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    Sobre la Asociación Internacional de Trabajadores - entrevista realizada a Karl Marx por The Chicago Tribune en diciembre de 1878 - publicada en marzo de 2020 por La Haine

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    RioLena
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    Mensaje por RioLena Sáb Mar 21, 2020 6:40 pm

    Sobre la Asociación Internacional de Trabajadores

    entrevista realizada a Karl Marx por The Chicago Tribune en diciembre de 1878


    Fuente: Entrevista incluida en el libro editado por G. Tridon Espiando a Marx. Informes de la policía secreta y otros documentos sobre Karl Marx

    publicada en marzo de 2020 por La Haine

    El 14 de marzo de 1883 moría Marx. Lo recordamos con esta entrevista sobre la Primera Internacional, concedida en diciembre de 1878. La entrevista permaneció desconocida hasta 1964.


    18 de diciembre de 1878

    En un chalecito de Haverstock Hill, en la zona noroccidental de Londres, vive Karl Marx, el fundador del socialismo moderno.

    En 1848 fue expulsado de su patria, Alemania, acusado de difundir teorías revolucionarias; regresó en 1848, pero un par de meses después fue expulsado de nuevo. A partir de entonces Londres se ha convertido en su cuartel general. Desde el principio, sus convicciones le han deparado no pocos contratiempos y, a juzgar por su casa, es evidente que no le han enriquecido. En todos estos años Marx ha defendido sus ideas con una obstinación y una energía basadas en su convicción de estar en lo justo. Por contrarios que podamos ser a la difusión de estas ideas, la abnegación de este hombre, que ya ha dejado atrás la juventud, inspira respeto.

    He visitado al doctor Marx dos o tres veces y siempre le he encontrado en su biblioteca, con un libro en una mano y un cigarrillo en la otra. Debe haber pasado ya los sesenta. Físicamente está bien proporcionado: tiene hombros anchos, porte erguido, una cabeza de auténtico intelectual y el aspecto exterior del judío culto. Tiene el cabello y la barba largos de color gris metálico, ojos negros y brillantes sombreados por unas cejas muy pobladas. Su actitud con los desconocidos es sumamente precavida, aunque recibe extranjeros con frecuencia. La anciana señora alemana de aspecto distinguido que recibe a los visitantes está acostumbrada a admitir a los invitados alemanes siempre que lleven consigo una carta de presentación. Pero en cuanto se entra en la biblioteca y Marx se ha calzado el monóculo como para medir las capacidades intelectuales de su interlocutor, entonces deja a un lado su reserva y generosamente hace gala de sus vastos conocimientos sobre hombres y hechos, que abarcan el mundo entero; en la conversación no se ciñe a un solo argumento sino que toca tantos como volúmenes hay en su biblioteca.

    Por lo general se puede juzgar a una persona por la clase de libros que lee. Saque el lector sus conclusiones si le digo lo que vi en un rápido repaso de los lomos de los libros: Shakespeare, Dickens, Thackeray, Molière, Racine, Montaigne, Goethe, Voltaire, Paine, colecciones de documentos diplomáticos ingleses, estadounidenses y franceses; obras políticas y filosóficas en ruso, alemán, español e italiano, etcétera. En el transcurso de nuestras conversaciones Marx me ha dejado estupefacto con su profundo conocimiento de los asuntos estadounidenses de los últimos veinte años. La sorprendente precisión de sus críticas a nuestra legislación, tanto federal como de cada estado, me hizo pensar que obtenía sus informaciones de fuentes confidenciales. Pero su conocimiento no se limita a EEUU, sino que abarca toda Europa. Cuando habla de su tema preferido, el socialismo, Marx, lejos de perderse en las peroratas melodramáticas que suelen atribuírsele, discute sus planes utópicos de emancipación de la humanidad con tal seriedad e intensidad que denotan una convicción profunda de que sus teorías se harán realidad, si no en este siglo, al menos en el próximo.

    El doctor Karl Marx es conocido en EEUU como autor de 'El capital' y fundador de la Internacional o, al menos, como su principal representante. Esta entrevista recogerá todo lo que tiene que decir sobre esta asociación en su forma actual. A continuación se incluyen algunos extractos de sus Estatutos, publicados en 1871 por el Consejo General, que le permitirán al lector hacerse una idea imparcial de los fines de la Internacional. [...] Durante mi visita le recordé al doctor Marx que J. C. Bancroft Davis, en su informe oficial de 1877, expuso un programa que me pareció la síntesis más clara realizada hasta hoy de los fines del socialismo. Marx contestó que ese programa estaba sacado de la ponencia presentada en el congreso socialista de Gotha en mayo de 1875, pero que la traducción no era buena, y se ofreció a corregirla. La transcribo aquí tal como me la dictó.


    1. Sufragio universal, con voto igual, directo, obligatorio y secreto de todos los ciudadanos, a partir del vigésimo año de edad, para toda clase de votaciones y consultas del Estado y los Municipios. Llamada a las urnas los domingos o días festivos.

    2. Legislación directa. La guerra y la paz tiene que decidirlas el propio pueblo.

    3. Servicio militar de leva general y obligatorio, para todos los ciudadanos. Ejército popular en lugar del ejército permanente.

    4. Abolición de todas las leyes excepcionales, en particular de las que afectan a la prensa, a las reuniones y a las asociaciones, y en general de todas las leyes que limitan la libre manifestación del pensamiento o la libertad de investigación científica.

    5. Administración directa de la justicia por parte del pueblo. Asistencia gratuita en juicio.

    6. Educación popular igual para todos a cargo del Estado. Obligación escolar general. Instrucción gratuita en todos los centros escolares.

    7. Máxima extensión de los derechos y las libertades políticas, en el sentido de los puntos anteriores.

    8. Impuesto sobre la renta progresivo y único para financiar al Estado y los Municipios, en sustitución de todos los impuestos indirectos hoy vigentes, que gravan sobre todo al pueblo.

    9. Derecho ilimitado de asociación.

    10. Jornada de trabajo normal, que responda a las necesidades sociales. Prohibición del trabajo dominical.

    11. Prohibición del trabajo de los niños y de todos los trabajos de las mujeres que sean perjudiciales para la salud y ofendan la moral.

    12. Leyes que tutelen la salud de los trabajadores. Controles sanitarios en las viviendas obreras, vigilancia de los sistemas de trabajo en las minas, las fábricas, los talleres y las fábricas a domicilio, realizados por funcionarios elegidos por los trabajadores. Mejoramiento de la ley sobre responsabilidad civil para que sea concretamente eficaz.

    13. Regulación del trabajo carcelario.

    El informe de Bancroft Davis también incluye otro artículo, el más importante de todos: «La creación de cooperativas socialistas de producción, subvencionadas por el Estado y sometidas al control democrático de los trabajadores». Le pregunté a Marx el motivo por el que había omitido ese artículo. Esta fue nuestra conversación.

    MARX - En la época del Congreso de Gotha, en 1875, había una escisión en la socialdemocracia. Una corriente estaba formada por los seguidores de Lassalle y otra, que se llamaba Partido de Eisenach, por los que habían reconocido en lo fundamental el programa de la Internacional. El artículo que usted cita no se incorporó al programa propiamente dicho, solo se añadió a la introducción general como una concesión a los lassallianos. Después no se volvió a hablar del asunto. El Sr. Davis ni siquiera menciona el hecho de que ese artículo se introdujo en el programa como un compromiso sin especial importancia y, al tomarlo en serio, lo convierte en uno de los fundamentos del programa.

    PREGUNTA - Pero ¿los socialistas no consideran, en general, que el gran objetivo del movimiento es el paso de los medios de trabajo a propiedad social común?

    MARX - Sin duda. Nosotros decimos que ese será el resultado final del movimiento. Pero para lograrlo hará falta tiempo, será cuestión de educación y creación de formas sociales más elevadas.

    PREGUNTA - ¿Este programa solo vale para Alemania, para uno, dos países más, o no?

    MARX - Si usted quisiera sacar sus conclusiones de este programa, no habría entendido la actividad del movimiento. Muchos de los puntos del programa carecen de significado fuera de Alemania. España, Rusia, Inglaterra y EEUU tienen su propios programas, cada uno adaptado a las dificultades específicas del país. El único punto en común es la meta final.

    PREGUNTA - Es decir, la conquista del poder por los trabajadores.

    MARX - Es decir, la liberación del trabajo.

    PREGUNTA - ¿Los socialistas europeos se toman en serio el movimiento estadounidense?

    MARX - Sí, es el resultado natural del desarrollo de este país. Se ha dicho que el movimiento obrero fue importado por extranjeros. Hace cincuenta años, cuando el movimiento obrero inglés aún era incipiente, se dijo lo mismo de él. ¡Y eso fue mucho antes de que se hablase de socialismo! En EEUU el movimiento obrero empieza a cobrar importancia a partir de 1857; es entonces cuando arranca el crecimiento impetuoso de los sindicatos locales, seguidos de los nacionales de los distintos oficios y, por último, se crea la Unión Nacional de Trabajadores. Este progreso en el tiempo demuestra que en EEUU el socialismo surgió sin ayuda extranjera, a causa de la concentración capitalista y de la evolución de las relaciones entre empresarios y trabajadores.

    PREGUNTA - ¿Qué ha logrado hasta ahora el socialismo?

    MARX - Dos cosas: los socialistas han demostrado que la lucha general entre el capital y el trabajo se da en todas partes; han demostrado, en suma, su carácter cosmopolita. Por lo tanto han tratado de poner de acuerdo a los trabajadores de los distintos países. Algo muy necesario, porque los mismos capitalistas cada vez se volvían más cosmopolitas, no solo en EEUU sino también en Inglaterra, Francia o Alemania, contrataban obreros extranjeros para utilizarlos contra los obreros locales. No tardaron en crearse lazos internacionales entre los trabajadores de distintos países. Hoy está claro que el socialismo no es solo un problema local, sino internacional, que debe resolverse mediante una acción internacional de los trabajadores. Las clases obreras se han movido espontáneamente sin saber adónde las llevaría el movimiento. Los socialistas no inventan ningún movimiento, explican a los trabajadores su carácter y sus fines.

    PREGUNTA - ¿El derrocamiento del orden social dominante?

    MARX - En este sistema el capital y la tierra son propiedad de los empresarios, mientras que los obreros solo poseen su fuerza de trabajo y se ven obligados a venderla como una mercancía. Nosotros afirmamos que este sistema es tan solo una etapa histórica y está destinado a desaparecer para dar lugar a ordenamientos sociales más elevados. Comprobamos que en todas partes la sociedad está dividida en dos clases enfrentadas, cuyo antagonismo aumenta con el desarrollo de los recursos industriales de los países civilizados. A juicio de los socialistas ya existen las condiciones necesarias para una transformación revolucionaria de la etapa histórica actual. En muchos países los sindicatos han dado origen a organizaciones políticas. En EEUU ya es evidente la necesidad de un partido obrero autónomo. Los trabajadores ya no pueden fiarse de los políticos. Los especuladores y toda clase de camarillas se han apoderado de las instituciones legislativas, la política se ha convertido en un negocio. No es que EEUU sea un caso aislado, pero allí el pueblo es más audaz que en Europa. En EEUU todo madura más deprisa, la gente no se anda con rodeos y llama a las cosas por su nombre.

    PREGUNTA - ¿Cómo explica el rápido crecimiento del partido socialista en Alemania?

    MARX - El partido socialista actual ha nacido tarde. Los socialistas alemanes no tuvieron que romper con los sistemas utopistas, que habían cobrado cierta importancia en Francia e Inglaterra. Más que otros pueblos, los alemanes son propensos a la creación teórica, y han sacado conclusiones prácticas de experiencias anteriores. No debe olvidar que para Alemania, a diferencia de otros países, el capitalismo moderno es algo completamente nuevo. Pone a la orden del día problemas ya casi olvidados en Francia e Inglaterra. Las nuevas fuerzas políticas, a las que los pueblos de esos países se han resignado, en Alemania se han encontrado ante una clase obrera ya convencida de las teorías socialistas. Por eso los trabajadores han podido fundar un partido político independiente casi a la vez que surgía el sistema industrial moderno, y enviar al parlamento a sus propios representantes. No existía un partido de oposición a la política del gobierno, esa función le ha correspondido al partido obrero. Contar ahora la historia del partido nos llevaría demasiado lejos. Pero puedo decir esto: si la burguesía alemana, a diferencia de la estadounidense y la inglesa, no fuera una clase tan pusilánime, ya hace tiempo habría tenido que encabezar la política de oposición al gobierno.

    PREGUNTA - ¿Cuántos lassallianos hay en la Internacional?

    MARX - Los lassallianos no existen como partido. Naturalmente, hay unos cuantos fieles a Lassalle entre nosotros, pero son poquísimos. Lassalle ya había aplicado nuestros principios generales hace mucho tiempo. Cuando creó su movimiento, después de la reacción posterior a 1848, estaba convencido de que la mejor manera de reactivar el movimiento obrero era promover la creación de comunidades obreras de productores, que deberían espolear a los obreros para que pasaran a la acción. Para él solo eran un medio para alcanzar la meta real del movimiento. Algunas cartas suyas, que conservo, así lo demuestran.

    PREGUNTA - Es decir, eran una especie de receta.

    MARX - Usted lo ha dicho. Lassalle fue a ver a Bismarck y le expuso lo que pretendía. Entonces Bismarck hizo todo lo posible por animarle.

    PREGUNTA - ¿Qué pretendía Bismarck?

    MARX - Quería utilizar a la clase obrera contra la burguesía que había hecho la revolución de 1848.

    PREGUNTA - Se dice que usted encabeza y guía el movimiento socialista y que desde su casa tira de los hilos que llevan a los movimientos organizados, a las revoluciones, etc. ¿Es eso cierto?

    MARX - Lo sé. Es un disparate, pero tiene su lado cómico. Dos meses antes del atentado de Hödel Bismarck me acusó en la Norddeutsche [Allgemeine] Zeitung de estar conchabado con Beckx, el general de los jesuitas, y de que por nuestra culpa no había podido llegar a un acuerdo con el movimiento socialista.

    PREGUNTA - Pero es su Asociación Internacional la que dirige el movimiento desde Londres, ¿me equivoco?

    MARX - La internacional tuvo su utilidad, pero su tiempo ha pasado. Hoy ya no existe. Existió y dirigió el movimiento, pero el reciente desarrollo del movimiento socialista la ha vuelto superflua. En cada país se han fundado periódicos y actualmente su intercambio es el único nexo de unión entre los partidos de los distintos países. La Internacional se fundó, en primer lugar, para unir a los obreros y demostrar la utilidad de una organización que congregase a las diferentes nacionalidades. Pero los intereses de los obreros de cada país son distintos. El espectro de los jefes de la Internacional que mandan desde Londres es pura invención, aunque sí es cierto que cuando la Internacional estaba sólidamente asentada giramos instrucciones vinculantes para las organizaciones obreras extranjeras. Por ejemplo, nos vimos obligados a cerrar algunas secciones de Nueva York (en una de ellas se había puesto especialmente en evidencia la señora Woodhull). Fue en 1871. Había muchos políticos estadounidenses dispuestos a convertir el movimiento en un negocio personal. No daré nombres, a los socialistas estadounidenses les conocemos muy bien.

    PREGUNTA - A sus seguidores y a usted, doctor Marx, se les atribuyen diatribas incendiarias contra la religión. Naturalmente usted vería con agrado la extirpación de raíz de todo ese sistema, ¿no es cierto?

    MARX - Sabemos que las medidas violentas contra la religión son insensatas. Creemos que la religión desaparecerá en la medida en que se fortalezca el socialismo. El desarrollo social favorece necesariamente su desaparición, y en este proceso la educación desempeña un papel importante.

    PREGUNTA - Hace poco, en Boston, el reverendo Joseph Cook, en una conferencia, le atribuyó este juicio: una reforma del trabajo en EEUU, en Gran Bretaña y quizá también en Francia, podría llevarse a cabo sin necesidad de una revolución sangrienta, pero en Alemania y en Rusia, así como en la India y en Austria, será necesario el derramamiento de sangre.

    MARX - He oído hablar del señor Cook. Está muy mal informado sobre el socialismo. No hace falta ser socialista para prever que en Rusia, en Alemania, en Austria y quizá también en Italia, si los italianos siguen por el camino que se han trazado, se llegará a una revolución sangrienta. Los acontecimientos de la revolución francesa podrían repetirse en esos países, es algo evidente para cualquiera que conozca la situación política. Pero estas revoluciones las hará la mayoría. Las revoluciones no las hace un partido sino toda la nación.

    PREGUNTA - El reverendo Cook citó un pasaje de una carta que usted habría enviado en 1871 a los comuneros parisinos, en la que se dice: «Ahora somos como máximo tres millones. Dentro de veinte años seremos cincuenta o quizá cien millones. Entonces el mundo entero será nuestro, entonces no se levantarán solo París, Lyon y Marsella contra el odiado capital, sino también Berlín, Múnich, Dresde, Londres, Liverpool, Mánchester, Bruselas, San Petersburgo, Nueva York, en una palabra, todo el mundo. Y frente a sublevaciones de este calibre, hasta entonces nunca vistas en el transcurso de la historia, el pasado desaparecerá como una terrible pesadilla: la ira popular, que se desatará simultáneamente en cien puntos distintos, borrará hasta el recuerdo del pasado». ¿Admite, doctor Marx, haber escrito estas palabras?

    MARX - Ni una sola. Yo nunca escribo semejantes simplezas melodramáticas. Siempre sopeso mucho lo que escribo. Las palabras que usted ha leído se publicaron en el Figaro con mi firma. Cartas como esa se han propalado a cientos. Escribí al Times de Londres para denunciar esa falsedad. Si tuviese que replicar a todas las declaraciones y escritos que se me atribuyen debería tener a mi disposición veinte secretarios.

    PREGUNTA - Pero usted ha defendido la Comuna de París.

    MARX - Ciertamente. La defendí de las innumerables calumnias que vertían los artículos de fondo. Sin embargo, bastaba con leer lo que mandaban los corresponsales en París de la prensa inglesa para desmentir las informaciones contenidas en los artículos de fondo sobre saqueos y cosas parecidas. La Comuna ejecutó a unas sesenta personas. El mariscal Mac Mahon con su ejército de carniceros mató a más de sesenta mil. Ningún movimiento ha sido tan calumniado como la Comuna.

    PREGUNTA - ¿Los socialistas consideran que el derramamiento de sangre y el asesinato son medios necesarios para la realización de sus principios?

    MARX - Ningún gran movimiento nació sin derramamiento de sangre, ni uno solo. Los EEUU de América alcanzaron su independencia con derramamiento de sangre; Napoleón conquistó Europa con acciones sangrientas, y fue vencido del mismo modo. Italia, Inglaterra, Alemania y cualquier otro país brindan ejemplos parecidos. Por otro lado el asesinato, como todos saben, tampoco es una novedad. Orsini trató de matar a Napoleón, pero los reyes han matado más hombres que ningún otro. Los jesuitas mataron, los puritanos mandados por Cromwell mataron, y todo eso ocurrió mucho antes de que se oyese hablar de socialistas. Hoy se atribuye a los socialistas la responsabilidad de todos los atentados contra reyes o estadistas. La muerte del emperador alemán sería, ahora, deplorada por los socialistas alemanes, ya que es muy útil en su puesto, y Bismarck ha hecho más por muestro movimiento que ningún otro hombre de estado, pues ha llevado las cosas al límite.

    PREGUNTA - ¿Qué piensa de Bismarck?

    MARX - Antes de su caída, a Napoleón se le tenía por un genio. Después le han llamado imbécil. A Bismarck le ocurrirá exactamente lo mismo. Con el pretexto de unificar Alemania ha creado un poder despótico. Sus propósitos están claros para todo el mundo; su última acción no es más que un golpe de estado encubierto, pero le saldrá mal. Los socialistas franceses protestaron después de la guerra de 1870, una guerra puramente dinástica; en sus manifiestos advirtieron al pueblo alemán que si aceptaba la transformación de la supuesta guerra defensiva en guerra de conquista sería castigado con la instauración de un despotismo militar y una despiadada represión de las masas obreras. Entonces el partido socialdemócrata alemán celebró reuniones y difundió manifiestos para pedir una paz honorable con Francia. Inmediatamente se desencadenó contra él la persecución del gobierno prusiano y muchos de sus dirigentes fueron a la cárcel. Pese a todo, sus diputados, y solo ellos, osaron protestar enérgicamente en el parlamento alemán contra la anexión violenta de las provincias francesas. Bismarck, impertérrito, siguió aplicando con fuerza su política, y la gente habló de Bismarck como de un genio.

    Pero, acabada la guerra, Bismarck, a falta de nuevas conquistas, ha tenido que inventar ideas más originales y en eso ha fracasado miserablemente. El pueblo ha perdido la confianza que tenía en él y su popularidad está en horas bajas. Necesita dinero, el Estado necesita dinero. Con su constitución de fachada abrumó al pueblo con impuestos para llevar adelante sus planes militares y de unificación. Tiró de la cuerda todo lo que pudo, y ahora, sin ninguna justificación constitucional, trata de hacer lo mismo. Para seguir sangrando a su pueblo ha evocado el fantasma del socialismo y hace todo lo posible por provocar un levantamiento popular.

    PREGUNTA - ¿Recibe usted informes desde Berlín?

    MARX - Sí, estoy bien informado por mis amigos. En Berlín reina la calma y Bismarck está chasqueado. Ha expulsado a 48 dirigentes, entre los que están los diputados Hasselmann y Fritzsche, y también a Rackow, Baumann y Auer de la Freie Presse. Estos hombres habían exhortado a la calma a los obreros de Berlín y Bismarck lo sabía. También sabía que en Berlín hay 75.000 obreros próximos a morir de hambre. Confiaba en que una vez alejados los jefes habrían estallado revueltas, el pretexto que esperaba para perpetrar un baño de sangre. Así habría podido poner grilletes a todo el imperio, dar rienda suelta a su política predilecta de hierro y sangre y, al mismo tiempo, ya no habría límites a la recaudación de impuestos. Hasta ahora no ha estallado ningún desorden y Bismarck ha quedado en ridículo frente a todos los hombres de estado.


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