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    La concepción materialista de la cuestión judía - Abraham León (militante de la IVª Internacional asesinado en Auschwitz en 1944) - año 1942 - en los mensajes, links de interés sobre Sionismo

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    Mensaje por RioLena Lun Feb 03, 2020 9:08 pm

    La concepción materialista de la cuestión judía

    Abraham León
    (militante de la IVª Internacional. Asesinado en las cámaras de gas de Auschwitz en septiembre de 1944) - diciembre de 1942


    ►por la red circula una versión del texto publicada por un grupo trotskista argentino que es difícil de leer, dado que es una muy mala traducción on-line de la versión en inglés

    ►en el Foro en 5 mensajes


    La concepción materialista de la cuestión judía

    •Bases para un estudio científico de la historia judía

    El estudio científico de la historia judía no superó aún la etapa de la improvisación idealista. Mientras que el campo de la historia general fue conquistado en gran parte por la concepción materialista, y los historiadores veraces se atrevieron a comprometerse en el camino señalado por Marx, la historia judía permanece siendo terreno predilecto de los "buscadores de dios" de toda especie. Este es uno de los pocos dominios históricos donde los prejuicios idealistas han llegado a imponerse y sobrevivir en tan alto grado.

    ¡Cuánto se ha escrito celebrando el famoso "milagro judío"! "Extraño espectáculo el de estos hombres que para conservar el legado sagrado de su fe desafiaban las persecuciones y el martirio”, dice Bédarride.

    Todos los historiadores explican la conservación del pueblo judío como resultado de la fidelidad que han testimoniado a través de siglos a su religión o a su nacionalidad. Las divergencias se manifiestan cuando se trata de definir la razón por la cual se han conservado, el porqué de su resistencia a la asimilación. Algunos, desde el punto de vista religioso, hablan del "legado sagrado de su fe"; otros, como Dubnov, defienden la teoría de la "adhesión a la idea nacional".

    "Las causas del fenómeno histórico de la conservación del pueblo judío deben buscarse en su fuerza espiritual nacional, en su base ética y en el principio monoteísta", dice la "Allgemeine Enzyklopedie" logrando así conciliar los diversos puntos de vista de los historiadores idealistas.

    Pero si es posible conciliar las teorías idealistas, será inútil intentar armonizar estas mismas teorías con las reglas elementales de la ciencia histórica, pues esta rechaza categóricamente el error esencial de todas las escuelas idealistas, que consiste en ubicar el problema cardinal de la historia judía -la conservación del judaísmo-, bajo el signo del libre albedrío. Sólo el estudio de su función económica puede contribuir a esclarecer las causas del 'milagro judío".

    Estudiar la evolución de este problema no presenta un interés meramente académico. Sin un profundo estudio de la historia judía es difícil comprender la cuestión judía en la época actual, pues su situación en el siglo XX se vincula íntimamente a su pasado histórico.

    Todo estado social es una etapa del proceso social. El ser no es más que un momento del devenir. Para poder analizar la cuestión judía en su actual estado de desarrollo, es indispensable conocer sus raíces históricas.

    En el dominio de la historia judía, como en el dominio de la historia general, el pensamiento genial de Marx indica el camino a seguir: "No busquemos el secreto del judío en su religión, sino busquemos el secreto de la religión en el judío real". Marx coloca de este modo la cuestión judía sobre sus pies. No es necesario partir de la religión para explicar la historia judía, al contrario, la conservación de la religión o de la nacionalidad judías deben explicarse por el "judío real", es decir por el judío en su función económica y social. La conservación de los judíos no tiene nada de milagroso. "El judaísmo se conserva no a pesar de la historia, sino por la historia". Y precisamente, por el estudio de la función histórica del judaísmo puede descubrirse el "secreto" de su supervivencia en la historia. Los conflictos entre el judaísmo y la sociedad cristiana, bajo su apariencia religiosa, son en realidad conflictos sociales. "A las contradicciones entre el Estado y una religión determinada, el judaísmo, por ejemplo, les damos una expresión humana planteando la contradicción entre el Estado y elementos laicos determinados".

    El esquema general de la historia judía se presenta -con sus diversos matices- más o menos así, según la escuela idealista predominante:

    Hasta la destrucción de Jerusalén, eventualmente hasta la rebelión de Bar Kokheba, la nación judía no se diferencia en nada de otras naciones normalmente constituidas, tales como la nación romana o la griega. Las guerras entre romanos y judíos dan por resultado la dispersión de la nación judía hacia los cuatro puntos cardinales. En la dispersión, los judíos oponen una resistencia indomable a la asimilación nacional y religiosa. El cristianismo no encuentra en su camino adversario más encarnizado y a pesar de todos sus esfuerzos no logra convertirlos. La caída del Imperio romano acentúa el aislamiento del judaísmo, que luego del completo triunfo del cristianismo en Occidente, constituye el único elemento heterodoxo.

    En la época de las invasiones bárbaras los judíos de la dispersión no constituyen un grupo social homogéneo; por el contrario, la agricultura, la industria y el comercio están ampliamente representados entre ellos. Son las persecuciones religiosas continuas las que los obligan a restringirse cada vez más en el comercio y la usura. Las Cruzadas por el fanatismo religioso que suscitan acentúan violentamente esta evolución, que transforma a los judíos en usureros y concluye con su reclusión en los guetos. Naturalmente, el odio contra los judíos también se explica por su función económica, pero los historiadores no atribuyen a este factor más que una importancia secundaria. Esta situación del judaísmo se mantiene hasta la Revolución Francesa, que destruye las barreras que la opresión religiosa erigiera frente a ellos.

    Muchos hechos importantes demuestran la falsedad de este esquema:

    1° La dispersión de los judíos no data en absoluto de la caída de Jerusalén. Muchos siglos antes de este acontecimiento la gran mayoría de los judíos estaba diseminada por todo el mundo. "Lo cierto es que mucho antes de la caída de Jerusalén, más de las tres cuartas partes de los judíos no habitaban ya Palestina". (Ruppin)

    Para las grandes masas judías dispersas en el Imperio griego y luego en el Imperio romano, el reino judío de Palestina tenía una significación totalmente secundaria. Su vínculo con la "madre patria" sólo se manifestaba en ocasión de las peregrinaciones religiosas a Jerusalén, cuya significación era semejante a la de la Meca para los musulmanes. Poco antes de la caída de Jerusalén, el rey Agripa decía: "No hay en el mundo un solo pueblo que no contenga algo del nuestro".

    La Diáspora no fue pues, en absoluto, un hecho accidental, producido por una acción violenta; la razón esencial de la emigración judía debe buscarse en las condiciones geográficas de Palestina. "En Palestina los judíos son poseedores de un país montañoso que en cierto momento no es suficiente para asegurar a sus habitantes una existencia tan soportable como la de sus vecinos, un pueblo semejante está obligado a elegir entre el pillaje y la emigración. Los escoceses, por ejemplo, tomaron alternativamente cada uno de estos dos caminos... Los judíos, luego de numerosas luchas con sus vecinos, tomaron el segundo camino.

    Pueblos que viven en tales condiciones no se dirigen al extranjero como agricultores, sino en carácter de mercenarios, como los arcadios en la antigüedad, los suizos en la Edad Media, los albaneses en nuestra época, o en carácter de comerciantes, como los judíos, los escoceses y los armenios. Está visto, pues, que un medio similar desarrolla en pueblos de razas diferentes, las mismas características".

    2° Es indudable que la inmensa mayoría de los judíos de la dispersión se ocupaban del comercio. Palestina misma, desde tiempos muy remotos, constituía una vía de tránsito de mercaderías, un puente entre el valle del Eúfrates y el del Nilo. "Siria fue la gran ruta predestinada de los conquistadores... También era el camino que seguían las mercaderías y por el que circulaban las ideas. Se comprende que en estas regiones se haya establecido rápidamente una numerosa población con grandes ciudades dedicadas, por su misma situación, al comercio".

    Las condiciones geográficas de Palestina explican, a la vez, la emigración judía y su carácter comercial. Por otra parte, en todas las naciones, al comienzo de su desarrollo, los comerciantes son extranjeros.

    "La característica de una economía natural es que cada dominio produce todo lo que consume y consume todo lo que produce. Nada impulsa pues a adquirir bienes o servicios fuera, y como en este tipo de economía se produce lo que se consume, en todos los pueblos encontramos como primeros comerciantes a los extranjeros". Filón menciona las numerosas ciudades donde los judíos se establecieron como comerciantes. Dice que "habitaban una cantidad innumerable de ciudades en Europa, Asia, Libia, en los continentes y las islas, en las costas y en el interior". Los judíos que habitaban en las islas, en el continente helénico y más lejos, al Occidente, se habían instalado en los centros comerciales.  Junto con los sirios, se encuentran los judíos, diseminados o, más bien, agrupados en todas las ciudades. Son marinos, comisionistas, banqueros, cuya influencia ha sido tan esencial en la vida económica de su tiempo, como la influencia oriental que se advierte en la misma época en el arte y las ideas religiosas".

    A su posición social debían los judíos la gran autonomía otorgada por los emperadores romanos. "Sólo a los judíos se les permite constituir un Estado dentro del Estado y mientras los demás extranjeros estaban sometidos a la administración de las autoridades de la ciudad, ellos, hasta cierto punto, se gobernaban a sí mismos... César favoreció los intereses de los judíos de Alejandría y de Roma con mercedes especiales y privilegios, protegiendo especialmente su culto particular de los sacerdotes griegos y romanos".

    3° El odio hacia los judíos no nace con el establecimiento del cristianismo, Séneca trata a los judíos de raza criminal. Juvenal cree que los judíos no existen más que para causar males a los otros pueblos. Quintiliano dice que los judíos constituyen una maldición para los demás pueblos.

    La causa del antisemitismo antiguo es la misma que la del antisemitismo medieval, la oposición hacia los comerciantes de toda sociedad basada principalmente en la producción de valores de uso.

    "La hostilidad medieval hacia los comerciantes no es solamente de inspiración cristiana o pseudocristiana; tiene también un origen pagano, igualmente real. Está hondamente enraizada en una ideología de clase: en el desprecio que por su profunda tradición campesina tuvieron las clases dirigentes de la sociedad romana -tanto los senatoriales como los curiales de provincia- por todas las formas de actividad económica, distintas a las derivadas de la agricultura".

    A pesar de que el antisemitismo estaba ya fuertemente desarrollado en la sociedad romana, la situación de los judíos, como ya hemos visto, era envidiable, la hostilidad de las clases que vivían de la tierra hacia el comercio no excluía el estado de dependencia a su respecto. El propietario odiaba y despreciaba al comerciante sin poder prescindir de él.

    El triunfo del cristianismo no aportó modificaciones notables a esta situación. El cristianismo, que fuera en sus comienzos la religión de los esclavos y oprimidos, se transformó rápidamente en la ideología de la clase dominante, de los propietarios de la tierra.

    Es Constantino el Grande quien echa las bases de la servidumbre medieval. La marcha triunfal del cristianismo a través de Europa acompaña la expansión de la economía feudal. Las órdenes religiosas desempeñaron un papel sumamente importante en el progreso de la civilización, que en esa época consistía en el desarrollo de la agricultura, basada en la servidumbre. ¿Por qué extrañarse que "nacido del judaísmo, formado al principio exclusivamente por judíos, el cristianismo, durante los primeros cuatro siglos encuentre sin embargo entre ellos las mayores dificultades para lograr adeptos a su doctrina?".

    En efecto, el fondo de la mentalidad cristiana de los diez primeros siglos de nuestra era, en lo que concierne a la vida económica, es "que un mercader difícilmente puede hacer obras agradables a Dios y que todo negocio implica una parte más o menos considerable de engaño". Para San Antonio -que vivía en el siglo IV- resultaba completamente incomprensible la vida de los judíos; despreciaba profundamente sus riquezas y creía firmemente que serían castigados con la eterna condenación.

    Esto explica la encarnizada hostilidad de los judíos hacia el catolicismo y su voluntad de conservar la religión que expresaba admirablemente sus intereses sociales. No es pues la fidelidad de los judíos a su fe la razón de su conservación como grupo social diferenciado, sino por lo contrario es su conservación en tanto que grupo social diferenciado lo que explica la adhesión a su fe.

    Sin embargo, el antisemitismo cristiano de los diez primeros siglos de nuestra era -al igual que la hostilidad de la antigüedad- no llega a reivindicar el aniquilamiento del judaísmo. Mientras el cristianismo oficial perseguía inexorablemente al paganismo y a las herejías, toleraba la religión judía. La situación de los judíos no cesó de mejorar en la época de la declinación del Imperio Romano, luego del triunfo completo del cristianismo y hasta el siglo XII. Más se acentuaba la decadencia económica, más importancia adquiría la función comercial de los judíos. En el siglo X ellos constituyen el único nexo económico entre Europa y Asia.
     


    Última edición por RioLena el Lun Feb 03, 2020 10:27 pm, editado 4 veces
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    Mensaje por RioLena Lun Feb 03, 2020 9:13 pm

    4° Es a partir del siglo XII, paralelamente al desarrollo económico de Europa occidental, el crecimiento de las ciudades y a la formación de una clase comercial e industrial autóctona, que la situación de los judíos comienza a empeorar seriamente, hasta llegar a su casi total eliminación en la mayor parte de los países occidentales.

    Las persecuciones contra los judíos toman formas cada vez más violentas. Por el contrario, en los países retardatarios de Europa oriental su situación continúa floreciente hasta una época bastante cercana.

    Por estas simples consideraciones preliminares se ve la falsedad de la concepción general que impera en el dominio de la historia judía. Los judíos constituyen en la historia, ante todo, un grupo social con una función económica determinada. Son una clase, o mejor aún, un pueblo-clase.

    La noción de clase no contradice en absoluto la noción de pueblo. Porque los judíos se conservaron como clase social y conservaron también ciertas de sus particularidades religiosas, étnicas y lingüísticas.

    'Esta identidad de la clase y el pueblo (o de la raza) está lejos de ser excepcional en las sociedades pre-capitalistas. Las clases sociales en esa época se caracterizan muy frecuentemente por un carácter más o menos nacional o racial. "Las clases inferiores y las clases superiores no son, en muchos países, sino los pueblos conquistadores y los pueblos sometidos en una época anterior. La raza de los invasores formó una nobleza ociosa y turbulenta. La raza sometida no vivía de las armas, sino del trabajo. Kautsky dice también: "clases diferentes pueden adquirir un carácter racial específico. Por otra parte, el encuentro de razas diferentes, cada una especializada en una ocupación determinada, puede dar como resultado que cada una de esas razas ocupe una posición social diferente en el seno de la misma comunidad. Puede suceder que la raza se convierta en clase".

    Existe evidentemente una interdependencia continua entre el carácter racial o nacional y el carácter de clase. La posición social de los judíos tuvo una influencia profunda y determinante sobre su carácter nacional.

    Si no hay contradicción en esta noción de pueblo-clase, es aún más fácil admitir la correspondencia de la clase y la religión. Cuando una clase alcanza un grado de madurez y de conciencia determinados, su oposición a la masa dominante reviste formas religiosas. Las herejías de los albigenses, lolardos, maniqueos, cátaros y de las innumerables sectas que abundaban en las ciudades medievales, son las primeras manifestaciones religiosas de la creciente oposición de la burguesía y el pueblo al orden feudal. Estas herejías no alcanzaron en ningún caso la categoría de religión dominante debido a la debilidad relativa de la burguesía medieval. Fueron salvajemente ahogadas en sangre. Es en el siglo XVII cuando la burguesía, cada vez más poderosa, puede hacer triunfar el luteranismo y sobre todo el calvinismo y sus sucedáneos ingleses.

    Mientras el catolicismo expresa los intereses de la nobleza terrateniente y el orden feudal y el calvinismo (o puritanismo) los de la burguesía o el capitalismo, el judaísmo refleja los intereses de una clase comercial pre-capitalista.

    Lo que distingue principalmente el "capitalismo" judío del capitalismo propiamente dicho es que, contrariamente a este último, no aporta un nuevo modo de producción. "El capital comercial tenía una existencia propia y estaba netamente separado de las ramas de producción a las cuales servía de intermediario". "Los pueblos comerciantes de la antigüedad existían como los dioses de Epicurno en las entrañas de la tierra o, mejor aún, como los judíos, en los poros de la sociedad polaca". "La usura y el comercio explotan un procedimiento determinado de producción que no crean y al que permanecen extraños".

    La acumulación del dinero en manos de los judíos no se originaba en una forma especial de la producción capitalista. La plusvalía (o sobreproducto) provenía de la explotación feudal y los señores estaban obligados a entregar una parte de esta plusvalía a los judíos. De aquí el antagonismo entre los judíos y el feudalismo, pero de ahí también el vínculo indestructible que existía entre ellos.

    Tanto para el señor como para el judío, el feudalismo era su tierra nutricia. Si el señor tenía necesidad del judío, el judío también necesitaba del señor. Es en razón de esta posición social que los judíos no han podido llegar en ninguna parte a desempeñar el papel de clase dominante. En la economía feudal el papel de una clase comercial no puede dejar de ser claramente subordinado. El judaísmo no podía ser más que un culto más o menos tolerado.

    Ya hemos visto que en la antigüedad los judíos poseían su propia jurisdicción. Lo mismo ocurría en la Edad Media. "En la plástica sociedad de la Edad Media cada clase de hombres -así como vive según sus propias costumbres- posee su jurisdicción especial. Por encima de la organización judicial del Estado, la Iglesia tiene sus tribunales eclesiásticos, la nobleza sus cortes feudales, los campesinos sus cortes regionales. La burguesía, a su turno, adquiere las regidurías".

    La organización específica de los judíos era la Kehila (comunidad). Cada conglomerado judío estaba organizado en una comunidad que tenía su vida social particular y una organización judicial propia. Es en Polonia donde esta organización logra su mayor perfeccionamiento.

    A raíz de una ordenanza del rey Segismundo-Augusto, de 1551, los judíos tuvieron derecho a elegir los jueces y rabinos que debían administrar todos sus asuntos. Es solamente en los procesos entre judíos y no-judíos cuando intervienen los tribunales de los voivodas.

    En cada conglomerado judío la población elegía libremente un consejo de la comunidad llamado Kahal, cuyas funciones eran muy amplias: percibía los impuestos para el Estado, distribuía los impuestos generales y especiales, dirigía las escuelas elementales y superiores (leschiboth), reglamentaba todas las cuestiones concernientes al comercio, el artesanado y la beneficencia, y dirimía los conflictos entre los miembros de la comunidad. El poder de cada Kahal se extendía a los habitantes judíos de todas las poblaciones vecinas.

    Con el tiempo, los diversos consejos de las comunidades judías tomaron la costumbre de reunirse regionalmente, a intervalos regulares, para discutir cuestiones administrativas, jurídicas y religiosas. Estas asambleas fueron tomando el aspecto de pequeños parlamentos.

    En ocasión de la gran feria de Lublin, se reunía una especie de parlamento general donde participaban los representantes de la Gran Polonia, de la Pequeña Polonia, de Podolla y de Volinia. Este parlamento tomó el nombre de "Vaad Arba Aratzoth", el "Consejo de los Cuatro Países". Los historiadores judíos tradicionales no han dejado de ver en esta organización una forma de autonomía nacional. "En la antigua Polonia, dice Dubnov, los judíos constituían una nación con autonomía propia, su administración interior, sus tribunales y una cierta independencia jurídica".

    Es evidente que hablar de autonomía nacional en el siglo XVI constituye un grueso anacronismo ya que en esa época se ignoraba en absoluto la cuestión nacional. En la sociedad feudal, sólo las clases poseen sus jurisdicciones especiales. La autonomía judía se explica por la posición social y económica específica de los judos, y no por su "nacionalidad".

    La evolución lingüística también refleja la posición social concreta del judaísmo. El hebreo desaparece muy pronto como lengua viva. En todas partes los judíos adoptan las lenguas de los pueblos circundantes, pero esta adaptación lingüística generalmente se realiza bajo la forma de un dialecto nuevo donde reaparecen algunas locuciones hebreas. En diversos momentos históricos existen los dialectos judeo-árabe, judeo-persa, judeo-provenzal, judeo-portugués, judeo-español, etc., sin hablar del judeo-alemán que se transformó en el actual yidis (idish o yiddish). El dialecto expresa las dos tendencias contradictorias que han caracterizado la vida judía: la tendencia a la integración en la sociedad circundante y la tendencia al aislamiento proveniente de la situación social y económica del judaísmo.

    Solamente donde los judíos dejan de constituir un grupo social particular se asimilan completamente a la sociedad que los rodea. "La asimilación no es un fenómeno nuevo en la historia judía", dice el sociólogo sionista Ruppin.

    En realidad, si la historia judía es la historia de la preservación del judaísmo, también es la historia de la asimilación de grandes capas del judaísmo. "En el norte de África, antes del Islam, muchos judíos se dedicaban a la agricultura, pero la mayoría de ellos fue absorbida por la población local. Esta asimilación se explica porque allí los judíos dejaron de constituir una clase y se transformaron en agricultores. "Si los judíos se hubieran entregado a la agricultura, si se hubieran dispersado por todo el país, en algunas generaciones hubieran llegado a su completa asimilación con el resto de la población, a pesar de las diferencias religiosas. Pero dedicados al comercio y concentrados en las ciudades, formaron comunidades separadas, frecuentándose y casándose entre ellos".

    Podrían recordarse también las numerosas conversiones de los judíos propietarios de tierras en la Alemania del siglo IV, la completa desaparición de las tribus guerreras judías de Arabia, la asimilación de los judíos en América del Sur, en la Guayana holandesa, etc.

    La ley de la asimilación podría formularse así: allí donde los judíos dejan de constituir una clase, pierden más o menos rápidamente sus características étnicas, religiosas y lingüísticas: se asimilan.

    Es muy difícil seguir la historia judía en Europa en algunos períodos esenciales, pues las condiciones económicas, sociales y políticas eran diferentes en cada país. Mientras que Polonia y Ucrania a fines del siglo XVIII se encontraban aún en pleno feudalismo, en esa misma época Europa Occidental asiste a un desarrollo acelerado del capitalismo. Se comprende fácilmente que la situación de los judíos polacos se asemeja más a la situación de los judíos franceses de la época carolingia que a la de sus correligionarios de Burdeos o París. "El judío portugués de Burdeos y el judío alemán de Metz son seres totalmente diferentes", escribía un judío francés a Voltaire. Los ricos judíos burgueses de Francia o de Holanda no tenían casi nada en común con los judíos polacos, que pertenecían a una clase de la sociedad feudal.

    A pesar de las considerables diferencias de las condiciones y del ritmo del desarrollo económico de los pases europeos habitados por los judíos, un atento estudio permite destacar las etapas esenciales de su historia.

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    Mensaje por RioLena Lun Feb 03, 2020 9:17 pm

    •La decadencia del capitalismo y la tragedia judía del siglo XX

    El Sionismo

    El sionismo nació entre el fulgor de los incendios provocados por los pogromos rusos de 1882 y en el tumulto del caso Dreyfus, dos acontecimientos que revelaron la agudeza que alcanzó el problema judío a fines del siglo XIX.

    La rápida capitalización de la economía rusa luego de la reforma de 1863 hace insostenible la situación de las masas judías en las pequeñas ciudades. En Occidente, las clases medias, desmenuzadas por la concentración capitalista, comienzan a volverse contra el elemento judío cuya competencia agrava su situación. En Rusia se funda la Asociación de los "Amantes de Sión".

    Leo Pinsker escribe ‘La Autoemancipación’, libro en el que preconiza el retorno a Palestina como única solución posible de la cuestión judía. En Paris, el barón Rothschild, que como todos los magnates judíos ve con poca simpatía la llegada a Occidente de los inmigrantes judíos, comienza a interesarse en la obra de la colonización de Palestina.

    Ayudar a "los hermanos infortunados" a volver al país de sus "antepasados", es decir a irse lo más lejos posible, no tenía nada de desagradable para la burguesía de Occidente que con razón temía el ascenso del antisemitismo. Poco después de la aparición del libro de Leo Pinsker, un periodista judío de Budapest, Teodoro Herzl, asiste en París a las manifestaciones antisemitas provocadas por el asunto Dreyfus. Escribirá ‘El Estado judío’, que hasta hoy sigue siendo el evangelio del movimiento sionista. Desde el principio, el sionismo apareció como una reacción de la pequeña burguesía judía (que aún constituye la base del judaísmo) duramente atacada por la creciente ola de antisemitismo, sacudida de un país a otro, y que procura alcanzar la Tierra Prometida para sustraerse a las tempestades desencadenadas sobre el mundo moderno.

    El sionismo es, pues, un movimiento muy joven; es el más joven de los movimientos nacionales europeos. Esto no le impide -mucho más que todos los otros nacionalismos- pretender que se nutre de un pasado sumamente remoto. El sionismo, que en realidad es el producto de la última fase del capitalismo, cuando éste comienza a desintegrarse, sostiene que su origen se remonta a un pasado más que bimilenario.

    Si bien el sionismo es fundamentalmente una reacción contra la situación creada al judaísmo por la combinación de la destrucción del feudalismo y la decadencia del capitalismo, afirma que constituye una reacción contra el estado de cosas existente desde la caída de Jerusalén en el año 70 de la era cristiana. Su reciente nacimiento es, evidentemente, la mejor réplica a esas pretensiones. En efecto, ¿cómo creer que el remedio para un mal existente desde hace dos mil años, pudo encontrarse a finales del siglo XIX? Pero el sionismo, como todos los nacionalismos, y aun con más énfasis, considera el pasado histórico a la luz del presente. Y por lo tanto deforma también la imagen del presente. Así como actualmente a los niños franceses se les presenta una Francia existente desde la Galia de Vercingetorix, y a los niños de Provenza las victorias de los reyes de Île-de-France sobre sus antepasados como éxitos propios, de la misma manera, el sionismo trata de crear el mito de un judaísmo eterno, eternamente expuesto a las mismas persecuciones.

    El sionismo ve en la caída de Jerusalén la causa de la dispersión y, en consecuencia, el origen de todas las desventuras judías en el pasado, el presente y el futuro. "El origen de todos los infortunios del pueblo judío es la pérdida de su patria histórica y su dispersión en todos los países", declara la delegación marxista del "Poalé-Sión" en el Comité holando-escandinavo. Después de la violenta dispersión de los judíos por los romanos, la lamentable historia continúa. Expulsados de su patria, los judíos no han querido (¡Oh bellezas del libre albedrío!) asimilarse. Imbuidos de su "cohesión nacional", "de un superior sentimiento ético y de "una indestructible creencia en un Dios único", resistieron todas las tentativas de asimilación. Durante esos oscuros días que duraron dos mil años, su única esperanza fue la visión de un retorno a su antigua patria.

    El sionismo nunca se planteó seriamente esta pregunta: ¿Por qué durante esos dos mil años los judíos nunca intentaron, realmente, volver a esa patria? ¿Por qué fue preciso esperar a finales del siglo XIX para que Herzl llegara a convencerlos de esta necesidad? ¿Por qué todos los predecesores de Herzl, como el famoso Sebetai Zevi, fueron tratados como falsos mesías? ¿Por qué los partidarios de Sebetai Zevi fueron ferozmente perseguidos por el judaísmo ortodoxo?

    Naturalmente, para responder a estas interesantes preguntas se refugian en la religión. "Mientras las masas creyeron que debían permanecer en la Diáspora hasta la llegada del Mesías, era preciso sufrir en silencio", dice Zitlovski, cuyo sionismo es, por lo demás, bastante condicional. Pero, sin embargo, esta explicación no nos explica nada. Se trata precisamente de saber por qué las masas judías creían que era preciso esperar al Mesías para poder "volver a su patria". La religión, por ser un reflejo ideológico de los intereses sociales, debe forzosamente corresponderlos. Actualmente la religión no constituye en absoluto un obstáculo para el sionismo.

    En realidad, mientras el judaísmo permaneció incorporado en el sistema feudal, el "sueño de Sión" no era otra cosa que un sueño y no correspondía a ningún interés real del judaísmo. El posadero o el "arrendatario" judío de Polonia del siglo XVI pensaba tan poco en volver a Palestina como hoy en día el millonario judío de América. El mesianismo religioso judío en nada se distinguía de los mesianismos propios a las otras religiones. Los peregrinos judíos que iban a Palestina, encontraban allí peregrinos católicos, ortodoxos y musulmanes. Por otra parte, no era el "retorno a Palestina" lo que constituía el fondo de ese mesianismo, sino la creencia en la reconstrucción del templo de Jerusalén.

    Todos estos conceptos idealistas del sionismo son inseparables naturalmente del dogma del eterno antisemitismo: "Mientras los judíos residan en la Diáspora, serán aborrecidos por los autóctonos". Este punto de vista esencial del sionismo que constituye -digámoslo así- su esqueleto, está matizado, naturalmente, según sus distintas corrientes.

    El sionismo transpone el antisemitismo moderno a toda la historia, ahorrándose el trabajo de estudiar las diversas formas del antisemitismo y su evolución. Sin embargo, hemos visto que en distintas épocas históricas el judaísmo formaba parte de las clases poseedoras y recibía el mismo trato. En resumen, habría que buscar la razón del sionismo en la imposibilidad de asimilación a causa del "eterno" antisemitismo, y en la voluntad de salvaguardar los "tesoros del judaísmo".

    En realidad, la ideología sionista, como toda ideología, no es más que el reflejo desfigurado de los intereses de una clase. Es la ideología de la pequeña burguesía judía, asfixiada entre el feudalismo en ruinas y el capitalismo en decadencia. La refutación de las fantasías ideológicas del sionismo no niega, naturalmente, las necesidades reales que le dieron origen.

    El antisemitismo moderno -y no el místico antisemitismo "eterno"- es el mejor agitador en favor del sionismo. De la misma manera, la cuestión esencial que se plantea es saber en qué medida el sionismo es capaz de resolver, no el "eterno" problema judío, sino la cuestión judía en la época de la decadencia capitalista.

    Los teóricos sionistas gustan de comparar el sionismo con los otros movimientos nacionales, pero, en realidad, los fundamentos de los movimientos nacionales y del sionismo son totalmente diferentes. El movimiento nacional de la burguesía europea es consecuencia del desarrollo capitalista, refleja la voluntad de la burguesía de crear bases nacionales para la producción aboliendo las sobrevivencias feudales. El movimiento nacional de la burguesía europea está estrechamente ligado a la fase ascendente del capitalismo. Pero, en el siglo XIX, la época del florecimiento de los nacionalismos, lejos de ser "sionista", la burguesía judía era profundamente asimilacionista.

    El proceso económico que da origen a las naciones modernas planta las bases de la integración de la burguesía judía en la nación burguesa.

    Cuando el proceso constitutivo de las naciones llega a su fin, cuando las fuerzas productivas encuentran exiguas las fronteras nacionales, comienza a manifestarse el proceso de expulsión de los judíos de la sociedad capitalista, empezando a desarrollarse el antisemitismo moderno. La eliminación del judaísmo acompaña la decadencia del capitalismo. Lejos de ser producto del desarrollo de las fuerzas productivas, el sionismo es, precisamente, la consecuencia de la paralización total de ese desarrollo, el resultado de la petrificación del capitalismo. Mientras el movimiento nacional es producto del período ascendente del capitalismo, el sionismo es consecuencia de la era imperialista. La tragedia judía del siglo XX es un resultado directo de la decadencia del capitalismo.

    Aquí es donde se encuentra el principal obstáculo para la realización del sionismo. La decadencia capitalista, base del desarrollo del sionismo, es también causa de la imposibilidad de su realización. La burguesía judía está obligada a crear íntegramente un Estado nacional, a asegurarse planes objetivos para el desarrollo de sus fuerzas productivas, precisamente en la época en que las condiciones para un desarrollo semejante han desaparecido hace mucho tiempo. Las condiciones de la decadencia del capitalismo que planteara tan agudamente la cuestión judía, hacen también imposible su solución por la vía sionista. Nada hay de extraño en esto. No se puede suprimir un mal sin destruir sus causas.

    Pues bien, el sionismo se propone resolver la cuestión judía sin destruir el capitalismo, que es la razón principal de los sufrimientos de los judíos.

    A fines del siglo XIX, en la época en que el problema judío comenzaba a plantearse con toda su agudeza, 150.000 judíos abandonaban anualmente su país de origen. Entre 1881 y 1925 se expatriaron cerca, de cuatro millones. A pesar de estas enormes cifras, el judaísmo de Europa Oriental, ascendió de 6 a 8 millones.

    De este modo, ni aun cuando el capitalismo todavía estaba en vías de desarrollo, ni cuando los países de ultramar aún acogían a los emigrantes, la cuestión judía podía siquiera comenzar a solucionarse en el sentido sionista. Lejos de disminuir, la población judía mostraba una fatal propensión a continuar aumentando.

    Para comenzar a resolver la cuestión judía, es decir para comenzar a trasplantar realmente a las masas judías, sería necesario que los países de inmigración absorbieran, por lo menos, algo más del crecimiento natural de los judíos en la Diáspora, o sea, como mínimo unos 300.000 judíos anualmente. Y si antes de la primera guerra imperialista, cuando todas las condiciones eran todavía favorables para la emigración, cuando todos los países desarrollados -tales como Estados Unidos- permitían la entrada de inmigrantes en masa nunca pudo ser alcanzada una cifra semejante, ¿cómo creer que ello sea posible en el período de la persistente crisis del capitalismo, en la época de las guerras casi incesantes?

    Naturalmente que en el mundo hay suficientes navíos para transportar centenas de millares e incluso millones de judíos. Pero si todos los países cerraron sus puertas a los emigrantes es porque hay una superproducción de fuerza de trabajo, como hay una superproducción de mercaderías. Contrariamente a la teoría de Malthus que consideraba que había exceso de hombres porque había demasiado pocos productos, es precisamente la abundancia de productos que causa la "plétora" humana. ¿Por qué milagro en la época en que los mercados mundiales están saturados de productos, en la época en que la desocupación permanente se extiende en todas partes, un país, por grande y rico que sea (y dejamos de lado el caso específico de la pobre y pequeña Palestina), podría desarrollar sus fuerzas productivas al punto de poder absorber 300.000 emigrantes anualmente?

    En realidad, las posibilidades de emigración judía disminuyen al mismo tiempo que aumenta su necesidad. Las causas que impulsan la emigración son las mismas que impiden llevarla a cabo: todas provienen de la decadencia del capitalismo.

    De esta contradicción esencial entre la necesidad y la posibilidad de emigrar surgen también las dificultades políticas del sionismo. La época del desarrollo de las naciones europeas fue también el periodo de una intensa colonización de los países de ultramar. Fue a principios y mediados del siglo XIX, en la edad de oro del nacionalismo europeo, cuando se colonizó América del Norte, y fue también en ese periodo que América del Sur y Australia comenzaron a desarrollarse. Vastas extensiones del planeta estaban virtualmente sin dueño y se prestaban maravillosamente para el establecimiento de millones de emigrantes europeos. En esa época, por las razones que hemos estudiado, los judíos pensaban, poco o nada, en emigrar.

    Actualmente el mundo entero está colonizado, industrializado y dividido entre los diversos imperialismos. En todas partes los emigrantes judíos deben enfrentar a la vez al nacionalismo de los "nativos" y al imperialismo dominante. En Palestina, el nacionalismo judío choca contra un nacionalismo árabe cada vez más agresivo. El desarrollo de Palestina por la inmigración judía aumenta asimismo la intensidad de ese nacionalismo árabe. El desarrollo económico del país provoca el aumento de la población árabe, su diferenciación social y el crecimiento de un capitalismo nacional.

    Para vencer la resistencia árabe, los judíos necesitan del imperialismo inglés, pero este "apoyo" es tan perjudicial como la resistencia árabe. El imperialismo inglés ve con ojos favorables una débil inmigración judía que constituya un contrapeso al factor árabe, pero es resueltamente hostil al establecimiento de una numerosa población judía en Palestina, al desarrollo industrial y al crecimiento del proletariado. Simplemente, se sirve de los judíos para contrabalancear la amenaza árabe, pero hace todo lo posible para provocar dificultades a la inmigración judía.

    Así, a las crecientes dificultades que provoca la resistencia árabe se agrega el juego pérfido del imperialismo británico. En fin, debe sacarse una última conclusión de las premisas fundamentales establecidas: Debido a su carácter necesariamente artificial, a causa de las pocas perspectivas de un desarrollo rápido y normal de la economía palestina en nuestra época, la obra de colonización sionista demanda considerables capitales.

    El sionismo requiere cada vez mayores sacrificios de los judíos del mundo. Pero mientras la situación de los judíos es más o menos soportable en la Diáspora, ninguna clase judía siente la necesidad de hacer esos sacrificios. A medida que las masas judías sienten la necesidad de tener una "patria", a medida también que las persecuciones aumentan de intensidad, las masas judías están en peores condiciones para contribuir a la edificación sionista. "Para la reconstrucción de Palestina es necesario un pueblo judío fuerte en la Diáspora", dice Ruppin. Pero mientras el pueblo judío es fuerte en la Diáspora, no siente ninguna necesidad de la reconstrucción palestina. Cuando tiene la necesidad, ya no tiene posibilidad de realizarla. Sería difícil pedir hoy a los judíos europeos que tienen una urgente necesidad vital de emigrar, que hagan algo por la reconstrucción de Palestina. Es fácil apostar que el día que puedan hacerlo su entusiasmo amainará mucho.

    Naturalmente, no se puede excluir un éxito relativo del sionismo en el sentido de la creación de una mayoría judía en Palestina e incluso de la formación de un "Estado judío", es decir, de un Estado sometido a la completa dominación del imperialismo inglés o norteamericano. De alguna manera esto sería un retorno al estado de cosas que existiera en Palestina antes de la destrucción de Jerusalén y, desde ese punto de vista, sería "la reparación de una injusticia bimilenaria".

    Pero ese minúsculo Estado judío "independiente" en medio de una Diáspora mundial no será más que un retorno aparente al estado de cosas de antes del año 70. Ello no significará el comienzo de la solución de la cuestión judía. En efecto, la Diáspora judía de la época romana tenía sólidas bases económicas: los judíos desempeñaban una función importante en el mundo. La existencia o la ausencia de una metrópoli palestina, para los judíos de esa época, tenía una importancia secundaria.

    Hoy no se trata de dar a los judíos un centro político o espiritual (como lo quería Achhaad Haem) sino de salvar al judaísmo de la extinción que lo acecha en la Diáspora. Ahora bien, ¿la existencia de un pequeño Estado judío en Palestina puede cambiar en algo la situación de los judíos polacos o alemanes? Admitiendo incluso que todos los judíos del mundo fueran hoy ciudadanos palestinos, ¿hubiera sido diferente la política de Hitler? Hay que estar afectado de un incurable cretinismo jurídico para creer que, sobre todo en la época actual, la creación de un pequeño Estado judío en Palestina podría cambiar en algo la situación de los judíos en el mundo.

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    La concepción materialista de la cuestión judía - Abraham León (militante de la IVª Internacional asesinado en Auschwitz en 1944) - año 1942 - en los mensajes, links de interés sobre Sionismo Empty Re: La concepción materialista de la cuestión judía - Abraham León (militante de la IVª Internacional asesinado en Auschwitz en 1944) - año 1942 - en los mensajes, links de interés sobre Sionismo

    Mensaje por RioLena Lun Feb 03, 2020 9:21 pm

    Luego de la eventual creación de un Estado judío en Palestina, la situación se asemejará al estado de cosas que existía en la época romana solamente en que, en los dos casos, la existencia de un pequeño Estado judío en Palestina no ejerce ninguna influencia sobre la situación de los judíos en la Diáspora.

    En la época romana, la posición económica y social del judaísmo en la Diáspora era muy sólida, por lo tanto la desaparición de ese Estado judío no la comprometió en absoluto. Actualmente la situación de los judíos en el mundo es muy grave y por eso la restauración de un Estado judío en Palestina no podrá solucionarla. En los dos casos, la situación de los judíos no depende en absoluto de la existencia de un Estado en Palestina, pero está en función de la situación económica, social y política general. Suponiendo incluso que el sueño sionista se realice y que "la injusticia secular" sea reparada -y estamos lejos de ello- en nada se modificará la situación del judaísmo mundial. Puede ser que el templo sea reconstruido, pero los fieles continuarán sufriendo.

    La historia del sionismo es la mejor ilustración de las invencibles dificultades con que tropieza, dificultades resultantes, en último término, de la contradicción esencial que lo desgarra: contradicción entre la urgente necesidad de resolver la cuestión judía, y la creciente imposibilidad de resolverla en las condiciones del capitalismo en decadencia.

    Inmediatamente después de la guerra imperialista, la emigración judía a Palestina no encontraba grandes obstáculos en su camino. A pesar de esto hubo relativamente pocos inmigrantes; las condiciones económicas de los países capitalistas en la post-guerra hacían menos urgente la necesidad de emigrar. Debido a la poca magnitud de esta emigración el gobierno británico no se sintió obligado a obstaculizar la entrada de judíos en Palestina.

    En los años 1924-25-26, la burguesía polaca inicia una ofensiva económica contra las masas judías. En estos años es también más importante la emigración hacia Palestina, pero esta emigración masiva muy pronto enfrenta dificultades económicas insuperables. El reflujo fue casi tan grande como fuera la afluencia. Hasta 1933, fecha de la toma del poder por Hitler, la inmigración sigue siendo poco importante.

    Después de esa fecha, decenas de miles de judíos comienzan a llegar a Palestina. Pero esta "coyuntura" es muy pronto detenida por una tempestad de manifestaciones y masacres antijudías. Los árabes temen seriamente transformase en una minoría dentro del país. Los señores feudales árabes temen ser sumergidos por la ola del capitalismo. El imperialismo británico aprovecha esta tensión para obstaculizar la entrada de los judíos, y trata de profundizar el abismo existente entre judíos y árabes, proponiendo la partición de Palestina.

    Hasta la segunda guerra imperialista el sionismo encontraba dificultades crecientes. La población palestina vivía en estado de terror permanente. Precisamente, cuando la situación de los judíos era cada vez más desesperada, el sionismo se mostraba totalmente incapaz de ponerle remedio. Los inmigrantes judíos "clandestinos' eran recibidos a balazos por los "protectores" británicos.

    La ilusión sionista comenzó a perder atractivo incluso a los ojos de los menos advertidos. Las últimas elecciones de Polonia demostraron que las masas judías se apartaban completamente del sionismo. Las masas judías comienzan a comprender que el sionismo no sólo no puede mejorar seriamente su situación, sino que proporciona armas a los antisemitas para sus teorías sobre la "necesidad objetiva de la emigración judía". La guerra imperialista y el triunfo del hitlerismo en Europa constituyen para el judaísmo un desastre sin precedentes. El judaísmo se encuentra ante la amenaza de su completa exterminación.

    ¿Qué puede el sionismo ante tal desastre? ¿No es evidente que la cuestión judía depende muy poco de los futuros destinos de Tel-Aviv, sino mucho más del régimen que mañana se establecerá en Europa y en el mundo? Los sionistas tienen muchas esperanzas en una victoria del imperialismo anglosajón. Sin embargo, ¿existe una sola razón para creer que la actitud de los imperialistas anglosajones diferirá después de su eventual victoria, de su actitud de antes de esta guerra? Es evidente que no, Y admitiendo incluso que el Imperialismo anglosajón cree una especie de engendro de Estado judío, hemos visto que ello tendría poca influencia en la situación del judaísmo mundial.

    Una gran inmigración judía a Palestina después de esta guerra, tropezará con las mismas dificultades que encontró antes. En las condiciones del capitalismo decadente es imposible trasplantar millones de judíos. Sólo una economía socialista mundial planificada sería capaz de semejante milagro. Pero esto supone naturalmente la revolución proletaria.

    Pero el sionismo pretende, precisamente, resolver la cuestión judía independientemente de la Revolución mundial. Al menospreciar los orígenes reales de la cuestión judía de nuestra época, meciéndose en sueños pueriles e insensatas esperanzas, el sionismo demuestra que es una excrecencia ideológica y no una doctrina científica,

    •Las vías de solución de la cuestión judía

    Es falso afirmar que desde hace dos mil años el problema judío requiere una solución. El hecho mismo de que en el curso de este largo periodo no se encontrara esa solución prueba acabadamente su no-necesidad.

    El judaísmo era un factor indispensable en la sociedad pre-capitalista, un órgano esencial, esto es lo que explica su existencia bimilenaria en la "Diáspora". El judío era un personaje tan característico en la sociedad feudal como el señor y el siervo. No fue por azar que un elemento extranjero desempeñara la función de "capital" en la sociedad feudal. Por su propio carácter, ella no podía constituir el elemento capitalista; cuando pudo hacerlo, comenzó precisamente a dejar de ser feudal.

    Tampoco fue casual que el judío continuara siendo extranjero en el seno de la sociedad feudal. El "capital" peculiar de la sociedad pre-capitalista existe fuera de su sistema económico. Cuando el capital comienza a surgir de las entrañas de ese sistema social, reemplazando así al órgano artificial, el judío desaparece al mismo tiempo que la sociedad feudal deja de serlo.

    Es el capitalismo moderno el que plantea el problema judío. No porque los judíos actualmente alcancen a cerca de 20 millones de individuos (la proporción de judíos con respecto a los no judíos incluso disminuyó mucho desde la época romana), sino porque el capitalismo demolió las bases seculares de la existencia del judaísmo, destruyó la sociedad feudal y con ella la función del pueblo-clase judío. La historia condenó a la desaparición a ese pueblo clase: así se planteó el problema judío. La cuestión judía es la de la adaptación del judaísmo a la sociedad moderna; el problema de la liquidación de la herencia legada a la humanidad por el feudalismo.

    Durante siglos el judaísmo constituyó un organismo social en cuyo seno los elementos sociales y nacionales se interpenetraban profundamente. Los judíos están lejos de constituir una raza: por el contrario, probablemente sean una de las mezclas raciales más características, más pronunciadas. Esto no impide que, en esta amalgama, el elemento asiático sea muy notable, en todo caso lo suficiente para diferenciarlo en el seno de las naciones occidentales, donde se encuentran más expandidos.

    Este "fondo" nacional real está complementado con un fondo imaginario, poético, constituido por la tradición secular que vincula el judío actual a sus lejanos "ancestros" de la época bíblica. Sobre esta base nacional se injertó, luego, el fondo de clase, la psicología mercantil. Los elementos nacionales y sociales se mezclaron al punto de interpenetrarse completamente. Será difícil descubrir en el judío polaco, en su "tipo", la parte heredada de sus antepasados y la parte adquirida por la función social que ejerce desde hace siglos en ese país.

    Puede admitirse que la base social después de mucho tiempo cobra más importancia que el fondo nacional. De todas maneras, si el elemento social se agregó al elemento nacional, éste último pudo subsistir gracias al primero. Fue por su situación social y económica que el judío pudo "conservarse".

    El capitalismo planteó el problema judío, es decir destruyó las bases sociales que sostuvieron al judaísmo durante siglos. Pero el capitalismo no resolvió el problema judío, pues no pudo absorber al judío liberado de su corteza social. La decadencia del capitalismo dejó a los judíos en el aire. Si bien el comerciante pre-capitalista judío desapareció en gran medida, su hijo no se ubicó en la producción moderna. Al desplomarse la base social del judaísmo, lo transformó en gran parte en elemento desclasado. El capitalismo no sólo condenó la función social de los judíos, sino que también condenó a los propios judíos.

    Los ideólogos pequeñoburgueses siempre tienden a erigir los fenómenos históricos en categorías eternas, para ellos la cuestión judía está en función de la Diáspora, para ellos sólo la concentración de los judíos en Palestina podría resolverla.

    Sin embargo, es puro infantilismo reducir la cuestión judía a un problema territorial. La solución territorial sólo tiene sentido si significa la desaparición del judaísmo tradicional, la integración en la economía moderna, la "productivización" de los judíos. Por un camino tortuoso, el sionismo llega a las soluciones preconizadas por sus peores enemigos: los asimilacionistas consecuentes. Para los unos, como para los otros, se trata de hacer desaparecer la "maldita" herencia del pasado, transformar a los judíos en obreros, agricultores, intelectuales productivos. Lo ilusorio del sionismo no consiste en su voluntad por llegar a ese resultado, esa es una necesidad histórica que, más tarde o más temprano, se abrirá en su camino.

    Su ilusión consiste en creer que las dificultades insuperables que opone el capitalismo decadente a esa tarea, desaparecerán como por encantamiento en Palestina. Pero las mismas causas que impidieron que los judíos de la Diáspora encontraran lugar en la economía no permitirán que ello se realice en Palestina. En la época actual el mundo constituye una entidad tal que es un verdadero desatino emprender la construcción de un islote como defensa de sus tempestades.

    Es por esto que "el fracaso de la asimilación fatalmente será acompañado del fracaso del sionismo". En la época en que el problema judío tiene la intensidad de una inmensa tragedia, Palestina sólo constituye un débil paliativo. Diez millones de judíos se encuentran en un inmenso campo de concentración. ¿Qué solución puede aportar a este problema la creación de algunas colonias sionistas?

    Por lo tanto ¿ni asimilación ni sionismo? ¿No hay solución entonces? No, no hay solución de la cuestión judía en el régimen capitalista, como tampoco hay solución a los otros problemas que se plantea la humanidad sin profundas conmociones sociales. Las mismas causas que hacen ilusoria la emancipación judía imposibilitan al realización del sionismo. Sin eliminar las causas profundas de la cuestión judía no se podrán eliminar sus efectos.

    El gueto reapareció, símbolo también del trágico destino al que se encamina la humanidad. Pero la misma exacerbación del antisemitismo prepara el camino de su desaparición. La expulsión de los judíos constituye momentáneamente una forma de espacio vital para la pequeña burguesía. La "arianización" permite ubicar algunas decenas de miles de intelectuales y pequeñoburgueses desocupados. Pero atacando las causas aparentes de sus miserias, la pequeña burguesía no hace sino acentuar la acción de las causas reales.

    El fascismo acelera el proceso de proletarización de las clases medias. Después de los pequeños burgueses judíos fueron expropiados y proletarizados centenares de miles de comerciantes y artesanos. La concentración capitalista obtuvo progresos gigantescos.

    "El mejoramiento de la situación económica" se logró al precio de la preparación de la segunda guerra imperialista, causa de terribles destrucciones y masacres.

    En este sentido el trágico destino del judaísmo refleja con particular agudeza la situación de toda la humanidad. Para los judíos la declinación del capitalismo significa el "retorno al gueto", cuando las bases del gueto desaparecieron hace mucho tiempo con los fundamentos de la sociedad feudal. Igualmente, el capitalismo clausura para toda la humanidad el retorno al pasado y la ruta hacia el porvenir. Sólo la destrucción del capitalismo permitirá a la humanidad utilizar las inmensas adquisiciones de la era industrial.

    ¿Puede extrañar que las masas judías -primeras en padecer, con especial agudeza, las contradicciones del capitalismo- hayan proporcionado cuantiosas fuerzas a la lucha socialista y revolucionaria?

    En diferentes oportunidades Lenin subraya la importancia de los judíos en la revolución, no solamente en Rusia, sino también en otros países. Lenin también expresa la idea de que la huida de parte de la población judía al interior de Rusia, a raíz de la ocupación de las regiones industriales del oeste, fue muy útil para la revolución, de la misma manera que la presencia durante la guerra en las ciudades rusas de gran número de intelectuales judíos. Ellos permitieron a los bolcheviques quebrar el sabotaje general que debieron enfrentar por doquier inmediatamente después de la revolución y que tan peligroso era. Fue así que ayudaron a los bolcheviques a superar una etapa muy crítica (Diamantstein).

    El elevado porcentaje de judíos en el movimiento proletario es el reflejo de la trágica situación del judaísmo en nuestra época. Las facultades espirituales de los judíos, fruto del pasado histórico del judaísmo, constituyen, por lo tanto, un importante aporte al movimiento proletario.

    Esta es, también, una última razón, y no la menos importante, del antisemitismo moderno. Las clases dirigentes persiguen con sadismo particular a los intelectuales y obreros judíos que proporcionaron masas combatientes al movimiento revolucionario.

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    La concepción materialista de la cuestión judía - Abraham León (militante de la IVª Internacional asesinado en Auschwitz en 1944) - año 1942 - en los mensajes, links de interés sobre Sionismo Empty Re: La concepción materialista de la cuestión judía - Abraham León (militante de la IVª Internacional asesinado en Auschwitz en 1944) - año 1942 - en los mensajes, links de interés sobre Sionismo

    Mensaje por RioLena Lun Feb 03, 2020 9:24 pm

    Aislar completamente a los judíos de las fuentes de la cultura y la ciencia resulta indispensable para el régimen decadente que los persigue. La ridícula leyenda del "marxismo judío" no es más que una manifestación caricaturesca de los lazos que existen efectivamente entre el socialismo y las masas judías.

    Nunca la situación de los judíos fue más trágica. En las peores épocas de la Edad Media regiones enteras se abrían para recibirlos; actualmente, el capitalismo, que domina el Universo entero, les hace inhabitable la Tierra. Jamás el espejismo de una Tierra Prometida obsesionó tanto a las masas judías, pero nunca una Tierra Prometida fue tan incapaz como en nuestra época, de resolver la cuestión judía.

    Pero el propio paroxismo que alcanza hoy el problema nos da la clave de su solución. Nunca la situación de los judíos fue tan trágica, pero nunca estuvo tan cerca de dejar de serlo. En los siglos pasados la aversión hacia los judíos tenía una base real en el antagonismo social que les oponían las otras clases de la población. Actualmente, los intereses de las clases judías están estrechamente ligados a los intereses de las masas populares del mundo entero.

    Persiguiendo a los judíos como a "capitalistas", el capitalismo los convierte en parias absolutos. Las persecuciones feroces contra el judaísmo ponen al desnudo la estúpida bestialidad del antisemitismo, destruyendo los restos de prevención que contra ellos alentaban las, clases trabajadoras, los guetos y los brazaletes amarillos no impiden que los obreros experimenten una creciente solidaridad hacia los que sufren el mayor de los males que aquejan a la humanidad.

    Y la más formidable explosión social que verá el mundo prepara al fin la liberación de los parias más perseguidos de nuestro planeta. Cuando el pueblo de las fábricas y de los campos se sacuda finalmente de la tutela de los capitalistas, cuando ante la humanidad liberada se inaugure un porvenir de ilimitado desarrollo, las masas judías podrán aportar una contribución nada despreciable a la construcción de un mundo nuevo.

    Esto no quiere decir que el socialismo, armado de una varita mágica, hará desaparecer todas las dificultades que entraña la solución de la cuestión judía. El ejemplo de la URSS demuestra que, incluso después de la revolución proletaria, la estructura específica del judaísmo, herencia de la historia, dará lugar a ciertas dificultades, sobre todo en los períodos de transición. Es así que durante la N.E.P. los judíos rusos, utilizando su tradicional experiencia en el comercio, proporcionaron numerosos cuadros a la nueva clase burguesa.

    Por otra parte, la gran masa de pequeños comerciantes y artesanos judíos padecieron mucho al principio de la dictadura proletaria. Más tarde, con los éxitos del plan quinquenal, los judíos ingresaron en masa en la economía soviética. En suma, a pesar de ciertas dificultades, la experiencia fue concluyente: centenares de miles de judíos se convirtieron en obreros y campesinos. El hecho que un porcentaje importante de los asalariados judíos sean empleados y funcionarios no debe considerarse un índice inquietante. El socialismo no tiene ningún interés en que todos los judíos se dediquen a profesiones manuales, por el contrario, las facultades intelectuales de los judíos deben utilizarse ampliamente.

    Está pues comprobado que incluso en las condiciones relativamente difíciles de un país atrasado, el problema judío puede ser resuelto por el proletariado. Los judíos ingresaron masivamente en la economía rusa, la "productivizacion" de los judíos se realizó en dos procesos paralelos: asimilación y concentración territorial.

    Los judíos que ingresaron a la industria se asimilaron rápidamente. Ya en 1926, menos del 40 % de los mineros judíos de la cuenca del Donetz hablaban el yidish. Sin embargo, viven bajo un régimen de autonomía nacional: poseen escuelas particulares, prensa yidish, tribunales autónomos. Pero los nacionalistas judíos no terminan de deplorar el descuido de esas escuelas y esa prensa. Solamente, donde las masas judías suficientemente densas fueron colonizadas -particularmente en el Biro-Bidjan- se asiste a una especie de "renacimiento nacional".

    La vida misma demuestra, pues, que el problema que tan agudamente divide al judaísmo: asimilación o concentración territorial, sólo es esencial para los soñadores pequeñoburgueses. Las masas judías no aspiran más que al término de su martirio. Esto sólo el socialismo puede lograrlo. Pero también debe dar a los judíos -al igual que lo hará con todos los pueblos- la posibilidad de asimilarse y la de tener una vida nacional particular.

    ¿El fin del judaísmo? En efecto. A pesar de su irreductible oposición aparente, asimilacionistas y nacionalistas están acordes en combatir al judaísmo tal como lo ha conocido la historia: el judaísmo mercantil de la Diáspora, el pueblo-clase. Los sionistas no dejan de repetir que se trata de crear en Palestina un nuevo tipo de judío, enteramente diferente al de la Diáspora. Incluso rechazan con horror la lengua y la cultura de la Diáspora. En el Biro-Bidjan, en Ucrania y en la cuenca del Donetz, el viejo hombre se despoja también de su carga secular. El pueblo-clase, el judaísmo histórico, está definitivamente condenado por la historia.

    El sionismo, a pesar de todas sus pretensiones tradicionales, no logrará un "renacimiento nacional", sino todo lo más un "nacimiento nacional'. El "nuevo judío" no se parece ni a su hermano de la Diáspora, ni a su antepasado de la época de la caída de Jerusalén. El joven palestino, orgulloso de hablar la lengua de Bar Kolcheba, no hubiera sido comprendido por él.

    En efecto, en la época romana los judíos hablaban corrientemente arameo y griego, y sólo tenían vagas nociones de hebreo. Por otra parte, el neo-hebreo, por la fuerza de las circunstancias, se aleja cada vez más del lenguaje de la Biblia. Todo contribuirá a alejar al judío palestino del judaísmo de la Diáspora. Y cuando, mañana, comiencen a caer en Palestina las barreras y prevenciones nacionales, no hay duda que se operará un fecundo acercamiento entre los trabajadores árabes y judíos, lo que producirá una fusión parcial o total.

    El judaísmo "eterno", que por otro lado siempre fue sólo un mito, desaparecerá. Es pueril plantear la antinomia: asimilación-"solución nacional". Incluso en los países donde eventualmente se creen hogares nacionales judíos se asistirá, ya sea a la creación de una nueva nacionalidad judía, completamente diferente a la antigua, ya sea a la formación de nuevas naciones. Por otro lado, incluso en el primer caso, a menos de expulsar las poblaciones ya establecidas o de reactualizar las rigurosas prescripciones de Esdras y Nehemías, esta nueva nacionalidad no dejará de ser influida por los antiguos habitantes del país.

    El socialismo, en el dominio nacional, no puede proporcionar sino la democracia más amplia. Debe dar a los judíos la posibilidad de vivir una vida nacional en todos los países que habiten, de la misma manera, debe dar la posibilidad de que se concentren en uno o varios territorios, sin lesionar, naturalmente, los intereses de los habitantes. Sólo la más amplia democracia proletaria puede permitir resolver el problema judío con el mínimo de sufrimientos.

    Es evidente que el ritmo de la solución del problema judío depende del ritmo general de la edificación socialista.
    La antinomia entre asimilación y solución nacional es relativa, ya que a menudo el último término es prefacio del primero. Históricamente, todas las naciones existentes son el producto de diversas fusiones de razas y pueblos. No se excluye la creación de nuevas naciones formadas por la fusión o, incluso, por la dispersión de las naciones existentes actualmente, Sea como fuere, en este terreno el socialismo debe limitarse a "dejar actuar a la naturaleza".

    En cierto sentido se volverá así a la  práctica de la sociedad pre-capitalista. Es el capitalismo quien al proporcionar una base económica al problema nacional creó también antagonismos nacionales irreductibles. Antes de la época capitalista, eslovacos, checos, alemanes, franceses, vivían en perfecta armonía. Las guerras no tenían carácter nacional importaban solamente a las clases poseedoras.

    La política de asimilación forzada, de persecución nacional, era desconocida entre los romanos. Los pueblos bárbaros se dejaban romanizar o helenizar pacíficamente. Los antagonismos nacionales, culturales y lingüísticos actualmente son sólo la manifestación de los antagonismos económicos creados por el capitalismo. Con la desaparición del capitalismo, el problema nacional perderá su agudeza.

    Si es prematuro hablar de una asimilación mundial de los pueblos, es inevitable que la economía planificada a la escala del planeta tenga por efecto un considerable acercamiento de todos los pueblos de la Tierra.

    Sin embargo, sería poco recomendable precipitar esta asimilación por medios artificiales; nada podría perjudicarla más. No puede preverse aun claramente cuáles serán los "retoños" del judaísmo actual; el socialismo velará para que la "germinación" tenga lugar en las mejores condiciones posibles.


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    Mensaje por RioLena Lun Feb 03, 2020 10:25 pm

    Para interesados en el tema del Sionismo y en Abraham León, la web Nuevo Curso de la organización internacionalista Emancipación, ha publicado varios interesantes artículos, como siempre, perfectamente documentados:

    •¿Quien fue Abraham León?

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    •El antisemitismo antiguo y feudal

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    •Antisemitismo y capitalismo

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    •El antisemitismo tras la Segunda Guerra Mundial

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    •Antisemitismo hoy

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    La concepción materialista de la cuestión judía - Abraham León (militante de la IVª Internacional asesinado en Auschwitz en 1944) - año 1942 - en los mensajes, links de interés sobre Sionismo Empty Re: La concepción materialista de la cuestión judía - Abraham León (militante de la IVª Internacional asesinado en Auschwitz en 1944) - año 1942 - en los mensajes, links de interés sobre Sionismo

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