Los Trotskistas en la URSS (1929-1938)
Pierre Broué - año 1980
En Marxists Internet Archive: octubre de 2009. Publicado originalmente en francés en Cahiers León Trotsky nº 6 (1980)
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Índice:
Introducción
La oposición en 1928
La crisis de la oposición en 1929
Primeros pelotones de ejecución
Provocación policíaca generalizada
La situación de la oposición en 1930
La vida política de la oposición
La acción politíca: Las huelgas de hambre
La resistencia
El giro de 1932-1933
El comienzo del fin
Los últimos años
Primer balance
Introducción
“Los organismos de la dictadura proletaria no pueden admitir que exista en el país de la dictadura del proletariado una organización ilegal antisoviética que, aunque numéricamente insignificante, posee sin embargo sus propias imprentas, sus comités, intenta organizar huelgas antisoviéticas y prepara a sus partidarios para una guerra civil contra la dictadura proletaria (...),
”Parece como si no todos los miembros del partido se dan cuenta claramente de que entre la antigua oposición trotskista en el seno del PCUS y la organización trotskista ilegal actual, que se encuentra al margen de las filas del PC de la URSS, existe un abismo profundo. No obstante, es tiempo de asimilar esa verdad manifiesta. Es por tanto absolutamente inadmisible aceptar esta actitud ‘liberal’ frente a las organizaciones trotskistas ilegales activas, tal como se manifiesta a veces entre algunos miembros del partido. Todos los miembros del partido deben tomar nota de este asunto.”
Editorial de Pravda, 24 de enero de 1929.
El carácter oculto de los “papeles del exilio” ha contribuido a falsear la óptica de muchos de los trabajos históricos sobre la URSS. A falta de los documentos, a los que hoy puede accederse, se ha reducido a la Oposición de Izquierda, luego a la IV Internacional que surgió de ella, a un simple reflejo de los brillantes escritos de Trotsky. En realidad, la organización, luego la corriente bolchevique-leninista en el Partido Comunista de la Unión Soviética, han constituido el nudo de la Oposición de Izquierda Internacional – en el seno de la Internacional Comunista – y por ende de la IV Internacional. Existe, a través de los militantes soviéticos, una verdadera filiación, un lazo histórico concreto entre el bolchevismo y el trotskismo, mientras que la versión tradicional no ve entre ellos más que una similitud de puntos de vista, o incluso una simple repetición.
El trabajo de notas de las Obras de Trotsky[1] nos ha colocado sobre las huellas de sus camaradas de combate en la Unión Soviética misma. Mediante nuestro trabajo de documentación hemos descubierto, primero, el importante papel que desempeñaron los miembros rusos de la Oposición – “exiliados” en la diplomacia o en misiones económicas, como fue el caso en París de Christian G. Rakovsky o de Preobrajensky[2] – en las filas de los militantes del PC en el extranjero.
En misión gubernamental oficial, estos militantes dedicaban, en realidad, una parte de su actividad política al trabajo “fraccional”; en otros términos, fue por su intermedio que la Oposición rusa llegó al extranjero. Se sabe, por ejemplo, que fue Piatakov, representante de la Oposición unificada en París quien financió la creación de “Contra la Corriente” y se esforzó vanamente por unificar los grupos franceses de oposición en 1926[3]. Se sabe, del mismo modo, que las primeras iniciativas para constituir en Checoslovaquia una oposición unificada fueron alentadas y apoyadas materialmente por el diplomático soviético Kanatchikov[4]. Los recuerdos de la alemana Ruth Fischer[5] abundan en múltiples detalles de este tipo: A.V. Hertzsberg[6] agregado de la misión comercial de Berlín; G.I. Safarov[7], miembro de la delegación de Estambul, donde no residía; N.N. Perevertsev[8], miembro de una comisión internacional sobre los ferrocarriles en Génova, todos ellos trabajaban en Europa a cuenta de la Oposición de Izquierda rusa que contaba, por otra parte, con tres empleados permanentes de la delegación en Berlín: Issaiev, Turov y Kaplinsky[9]. La misma autora menciona el rol oculto de consejero e impulsor de la izquierda alemana del trotskista ruso E.B. Solntsev.[10] Precisa que una veintena de funcionarios soviéticos con puestos en el extranjero asistían por otra parte, en diciembre de 1927, a la conferencia internacional de la Oposición que se realizó al mismo tiempo que el XV congreso del PCUS bajo la presidencia del ruso Safarov y en presencia, precisamente, de Solntsev.[11]
En 1928, uno de los lazos de la Oposición de Izquierda con los franceses simpatizantes era un miembro de la delegación comercial, jefe de la oficina de información, el profesor rojo Solomon Kharin, llamado comúnmente Joseph.[12]
Hay que agregar que numerosos militantes comunistas que se unieron a la Oposición de Izquierda lo hicieron a partir de su posición sobre la “cuestión rusa”. Estos hombres habían estado en la URSS, donde frecuentemente habían trabajado, y allí habían sido ganados por la Oposición. El más conocido es evidentemente el catalán Andrés Nin, secretario en Moscú de la Internacional Sindical Roja y miembro del soviet de la capital, miembro de la Oposición desde 1923 e impulsor de su comisión internacional. Es en Moscú donde Nin ganó, por ejemplo, al obrero panadero negro Sandalio Junco quien iba a implantar el “trotskismo” en Cuba[13]. Del mismo modo, el primer grupo de Oposición de Izquierda en Brasil fue fundado por el antiguo representante del PC en Moscú, Rodolfo Cutinho.[14] La mayoría de los cuadros de la Oposición de Izquierda en China, empezando por Liu Renjing[15], se adhirieron a la Oposición mientras eran estudiantes en la Universidad de los Pueblos de Oriente en Moscú entre 1925 y 1927. Uno de los primeros trotskistas checos fue un militante de Brno, Vladislav Burian, quien había sido uno de los primeros dirigentes del PC checo refugiado en Moscú en 1925, ganado por la Oposición simultáneamente con el presidente de las JC de Checoslovaquia, Karel Fischer, llamado Michalec, ”zinovievista”, junto a su amigo serbio Boja Vuyović, mientras que el joven delegado de Praga a una conferencia de organización de las JC en Moscú, Wolfgang Salus[16] se encontraba allí con los oposicionistas rusos que lo convencieron de la justeza de la plataforma de la Oposición. Finalmente, no omitiremos decir que la Oposición de Izquierda en América del Norte fue constituida por iniciativa de dos delegados al VI congreso de la IC, el americano, James P, Cannon y el canadiense Maurice Spector[17], quienes habían encontrado entre sus documentos del Congreso – donde había sido deslizado por manos anónimas – la “Critica al proyecto de programa de la Internacional Comunista” que Trotsky acababa de redactar en Alma-Ata[18].
Pero existe hoy una razón suplementaria para estudiar de cerca la historia de la Oposición de Izquierda en la Unión Soviética tras su expulsión del partido en diciembre de 1927: porque la lucha contra el ”trotskismo” constituyó una etapa decisiva en el desarrollo y la instauración del totalitarismo estalinista, y fue contra los ”bolcheviques-leninistas” donde se puso a punto y se perfeccionó el sistema contemporáneo del aparato policíaco, de la GPU al Gulag, recientemente descubierto por tantos falsos ingenuos o auténticos cretinos. Desde este punto de vista, la historia de la Oposición de Izquierda rusa no se nos aparece como un simple episodio, sino como una página capital de la historia de la Unión Soviética misma.
Nos hemos interesado aquí para mejor presentar los documentos inéditos encontrados en los papeles del exilio de Trotsky[19], en la organización clandestina de los ”trotskistas” en la Unión Soviética, desde su entrada en la ilegalidad, en diciembre de 1927, en el curso del XV congreso, hasta la desaparición de sus últimos sobrevivientes. Recordemos simplemente que la tendencia excluida en el XV congreso, la “Oposición unificada”, tenía en ese momento 18 meses de existencia y que había nacido en 1926 de la fusión entre dos de las más antiguas ”fracciones” del partido, la Oposición de Izquierda, llamada ”oposición de 1923”, organizada alrededor de Trotsky, y la ”nueva oposición” constituida en 1925 en Leningrado por Zinoviev y Kamenev[20].
Después de haber privado a la oposición unificada de sus medios de expresión acusándola de actividades “fraccionales”, después de haber detenido a muchos de sus responsables en una provocación organizada por la GPU, el caso de la imprenta y del ”oficial de Wrangel”[21], la dirección del partido – Stalin, apoyado por Bujarin – dio en el XV congreso un paso decisivo decretando la incompatibilidad entre la pertenencia al partido y la adhesión a las ideas de la Oposición. Esta última estalló, entonces, en el curso mismo del congreso. Kamenev y Zinoviev, seguidos por el núcleo de la antigua oposición de Leningrado, declararon rápidamente que renunciaban a defender las ideas que habían sostenido hasta el momento. Por el contrario, en una declaración apoyada por Smilga, Muralov y Radek, Christian Rakovsky afirmó la determinación de los bolcheviques-leninistas de continuar el combate por la defensa de la plataforma y de los principios de la Oposición y reivindicó el reingreso de los excluidos al partido, sobre la base de sus derechos.[22]
A pesar de las apariencias, el estallido de la Oposición unificada no se hizo sobre la línea de división de sus dos principales partes constituyentes: los ”zinovievistas” y los ”trotskistas”. Por una parte, porque uno de los principales dirigentes de la antigua ”nueva oposición” – I.T. Smilga[23] – que había combatido a la Oposición de Izquierda de 1923 a 1925 – rompió con Zinoviev-Kamenev y, firmando el texto de Rakovsky, se unió a Trotsky. Por otra parte, una importante fracción de la antigua oposición de Leningrado, jóvenes esencialmente, siguieron a Safarov y rechazaron ir tras sus dirigentes históricos en la vía de la capitulación. Los trotskistas lograron ganarse al entorno inmediato de los dirigentes zinovievistas reclutando, ante sus propios ojos, al mismo secretario de Kamenev, Filip Schwalbe.[24]
Había allí un hecho mayor que ni la capitulación rigurosa, el 27 de enero de 1928, de Zinoviev y Kamenev que declaraban renunciar a las mismas ideas que habían sido suyas, ni aquella de los “trotskistas” desmoralizados como Iuri Piatakov, algunos meses más tarde, lograron cambiar: el grueso de las tropas de la Oposición de Izquierda expulsada del partido, los batallones de los miles de irreductibles, se ubicaban de ahora en masa bajo la bandera de Trotsky.
La oposición en 1928
El objetivo de los primeros arrestos, en 1927, y más tarde, del comienzo de las deportaciones en masa en 1928 era quebrar a la Oposición como organización privándola de todos sus dirigentes y cuadros. En las semanas y los meses que siguieron, las olas de arrestos, las penas de prisión y de exilio que afectaban cada vez más a muchas centenas de militantes, perseguían el mismo objetivo, con el cuidado suplementario de extirpar, allí donde se manifestaran todavía, los focos de la Oposición. Discursos y prensa oficial lo reconocieron no obstante a principios de 1929: esos esfuerzos fueron vanos y la Oposición sobrevivió y progresó en todo el transcurso del año 1928.
La oposición era, de todos modos, en 1928, muy distinta de lo que había sido en 1927 como “fracción” en el seno del partido oficial. De allí que además estuviera dividida, por la fuerza de las cosas – y las decisiones de represión de la GPU –, en dos sectores. Por una parte su sector ilegal, clandestino, formado por los militantes aún no alcanzados por la represión, demasiado o no lo suficientemente conocidos. Por otra parte, el sector prácticamente ”legal” – ”abierto”, si osamos decirlo, – que funcionaba prácticamente a la luz del día en las zonas de deportación (de exilio) a las que se había empezado a llamar ”colonias” de deportados, los cuales podían reunirse más o menos libremente, discutir, escribir y sobre todo mantener correspondencia.
Del primer sector, sabemos poco al margen de lo que reflejan los informes que aparecen en los archivos y cuidadosamente fabricados teniendo en cuenta las necesidades del secreto de la clandestinidad. Sabemos, no obstante, que después del arresto y el envío al exilio de Trotsky y de sus compañeros, funcionó en Moscú un ”centro” clandestino dirigido por el viejo-bolchevique de los Urales Boris, M. Eltsine[25], cuyo emisario se dirigía por tren a Frunzé para colocar el correo en manos de un militante de confianza, el metalúrgico de Moscú Mikhail Bodrov, quien conduciendo una troika (un carro típico ruso. N de T), y bajo una gran barba y una blusa típica de mujik, aseguraba luego el transporte de valiosos documentos que mandaba a Alma Ata y ponía en las manos de León Sedov[26]. Sabemos igualmente que existían núcleos de la Oposición en casi todas las grandes ciudades de la Unión Soviética: Víctor Serge nos ha hablado del de Leningrado, en el cual se encontraba Alexandra Lvovna Sokolovskaia, la primera mujer de Trotsky y la madre de sus hijas. Sabemos igualmente que, entre los aproximadamente 150 militantes detenidos en Moscú en enero de 1929, se encontraban algunos de los responsables de la prensa clandestina de la Oposición desde 1928, en particular un ”veterano” del episodio de la imprenta clandestina de 1927, el gran mutilado y ex-chequista Khanaan M. Pevzner[27]. Uno de los dirigentes de Moscú era Ianuchevsky.
Algunos de los impulsores de la Oposición que militaban fuera de las prisiones y de las colonias no eran ciudadanos libres ejerciendo una actividad clandestina. Eran ilegales, hombres y mujeres conocidos de la GPU pero que habían escapado de ella y que vivían en ese medio del partido donde generalmente eran estimados, beneficiándose de un ”liberalismo” del que se quejaba la Pravda. El hecho de que ”aguantaran” demuestra en efecto que se movían en un medio que, lejos de serles hostil, les proveía hospitalidad, ayuda y protección. Dos ejemplos: en Bogorodask, los obreros de la fábrica Glukhov escondieron durante varios días a uno de ellos, al oposicionista Stukolkin, y lograron sacarlo de la ciudad delante de las propias barbas de la GPU[28]. Por otra parte, en sus memorias recientemente publicadas, la comunista alemana – Rosa Léviné-Meyer – habla de sus encuentros en Moscú en esa época con G. Ia. Iakovin, uno de los dirigentes del “centro” y marido de su amiga la historiadora Pankratova. Iakovine había dejado Leningrado donde era muy conocido y vivía en Moscú, alojado por camaradas: se procuró incluso un pase que le permitiera entrar al hotel Lux y discutir allí con los comunistas extranjeros. Incluso llegó a volver clandestinamente a Leningrado para asegurarse allí los contactos.[29]
Los informes que iban de la Unión Soviética al extranjero – a Trotsky y su hijo Liova – mencionaban las actividades de este sector de la oposición: publicación de volantes, y también de folletos, difusiones clandestinas, suscripciones para los prisioneros, pero también intervenciones en las reuniones del partido o en las asambleas obreras, de los parados especialmente, candidaturas abiertas en los comités de fábricas o en los soviets, y subrayaban también sus innegables éxitos. El sector clandestino ”libre” de la Oposición mantuvo verdaderamente una real existencia y actividad, a pesar de los obstáculos que se acumulaban, la represión, el comienzo del llamamiento a delatar y la generalización de la provocación que parece haber afectado en esa época a casi todos los grupos locales.
El segundo sector de la Oposición, probablemente el más numeroso ya que no dejó de crecer en detrimento del primero, era aquel de las colonias de deportados – 107 censados en 1928 a través de la correspondencia de Harvard – y rápidamente aquel de las prisiones abiertas especialmente para los bolcheviques-leninistas recalcitrantes, las ”cárceles de aislamiento”. Conocemos mejor a éstas que a las primeras. Durante los tres primeros trimestres de 1928 en efecto, el grueso de la correspondencia de los deportados fue generalmente distribuida a pesar de que las cartas fueran abiertas a la salida y a la llegada. Una discusión apasionante comenzó entre los exiliados: esos hombres que pertenecían a todos los “sectores” del partido y del Estado soviético y que, algunos meses antes, ejercían todavía altas responsabilidades, pasaron a disponer entonces de un poco de tiempo para meditar sobre la experiencia de los años anteriores, retomar trabajos teóricos, revisar los documentos del partido y de la Internacional, desarrollar entre ellos una suerte de discusión en cadena. Una parte de los documentos apasionantes que son el fruto de esta situación fue publicada en esa época por el Biulleten y a veces en otros idiomas. Citemos la “Crítica al proyecto de programa de la IC”, elaborado por Trotsky en Alma-Ata, la carta de Rakovsky a Valentivov conocida bajo el titulo de ”Peligros profesionales del poder”. Se puede encontrar en Harvard otra ”Critica al proyecto de programa de la IC” por Dimitri Lapin, muy apreciada por Trotsky. Pero no tenemos ni la ”Política agraria del centrismo” de L.S. Sosnovsky, ni los trabajos de Smilga y de Preobrajensky (”Las conquistas de la dictadura del proletariado en el año XI de la revolución”), ni nuevamente el de Rakovsky (”Las leyes de la Dictadura Socialista”), de Solntsev (”La ley del desarrollo desigual en Marx”), etc. Difícilmente encontramos en la historia del marxismo un período más fecundo y más creativo y de resultados menos conocidos o directamente desconocidos: estos títulos no reflejan más que una ínfima parte de la producción teórica de los deportados.
No se trata sin embargo de un trabajo académico. La ”Critica al proyecto de programa” se proponía llegar a todas las secciones de la IC. Se esforzaban por discutir en todas partes los textos que debían expresar una posición colectiva y luego los textos circulaban. Para esta critica, aún escaseando el tiempo, había no obstante una suerte de procedimiento refrendario a través de las colonias: sobre los dos textos que se oponían, el de Radek no logró más que una media docena de firmas contra muchas centenas para el de Trotsky.
Pero los problemas políticos que se planteaban no eran ni gratuitos ni abstractos. Por aisladas que fueran las primeras capitulaciones – los ex-zinovievistas Safarov, Ilya Vardin[30]- pero también los ex-trotskistas Piatakov, Serebriakov, Antonov-Ovseenko, Krestinsky[31] no eran menos inquietantes indicadores de la fragilidad de los hombres que se creían ”duros” y cedieron nada mas iniciarse la represión. Esta “segunda ola” – la primera fue la de Zinoviev-Kamenev – no fue sin embargo tomada en serio en su conjunto y no hizo mermar ni las fuerzas vivas de la oposición ni mucho menos su moral, la gran mayoría de los oposicionistas en el exilio se reconocían en la interpelación feroz de Sosnovsky al capitulador Vardin: “¡No olvides que tú estás muerto!”.[32]
La evolución de Radek aparecía más peligrosa tal como se traducía a través de interrogantes y de dudas que se expresaron primero en sus cartas. Este hombre, lleno de inteligencia, periodista de gran talento, era conocido también por su versatilidad política y su carácter impulsivo. En 1927, se mostró muy reservado frente a la “plataforma de la Oposición”. Él planteaba, entre otras cosas, que el “Thermidor” del que la Oposición anunciaba como peligro, podía ser ya un hecho. Se negó a descartar, como lo hacía la plataforma, la perspectiva de crear un ”segundo partido”. Esta idea se afianzó finalmente entre los elementos más izquierdistas, próximos a los decistas. Ahora bien, a principios de 1928, cambió rápidamente de posición: el cambio emprendido por el aparato estalinista tras la crisis del trigo y la huelga de proveedores de cereales, a principios de 1928, basado en la decisión de aplicar a los kulaks[33] medidas de coerción, parecía demostrarle la existencia de un verdadero ”giro a la izquierda” – que juzgó positivo – por parte de la dirección estalinista.
En marzo de 1928, mientras estaba deportado en Tobolsk, la benevolencia interesada de la GPU le otorgó la autorización de reencontrarse en Tomsk con Smilga y sus más cercanos amigos, Beloborodov y Preobrajensky, este último autorizado a venir desde Kazán. Radek escribió mucho e intentó convencer a sus camaradas de exilio. Las reacciones no se hicieron esperar. No hicieron más que acelerar su paso. Llevado por sus propios impulsos, vivamente molesto por los “ataques de bayoneta” que surgían de todas partes contra él – las palabras son de Trotsky – se declara en guerra contra la revolución permanente, luego contra la política de la Oposición de Izquierda en la revolución china. Trotsky no podía dejar de responderle. Lo hizo en una carta fechada el 17 de julio de 1928, una severa critica a las posiciones de Radek, que no rompía sin embargo la solidaridad de tendencia con él, porque todavía veía la necesidad de ”decir ésto en interés de la claridad sin temer los esfuerzos de un adversario ‘monolítico’ por explotar las divergencias entre nosotros.”
En efecto, en el momento en que comenzó, en las alturas, la crisis de lo que Trotsky llamó ”el bloque centro-derecha”, y donde se anunciaba ya la ruptura entre Stalin y Bujarin, el mantenimiento de las posiciones de la Oposición y sus progresos hacía inevitable la escalada de las medidas de represión. Desde fines de septiembre cesaron brutalmente los servicios del correo normal de los que hasta entonces se habían servido los deportados. La GPU tomó medidas que permitieron clasificar el correo y no dejar llegar más que la correspondencia que se había decidido dejar llegar, disponiendo de los medios necesarios para interrumpir totalmente toda correspondencia si fuera necesario. Al comprobar que estas medidas no eran suficientes, el 16 de diciembre, el representante de la dirección colegiada de la GPU Volynsky se presentó en Alma Ata y declaró a León Trotsky:
“En el curso de estos últimos tiempos la actividad en el país de sus correligionarios ha cobrado un carácter netamente contrarrevolucionario; las condiciones bajo las cuales usted se encuentra en Alma-Ata le permiten dirigir perfectamente esta tarea. Este es el motivo por el cual la dirección colegiada de la GPU ha decidido exigirle la promesa categórica de cesar su actividad, si no, se verá en la obligación de cambiar las condiciones de su confinamiento aislándole completamente de la vida política: ésto planteara al mismo tiempo la cuestión del cambio de vuestro lugar de residencia.” [34]
El rechazo categórico de Trotsky puso al Buró Político contra la pared. Después de tres días de dilatadas y encendidas discusiones que el Buró finalmente se pronunció a favor de la solución preconizada por Stalin frente a la posición más cuidadosa de Bujarin. Trotsky fue expulsado del territorio soviético. Algunos días antes la GPU había arrestado de golpe a aproximadamente 150 personas por difundir una carta de Trotsky, entre ellos, viejos bolcheviques como los georgianos Budu Mdivani y Kavtaradzé, el crítico literario Voronsky, héroes del Ejército Rojo y de la guerra civil, Drobnis, Gaievski, Grunstein, Pevzner[35]. El periódico Pravda no disimuló que se habían beneficiado de muchas simpatías y de un ”exceso de tolerancia” antes de ser sometidos a ”un aislamiento severo en tanto que elementos hostiles a la dictadura proletaria”, y el 24 de enero ese mismo periódico amenazaba a quienes intentaran manifestarles la menor indulgencia.
En efecto, comenzaba una nueva etapa en la historia de la Oposición de izquierda así como en la historia de la propia Unión Soviética.
La crisis de la oposición en 1929
El año 1929 comenzó en Moscú con el arresto de un centenar de oposicionistas, la decisión de expulsar a Trotsky, y un golpe extraordinario realizado por los oposicionistas de Moscú: la publicación del resumen, redactado por Kamenev, de sus discusiones con Bujarin algunas semanas antes; el destinatario era Zinoviev, pero Schwalbe repartió copias del mismo a los trotskistas.
Pronto el gobierno recurrió a nuevas medidas de urgencia para quebrar a los kulaks que resistían a las requisas y ese giro fue acompañado de una ofensiva de Stalin dirigida abiertamente contra las posiciones de la “derecha”. El 27 de febrero, Molotov, en Pravda, rechazó la teoría de la integración pacífica del kulak en el socialismo, y retomó la afirmación de la Oposición de Izquierda según la cual el kulak constituía la vanguardia de la restauración burguesa. En junio, los tres, Bujarin, Rykov y Tomsky, fueron relevados de sus responsabilidades. En noviembre, hicieron una autocrítica pública. Fue el 27 de diciembre finalmente, cuando Stalin, en un artículo de Pravda titulado “¡Al diablo con la NEP!”, hizo oficial el nuevo curso, de hecho ya emprendido después de la primavera: la nueva política era, de allí en adelante, la industrialización a ultranza y la colectivización integral, y como corolario: la “liquidación del kulak como clase”.
Trotsky siguió con atención los acontecimientos en la URSS, informado como estaba hasta los detalles de lo que había pasado y de lo que pasaba, incluso en el Buró Político. Parecía no tener la menor duda. La nueva política que había sustituido a la NEP – pero ¿por cuánto tiempo? – no era y no podía ser un “giro a la izquierda”, es decir, la reconducción de la línea del partido bajo la presión de su ”núcleo proletario” precisamente en el momento mismo en que el aparato redoblaba sus persecuciones contra la Oposición de Izquierda. El binomio colectivización-industrialización, un llamamiento a la autocrítica y a la denuncia del ”peligro de derechización” y de la amenaza kulak – al que Trotsky llamó ”bandazo a la izquierda”- constituía a la vez una reacción empírica de huida hacia adelante – para salir del impasse de la política pro-kulak que había fracasado – y una maniobra burocrática para liquidar las posiciones de los bujarinistas a quienes Stalin pensaba que, de allí en adelante, había que abatir.
Trotsky no subestimaba sin embargo la gravedad de la crisis en la que el bloque de centro-derecha había precipitado al país por su política de los años precedentes. Era consciente de que una política de derecha neo-NEP, con concesiones al capitalismo – podría dar en lo inmediato resultados positivos, pero que seria también la puerta abierta a la contra-ofensiva para la restauración del capitalismo. Estaba igualmente convencido de que el aparato en manos de Stalin podía perfectamente lanzarse a una política tal, después de haber eliminado a los voceros “derechistas”. Pero no excluía tampoco que el bandazo a la izquierda se desarrollara en una ”aventura burocrática”, que impulsara a los campesinos pobres y medios a aliarse con los kulaks, aún cuando, a fin de cuentas, no fuera más que para volver rápidamente, ante la derrota, a una política más derechista todavía que la de los derechistas. La Oposición avanzaba entonces sobre un terreno minado con un débil margen de maniobra. Para Trotsky, ésta debía convertirse en la impulsora de un verdadero ”giro a la izquierda”, inconcebible sin el fin de las persecuciones, la reintegración de los oposicionistas excluídos, la restitución de la iniciativa de las masas, la reinstalación de sindicatos auténticos, la multiplicación de las uniones de campesinos pobres, un programa en definitiva inaceptable para Stalin y la fracción ”centrista”, pero que Trotsky propuso al partido en su conjunto como un objetivo para alcanzar el frente único y afrontar los peligros del momento. Desde Turquía, donde se había establecido tras su expulsión, desarrolló a través de artículos, cartas, mensajes, circulares y pronto en los artículos del Biulleten Oppositsii que empezó publicándose en París, la política cuyas grandes lineas ya había expuesto en su declaración del 12 de julio de 1928 en el VI Congreso de la Internacional[36].
El conjunto de los deportados de la Unión Soviética, en condiciones distintas y sufriendo fuertes presiones, no tenían la misma visión general. Pronto, una importante fracción de entre ellos – y lo que es más grave, una parte del viejo núcleo de la Oposición de 1923 – comienza a desarrollar una posición favorable a la dirección del partido sobre la base de la existencia de lo que llamaban un “giro a la izquierda”.
Múltiples factores políticos, sociales, psicológicos, jugaron en el mecanismo que condujo a la crisis de la Oposición de Izquierda. Sus cuadros pertenecían mayormente al mismo medio que aquellos de las tendencias dominantes en el aparato, habían surgido en la misma generación, de los mismos combates, y finalmente de la historia del mismo partido. Estaban más o menos profundamente marcados, ellos también, por la degeneración del partido, en su mentalidad y en su forma de vida. Sentían la deportación y el exilio como una muerte política y comenzaron a comprender el punto de vista de Zinoviev, dispuesto a ”tragar” y a ”arrastrarse”, siempre que fuera en el seno del partido ya que fuera del mismo no había nada. Entre ellos, por otra parte, eran sin duda numerosos los que se habían comprometido en el combate de la Oposición Unificada simplemente porque creían en su victoria a corto plazo y en su vuelta rápida a los cargos políticos y a los honores. Algunos estaban muy debilitados, incluso desmoralizados, para enfrentar una represión de larga duración, demasiado escépticos para sacrificarse por una causa en la que casi no creían.
Otros obedecían a motivos más directamente políticos. Desde 1923, los oposicionistas se habían enfrentado, ante todo, al ala del partido que consideraban como el enemigo número uno, la derecha, vanguardia del ”Thermidor” y de la restauración capitalista, donde los ”centristas” no eran, a juicio de muchos de ellos, más que los cómplices engañados por su miopía. Sinceramente o no, muchos fueron los oposicionistas que vieron en el bandazo a izquierda la forma de un verdadero giro que no solamente les daba históricamente la razón y justificaba la lucha pasada de la Oposición, sino que también les ofrecía la aborrecida cabeza de sus adversarios derechistas. ¿Acaso industrialización y colectivización no eran las reivindicaciones esenciales de la plataforma de 1927? La nueva política anti-kulak ¿no respondía a sus gritos de alarma durante años y no confirmaba sus perspectivas sobre el ”peligro de derecha”? El cuadro comportaba todavía muchas sombras ciertamente, pero si los centristas iban verdaderamente hacia la izquierda, ¿no estarían obligados, tarde o temprano, a apoyarse sobre el movimiento de masas, sobre la fracción proletaria del partido, su ”núcleo” obrero, y luego sobre las masas? ¿No quedaban garantizadas, con la nueva política, tareas inmensas? Para gran número de estos militantes que se impacientaban por actuar, la cuestión era saber si el lugar de aquellos que habían combatido por la plataforma estaba en Siberia y en Asia central, en el aislamiento y la impotencia del exilio, mientras que la batalla decisiva contra la derecha estaba librándose en Moscú. Como políticos que eran, soñaban con volver a la capital donde se tomaban las decisiones, porque estimaban que su deber era apoyar al ”centro” para eliminar a la derecha” y volver así irreversible el giro a la izquierda.
Era lo que pensaba Radek – del que el Buró Político, informado por la GPU, conocía la correspondencia y los punto de vista que defendía – y que fue pronto objeto de presiones directas, mientras la GPU se ocupaba de difundir los documentos que emanaban de él y a retener cartas y resoluciones que lo condenaban. Era también lo que pensaba Preobrajensky, y había allí un hecho infinitamente más grave, porque no se trataba de un franco-tirador como Radek, sino de uno de los ”jefes históricos” de la Oposición que había sido su vocero en 1923 y en 1925-26 en el curso del ”debate económico” contra Bujarin. Ahora bien, Preobrajensky diseñó como economista la parte económica del programa de la Oposición: luego de haber sido el primero en preconizar ”la acumulación socialista primitiva”, no podía espantarse por las consecuencias político-sociales de una colectivización y de una industrialización que eran a sus ojos no sólo las piezas maestras del programa de la Oposición – el que en definitiva pensaba que era ”reconocido” por los dirigentes y de este modo justificado a posteriori – sino también las condiciones y las premisas para la regeneración del partido.
A fines de marzo, los “tres” – Radek, Preobrajensky y Smilga – pusieron nuevos documentos en circulación. Eran las “tesis” de Omsk. Radek había dado un paso más, porque, criticando la violencia verbal de la que daba prueba Iaroslavsky en sus diatribas contra la Oposición, condenaba lo que llamaba “la colaboración de Trotsky con la prensa burguesa”- ¿Fue este retroceso la causa de las vacilaciones de Preobrajensky? Al día siguiente de un encuentro, autorizado por la GPU, con Ichtchenko, que seguía los pasos de Radek, hizo conocer que en efecto él no daría un solo paso más con Radek y Smilga hasta que las autoridades no hubieran restituido a los deportados la libertad total de reunión y de correspondencia a la que tenían derecho. En una carta que puso en circulación en abril, dirigida a todos los oposicionistas deportados, Preobrajensky se presentaba como un unificador de todos aquellos que se decían ”conciliadores” y a los que el aparato buscaba convertir en ”capituladores”. Muy lúcido, previó que los militantes que quisieran ser reintegrados a cualquier precio en el partido deberían someterse a ”métodos que no pueden aprobar” y que les harían llevar como una ”pesada cruz” su nuevo carnet del partido[37].
Lo que Preobrajensky quería era negociar. Reclamaba a las autoridades el fin de la represión, el abandono de la aplicación del artículo 38 a los oposicionistas, la vuelta del exilio de Trotsky: Las autoridades estalinistas jugarían con sus aspiraciones. A finales de abril fue autorizado a volver a Moscú por un tiempo y comenzó allí inmediatamente discusiones con Iaroslavsky y Ordjonikidzé que Stalin pareció haber seguido muy de cerca. Ignoramos todo lo referente al desarrollo concreto, las presiones que fueron ejercidas sobre él, y sus retrocesos sucesivos. Sabemos solamente que en julio les llegó el turno a Smilga y a Radek para obtener la autorización de dejar el exilio a cambio de una estancia en Moscú. Interrogado en la estación de Ichim por deportados miembros de la Oposición, Radek reveló su verdadero estado de ánimo y su real orientación: les llamó a ”unirse al partido en peligro” y afirmó ”no tener nada más en común con Trotsky”.[38]
Stalin no podía en ningún caso aceptar ninguna de las reivindicaciones inicialmente presentadas por Preobrajensky: para él los antiguos oposicionistas no podían en ningún caso ser autorizados a decir que habían tenido razón y que el partido se había equivocado al golpearlos. Jugó no obstante a fondo la carta de las pretendidas negociaciones, porque ésta alimentaba las ilusiones de los oposicionistas más débiles, permitía aislar a Trotsky desterrado y hacer explotar a tiempo a la Oposición de Izquierda. La semi-libertad acordada a Radek, Preobrajensky y Smilga, la difusión sistemática de sus cartas y documentos en los lugares de deportación iban acompañadas de medidas que reforzaban el aislamiento material y psíquico de aquellos militantes irreductibles y dispuestos a denunciar a los capituladores.
Mal informado, el exilio bullía de rumores alarmistas. Con destino a los más sinceros o a los más cándidos de los vacilantes, las autoridades jugaban con el miedo colectivo, con las convulsiones que amenazaban al campo, con el renacido peligro “blanco”, con la reaparición de una situación general parecida a aquella que había prevalecido en la víspera de la insurrección de Cronstadt: todo tipo de argumentos a favor de una unión sagrada que no podría obtenerse de los dirigentes más que al precio de concesiones presentadas como menores. Para otros, se ponían de relieve las “grandiosas” perspectivas abiertas por la nueva política de transformación de la economía y de la suciedad, el ”Octubre campesino” (la ”tercera revolución”, escribiría más tarde Isaac Deutscher). Para los más débiles, finalmente, se jugaba con el interés material haciendo ver las posibilidades de reintegración en los puestos oficiales de aquellos que retomaran a tiempo el camino correcto.
La campaña fue bien orquestada, y dio sus frutos. En junio de 1929, en una carta dirigida a Rakovsky e interceptada por la GPU, Solntsev describía el ”pánico” en las filas de la Oposición en la deportación e incluso la ”descomposición” en sus filas ante lo que él llamaba la ”traición inaudita” de la ”comisión de los tres”. Otros veteranos se comprometieron a su vez en la peligrosa vía de las negociaciones sin darse cuenta aparentemente que éstas no conducían más que a la capitulación. Fue el caso de Ivan N. Smirnov, seguido por Beloborodov, SV Mratchkovsky y otros, que proclamaron la necesidad de ”salvar la unidad de la oposición” y se alistaron así dentro de la corriente dominante lo que la descompondría un poco más.[39]
Fue finalmente el 13 de julio cuando Pravda publicó la declaración de los tres, refrendada por 400 exiliados. Se trataba en realidad de una capitulación a secas que condenaba no solamente !as posiciones y la actividad del momento de la Oposición sino también sus posiciones pasadas, incluyendo también la renuncia a las firmas de 1927 al pie de la plataforma. Este texto constituyó para Stalin una victoria aplastante: Radek, Preobrajensky y Smilga habían sido de los dirigentes más escuchados de la Oposición de Izquierda, y habían abandonado finalmente todas sus ”reivindicaciones” para volverse simples aduladores, no solo del curso ”izquierdista” oficial, sino de la dirección en general.
Un solo texto nos ha llegado, que informa sobre un debate en las filas de los ”bolcheviques-leninistas” en libertad: el de Lev Z. Kopelev, que tenía en ese entonces 17 años y pertenecía desde hacía algunas semanas a la organización de Kharkov. Los oposicionistas mantuvieron una reunión clandestina en un bosque fuera de la ciudad y escucharon el informe del ”camarada Alexandre, de Moscú” sobre ”la situación actual y los problemas de la Oposición leninista”. Este último explicó que el CC había adoptado el programa de industrialización de la Oposición, que había terminado el peligro kulak, que Stalin mismo había destruido las bases de su poder usurpado. Así evocaba Kopelev los argumentos de aquellos que, como él, bregaban por el abandono de la actividad fraccional:
”Lo esencial era construir fabricas y centrales eléctricas, reforzar el Ejército Rojo. Que Trotsky en el exilio se ocupe de la revolución mundial – nosotros, en casa, debemos trabajar con el partido y la clase obrera en lugar de agravar la escisión y de socavar la autoridad del comité central y del gobierno soviético”.[40]
En las filas de los deportados, las consecuencias de la capitulación de los tres fueron inmensas. Muchos creyeron que sus dirigentes habían ido a negociar a Moscú en nombre de todos y descubrieron leyendo Pravda el alcance del desastre. Otros se precipitaron a imitarlos antes de que la puerta se cerrara definitivamente. Pero la gran mayoría estaba sobre todo profundamente desmoralizada – y fueron los hombres escépticos quienes, uno tras otro, se alistaron para ser liberados.
No obstante, la capitulación de los tres fue demasiado burda como para no provocar algunas reacciones de rechazo. De este modo, IN Smirnov y los suyos condenaron lo que consideraban como una claudicación y retomaron las negociaciones con las reivindicaciones exigidas antes por Preobrajensky. Sobre todo, no faltaron en el exilio hombres dispuestos a pedir su reintegración al partido sobre la base de la nueva política de ”giro a la izquierda”, y a renunciar públicamente a toda actividad fraccional, pero que estaban lejos de renegar públicamente de sus ideas pasadas y presentes y todavía menos a efectuar un gesto que significaría por su parte la aprobación de la represión contra la Oposición y, en particular, sancionar el exilio de Trotsky. Christian Rakovsky apostaría por este planteamiento, buscando antes que nada, retenerlos en la pendiente por la que corrían el riesgo de deslizarse con IN Smirnov, en desmedro de todas sus buenas intenciones. Rakovsky envió finalmente el 22 de agosto desde Sartov, donde había discutido el texto con sus camaradas de deportación, una ”declaración” dirigida al Comité Central y a la Comisión Central de Control, refrendada además por VV Kossior y Mikhail N Okudjava.[41] En un tono muy moderado, bajo una forma finamente calculada, la declaración afirmaba la determinación de la Oposición de tomar todas sus responsabilidades en vista de la constitución de un frente único en el partido contra el peligro de derecha. Se mantenía muy firme en la reivindicación de la liberación inmediata y la reintegración en las filas del partido de los oposicionistas presos o deportados.
Se reprocharía a la declaración el hecho de que no condenara claramente la teoría del “socialismo en un solo país”, de ambigüedad en las cuestiones fundamentales de la revolución internacional. Los que la criticaban diciendo que había girado a favor de los hombres que estaban emprendiendo la retirada, ¿medían la gravedad de la crisis que sacudía a la Oposición? La cuestión fue rápidamente resuelta por los hechos. Primero, en las colonias donde circulaba al precio de grandes esfuerzos, la declaración reunió en algunas semanas un numero importante de deportados llenos de indignación por la “traición” de los tres: quinientas firmas en tres semanas, entre las cuales figuraban las de militantes prestigiosos como NI Muralov, VS Kasparova, KE Grunstein, LS Sosnovsky. La Declaración cortó la hierba bajo los pies de los conciliadores que se encaminaban hacia la capitulación, como IN Smirnov que manifestaron su ”buena voluntad” y ”espíritu unitario” frente a la mala fe de los firmantes. Finalmente, la capitulación de Smirnov, Boguslavsky, Mratchkovsky, Beloborodov y otros, en octubre, no tuvo el carácter infame de la de Radek y sus partidarios[42]: por otra parte, una nueva declaración aparecida el 4 de octubre, marcó el realineamiento de la Oposición de Izquierda bajo la dirección de Rakovsky.
La brutal falta de receptividad que mostró el aparato frente a la declaración de agosto, los violentos ataques firmados por Iaroslavsky en Pravda, las represalias feroces ejercidas contra Rakovsky, expulsado de Saratov y deportado en condiciones inhumanas a Barnaul, contra Sosnovsky, enviado a la ”cárcel de aislamiento” de Cheliabinsk, y finalmente a Tomsk, – una verdadera tumba – todo ello terminó por convencer a los auténticos indecisos, a los conciliadores sinceros, a los ingenuos verdaderos: como escribiera Rakovsky en sus tesis de agosto, esta actitud se oponía a la Oposición de Izquierda y a la defensa que ésta hacía de la naturaleza del partido, a su democracia interna, a la democracia obrera, todo lo que constituía la piedra angular para que se diera un verdadero ”giro a la izquierda” y lo que permitiría descartar entonces una verdadera recomposición del partido.
Cuando Trotsky colocó finalmente el 25 de septiembre su propia firma bajo la declaración de Rakovsky que acababa de recibir, pudo escribir a la vez que estaba de acuerdo con su contenido politico pero que pertenecía ya a un pasado caduco. Comentando los acontecimientos de aquellos últimos meses sobre la base de la correspondencia de la URSS, Isaac Deutscher estimaba que el golpe dado a la Oposición había sido violento: de ocho mil miembros – es decir dos veces más que en la época de su semi-legalidad en el partido en 1927 – con los que contaba en deportación a principias de 1929, la Oposición habría caído a fines del mismo año para contar con poco más de mil partidarios[43]. Trotsky, escribía a sus camaradas que, aún cuando no quedaran más que tres, lo esencial era que subsistieran la bandera, el programa, el futuro.
La crisis política de la Oposición terminó aunque continuaran los debates y se añadieran algunas capitulaciones aisladas a la larga lista de 1929. Después de que Radek y sus camaradas trazaron entre la Oposición y la fracción estalinista en el poder una línea de abyección, Stalin trazaría una línea de sangre.
Pierre Broué - año 1980
En Marxists Internet Archive: octubre de 2009. Publicado originalmente en francés en Cahiers León Trotsky nº 6 (1980)
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Índice:
Introducción
La oposición en 1928
La crisis de la oposición en 1929
Primeros pelotones de ejecución
Provocación policíaca generalizada
La situación de la oposición en 1930
La vida política de la oposición
La acción politíca: Las huelgas de hambre
La resistencia
El giro de 1932-1933
El comienzo del fin
Los últimos años
Primer balance
Introducción
“Los organismos de la dictadura proletaria no pueden admitir que exista en el país de la dictadura del proletariado una organización ilegal antisoviética que, aunque numéricamente insignificante, posee sin embargo sus propias imprentas, sus comités, intenta organizar huelgas antisoviéticas y prepara a sus partidarios para una guerra civil contra la dictadura proletaria (...),
”Parece como si no todos los miembros del partido se dan cuenta claramente de que entre la antigua oposición trotskista en el seno del PCUS y la organización trotskista ilegal actual, que se encuentra al margen de las filas del PC de la URSS, existe un abismo profundo. No obstante, es tiempo de asimilar esa verdad manifiesta. Es por tanto absolutamente inadmisible aceptar esta actitud ‘liberal’ frente a las organizaciones trotskistas ilegales activas, tal como se manifiesta a veces entre algunos miembros del partido. Todos los miembros del partido deben tomar nota de este asunto.”
Editorial de Pravda, 24 de enero de 1929.
El carácter oculto de los “papeles del exilio” ha contribuido a falsear la óptica de muchos de los trabajos históricos sobre la URSS. A falta de los documentos, a los que hoy puede accederse, se ha reducido a la Oposición de Izquierda, luego a la IV Internacional que surgió de ella, a un simple reflejo de los brillantes escritos de Trotsky. En realidad, la organización, luego la corriente bolchevique-leninista en el Partido Comunista de la Unión Soviética, han constituido el nudo de la Oposición de Izquierda Internacional – en el seno de la Internacional Comunista – y por ende de la IV Internacional. Existe, a través de los militantes soviéticos, una verdadera filiación, un lazo histórico concreto entre el bolchevismo y el trotskismo, mientras que la versión tradicional no ve entre ellos más que una similitud de puntos de vista, o incluso una simple repetición.
El trabajo de notas de las Obras de Trotsky[1] nos ha colocado sobre las huellas de sus camaradas de combate en la Unión Soviética misma. Mediante nuestro trabajo de documentación hemos descubierto, primero, el importante papel que desempeñaron los miembros rusos de la Oposición – “exiliados” en la diplomacia o en misiones económicas, como fue el caso en París de Christian G. Rakovsky o de Preobrajensky[2] – en las filas de los militantes del PC en el extranjero.
En misión gubernamental oficial, estos militantes dedicaban, en realidad, una parte de su actividad política al trabajo “fraccional”; en otros términos, fue por su intermedio que la Oposición rusa llegó al extranjero. Se sabe, por ejemplo, que fue Piatakov, representante de la Oposición unificada en París quien financió la creación de “Contra la Corriente” y se esforzó vanamente por unificar los grupos franceses de oposición en 1926[3]. Se sabe, del mismo modo, que las primeras iniciativas para constituir en Checoslovaquia una oposición unificada fueron alentadas y apoyadas materialmente por el diplomático soviético Kanatchikov[4]. Los recuerdos de la alemana Ruth Fischer[5] abundan en múltiples detalles de este tipo: A.V. Hertzsberg[6] agregado de la misión comercial de Berlín; G.I. Safarov[7], miembro de la delegación de Estambul, donde no residía; N.N. Perevertsev[8], miembro de una comisión internacional sobre los ferrocarriles en Génova, todos ellos trabajaban en Europa a cuenta de la Oposición de Izquierda rusa que contaba, por otra parte, con tres empleados permanentes de la delegación en Berlín: Issaiev, Turov y Kaplinsky[9]. La misma autora menciona el rol oculto de consejero e impulsor de la izquierda alemana del trotskista ruso E.B. Solntsev.[10] Precisa que una veintena de funcionarios soviéticos con puestos en el extranjero asistían por otra parte, en diciembre de 1927, a la conferencia internacional de la Oposición que se realizó al mismo tiempo que el XV congreso del PCUS bajo la presidencia del ruso Safarov y en presencia, precisamente, de Solntsev.[11]
En 1928, uno de los lazos de la Oposición de Izquierda con los franceses simpatizantes era un miembro de la delegación comercial, jefe de la oficina de información, el profesor rojo Solomon Kharin, llamado comúnmente Joseph.[12]
Hay que agregar que numerosos militantes comunistas que se unieron a la Oposición de Izquierda lo hicieron a partir de su posición sobre la “cuestión rusa”. Estos hombres habían estado en la URSS, donde frecuentemente habían trabajado, y allí habían sido ganados por la Oposición. El más conocido es evidentemente el catalán Andrés Nin, secretario en Moscú de la Internacional Sindical Roja y miembro del soviet de la capital, miembro de la Oposición desde 1923 e impulsor de su comisión internacional. Es en Moscú donde Nin ganó, por ejemplo, al obrero panadero negro Sandalio Junco quien iba a implantar el “trotskismo” en Cuba[13]. Del mismo modo, el primer grupo de Oposición de Izquierda en Brasil fue fundado por el antiguo representante del PC en Moscú, Rodolfo Cutinho.[14] La mayoría de los cuadros de la Oposición de Izquierda en China, empezando por Liu Renjing[15], se adhirieron a la Oposición mientras eran estudiantes en la Universidad de los Pueblos de Oriente en Moscú entre 1925 y 1927. Uno de los primeros trotskistas checos fue un militante de Brno, Vladislav Burian, quien había sido uno de los primeros dirigentes del PC checo refugiado en Moscú en 1925, ganado por la Oposición simultáneamente con el presidente de las JC de Checoslovaquia, Karel Fischer, llamado Michalec, ”zinovievista”, junto a su amigo serbio Boja Vuyović, mientras que el joven delegado de Praga a una conferencia de organización de las JC en Moscú, Wolfgang Salus[16] se encontraba allí con los oposicionistas rusos que lo convencieron de la justeza de la plataforma de la Oposición. Finalmente, no omitiremos decir que la Oposición de Izquierda en América del Norte fue constituida por iniciativa de dos delegados al VI congreso de la IC, el americano, James P, Cannon y el canadiense Maurice Spector[17], quienes habían encontrado entre sus documentos del Congreso – donde había sido deslizado por manos anónimas – la “Critica al proyecto de programa de la Internacional Comunista” que Trotsky acababa de redactar en Alma-Ata[18].
Pero existe hoy una razón suplementaria para estudiar de cerca la historia de la Oposición de Izquierda en la Unión Soviética tras su expulsión del partido en diciembre de 1927: porque la lucha contra el ”trotskismo” constituyó una etapa decisiva en el desarrollo y la instauración del totalitarismo estalinista, y fue contra los ”bolcheviques-leninistas” donde se puso a punto y se perfeccionó el sistema contemporáneo del aparato policíaco, de la GPU al Gulag, recientemente descubierto por tantos falsos ingenuos o auténticos cretinos. Desde este punto de vista, la historia de la Oposición de Izquierda rusa no se nos aparece como un simple episodio, sino como una página capital de la historia de la Unión Soviética misma.
Nos hemos interesado aquí para mejor presentar los documentos inéditos encontrados en los papeles del exilio de Trotsky[19], en la organización clandestina de los ”trotskistas” en la Unión Soviética, desde su entrada en la ilegalidad, en diciembre de 1927, en el curso del XV congreso, hasta la desaparición de sus últimos sobrevivientes. Recordemos simplemente que la tendencia excluida en el XV congreso, la “Oposición unificada”, tenía en ese momento 18 meses de existencia y que había nacido en 1926 de la fusión entre dos de las más antiguas ”fracciones” del partido, la Oposición de Izquierda, llamada ”oposición de 1923”, organizada alrededor de Trotsky, y la ”nueva oposición” constituida en 1925 en Leningrado por Zinoviev y Kamenev[20].
Después de haber privado a la oposición unificada de sus medios de expresión acusándola de actividades “fraccionales”, después de haber detenido a muchos de sus responsables en una provocación organizada por la GPU, el caso de la imprenta y del ”oficial de Wrangel”[21], la dirección del partido – Stalin, apoyado por Bujarin – dio en el XV congreso un paso decisivo decretando la incompatibilidad entre la pertenencia al partido y la adhesión a las ideas de la Oposición. Esta última estalló, entonces, en el curso mismo del congreso. Kamenev y Zinoviev, seguidos por el núcleo de la antigua oposición de Leningrado, declararon rápidamente que renunciaban a defender las ideas que habían sostenido hasta el momento. Por el contrario, en una declaración apoyada por Smilga, Muralov y Radek, Christian Rakovsky afirmó la determinación de los bolcheviques-leninistas de continuar el combate por la defensa de la plataforma y de los principios de la Oposición y reivindicó el reingreso de los excluidos al partido, sobre la base de sus derechos.[22]
A pesar de las apariencias, el estallido de la Oposición unificada no se hizo sobre la línea de división de sus dos principales partes constituyentes: los ”zinovievistas” y los ”trotskistas”. Por una parte, porque uno de los principales dirigentes de la antigua ”nueva oposición” – I.T. Smilga[23] – que había combatido a la Oposición de Izquierda de 1923 a 1925 – rompió con Zinoviev-Kamenev y, firmando el texto de Rakovsky, se unió a Trotsky. Por otra parte, una importante fracción de la antigua oposición de Leningrado, jóvenes esencialmente, siguieron a Safarov y rechazaron ir tras sus dirigentes históricos en la vía de la capitulación. Los trotskistas lograron ganarse al entorno inmediato de los dirigentes zinovievistas reclutando, ante sus propios ojos, al mismo secretario de Kamenev, Filip Schwalbe.[24]
Había allí un hecho mayor que ni la capitulación rigurosa, el 27 de enero de 1928, de Zinoviev y Kamenev que declaraban renunciar a las mismas ideas que habían sido suyas, ni aquella de los “trotskistas” desmoralizados como Iuri Piatakov, algunos meses más tarde, lograron cambiar: el grueso de las tropas de la Oposición de Izquierda expulsada del partido, los batallones de los miles de irreductibles, se ubicaban de ahora en masa bajo la bandera de Trotsky.
La oposición en 1928
El objetivo de los primeros arrestos, en 1927, y más tarde, del comienzo de las deportaciones en masa en 1928 era quebrar a la Oposición como organización privándola de todos sus dirigentes y cuadros. En las semanas y los meses que siguieron, las olas de arrestos, las penas de prisión y de exilio que afectaban cada vez más a muchas centenas de militantes, perseguían el mismo objetivo, con el cuidado suplementario de extirpar, allí donde se manifestaran todavía, los focos de la Oposición. Discursos y prensa oficial lo reconocieron no obstante a principios de 1929: esos esfuerzos fueron vanos y la Oposición sobrevivió y progresó en todo el transcurso del año 1928.
La oposición era, de todos modos, en 1928, muy distinta de lo que había sido en 1927 como “fracción” en el seno del partido oficial. De allí que además estuviera dividida, por la fuerza de las cosas – y las decisiones de represión de la GPU –, en dos sectores. Por una parte su sector ilegal, clandestino, formado por los militantes aún no alcanzados por la represión, demasiado o no lo suficientemente conocidos. Por otra parte, el sector prácticamente ”legal” – ”abierto”, si osamos decirlo, – que funcionaba prácticamente a la luz del día en las zonas de deportación (de exilio) a las que se había empezado a llamar ”colonias” de deportados, los cuales podían reunirse más o menos libremente, discutir, escribir y sobre todo mantener correspondencia.
Del primer sector, sabemos poco al margen de lo que reflejan los informes que aparecen en los archivos y cuidadosamente fabricados teniendo en cuenta las necesidades del secreto de la clandestinidad. Sabemos, no obstante, que después del arresto y el envío al exilio de Trotsky y de sus compañeros, funcionó en Moscú un ”centro” clandestino dirigido por el viejo-bolchevique de los Urales Boris, M. Eltsine[25], cuyo emisario se dirigía por tren a Frunzé para colocar el correo en manos de un militante de confianza, el metalúrgico de Moscú Mikhail Bodrov, quien conduciendo una troika (un carro típico ruso. N de T), y bajo una gran barba y una blusa típica de mujik, aseguraba luego el transporte de valiosos documentos que mandaba a Alma Ata y ponía en las manos de León Sedov[26]. Sabemos igualmente que existían núcleos de la Oposición en casi todas las grandes ciudades de la Unión Soviética: Víctor Serge nos ha hablado del de Leningrado, en el cual se encontraba Alexandra Lvovna Sokolovskaia, la primera mujer de Trotsky y la madre de sus hijas. Sabemos igualmente que, entre los aproximadamente 150 militantes detenidos en Moscú en enero de 1929, se encontraban algunos de los responsables de la prensa clandestina de la Oposición desde 1928, en particular un ”veterano” del episodio de la imprenta clandestina de 1927, el gran mutilado y ex-chequista Khanaan M. Pevzner[27]. Uno de los dirigentes de Moscú era Ianuchevsky.
Algunos de los impulsores de la Oposición que militaban fuera de las prisiones y de las colonias no eran ciudadanos libres ejerciendo una actividad clandestina. Eran ilegales, hombres y mujeres conocidos de la GPU pero que habían escapado de ella y que vivían en ese medio del partido donde generalmente eran estimados, beneficiándose de un ”liberalismo” del que se quejaba la Pravda. El hecho de que ”aguantaran” demuestra en efecto que se movían en un medio que, lejos de serles hostil, les proveía hospitalidad, ayuda y protección. Dos ejemplos: en Bogorodask, los obreros de la fábrica Glukhov escondieron durante varios días a uno de ellos, al oposicionista Stukolkin, y lograron sacarlo de la ciudad delante de las propias barbas de la GPU[28]. Por otra parte, en sus memorias recientemente publicadas, la comunista alemana – Rosa Léviné-Meyer – habla de sus encuentros en Moscú en esa época con G. Ia. Iakovin, uno de los dirigentes del “centro” y marido de su amiga la historiadora Pankratova. Iakovine había dejado Leningrado donde era muy conocido y vivía en Moscú, alojado por camaradas: se procuró incluso un pase que le permitiera entrar al hotel Lux y discutir allí con los comunistas extranjeros. Incluso llegó a volver clandestinamente a Leningrado para asegurarse allí los contactos.[29]
Los informes que iban de la Unión Soviética al extranjero – a Trotsky y su hijo Liova – mencionaban las actividades de este sector de la oposición: publicación de volantes, y también de folletos, difusiones clandestinas, suscripciones para los prisioneros, pero también intervenciones en las reuniones del partido o en las asambleas obreras, de los parados especialmente, candidaturas abiertas en los comités de fábricas o en los soviets, y subrayaban también sus innegables éxitos. El sector clandestino ”libre” de la Oposición mantuvo verdaderamente una real existencia y actividad, a pesar de los obstáculos que se acumulaban, la represión, el comienzo del llamamiento a delatar y la generalización de la provocación que parece haber afectado en esa época a casi todos los grupos locales.
El segundo sector de la Oposición, probablemente el más numeroso ya que no dejó de crecer en detrimento del primero, era aquel de las colonias de deportados – 107 censados en 1928 a través de la correspondencia de Harvard – y rápidamente aquel de las prisiones abiertas especialmente para los bolcheviques-leninistas recalcitrantes, las ”cárceles de aislamiento”. Conocemos mejor a éstas que a las primeras. Durante los tres primeros trimestres de 1928 en efecto, el grueso de la correspondencia de los deportados fue generalmente distribuida a pesar de que las cartas fueran abiertas a la salida y a la llegada. Una discusión apasionante comenzó entre los exiliados: esos hombres que pertenecían a todos los “sectores” del partido y del Estado soviético y que, algunos meses antes, ejercían todavía altas responsabilidades, pasaron a disponer entonces de un poco de tiempo para meditar sobre la experiencia de los años anteriores, retomar trabajos teóricos, revisar los documentos del partido y de la Internacional, desarrollar entre ellos una suerte de discusión en cadena. Una parte de los documentos apasionantes que son el fruto de esta situación fue publicada en esa época por el Biulleten y a veces en otros idiomas. Citemos la “Crítica al proyecto de programa de la IC”, elaborado por Trotsky en Alma-Ata, la carta de Rakovsky a Valentivov conocida bajo el titulo de ”Peligros profesionales del poder”. Se puede encontrar en Harvard otra ”Critica al proyecto de programa de la IC” por Dimitri Lapin, muy apreciada por Trotsky. Pero no tenemos ni la ”Política agraria del centrismo” de L.S. Sosnovsky, ni los trabajos de Smilga y de Preobrajensky (”Las conquistas de la dictadura del proletariado en el año XI de la revolución”), ni nuevamente el de Rakovsky (”Las leyes de la Dictadura Socialista”), de Solntsev (”La ley del desarrollo desigual en Marx”), etc. Difícilmente encontramos en la historia del marxismo un período más fecundo y más creativo y de resultados menos conocidos o directamente desconocidos: estos títulos no reflejan más que una ínfima parte de la producción teórica de los deportados.
No se trata sin embargo de un trabajo académico. La ”Critica al proyecto de programa” se proponía llegar a todas las secciones de la IC. Se esforzaban por discutir en todas partes los textos que debían expresar una posición colectiva y luego los textos circulaban. Para esta critica, aún escaseando el tiempo, había no obstante una suerte de procedimiento refrendario a través de las colonias: sobre los dos textos que se oponían, el de Radek no logró más que una media docena de firmas contra muchas centenas para el de Trotsky.
Pero los problemas políticos que se planteaban no eran ni gratuitos ni abstractos. Por aisladas que fueran las primeras capitulaciones – los ex-zinovievistas Safarov, Ilya Vardin[30]- pero también los ex-trotskistas Piatakov, Serebriakov, Antonov-Ovseenko, Krestinsky[31] no eran menos inquietantes indicadores de la fragilidad de los hombres que se creían ”duros” y cedieron nada mas iniciarse la represión. Esta “segunda ola” – la primera fue la de Zinoviev-Kamenev – no fue sin embargo tomada en serio en su conjunto y no hizo mermar ni las fuerzas vivas de la oposición ni mucho menos su moral, la gran mayoría de los oposicionistas en el exilio se reconocían en la interpelación feroz de Sosnovsky al capitulador Vardin: “¡No olvides que tú estás muerto!”.[32]
La evolución de Radek aparecía más peligrosa tal como se traducía a través de interrogantes y de dudas que se expresaron primero en sus cartas. Este hombre, lleno de inteligencia, periodista de gran talento, era conocido también por su versatilidad política y su carácter impulsivo. En 1927, se mostró muy reservado frente a la “plataforma de la Oposición”. Él planteaba, entre otras cosas, que el “Thermidor” del que la Oposición anunciaba como peligro, podía ser ya un hecho. Se negó a descartar, como lo hacía la plataforma, la perspectiva de crear un ”segundo partido”. Esta idea se afianzó finalmente entre los elementos más izquierdistas, próximos a los decistas. Ahora bien, a principios de 1928, cambió rápidamente de posición: el cambio emprendido por el aparato estalinista tras la crisis del trigo y la huelga de proveedores de cereales, a principios de 1928, basado en la decisión de aplicar a los kulaks[33] medidas de coerción, parecía demostrarle la existencia de un verdadero ”giro a la izquierda” – que juzgó positivo – por parte de la dirección estalinista.
En marzo de 1928, mientras estaba deportado en Tobolsk, la benevolencia interesada de la GPU le otorgó la autorización de reencontrarse en Tomsk con Smilga y sus más cercanos amigos, Beloborodov y Preobrajensky, este último autorizado a venir desde Kazán. Radek escribió mucho e intentó convencer a sus camaradas de exilio. Las reacciones no se hicieron esperar. No hicieron más que acelerar su paso. Llevado por sus propios impulsos, vivamente molesto por los “ataques de bayoneta” que surgían de todas partes contra él – las palabras son de Trotsky – se declara en guerra contra la revolución permanente, luego contra la política de la Oposición de Izquierda en la revolución china. Trotsky no podía dejar de responderle. Lo hizo en una carta fechada el 17 de julio de 1928, una severa critica a las posiciones de Radek, que no rompía sin embargo la solidaridad de tendencia con él, porque todavía veía la necesidad de ”decir ésto en interés de la claridad sin temer los esfuerzos de un adversario ‘monolítico’ por explotar las divergencias entre nosotros.”
En efecto, en el momento en que comenzó, en las alturas, la crisis de lo que Trotsky llamó ”el bloque centro-derecha”, y donde se anunciaba ya la ruptura entre Stalin y Bujarin, el mantenimiento de las posiciones de la Oposición y sus progresos hacía inevitable la escalada de las medidas de represión. Desde fines de septiembre cesaron brutalmente los servicios del correo normal de los que hasta entonces se habían servido los deportados. La GPU tomó medidas que permitieron clasificar el correo y no dejar llegar más que la correspondencia que se había decidido dejar llegar, disponiendo de los medios necesarios para interrumpir totalmente toda correspondencia si fuera necesario. Al comprobar que estas medidas no eran suficientes, el 16 de diciembre, el representante de la dirección colegiada de la GPU Volynsky se presentó en Alma Ata y declaró a León Trotsky:
“En el curso de estos últimos tiempos la actividad en el país de sus correligionarios ha cobrado un carácter netamente contrarrevolucionario; las condiciones bajo las cuales usted se encuentra en Alma-Ata le permiten dirigir perfectamente esta tarea. Este es el motivo por el cual la dirección colegiada de la GPU ha decidido exigirle la promesa categórica de cesar su actividad, si no, se verá en la obligación de cambiar las condiciones de su confinamiento aislándole completamente de la vida política: ésto planteara al mismo tiempo la cuestión del cambio de vuestro lugar de residencia.” [34]
El rechazo categórico de Trotsky puso al Buró Político contra la pared. Después de tres días de dilatadas y encendidas discusiones que el Buró finalmente se pronunció a favor de la solución preconizada por Stalin frente a la posición más cuidadosa de Bujarin. Trotsky fue expulsado del territorio soviético. Algunos días antes la GPU había arrestado de golpe a aproximadamente 150 personas por difundir una carta de Trotsky, entre ellos, viejos bolcheviques como los georgianos Budu Mdivani y Kavtaradzé, el crítico literario Voronsky, héroes del Ejército Rojo y de la guerra civil, Drobnis, Gaievski, Grunstein, Pevzner[35]. El periódico Pravda no disimuló que se habían beneficiado de muchas simpatías y de un ”exceso de tolerancia” antes de ser sometidos a ”un aislamiento severo en tanto que elementos hostiles a la dictadura proletaria”, y el 24 de enero ese mismo periódico amenazaba a quienes intentaran manifestarles la menor indulgencia.
En efecto, comenzaba una nueva etapa en la historia de la Oposición de izquierda así como en la historia de la propia Unión Soviética.
La crisis de la oposición en 1929
El año 1929 comenzó en Moscú con el arresto de un centenar de oposicionistas, la decisión de expulsar a Trotsky, y un golpe extraordinario realizado por los oposicionistas de Moscú: la publicación del resumen, redactado por Kamenev, de sus discusiones con Bujarin algunas semanas antes; el destinatario era Zinoviev, pero Schwalbe repartió copias del mismo a los trotskistas.
Pronto el gobierno recurrió a nuevas medidas de urgencia para quebrar a los kulaks que resistían a las requisas y ese giro fue acompañado de una ofensiva de Stalin dirigida abiertamente contra las posiciones de la “derecha”. El 27 de febrero, Molotov, en Pravda, rechazó la teoría de la integración pacífica del kulak en el socialismo, y retomó la afirmación de la Oposición de Izquierda según la cual el kulak constituía la vanguardia de la restauración burguesa. En junio, los tres, Bujarin, Rykov y Tomsky, fueron relevados de sus responsabilidades. En noviembre, hicieron una autocrítica pública. Fue el 27 de diciembre finalmente, cuando Stalin, en un artículo de Pravda titulado “¡Al diablo con la NEP!”, hizo oficial el nuevo curso, de hecho ya emprendido después de la primavera: la nueva política era, de allí en adelante, la industrialización a ultranza y la colectivización integral, y como corolario: la “liquidación del kulak como clase”.
Trotsky siguió con atención los acontecimientos en la URSS, informado como estaba hasta los detalles de lo que había pasado y de lo que pasaba, incluso en el Buró Político. Parecía no tener la menor duda. La nueva política que había sustituido a la NEP – pero ¿por cuánto tiempo? – no era y no podía ser un “giro a la izquierda”, es decir, la reconducción de la línea del partido bajo la presión de su ”núcleo proletario” precisamente en el momento mismo en que el aparato redoblaba sus persecuciones contra la Oposición de Izquierda. El binomio colectivización-industrialización, un llamamiento a la autocrítica y a la denuncia del ”peligro de derechización” y de la amenaza kulak – al que Trotsky llamó ”bandazo a la izquierda”- constituía a la vez una reacción empírica de huida hacia adelante – para salir del impasse de la política pro-kulak que había fracasado – y una maniobra burocrática para liquidar las posiciones de los bujarinistas a quienes Stalin pensaba que, de allí en adelante, había que abatir.
Trotsky no subestimaba sin embargo la gravedad de la crisis en la que el bloque de centro-derecha había precipitado al país por su política de los años precedentes. Era consciente de que una política de derecha neo-NEP, con concesiones al capitalismo – podría dar en lo inmediato resultados positivos, pero que seria también la puerta abierta a la contra-ofensiva para la restauración del capitalismo. Estaba igualmente convencido de que el aparato en manos de Stalin podía perfectamente lanzarse a una política tal, después de haber eliminado a los voceros “derechistas”. Pero no excluía tampoco que el bandazo a la izquierda se desarrollara en una ”aventura burocrática”, que impulsara a los campesinos pobres y medios a aliarse con los kulaks, aún cuando, a fin de cuentas, no fuera más que para volver rápidamente, ante la derrota, a una política más derechista todavía que la de los derechistas. La Oposición avanzaba entonces sobre un terreno minado con un débil margen de maniobra. Para Trotsky, ésta debía convertirse en la impulsora de un verdadero ”giro a la izquierda”, inconcebible sin el fin de las persecuciones, la reintegración de los oposicionistas excluídos, la restitución de la iniciativa de las masas, la reinstalación de sindicatos auténticos, la multiplicación de las uniones de campesinos pobres, un programa en definitiva inaceptable para Stalin y la fracción ”centrista”, pero que Trotsky propuso al partido en su conjunto como un objetivo para alcanzar el frente único y afrontar los peligros del momento. Desde Turquía, donde se había establecido tras su expulsión, desarrolló a través de artículos, cartas, mensajes, circulares y pronto en los artículos del Biulleten Oppositsii que empezó publicándose en París, la política cuyas grandes lineas ya había expuesto en su declaración del 12 de julio de 1928 en el VI Congreso de la Internacional[36].
El conjunto de los deportados de la Unión Soviética, en condiciones distintas y sufriendo fuertes presiones, no tenían la misma visión general. Pronto, una importante fracción de entre ellos – y lo que es más grave, una parte del viejo núcleo de la Oposición de 1923 – comienza a desarrollar una posición favorable a la dirección del partido sobre la base de la existencia de lo que llamaban un “giro a la izquierda”.
Múltiples factores políticos, sociales, psicológicos, jugaron en el mecanismo que condujo a la crisis de la Oposición de Izquierda. Sus cuadros pertenecían mayormente al mismo medio que aquellos de las tendencias dominantes en el aparato, habían surgido en la misma generación, de los mismos combates, y finalmente de la historia del mismo partido. Estaban más o menos profundamente marcados, ellos también, por la degeneración del partido, en su mentalidad y en su forma de vida. Sentían la deportación y el exilio como una muerte política y comenzaron a comprender el punto de vista de Zinoviev, dispuesto a ”tragar” y a ”arrastrarse”, siempre que fuera en el seno del partido ya que fuera del mismo no había nada. Entre ellos, por otra parte, eran sin duda numerosos los que se habían comprometido en el combate de la Oposición Unificada simplemente porque creían en su victoria a corto plazo y en su vuelta rápida a los cargos políticos y a los honores. Algunos estaban muy debilitados, incluso desmoralizados, para enfrentar una represión de larga duración, demasiado escépticos para sacrificarse por una causa en la que casi no creían.
Otros obedecían a motivos más directamente políticos. Desde 1923, los oposicionistas se habían enfrentado, ante todo, al ala del partido que consideraban como el enemigo número uno, la derecha, vanguardia del ”Thermidor” y de la restauración capitalista, donde los ”centristas” no eran, a juicio de muchos de ellos, más que los cómplices engañados por su miopía. Sinceramente o no, muchos fueron los oposicionistas que vieron en el bandazo a izquierda la forma de un verdadero giro que no solamente les daba históricamente la razón y justificaba la lucha pasada de la Oposición, sino que también les ofrecía la aborrecida cabeza de sus adversarios derechistas. ¿Acaso industrialización y colectivización no eran las reivindicaciones esenciales de la plataforma de 1927? La nueva política anti-kulak ¿no respondía a sus gritos de alarma durante años y no confirmaba sus perspectivas sobre el ”peligro de derecha”? El cuadro comportaba todavía muchas sombras ciertamente, pero si los centristas iban verdaderamente hacia la izquierda, ¿no estarían obligados, tarde o temprano, a apoyarse sobre el movimiento de masas, sobre la fracción proletaria del partido, su ”núcleo” obrero, y luego sobre las masas? ¿No quedaban garantizadas, con la nueva política, tareas inmensas? Para gran número de estos militantes que se impacientaban por actuar, la cuestión era saber si el lugar de aquellos que habían combatido por la plataforma estaba en Siberia y en Asia central, en el aislamiento y la impotencia del exilio, mientras que la batalla decisiva contra la derecha estaba librándose en Moscú. Como políticos que eran, soñaban con volver a la capital donde se tomaban las decisiones, porque estimaban que su deber era apoyar al ”centro” para eliminar a la derecha” y volver así irreversible el giro a la izquierda.
Era lo que pensaba Radek – del que el Buró Político, informado por la GPU, conocía la correspondencia y los punto de vista que defendía – y que fue pronto objeto de presiones directas, mientras la GPU se ocupaba de difundir los documentos que emanaban de él y a retener cartas y resoluciones que lo condenaban. Era también lo que pensaba Preobrajensky, y había allí un hecho infinitamente más grave, porque no se trataba de un franco-tirador como Radek, sino de uno de los ”jefes históricos” de la Oposición que había sido su vocero en 1923 y en 1925-26 en el curso del ”debate económico” contra Bujarin. Ahora bien, Preobrajensky diseñó como economista la parte económica del programa de la Oposición: luego de haber sido el primero en preconizar ”la acumulación socialista primitiva”, no podía espantarse por las consecuencias político-sociales de una colectivización y de una industrialización que eran a sus ojos no sólo las piezas maestras del programa de la Oposición – el que en definitiva pensaba que era ”reconocido” por los dirigentes y de este modo justificado a posteriori – sino también las condiciones y las premisas para la regeneración del partido.
A fines de marzo, los “tres” – Radek, Preobrajensky y Smilga – pusieron nuevos documentos en circulación. Eran las “tesis” de Omsk. Radek había dado un paso más, porque, criticando la violencia verbal de la que daba prueba Iaroslavsky en sus diatribas contra la Oposición, condenaba lo que llamaba “la colaboración de Trotsky con la prensa burguesa”- ¿Fue este retroceso la causa de las vacilaciones de Preobrajensky? Al día siguiente de un encuentro, autorizado por la GPU, con Ichtchenko, que seguía los pasos de Radek, hizo conocer que en efecto él no daría un solo paso más con Radek y Smilga hasta que las autoridades no hubieran restituido a los deportados la libertad total de reunión y de correspondencia a la que tenían derecho. En una carta que puso en circulación en abril, dirigida a todos los oposicionistas deportados, Preobrajensky se presentaba como un unificador de todos aquellos que se decían ”conciliadores” y a los que el aparato buscaba convertir en ”capituladores”. Muy lúcido, previó que los militantes que quisieran ser reintegrados a cualquier precio en el partido deberían someterse a ”métodos que no pueden aprobar” y que les harían llevar como una ”pesada cruz” su nuevo carnet del partido[37].
Lo que Preobrajensky quería era negociar. Reclamaba a las autoridades el fin de la represión, el abandono de la aplicación del artículo 38 a los oposicionistas, la vuelta del exilio de Trotsky: Las autoridades estalinistas jugarían con sus aspiraciones. A finales de abril fue autorizado a volver a Moscú por un tiempo y comenzó allí inmediatamente discusiones con Iaroslavsky y Ordjonikidzé que Stalin pareció haber seguido muy de cerca. Ignoramos todo lo referente al desarrollo concreto, las presiones que fueron ejercidas sobre él, y sus retrocesos sucesivos. Sabemos solamente que en julio les llegó el turno a Smilga y a Radek para obtener la autorización de dejar el exilio a cambio de una estancia en Moscú. Interrogado en la estación de Ichim por deportados miembros de la Oposición, Radek reveló su verdadero estado de ánimo y su real orientación: les llamó a ”unirse al partido en peligro” y afirmó ”no tener nada más en común con Trotsky”.[38]
Stalin no podía en ningún caso aceptar ninguna de las reivindicaciones inicialmente presentadas por Preobrajensky: para él los antiguos oposicionistas no podían en ningún caso ser autorizados a decir que habían tenido razón y que el partido se había equivocado al golpearlos. Jugó no obstante a fondo la carta de las pretendidas negociaciones, porque ésta alimentaba las ilusiones de los oposicionistas más débiles, permitía aislar a Trotsky desterrado y hacer explotar a tiempo a la Oposición de Izquierda. La semi-libertad acordada a Radek, Preobrajensky y Smilga, la difusión sistemática de sus cartas y documentos en los lugares de deportación iban acompañadas de medidas que reforzaban el aislamiento material y psíquico de aquellos militantes irreductibles y dispuestos a denunciar a los capituladores.
Mal informado, el exilio bullía de rumores alarmistas. Con destino a los más sinceros o a los más cándidos de los vacilantes, las autoridades jugaban con el miedo colectivo, con las convulsiones que amenazaban al campo, con el renacido peligro “blanco”, con la reaparición de una situación general parecida a aquella que había prevalecido en la víspera de la insurrección de Cronstadt: todo tipo de argumentos a favor de una unión sagrada que no podría obtenerse de los dirigentes más que al precio de concesiones presentadas como menores. Para otros, se ponían de relieve las “grandiosas” perspectivas abiertas por la nueva política de transformación de la economía y de la suciedad, el ”Octubre campesino” (la ”tercera revolución”, escribiría más tarde Isaac Deutscher). Para los más débiles, finalmente, se jugaba con el interés material haciendo ver las posibilidades de reintegración en los puestos oficiales de aquellos que retomaran a tiempo el camino correcto.
La campaña fue bien orquestada, y dio sus frutos. En junio de 1929, en una carta dirigida a Rakovsky e interceptada por la GPU, Solntsev describía el ”pánico” en las filas de la Oposición en la deportación e incluso la ”descomposición” en sus filas ante lo que él llamaba la ”traición inaudita” de la ”comisión de los tres”. Otros veteranos se comprometieron a su vez en la peligrosa vía de las negociaciones sin darse cuenta aparentemente que éstas no conducían más que a la capitulación. Fue el caso de Ivan N. Smirnov, seguido por Beloborodov, SV Mratchkovsky y otros, que proclamaron la necesidad de ”salvar la unidad de la oposición” y se alistaron así dentro de la corriente dominante lo que la descompondría un poco más.[39]
Fue finalmente el 13 de julio cuando Pravda publicó la declaración de los tres, refrendada por 400 exiliados. Se trataba en realidad de una capitulación a secas que condenaba no solamente !as posiciones y la actividad del momento de la Oposición sino también sus posiciones pasadas, incluyendo también la renuncia a las firmas de 1927 al pie de la plataforma. Este texto constituyó para Stalin una victoria aplastante: Radek, Preobrajensky y Smilga habían sido de los dirigentes más escuchados de la Oposición de Izquierda, y habían abandonado finalmente todas sus ”reivindicaciones” para volverse simples aduladores, no solo del curso ”izquierdista” oficial, sino de la dirección en general.
Un solo texto nos ha llegado, que informa sobre un debate en las filas de los ”bolcheviques-leninistas” en libertad: el de Lev Z. Kopelev, que tenía en ese entonces 17 años y pertenecía desde hacía algunas semanas a la organización de Kharkov. Los oposicionistas mantuvieron una reunión clandestina en un bosque fuera de la ciudad y escucharon el informe del ”camarada Alexandre, de Moscú” sobre ”la situación actual y los problemas de la Oposición leninista”. Este último explicó que el CC había adoptado el programa de industrialización de la Oposición, que había terminado el peligro kulak, que Stalin mismo había destruido las bases de su poder usurpado. Así evocaba Kopelev los argumentos de aquellos que, como él, bregaban por el abandono de la actividad fraccional:
”Lo esencial era construir fabricas y centrales eléctricas, reforzar el Ejército Rojo. Que Trotsky en el exilio se ocupe de la revolución mundial – nosotros, en casa, debemos trabajar con el partido y la clase obrera en lugar de agravar la escisión y de socavar la autoridad del comité central y del gobierno soviético”.[40]
En las filas de los deportados, las consecuencias de la capitulación de los tres fueron inmensas. Muchos creyeron que sus dirigentes habían ido a negociar a Moscú en nombre de todos y descubrieron leyendo Pravda el alcance del desastre. Otros se precipitaron a imitarlos antes de que la puerta se cerrara definitivamente. Pero la gran mayoría estaba sobre todo profundamente desmoralizada – y fueron los hombres escépticos quienes, uno tras otro, se alistaron para ser liberados.
No obstante, la capitulación de los tres fue demasiado burda como para no provocar algunas reacciones de rechazo. De este modo, IN Smirnov y los suyos condenaron lo que consideraban como una claudicación y retomaron las negociaciones con las reivindicaciones exigidas antes por Preobrajensky. Sobre todo, no faltaron en el exilio hombres dispuestos a pedir su reintegración al partido sobre la base de la nueva política de ”giro a la izquierda”, y a renunciar públicamente a toda actividad fraccional, pero que estaban lejos de renegar públicamente de sus ideas pasadas y presentes y todavía menos a efectuar un gesto que significaría por su parte la aprobación de la represión contra la Oposición y, en particular, sancionar el exilio de Trotsky. Christian Rakovsky apostaría por este planteamiento, buscando antes que nada, retenerlos en la pendiente por la que corrían el riesgo de deslizarse con IN Smirnov, en desmedro de todas sus buenas intenciones. Rakovsky envió finalmente el 22 de agosto desde Sartov, donde había discutido el texto con sus camaradas de deportación, una ”declaración” dirigida al Comité Central y a la Comisión Central de Control, refrendada además por VV Kossior y Mikhail N Okudjava.[41] En un tono muy moderado, bajo una forma finamente calculada, la declaración afirmaba la determinación de la Oposición de tomar todas sus responsabilidades en vista de la constitución de un frente único en el partido contra el peligro de derecha. Se mantenía muy firme en la reivindicación de la liberación inmediata y la reintegración en las filas del partido de los oposicionistas presos o deportados.
Se reprocharía a la declaración el hecho de que no condenara claramente la teoría del “socialismo en un solo país”, de ambigüedad en las cuestiones fundamentales de la revolución internacional. Los que la criticaban diciendo que había girado a favor de los hombres que estaban emprendiendo la retirada, ¿medían la gravedad de la crisis que sacudía a la Oposición? La cuestión fue rápidamente resuelta por los hechos. Primero, en las colonias donde circulaba al precio de grandes esfuerzos, la declaración reunió en algunas semanas un numero importante de deportados llenos de indignación por la “traición” de los tres: quinientas firmas en tres semanas, entre las cuales figuraban las de militantes prestigiosos como NI Muralov, VS Kasparova, KE Grunstein, LS Sosnovsky. La Declaración cortó la hierba bajo los pies de los conciliadores que se encaminaban hacia la capitulación, como IN Smirnov que manifestaron su ”buena voluntad” y ”espíritu unitario” frente a la mala fe de los firmantes. Finalmente, la capitulación de Smirnov, Boguslavsky, Mratchkovsky, Beloborodov y otros, en octubre, no tuvo el carácter infame de la de Radek y sus partidarios[42]: por otra parte, una nueva declaración aparecida el 4 de octubre, marcó el realineamiento de la Oposición de Izquierda bajo la dirección de Rakovsky.
La brutal falta de receptividad que mostró el aparato frente a la declaración de agosto, los violentos ataques firmados por Iaroslavsky en Pravda, las represalias feroces ejercidas contra Rakovsky, expulsado de Saratov y deportado en condiciones inhumanas a Barnaul, contra Sosnovsky, enviado a la ”cárcel de aislamiento” de Cheliabinsk, y finalmente a Tomsk, – una verdadera tumba – todo ello terminó por convencer a los auténticos indecisos, a los conciliadores sinceros, a los ingenuos verdaderos: como escribiera Rakovsky en sus tesis de agosto, esta actitud se oponía a la Oposición de Izquierda y a la defensa que ésta hacía de la naturaleza del partido, a su democracia interna, a la democracia obrera, todo lo que constituía la piedra angular para que se diera un verdadero ”giro a la izquierda” y lo que permitiría descartar entonces una verdadera recomposición del partido.
Cuando Trotsky colocó finalmente el 25 de septiembre su propia firma bajo la declaración de Rakovsky que acababa de recibir, pudo escribir a la vez que estaba de acuerdo con su contenido politico pero que pertenecía ya a un pasado caduco. Comentando los acontecimientos de aquellos últimos meses sobre la base de la correspondencia de la URSS, Isaac Deutscher estimaba que el golpe dado a la Oposición había sido violento: de ocho mil miembros – es decir dos veces más que en la época de su semi-legalidad en el partido en 1927 – con los que contaba en deportación a principias de 1929, la Oposición habría caído a fines del mismo año para contar con poco más de mil partidarios[43]. Trotsky, escribía a sus camaradas que, aún cuando no quedaran más que tres, lo esencial era que subsistieran la bandera, el programa, el futuro.
La crisis política de la Oposición terminó aunque continuaran los debates y se añadieran algunas capitulaciones aisladas a la larga lista de 1929. Después de que Radek y sus camaradas trazaron entre la Oposición y la fracción estalinista en el poder una línea de abyección, Stalin trazaría una línea de sangre.
Última edición por RioLena el Mar Mayo 05, 2020 7:23 pm, editado 1 vez