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    La esencia del trotskismo y sus manifestaciones en el comunismo de hoy - Publicado en varias entregas por la Asociación de Amistad hispano-soviética, a lo largo de 2018 y 2019

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    Mensaje por RioLena Dom Feb 23, 2020 9:38 pm

    La esencia del trotskismo y sus manifestaciones en el comunismo de hoy

    Publicado en varias entregas por la Asociación de Amistad hispano-soviética, a lo largo de 2018 y 2019


    en el Foro en mensajes y links a la web original

    •ÍNDICE:

    Introducción

    Lassalle y los populistas rusos, como antecedentes

    Historia de las controversias entre bolchevismo y trotskismo

    1º) Sobre el programa y el tipo de partido
    2º) Sobre el carácter de la revolución rusa, sus fuerzas motrices y la táctica para conducirla a la victoria
    3º) La defensa del Partido en el período contrarrevolucionario
    4º) El imperialismo: la primera guerra mundial y la táctica revolucionaria
    5º) El imperialismo y las perspectivas de la revolución proletaria mundial
    6º) Febrero de 1917 y el paso a la segunda etapa de la revolución rusa
    7º) La defensa del Poder soviético y el apoyo a la inminente revolución proletaria en Europa
    8º) El paso de la guerra civil a la construcción pacífica
    9º) Los primeros éxitos de la NEP y el reflujo de la revolución en Europa
    10º) La muerte de Lenin y la discusión sobre su legado político
    11º) El debate sobre si era posible edificar el socialismo en la URSS
    12º) El error común del trotskismo y de la socialdemocracia
    13º) El trotskismo se convierte en una autoridad política para las fuerzas contrarrevolucionarias
    14º) El trotskismo se convierte en el centro dirigente de los intentos de derrocamiento violento del gobierno soviético
    Contenido, concepción del mundo y posición de clase del trotskismo
    ANEXO 1: Crítica de las “Tesis fundamentales” de Trotski sobre la “revolución permanente” ANEXO 2: Bettelheim y el trotskismo  
         
    ►La esencia del trotskismo y sus manifestaciones en el comunismo de hoy (I)

    Introducción

    Cuando han transcurrido cien años desde la Revolución de Octubre, es importante preguntar: ¿cómo está influyendo actualmente el trotskismo -o, mejor, sus fundamentos ideológicos- en el desarrollo de la lucha de clases y en la organización de las masas obreras para tal lucha? Para responder a esta pregunta, debemos delimitar los rasgos característicos del trotskismo, indagar su presencia en el comunismo actual y valorar su papel.

    Tanto los defensores como los detractores de Trotski reconocen que el pensamiento y la actividad de éste tuvieron importancia en determinada etapa de la historia de la Revolución de Octubre, sobre todo entre 1917 y 1927, e incluso hasta finales de los años 30. El trotskismo se hundió con la Segunda Guerra Mundial, resucitó al tomar la Unión Soviética un camino antiestalinista a partir de los años cincuenta y fue finalmente rehabilitado por los enterradores de ésta en los noventa.

    En el momento presente, las organizaciones se declaran trotskistas de manera más o menos abierta tienen una relevancia política nada desdeñable en relación con las masas que participan en la lucha de clases. Destacan, en este sentido, los partidos políticos Anticapitalistas (antigua Liga Comunista Revolucionaria) que, en orden de representación, es la tercera fracción de la tercera fuerza electoral de España, esto es, de Podemos; así como Izquierda Revolucionaria, el nuevo nombre de la organización que publica el periódico “El Militante”, que dirige desde hace años el Sindicato de Estudiantes y que ha impulsado “Ganemos CCOO”.

    Es evidente que hoy los trotskistas organizados tienen una mayor influencia entre las masas que los partidarios del marxismo-leninismo. Es una realidad opuesta a la de mediados del siglo XX, cuando su peso político era insignificante en comparación con el que habían ganado los partidos comunistas desde la Revolución de Octubre hasta la victoria sobre el nazi-fascismo en la Segunda Guerra Mundial y la creación de todo un campo de países socialistas.

    Y esa ventaja actual del trotskismo organizado, más o menos ortodoxo, sobre el marxismo-leninismo es aún mayor si le sumamos la masa de activistas e intelectuales que comparten alguna de las tesis centrales de aquella corriente: la oposición a la política soviética de tiempos de Stalin, la “teoría de la revolución permanente”, la oposición a todos los Estados existentes (ya sean imperialistas, socialistas, soberanos o sometidos) o el fraccionalismo en la organización de la clase obrera.

    Resulta evidente que el mayor retroceso experimentado por el proletariado a lo largo de su historia ha coincidido con la mayor influencia sobre él por parte de los trotskistas. En el pasado aún reciente, éstos sostenían que la destrucción del “estalinismo”, es decir, de los partidos marxistas-leninistas, allanaría el camino a la revolución obrera internacional. Ahora que aquello prácticamente ha ocurrido y ellos pueden influir sobre las masas con la mayor libertad, siguen ocupados en atacar el “estalinismo” de los movimientos progresistas en vez de aprovechar su ventaja para conducir al proletariado a una revolución victoriosa. Lo que sí crece, entretanto, es el neoliberalismo, el militarismo y la reacción, mientras que las fuerzas obreras y democráticas permanecen generalmente a la defensiva, cuando no retroceden.

    Claro que los partidos abiertamente trotskistas no son los únicos ni los principales responsables de la actual involución, inevitable desde el momento en que las fuerzas comunistas no consiguen salir de su crisis, aunque sea poco a poco. Y aquí es donde convendría centrar nuestra atención y examinar si la otrora capacidad de la teoría y la práctica marxista-leninista para llevar a la clase obrera a la victoria sobre la burguesía no está siendo contrarrestada por los errores de sus actuales partidarios. Para corregirlos, es necesario determinar en qué medida estos errores podrían tener una naturaleza trotskista, a pesar de que paradójicamente se cometan en el nombre de Lenin, de Stalin y de la lucha de éstos contra el trotskismo y el reformismo.

    El presente artículo pretende contribuir a esclarecer esta cuestión, recordando algunas características importantes del trotskismo para poder valorar su similitud con las posiciones políticas que adoptan algunos marxistas-leninistas desde que empezó la crisis del movimiento comunista internacional a mediados del siglo XX hasta nuestros días. Hay que preguntarse si las posiciones que los comunistas están llevando a las masas sobre los sindicatos actuales, sobre Syriza y Podemos, sobre Siria y Venezuela, sobre los Estados que fueron o siguen siendo socialistas, etc., están en línea con lo que propugnaron Marx, Engels y Lenin, o más bien se desvían hacia lo que sostuvo Trotski.

    Aprehender lo que significa el trotskismo no es tarea fácil. Sus partidarios pretenden que es sinónimo de marxismo. Pero éste último se convirtió en dirección hegemónica del movimiento obrero europeo a finales del siglo XIX y lo llevó a sus mayores éxitos hacia mediados del siglo XX, en tanto que el trotskismo nunca fue más que una corriente minoritaria entre el reformismo y el leninismo. También pretenden que el trotskismo convergió con el leninismo a partir de 1917. Sin embargo, la opinión muy mayoritaria de los contemporáneos de Trotski en las filas del bolchevismo no debió ser ésa cuando le dieron la espalda en cuantas divergencias tuvo frente a Lenin y, después del fallecimiento de éste, frente a la dirección del PC (b) de la URSS[1].

    Trotski y una parte de sus seguidores reconocen que él estaba equivocado frente a Lenin en cuanto a cómo debía ser la organización del partido obrero[2], aunque sostienen que éste le acabó dando la razón en la cuestión de la “revolución permanente”, es decir, en la estrategia y la táctica de la revolución. En definitiva, según ellos, su equivocación sería más práctica que teórica. ¡Casi nada, si tenemos en cuenta que el imperativo central del marxismo es, no interpretar el mundo, sino transformarlo por medio de la práctica revolucionaria!

    Pero mencionar estos dos aspectos tan generales no es suficiente para arrojar luz sobre los errores de Trotski, hoy compartidos quizás inconscientemente por muchos de sus detractores. Para ello, es necesario recordar con algo más de detalle la historia de las discrepancias entre los bolcheviques y los trotskistas.

    El bolchevismo fue el baluarte del marxismo auténtico, revolucionario, después de fallecer Marx y Engels. Lo fue por su cohesión teórica con él y también porque lo acreditaron así sus éxitos prácticos que marcaron un antes y un después en la historia de toda la humanidad. Cuando Lenin empezó su actividad política, ya estaba plenamente identificado con el marxismo y en esta concepción del mundo se mantuvo el resto de su vida, luchando sin tregua por infundirla al conjunto del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia (POSDR).

    En cambio, Trotski despierta políticamente en un círculo de socialistas, defendiendo con vehemencia el populismo y atacando con sarcasmo al marxismo[3], en un momento en que el populismo ya había virado hacia la conciliación con el zarismo y había sido desenmascarado ante el movimiento obrero por Plejánov, Lenin y otros marxistas. Y, cuando unos pocos años después Trotski toma partido por el marxismo, se entusiasma pronto por la obra del dirigente socialista alemán no marxista, F. Lassalle[4]. Eran tiempos en que la socialdemocracia revolucionaria rusa se veía obligada a defender el marxismo ortodoxo para salvar al partido de la deriva revisionista que le estaban imprimiendo los jóvenes dirigentes “economistas”, seguidistas del movimiento obrero espontáneo. Alguno objetará que los orígenes de una personalidad no tienen por qué caracterizarla de por vida, que todo el mundo tiene derecho a equivocarse y a cambiar, etc., y todo esto es muy cierto. Pero también es necesario comprobar hasta qué punto, posteriormente, se produce esa rectificación y ese cambio. En el caso de Trotski, encontramos criterios persistentes que guardan una coherencia fundamental con los defectos del populismo y del lassalleanismo.

    La vigente crisis del movimiento comunista ha resucitado lamentablemente esos criterios entre quienes pretenden reorganizarlo sobre la base ideológica del marxismo-leninismo. Después de decenios de revisionismo reformista, hay que recuperar el espíritu revolucionario y las intenciones que van en esta dirección son buenas. Pero no bastan, pues ya se sabe que el camino del infierno está empedrado de buenas intenciones. Es imprescindible que esas buenas intenciones se traduzcan además en una política consecuente con los principios del marxismo-leninismo. De lo contrario, resultarán una fraseología revolucionaria engañosa que descompone las fuerzas proletarias y fortalece a la burguesía.

    Lassalle y los populistas rusos, como antecedentes

    Lassalle fue un destacado dirigente de la lucha de la clase obrera alemana contra los capitalistas que la explotaban. Se dedicó tan intensamente a esta lucha que perdió de vista la perspectiva histórica y no comprendía la etapa de desarrollo en que se encontraba Alemania. Absolutizaba la lucha contra la burguesía y no advertía que ésta todavía había de desempeñar un papel progresivo frente al poder de los terratenientes. Así, pretendía alcanzar el socialismo directamente partiendo del Estado prusiano feudal, estableciendo una alianza con su hábil canciller Bismark y oponiéndose a la revolución burguesa. Como dice Marx, “sólo atacaba a la clase capitalista, y no a los dueños de tierras”[5].

    Por este camino, borraba las diferencias económicas y políticas entre las diversas capas burguesas, particularmente entre la burguesía capitalista y la pequeña burguesía campesina. Según Lassalle, frente a la clase obrera “todas las demás clases no forman más que una masa reaccionaria”[6].

    De este modo, defendía a la clase obrera de una manera reaccionaria, contra la democracia, aislándola de los aliados necesarios para llevarla a la victoria y condenándola a permanecer sometida a las clases poseedoras. Veremos más adelante cómo el trotskismo parte de esta misma abstracción defectuosa de la realidad.

    Marx explicó las consecuencias prácticas desastrosas que tuvo este defecto teórico cuando Lassalle se dispuso a organizar al proletariado: “… desde un principio, como cualquiera que declare tener en su bolsillo una panacea para los sufrimientos de las masas, dio a su agitación un carácter religioso y sectario. En realidad, toda secta es religiosa. Además, como cualquier fundador de una secta, negaba toda conexión natural con el movimiento obrero anterior, tanto en Alemania como en el extranjero. Incurrió en el mismo error que Proudhon, y en lugar de buscar la base real de su agitación entre los elementos auténticos del movimiento de clase, intentó orientar el curso de éste siguiendo determinada receta dogmática. (…) Usted sabe por experiencia cuál es la contradicción entre el movimiento sectario y el movimiento de clase. Para la secta el sentido de su existencia y su problema de honor no es lo que tiene en común con el movimiento de clase, sino el peculiar talismán que lo distingue de él.”[7]

    Veremos más adelante cómo, partiendo de idéntica premisa, el trotskismo acabó desempeñando un papel todavía más nocivo que el lassalleanismo. De momento, nos basta con constatar que la consecuencia práctica del error teórico de ambas escuelas es la incapacidad de organizar un partido que dirija a la clase obrera y a sus masas hasta su triunfo revolucionario, limitándose a construir sectas que entorpecen su desarrollo político.

    El populismo ruso, en el que Trotski se inició, también albergaba la esperanza de soslayar el capitalismo para alcanzar directamente el socialismo, un deseo habitual en la intelectualidad pequeñoburguesa de los países en los que no se ha completado la revolución burguesa. Para justificar teóricamente esta conclusión, el populismo rechazaba el materialismo dialéctico y trataba de explicar la realidad desde el subjetivismo y el empirismo, razón por la que sus proyectos sociales sólo podían ser utópicos.

    Esta concepción defectuosa se manifestará también en Trotski, al negar éste la necesidad de las revoluciones democrático-burguesas en los países atrasados, al narrar la historia de la Revolución de Octubre alrededor de las personalidades destacadas por ella y al ignorar las necesidades sociales de cada momento a la hora de formular sus propuestas prácticas.

    A lo largo de su historia, el populismo ruso pasó de un extremo político al contrario: del anarquismo y el terrorismo individual a la colaboración cada vez más estrecha del partido socialista-revolucionario con las clases explotadoras. Esta trayectoria también recorrida por el trotskismo se explica por su incomprensión de las dificultades que atraviesa el desarrollo del movimiento revolucionario real, la desesperada huida hacia delante frente a ellas, el fracaso práctico de ésta y, entonces, la traición.


    •Notas:  

    [1] El propio Trotski caracteriza así el resultado de la lucha de los oposicionistas que él lideraba dentro del partido bolchevique: “En el otoño [de 1926], la oposición sufrió un descalabro manifiesto en todas las células y organizaciones” (Mi vida, [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] p. 301)
    [2] La teoría de la revolución permanente, Trotski, 1929 . [3] The Prophet Armed: Trotsky, 1879-1921. Deutscher, Isaac (1997), p. 39

    [4] Idem, p. 40.

    [5] Critica del Programa de Gotha, Marx.

    [6] Idem.

    [7] Carta de Marx a Schweitzer, de 13 de octubre de 1868



    Última edición por RioLena el Dom Feb 23, 2020 10:04 pm, editado 3 veces
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    Mensaje por RioLena Dom Feb 23, 2020 9:39 pm

    ►La esencia del trotskismo y sus manifestaciones en el comunismo de hoy (II) Historia de las controversias entre bolchevismo y trotskismo.

    1º) Sobre el programa y el tipo de partido

    Trotski ingresó en el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia poco antes del Segundo Congreso de éste, celebrado en 1903. El Congreso fundacional de 1898 no había resuelto las cuestiones fundamentales y había sido víctima de la inmediata represión de la policía zarista. Poco después, se extendió entre los militantes más jóvenes la desviación oportunista del economismo. Los dirigentes más firmes y experimentados -desde la prisión, el destierro y el exilio- fundaron, a propuesta de Lenin, el periódico Iskrapara reorganizar el partido y hacer posible la celebración de su II Congreso. En éste, Trotski se presentó como partidario de los iskristas pero, al dividirse este grupo en dos alas, se decantó por los mencheviques, contra los bolcheviques.

    En la discusión del programa del partido, que ocupó casi dos tercios del tiempo del Congreso, Trotski no se opuso a la inclusión en él de la dictadura del proletariado, pero declaró que la existencia de ésta será posible únicamente “cuando el Partido Socialdemócrata y la clase obrera… se encuentren lo más cerca posible de la identificación. La dictadura del proletariado no será la ‘toma del poder’ por medios conspirativos, sino la dominación política de la clase obrera organizada que constituya la mayoría de la nación”.[1] Trotski nunca corregiría esta posición que le colocaba en el campo de la socialdemocracia oportunista, frente a la lucha de los marxistasleninistas por alcanzar y consolidar la dictadura del proletariado a través de la hegemonía de esta clase sobre las clases ntermedias de la sociedad. En el debate sobre los estatutos y el tipo de organización, se posicionó con los mencheviques en contra del carácter de vanguardia del partido defendido por Lenin. “Rótulo revolucionario+esencia reformista”: así caracterizó Lenin la actitud de Trotski en el II Congreso del POSDR.[2] Después de este evento, colaboró activamente con los mencheviques para impedir la aplicación de los acuerdos adoptados y atacó violentamente las posiciones leninistas.

    En su artículo de 1904, Nuestras tareas políticas, calificaba a Lenin como: “fetichista de la organización”, partidario del “régimen de cuartel”, “dictador que quiere sustituir al Comité Central”, “dictador que quiere instaurar la dictadura sobre el proletariado” para quien “toda intromisión de elementos que piensen de otra manera es un fenómeno patológico”, instaurador de una “teocracia ortodoxa” y un “centralismo autócrataasiático”; “¡No puede manifestarse mayor cinismo hacia el mejor patrimonio ideológico del proletariado que el que muestra el camarada Lenin! Para él, el marxismo no es un método de análisis científico”; “… separa la actividad consciente de la actividad ejecutiva. [Hay] el Centro, y, por debajo, no hay más que disciplinados ejecutores de funciones técnicas”; Lenin está cegado por “la lógica burocrática de tal o cual ‘plan’ organizativo”, pero “el fiasco del fetichismo organizativo” es seguro; “El jefe del ala reaccionaria de nuestro Partido, el camarada Lenin, da de la socialdemocracia una definición que es un atentado teórico contra el carácter de clase de nuestro partido”; Lenin “ha formulado una tendencia que se ha dibujado en el Partido, la tendencia revolucionaria-burguesa”; “La tarea de la Iskra consistía en aterrorizar teóricamente a la intelectualidad.

    Para los socialdemócratas educados en esta escuela, la ortodoxia es algo muy próximo a esta ‘Verdad’ absoluta que inspiraba a los Jacobinos [el partido burgués más radical de la Revolución francesa de 1789-1794]. La Verdad ortodoxa prevé todo. El que contesta a esto debe ser excluido; el que duda de esto se halla cerca de ser excluido”. “Esta desconfianza de Lenin, malintencionada y moralmente penosa, esta clara caricatura que ofrece de la intolerancia trágica del jacobinismo, no es, hay que confesarlo, más que la herencia (y, al mismo tiempo, la expresión) de la táctica de la antigua Iskra. Pero estos métodos y estas prácticas, que tuvieron su justificación en determinada época histórica, deben ser ahora liquidadas cueste lo que cueste porque, si no, amenazan a nuestro partido con una completa descomposición: política, moral y teórica”. A cambio, el ideal de Trotski era “la personalidad política global, haciendo respetar frente a todos los ‘centros’ su voluntad y esto, bajo todas las formas posibles, ¡incluido el boicot!”. En definitiva, el credo de un intelectual pequeñoburgués, individualista y semi anarquista.[3] Vemos cómo, en su juventud, Trotski lanzó contra Lenin las mismas acusaciones, y con la misma hostilidad, que dirigiría más tarde contra Stalin. Su concepción de la revolución y del partido de la clase obrera era muy diferente a la de Lenin y los bolcheviques, por no decir diametralmente opuesta, es decir, menchevique. Más tarde, Trotski pretendería que “la revolución había sido traicionada” por Stalin y la dirección del Partido bolchevique. Sin embargo, como Harpal Brar observa muy pertinentemente, “si las ideas oportunistas de Trotski sobre la organización hubieran prevalecido, no habría habido Partido, por lo que ninguna revolución habría podido ser ‘traicionada’.”[4] En 1904, fue apartado de la redacción menchevique de la nueva Iskra ¡por su enfoque excesivamente derechista sobre la guerra ruso-japonesa de 1904-05!: no veía tras ella el interés imperialista de la burguesía, sino únicamente el de la autocracia.[5] Entretanto, los bolcheviques conseguían cohesionar tras de sí a la mayoría de los comités del POSDR.

    2º) Sobre el carácter de la revolución rusa, sus fuerzas motrices y la táctica para conducirla a la victoria

    La primera revolución rusa de 1905-07 puso en movimiento a todas las clases y partidos del país. Las mostró mutuamente y al mundo entero, escribía Lenin, “en su auténtica naturaleza, en la verdadera correlación de sus intereses, de sus fuerzas, de sus medios de acción, de sus objetivos inmediatos y lejanos”[6]. No se trataba todavía de una revolución socialista, puesto que el obstáculo a remover era el régimen político y económico de la aristocracia terrateniente que tenía como antagonista a la mayoría campesina de la población con su demanda de tierra. En definitiva, se trataba de una revolución democrático-burguesa.

    La revolución planteó ante el partido la tarea de dirigir políticamente a la clase obrera, forjar la alianza del proletariado y del campesinado y unir estrechamente todas las fuerzas revolucionarias para luchar contra la autocracia. Eran “exigencias que la historia no había presentado nunca ni en ningún sitio a la clase obrera en la época de la revolución democrática”.[7] “Esta revolución —subrayaba Lenin— marca precisamente un período de desarrollo de la sociedad en el que la masa de ésta se encuentra precisamente entre el proletariado y la burguesía, forma un amplísimo sector pequeñoburgués, campesino”.[8] En su libro Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática, Lenin mostró que la revolución democrática burguesa triunfante, cuya fuerza hegemónica sería el proletariado, no debería conducir a la conquista del poder por la burguesía ni al establecimiento de “un gobierno de la democracia obrera”, sino a la dictadura democrática revolucionaria de los obreros y de los campesinos. El carácter de este gobierno, señalaba Lenin, “define tanto a las clases en las cuales pueden y deben apoyarse los nuevos ‘constructores’ de la nueva superestructura como su carácter (dictadura ‘democrática’ a diferencia de la socialista) y el método de construir (dictadura, esto es, aplastamiento por la violencia de la resistencia violenta, armamento de las clases revolucionarias del pueblo)”.[9] “Sólo el proletariado está en condiciones de llevar hasta el fin la revolución democrática, a condición de que, como única clase revolucionaria hasta el fin de la sociedad contemporánea, lleve tras de sí a la masa del campesinado a la lucha sin cuartel contra la propiedad agraria terrateniente y el Estado de la servidumbre…”.[10] La dirección proletaria es la que permitiría transformar la revolución democrática, en poco tiempo, en una revolución socialista, de modo que la revolución rusa se desarrollaría ininterrumpidamente en dos etapas. Los mencheviques, en cambio, deducían del carácter burgués de la revolución rusa que la clase obrera no debía intentar dirigirla, sino apoyar a la burguesía liberal hasta que ésta convirtiera a Rusia en un país de capitalismo desarrollado, en el que el proletariado abarcase la mayoría de la población. Para ellos, entre la revolución burguesa y la revolución socialista tendrían que transcurrir muchos años, incluso decenios.

    En el período culminante de la primera revolución rusa, Trotski dirigía con Parvus el periódico Rússkaya Gazeta, pretendidamente neutral entre mencheviques y bolcheviques; pero, al mismo tiempo, ambos colaboraban con el periódico menchevique Nachalo. Su proclamada equidistancia enfilada a unir las dos alas del partido habría sido positiva si la controversia entre éstas hubiera versado sobre cuestiones secundarias y no sobre cuestiones de principios: si los bolcheviques no hubieran sido los firmes partidarios de los principios marxistas y los mencheviques, quienes se dedicaban a tergiversarlos para justificar su tendencia a conciliar con la burguesía. En vez de contribuir a resolver esta discusión, Trotski y Parvus la embrollaron con el absurdo antimaterialista de negar el carácter burgués de la revolución rusa. Su consigna “sin zar, por un gobierno obrero” pretendía superar por la izquierda a los bolcheviques, pero no era más que otra frase en el aire, ajena a la realidad. “La original teoría de Trotski —explicaría Lenin más tarde— toma de los bolcheviques el llamamiento a una decidida lucha revolucionaria del proletariado y a la conquista por él del poder político, y de los mencheviques, la ‘negación’ del papel del campesinado”[11]. Había nacido la teoría trotskista de la “revolución permanente” que introduciría el aventurerismo revolucionario de Bakunin en el movimiento marxista. Trotski explica su teoría particular sobre la revolución permanente en su obra 1905, publicada en 1909. Esta teoría se diferencia sustancialmente del punto de vista de Marx y Lenin sobre el carácter continuado, ininterrumpido o permanente de la revolución, como bien explica Stalin en su obra Los fundamentos del leninismo.[12] La tormenta revolucionaria de 1905-07 puso en evidencia el menchevismo de Trotski, a menudo eclipsado por su lenguaje “izquierdista”: 1º) Trotski consideraba que el principal método de lucha era la huelga general, que debía repercutir en los países adelantados de Occidente y servirles de señal para la revolución socialista. En el fondo, Trotski negaba la necesidad de la insurrección armada, su organización y su preparación. “La huelga política general —decía— es, en su esencia, una insurrección”.[13] En uno de los prólogos a su folleto El 9 de enero, Trotski escribió que el tumultuoso movimiento revolucionario de 1903 le había enseñado que “el zarismo sería derrocado por la huelga general” y no por una insurrección armada. Este mismo punto de vista lo expuso en la carta del 14 de junio de 1906 al CC del POSDR, en la que justificaba a los mencheviques por no haberse dedicado al aspecto técnico de la preparación de la insurrección ni a armar a la clase obrera[14].

    Posteriormente Trotski intentó caracterizar asimismo la huelga política general de octubre de 1905 como un movimiento espontáneo, negando que había sido una forma revolucionaria nueva, un medio de llevar a las masas a la insurrección armada. La actitud de Trotski ante la insurrección dimanaba del enfoque antimarxista de los mencheviques del desenvolvimiento del proceso revolucionario. Lo mismo que éstos, Trotski conceptuaba la insurrección como un acaecer espontáneo e ineludible de los sucesos, y por eso menospreciaba la labor de organizar prácticamente la insurrección, de conseguir armas y de formar destacamentos revolucionarios. “Por importantes que sean las armas —decía en plena revolución—, no está en ellas la fuerza principal. ¡No, no está en las armas! No es la capacidad de las masas para matar, sino su gran disposición a morir lo que, desde nuestro punto de vista, asegura en última instancia la victoria de la insurrección del pueblo”.[15]

    Claro que la “gran disposición a morir”, o sea, la fidelidad sin reservas a la revolución, es una condición indispensable para la victoria de la insurrección, pero siempre que el acento se ponga en organizar esta victoria insurreccional. En cambio, los razonamientos de Trotski sobre la insurrección significaban una negativa rotunda a su organización. Expresaban el papel que los mencheviques reservaban a la clase obrera, no como dirigente, sino como carne de cañón de la revolución encabezada por la burguesía. 2º) El 18 de octubre de 1905, por acuerdo del Comité de San Petersburgo del POSDR, los bolcheviques organizaron una manifestación de los obreros de esta capital para liberar a los presos políticos. Cuando las multitudes se aproximaban al edificio en el que estaba reunido el Comité Ejecutivo del Soviet de San Petersburgo, los bolcheviques propusieron a los miembros del Comité Ejecutivo, mayoritariamente mencheviques, que encabezaran la manifestación. Esta propuesta los pilló desprevenidos. Tras largas discusiones, se eligió para dirigir la manifestación a los mencheviques Trotski y Sverchkov y al bolchevique Knuniánts. Cuando los manifestantes hubieron recorrido durante más de ocho horas las calles de la ciudad y llegaban ya a la cárcel, Trotski les mintió al anunciarles que el gobierno había dado la amnistía a los presos políticos y disolvió la manifestación. Poco después Knuniánts se enteró de que la declaración de Trotski había sido una maniobra para hacer fracasar la iniciativa bolchevique. Pero ya era tarde para recomponer la situación.[16]

    3º) El 12 de octubre de 1905, Trotski al frente del Comité Ejecutivo menchevique del Soviet de San Petersburgo defendió cesar la lucha por la jornada laboral de 8 horas cuando los patronos, con ayuda del gobierno, despidieron a cien mil obreros como represalia. Frente a ellos, los bolcheviques proponían preparar la insurrección. Al proponer Lenin una resolución en este sentido, fue aprobada por la unanimidad del soviet, aunque sus dirigentes mencheviques siguieron negociando con los patronos contra la voluntad de los obreros. A propuesta de Trotski, se acordó alejar las tropas de la capital, lo que privaba al proletariado de la posibilidad de apoyarse en las masas de soldados para la lucha revolucionaria. Reiteradas veces, intervino para acabar con las huelgas políticas de octubre y noviembre. Cuando se supo que el gobierno se proponía detener a los miembros del soviet el 3 de diciembre, en vez de interrumpir inmediatamente la reunión, Trotski continuó hablando. Como consecuencia de esto, gran parte de ellos fueron detenidos y el Soviet de San Petersburgo no pudo convertirse en órgano de la insurrección armada ni pudo apoyar la insurrección armada de diciembre en Moscú.[17]

    •Notas:

    [1] Segundo Congreso del POSDR, Actas, ed. en ruso, pág. 136, Moscú, 1959. Citado en “La lucha del partido bolchevique contra el trotskismo”, t. I, págs. 15 y 16, Editorial Progreso. [2] Obras Completas, en ruso, t. 49, pág. 356. [3] [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] [4] Trotskisme ou léninisme, Harpal Brar. [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] [5] Nuestra campaña militar, Trotski. Citado en La lucha del partido bolchevique contra el trotskismo, t. 1, pág. 42-43. [6] Obras Escogidas, en tres tomos, en ruso, t. 2, pág. 24. [7] Obras Completas, en ruso, t. 10, pág. 218. [8] Obras Completas, t. 10, pág. 9. [9] Obras escogidas, en tres tomos, t. I, pág. 572. [10] Obras Completas, t. 15, págs. 366-367. [11] Sobre las dos líneas de la revolución, OO.CC., t. XXIII, pág. 51, Ed. Akal.
    [12] [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] 3.htm [13] La lucha del partido bolchevique contra el trotskismo, t. 1, pág. 81. [14] Idem. [15] Idem. [16] Ibídem, pág. 82. [17] Ibídem, págs. 82 a 87.



    Última edición por RioLena el Dom Feb 23, 2020 9:46 pm, editado 1 vez
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    Mensaje por RioLena Dom Feb 23, 2020 9:58 pm

    Relación de links de la web de la Asociación de Amistad Hispano-Soviética en los que pueden leerse y copiarse las 10 entregas de este interesante texto:

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    Mensaje por RioLena Dom Feb 23, 2020 10:03 pm

    Resulta imposible copiar y pegar en mensajes, con un mínimo de coherencia y calidad para la lectura, el texto en formato pdf en el que está en mi poder «La esencia del trotskismo y sus manifestaciones en el comunismo de hoy».

    Por lo tanto, los interesados en leerlo, mejor lo hacen en la web original, de donde también se puede copiar con cierta facilidad.


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