El debate del leninismo en el Partido Comunista de España (1972-2018)
Francisco José Martínez (Profesor de la UNED)
Fundación de Investigaciones Marxistas
Publicado en Mundo Obrero en noviembre de 2018
en el Foro en 2 mensajes.
Las relaciones del PCE con el leninismo como seña de identidad comunista y como rasgo definitorio del partido han sido complejas y cambiantes. La pertenencia del PCE desde su fundación a la órbita de la Internacional Comunista implicó la adopción del marxismo-leninismo como definición del partido. Sólo en los años setenta, en el marco de la profunda crisis que a partir de 1968 aquejaba tanto al capitalismo como a sus oponentes del campo socialista, los principales partidos comunistas europeos, el italiano, el francés y al español, además del japonés, adoptaron una estrategia de marcha democrática, pacífica y de masas hacia el socialismo, en la estela de la experiencia chilena. En ese marco de constitución del eurocomunismo como nueva estrategia política se produce el abandono del marxismo-leninismo como definición del partido, y no tanto de la inserción en la tradición leninista inaugurada por la Revolución de Octubre. Con diversos altibajos desde 1978 se mantiene la definición del partido como marxista revolucionario y sólo en el XX Congreso, que tiene lugar precisamente a los 100 años de la revolución de Octubre y a los 40 del abandono formal del leninismo, el PCE ha decidido volver no tanto a definir de nuevo el PCE como un partido marxista-leninista como a afirmar que su análisis de la realidad y su práctica política se van a basar en “las aportaciones del marxismo-leninismo y del socialismo científico”.
Ya en el VIII Congreso del PCE[1], el último celebrado en la clandestinidad durante 1972, en su informe político denominado “Hacia la libertad”, Santiago Carrillo hizo las siguientes alusiones al legado de Lenin y al marxismo leninismo: retoma sus críticas al revolucionarismo pequeño-burgués, su defensa de la combinación de las formas legales y las ilegales de lucha, el reconocimiento de que los principios tácticos leninistas “siguen guardando plena validez”, estos principios tácticos se separan a la vez de los defendidos por los revolucionarios pequeñoburgueses y por los reformistas en aras de impulsar “una lucha de clases revolucionaria en la realidad” y no desplegar una mera fraseología revolucionaria, las fuerzas revolucionarias de clase han de impulsar la lucha democrática del pueblo, como nos enseña el ABC del marxismo leninismo, la idea de que tan importante como saber avanzar es saber replegarse, la idea de que la transformación de la sociedad capitalista en socialista sólo es posible a través de una profunda revolución política y social como afirma la concepción marxista-leninista, la idea de que no hay que imponer ninguna filosofía oficial así como respetar la libertad de conciencia y de creación en la idea de que la concepción marxista leninista del mundo ganar las conciencias a través de la polémica libre y abierta con otras concepciones filosóficas, se retoma la idea de Lenin de la diversidad de formas en las que los diversos países pueden ir hacia el socialismo, lo que supone que no hay que copiar la estrategia de los bolcheviques rusos como el propio Lenin aconsejaba a los camaradas de Transcaucasia, la apuesta del ‘Pacto por la libertad’ se apoya en la más pura ortodoxia marxista leninista, el reconocimiento por parte de Lenin en sus críticas al izquierdismo de que la historia es siempre más rica y variada de lo que puede suponer el partido, la vanguardia y la clase más avanzada, la idea de que el marxismo leninismo no especifica que el sistema de partido único sea una condición obligada de la revolución socialista, frente a la teología en el marxismo leninismo ha de predominar la razón frente a la autoridad, siguiendo a Lenin hay que atraer hacia nuestra política a todas las fuerzas sin tener en cuenta su origen sino su actitud actual hacia la democracia como propone el Pacto por la libertad, el VIII Congreso ha mostrado la fuerza y unidad del Partido y “su inquebrantable fidelidad a los principios del marxismo leninismo, que han sido en toda su trayectoria política en más de 50 años de lucha, la médula espinal de su actividad revolucionaria”. Como vemos se retomaban en ese momento de acumulación de fuerzas para conquistar la democracia los aspectos más democráticos, pluralistas y antidogmáticos del legado leninista, en pugna ideológica doble contra el izquierdismo y el reformismo.
En el IX Congreso del PCE[2], y en el contexto del surgimiento del eurocomunismo como una vía original al socialismo desarrollado en los principales partidos comunistas de Europa Occidental, la dirección del PCE propone el abandono del marxismo-leninismo en la definición del partido que se plantea como “un partido marxista, revolucionario y democrático”, inspirado en las teorías de Marx y Engels, en el que “la aportación de Lenin, en todo en cuanto sigue siendo válida, está integrada como la de otros grandes revolucionarios, pero sobre la base de que hoy no cabe mantener la idea restrictiva de que «el leninismo es el marxismo de nuestra época»”. El PCE se declara heredero de los dirigentes de la Revolución de Octubre encabezados por Lenin y marca su distancia histórica con la socialdemocracia, a pesar de propugnar la unidad de acción con ella en todo lo que sea posible, pero critica el burocratismo y el estalinismo como “algo ajeno al marxismo”. De igual manera, el PCE “rechaza toda concepción dogmática del marxismo”, por considerarlo de carácter científico, y se esfuerza en analizar los cambios objetivos que se están produciendo actualmente, el PCE se propone actuar de forma trasparente y democrática y se configura como un partido de masas, de nuevo tipo, un partido de lucha y de gobierno a la vez[3]. En la defensa de esta tesis Simón Sanchez Montero aduce que supone la adecuación de la definición del partido con la política que se está haciendo de forma efectiva, abre un camino nuevo en la teoría y en la práctica política, ya que la política actual del PCE “no cabe dentro de las formulaciones esenciales de lo que se conoce como leninismo”.
Seguimos siendo comunistas, pero no nos podemos ya llamar leninistas o marxistas-leninistas, y concluye Sánchez Montero apelando al centralismo democrático para aplicar las decisiones del Congreso. Por su parte, Paco Frutos como defensor de las posiciones minoritarias insiste en la unidad del partido, propone definir el partido como “basado en el marxismo, en el leninismo y en otras aportaciones del pensamiento y la práctica revolucionaria”, insiste en que esta posición no contradice el planteamiento eurocomunista, no se identifica con el marxismo-leninismo, no ve contradicción ente un partido de cuadros y un partido de masas, se critica la rapidez para adoptar decisiones como el abandono del leninismo que pueden crear confusión en los militantes.
Por su parte el XIX[4] Congreso de 2013 en sus Estatutos afirma que “El Partido Comunista de España se basa en el marxismo revolucionario, aplicando la obra teórica de Marx, Engels, Lenin y otros pensadores marxistas y en las aportaciones teóricas, políticas y culturales de las luchas y proyectos de liberación que tienen como objetivo la democracia plena, la supresión de cualquier forma de explotación, opresión y dominación patriarcal y la emancipación universal del género humano”. En sus Tesis Organizativas apuesta por la dirección colectiva, por fortalecer los mecanismos de democracia interna, por trabajar desde el principio de unidad de acción, por fortalecer los mecanismos de comunicación interna entre órganos y la rendición de cuentas a todos los niveles, y por incorporar la crítica y la autocrítica como elementos permanentes de evaluación del desarrollo de los acuerdos. De igual manera, en el apartado de formación se recoge la necesidad de que los militantes conozcan los elementos básicos del marxismo, especialmente de Marx, Engels, Lenin y Gramsci. Para facilitar dicho conocimiento el partido se compromete a editar las Obras Completas de los teóricos marxistas empezando por las de Marx, Engels y Lenin.
Por último, el XX Congreso del PCE celebrado el pasado diciembre ha vuelto a definir el PCE como marxista leninista. El resumen del Congreso Publicado en Mundo Obrero el 2 de diciembre se titula “El PCE finaliza su XX Congreso recuperando el leninismo 40 años después”, lo que muestra que esa recuperación es lo más relevante del Congreso. En los Estatutos aprobados en el Congreso se define el Partido de la siguiente manera:
“El PCE afirma el socialismo como alternativa para superar el sistema capitalista y basa su análisis de la realidad y su práctica política en las aportaciones del marxismo-leninismo y el socialismo científico, tradiciones que se enriquecen y renuevan constantemente e inspiradoras del pensamiento universal crítico, así como de prácticas revolucionarias, antiimperialistas y de liberación de los pueblos (…). El PCE aprende igualmente de las aportaciones políticas y culturales y de la experiencia de otros pueblos, de sus luchas y proyectos de liberación que tienen como objetivo la democracia plena y participativa, la supresión de cualquier forma de explotación, opresión y dominación patriarcal y la emancipación universal del género humano. En coherencia con estos principios, el PCE es un partido revolucionario, internacionalista y solidario, feminista, ecologista, republicano, antifascista, federalista y laico”.
La defensa de esta postura la llevó a cabo Enrique Santiago[5], secretario general in pectore, que considera natural que un partido comunista se defina como marxista leninista y alude que el PCE había rehuido el debate sobre su definición desde las discusiones que en torno al eurocomunismo se desarrollaron en los años setenta y propone “una definición ideológica que es seña de identidad del movimiento comunista internacional y que deviene de su concreta historia de luchas y conquistas políticas”. El marxismo se presenta como la doctrina política que permite analizar la realidad y que propone el socialismo como modelo alternativo a la misma, mientras que el leninismo es considerado como “la doctrina política construida por los marxistas para conquistar el poder político accediendo a las instituciones propias del capitalismo, para transformarlas en instituciones socialistas insertas en un modelo alternativo de nuevo Estado proletario”. Se afirma que no se puede criticar dicha decisión por no estar a la altura de los tiempos o por retrotraerse a situaciones históricas y políticas anteriores. Se defiende que la ideología marxista-leninista actualiza continuamente sus métodos de análisis y sus herramientas ideológicas y que dicha definición ideológica no es un fin en sí misma sino una herramienta de análisis de la realidad que conlleva la adaptación de las estructuras del partido a dichos presupuestos ideológicos, lo que supone la asunción del centralismo democrático como modo de funcionamiento para garantizar una mayor cohesión y eficacia política. La aplicación del marxismo-leninismo como definición ideológica del partido busca su fortalecimiento y la apertura a la sociedad para incrementar nuestra influencia política; al mismo tiempo “esta decisión implica evidentes obligaciones para honrar la muy sacrificada historia del movimiento comunista internacional, una historia que nos está prohibido denostar con fracasos”.
Tras este sucinto repaso de las distintas posiciones que sobre el leninismo ha defendido el PCE en los últimos 40 años pasamos a hacer un breve comentario de estas vicisitudes enmarcándolas en el escenario de la lucha de clases tanto a nivel interno como a nivel internacional. En primer lugar conviene recordar que el leninismo es una creación del estalinismo, Lenin nunca fue leninista, como Marx nunca fue marxista. El leninismo es una rúbrica que creó Stalin para legitimar su actuación definiéndola como la continuación del legado de la obra de Lenin en detrimento de otras alternativas bolcheviques como las defendidas por Troski o Bujarin, por ejemplo. Durante muchos años el leninismo de los Partidos Comunistas sirvió de cobertura ideológica a su sumisión a las políticas de la Unión Soviética. La denuncia de las prácticas estalinistas a partir del XX Congreso del PCUS se vio acompañada hasta Gorbachov de una política neoestalinista en la práctica. Y cuando parecía que era posible que la URSS evolucionara hacia un socialismo democrático el golpe de Estado contra Gorbachov y las revueltas que llevaron a la caída de la URSS abortaron dicho intento. La desmembración de la URSS y la instauración en la mayoría de las repúblicas que se independizaron de la misma de unos regímenes caracterizados por unas democracias limitadas y autoritarias en lo político y por la implantación del capitalismo en lo económico produjeron un marasmo del que todavía no hemos salido.
Como vimos, ya en el VIII Congreso se retoman los aspectos menos ‘leninistas’ de Lenin, los más democráticos y abiertos. Pero es en el IX Congreso en 1978, el primero celebrado en la legalidad, donde se abandona oficialmente la definición del PCE como marxista-leninista en el marco de los debates sobre el eurocomunismo. Los datos esenciales del debate se encuentran en dos números de Nuestra Bandera, el 92 y el 93, en el primero de los cuales se recoge un debate desarrollado por la Redacción de la revista en el que intervienen V. Bozal, M. Azcárate, E. García, J. Trias, A. Doménech y J. Segura, mientras que el segundo retoma los principales documentos aprobados en el Congreso, así como los debates en torno de algunos de los puntos centrales del mismo. Sobre el tema de la definición del Partido se recoge la Resolución 15 y las intervenciones de Simón Sánchez Montero en nombre de la Comisión y de Paco Frutos en nombre de la minoría.
Francisco José Martínez (Profesor de la UNED)
Fundación de Investigaciones Marxistas
Publicado en Mundo Obrero en noviembre de 2018
en el Foro en 2 mensajes.
Las relaciones del PCE con el leninismo como seña de identidad comunista y como rasgo definitorio del partido han sido complejas y cambiantes. La pertenencia del PCE desde su fundación a la órbita de la Internacional Comunista implicó la adopción del marxismo-leninismo como definición del partido. Sólo en los años setenta, en el marco de la profunda crisis que a partir de 1968 aquejaba tanto al capitalismo como a sus oponentes del campo socialista, los principales partidos comunistas europeos, el italiano, el francés y al español, además del japonés, adoptaron una estrategia de marcha democrática, pacífica y de masas hacia el socialismo, en la estela de la experiencia chilena. En ese marco de constitución del eurocomunismo como nueva estrategia política se produce el abandono del marxismo-leninismo como definición del partido, y no tanto de la inserción en la tradición leninista inaugurada por la Revolución de Octubre. Con diversos altibajos desde 1978 se mantiene la definición del partido como marxista revolucionario y sólo en el XX Congreso, que tiene lugar precisamente a los 100 años de la revolución de Octubre y a los 40 del abandono formal del leninismo, el PCE ha decidido volver no tanto a definir de nuevo el PCE como un partido marxista-leninista como a afirmar que su análisis de la realidad y su práctica política se van a basar en “las aportaciones del marxismo-leninismo y del socialismo científico”.
Ya en el VIII Congreso del PCE[1], el último celebrado en la clandestinidad durante 1972, en su informe político denominado “Hacia la libertad”, Santiago Carrillo hizo las siguientes alusiones al legado de Lenin y al marxismo leninismo: retoma sus críticas al revolucionarismo pequeño-burgués, su defensa de la combinación de las formas legales y las ilegales de lucha, el reconocimiento de que los principios tácticos leninistas “siguen guardando plena validez”, estos principios tácticos se separan a la vez de los defendidos por los revolucionarios pequeñoburgueses y por los reformistas en aras de impulsar “una lucha de clases revolucionaria en la realidad” y no desplegar una mera fraseología revolucionaria, las fuerzas revolucionarias de clase han de impulsar la lucha democrática del pueblo, como nos enseña el ABC del marxismo leninismo, la idea de que tan importante como saber avanzar es saber replegarse, la idea de que la transformación de la sociedad capitalista en socialista sólo es posible a través de una profunda revolución política y social como afirma la concepción marxista-leninista, la idea de que no hay que imponer ninguna filosofía oficial así como respetar la libertad de conciencia y de creación en la idea de que la concepción marxista leninista del mundo ganar las conciencias a través de la polémica libre y abierta con otras concepciones filosóficas, se retoma la idea de Lenin de la diversidad de formas en las que los diversos países pueden ir hacia el socialismo, lo que supone que no hay que copiar la estrategia de los bolcheviques rusos como el propio Lenin aconsejaba a los camaradas de Transcaucasia, la apuesta del ‘Pacto por la libertad’ se apoya en la más pura ortodoxia marxista leninista, el reconocimiento por parte de Lenin en sus críticas al izquierdismo de que la historia es siempre más rica y variada de lo que puede suponer el partido, la vanguardia y la clase más avanzada, la idea de que el marxismo leninismo no especifica que el sistema de partido único sea una condición obligada de la revolución socialista, frente a la teología en el marxismo leninismo ha de predominar la razón frente a la autoridad, siguiendo a Lenin hay que atraer hacia nuestra política a todas las fuerzas sin tener en cuenta su origen sino su actitud actual hacia la democracia como propone el Pacto por la libertad, el VIII Congreso ha mostrado la fuerza y unidad del Partido y “su inquebrantable fidelidad a los principios del marxismo leninismo, que han sido en toda su trayectoria política en más de 50 años de lucha, la médula espinal de su actividad revolucionaria”. Como vemos se retomaban en ese momento de acumulación de fuerzas para conquistar la democracia los aspectos más democráticos, pluralistas y antidogmáticos del legado leninista, en pugna ideológica doble contra el izquierdismo y el reformismo.
En el IX Congreso del PCE[2], y en el contexto del surgimiento del eurocomunismo como una vía original al socialismo desarrollado en los principales partidos comunistas de Europa Occidental, la dirección del PCE propone el abandono del marxismo-leninismo en la definición del partido que se plantea como “un partido marxista, revolucionario y democrático”, inspirado en las teorías de Marx y Engels, en el que “la aportación de Lenin, en todo en cuanto sigue siendo válida, está integrada como la de otros grandes revolucionarios, pero sobre la base de que hoy no cabe mantener la idea restrictiva de que «el leninismo es el marxismo de nuestra época»”. El PCE se declara heredero de los dirigentes de la Revolución de Octubre encabezados por Lenin y marca su distancia histórica con la socialdemocracia, a pesar de propugnar la unidad de acción con ella en todo lo que sea posible, pero critica el burocratismo y el estalinismo como “algo ajeno al marxismo”. De igual manera, el PCE “rechaza toda concepción dogmática del marxismo”, por considerarlo de carácter científico, y se esfuerza en analizar los cambios objetivos que se están produciendo actualmente, el PCE se propone actuar de forma trasparente y democrática y se configura como un partido de masas, de nuevo tipo, un partido de lucha y de gobierno a la vez[3]. En la defensa de esta tesis Simón Sanchez Montero aduce que supone la adecuación de la definición del partido con la política que se está haciendo de forma efectiva, abre un camino nuevo en la teoría y en la práctica política, ya que la política actual del PCE “no cabe dentro de las formulaciones esenciales de lo que se conoce como leninismo”.
Seguimos siendo comunistas, pero no nos podemos ya llamar leninistas o marxistas-leninistas, y concluye Sánchez Montero apelando al centralismo democrático para aplicar las decisiones del Congreso. Por su parte, Paco Frutos como defensor de las posiciones minoritarias insiste en la unidad del partido, propone definir el partido como “basado en el marxismo, en el leninismo y en otras aportaciones del pensamiento y la práctica revolucionaria”, insiste en que esta posición no contradice el planteamiento eurocomunista, no se identifica con el marxismo-leninismo, no ve contradicción ente un partido de cuadros y un partido de masas, se critica la rapidez para adoptar decisiones como el abandono del leninismo que pueden crear confusión en los militantes.
Por su parte el XIX[4] Congreso de 2013 en sus Estatutos afirma que “El Partido Comunista de España se basa en el marxismo revolucionario, aplicando la obra teórica de Marx, Engels, Lenin y otros pensadores marxistas y en las aportaciones teóricas, políticas y culturales de las luchas y proyectos de liberación que tienen como objetivo la democracia plena, la supresión de cualquier forma de explotación, opresión y dominación patriarcal y la emancipación universal del género humano”. En sus Tesis Organizativas apuesta por la dirección colectiva, por fortalecer los mecanismos de democracia interna, por trabajar desde el principio de unidad de acción, por fortalecer los mecanismos de comunicación interna entre órganos y la rendición de cuentas a todos los niveles, y por incorporar la crítica y la autocrítica como elementos permanentes de evaluación del desarrollo de los acuerdos. De igual manera, en el apartado de formación se recoge la necesidad de que los militantes conozcan los elementos básicos del marxismo, especialmente de Marx, Engels, Lenin y Gramsci. Para facilitar dicho conocimiento el partido se compromete a editar las Obras Completas de los teóricos marxistas empezando por las de Marx, Engels y Lenin.
Por último, el XX Congreso del PCE celebrado el pasado diciembre ha vuelto a definir el PCE como marxista leninista. El resumen del Congreso Publicado en Mundo Obrero el 2 de diciembre se titula “El PCE finaliza su XX Congreso recuperando el leninismo 40 años después”, lo que muestra que esa recuperación es lo más relevante del Congreso. En los Estatutos aprobados en el Congreso se define el Partido de la siguiente manera:
“El PCE afirma el socialismo como alternativa para superar el sistema capitalista y basa su análisis de la realidad y su práctica política en las aportaciones del marxismo-leninismo y el socialismo científico, tradiciones que se enriquecen y renuevan constantemente e inspiradoras del pensamiento universal crítico, así como de prácticas revolucionarias, antiimperialistas y de liberación de los pueblos (…). El PCE aprende igualmente de las aportaciones políticas y culturales y de la experiencia de otros pueblos, de sus luchas y proyectos de liberación que tienen como objetivo la democracia plena y participativa, la supresión de cualquier forma de explotación, opresión y dominación patriarcal y la emancipación universal del género humano. En coherencia con estos principios, el PCE es un partido revolucionario, internacionalista y solidario, feminista, ecologista, republicano, antifascista, federalista y laico”.
La defensa de esta postura la llevó a cabo Enrique Santiago[5], secretario general in pectore, que considera natural que un partido comunista se defina como marxista leninista y alude que el PCE había rehuido el debate sobre su definición desde las discusiones que en torno al eurocomunismo se desarrollaron en los años setenta y propone “una definición ideológica que es seña de identidad del movimiento comunista internacional y que deviene de su concreta historia de luchas y conquistas políticas”. El marxismo se presenta como la doctrina política que permite analizar la realidad y que propone el socialismo como modelo alternativo a la misma, mientras que el leninismo es considerado como “la doctrina política construida por los marxistas para conquistar el poder político accediendo a las instituciones propias del capitalismo, para transformarlas en instituciones socialistas insertas en un modelo alternativo de nuevo Estado proletario”. Se afirma que no se puede criticar dicha decisión por no estar a la altura de los tiempos o por retrotraerse a situaciones históricas y políticas anteriores. Se defiende que la ideología marxista-leninista actualiza continuamente sus métodos de análisis y sus herramientas ideológicas y que dicha definición ideológica no es un fin en sí misma sino una herramienta de análisis de la realidad que conlleva la adaptación de las estructuras del partido a dichos presupuestos ideológicos, lo que supone la asunción del centralismo democrático como modo de funcionamiento para garantizar una mayor cohesión y eficacia política. La aplicación del marxismo-leninismo como definición ideológica del partido busca su fortalecimiento y la apertura a la sociedad para incrementar nuestra influencia política; al mismo tiempo “esta decisión implica evidentes obligaciones para honrar la muy sacrificada historia del movimiento comunista internacional, una historia que nos está prohibido denostar con fracasos”.
Tras este sucinto repaso de las distintas posiciones que sobre el leninismo ha defendido el PCE en los últimos 40 años pasamos a hacer un breve comentario de estas vicisitudes enmarcándolas en el escenario de la lucha de clases tanto a nivel interno como a nivel internacional. En primer lugar conviene recordar que el leninismo es una creación del estalinismo, Lenin nunca fue leninista, como Marx nunca fue marxista. El leninismo es una rúbrica que creó Stalin para legitimar su actuación definiéndola como la continuación del legado de la obra de Lenin en detrimento de otras alternativas bolcheviques como las defendidas por Troski o Bujarin, por ejemplo. Durante muchos años el leninismo de los Partidos Comunistas sirvió de cobertura ideológica a su sumisión a las políticas de la Unión Soviética. La denuncia de las prácticas estalinistas a partir del XX Congreso del PCUS se vio acompañada hasta Gorbachov de una política neoestalinista en la práctica. Y cuando parecía que era posible que la URSS evolucionara hacia un socialismo democrático el golpe de Estado contra Gorbachov y las revueltas que llevaron a la caída de la URSS abortaron dicho intento. La desmembración de la URSS y la instauración en la mayoría de las repúblicas que se independizaron de la misma de unos regímenes caracterizados por unas democracias limitadas y autoritarias en lo político y por la implantación del capitalismo en lo económico produjeron un marasmo del que todavía no hemos salido.
Como vimos, ya en el VIII Congreso se retoman los aspectos menos ‘leninistas’ de Lenin, los más democráticos y abiertos. Pero es en el IX Congreso en 1978, el primero celebrado en la legalidad, donde se abandona oficialmente la definición del PCE como marxista-leninista en el marco de los debates sobre el eurocomunismo. Los datos esenciales del debate se encuentran en dos números de Nuestra Bandera, el 92 y el 93, en el primero de los cuales se recoge un debate desarrollado por la Redacción de la revista en el que intervienen V. Bozal, M. Azcárate, E. García, J. Trias, A. Doménech y J. Segura, mientras que el segundo retoma los principales documentos aprobados en el Congreso, así como los debates en torno de algunos de los puntos centrales del mismo. Sobre el tema de la definición del Partido se recoge la Resolución 15 y las intervenciones de Simón Sánchez Montero en nombre de la Comisión y de Paco Frutos en nombre de la minoría.
Fin del mensaje nº 1
Última edición por RioLena el Miér Nov 27, 2019 4:52 pm, editado 1 vez