El nuevo capital financiero
Henri Houben - septiembre de 2018
Fuente: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Contribución a la Decimotercera Conferencia de la Asociación Mundial de Economía Política (WAPE1, «Karl Marx and Rosa Luxemburg: Thought Legacy and Contemporary Value2» – Berlín, 16-18 de julio de 2018
en el Foro en mensajes
Las finanzas están por todos lados, impregnan todo, dominan todo. Es difícil escapar de ellas. Para caracterizar este fenómeno, muchos economistas utilizan el término de «financiarización». Aunque este concepto está muy extendido, supone, en realidad, gran cantidad de problemas.
Se trata de un concepto mal definido, que designa un proceso que no se sabe si es o no revocable. Según esta narrativa, habría un capitalismo industrial «de antes», hasta los años 70. Después, las finanzas pasarían a dominarlo todo. Aunque se han apreciado cambios claros en las estadísticas, nos parece importante no limitarnos a una descripción de lo que ha pasado, sino tratar de responder a la pregunta: ¿por qué las finanzas son tan importantes a día de hoy?
En realidad, estamos asistiendo al advenimiento del capital financiero, inaugurado en el siglo XIX, pero que alcanza hoy su máximo potencial. Y este desarrollo no tiene nada que ver con una deriva, un exceso del capitalismo. Se trata de su propia esencia.
Las primeras formas de capital financieron fueron bancos que adquirieron grandes participaciones, y a través de estas, el control de los grupos industriales. En algunos casos menos habituales, sucedió al contrario: las fortunas industriales consideraron que debían tener un brazo financieron y lo construyeron en la forma de bancos. Como resultado de este proceso, se produce una fusión entre las dos formas de capital, como Rudolf Hilferding y después Lenin desribieron y definieron acertadamente.
A día de hoy, puede parecernos que esta forma del capital financiero ha desaparecido. Desde luego, los bancos siguen siendo muy poderosos, pero ya no poseen grandes participaciones en la industria. Ya no son los grandes accionistas de las principales multinacionales del mundo.
En realidad, son otros actores los que han ocupado ese papel progresivamente. En particular, hoy por hoy, se trata de las sociedades de gestión de activos, que dominan el accionariado de las empresas más importantes del planeta. Esto tiene un efecto fundamental para entender la manera en que este nuevo capital financiero extrae su renta a partir de la infraestructura productiva, y por tanto, a partir de los trabajadores. Se busca el beneficio más inmediato, más elevado posible, eventualmente destruyendo las instalaciones industriales, ya que una sociedad de gestión de activos de este tipo puede rápidamente desvincularse de una empresa que no genera suficientes beneficios y trasladar sus inversiones a otras, hasta el agotamiento de éstas. Y así sucesivamente.
Este nuevo capital financiero es, por tanto, aún más parasitario que el anterior. Y, sobre todo, está devorando cualquier futuro posible para el capitalismo. De ahí que exista una cierta incomprensión entre los trabajadores, los sindicalistas, a quienes no dejan de venderles que el mercado es el sistema más eficiente, pero que constatan en su detrimento que esto no es del todo cierto. Esto provoca una rabia justificada que se manifiesta en ocasiones a través de huelgas prolongadas, ocupaciones de fábricas en re-estructuración, luchas contra los cierres, movimientos contra los gobiernos que financian las políticas del capital financiero, versatilidad electoral, etc.
La ventaja de la banca en la acumulación capitalista
Para Karl Marx, la base fundamental de la evolución del capitalismo es la acumulación de capital. Es la producción de plusvalor por parte de los trabajadores asalariados, lo más grande posible, y su incorporación al proceso productivo para aumentar aún más este valor añadido en el futuro.
Marx distingue tres categorías de capital cuyo objetivo es el mismo, a saber, la acumulación de capital. Sin embargo, los medios que emplean para ello son diferentes: el capital industrial3[3, el capital comercial, y el capital portador de intereses (o capital bancario4. Define de este modo un circuito de producción particular para cada uno de ellos. Si asignamos la letra A para el capital monetario, M para el capital en forma de mercancía, y P para el capital productivo, el circuito del capital industrial sigue la fórmula:
A – M… P… M’ – A’
Por su parte, el capital comercial se limita normalmente a vender una mercancía. En otras palabras, su circuito queda definido por la fórmula:
A – M – A’
Y el capital bancario conforma con prestar el dinero, siguiendo la fórmula:
A – A’ 5
Para Marx, la fórmula del capital industrial es la fundamental, ya que incluye una fase de producción en la cual se crea un valor añadido. Solo el trabajo durante la producción (es decir, durante el estadio P) permite crear este valor añadido. Y los beneficios obtenidos por el capital comercial y el capital bancario lo son en tanto en cuanto constituyen intermediarios de una transferencia de valor añadido. En efecto, su función en el capitalismo es acelerar la rotación del capital, es decir, acortar las etapas durante las cuales el capital no es «productivo». Esto facilita la acumulación del capital industrial y, a cambio, este adelanta una parte de su valor añadido al capital comercial y al capital bancario.
Al final de la Edad Media, son el capital comercial y el capital financiero los que se principalmente se desarrollan. Es la época de las grandes compañías comerciales como las Compañías de las Indias Orientales y Occidentales. Estas sociedades consiguen beneficios cuantiosos comprando las mercancías de regiones muy lejanas que luego venden a precios muy altos en Europa.
Pero no es sino a partir del momento en que se produce una modificación del modo de producción, de las relaciones sociales en la propia producción, con la incorporación de los asalariados que crean el valor añadido, cuando el capitalismo comienza a despegar y se convierte en la forma preponderante (que empieza, realmente, en Inglaterra en el siglo XVII6). En ese momento, el capital industrial suplanta las otras formas de capital. Es el verdadero comienzo del capitalismo y de su reinado: el capital industrial es el centro del desarrollo capitalista y el capital comercial y bancario se subordinan a él.
En el desarrollo capitalista se va a manifestar otra tendencia. Las diferentes empresas intentan conseguir el mayor beneficio posible para poder reinvertirlo y crecer con más rapidez que las empresas rivales. El efecto más importante de la economía de mercado es que elimina poco a poco las compañías menos sólidas. De este modo, la competencia acaba con los competidores.
Cada empresa intenta acumular más rápido y en mayor cantidad que las demás, utilizando cualquier estratagema necesaria para conseguirlo. Rápidamente, una empresa (en ocasiones un grupo) impone un ritmo de acumulación que las demás deberán seguir a riesgo de desaparecer. Es la empresa lider. Las otras son, en este momento, bajo presión. Estas compañías sufren pérdidas y, pronto, cuando las crisis llegan (lo cual es inevitable bajo el capitalismo), quiebran.
Estas situaciones ponen en el punto de mira a los bancos que han concedido préstamos a estas sociedades en dificultades. Si éstas caen, corren el riesgo de perder sus créditos. Tienen dos posibilidades: o aceleran el proceso de la quiebra, esperando recuperar su dinero antes que el resto (otros bancos, proveedores, asalariados…); o transforman las deudas en participaciones de capital, convirtiéndose en accionistas mayoritarios de la empresa y la reactivan, invirtiendo capitales suplementarios con el objetivo de alcanzar a la empresa líder. Progresivamente a lo largo del siglo XIX, la segunda opción se fue imponiendo.
El aporte realizado por el capital bancario impulsa a las empresas que lo reciben y se benefician de él a la cabeza de los diferentes sectores productivos. Subitamente, estos reciben un suplemento de capital que pueden invertir para conseguir mejores máquinas, para estudiar los métodos de sus competidores… El proceso de acumulación se acelera. En esta competencia desenfrenada, las necesidades de capital se hacen cada vez más importantes. Las compañías líderes empiezan a preguntarse si no deberían asociarse también a alguna institución de crédito.
Se produce así la inversión del proceso. Mientras que al principio el capital industrial dominaba y el capital comercial y el bancario se desarrollaban a su sombra, a su servicio, la batalla por la acumulación cambia completamente la situación. De pronto, el capital bancario se vuelve preponderante, ya que concentra el elemento más importante de la acumulación, a saber, el capital.
—Fin del mensaje nº 1
Henri Houben - septiembre de 2018
Fuente: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Contribución a la Decimotercera Conferencia de la Asociación Mundial de Economía Política (WAPE1, «Karl Marx and Rosa Luxemburg: Thought Legacy and Contemporary Value2» – Berlín, 16-18 de julio de 2018
en el Foro en mensajes
Las finanzas están por todos lados, impregnan todo, dominan todo. Es difícil escapar de ellas. Para caracterizar este fenómeno, muchos economistas utilizan el término de «financiarización». Aunque este concepto está muy extendido, supone, en realidad, gran cantidad de problemas.
Se trata de un concepto mal definido, que designa un proceso que no se sabe si es o no revocable. Según esta narrativa, habría un capitalismo industrial «de antes», hasta los años 70. Después, las finanzas pasarían a dominarlo todo. Aunque se han apreciado cambios claros en las estadísticas, nos parece importante no limitarnos a una descripción de lo que ha pasado, sino tratar de responder a la pregunta: ¿por qué las finanzas son tan importantes a día de hoy?
En realidad, estamos asistiendo al advenimiento del capital financiero, inaugurado en el siglo XIX, pero que alcanza hoy su máximo potencial. Y este desarrollo no tiene nada que ver con una deriva, un exceso del capitalismo. Se trata de su propia esencia.
Las primeras formas de capital financieron fueron bancos que adquirieron grandes participaciones, y a través de estas, el control de los grupos industriales. En algunos casos menos habituales, sucedió al contrario: las fortunas industriales consideraron que debían tener un brazo financieron y lo construyeron en la forma de bancos. Como resultado de este proceso, se produce una fusión entre las dos formas de capital, como Rudolf Hilferding y después Lenin desribieron y definieron acertadamente.
A día de hoy, puede parecernos que esta forma del capital financiero ha desaparecido. Desde luego, los bancos siguen siendo muy poderosos, pero ya no poseen grandes participaciones en la industria. Ya no son los grandes accionistas de las principales multinacionales del mundo.
En realidad, son otros actores los que han ocupado ese papel progresivamente. En particular, hoy por hoy, se trata de las sociedades de gestión de activos, que dominan el accionariado de las empresas más importantes del planeta. Esto tiene un efecto fundamental para entender la manera en que este nuevo capital financiero extrae su renta a partir de la infraestructura productiva, y por tanto, a partir de los trabajadores. Se busca el beneficio más inmediato, más elevado posible, eventualmente destruyendo las instalaciones industriales, ya que una sociedad de gestión de activos de este tipo puede rápidamente desvincularse de una empresa que no genera suficientes beneficios y trasladar sus inversiones a otras, hasta el agotamiento de éstas. Y así sucesivamente.
Este nuevo capital financiero es, por tanto, aún más parasitario que el anterior. Y, sobre todo, está devorando cualquier futuro posible para el capitalismo. De ahí que exista una cierta incomprensión entre los trabajadores, los sindicalistas, a quienes no dejan de venderles que el mercado es el sistema más eficiente, pero que constatan en su detrimento que esto no es del todo cierto. Esto provoca una rabia justificada que se manifiesta en ocasiones a través de huelgas prolongadas, ocupaciones de fábricas en re-estructuración, luchas contra los cierres, movimientos contra los gobiernos que financian las políticas del capital financiero, versatilidad electoral, etc.
La ventaja de la banca en la acumulación capitalista
Para Karl Marx, la base fundamental de la evolución del capitalismo es la acumulación de capital. Es la producción de plusvalor por parte de los trabajadores asalariados, lo más grande posible, y su incorporación al proceso productivo para aumentar aún más este valor añadido en el futuro.
Marx distingue tres categorías de capital cuyo objetivo es el mismo, a saber, la acumulación de capital. Sin embargo, los medios que emplean para ello son diferentes: el capital industrial3[3, el capital comercial, y el capital portador de intereses (o capital bancario4. Define de este modo un circuito de producción particular para cada uno de ellos. Si asignamos la letra A para el capital monetario, M para el capital en forma de mercancía, y P para el capital productivo, el circuito del capital industrial sigue la fórmula:
A – M… P… M’ – A’
Por su parte, el capital comercial se limita normalmente a vender una mercancía. En otras palabras, su circuito queda definido por la fórmula:
A – M – A’
Y el capital bancario conforma con prestar el dinero, siguiendo la fórmula:
A – A’ 5
Para Marx, la fórmula del capital industrial es la fundamental, ya que incluye una fase de producción en la cual se crea un valor añadido. Solo el trabajo durante la producción (es decir, durante el estadio P) permite crear este valor añadido. Y los beneficios obtenidos por el capital comercial y el capital bancario lo son en tanto en cuanto constituyen intermediarios de una transferencia de valor añadido. En efecto, su función en el capitalismo es acelerar la rotación del capital, es decir, acortar las etapas durante las cuales el capital no es «productivo». Esto facilita la acumulación del capital industrial y, a cambio, este adelanta una parte de su valor añadido al capital comercial y al capital bancario.
Al final de la Edad Media, son el capital comercial y el capital financiero los que se principalmente se desarrollan. Es la época de las grandes compañías comerciales como las Compañías de las Indias Orientales y Occidentales. Estas sociedades consiguen beneficios cuantiosos comprando las mercancías de regiones muy lejanas que luego venden a precios muy altos en Europa.
Pero no es sino a partir del momento en que se produce una modificación del modo de producción, de las relaciones sociales en la propia producción, con la incorporación de los asalariados que crean el valor añadido, cuando el capitalismo comienza a despegar y se convierte en la forma preponderante (que empieza, realmente, en Inglaterra en el siglo XVII6). En ese momento, el capital industrial suplanta las otras formas de capital. Es el verdadero comienzo del capitalismo y de su reinado: el capital industrial es el centro del desarrollo capitalista y el capital comercial y bancario se subordinan a él.
En el desarrollo capitalista se va a manifestar otra tendencia. Las diferentes empresas intentan conseguir el mayor beneficio posible para poder reinvertirlo y crecer con más rapidez que las empresas rivales. El efecto más importante de la economía de mercado es que elimina poco a poco las compañías menos sólidas. De este modo, la competencia acaba con los competidores.
Cada empresa intenta acumular más rápido y en mayor cantidad que las demás, utilizando cualquier estratagema necesaria para conseguirlo. Rápidamente, una empresa (en ocasiones un grupo) impone un ritmo de acumulación que las demás deberán seguir a riesgo de desaparecer. Es la empresa lider. Las otras son, en este momento, bajo presión. Estas compañías sufren pérdidas y, pronto, cuando las crisis llegan (lo cual es inevitable bajo el capitalismo), quiebran.
Estas situaciones ponen en el punto de mira a los bancos que han concedido préstamos a estas sociedades en dificultades. Si éstas caen, corren el riesgo de perder sus créditos. Tienen dos posibilidades: o aceleran el proceso de la quiebra, esperando recuperar su dinero antes que el resto (otros bancos, proveedores, asalariados…); o transforman las deudas en participaciones de capital, convirtiéndose en accionistas mayoritarios de la empresa y la reactivan, invirtiendo capitales suplementarios con el objetivo de alcanzar a la empresa líder. Progresivamente a lo largo del siglo XIX, la segunda opción se fue imponiendo.
El aporte realizado por el capital bancario impulsa a las empresas que lo reciben y se benefician de él a la cabeza de los diferentes sectores productivos. Subitamente, estos reciben un suplemento de capital que pueden invertir para conseguir mejores máquinas, para estudiar los métodos de sus competidores… El proceso de acumulación se acelera. En esta competencia desenfrenada, las necesidades de capital se hacen cada vez más importantes. Las compañías líderes empiezan a preguntarse si no deberían asociarse también a alguna institución de crédito.
Se produce así la inversión del proceso. Mientras que al principio el capital industrial dominaba y el capital comercial y el bancario se desarrollaban a su sombra, a su servicio, la batalla por la acumulación cambia completamente la situación. De pronto, el capital bancario se vuelve preponderante, ya que concentra el elemento más importante de la acumulación, a saber, el capital.
—Fin del mensaje nº 1