Francia solo conocemos dos tipos de “bio”: el “verdadero”, que en principio contiene solo unos pocos pesticidas (residuos atmosféricos procedentes de los campos “convencionales” circundantes) y cuyos precios son lo suficientemente altos como para que solo ciertos estratos sociales se puedan pagar el lujo de consumirlo a diario, y el bio “low cost” (de bajo coste) que se vende en los supermercados a un precio más moderado pero sin sabor, cultivado en invernaderos que se asemejan a clínicas costosas en energía para prescindir de pesticidas en el marco de una producción en masa, transportada al consumidor en avión y en ocasiones desde muy lejos.
Sólo el sistema socialista cubano supera actualmente esta contradicción, ya que la isla se sitúa en solitario en la intersección de los países con huella ecológica más baja y aquéllos con alto IDH (Índice de Desarrollo Humano). En otras palabras, Cuba produce, por ejemplo, 100% bio, local… pero sin subir los precios.
Es un poco con este modelo inducido por la colectivización de la tierra (especialmente en forma de cooperativas cedidas por el estado en usufructo gratuito, anteriormente conocidas como koljoses) que la agricultura soviética de posguerra, completamente colectivizada, implementó la producción agrícola al mismo tiempo “sostenible” y “de masas”.
Este es un cambio radical de filosofía en materia de agricultura, porque en realidad la visión de los agroquímicos y la de los ecologistas “decrecientes” es la misma: consideran que el suelo es una reserva pasiva que no puede aumentar su fertilidad, una “piel de zapa” que no podrá satisfacer a todos al ritmo de nuestra demografía galopante. Para algunos, será necesario “perfundirlo”, “doparlo” permanentemente con insumos (incluso a costa de matar todo lo que vive en él) reemplazando los recursos endógenos que constituyen su fertilidad natural. Para otros, será necesario resignarse a producir “poco”, de manera “no productivista”, al ser la fertilidad de estos suelos inextensible por naturaleza.
Los agrónomos soviéticos de las décadas de treinta y cuarenta, encabezados por Vassili Williams y Trofim Lysenko, se oponían a los “defensores reaccionarios de la fertilidad decreciente”, y defendían la “fertilidad creciente”, basada en el mantenimiento de los recursos y capacidades endógenas del suelo, como veremos más adelante. En cierto modo, anticiparon la definición moderna de la agroecología[3], que consiste en concebir el suelo “no como un depósito pasivo sino como una fábrica, que debe ser atendida para satisfacer a su vez las necesidades de las plantas cultivadas”. Es así como se puede, a la vez, respetar la fertilidad natural del suelo y hacerla crecer, en lugar de reemplazarla por completo con la agroquímica occidental, sabiendo que esta sustitución causa efectos contrarios a largo plazo: erosión biológica y luego física de los suelos cultivados.
No es razonable hablar de “productivismo” cuando la principal preocupación del Estado es garantizar la autosuficiencia alimentaria del pueblo. Por necesidad, asistimos en Cuba al desarrollo natural de los mejores organopónicos (cooperativas de agricultura biológica), en superficie cultivada y en productividad, a partir de una situación extremadamente crítica durante el “período especial en tiempo de paz” de los años 90, cuando se subdividieron los mayores sovjoses para facilitar la transición técnica por parte del campesinado, disponiendo de relativamente poco material y energía. En un contexto bastante comparable, durante la Segunda Guerra Mundial, el Estado soviético había favorecido el rápido desarrollo de la agricultura urbana y periurbana (practicada ahora en Cuba y conocida por sus excelentes resultados en agroecología), por lo tanto bajo una forma aparentemente “familiar”, “reducida”, “no productivista”, antes de pasar en 1948 al plan de transformación de la naturaleza en una superficie grande como el doble de Francia.
—Fin del mensaje nº 1
Asociación de Amistad Hispano-Soviética - diciembre, 2018
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LAS ENSEÑANZAS DE LA AGROECOLOGÍA SOVIÉTICA
Círculo Henri Barbusse, Francia
Contenidos:
Los ecologistas, por la protección de los cinturones forestales de Stalin
¿Una permacultura productivista?
Los herederos del Plan, ¡pioneros modernos de la ecología!
Los protagonistas
Un contexto favorable para nuevas experiencias.
Un proyecto revolucionario en más de un sentido.
Las razones teóricas de tal transición ecológica
Una energía limpia y sostenible, ya entonces…
¿Y la protección de la naturaleza entretanto?
La ONU sobre el plan de transformación de la naturaleza
Durante ese tiempo, en Occidente…
La ruptura jruschoviana
Jruschov y el mar de Aral
El viraje a la agroquímica
CONCLUSIÓN
“Había que salvar los cinturones forestales, era posible! Han hecho falta setenta años para obtener tales árboles, y todo ha sido cortado y vendido como leña: ¡Los responsables deberían ser llevados ante la justicia!“.
Alla Kazakova, académica ambientalista rusa. Noviembre de 2017
Reacción al anuncio de la destrucción de uno de los restos de las famosas “bandas forestales de Stalin” que sobrevivieron al período de Jruschov, durante la construcción de una carretera para Crimea.
El periodista ecologista ruso Boris Kosmach indicaba, por su parte: “La construcción de esta carretera probablemente era necesaria, pero hay que evaluar los daños al medio ambiente y obligar al Estado a restaurar estos cinturones forestales en otros lugares”[1].
Esta lejana noticia podría sacudir muchas de las ideas recibidas sobre la antigua URSS: sí, hay ecologistas rusos que luchan por la preservación de una herencia soviética que Jruschov y sus sucesores han contribuido en gran medida a destruir. La agricultura “productivista”, para utilizar el vocabulario de moda, calcada del modelo intensivo estadounidense, la contaminación de los suelos por DDT en Moldavia y en otros lugares, la desaparición del mar de Aral, todas estas calamidades que se vienen repitiendo machaconamente en las escuelas y en los medios de comunicación durante décadas, se las debemos a Jruschov y a la profunda ruptura ideológica y política, silenciada desde entonces, que impuso después de la muerte de José Stalin en los años 50. Por ignorancia, es fácil confundir la calamitosa “Campaña de las Tierras Vírgenes” de Jruschov (1954), con las franjas de bosques del “Plan de transformación de la naturaleza de Stalin” (1948). Sin embargo, éste fue su antítesis desde el punto de vista de la agroecología. Digámoslo claramente: fue el mayor proyecto agroforestal de historia, basado en una permacultura masiva resueltamente opuesta a “la agroquímica” floreciente, en cambio, al otro lado del “telón de acero” en la misma época…
La amalgama deliberada entre los dos períodos nos ha dejado sumidos en la ignorancia sobre este aspecto de la historia soviética. El año pasado, el espacionauta francés Thomas Pesquet[2] se sorprendía en un tweet por estas curiosas e inexplicables bandas geométricas divisadas a lo largo del Volga desde lo alto de la estación MIR. Sí, las huellas aún son visibles desde el espacio, a pesar de las posteriores deforestaciones, y este “plan de transformación de la naturaleza” que pobló en particular las estepas soviéticas del sur con decenas de millones de árboles, esta obra que debe ser exhumada, sin duda interesará a los activistas sinceros que quieren liberar la verdadera ecología del veneno ideológico maltusiano del “decrecimiento”.
Más allá de las caricaturas, en efecto, ¿no podemos encontrar allí un comienzo de respuesta a una de las preguntas centrales de nuestra época: ¿cómo alimentar a la humanidad sin penurias, a la vez que abandonamos el modelo funesto de la agricultura intensiva, hoy en entredicho?
¿UNA PERMACULTURA PRODUCTIVISTA?
Hasta ahora, en Francia solo conocemos dos tipos de “bio”: el “verdadero”, que en principio contiene solo unos pocos pesticidas (residuos atmosféricos procedentes de los campos “convencionales” circundantes) y cuyos precios son lo suficientemente altos como para que solo ciertos estratos sociales se puedan pagar el lujo de consumirlo a diario, y el bio “low cost” (de bajo coste) que se vende en los supermercados a un precio más moderado pero sin sabor, cultivado en invernaderos que se asemejan a clínicas costosas en energía para prescindir de pesticidas en el marco de una producción en masa, transportada al consumidor en avión y en ocasiones desde muy lejos.
Sólo el sistema socialista cubano supera actualmente esta contradicción, ya que la isla se sitúa en solitario en la intersección de los países con huella ecológica más baja y aquéllos con alto IDH (Índice de Desarrollo Humano). En otras palabras, Cuba produce, por ejemplo, 100% bio, local… pero sin subir los precios.
Es un poco con este modelo inducido por la colectivización de la tierra (especialmente en forma de cooperativas cedidas por el estado en usufructo gratuito, anteriormente conocidas como koljoses) que la agricultura soviética de posguerra, completamente colectivizada, implementó la producción agrícola al mismo tiempo “sostenible” y “de masas”.
Este es un cambio radical de filosofía en materia de agricultura, porque en realidad la visión de los agroquímicos y la de los ecologistas “decrecientes” es la misma: consideran que el suelo es una reserva pasiva que no puede aumentar su fertilidad, una “piel de zapa” que no podrá satisfacer a todos al ritmo de nuestra demografía galopante. Para algunos, será necesario “perfundirlo”, “doparlo” permanentemente con insumos (incluso a costa de matar todo lo que vive en él) reemplazando los recursos endógenos que constituyen su fertilidad natural. Para otros, será necesario resignarse a producir “poco”, de manera “no productivista”, al ser la fertilidad de estos suelos inextensible por naturaleza.
Los agrónomos soviéticos de las décadas de treinta y cuarenta, encabezados por Vassili Williams y Trofim Lysenko, se oponían a los “defensores reaccionarios de la fertilidad decreciente”, y defendían la “fertilidad creciente”, basada en el mantenimiento de los recursos y capacidades endógenas del suelo, como veremos más adelante. En cierto modo, anticiparon la definición moderna de la agroecología[3], que consiste en concebir el suelo “no como un depósito pasivo sino como una fábrica, que debe ser atendida para satisfacer a su vez las necesidades de las plantas cultivadas”. Es así como se puede, a la vez, respetar la fertilidad natural del suelo y hacerla crecer, en lugar de reemplazarla por completo con la agroquímica occidental, sabiendo que esta sustitución causa efectos contrarios a largo plazo: erosión biológica y luego física de los suelos cultivados.
No es razonable hablar de “productivismo” cuando la principal preocupación del Estado es garantizar la autosuficiencia alimentaria del pueblo. Por necesidad, asistimos en Cuba al desarrollo natural de los mejores organopónicos (cooperativas de agricultura biológica), en superficie cultivada y en productividad, a partir de una situación extremadamente crítica durante el “período especial en tiempo de paz” de los años 90, cuando se subdividieron los mayores sovjoses para facilitar la transición técnica por parte del campesinado, disponiendo de relativamente poco material y energía. En un contexto bastante comparable, durante la Segunda Guerra Mundial, el Estado soviético había favorecido el rápido desarrollo de la agricultura urbana y periurbana (practicada ahora en Cuba y conocida por sus excelentes resultados en agroecología), por lo tanto bajo una forma aparentemente “familiar”, “reducida”, “no productivista”, antes de pasar en 1948 al plan de transformación de la naturaleza en una superficie grande como el doble de Francia.
—Fin del mensaje nº 1
Última edición por RioLena el Lun Ene 07, 2019 7:17 pm, editado 2 veces