La concepción materialista de la cuestión judía
Abraham León (militante de la IVª Internacional. Asesinado en las cámaras de gas de Auschwitz en septiembre de 1944) - diciembre de 1942
►por la red circula una versión del texto publicada por un grupo trotskista argentino que es difícil de leer, dado que es una muy mala traducción on-line de la versión en inglés
►en el Foro en 5 mensajes
La concepción materialista de la cuestión judía
•Bases para un estudio científico de la historia judía
El estudio científico de la historia judía no superó aún la etapa de la improvisación idealista. Mientras que el campo de la historia general fue conquistado en gran parte por la concepción materialista, y los historiadores veraces se atrevieron a comprometerse en el camino señalado por Marx, la historia judía permanece siendo terreno predilecto de los "buscadores de dios" de toda especie. Este es uno de los pocos dominios históricos donde los prejuicios idealistas han llegado a imponerse y sobrevivir en tan alto grado.
¡Cuánto se ha escrito celebrando el famoso "milagro judío"! "Extraño espectáculo el de estos hombres que para conservar el legado sagrado de su fe desafiaban las persecuciones y el martirio”, dice Bédarride.
Todos los historiadores explican la conservación del pueblo judío como resultado de la fidelidad que han testimoniado a través de siglos a su religión o a su nacionalidad. Las divergencias se manifiestan cuando se trata de definir la razón por la cual se han conservado, el porqué de su resistencia a la asimilación. Algunos, desde el punto de vista religioso, hablan del "legado sagrado de su fe"; otros, como Dubnov, defienden la teoría de la "adhesión a la idea nacional".
"Las causas del fenómeno histórico de la conservación del pueblo judío deben buscarse en su fuerza espiritual nacional, en su base ética y en el principio monoteísta", dice la "Allgemeine Enzyklopedie" logrando así conciliar los diversos puntos de vista de los historiadores idealistas.
Pero si es posible conciliar las teorías idealistas, será inútil intentar armonizar estas mismas teorías con las reglas elementales de la ciencia histórica, pues esta rechaza categóricamente el error esencial de todas las escuelas idealistas, que consiste en ubicar el problema cardinal de la historia judía -la conservación del judaísmo-, bajo el signo del libre albedrío. Sólo el estudio de su función económica puede contribuir a esclarecer las causas del 'milagro judío".
Estudiar la evolución de este problema no presenta un interés meramente académico. Sin un profundo estudio de la historia judía es difícil comprender la cuestión judía en la época actual, pues su situación en el siglo XX se vincula íntimamente a su pasado histórico.
Todo estado social es una etapa del proceso social. El ser no es más que un momento del devenir. Para poder analizar la cuestión judía en su actual estado de desarrollo, es indispensable conocer sus raíces históricas.
En el dominio de la historia judía, como en el dominio de la historia general, el pensamiento genial de Marx indica el camino a seguir: "No busquemos el secreto del judío en su religión, sino busquemos el secreto de la religión en el judío real". Marx coloca de este modo la cuestión judía sobre sus pies. No es necesario partir de la religión para explicar la historia judía, al contrario, la conservación de la religión o de la nacionalidad judías deben explicarse por el "judío real", es decir por el judío en su función económica y social. La conservación de los judíos no tiene nada de milagroso. "El judaísmo se conserva no a pesar de la historia, sino por la historia". Y precisamente, por el estudio de la función histórica del judaísmo puede descubrirse el "secreto" de su supervivencia en la historia. Los conflictos entre el judaísmo y la sociedad cristiana, bajo su apariencia religiosa, son en realidad conflictos sociales. "A las contradicciones entre el Estado y una religión determinada, el judaísmo, por ejemplo, les damos una expresión humana planteando la contradicción entre el Estado y elementos laicos determinados".
El esquema general de la historia judía se presenta -con sus diversos matices- más o menos así, según la escuela idealista predominante:
Hasta la destrucción de Jerusalén, eventualmente hasta la rebelión de Bar Kokheba, la nación judía no se diferencia en nada de otras naciones normalmente constituidas, tales como la nación romana o la griega. Las guerras entre romanos y judíos dan por resultado la dispersión de la nación judía hacia los cuatro puntos cardinales. En la dispersión, los judíos oponen una resistencia indomable a la asimilación nacional y religiosa. El cristianismo no encuentra en su camino adversario más encarnizado y a pesar de todos sus esfuerzos no logra convertirlos. La caída del Imperio romano acentúa el aislamiento del judaísmo, que luego del completo triunfo del cristianismo en Occidente, constituye el único elemento heterodoxo.
En la época de las invasiones bárbaras los judíos de la dispersión no constituyen un grupo social homogéneo; por el contrario, la agricultura, la industria y el comercio están ampliamente representados entre ellos. Son las persecuciones religiosas continuas las que los obligan a restringirse cada vez más en el comercio y la usura. Las Cruzadas por el fanatismo religioso que suscitan acentúan violentamente esta evolución, que transforma a los judíos en usureros y concluye con su reclusión en los guetos. Naturalmente, el odio contra los judíos también se explica por su función económica, pero los historiadores no atribuyen a este factor más que una importancia secundaria. Esta situación del judaísmo se mantiene hasta la Revolución Francesa, que destruye las barreras que la opresión religiosa erigiera frente a ellos.
Muchos hechos importantes demuestran la falsedad de este esquema:
1° La dispersión de los judíos no data en absoluto de la caída de Jerusalén. Muchos siglos antes de este acontecimiento la gran mayoría de los judíos estaba diseminada por todo el mundo. "Lo cierto es que mucho antes de la caída de Jerusalén, más de las tres cuartas partes de los judíos no habitaban ya Palestina". (Ruppin)
Para las grandes masas judías dispersas en el Imperio griego y luego en el Imperio romano, el reino judío de Palestina tenía una significación totalmente secundaria. Su vínculo con la "madre patria" sólo se manifestaba en ocasión de las peregrinaciones religiosas a Jerusalén, cuya significación era semejante a la de la Meca para los musulmanes. Poco antes de la caída de Jerusalén, el rey Agripa decía: "No hay en el mundo un solo pueblo que no contenga algo del nuestro".
La Diáspora no fue pues, en absoluto, un hecho accidental, producido por una acción violenta; la razón esencial de la emigración judía debe buscarse en las condiciones geográficas de Palestina. "En Palestina los judíos son poseedores de un país montañoso que en cierto momento no es suficiente para asegurar a sus habitantes una existencia tan soportable como la de sus vecinos, un pueblo semejante está obligado a elegir entre el pillaje y la emigración. Los escoceses, por ejemplo, tomaron alternativamente cada uno de estos dos caminos... Los judíos, luego de numerosas luchas con sus vecinos, tomaron el segundo camino.
Pueblos que viven en tales condiciones no se dirigen al extranjero como agricultores, sino en carácter de mercenarios, como los arcadios en la antigüedad, los suizos en la Edad Media, los albaneses en nuestra época, o en carácter de comerciantes, como los judíos, los escoceses y los armenios. Está visto, pues, que un medio similar desarrolla en pueblos de razas diferentes, las mismas características".
2° Es indudable que la inmensa mayoría de los judíos de la dispersión se ocupaban del comercio. Palestina misma, desde tiempos muy remotos, constituía una vía de tránsito de mercaderías, un puente entre el valle del Eúfrates y el del Nilo. "Siria fue la gran ruta predestinada de los conquistadores... También era el camino que seguían las mercaderías y por el que circulaban las ideas. Se comprende que en estas regiones se haya establecido rápidamente una numerosa población con grandes ciudades dedicadas, por su misma situación, al comercio".
Las condiciones geográficas de Palestina explican, a la vez, la emigración judía y su carácter comercial. Por otra parte, en todas las naciones, al comienzo de su desarrollo, los comerciantes son extranjeros.
"La característica de una economía natural es que cada dominio produce todo lo que consume y consume todo lo que produce. Nada impulsa pues a adquirir bienes o servicios fuera, y como en este tipo de economía se produce lo que se consume, en todos los pueblos encontramos como primeros comerciantes a los extranjeros". Filón menciona las numerosas ciudades donde los judíos se establecieron como comerciantes. Dice que "habitaban una cantidad innumerable de ciudades en Europa, Asia, Libia, en los continentes y las islas, en las costas y en el interior". Los judíos que habitaban en las islas, en el continente helénico y más lejos, al Occidente, se habían instalado en los centros comerciales. Junto con los sirios, se encuentran los judíos, diseminados o, más bien, agrupados en todas las ciudades. Son marinos, comisionistas, banqueros, cuya influencia ha sido tan esencial en la vida económica de su tiempo, como la influencia oriental que se advierte en la misma época en el arte y las ideas religiosas".
A su posición social debían los judíos la gran autonomía otorgada por los emperadores romanos. "Sólo a los judíos se les permite constituir un Estado dentro del Estado y mientras los demás extranjeros estaban sometidos a la administración de las autoridades de la ciudad, ellos, hasta cierto punto, se gobernaban a sí mismos... César favoreció los intereses de los judíos de Alejandría y de Roma con mercedes especiales y privilegios, protegiendo especialmente su culto particular de los sacerdotes griegos y romanos".
3° El odio hacia los judíos no nace con el establecimiento del cristianismo, Séneca trata a los judíos de raza criminal. Juvenal cree que los judíos no existen más que para causar males a los otros pueblos. Quintiliano dice que los judíos constituyen una maldición para los demás pueblos.
La causa del antisemitismo antiguo es la misma que la del antisemitismo medieval, la oposición hacia los comerciantes de toda sociedad basada principalmente en la producción de valores de uso.
"La hostilidad medieval hacia los comerciantes no es solamente de inspiración cristiana o pseudocristiana; tiene también un origen pagano, igualmente real. Está hondamente enraizada en una ideología de clase: en el desprecio que por su profunda tradición campesina tuvieron las clases dirigentes de la sociedad romana -tanto los senatoriales como los curiales de provincia- por todas las formas de actividad económica, distintas a las derivadas de la agricultura".
A pesar de que el antisemitismo estaba ya fuertemente desarrollado en la sociedad romana, la situación de los judíos, como ya hemos visto, era envidiable, la hostilidad de las clases que vivían de la tierra hacia el comercio no excluía el estado de dependencia a su respecto. El propietario odiaba y despreciaba al comerciante sin poder prescindir de él.
El triunfo del cristianismo no aportó modificaciones notables a esta situación. El cristianismo, que fuera en sus comienzos la religión de los esclavos y oprimidos, se transformó rápidamente en la ideología de la clase dominante, de los propietarios de la tierra.
Es Constantino el Grande quien echa las bases de la servidumbre medieval. La marcha triunfal del cristianismo a través de Europa acompaña la expansión de la economía feudal. Las órdenes religiosas desempeñaron un papel sumamente importante en el progreso de la civilización, que en esa época consistía en el desarrollo de la agricultura, basada en la servidumbre. ¿Por qué extrañarse que "nacido del judaísmo, formado al principio exclusivamente por judíos, el cristianismo, durante los primeros cuatro siglos encuentre sin embargo entre ellos las mayores dificultades para lograr adeptos a su doctrina?".
En efecto, el fondo de la mentalidad cristiana de los diez primeros siglos de nuestra era, en lo que concierne a la vida económica, es "que un mercader difícilmente puede hacer obras agradables a Dios y que todo negocio implica una parte más o menos considerable de engaño". Para San Antonio -que vivía en el siglo IV- resultaba completamente incomprensible la vida de los judíos; despreciaba profundamente sus riquezas y creía firmemente que serían castigados con la eterna condenación.
Esto explica la encarnizada hostilidad de los judíos hacia el catolicismo y su voluntad de conservar la religión que expresaba admirablemente sus intereses sociales. No es pues la fidelidad de los judíos a su fe la razón de su conservación como grupo social diferenciado, sino por lo contrario es su conservación en tanto que grupo social diferenciado lo que explica la adhesión a su fe.
Sin embargo, el antisemitismo cristiano de los diez primeros siglos de nuestra era -al igual que la hostilidad de la antigüedad- no llega a reivindicar el aniquilamiento del judaísmo. Mientras el cristianismo oficial perseguía inexorablemente al paganismo y a las herejías, toleraba la religión judía. La situación de los judíos no cesó de mejorar en la época de la declinación del Imperio Romano, luego del triunfo completo del cristianismo y hasta el siglo XII. Más se acentuaba la decadencia económica, más importancia adquiría la función comercial de los judíos. En el siglo X ellos constituyen el único nexo económico entre Europa y Asia.
Abraham León (militante de la IVª Internacional. Asesinado en las cámaras de gas de Auschwitz en septiembre de 1944) - diciembre de 1942
►por la red circula una versión del texto publicada por un grupo trotskista argentino que es difícil de leer, dado que es una muy mala traducción on-line de la versión en inglés
►en el Foro en 5 mensajes
La concepción materialista de la cuestión judía
•Bases para un estudio científico de la historia judía
El estudio científico de la historia judía no superó aún la etapa de la improvisación idealista. Mientras que el campo de la historia general fue conquistado en gran parte por la concepción materialista, y los historiadores veraces se atrevieron a comprometerse en el camino señalado por Marx, la historia judía permanece siendo terreno predilecto de los "buscadores de dios" de toda especie. Este es uno de los pocos dominios históricos donde los prejuicios idealistas han llegado a imponerse y sobrevivir en tan alto grado.
¡Cuánto se ha escrito celebrando el famoso "milagro judío"! "Extraño espectáculo el de estos hombres que para conservar el legado sagrado de su fe desafiaban las persecuciones y el martirio”, dice Bédarride.
Todos los historiadores explican la conservación del pueblo judío como resultado de la fidelidad que han testimoniado a través de siglos a su religión o a su nacionalidad. Las divergencias se manifiestan cuando se trata de definir la razón por la cual se han conservado, el porqué de su resistencia a la asimilación. Algunos, desde el punto de vista religioso, hablan del "legado sagrado de su fe"; otros, como Dubnov, defienden la teoría de la "adhesión a la idea nacional".
"Las causas del fenómeno histórico de la conservación del pueblo judío deben buscarse en su fuerza espiritual nacional, en su base ética y en el principio monoteísta", dice la "Allgemeine Enzyklopedie" logrando así conciliar los diversos puntos de vista de los historiadores idealistas.
Pero si es posible conciliar las teorías idealistas, será inútil intentar armonizar estas mismas teorías con las reglas elementales de la ciencia histórica, pues esta rechaza categóricamente el error esencial de todas las escuelas idealistas, que consiste en ubicar el problema cardinal de la historia judía -la conservación del judaísmo-, bajo el signo del libre albedrío. Sólo el estudio de su función económica puede contribuir a esclarecer las causas del 'milagro judío".
Estudiar la evolución de este problema no presenta un interés meramente académico. Sin un profundo estudio de la historia judía es difícil comprender la cuestión judía en la época actual, pues su situación en el siglo XX se vincula íntimamente a su pasado histórico.
Todo estado social es una etapa del proceso social. El ser no es más que un momento del devenir. Para poder analizar la cuestión judía en su actual estado de desarrollo, es indispensable conocer sus raíces históricas.
En el dominio de la historia judía, como en el dominio de la historia general, el pensamiento genial de Marx indica el camino a seguir: "No busquemos el secreto del judío en su religión, sino busquemos el secreto de la religión en el judío real". Marx coloca de este modo la cuestión judía sobre sus pies. No es necesario partir de la religión para explicar la historia judía, al contrario, la conservación de la religión o de la nacionalidad judías deben explicarse por el "judío real", es decir por el judío en su función económica y social. La conservación de los judíos no tiene nada de milagroso. "El judaísmo se conserva no a pesar de la historia, sino por la historia". Y precisamente, por el estudio de la función histórica del judaísmo puede descubrirse el "secreto" de su supervivencia en la historia. Los conflictos entre el judaísmo y la sociedad cristiana, bajo su apariencia religiosa, son en realidad conflictos sociales. "A las contradicciones entre el Estado y una religión determinada, el judaísmo, por ejemplo, les damos una expresión humana planteando la contradicción entre el Estado y elementos laicos determinados".
El esquema general de la historia judía se presenta -con sus diversos matices- más o menos así, según la escuela idealista predominante:
Hasta la destrucción de Jerusalén, eventualmente hasta la rebelión de Bar Kokheba, la nación judía no se diferencia en nada de otras naciones normalmente constituidas, tales como la nación romana o la griega. Las guerras entre romanos y judíos dan por resultado la dispersión de la nación judía hacia los cuatro puntos cardinales. En la dispersión, los judíos oponen una resistencia indomable a la asimilación nacional y religiosa. El cristianismo no encuentra en su camino adversario más encarnizado y a pesar de todos sus esfuerzos no logra convertirlos. La caída del Imperio romano acentúa el aislamiento del judaísmo, que luego del completo triunfo del cristianismo en Occidente, constituye el único elemento heterodoxo.
En la época de las invasiones bárbaras los judíos de la dispersión no constituyen un grupo social homogéneo; por el contrario, la agricultura, la industria y el comercio están ampliamente representados entre ellos. Son las persecuciones religiosas continuas las que los obligan a restringirse cada vez más en el comercio y la usura. Las Cruzadas por el fanatismo religioso que suscitan acentúan violentamente esta evolución, que transforma a los judíos en usureros y concluye con su reclusión en los guetos. Naturalmente, el odio contra los judíos también se explica por su función económica, pero los historiadores no atribuyen a este factor más que una importancia secundaria. Esta situación del judaísmo se mantiene hasta la Revolución Francesa, que destruye las barreras que la opresión religiosa erigiera frente a ellos.
Muchos hechos importantes demuestran la falsedad de este esquema:
1° La dispersión de los judíos no data en absoluto de la caída de Jerusalén. Muchos siglos antes de este acontecimiento la gran mayoría de los judíos estaba diseminada por todo el mundo. "Lo cierto es que mucho antes de la caída de Jerusalén, más de las tres cuartas partes de los judíos no habitaban ya Palestina". (Ruppin)
Para las grandes masas judías dispersas en el Imperio griego y luego en el Imperio romano, el reino judío de Palestina tenía una significación totalmente secundaria. Su vínculo con la "madre patria" sólo se manifestaba en ocasión de las peregrinaciones religiosas a Jerusalén, cuya significación era semejante a la de la Meca para los musulmanes. Poco antes de la caída de Jerusalén, el rey Agripa decía: "No hay en el mundo un solo pueblo que no contenga algo del nuestro".
La Diáspora no fue pues, en absoluto, un hecho accidental, producido por una acción violenta; la razón esencial de la emigración judía debe buscarse en las condiciones geográficas de Palestina. "En Palestina los judíos son poseedores de un país montañoso que en cierto momento no es suficiente para asegurar a sus habitantes una existencia tan soportable como la de sus vecinos, un pueblo semejante está obligado a elegir entre el pillaje y la emigración. Los escoceses, por ejemplo, tomaron alternativamente cada uno de estos dos caminos... Los judíos, luego de numerosas luchas con sus vecinos, tomaron el segundo camino.
Pueblos que viven en tales condiciones no se dirigen al extranjero como agricultores, sino en carácter de mercenarios, como los arcadios en la antigüedad, los suizos en la Edad Media, los albaneses en nuestra época, o en carácter de comerciantes, como los judíos, los escoceses y los armenios. Está visto, pues, que un medio similar desarrolla en pueblos de razas diferentes, las mismas características".
2° Es indudable que la inmensa mayoría de los judíos de la dispersión se ocupaban del comercio. Palestina misma, desde tiempos muy remotos, constituía una vía de tránsito de mercaderías, un puente entre el valle del Eúfrates y el del Nilo. "Siria fue la gran ruta predestinada de los conquistadores... También era el camino que seguían las mercaderías y por el que circulaban las ideas. Se comprende que en estas regiones se haya establecido rápidamente una numerosa población con grandes ciudades dedicadas, por su misma situación, al comercio".
Las condiciones geográficas de Palestina explican, a la vez, la emigración judía y su carácter comercial. Por otra parte, en todas las naciones, al comienzo de su desarrollo, los comerciantes son extranjeros.
"La característica de una economía natural es que cada dominio produce todo lo que consume y consume todo lo que produce. Nada impulsa pues a adquirir bienes o servicios fuera, y como en este tipo de economía se produce lo que se consume, en todos los pueblos encontramos como primeros comerciantes a los extranjeros". Filón menciona las numerosas ciudades donde los judíos se establecieron como comerciantes. Dice que "habitaban una cantidad innumerable de ciudades en Europa, Asia, Libia, en los continentes y las islas, en las costas y en el interior". Los judíos que habitaban en las islas, en el continente helénico y más lejos, al Occidente, se habían instalado en los centros comerciales. Junto con los sirios, se encuentran los judíos, diseminados o, más bien, agrupados en todas las ciudades. Son marinos, comisionistas, banqueros, cuya influencia ha sido tan esencial en la vida económica de su tiempo, como la influencia oriental que se advierte en la misma época en el arte y las ideas religiosas".
A su posición social debían los judíos la gran autonomía otorgada por los emperadores romanos. "Sólo a los judíos se les permite constituir un Estado dentro del Estado y mientras los demás extranjeros estaban sometidos a la administración de las autoridades de la ciudad, ellos, hasta cierto punto, se gobernaban a sí mismos... César favoreció los intereses de los judíos de Alejandría y de Roma con mercedes especiales y privilegios, protegiendo especialmente su culto particular de los sacerdotes griegos y romanos".
3° El odio hacia los judíos no nace con el establecimiento del cristianismo, Séneca trata a los judíos de raza criminal. Juvenal cree que los judíos no existen más que para causar males a los otros pueblos. Quintiliano dice que los judíos constituyen una maldición para los demás pueblos.
La causa del antisemitismo antiguo es la misma que la del antisemitismo medieval, la oposición hacia los comerciantes de toda sociedad basada principalmente en la producción de valores de uso.
"La hostilidad medieval hacia los comerciantes no es solamente de inspiración cristiana o pseudocristiana; tiene también un origen pagano, igualmente real. Está hondamente enraizada en una ideología de clase: en el desprecio que por su profunda tradición campesina tuvieron las clases dirigentes de la sociedad romana -tanto los senatoriales como los curiales de provincia- por todas las formas de actividad económica, distintas a las derivadas de la agricultura".
A pesar de que el antisemitismo estaba ya fuertemente desarrollado en la sociedad romana, la situación de los judíos, como ya hemos visto, era envidiable, la hostilidad de las clases que vivían de la tierra hacia el comercio no excluía el estado de dependencia a su respecto. El propietario odiaba y despreciaba al comerciante sin poder prescindir de él.
El triunfo del cristianismo no aportó modificaciones notables a esta situación. El cristianismo, que fuera en sus comienzos la religión de los esclavos y oprimidos, se transformó rápidamente en la ideología de la clase dominante, de los propietarios de la tierra.
Es Constantino el Grande quien echa las bases de la servidumbre medieval. La marcha triunfal del cristianismo a través de Europa acompaña la expansión de la economía feudal. Las órdenes religiosas desempeñaron un papel sumamente importante en el progreso de la civilización, que en esa época consistía en el desarrollo de la agricultura, basada en la servidumbre. ¿Por qué extrañarse que "nacido del judaísmo, formado al principio exclusivamente por judíos, el cristianismo, durante los primeros cuatro siglos encuentre sin embargo entre ellos las mayores dificultades para lograr adeptos a su doctrina?".
En efecto, el fondo de la mentalidad cristiana de los diez primeros siglos de nuestra era, en lo que concierne a la vida económica, es "que un mercader difícilmente puede hacer obras agradables a Dios y que todo negocio implica una parte más o menos considerable de engaño". Para San Antonio -que vivía en el siglo IV- resultaba completamente incomprensible la vida de los judíos; despreciaba profundamente sus riquezas y creía firmemente que serían castigados con la eterna condenación.
Esto explica la encarnizada hostilidad de los judíos hacia el catolicismo y su voluntad de conservar la religión que expresaba admirablemente sus intereses sociales. No es pues la fidelidad de los judíos a su fe la razón de su conservación como grupo social diferenciado, sino por lo contrario es su conservación en tanto que grupo social diferenciado lo que explica la adhesión a su fe.
Sin embargo, el antisemitismo cristiano de los diez primeros siglos de nuestra era -al igual que la hostilidad de la antigüedad- no llega a reivindicar el aniquilamiento del judaísmo. Mientras el cristianismo oficial perseguía inexorablemente al paganismo y a las herejías, toleraba la religión judía. La situación de los judíos no cesó de mejorar en la época de la declinación del Imperio Romano, luego del triunfo completo del cristianismo y hasta el siglo XII. Más se acentuaba la decadencia económica, más importancia adquiría la función comercial de los judíos. En el siglo X ellos constituyen el único nexo económico entre Europa y Asia.
Última edición por RioLena el Lun Feb 03, 2020 10:27 pm, editado 4 veces