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    Mensaje por carlosms Sáb Abr 30, 2011 6:14 pm

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    y aqui os dejo lo que yo he leido de el que es lo que dijo cuando le entregaron el nobel de literatura. sinceramente,a mi me parece bastante derechista sobre todo por las opiniones hacia Cuba:

    Aprendí a leer a los cinco años, en la clase del her­mano Jus­ti­niano, en el Cole­gio de la Salle, en Cocha­bamba (Boli­via). Es la cosa más impor­tante que me ha pasado en la vida. Casi setenta años des­pués recuerdo con niti­dez cómo esa magia, tra­du­cir las pala­bras de los libros en imá­ge­nes, enri­que­ció mi vida, rom­piendo las barre­ras del tiempo y del espa­cio y per­mi­tién­dome via­jar con el capi­tán Nemo veinte mil leguas de viaje sub­ma­rino, luchar junto a d’Artagnan, Athos, Por­tos y Ara­mís con­tra las intri­gas que ame­na­zan a la Reina en los tiem­pos del sinuoso Riche­lieu, o arras­trarme por las entra­ñas de París, con­ver­tido en Jean Val­jean, con el cuerpo inerte de Marius a cuestas.

    La lec­tura con­ver­tía el sueño en vida y la vida en sueño y ponla al alcance del peda­cito de hom­bre que era yo el uni­verso de la lite­ra­tura. Mi madre me contó que las pri­me­ras cosas que escribí fue­ron con­ti­nua­cio­nes de las his­to­rias que lela pues me ape­naba que se ter­mi­na­ran o que­ría enmen­dar­les el final. Y acaso sea eso lo que me he pasado la vida haciendo sin saberlo: pro­lon­gando en el tiempo, mien­tras cre­cía, madu­raba y enve­je­cía, las his­to­rias que lle­na­ron mi infan­cia de exal­ta­ción y de aventuras.

    Me gus­ta­ría que mi madre estu­viera aquí, ella que solía emo­cio­narse y llo­rar leyendo los poe­mas de Amado Nervo y de Pablo Neruda, y tam­bién el abuelo Pedro, de gran nariz y calva relu­ciente, que cele­braba mis ver­sos, y el tío Lucho que tanto me animó a vol­carme en cuerpo y alma a escri­bir aun­que la lite­ra­tura, en aquel tiempo y lugar, ali­men­tan tan mal a sus cul­to­res. Toda la vida he tenido a mi lado gen­tes así, que me que­rían y alen­ta­ban, y me con­ta­gia­ban su fe cuando dudaba. Gracias a ellos y sin duda, tam­bién, a mi ter­que­dad y algo de suerte, he podido dedi­car buena parte de mi tiempo a esta pasión, vicio y mara­vi­lla que es escri­bir, crear una vida para­lela donde refu­giar­nos con­tra la adver­si­dad, que vuelve natu­ral lo extra­or­di­na­rio y extra­or­di­na­rio lo natu­ral, disipa el caos, embe­llece lo feo, eter­niza el ins­tante y torna la muerte un espec­táculo pasajero.

    No era fácil escri­bir his­to­rias. Al vol­verse pala­bras, los pro­yec­tos se mar­chi­ta­ban en el papel y las ideas e imá­ge­nes des­fa­lle­cían. ¿Cómo reani­mar­los? Por for­tuna, allí esta­ban los nues­tros para apren­der de ellos y seguir su ejem­plo. Flau­bert me enseñó que el talento es una dis­ci­plina tenaz y una larga pacien­cia. Faulk­ner, que es la forma –la escri­tura y la estruc­tura– lo que engran­dece o empo­brece los temas. Mar­to­rell, Cer­van­tes, Dickens, Bal­zac, Tols­toi, Con­rad, Tho­mas Mann, que el número y la ambi­ción son un impo­nen­tes en una novela como la des­treza esti­lís­tica y la estra­te­gia narra­tiva. Sar­tre, que las pala­bras son, actos y que una novela una obra de tea­tro, un ensayo, com­pro­me­ti­dos con la actua­li­dad y las mejo­res opcio­nes, pue­den cam­biar el curso de la his­to­ria. Camus y Orwell, que una lite­ra­tura des­pro­vista de moral es inhu­mana y Malraux que el heroísmo y la épica cabían en la actua­li­dad tanto como en el tiempo de los argo­nau­tas, la Odi­sea y la Ilíada.

    Si con­vo­cara en este dis­curso a todos los escri­to­res a los que debo algo o mucho sus som­bras nos sumi­rían en la oscu­ri­dad. Son innu­me­ra­bles. Ade­más de reve­larme los secre­tos del ofi­cio de con­tar, me hicie­ron explo­rar los abis­mos de lo humano, admi­rar sus haza­ñas y horro­ri­zarme con sus des­va­ríos. Fue­ron los ami­gos más ser­vi­cia­les, los ani­ma­do­res de mi voca­ción, en cuyos libros des­cu­brí que, aun en las peo­res cir­cuns­tan­cias, hay espe­ran­zas y que vale la pena vivir, aun­que fuera sólo por­que sin la vida no podría­mos leer ni fan­ta­sear historias.

    Algu­nas veces me pre­gunté si en paí­ses como el mío, con esca­sos lec­to­res y tan­tos pobres, anal­fa­be­tos e injus­ti­cias, donde la cul­tura era pri­vi­le­gio de tan pocos, escri­bir no era un lujo solip­sista. Pero estas dudas nunca asfi­xia­ron mi voca­ción y seguí siem­pre escri­biendo, incluso en aque­llos perio­dos en que los tra­ba­jos ali­men­ti­cios absor­bían casi todo mi tiempo. Creo que hice lo justo, pues, si para que la lite­ra­tura flo­rezca en una socie­dad fuera requi­sito alcan­zar pri­mero la alta cul­tura, la liber­tad, la pros­pe­ri­dad y la jus­ti­cia, ella no hubiera exis­tido nunca. Por el con­tra­rio, gra­cias a la lite­ra­tura. a las con­cien­cias que formó. a los deseos y anhe­los que ins­piró, al desen­canto de lo real con que vol­ve­mos del viaje a una bella Fan­ta­sía, la civi­li­za­ción es ahora menos cruel que cuando los con­ta­do­res de cuen­tos comen­za­ron a huma­ni­zar la vida con sus fábu­las. Sería­mos peo­res de lo que somos sin los bue­nos libros que len­tos, más con­for­mis­tas, menos inquie­tos e insu­mi­sos y el espí­ritu crí­tico, mecer del pro­greso, ni siquiera exis­tida. Igual que escri­bir, leer es pro­tes­tar con­tra las insu­fi­cien­cias de la vida. Quien busca en la fic­ción lo que no tiene, dice, sin nece­si­dad de decirlo, ni siquiera saberlo, que la vida tal como es no nos basta para col­mar nues­tra sed de abso­luto, fun­da­mento de la con­di­ción humana, y que debe­ría ser mejor. Inven­ta­mos las fic­cio­nes para poder vivir de alguna manera las muchas vidas que qui­sié­ra­mos tener cuando ape­nas dis­po­ne­mos de una sola.

    Sin las fic­cio­nes sería­mos menos cons­cien­tes de la impor­tan­cia de la liber­tad para que la vida sea vivi­ble y del infierno en que se con­vierte cuando es con­cul­cada por un tirano, una ideo­lo­gía o una reli­gión. Quie­nes dudan de que la lite­ra­tura ade­más de sumir­nos en el sueño de la belleza y la feli­ci­dad, nos alerta con­tra toda for­mas de opre­sión, pre­gún­tense por qué todos los regí­me­nes empa­pa­dos en con­tro­lar la con­ducta de los ciu­da­da­nos de la cuna a la tumba, la temen tanto que esta­ble­cen sis­te­mas de cen­sura para repri­mirla y vigi­lan con tanta sus­pi­ca­cia a los escri­to­res inde­pen­dien­tes. Lo hacen por­que saben el riesgo que corren dejando que la ima­gi­na­ción dis­cu­rra por los libros, lo sedi­cio­sas que se vuel­ven las fic­cio­nes cuando el lec­tor coteja la liber­tad que las hace posi­bles y que en ellas se ejerce, con el oscu­ran­tismo y el miedo que lo ace­chan en el mundo real. Lo quie­ran o no, lo sepan o no, los tabu­la­do­res, al inven­tar his­to­rias, pro­pa­gan la insa­tis­fac­ción, mos­trando que el mundo está mal hecho, que la vida de la fan­ta­sía es más rica que la de la rutina coti­diana. Esa com­pro­ba­ción, si echa raí­ces en la sen­si­bi­li­dad y la con­cien­cia, vuelve a los ciu­da­da­nos más difí­ci­les de mani­pu­lar, de acep­tar las men­ti­ras de quie­nes qui­sie­ran hacer­les creer que, entre barro­tes, inqui­si­do­res y car­ce­le­ros viven más segu­ros y mejor.

    La buena lite­ra­tura tiende puen­tes entre gen­tes dis­tin­tas y, hacién­do­nos gozar, sufrir o sor­pren­de­mos, nos une por debajo de las len­guas, creen­cias, usos, cos­tum­bres y pre­jui­cios que nos sepa­ran. Cuando la gran ballena blanca sepulta al capi­tán Ahab en el mar, se encoge el cora­zón de los lec­to­res idén­ti­ca­mente en Tokio, Lima o Tom­buctú. Cuando Emma Bovary se traga el arsé­nico. Anna Kare­nina se arroja al tren y Julien Sorel sube al patí­bulo, y cuando, en El Sur, el urbano doc­tor Juan Dahl­mann sale de aque­lla pul­pe­ría de la pampa a enfren­tarse 31 cuchi­llo de un matón, o adver­ti­mos que todos los pobla­do­res de Comala, el pue­blo de Pedro Páramo, están muer­tos, el estre­me­ci­miento es seme­jante en el lec­tor que adora a Buda, Con­fu­cio, Cristo, Alá o es un agnós­tico, vista saco y cor­bata, chi­laba, kimono o bom­ba­chas. La lite­ra­tura crea una fra­ter­ni­dad den­tro de la diver­si­dad humana y eclipsa las fron­te­ras que eri­gen entre hom­bres y muje­res la igno­ran­cia, las ideo­lo­gías, las reli­gio­nes, los idio­mas y la estupidez.

    Como todas las épocas han tenido sus espan­tos, la nues­tra es la de los faná­ti­cos, la de los terro­ris­tas sui­ci­das, anti­gua espe­cie con­ven­cida de que matando se gana el paraíso, que la san­gre de los inocen­tes lava las afren­tas colec­ti­vas, corrige las injus­ti­cias e impone la ver­dad sobre las fal­sas creen­cias. Innu­me­ra­bles víc­ti­mas son inmo­la­das cada día en diver­sos luga­res del mundo por quie­nes se sien­ten posee­do­res de ver­da­des abso­lu­tas. Creía­mos que, con el des­plome de los impe­rios tota­li­ta­rios, la con­vi­ven­cia, la paz, el plu­ra­lismo, los dere­chos huma­nos, se impon­drían y el mundo deja­ría atrás los holo­caus­tos, geno­ci­dios, inva­sio­nes y gue­rras de exter­mi­nio. Nada de eso ha ocu­rrido. Nue­vas for­mas de bar­ba­rie pro­li­fe­ran ati­za­das por el fana­tismo y, con la mul­ti­pli­ca­ción de armas de des­truc­ción masiva, no se puede excluir que cual­quier gru­púsculo de enlo­que­ci­dos reden­to­res pro­vo­que un día un cata­clismo nuclear. Hay que salir­les al paso, enfren­tar­los y derro­tar­los. No son muchos, aun­que el estruendo de sus crí­me­nes retumbe por todo el pla­neta y nos abru­men de horror las pesa­di­llas que pro­vo­can. No debe­mos dejar­nos inti­mi­dar por quie­nes qui­sie­ran arre­ba­tar­nos la liber­tad que hemos ido con­quis­tando en la larga hazaña de la civi­li­za­ción. Defen­da­mos la demo­cra­cia libe­ral, que, con todas sus limi­ta­cio­nes, sigue sig­ni­fi­cando el plu­ra­lismo poli­tice, la con­vi­ven­cia, la tole­ran­cia, los dere­chos huma­nos el res­peto a la crí­tica, la lega­li­dad, las elec­cio­nes libres, la alter­nan­cia en el poder, todo aque­llo que nos ha ido sacando de la vida feral y acer­cán­do­nos –aun­que nunca lle­ga­re­mos a alcan­zarla– a la her­mosa y per­fecta vida que finge la lite­ra­tura, aque­lla que sólo inven­tán­dola, escri­bién­dola y leyén­dola pode­mos mere­cer. Enfren­tán­do­nos a los faná­ti­cos homi­ci­das defen­de­mos nues­tro dere­cho a soñar y a hacer nues­tros sue­ños realidad.

    En mi juven­tud, como muchos escri­to­res de mi gene­ra­ción, fui mar­xista y creí que el socia­lismo sería el reme­dio para la explo­ta­ción y las injus­ti­cias socia­les que arre­cia­ban en mi país. Amé­rica Latina y el resto del Ter­cer Mundo. Mi decep­ción del esta­tismo y el colec­ti­vismo y mi trán­sito hacia el demó­crata y el libe­ral que soy –que trato de ser– fue largo, difí­cil, y se llevó a cabo des­pa­cio y a raíz de epi­so­dios como la con­ver­sión de la Revo­lu­ción Cubana, que me había entu­sias­mado al prin­ci­pio, al modelo auto­ri­ta­rio y ver­ti­cal de la Unión Sovié­tica, el tes­ti­mo­nio de los disi­den­tes que con­se­guía escu­rrirse entre las alam­bra­das del Gulag, la inva­sión de Che­cos­lo­va­quia por los paí­ses del Pacto de Var­so­via, y gra­cias a pen­sa­do­res como Ray­mond Aron, Jean-Francois Revel, Isaiah Ber­lin y Karl Pap­per, a quie­nes debo mi reva­lo­ri­za­ción de la cul­tura demo­crá­tica y de las socie­da­des abier­tas. Esos maes­tros fue­ron un ejem­plo de luci­dez y gallar­día cuando la inte­lli­gen­tsia de Occi­dente pare­cía, por fri­vo­li­dad u opor­tu­nismo haber sucum­bido al hechizo del socia­lismo sovié­tico, o, peor toda­vía, al aque­la­rre san­gui­na­rio de la revo­lu­ción cul­tu­ral china.

    De niño soñaba con lle­gar algún día a París por­que, des­lum­brado con la lite­ra­tura fran­cesa, creía que vivir allí y res­pi­rar el aire que res­pi­ra­ron Bal­zac, Stend­hal, Bau­de­laire, Proust, me ayu­da­ría a con­ver­tirme en un ver­da­dero escri­tor, que si no salía del Perú sólo sería un seudo escri­tor de dial domin­gos y feria­dos. Y la ver­dad es que debo a Fran­cia, a la cul­tura fran­cesa, ense­ñan­zas inol­vi­da­bles, como que la lite­ra­tura es tanto una voca­ción como una dis­ci­plina, un tra­bajo y una ter­que­dad. Viví allí cuando Sar­tre y Camus esta­ban vivos y escri­biendo, en los años de Ionesco, Beckett, Batai­lle y Cio­ran, del des­cu­bri­miento del tea­tro de Bre­cht y el cine de Ing­mar Berg­man, el TNP de Jean Vilar y el Odéon de Jean Louis Barrault, de la Nou­ve­lle Vague y le Nou­veau Roz­nan y los dis­cur­sos, bellí­si­mas pie­zas lite­ra­rias, de André Malraux, y, tal vez, el espec­táculo más tea­tral de la Europa de aquel tiempo, las con­fe­ren­cias de prensa y los true­nos olím­pi­cos del Gene­ral de Gau­lle. Pero, acaso, lo que más !e agra­dezco a Fran­cia sea el des­cu­bri­miento de Amé­rica Latina. Allí aprendí que el Perú era parte de una vasta comu­ni­dad a la que her­ma­na­ban la his­to­ria, la geo­gra­fía, la pro­ble­má­tica social y polí­tica, una cierta nunca de ser y la sabrosa len­gua en que hablaba y escri­bía. Y que en esos mis­mos anos pro­du­cía una lite­ra­tura nove­dosa y pujante. Allí leí a Bor­ges, a Octa­vio Paz. Cor­tá­zar, Gar­cía Már­quez, Fuen­tes, Cabrera Infante, Rulfo, Onetti, Car­pen­tier, Edwards, Donoso y muchos otros, cuyos escri­tos esta­ban revo­lu­cio­nando la narra­tiva en len­gua espa­ñola y gra­cias a los cua­les Europa y buena parte del mundo des­cu­brían que Amé­rica Latina no era sólo el con­ti­nente de los gol­pes de Estado, los cau­di­llos de ope­reta, los gue­rri­lle­ros bar­bu­dos y las mara­cas del mambo y el cha­cha­chá, sino tam­bién ideas, for­mas artís­ti­cas y fan­ta­sías lite­ra­rias que tras­cen­dían lo pin­to­resco y habla­ban un len­guaje universal.

    De enton­ces a esta época, no sin tro­pie­zos y res­ba­lo­nes, Amé­rica Latina ha ido pro­gre­sando, aun­que, como decía el verso de César Vallejo, toda­vía Hay, her­ma­nos, machismo que hacer. Pade­ce­mos menos dic­ta­du­ras que antaño, sólo Cuba y su can­di­data a secun­darla, Vene­zuela, y algu­nas seudo demo­cra­cias popu­lis­tas y paya­sas, como las de Boli­via y Nica­ra­gua. Pero en el resto del con­ti­nente, mal que mal la demo­cra­cia está fun­cio­nando, apo­yada en amplios con­sen­sos popu­la­res, y, por pri­mera vez en nues­tra his­to­ria, tene­mos una izquierda y una dere­cha que, como en Bra­sil. Chile, Uru­guay, Perú, Colom­bia, Repú­blica Domi­ni­cana, México y casi todo Cen­troa­mé­rica, res­pe­tan la lega­li­dad, la liber­tad de crí­tica, las elec­cio­nes y la reno­va­ción en el poder. Ése es el buen camino y, si per­se­vera en él, com­bate la insi­diosa corrup­ción y sigue inte­grán­dose al mundo. Amé­rica Latina dejará por fin de ser el con­ti­nente del futuro y pasará a serlo del presente.

    Nunca me he sen­tido un extran­jero en Europa, ni, en ver­dad, en nin­guna parte. En todos los luga­res donde he vivido, en París, en Lon­dres, en Bar­ce­lona, en Madrid, en Ber­lín, en Washing­ton. Nueva York. Bra­sil o la Repú­blica Domi­ni­cana, me sentí en mi casa. Siem­pre he hallado una que­ren­cia donde podía vivir en paz y tra­ba­jando. apren­der cosas, alen­tar ilu­sio­nes, encon­trar ami­gos, bue­nas lec­tu­ras y temas para escri­bir. No me parece que haberme con­ve­nido, sin pro­po­nér­melo, en un ciu­da­dano del mundo, haya debi­li­tado eso que lla­man “las raí­ces”, mis víncu­los con mi pro­pio país –lo que tam­poco ten­dría mucha importancia-, por­que, si así fuera, las expe­rien­cias perua­nas no segui­rían ali­men­tán­dome como escri­tor y no aso­ma­rían siem­pre en mis his­to­rias, aun cuando éstas parez­can ocu­rrir muy lejos del Perú. Creo que vivir tanto tiempo fiera del país donde nací ha for­ta­le­cido más bien aque­llos víncu­los, aña­dién­do­les una pers­pec­tiva más lúcida, y la nos­tal­gia, que sabe dife­ren­ciar lo adje­tivo y lo sus­tan­cial y man­tiene rever­be­rando los recuer­dos. El amor al país en que uno nació no puede ser obli­ga­to­rio, sino, al igual que cual­quier otro amor, un movi­miento espon­tá­neo del cora­zón, como el que une a los aman­tes, a padres e hijos, a los ami­gos entre sí.

    Al Perú yo lo llevo en las entra­ñas por­que en él nací, crecí, me formé, y viví aque­llas expe­rien­cias de niñez y juven­tud que mode­la­ron mi per­so­na­li­dad, fra­gua­ron mi voca­ción. y por­que allí amé. Odié, gocé, sufrí y soñé. Lo que en él ocu­rre me afecta más, me con­mueve y exas­pera más que lo que sucede en otras par­tes. No lo he bus­cado ni me lo he impuesto, sim­ple­mente es así. Algu­nos com­pa­trio­tas me acu­sa­ron de trai­dor y estuve a punto de per­der la ciu­da­da­nía cuando, durante la última dic­ta­dura, pedí a los gobier­nos demo­crá­ti­cos del mundo que pena­li­za­ran al régi­men con san­cio­nes diplo­má­ti­cas y eco­nó­mi­cas, como lo he techo siem­pre con todas las dic­ta­du­ras, de cual­quier índole, la de Pino­cha, la de Fidel Cas­tro, la de los tali­ba­nes en Afga­nis­tán, la de los ima­nes de Irán, la del apart­heid de África del Sur, la de los sátra­pas uni­for­ma­dos de Bir­ma­nia (hoy Myan­mar). Y lo vol­ve­ría a hacer mañana si –el des­tino no lo quiera y los perua­nos no lo per­mi­tan– el Perú fiera víc­tima una vez vas de un golpe de Estado que ani­qui­lan nues­tra frá­gil demo­cra­cia. Aque­lla no fue la acción pre­ci­pi­tada y pasio­nal de un resen­tido, como escri­bie­ron algu­nos polí­gra­fos acos­tum­bra­dos a juz­gar a los den­las desde su pro­pia peque­ñez. Fue un acto cohe­rente con mi con­vic­ción de que una dic­ta­dura repre­senta el mal abso­luto para un país, una fuente de bru­ta­li­dad y corrup­ción y de heri­das pro­fun­das que urdan mucho en cerrar, enve­ne­nan su futuro y crean hábi­tos y prác­ti­cas mal­sa­nas que se pro­lon­gan a lo largo de las gene­ra­cio­nes demo­rando la recons­truc­ción demo­crá­tica. Por eso, las dic­ta­du­ras deben ser com­ba­ti­das sin con­tem­pla­cio­nes, por todos los medios a nues­tro alcance, inclui­das las san­cio­nes eco­nó­mi­cas. Es lamen­ta­ble que los gobier­nos demo­crá­ti­cos, en vez de dar el ejem­plo, soli­da­ri­zán­dose con quie­nes, como las Damas de Blanco en Cuba, los resis­ten­tes vene­zo­la­nos, o Aung San Suu Kyi y Liu Xiaobo, que se enfren­tan con remen­dad a las dic­ta­du­ras que sufren, se mues­tren a menudo com­pla­cien­tes no con ellos sino con sus ver­du­gos. Aque­llos valien­tes, luchando por su liber­tad, tam­bién luchan por la nuestra.

    Un com­pa­triota mío, José María Argue­das, llamó al Perú el país de “Todas las san­gres”. No creo que haya fór­mula que lo defina mejor. Eso somos y eso lle­var­nos den­tro todos los perua­nos, nos guste o no: una suma de tra­di­cio­nes, razas, creen­cias y cul­tu­ras pro­ce­den­tes de los cua­tro pun­tos car­di­na­les. A mí me enor­gu­llece sen­tirme here­dero de las cul­tu­ras prehis­pá­ni­cas que fabri­ca­ron los teji­dos y man­tos de plu­mas de Nazca y Para­cas y los cera­mios mochi­cas o incas que se exhi­ben en los mejo­res mus­cos del mundo, de los cons­truc­to­res de Machu Pic­chu, el Gran Chimú, Chan Chan, Kue­lap, Sipán, las hua­cas de La Bruja y del Sol y de la Luna, y de los espa­ño­les que, con sus alfor­jas, espa­das y caba­llos, tra­je­ron al Perú a Gre­cia, Roma, la tra­di­ción judeo¬cristiana, el Rena­ci­miento, Cer­van­tes, Que­vedo y Gón­gora, y a len­gua recia de Cas­ti­lla que los Andes dul­ci­fi­ca­ron. Y de que con España lle­gara tam­bién el África con su recie­dum­bre, su música y su efer­ves­cente ima­gi­na­ción, a enri­que­cer la hete­ro­ge­nei­dad peruana. Si escar­ba­mos un poco des­cu­bri­mos que el Perú, como el Aleph de Bor­ges, es en pequeño for­mato el mundo entero. ¡Qué extra­or­di­na­rio pri­vi­le­gio el de un país que no tiene una iden­ti­dad por­que las tiene todas!

    La con­quista de Amé­rica fue cruel y vio­lenta, como todas las con­quis­tas, desde luego, y debe­mos cri­ti­cada, pero sin olvi­dar, al hacerlo, que quie­nes come­tie­ron aque­llos des­po­jos y crí­me­nes fue­ron, en gran número, nues­tros bisa­bue­los y tata­ra­bue­los, los espa­ño­les que fue­ron a Amé­rica y allí se acrio­lla­ron, no los que se que­da­ron en su tie­rra. Aque­llas cri­ti­cas, pan ser jus­tas, deben ser una auto­cri­tica. Por­que, al inde­pen­di­za­mos de España, hace dos­cien­tos alas, quie­nes asu­mie­ron el poder en las anti­guas colo­nias, en vez de redi­mir al indio y hacerle jus­ti­cia por los anti­guos agra­vios, siguie­ron explo­tán­dolo con tanta codi­cia y fero­ci­dad como los con­quis­ta­do­res, y, en algu­nos paí­ses, diez­mán­dolo y exter­mi­nán­dolo. Digá­moslo con toda cla­ri­dad: desde hace dos siglos la eman­ci­pa­ción de los indí­ge­nas es una res­pon­sa­bi­li­dad exclu­si­va­mente nues­tra y la hemos incum­plido. Ella sigue siendo una asig­na­tura pen­diente en toda Amé­rica Latina. No hay una sola excep­ción a este opro­bio y vergüenza.

    Quiero a España tanto como al Perú y mi deuda con ella es tan grande como el agra­de­ci­miento que le tengo. Si no hubiera sido por España jamás hubiera lle­gado a esta tri­buna, ni a ser un escri­tor cono­cido, y tal vez, como tan­tos cole­gas des­afor­tu­na­dos, anda­ría en el limbo de los escri­bi­do­res sin suerte, sin edi­to­res, ni pre­mios, ni lec­to­res, cuyo talento acaso –triste con­suelo– des­cu­bri­ría algún día la pos­te­ri­dad. En España se publi­ca­ron todos mis libros, recibí reco­no­ci­mien­tos exa­ge­ra­dos, ami­gos como Car­los Barral y Car­men Bal­ce­lls y tan­tos otros se des­vi­vie­ron por­que mis his­to­rias tuvie­ran lec­to­res. Y España me con­ce­dió una segunda nacio­na­li­dad cuando podía per­der la mía. Jamás he sen­tido la menor incom­pa­ti­bi­li­dad eme ser peruano y tener un pasa­porte espa­ñol por­que siem­pre he sen­tido que España y el Perú son el anverso y el reverso de una misma cosa, y no sólo en mi pequeña per­sona, tam­bién en reali­da­des esen­cia­les como la his­to­ria, la len­gua y la cultura.

    De todos los años que he vivido en suelo espa­ñol, recuerdo con ful­gor los cinco que pasé en la que­rida Bar­ce­lona a comien­zos de los años setenta. La dic­ta­dura de Franco estaba toda­vía en pie y aún fusi­laba, pero era ya un fósil en hila­chas, y, sobre todo en el campo de la cul­tura, inca­paz de man­te­ner los con­tro­les de antaño. Se abrían ren­di­jas y res­qui­cios que la cen­sura no alcan­zaba a par­char y por ellas la socie­dad espa­ñola absor­bía nue­vas ideas, libros, corrien­tes de pen­sa­miento y valo­res y for­mas artís­ti­cas hasta enco­ra­res prohi­bi­dos por sub­ver­si­vos. Nin­guna ciu­dad apro­ve­chó tanto y mejor que Bar­ce­lona este comienzo de apeno ni vivió una efer­ves­cen­cia seme­jante en todos los cam­pos de las ideas y la crea­ción. Se con­vir­tió en la capi­tal cul­tu­ral de España, el lugar donde fobia que estar para res­pi­rar el anti­cipo de la liber­tad que se ven­dría. Y, en cierto modo, fue tam­bién la capi­tal cul­tu­ral de Amé­rica Latina por la can­ti­dad de pin­to­res, escri­to­res, edi­to­res y artis­tas pro­ce­den­tes de los paí­ses lati­noa­me­ri­ca­nos que allí se ins­ta­la­ron, o iban y venían a Bar­ce­lona, por­que era donde había que estar si uno que­ría ser un poeta, nove­lista, pin­tor o com­po­si­tor de nues­tro tiempo. Pan mi, aque­llos fue­ron unos años inol­vi­da­bles de com­pa­ñe­rismo, amis­tad, cons­pi­ra­cio­nes y fecundo tra­bajo inte­lec­tual. Igual que antes París, Bar­ce­lona fue una Torre de Babel, una ciu­dad cos­mo­po­lita y uni­ver­sal, donde en esti­mu­lante vivir y tra­ba­jar, y donde, por pri­mera vez desde los tiem­pos de la perra civil, escri­to­res espa­ño­les y lati­noa­me­ri­ca­nos se mez­cla­ron y fra­ter­ni­za­ron, reco­no­cién­dose due­ños de una misma tra­di­ción y alia­dos en una empresa común y una cenen: que el final de la dic­ta­dura cm inmi­nente y que en la España demo­crá­tica la cul­tura sería la pro­ta­go­nista principal.

    Aun­que no ocu­rrió así exac­ta­mente, la tran­si­ción espa­ñola de la dic­ta­dura a la demo­cra­cia ha sido una de las mejo­res his­to­rias de los tiem­pos moder­nos, un ejem­plo de cómo, cuando la sen­sa­tez y la racio­na­li­dad pre­va­le­cen y los adver­sa­rios polí­ti­cos apar­can el sec­ta­rismo en favor del bien común, pue­den ocu­rrir hechos tan pro­di­gio­sas como los de las nove­las del rea­lismo mágico. La tran­si­ción espa­ñola del auto­ri­ta­rismo a la liber­tad, del sub­de­sa­rro­llo a la pros­pe­ri­dad, de una socie­dad de con­tras­tes eco­nó­mi­cos y desigual­da­des ter­cer­mun­dis­tas a un país de cla­ses medias, su inte­gra­ción a Europa y su adop­ción en pocos años de una cul­tura demo­crá­tica, ha admi­rado al mundo entero y dis­pa­rado la moder­ni­za­ción de España. Ha sido para mí una expe­rien­cia emo­cio­nante y alec­cio­na­dora vivirla de muy cerca y a ratos desde den­tro. Ojalá que los nacio­na­lis­mos, plaga incu­ra­ble del mundo moderno y tam­bién de España, no estro­peen esta his­to­ria feliz.

    Detesto toda forma de nacio­na­lismo, ideo­lo­gía –o, más bien, reli­gión– pro­vin­ciana, de corto vuelo, exclu­yente, que recorta el hori­zonte inte­lec­tual y disi­mula en su seno pre­jui­cios étni­cos y racis­tas, pues con­viene en valor supremo, en pri­vi­le­gio moral y onto­ló­gico, la cir­cuns­tan­cia for­tuita del lugar de naci­miento. Junto con la reli­gión, el nacio­na­lismo ha sido la casa de las peo­res car­ni­ce­rías de la his­to­ria, como las de las dos gue­rras mun­dia­les y la san­gría actual del Medio Oriente. Nada ha con­tri­buido tanto como el nacio­na­lismo a que Amé­rica Latina se haya bal­ca­ni­zado, ensan­gren­tado en insen­sa­tas con­tien­das y liti­gios y derro­chado astro­nó­mi­cos recur­sos en com­prar armas en vez de cons­truir escue­las, biblio­te­cas y hospitales.

    No hay que con­fun­dir el nacio­na­lismo de ore­je­ras y su rechazo del “otro”, siem­pre semi­lla de vio­len­cia, con el patrio­tismo, sen­ti­miento sano y gene­roso, de amor a la tie­rra donde uno vio la luz, donde vivie­ron sus ances­tros y se for­ja­ron los pri­me­ros sue­ños, pai­saje fami­liar de geo­gra­fías, seres que­ri­dos y ocu­rren­cias que se con­vie­nen en hitos de la memo­ria y escu­dos corea la sole­dad. La patria no son las ban­de­ras ni !os him­nos, ni los dis­cur­sos apo­díc­ti­cos sobre los héroes emble­má­ti­cos, sino un puñado de luga­res y per­so­nas que pue­blan nues­tros recuer­dos y los tiñen de melan­co­lía, la sen­sa­ción cálida de que, no importa donde este­mos, existe un hogar al que pode­mos volver.

    El Perú es para mí una Are­quipa donde nací pero nunca viví, una ciu­dad que mi madre, mis abue­los y mis dos me ense­ña­ron a cono­cer a tra­vés de sus recuer­dos y año­ran­zas, por­que toda mi tribu fami­liar, como sue­len hacer los are­qui­pe­ños. se llevó siem­pre a la Ciu­dad Blanca con ella en su anda­riega exis­ten­cia. Es la Piura del desierto, el alga­rrobo y el sufrido bue­nito, al que los piu­ra­nos de mi juven­tud lla­ma­ban “el pie ajeno” –lindo y triste apelativo-, donde des­cu­brí que ro eran las cigüe­ñas las que traían los bebes al mundo sino que los fabri­ca­ban las pare­jas haciendo unas bar­ba­ri­da­des que eran pecado mor­tal. Es el Cole­gio San Miguel y el Tea­tro Varie­da­des donde por pri­mera vez vi subir al esce­na­rio una obra escrita por mí. Es la esquina de Diego Ferré y Colón, en el Mira­flo­res limeño –la lla­má­ba­mos el Barrio Alegre-, donde cam­bié el pan­ta­lón cono por el largo, fumé mi pri­mer ciga­rri­llo, aprendí a bai­lar, a enamo­rar y a decla­rarme a las chi­cas. Es la pol­vo­rienta y tem­blo­rosa redac­ción del dia­rio La Cró­nica donde, a mis die­ci­séis años, velé mis pri­me­ras armas de perio­dista, ofi­cio que, con la lite­ra­tura, ha ocu­pado casi toda mi vida y me ha hecho, como los libros, vivir más, cono­cer mejor el mundo y fre­cuen­tar a gente de todas panes y de todos los regis­tros, gente exce­lente, buena, mala y exe­cra­ble. Es el Cole­gio Mili­tar Leon­cio Prado, donde aprendí que el Perú no era el pequeño reducto de clase media en el que yo había vivido hasta enton­ces con­fi­nado y pro­te­gido, sino un país grande, anti­guo, coro­nado, desigual y sacu­dido por toda clase de tor­men­tas socia­les. Son las célu­las clan­des­ti­nas de Cahuide en las que con un puñado de san­mar­qui­nos pre­pa­rá­ba­mos la revo­lu­ción mun­dial. Y el Perú son mis ami­gos y ami­gas del Movi­miento Liber­tad con los que por tres años, entre las bom­bas, apa­go­nes y ase­si­na­tos del terro­rismo, tra­ba­ja­mos en defensa de la demo­cra­cia y la cul­tura de la libertad.

    El Perú es Patri­cia, La prima de nari­cita res­pin­gada y carác­ter indo­ma­ble con la que tuve la for­tuna de casarme hace 45 años y que toda­vía soporta las manías, neu­ro­sis y rabie­tas que me ayu­dan a escri­bir. Sin ella mi vida se hubiera disuelto hace tiempo en un tor­be­llino caó­tico y no hubie­ran nacido Álvaro, Gon­zalo, Mor­gana ni los seis nie­tos que nos pro­lon­gan y ale­gran la exis­ten­cia. Ella hace todo y todo lo hace bien. Resuelve los pro­ble­mas, admi­nis­tra la eco­no­mía, pone orden en el caos man­tiene a raya a los perio­dis­tas y a los intru­sos, defiende mi tiempo, decide las citas y los via­jes, hace y des­hace las male­zas, y es tan gene­rosa que, hasta cuándo cree que me riñe, me hace el mejor de los elo­gios: “Mario, para lo único que tú sir­ves es para escri­bir”.

    Vol­va­mos a la lite­ra­tura. El paraíso de la infan­cia no es para mí un mito lite­ra­rio sino una reali­dad que viví y gocé en la gran casa fami­liar de tres patios. en Cocha­bamba, donde con mis pri­mas y com­pa­ñe­ros de cole­gio podía­mos repro­du­cir las his­to­rias de Tar­zán y de Sal­gari, y en la Pre­fec­tura de Piura, en cuyos entre­te­chos anida­ban los mur­cié­la­gos, som­bras silen­tes que lle­na­ban de mis­te­rio las noches estre­lla­das de esa tie­rra caliente. En esos años, escri­bir fue jugar un juego que me cele­braba la fami­lia, una gra­cia que me mer­cera aplau­sos, a mí, el nieto, el sobrino, el hijo sin papá, por­que mi padre habla muerto y estaba en el cielo. Era un señor alto y buen mozo, de uni­forme de marino, cuya foto enga­la­naba mi vela­dor y a la que yo rezaba y besaba antes de dor­mir. Una mañana piu­rana, de la que toda­vía no creo haberme reco­brado, mi madre me reveló que aquel caba­llero, en ver­dad, estaba vivo. Y que ese mismo día nos iría­mos a vivir con él, a Lima. Yo tenía once años y. desde enton­ces, todo cam­bió. Perdí la inocen­cia y des­cu­brí la sole­dad. la auto­ri­dad, la vida adulta y el miedo. Mi sal­va­ción fue leer, leer los bue­nos libros, refu­giarme en esos mun­dos donde vivir era exal­tante, intenso, una aven­tura tras otra, donde podía sen­tirme libre y vol­vía a ser feliz. Y fue escri­bir, a escon­di­das, como quien se entrega a un vicio incon­fe­sa­ble, a una pasión prohi­bida. La lite­ra­tura dejó de ser un juego. Se vol­vió una manera de resis­tir la adver­si­dad, de pro­tes­tar, de rebe­larme, de esca­par a lo into­le­ra­ble, mi razón de vivir. Desde enton­ces y hasta ahora. en todas las cir­cuns­tan­cias en que me he sen­tido aba­tido o gol­peado, a ori­llas de la deses­pe­ra­ción, entre­garme en cuerpo y alma a mi tra­bajo de tabu­la­dor ha sido la luz que señala la salida del túnel, la tabla de sal­va­ción que lleva al náu­frago a la playa.

    Aun­que me cuesta mucho tra­bajo y me hace sudar la gota gorda, y, como todo escri­tor, siento a veces la ame­naza de la pará­li­sis de la sequía de la ima­gi­na­ción, nada me ha hecho gozar en la vida tanto como pasarme los meses y los años cons­tru­yendo una his­tona, desde su incierto des­pun­tar, esa ima­gen que la memo­ria alma­cenó de alguna expe­rien­cia vivida, que se vol­vió un desa­so­siego, un entu­siasmo, un fan­ta­seo que ger­minó luego en un pro­yecto y en la deci­sión de inten­tar con­ver­tir esa nie­bla agi­tada de fan­tas­mas en una his­to­ria. “Escri­bir es una manen de vivir”, dijo Flau­bert. Si, muy cierto, una manera de vivir con ilu­sión y ale­gría y un fuego chis­po­rro­teante en la cabeza, peleando con las pala­bras dís­co­las hasta amaes­trar­las, explo­rando el ancho mundo corno un caza­dor en pos de pre­sas codi­cia­bles para ali­men­tar la fic­ción en cier­nes y apla­car ese ape­tito voraz de toda his­to­ria que al cre­cer qui­siera tra­garse todas las his­to­rias. Lle­gar a sen­tir el vér­tigo al que nos con­duce una novela en ges­ta­ción, cuando una forma y parece empe­zar a vivir por cuenta pro­pia, con per­so­na­jes que se mue­ven, actúan, pien­san, sien­ten y exi­gen res­peto y con­si­de­ra­ción, a los que ya no es posi­ble impo­ner arbi­tra­ria­mente una con­ducta, ni pri­va­dos de su libre albe­drío sin matar­los sin que la his­to­ria pierda poder de per­sua­sión es una expe­rien­cia que me sigue hechi­zando como la pri­mera vez tan plena y ver­ti­gi­nosa como hacer el amor con la mujer amada dial sema­nas y meses, sin cesar.

    Al hablar de la fic­ción, he hablado mucho de la novela y poco del tea­tro, otra de sus for­mas excel­sas. Una gran injus­ti­cia, desde luego. El tea­tro fue mi pri­mer amor, desde que, ado­les­cente, vi en el Tea­tro Segura, de Lima. La muerte de un via­jante, de Art­hur Miller, espec­táculo que me dejó tras­pa­sado de emo­ción y me pre­ci­pitó a escri­bir un drama con incas. Si en la Lima de los cin­cuenta hubiera habido un movi­miento tea­tral habría sido dra­ma­turgo antes que nove­lista. No lo había y eso debió orien­tarme cada vez más hacia la narra­tiva. Pero mi amor por el tea­tro nunca cesó, dor­mitó acu­rru­cado a la som­bra de las nove­las, como una ten­ta­ción y una nos­tal­gia sobre toda cuando veía alguna pieza sub­yu­gante. A fines de los setenta, el recuerdo per­ti­naz de una tía abuela cen­te­na­ria, la Mamaé, que, en los últi­mos altos de su vida, cortó con la reali­dad cir­cun­dante para refu­giarse en los recuer­dos y la fic­ción, me sugi­rió una his­to­ria. Y sentí, de manera fatí­dica, que aque­lla era una his­to­ria para el tea­tro que sólo sobre un esce­na­rio cobrarla la ani­ma­ción y el esplen­dor de las fic­cio­nes logra­das. La escribí con el tem­blor exci­tado del prin­ci­piante y gocé tanto vién­dola en escena con Norma Mean­dro en el papel de la heroína, que, desde enton­ces entre novela y novela, ensayo y ensayo, he rein­ci­dido varias veces. Eso sí, nunca ima­giné que a mis setenta años, me subirla (debe­ría decir mejor me arras­trarla) a un esce­na­rio a actuar. Esa teme­ra­ria aven­tura me hizo vivir por pri­mera vez en carne y hueso el mila­gro que es, para alguien que se ha pasado la vida escri­biendo fic­cio­nes, encar­nar por unas horas a un per­so­naje de la fan­ta­sía. vivir la fic­ción delante de un público. Nunca podré agra­de­cer bas­tante a mis que­ri­dos ami­gos, el direc­tor Joan 0llé y la actriz Aitana Sán­chez Gijón, haberme ani­mado a com­par­tir con ellos esa fan­tás­tica expe­rien­cia (pese al pánico que la acompañó).

    La lite­ra­tura es una repre­sen­ta­ción falaz de la vida que, sin embargo. ros ayuda a enten­derla mejor, a orien­tar­nos por el labe­rinto en el que naci­mos, trans­cu­rrir­nos y mori­mos. Ella nos des­agra­via de los reve­ses y frus­tra­cio­nes que nos inflige la vida ver­da­dera y gra­cias a ella des­ci­fra­mos al menos par­cial­mente, el jero­glí­fico que suele ser la exis­ten­cia para la gran mayo­ría de los seres huma­nos, prin­ci­pal­mente aque­llos que alen­ta­mos iras dudas que cer­te­zas, y con­fe­sa­mos nues­tra per­ple­ji­dad ante temas como la tras­cen­den­cia, el des­tino indi­vi­dual y colec­tivo, el alma, el sen­tido o el sin­sen­tido de la his­to­ria, el más acá y el más allá del cono­ci­miento racional.

    Siem­pre me ha fas­ci­nado ima­gi­nar aque­lla incierta cir­cuns­tan­cia en que nues­tros ante­pa­sa­dos, ape­nas dife­ren­tes toda­vía del ani­mal, recién nacido el len­guaje que les per­mi­tía comu­ni­carse, empe­za­ron, en las caver­nas, en torno a las hogue­ras, en noches hir­vien­tes de ame­na­zas –rayos, true­nos, gru­ñi­dos de las fieras-, a inven­tar ilus­trar­las y a con­tár­se­las. Aquel fue el momento cru­cial de nues­tro des­tino, por­que, en esas ron­das de seres pri­mi­ti­vos sus­pen­sos por la voz y la fan­ta­sía del con­ta­dor, comento la civi­li­za­ción, el largo trans­cu­rrir que poco a poco nos huma­ni­za­ría y nos lle­va­ría a inven­tar al indi­vi­duo sobe­rano y a des­ga­jarlo de la tribu, la cien­cia, las artes, el dere­cho, la liber­tad, a escru­tar las enca­las de La natu­ra­leza, del cuerpo humano, del espa­cio y a via­jar a las estre­llas. Aque­llos cuen­tos, fábu­las, mitos, leyen­das, que reso­na­ron por pri­mera vez como una música nueva ante audi­to­rios inti­mi­da­dos por los mis­te­rios y peli­gros de un mundo donde todo era des­co­no­cido y peli­groso, debie­ron ser un baño refres­cante, un remanso para esos espí­ri­tus siem­pre en el quién vive, para los que exis­tir que­ría decir ape­nas comer, gua­re­cerse de los ele­men­tos, matar y for­ni­car. Desde que empe­za­ron a soñar en colec­ti­vi­dad, a com­par­tir los sue­ños, inci­ta­dos par los con­ta­do­res de cuen­tos, deja­ron de estar ata­dos a la nona de la super­vi­ven­cia, un remo­lino de queha­ce­res embru­te­ce­do­res, y su vida se vol­vió sueño. goce, fan­ta­sía y un desig­nio revo­lu­cio­na­rio: rom­per aquel con­fi­na­miento y cam­biar y mejo­rar, una lucha para apla­car aque­llos deseos y ambi­cio­nes que en ellos azu­za­ban las vidas figu­ra­das, y la curio­si­dad por des­pe­jar las incóg­ni­tas de que estaba cons­te­lado su entorno.

    Ese pro­ceso nunca inte­rrum­pido se enri­que­ció cuando nació la escri­tura y las his­to­rias, ade­más de escu­charse, pudie­ron leerse y alcan­za­ron la per­ma­nen­cia que les con­fiere la lite­ra­tura. Por eso, hay que repe­tirlo sin yegua hasta con­ven­cer de ello a las nue­vas gene­ra­cio­nes: la fic­ción es más que un entre­te­ni­miento, más que un ejer­ci­cio inte­lec­tual que aguza la sen­si­bi­li­dad y des­pierta el espí­ritu crí­tico. Es una nece­si­dad impres­cin­di­ble para que la civi­li­za­ción siga exis­tiendo, reno­ván­dose y con­ser­vando en noso­tros lo mejor de lo humano. Para que no retro­ce­da­mos a la bar­ba­rie de la inco­mu­ni­ca­ción y la vida no se reduzca al prag­ma­tismo de los espe­cia­lis­tas que ven las cosas en pro­fun­di­dad pero igno­ran lo que las rodea, pre­cede y con­ti­núa. Para que no pase­mos de ser­vir­nos de las máqui­nas que inven­tar­nos a ser sus sir­vien­tes y escla­vos. Y por­que un mundo sin lite­ra­tura sería un mundo sin deseos ni idea­les ni desaca­tos, un mundo de autó­ma­tas pri­va­dos de lo que hace que el ser humano sea de veras humano: la capa­ci­dad de salir de sí mismo y mudarse en otro, en otros, mode­la­das con la arci­lla de nues­tros sueños.

    De la caverna al ras­ca­cie­los, del garrote a las armas de des­truc­ción masiva, de la vida tau­to­ló­gica de la tribu a la era de la glo­ba­li­za­ción, las fic­cio­nes de la lite­ra­tura han mul­ti­pli­cado las expe­rien­cias huma­nas, impi­diendo que hom­bres y muje­res sucum­ba­mos al letargo, al ensi­mis­ma­miento, a la resig­na­ción. Nada ha sem­brado tanto la inquie­tud, remo­vido tanto la ima­gi­na­ción y los deseos, como esa vida de men­ti­ras que aña­di­mos a la que tene­mos gra­cias a la lite­ra­tura para pro­ta­go­ni­zar las gran­des aven­tu­ras, las gran­des pasio­nes, que la sida ver­da­dera nunca nos dará. Las men­ti­ras de la lite­ra­tura se vuel­ven ver­da­des a tra­vés de noso­tros, los lec­to­res trans­for­ma­dos, con­ta­mi­na­dos de anhe­los y, por culpa de la fic­ción, en per­ma­nente entre­di­cho con la medio­cre reali­dad, hechi­ce­ría que, al ilu­sio­nar­nos con tener lo que no tener­nos, ser lo que no somos, acce­der a esa impo­si­ble exis­ten­cia donde, como dio­ses paga­nos, nos sen­tir­nos terre­na­les y eter­nos a la vez la lite­ra­tura intro­duce en nues­tros espí­ri­tus la incon­for­mi­dad y la rebel­día, que están darás de todas las haza­ñas que han con­tri­buido a dis­mi­nuir la vio­len­cia en las rela­cio­nes huma­nas. A dis­mi­nuir la vio­len­cia, no a aca­bar con ella. Por­que la nues­tra será siem­pre, por for­tuna, una his­to­ria incon­clusa. Por eso tene­mos que seguir soñando, leyendo y escri­biendo, la más efi­caz manera que haya­mos encon­trado de ali­viar nues­tra con­di­ción pere­ce­dera, de derro­tar a la car­coma del tiempo y de con­ver­tir en posi­ble lo imposible.

    Esto­colmo, 10 de diciem­bre del 2010
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    Que opinais de Mario Vargas? Empty Re: Que opinais de Mario Vargas?

    Mensaje por Lemien Sáb Abr 30, 2011 7:04 pm

    Yo pienso que es un Liberal mas... si no mirar esta puyita soltada por el: ''El desarrollo y la civilización son incompatibles con ciertos fenómenos sociales y el principal de ellos es el colectivismo. Ninguna sociedad colectivista o impregnada con esa cultura es una sociedad que desarrolla, moderniza y alcanza la civilización''

    Lo unico que valoro de el es su literatura me estoy leyendo el libro ''La ciudad de los perros'' y me esta gustando bastante
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    Mensaje por Rodimtsev Dom Mayo 01, 2011 12:23 am

    Es un cerdo criollo.
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    Mensaje por ajuan Dom Mayo 01, 2011 12:52 am

    Mala.Este hombre es un reaccionario burges que se mueve donde le conviene.
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    Mensaje por operario Dom Mayo 01, 2011 12:59 am

    ¿Del palmero de UPyD?
    Basura reaccionaria.

    Una de tantas perlas:
    Vargas llosa manifiesta su honda preocupación por la presencia de la izquierda “tradicional, autoritaria, antidemocrática, que es la izquierda de Fidel Castro, de su discípulo Hugo Chávez, del discípulo del discípulo que es Evo Morales.”

    En su juventud revolucionario, con el tiempo reaccionario acomodado y mimado por el sistema.

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    Mensaje por 26 de marzo Dom Mayo 01, 2011 4:26 am

    Tiene un innegable talento como escritor pero es una lacra humana representante del neoliberalismo y enemigo de los pueblos de America Latina.
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    Mensaje por julss Vie Mayo 06, 2011 10:23 pm

    pero es buen escritor no?
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    Mensaje por Red Fox Sáb Mayo 07, 2011 12:32 pm

    Buen escritor, sí, pero un malnacido total.
    Una cosa es que tenga talento y otra en qué lo invierta.
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    Mensaje por Luchador Revolucionario Sáb Mayo 14, 2011 5:40 am

    un fascista un reaccionario y un agente de la cia !!!!
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    Mensaje por Catiusca Mar Mayo 17, 2011 1:08 pm


    Yo no había leido a Mario Vargas Llosa por considerarle de derechas. Para mí, es razón suficiente para no leer a alguien, además que no tengo fe siquiera en que sepa escribir alguien así. Pero como digo, aunque escribiese bien, no quería darle el gusto de sumar un número a su lista de lectores. Pero me regalaron "El paraiso en la otra esquina" y no lo acabé porque cita personas y fechas en demasía. Me pareció farragoso, y típico de alguien con sus ideas, estar pendiente del nombre, que no del cuadro.
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    Mensaje por Alexyevich Sáb Jun 25, 2011 3:29 am

    Vargas LLosa de jóven simpatizó con los grupos guerrilleros de izquierda del Perú. Sin embargo, se alejaría de esto conforme consolidaba su carrera literaria y abandona su país para emigrar a España, país que le daría la oportunidad de triunfar en las letras y ser reconocido internacionalmente.

    Supongo que allí se volvió neoliberal. Aunque en las recientes elecciones peruanas del 5 del 5 de junio, respaldó al candidato de izquierda Ollanta Humala. Muchos acusan esto a su rencor al padre de la candidata Keiko Fujimori, ya que éste le ganó el ballotage electoral en 1990.

    Con respecto a la ideología que profesa en la actualidad no hay mucho que discutir, ya que en muchos artículos tira barro a los gobiernos latinoamericanos de izquierda, incluido Cuba.

    PD: Esa encuesta me parece demasiado ambigua e infantil. Si el tema a debatir es la ideología de MVLL, pues podrían ponerle, por ejemplo:
    a) cerdo liberal
    b)un oportunista
    c) fascista
    d) pseudo izquierdista
    e) ns/no

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    Mensaje por camaradavorodin Sáb Jun 25, 2011 8:23 pm

    Es un gran escritor, sobre todo en sus primeras obras:La ciudad y los perrors: La tía Julia y el escribidor; Pantaleon y las visitadoras. Ideologicamente empezó en el marxismo, era simpatizante del Partido Comunista de Perú, pero pronto se pasó a las filas del liberalismo, que es donde ahora se encuentra: de derechas, tanto en lo político como en lo económico y profundamente anticomunista.
    Mi consejo: leer sus libros y despreciar sus artículos y opiniones.
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    Mensaje por julss Lun Jun 27, 2011 12:57 pm

    pero apoya a Humala Smile
    PD: hay articulos suyos que no son del todo malos (sí, leo el país)
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    Mensaje por Jesús R Rojo Lun Jun 27, 2011 2:06 pm

    Es un cerdo que entre otras cosas conjenió muy bien y no dudo en apoyar a Aznar, con el que comparte sus ideas...
    No hay más que ver su discurso al ganar el novel, que, gana un novel de literatura y da un discurso político rajando hasta la médula de Cuba y de Venezuela...
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    Mensaje por camaradavorodin Lun Jun 27, 2011 10:54 pm

    julss escribió:pero apoya a Humala Smile
    PD: hay articulos suyos que no son del todo malos (sí, leo el país)
    Me refería, sobre todo, a sus artículos sobre política latinoamericana y sobre la crisis económica.
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    Mensaje por Alexyevich Lun Jun 27, 2011 11:12 pm

    camaradavorodin escribió:
    julss escribió:pero apoya a Humala Smile
    PD: hay articulos suyos que no son del todo malos (sí, leo el país)
    Me refería, sobre todo, a sus artículos sobre política latinoamericana y sobre la crisis económica.

    Vargitas se debe dedicar a escribir novelas nomás, es lo mejor que hace. Incluso en ellas mete algo de su ideología, de forma disimulada, pero son buenas novelas en general.
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    Mensaje por camaradavorodin Lun Jun 27, 2011 11:22 pm

    Yo he leido algún artículo suyo sobre religión que no está mal.
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    Mensaje por leooonidas Mar Jun 28, 2011 9:32 pm

    Vargas llosa...

    Ese que oculto las pruebas del caso uchurujay, donde los militares asesinaron a periodistas, con el cuento de salvar la democracia.

    Ese es un mercenario intelectual.
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    Mensaje por javicho II Dom Jul 31, 2011 11:43 pm

    MARIO “VARGAS LLOSA”

    Vargas Llosa nunca manifestó que haya simpatizado con un partido comunista peruano, por lo menos no recuerdo que eso lo diga en sus memoria “El Pez en el Agua”. Pero si fue un simpatizante de la atmósfera izquierdista en general que comenzó a vivir el Perú a partir de la década de los 60. Por su puesto que el triunfo de la revolución cubana en 1959 lo entusiasmó, como a muchos, al joven Vargas Llosa, pero sólo le duró hasta que Fidel Castro se declarara marxista-leninista. Vargas Llosa siempre vio a la distancia y nunca comprenderá el marxismo-leninismo, él sólo estaba contagiado ¬y por los amigos intelectuales de izquierda que tuvo de la Univesidad Mayor de San Marcos¬ por esa atmósfera de izquierda en el país.
    A Vargas Llosa le sucede lo que es normal que le suceda a un pequeño burgués intelectual, a parte que buscaba la fama en Europa y que lo consiguió. De la noche a la mañana abandonó todas sus simpatías de izquierda y pasó a una convencida posición liberal.

    Vargas Llosa se sentirá influenciado por el genial escritor francés Jean Paul Sartre, Vargas Llosa lo convertirá en su padre intelectual. “La Ciudad y Los Perros” lo sacará del anonimato internacional y la “Casa Verde” termina por su reconocimiento internacional rumbo al largo camino hacia el Premio Nóbel. En la novela “La Tía Julia y el Escribidor” Vargas Llosa se justificará de la relación que tuvo con su tía Julia Urquizo que era diez años mayor que él. La Tía Julia le responderá a Mario escribiendo un libro editado en Boliva, ya que Julia vivía estaba viviendo en Bolivia: “Lo que no Dijo Varguitas”. Antes que Vargas Llosa publicara “La Tía Julia y el Escribidor” publicará una novela que sí vale la pena leerlo “Conversación en la Catedral” es la visión de un país que nació como un fracaso, es una novela donde se describe el fracaso humano o la “derrota del individuo” como lo denominó la academia Nóbel. De esta novela sacarán la famosa frase que sirvió de título a un libro de ensayos peruanos de varios autores, publicado en 1989 ó 1990 sobre la violencia política del país: “¿En qué Momento se Jodió el Perú?”. Otro libro interesante es “La Guerra del Fin del Mundo” que trata sobre un santo místico que origina una revolución de pobres, marginales y excluidos, contra los terrateniente de Brasil, lo hechos ocurren en Canudos a fines del siglo XIX.

    SOBRE UCHURUCCAY, 1983


    A finales de enero de 1983, dentro de la política genocida de “masas contra masas”por parte de las Fuerza Armadas peruanas (FFAA) se produce en la zona de Ucchuraccay, Ayacucho, la muerte en forma muy violenta, de ocho periodistas y su guía. Los periodistas eran de los periódicos “La República”, “El Observador” (hoy desaparecido), “El Diario Marka”(luego se convertirá en “El Diario” y sera el periódico de combate del PCP), y otros que ya no recuerdo. Los ocho periodistas murieron por cortes profundos de hachas, ondas y a pedradas, era la forma ancestral de los pueblos del ande de atacar y defenderse. Pero ¿por qué atacaron a estos periodistas que sólo estaban cubriendo información? En realidad los que atacaron a estos periodistas eran campesinos de la zona que eran las mesnadas de las FFAA. Los ocho periodistas se enteraron que había ocurrido una matanzas de campesinos e iban a cubrir la noticia sobre aquella matanza en el pueblo de Iquicha, y para ello necesitaban llegar ala zona donde ocurrió aquella matanza, y tratar de hablar y buscar testigos sobre esos hechos. Toda esa zona, entre los pueblos de Uchuraccay, Huaichao e Iquicha pertenece a Lucanamarca (Huanta), se encontraban en estado de guerra entre las mesnadas de las FFAA y el PCP. ante el temor de que todos estos hechos demostraran el genocidio en los Andes y se conocieran en Lima, y por lo tanto, si se conoce en Lima se conocerá en todo el mundo, las FFAA dio la orden a sus mesnadas detener a los periodistas que se dirigían a Iquicha. Y en la zona de Ucchuruhay son rodeados por lo campesinos mesnadas de las FFAA. Los periodistas se identificaron pero los campesinos hacían que no los comprendían, el guía hablaba quechua y por lo tanto los campesinos mesnadas de la FFAA sí los estaban entendiendo, y decidieron eliminarlos (en las fotografías que se encontraron después se ve que los periodistas están en un tenso diálogo con los campesinos mesnadas de las FFAA). Uno de los periodistas Willy Retto mientras veía como sus destinos estaban sellados para morir comenzó a fotografiar todo lo que pudo sin que se dieran cuenta las mesnadas y así herido y apunto de morir tomaba sus últimas fotografías. Los autores intelectuales de esta matanza fueron las FFAA. Mario Vargas Llosa vendrá de Europa por encargo del gobierno de Belaunde para presidir y tergiversar y ocultar los hechos tal cual fueron. El informe de Vargas Llosa responsabilizaba de la matanza a los campesinos de la zona por ignorancia de los mismos porque no supieron reconocer la diferencia de una cámara fotográfica y un arma de guerra, y que los campesinos los confundieron con “terrorista de sendero luminoso”. Negaba así que los campesinos fueran mesnadas, azuzados y utilizados como carne de cañón en su guerra de masas contra masas por las FFAA, y exculpó a éstos de toda responsabilidad.

    Todas las mesnadas de las FFAA que participaron en la matanza de los periodistas y otros testigos fueron muriendo y desapareciendo en extrañas circunstancias. El Estado con sus FFAA no querían correr el riesgo de que algún día se arrepintieran y hablaran.

    En 1984 ó 1985 el periódico “La República” publicó una fotografía en primera plana donde aparecían los campesinos que mataron a los ocho periodistas con miembros de las FFAA que portaban sus armas de guerra. Esta fotografía demostró que las mesnadas de las FFAA sí conocía cómo era un arma de guerra, demostrando que Vargas Llosa vino de Europa a lavarle la cara al Estado y sus FFAA.

    SU CAMINO HACIA LA PRESIDENCIA DEL PERU Y LA APARICIÓN DE FUJIMORI

    En 1986, ante la estatización de la banca privada por el gobierno de Alan García, Vargas Llosa regresa de Europa, da un discurso en la Plaza San Martín para oponerse a dicha estatización. Vargas Llosa dio un discurso multitudinario, todos eran gente de clase media y pituca (tengo que ser sincero que quedé sorprendido con ese mitin. Cuando era vendedor ambulante por las calles de Lima, a comienzos de los 80, la Plaza San Martín, la Plaza Unión donde estaba la CGTP eran los centros de los mítines de izquierda y para mi era normal ver a gente india, chola, mestiza, negra, mulata alzando los puños; pero en 1986 ver a gente blanca con ojos azules algunos, pelos rubios o castaños, bien vestidos, con sus pitos, vinchas y pancartas protestando contra la estatización de la banca con un eufórico Vargas Lllosa, pues nunca creí que esta gente también hiciera mítines). La derecha que se le consideró enterrado en 1985, Vargas Llosa lo resucitaba como proyecto político; se dice que Alan García al ver el multitudinario mitin por la televisión agarró el aparato y lo tiró contra el suelo, Alan García había sido el responsable político del resurgimiento de la derecha con su proyecto de ley de estatización. Durante estos sucesos políticos Vargas Llosa prepara su camino a la presidencia del Perú para 1990. Por primera vez en el Perú desde los años 70, Vargas Llosa vuelve a introducir los términos “capitalismo”, “derecha”, “privatizaciones”, “liberalismo”, “neoliberalismo” como progreso y desarrollo. En diciembre de 1989 aparece un candidato desconocido de origen japonés, era Alberto Fujimori, de la noche a la mañana Fujimori se dispara en las encuestas, apareció como un tsunami, Fujimori comenzó a ganarse las simpatías de los sectores más marginales del Perú.

    LOS GOLPES BAJOS DEL MOVIMIENTO LIBERTAD Y EL ASESOR DE GARCÍA PÉREZ

    1990 fue una época en que se sacó los temas raciales como propaganda política. Los asesores de “El Movimiento Libertad” que era el frente que fundara y lideraba Vargas Llosa, ante el crecimiento inesperado de Fujimori en las encuestas decidieron sacarlo de la campaña electoral al oriental con los temas raciales. Llegaron a aparecer volantes con las imágenes de los esposos Fujimori y que decía “ellos no representan tu cultura” “ellos no son de aquí”. Cuando vieron que esta estrategia no daba resultados, entonces decidieron investigarlo sobre sus negocios y empresas que Fujimori tenía con su mujer (en realidad la familia de Susana Higuchi era los que tenían empresas y hectáreas de terreno; Fujimori no tenía nada cuando se casa con Susana Higuchi, sólo sería un profesor de matemáticas). Los asesores de Vargas Llosa descubren que los Fujimori evaden impuestos a la municipalidad y hacienda. Vendían casas sobrevaluadas y luego declaraban que lo habían vendido a muy bajo precio. Fujimori no solo está preocupado sino está asustado, cree que aquí termina todo para él.
    Fujimori ni se imaginó el fenómeno político que generaría, cuando se presentó a la presidencia sólo buscaba una senaduría. Alan García al ver a este tímido profesor de matemáticas de la Universidad Agraria cómo se despuntaba, decidió asesorarlo secretamente. Alan García envía a un asesor del Servincio de Inteligencia: Francisco Loayza para que asesore a Fujimori su campaña a la presidencia. Francisco Loayza al verlo en problemas a Fujimori con respecto a sus evasiones tributarias, Loayza le propone a Fujimori el asesoramiento de un buen abogado que puede sacarlo del aprieto y de su final como seguro ganador en las elecciones de 1990. Loayza le presentará a Vladimiro Montesinos Torres. Montesinos le dice a Fujimori que no se preocupara que él lo iba arreglar todo inmediatamente. Y de la noche a la mañana Montesinos arregló su situación, Montesinos hará desaparecer todas las pruebas de sus delitos de fraude tributario al Estado. Las pruebas se podían reconstruir pero hasta ese entonces Fujimori ganaba tiempo y hasta ahí ya era presidente del Perú. Fujimori quedará sorprendido con el eficiente abogado y desde entonce lo convertirá en su abogado personal, y al asumir la presidencia Fujimori lo convertirá en Asesor del Jefe del Servicio de Inteligencia del Perú, pero en realidad Montesinos era el verdadero jefe, y el jefe supuesto del Servicio de Inteligencia en realidad recibía órdenes del Asesor.

    Vargas Llosa, desde la primera vuelta electoral en la que ganó con un 30 ó 31% ( tenía que ganar con el 50 + 1 %) y Fujimori obtuvo 28 ó 29%, quería retirarse de la carrera electoral. Sabía que en la segunda vuelta Fujimori recibiría los votos del APRA y de Izquierda Unida y otro grupos antineoliberales. Pero fue convencido de que no abandonara la lucha, Vargas Llosa irá por la segunda vuelta.

    QUIZÁS VARGAS LLOSA PERDIÓ POR DECIR LA VERDAD

    Durante la campaña de la segunda vuelta se realizaría un debate entre los dos únicos candidatos: Alberto Fujimori y Mario Vargas Llosa. La mayoría de los periódicos de la capital están con Mario Vargas Llosa: “El Comercio”, “Expreso”, “Ojo”, etcétera, etcétera. “La República” y “Página Libre” (hoy desaparecido) se pusieron de lado de Fujimori.

    Vargas Llosa desde su gran mitin en la Plaza San Martín ya decía que es lo que haría en caso de ser gobierno. Vargas Llosa proponía la reducción del Estado despidiendo a funcionarios públicos que cobraban por no hacer nada y que el Estado era un enorme “elefante blanco”, privatizar las empresas públicas por ineficientes, que era necesario un shock económico.

    Fujimori desarrolló su campaña negando las propuestas de Vargas Llosa. Fujimori proponía que no era necesario despedir a nadies, que no privatizaría las empresas públicas, y que su movimiento político significaba el “no shock”.

    En estos términos se desarrolló el debate entre ambos candidatos, Fujimori para este debate había recibido algunos consejos de los asesores de García Pérez. Le aconsejaron a Fujimori, que cuando se dirigiera al escritor, que no le llamara “Mario Vargas Llosa” o “Vargas Llosa” sino que lo nombrara solo como “Mario Vargas”. Y así lo hizo durante todo el debate, en todo momento Fujimori lo nombraba como:“el señor Mario Vargas”. Esto le cayó muy mal a Mario Vargas Llosa, que se dirigiera a él como “el señor Mario Vargas” ( en realidad Vargas Llosa hizo mucho esfuerzo en el mundo literario para que le nombraran por sus dos apellidos a la vez; el apellido “Vargas” era y es un apellido más andino, más cholo, más de pueblo y en cambio Llosa en el Perú es un apellido de familias elitistas).

    Francisco Loayza tenía agentes infiltrados en los principales periódicos del país. El agente infiltrado avisó a Loayza que el periódico “Ojo” ya tenía preparado el titular de primera plana para el día siguiente antes que se realizara el debate aquella noche, el titular decía: “Vargas Llosa ganó el debate”. El agente infiltrado le facilitó la hoja del titular a Loayza, y Loayza, antes de empezar el debate, le dio a Fujimori la hoja del titular para que en un determinado momento que él crea oportuno lo saque a luz durante el debate. Fujimori encuentra el momento adecuado para mostrar la hoja de la primera plana y lo que seria el titular del periódico “Ojo” al día siguiente, y dice: “miren señores el debate aun no ha terminado pero el diario “Ojo” ya tiene un ganador para mañana”.

    Estos dos hechos durante el debate incomodaron mucho a Vargas Llosa. El que Fujimori lo llamara “Mario Vargas” y sacara ese titular del periódico “Ojo”. Vargas Llosa se sentía humillado que un simple y desconocido ingeniero, profesor de matemáticas lo tratara de esa forma. Él que era un escritor reconocido internacionalmente, y todos los años candidato al premio nóbel, éste oriental viene a ofenderlo.

    Finalmente Fujimori gana las elecciones abrumadoramente, al día siguiente Vargas Llosa abandona el Perú, estaba dolido, porque el pueblo peruano no comprendió su proyecto liberal, en todo momento de su campaña electoral él les dijo la verdad y lo que significaba su proyecto liberal. Vargas Llosa dejó en el aire a su partido político “El Movimiento Libertad”. Llegando a Europa escribiría sus memorias, en 1993 publicaría “El Pez en el Agua”.

    El 8 de agosto de 1990 Fujimori olvidó sus promesas electorales y su ministro de economía anunciaba un shock económico, millones de “intis”(de 1984 a 1990 fue la moneda que remplazó al antiguo sol) se pulverizaron o ya no valían nada (regresando el “sol” como “nuevo sol”).

    Fujimori y Montesinos ya están planeando secretamente dar un golpe de Estado. El PCP entra al “equilibrio estratégico”. Fujimori y Montesinos han creado y dado forma al grupo paramilitar “Grupo Colina” autores de las matanzas de Barrios Altos y la Cantuta.

    En abril 1992 Fujimori y Montesinos dan el autogolpe de Estado, su objetivo es aniquilar al PCP. Y desde Europa Vargas Llosa comienza a llamar al gobierno de Fujimori y Montesinos de dictadura.

    Fujimori y Montesinos inician una política neoliberal, despiden a trabajadores del Estado, reducen el Estado, privatizan las principales empresa estatales.

    Vargas Llosa perdió las elecciones de 1990 quizás por decir la verdad sobre su proyecto neoliberal, aunque no la dijo cuando presidió el informe del caso Uchuraccay en 1983.

    OTRAS OBRAS

    En 1995 Vargas Llosa publica “Lituma en los Andes”, es una de sus peores obras por su incapacidad de comprender el mundo andino. Para Vargas Llosa el mundo andino sigue siendo un mundo bárbaro. Hace regresar a su personaje Lituma llevándolo a los andes cuando surge el PCP.

    En el 2000 Vargas Llosa publica “La Fiesta del Chivo” que trata sobre la dictadura de Trujillo, y la forma como planifican su muerte las personan que sufrieron en carne propia sus salvajadas. La CIA le bajó el dedo a Trujillo, y proporciona las armas para liquidar y deshacerse de ese personaje, pero la CIA no hizo nada para proteger a los ejecutores de Trujillo, porque llegan a hacer capturados y asesinados. Una obra que no deja de ser interesante.

    En el 2003 publica “El Paraiso en la Otra Esquina” que trata sobre Flora Tristán, y en el 2010 “El Sueño del Celta”, obras que aún no he podido leer.

    Y por supuesto sus obras de teatro también son interesantes.
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    Mensaje por AliveRC Lun Ago 01, 2011 1:58 am

    Sobre Vargas Llosas, yo he leído el libro por el que le dieron el Nobel, y que tanto se publicitó... "El sueño del celta", y me gustó, aunque parecía más un libro de historia o un ensayo que una novela.
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    Mensaje por javicho II Lun Ago 01, 2011 2:15 am

    Creo que cuando a Vargas LLosa le dan el nóbel aún no había publicado "El Sueño del Celta", lo hará un mes después, si es que no me equivoco. Él siempre fue un candidato eterno del nóbel.
    En mi opinión, cuando la academia sueca menciona que las obras de Vargas Llosa reflejan "la derrota del individuo", estoy seguro que esa definición está reflejada en su mejor obra, también en mi opinión, "Conversación en la Catedral".
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    Mensaje por Ifkeys Vie Abr 08, 2016 4:24 pm

    Me leí La ciudad y los perros hace unos cuantos años, y desde aquella tenía al autor al nivel de crítica social, política y económica de sus influencias e influentes como puede ser Cortázar, García Márquez, etc...

    Pero desde que empecé a ver noticias sobre él, el ambiente liberal en el que se mueve... Hace poco fue su cumpleaños y prácticamente todos los peces gordos asistieron a él, tanto de España como de latinoamérica; Albert Rivera, políticos del PP y de la derecha en general...

    En fin, me decepcionó bastante. Cualquier autor que se precie, nombrado en el Boom Latinoamericano, no debería andar entre esas influencias y esos ámbitos empresariales.
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    Mensaje por Helvete Mar Abr 12, 2016 8:56 am

    Una palabra.

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    Mensaje por Iskra79 Miér Jul 15, 2020 5:46 pm

    Un anticomunista y neoliberal.
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    Mensaje por Federico Inglés Miér Jul 15, 2020 8:13 pm

    La palabra que mejor lo define a este tipo no es Liberal ni Anticomunista, ni nada de eso. Él es un pedante.

    Pedante

    adjetivo · nombre común
    1.
    [persona] Que presume de manera inoportuna, a través de su actitud o sus palabras, de tener grandes conocimientos, o hace creer que los tiene.
    "recuerde que las empresas de selección detestan tanto a las personas pedantes como a las tímidas"
    2.
    adjetivo
    Que es propio de estas personas.
    "hablaba con un detestable tonillo pedante"

    Escribió unos cuantos librillos de ficción (malos, buenos, muy buenos, pero tampoco es Cervantes) y ya habla, y lo mencionan y lo tratan, como si fuera un iluminado. Es un propagandista, y una propaganda en sí mismo, muy efectivo (según parece) de esas ideas de mierda que tiene y defiende.

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    Que opinais de Mario Vargas? Empty Re: Que opinais de Mario Vargas?

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