En la revista La Mayoría se escribió:Jornada(s) de reflexión forzosa
La crisis del COVID-19 no solo pone en cuestión el modelo neoliberal. También nos obliga a ir más allá de las clásicas recetas keynesianas y social-liberales.Por
Enrique Gallart - 15/03/2020
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]Personal de Protección Civil en Italia prepara equipos individuales de protección para el envío a las regiones. Fiumicino, Roma. 11 de marzo de 2020. Foto: DCP Por lo que se ve en los medios hay una gran batalla política sobre la cuestión de cómo afrontar la epidemia, especialmente las consecuencias económicas a medio y largo plazo de la misma. En España esto se refleja en la bronca que hubo ayer en el consejo de ministros entre el sector neoliberal liderado por la ministra Calviño, y el sector “socialdemócrata” liderado por el ministro Iglesias. Han tenido que retrasar el decreto de medidas económicas hasta el martes.
Pero esto no solo pasa en España, en la UE también hay bronca, en todos los países. Solo Italia parece que ha asumido que es preferible asumir daños en la economía capitalista antes que daños en la población, por ejemplo, con medidas como la moratoria de hipotecas.
Las autoridades financieras europeas, el BCE, el FMI… están proponiendo, como receta para minimizar la crisis económica, medidas para aumentar la liquidez del mercado financiero y que los bancos puedan prestar más dinero. Esto lo hacen mediante la compra de bonos por parte del BCE, eliminando algunas regulaciones impuestas tras el crack del 2008, y también están hablando de limitar las restricciones al déficit público en los presupuestos estatales.
El problema que surge aquí es si va a ser suficiente con tomar medidas macroeconómicas, a nivel de sistema bancario, presupuestos y ese tipo de cosas. O si, por el contrario, hay que actuar a un nivel mucho más micro, tomando el control de líneas de producción, interviniendo la sanidad privada, interviniendo en las empresas productoras de servicios básicos, regulando más el mercado laboral, e incluso suspendiendo algunos artículos del TFUE en materia de ayudas estatales.
Además, queda la duda, como dice el economista Michael Roberts, sobre cómo vamos a asegurarnos de que la mayor liquidez del sistema bancario no se traduce en un aumento del flujo de inversiones hacia la especulación y la bolsa, en vez de hacia las inversiones productivas y sociales necesarias.
También está la típica discusión con los keynesianos, es decir ¿basta sólo con aumentar la inversión pública? ¿o dentro de la inversión pública también hay margen de discusión sobre Cómo y en Qué se gasta el dinero del estado? Porque inversión pública a secas puede ser desde aumentar el presupuesto de la sanidad, hasta bonificar las facturas de electricidad a las familias más necesitadas, pasando por aumentar el subsidio por desempleo…
Por otra parte, la inyección a secas de fondos públicos, los paquetes de estímulo, las políticas económicas del lado de la demanda, y otras recetas clásicas de los keynesianos no resuelven el problema de la escasa inversión productiva derivada de la baja tasa de rentabilidad del capital, y además aumentan el problema del endeudamiento público.
El aumento de los impuestos a los ricos sería una política necesaria en los meses venideros, pero también tiene un recorrido limitado hasta el punto en que la fuga de capitales llegue a tal grado que sea peor el remedio que la enfermedad. En ese punto vamos a tener que intervenir empresas directamente para que sigan funcionando. Ya lo vamos a hacer en el caso de la sanidad privada con el decreto de estado de alarma de ayer. Y a todos nos parece algo normal, lógico y necesario.
En los detalles está la diferencia. Los marxistas compartimos muchas de las propuestas programáticas que pueden venir desde el ala keynesiana de la economía, pero que consideremos que es positivo ampliar la inversión en hospitales, subir los salarios del personal, o dar ayudas a la gente que está pasando necesidad, no significa que creamos que eso es suficiente para evitar una crisis económica ni para asegurar el funcionamiento básico de la sociedad en momentos de crisis.
El quid de la cuestión radica en qué grado de democratización económica logramos con las medidas que implantemos. ¿Cómo sacamos del mercado sectores de la producción esenciales y estratégicos? ¿Cómo contrapesamos el poder de los accionistas en la toma de decisiones productivas y mercantiles en las empresas?
Tenemos un ejemplo claro delante de las narices. Durante esto últimos días hay una clara deriva de la opinión pública a favor de la Sanidad Pública, esto es: hay cosas que para que funcionen no pueden estar sometidas al mercado. ¿Por qué no ampliar esta lógica a más sectores? ¿Por qué la sanidad va a ser una excepción? ¿No son tan importantes socialmente las fábricas donde la gente se gana el pan como los hospitales o los colegios?