Hola de nuevo.
Aunque el título es muy amplio, me voy a ceñir de entrada al gran cambio que supuso la revolución de octubre en cuanto a la posibilidad de que la clase obrera pudiese entrar en espacios hasta entonces monopolizados por la nobleza rusa y la gran burguesía zarista, tales como el Bolshoi.
Es notoria la política soviética de propiciar la melomanía en los trabajadores. Donde antes había "grandes señoras", hubo mujeres soldadoras pisando las moquetas de dicho recinto. Ni siquiera los más acérrimos antisoviéticos son capaces de negar este hecho.
De igual forma, el Estado Soviético propiciaba la práctica deportiva, en paralelo con la asistencia a eventos deportivos como el fútbol.
Un gran momento de la historia de este planeta que tengo fe en que no se quede en eso, en historia.
Y para ilustrar esto me permito la licencia de colgar una pieza exquisita de ese amplio repertorio que los trabajadores podían admirar en el Bolshoi (no era lógicamente el único recinto musical aunque sólo hable de él). Se trata de "Las danzas polovtsianas", un fragmento de la ópera "El Príncipe Igor" del compositor ruso Alexander Borodin, uno de los máximos exponentes del nacionalismo ruso del XIX junto a Musorgsky o Korsakov entre otros.
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Aunque el título es muy amplio, me voy a ceñir de entrada al gran cambio que supuso la revolución de octubre en cuanto a la posibilidad de que la clase obrera pudiese entrar en espacios hasta entonces monopolizados por la nobleza rusa y la gran burguesía zarista, tales como el Bolshoi.
Es notoria la política soviética de propiciar la melomanía en los trabajadores. Donde antes había "grandes señoras", hubo mujeres soldadoras pisando las moquetas de dicho recinto. Ni siquiera los más acérrimos antisoviéticos son capaces de negar este hecho.
De igual forma, el Estado Soviético propiciaba la práctica deportiva, en paralelo con la asistencia a eventos deportivos como el fútbol.
Un gran momento de la historia de este planeta que tengo fe en que no se quede en eso, en historia.
Y para ilustrar esto me permito la licencia de colgar una pieza exquisita de ese amplio repertorio que los trabajadores podían admirar en el Bolshoi (no era lógicamente el único recinto musical aunque sólo hable de él). Se trata de "Las danzas polovtsianas", un fragmento de la ópera "El Príncipe Igor" del compositor ruso Alexander Borodin, uno de los máximos exponentes del nacionalismo ruso del XIX junto a Musorgsky o Korsakov entre otros.
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