"En el vídeo que se reproduce unas líneas más abajo, Gyula Thümer, líder del Partido Comunista Obrero Húngaro(PCOH), expone la línea que propugna su partido en lo referente a la política buenista que se subordina al conocido lema de ‘Refugees Welcome’, coreado en Europa occidental tanto por el liberalismo más clásico como por la socialdemocracia que ejercen, hoy y desde que comenzaron a degenerar hace décadas, los partidos revisionistas y eurocomunistas que frenan cualquier intento revolucionario en sus países.
La posición planteada por el PCOH es, verdaderamente, aquella que debe ejercer cualquier comunista consecuente y que, por tanto, no haya sucumbido a la tergiversación y prostitución interesada del concepto marxista de internacionalismo proletario en una asimilación a la globalización o al hegemónico cosmopolitismo progre en Europa. A este lado del viejo Telón de Acero, lo que propugnan el reformismo y el progresismo no difiere de aquello que pueda propugnar cualquier economista liberal o keynesiano: la eliminación de las fronteras y la acogida de la inmigración masiva. Realmente, esta es una consecuencia lógica de que quienes lideran aquellos partidos no pertenecen a la clase obrera y, por tanto, no pueden entender sus intereses ni defenderlos.
Ni sus condiciones materiales ni su supervivencia se subordinan a la venta de su fuerza de trabajo por un salario. Así, rechazan un discurso de clase y vertebrador de los valores socialistas sobre la inmigración en beneficio de cuatro palabras que demanden el aplauso fácil, eludiendo con ello que cualquier persona poco formada en el marxismo les etiquete de xenófobos. ¿Por qué razón iban a tener quienes administran ‘amablemente’ los intereses de la oligarquía y la burguesía un discurso antagónico al de estas? Dicho sea, de paso, la gran hipocresía manifiesta del progresismo, que mientras ‘lamenta’ el movimiento migratorio provocado por las invasiones imperialistas en Libia, Afganistán, Irak o Siria, lo acoge alegremente al mismo tiempo que respalda a los grupos islamistas que han provocado tales guerras con el apoyo logístico, financiero y militar de Occidente con el objetivo de deshacerse de gobiernos legítimos y soberanos contrarios a sus intereses económicos y geopolíticos.
La inmigración masiva es un fenómeno provocado por el propio capitalismo mediante el rentable propósito de grandes empresarios de hacerse con mano de obra barata, sumisa y desprovista cada vez más de conciencia de clase y de arraigo revolucionario, presionando a la baja los salarios de los trabajadores de cada Estado receptor de inmigrantes y resquebrajando su capacidad reivindicativa y su unidad como sujeto revolucionario. En gran parte, esto ha tenido un peso considerable en la pérdida constante de apoyo popular que han tenido los partidos ‘comunistas’ occidentales desde la década de los 70, cuando, como decíamos anteriormente, abrazaron la degenerada teoría del eurocomunismo, frente al que han mantenido y, en algunos casos, recuperado, los partidos comunistas de Europa oriental.
De otro lado, y por la relación directa que guarda con el fenómeno de la inmigración masiva, es necesario confirmar el fracaso del proyecto multicultural: si bien la primera gran generación de inmigrantes en Europa occidental (años 50 y 60) asimiló la cultura y las tradiciones de los países en los que se instalaban sin necesidad alguna de renunciar a su identidad musulmana, por ejemplo, no ha sido así una vez entramos en el siglo XXI. Los choques culturales y las dificultades de convivencia entre trabajadores nacionales y extranjeros no las sufren aquellos sectores sociales que, como hemos dicho, promueven la inmigración masiva, esto es, la oligarquía financiera y la gran burguesía internacional; sino los barrios obreros en los que unos trabajadores y otros compiten día a día en una vorágine por hacerse con un puesto de trabajo que les reporte un mísero salario. Se manifiesta, una vez más aquella noción tan empírica que de forma acertada desarrolló Marx en ‘El Capital’: elejército de reserva. Por tanto, como observamos, el proyecto multicultural no ha tenido graves consecuencias exclusivamente en el terreno económico, sino también en el social y cultural; pues el propósito que deriva de la inmigración masiva es acabar con todas las identidades culturales implicadas en el proceso: digamos, por ejemplo, la identidad musulmana y la identidad europea. Y si no es así, que el ganado progresista reflexione por qué en Francia los obreros votan masivamente al Frente Nacional y no al Partido Comunista Francés -es incomparable el programa que este tenía en la década de los 60 con el que tiene hoy-; que piensen por qué en Reino Unido quienes votaron mayoritariamente por la salida de su país de la Unión Europea fueron los sectores obreros y populares mientras que quienes lo hicieron por la opción contraria fueron la oligarquía financiera y la burguesía instalada en Londres y las grandes ciudades británicas; o qué valoren por qué en EE.UU. el apoyo popular a Donald Trump va en aumento mientras el de Hillary Clinton se diluye.
El internacionalismo proletario nada tiene que ver con la globalización o el cosmopolitismo, cristalizado en la carrera imperialista por un gobierno mundial. Dicho internacionalismo no supone la eliminación de las fronteras, sino la unión de los trabajadores en una comunidad de lucha y reconocimiento mutuo de sus intereses de clase, lo que no implica tampoco renunciar al patriotismo, los sentimientos nacionales o las tradiciones culturales de estos. Esto lo comprenden en el Este, no así, por lo general, en Europa occidental y en España, salvando, por supuesto, la excepción de que en España parece comprenderse interesadamente cuando hablamos de nacionalismo feudales y excluyentes.
En definitiva: quienes critican el capitalismo pero acogen alegremente la inmigración masiva, ni son coherentes ni son consecuentes; quienes critican la inmigración masiva pero no se pronuncian contra el sistema capitalista, tampoco."
[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]