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    Cambio climático y cambio revolucionario - Agustín Bagauda - año 2019

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    RioLena
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    Mensaje por RioLena Dom Mayo 17, 2020 9:04 pm

    Cambio climático y cambio revolucionario

    Agustín Bagauda
    - año 2019

    publicado en cuatro entregas en la web del PCEml

    en el Foro en cuatro mensajes


    A finales de 2018 una desconocida, la  niña Greta Thunber, ocupaba espacios de todos los grandes diarios, emisoras de radio y televisión del planeta, a partir de su intervención en la XIV Conferencia sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas. A raíz de aquello se sucedieron una serie de movilizaciones en todo el mundo, contra el calentamiento global, en la primera mitad del año en curso. Al calor de las mismas, de su promoción y del encumbramiento de aquélla a estrella mediática por los grandes medios de comunicación, se ha convocado para finales de septiembre una “huelga” (en España el día 27 y básicamente dirigida a los estudiantes) “contra el cambio climático”.

    Coinciden los científicos (y ya a nadie se le escapa salvo a los “negacionistas”) en que la Tierra está sufriendo un cambio climático, un calentamiento global. Es uno más de los problemas que aquejan a los pueblos del mundo y al mismo planeta. Mas, como todo problema, requiere un análisis que establezca un diagnóstico y, lo más importante, esclarecer las causas y, por ende, situar las oportunas responsabilidades y actuar en consecuencia. No podremos dar una solución real partiendo de las consecuencias y no de la etiología; y no solo eso, si no que llegaríamos, como veremos, a conclusiones perniciosas y reaccionarias.

    Es compartido por buena parte de la izquierda política y social que esa causa radica en el sistema capitalista, en la formación social capitalista en la que vivimos. El cambio climático, el calentamiento global, las distintas acciones de devastación ecológica y degradación de la naturaleza tienen su origen en la naturaleza depredadora del actual modo de producción: el capitalismo.

    La propiedad privada de los medios de producción, la lógica de la acumulación de capital, la búsqueda de la máxima e inmediata ganancia de los capitalistas por encima de cualquier consideración social, económica o ecológica y caiga quien caiga, la anarquía de la producción y los intereses privados, independientes, y a veces encontrados, de esos capitalistas, las crisis de superproducción y la destrucción de las fuerzas productivas para superarlas, que conlleva nuevas agresiones contra el medio natural para volverlas a recomponer, la lógica imperialista y su rapiña de riquezas y recursos de terceros países, todas estas son características estructurales del sistema que explican la honda raíz del problema. Así, y por poner un ejemplo, los acuerdos internacionales de “libre” comercio, consubstancial al imperialismo, llevan consigo, como nos recuerda M. Parenti (2004), que “las empresa privadas de un país pueden prohibir a los gobiernos de otros países la implantación de (…) regulaciones a favor del medio ambiente (…), si esas medidas se consideran “trabas al comercio””.

    Si el capitalismo es, en esencia, el problema de fondo, la solución de la cuestión ecológica y climática pasa inexcusablemente por una alternativa al mismo, por un cambio revolucionario, su superación, la eliminación de la propiedad privada (tierras, fábricas y bancos, complejos industriales, caminos, selvas y bosques,…) y la construcción del socialismo. Solo una economía que tenga por fin la satisfacción de las necesidades de las personas, la defensa de sus intereses más vitales (entre otros, la salvaguarda del medio ambiente), una economía racional, armónica y, por tanto, planificada, podrá ser respetuosa con el patrimonio natural y el planeta. En orden a situar los responsables, queda claro quiénes son: los grandes capitalistas, magnates, banqueros y terratenientes, esa oligarquía que es una losa sobre la espalda de la clase obrera y los pueblos, que los parasita; y los estados capitalistas a su servicio.

    Empero, esta conclusión resulta indigerible para algunas de esas organizaciones de izquierda, muchas trotskistas (que desde hace lustros han recalado en la ecología y en otros espacios sectoriales o concretos), y, también, para no pocos intelectuales “progresistas” y organizaciones ecologistas. Porque establecido aquel diagnóstico pierden la coherencia política y solo proponen medidas que no se salen del marco del sistema, que no cuestionan ni socavan las bases del capitalismo, ya que ser coherente implicaría enfrentarse a él, combatirlo. ¿Por qué? Fundamentalmente por su extracción social y su base ideológica pequeño-burguesa, que, al final, les lleva a alinearse con los planteamientos ideológicos que sobre el tema tiene la burguesía.

    Aunque se ven obligados a señalar las maldades del capitalismo, lo hacen como un ejercicio de mera retórica y para mantener un perfil de izquierdas e, incluso, radical, anticapitalista, pero rápidamente se olvidan de él y plantean y analizan la cuestión de forma idealista, al margen del modo de producción y sus contradicciones, para al final trasladar la responsabilidad a todos, ricos y pobres, explotadores y explotados, propietarios y vendedores de fuerza de trabajo, verdugos del planeta y víctimas de sus nefastas acciones; culpabilizan al “ser humano”, en abstracto, por encima del bien y del mal, al margen de las clases sociales. Así, por ejemplo, señalándonos a todos e imitando a los voceros del capital español, Carlos Taibo decía algo que seguro nos suena a todos: “Vivimos por encima de nuestras posibilidades” (2009; citado por J. Iglesias Fernández, 2011). Pero, por centrarnos solo en nuestro país, ¿todos los seres humanos fuimos los responsables “Cuando en Cuba los plantadores españoles quemaban los bosques en las laderas de las montañas para obtener con la ceniza un abono que sólo les alcanzaba para fertilizar una generación de cafetos de alto rendimiento, [a los que] ¡poco les importaba que las lluvias torrenciales de los trópicos barriesen la capa vegetal del suelo, privada de la protección de los árboles, y no dejasen tras sí más que rocas desnudas!” (F. Engels)?, ¿todos los españoles lo fuimos del incidente nuclear de Palomares, en el 66?, ¿del derrame tóxico en Aznalcóllar, que llegó al Espacio Natural de Doñana? ¿Todos tuvimos la culpa del desastre del “Prestige”? ¿La tenemos del impacto ambiental de las innecesarias “autopistas fantasma”? ¿De los incendios provocados para la recalificación de terrenos y la especulación urbanística?… La respuesta es obvia.

    Este planteamiento ideológico del problema (que también hacen suyo las ONGs) es el que promueven los amos del mundo a través de sus instituciones, voceros políticos y medios de comunicación. ¿Qué se deriva del mismo? Primero, la perfecta asimilación por parte del sistema de sus propuestas reformistas y la irresolución del problema; segundo, el lavado de cara y ocultamiento de los verdaderos responsables: monopolios, corporaciones trasnacionales, oligarquías nacionales e internacionales y el sistema capitalista-imperialista en su conjunto; tercero, el apuntalamiento de dicho sistema; cuarto, la culpabilización del “ser humano”, que lleva, por un lado, a una individualización en la resolución del problema: la solución viene de la mano del cambio interno de la persona (lo que nos recuerda al fundamento ideológico del movimiento hippie) y de su acción individual (ajena a proyectos colectivos con objetivos transformadores), y, por el otro, abre la puerta a planteamientos políticos reaccionarios e implementación de medidas en consonancia con ellos. Veamos esto último.

    Si “todos” somos responsables, “todos” estamos contribuyendo a la destrucción de la naturaleza, del medio ambiente, a la llamada crisis energética, al uso abusivo de los recursos y del consumo, etc. Así, se llega fácilmente a considerar el normal crecimiento poblacional como una crisis de superpoblación. Se puede establecer una analogía con las personas jubiladas, cuyo derecho a las pensiones y seguridad social el capital, sobre todo el bancario, lo plantea (para sus fines pecuniarios) como un problema porque, según él, no hay dinero para todos. O con los trabajadores inmigrantes, que, bajo el mismo criterio, consumirían demasiados recursos sanitarios, educacionales, habitacionales y sociales.

    Pues bien, al defender que la superpoblación es un problema porque está arrasando los recursos del planeta, nos estamos deslizando al malthusianismo, con todo lo que significa de justificación de las guerras, el hambre y las enfermedades para el control de la población (eso sí, todo sea por la conservación del planeta). También se abriría la puerta a la eugenesia social (entendida como la supuesta mejora de la especie humana mediante la eliminación o no procreación de determinadas personas, etnias o grupos sociales), que ahorraría recursos naturales y económicos al país; y al respaldo y promoción del darwinismo social y la “ley de la selva”.

    Ese planteamiento ideológico también lleva a creer incompatibles la naturaleza y el ser humano (malo por naturaleza, incorregible), a ensalzar y santificar la primera y denigrar y cosificar al segundo, para a renglón seguido establecer un orden de prioridades: lo primero es la naturaleza y lo segundo tu semejante, y ver en el/la hombre/mujer, ese/a que supuestamente ha esquilmado el ecosistema, un enemigo, y a la naturaleza, con todas sus especies vegetales y animales, como tu única amiga (sobre todo los animales). Si tiráramos aquí del hilo podríamos ver otras aberrantes y peligrosas conclusiones a las que llegan algunos.

    Queda profundizar en algunos aspectos y analizar otros, pero será en la próxima entrega. Finalizamos esta con quien empezamos, con Greta, que, cuando estábamos terminando este artículo, arribaba a N. York después de dos semanas en velero (ecológico), propiedad del hijo menor de la princesa de Mónaco, para asistir a la cumbre sobre el clima de la ONU, que disponía de una flotilla de 17 barcos para recibirla. La iniciativa, al parecer, era financiada por el Yacht Club de Mónaco, BMW y el banco suizo EFG, relacionado con paraísos fiscales. Continuará su periplo atlántico gracias al año sabático que se ha tomado. Todo muy normal.




    Última edición por RioLena el Dom Mayo 17, 2020 9:12 pm, editado 1 vez
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    Cambio climático y cambio revolucionario - Agustín Bagauda - año 2019 Empty Re: Cambio climático y cambio revolucionario - Agustín Bagauda - año 2019

    Mensaje por RioLena Dom Mayo 17, 2020 9:05 pm

    Decíamos en la anterior entrega que la pequeña burguesía, por su condición de clase, no se quiere enfrentar con el sistema y, por ello, cuando habla de cambio climático o crisis ecológica lo obvia o se pone de perfil, no lo señala coherentemente como causa y, por tanto, no plantea una alternativa al mismo. Es la misma pequeña burguesía que está promoviendo la Huelga Mundial por el Clima de esta semana, con el visto bueno de determinada burguesía (la ligada a la explotación de las energías alternativas, renovables o que ven en “lo verde” una fuente de beneficios) y la cobertura de los grandes medios de comunicación.

    Puesto que, básicamente, plasma el contenido de la huelga y condensa el pensamiento hegemónico sobre esta cuestión creemos conveniente comentar, aunque sea someramente, el manifiesto “27 de septiembre, Huelga Mundial por el clima. En defensa del futuro, de un planeta vivo y de un mundo justo”, firmado por Juventud por el Clima/Fridays For Future, 2020 Rebelión por el Clima, Alianza por el Clima y Emergencia Climática Ya.

    El manifiesto se abre con esta afirmación: “Una crisis climática que es consecuencia de un modelo de producción y consumo”.La realidad es que no es consecuencia de un "modelo de producción", sino de un “modo de producción”, el capitalismo, si bien éste ha “echado mano” a lo largo de su historia de distintos “modelos” de acumulación del capital, siendo el neoliberal el actual. La cuestión no es baladí, porque de dicha afirmación se deduce que cambiando el "modelo" sin cambiar el "modo" se puede dar solución a la "crisis climática", lo cual es falso. Por otro lado, y como venimos diciendo, de entrada se obvia la causa y, al hacerlo, las medidas propuestas para la solución del problema se quedan en el mero reformismo, llevan a un callejón sin salida o a terrenos peligrosos, como vimos en la anterior entrega.

    Más adelante demandan la “reorganización del sistema de producción”. Aquí sí que hablan de la producción con un carácter sistémico, estructural, no como “modelo”, pero nótese que lo que plantean es su “reorganización”, no su eliminación o superación. Quieren un imposible: un capitalismo verde y humanizado.

    Continúa con esta otra aseveración: “La responsabilidad de las instituciones europeas y el gobierno español es estar a la altura de las necesidades que exige el momento”. Cuando en lugar de señalarles como responsables de la crisis, lo que les dejaría fuera de la solución, dicen que tienen la “responsabilidad de estar a la altura”, ponen en ellos las esperanzas de la solución, cuando precisamente son los gobiernos y estados del capital y las instituciones imperialistas, junto con sus amos, la burguesía y los terratenientes, los responsables de esa crisis ecológica y climática. Obvian el capitalismo y su estructura de poder, a los que blanquean.

    ¿Acaso hay que pedir “responsabilidad” al fascista Jair Bolsonaro que, frente al incendio del Amazonas, se definió como "capitán de la motosierra y el nuevo Nerón"? Incendio cuyos responsables fueron “los terratenientes que cultivan la selva tropical con el objetivo de usarla como un área de pastoreo para el ganado” (Jornal A Verdade, PCRB). ¿Acaso podemos "poner al zorro a cuidar las gallinas"?

    Consecuentemente con lo anterior, “Las organizaciones firmantes piden que… se declare, de manera inmediata, la emergencia climática y se tomen las medidas concretas necesarias…”; y posteriormente: “Demandamos que los gobiernos analicen cómo lograr este objetivo y propongan los planes de actuación necesarios”

    Se limitan a "pedir" y lo hacen a los representantes del voraz capitalismo (a los que desconocen como tales). Los agentes e instituciones políticas del capitalismo imperialista hacen oídos sordos a esas peticiones, como no pude ser de otra manera, porque su función es, precisamente, asegurar el funcionamiento del capital.

    Pero es que, además, se traslada un mensaje ideológico: las cosas se consiguen pidiendo. Pareciera que se nos quiere educar en la caridad y en la sumisión: “pide a los poderosos que, como gente filantrópica y caritativa que son, nos darán”. Y oculta la políticamente incorrecta idea de que solo la lucha organizada podrá arrancar de sus manos las reivindicaciones y tomar en las nuestras el poder. Se amortigua, vela, la lucha de clases.

    Sin salir del capitalismo, del imperialismo, enuncian que se tiene que “Realizar un giro de 180 grados en las políticas comerciales internacionales, acabando con la firma de tratados de comercio e inversión”. Pero es que el comercio internacional no tiene otro objetivo que la materialización del beneficio de las empresas capitalistas, con la venta de sus productos, bienes o servicios; el cierre del circuito de acumulación de capital. No va a cambiar mientras perviva el sistema.

    ¿A qué responde sino la progresiva liberalización del comercio, desde los productos industriales en los años 70 del siglo pasado, hasta los servicios, incluidos la educación, la sanidad y los servicios sociales, en la época actual; a qué, la creación de multitud de instituciones y organismos internacionales como el AGCS, el ALCA, el GATT, la OMC, la OCDE, etc. que empujan en ese sentido? ¡A las necesidades y lógica del capital! Y es que la extensión de la esfera de la mercancía es el medio para la acumulación del capital.

    Y si para ello tienen que arrasar tierras, bosques, mares y pueblos, lo harán sin alterárseles el pulso. Qué objetivo tiene el imperialismo sino garantizar se coloquen las mercancías nacionales en terceros países, robar sus recursos (y debilitar a oponentes); cuál es la función de las guerras de agresión e imperialistas sino la aplicación de esta política mediante la fuerza y la violencia.

    ¿¡Y quieren "acabar con la firma de tratados de comercio e inversión" sin ni siquiera mencionar y, mucho menos, plantear una alternativa al capitalismo imperialista?! Lo suyo es puro idealismo, utopía de la mala.

    Es muy fácil lanzar propuestas que no comprometen a nada, propuestas que no obligan a cuestionar ni a combatir el marco político y económico.

    Vayamos con la guinda del pastel:“la justicia y la democracia deben ser pilares fundamentales de todas las medidas que se apliquen, por lo que han de crearse mecanismos adecuados de participación y control” y abogan por la “democratización de los sistemas energéticos, alimentarios, de transporte, etc.”

    Se sobreentiende que los garantes de esa “justicia”, “democracia”, “participación” y “control” son los gobiernos, estados e instituciones internacionales. Mas, lo son del capital, no de los pueblos. ¿Son esas instituciones de la burguesía, rapaz y agresiva, imperialista, la que va a crear esos mecanismos, para que el “demos”, el pueblo, decida y actúe en contra de sus intereses? Es esa burguesía que con sus “comités centrales” y estados viola sistemáticamente los derechos sociales y las libertades políticas, la democracia; que tortura, comete genocidios, invade y desgarra países y arrambla con el medio ambiente. ¿Son ellos los que van a “democratizar los sistemas energéticos, alimentarios, de transporte, etc.”, que no sería otra cosa que la nacionalización de todos esos sectores económicos para ponerlos en manos del pueblo y su estado y en contra de sus propios intereses? ¡O estos señores se han caído de un guindo o nos toman por tontos!

    Pensemos, por ejemplo, en nuestro país, donde los derechos laborales, sociales y las libertades democráticas, ganadas por la clase obrera y el pueblo con su lucha (y no con caritativas peticiones), están siendo eliminados a pasos agigantados por el régimen monárquico y sus corifeos.

    ¡Cómo pueden proponer esto sin hablar siquiera del capitalismo, ni poner en cuestión su estructura de poder!

    Terminamos, a modo de resumen:

    1. Obvian la causa de la llamada crisis climática y ecológica, el capitalismo imperialista. Obvian la lucha de clases, propia de este sistema.

    2. En coherencia, no plantean una alternativa al mismo, con lo que dejan el problema sin resolver.

    3. No señalan a los responsables: Los capitalistas, magnates y terratenientes. Lo que indirectamente lleva a concluir que todos somos responsables, con los inconvenientes y peligros que apuntábamos en el anterior artículo.

    4. Blanquean e infunden falsas expectativas sobre la estructura de poder que da sostén y promueve el capitalismo: gobiernos, estados e instituciones internacionales al servicio del capital.

    5. No plantean, por tanto, contra quiénes y qué hay que dirigir la lucha organizada de los pueblos: contra la clase dominante, sus instituciones políticas y el propio sistema capitalista. Su propuesta deja indemne al causante de la crisis climática y a los responsables de la misma.

    6. Derivado de todo ello, sus consignas o lemas son hueros, vacíos de contenido; su discurso son cantos de sirena y no hace otra cosa que meterse en un callejón sin salida, en un laberinto del que es imposible salir porque sus propuestas entrañan contradicciones irresolubles. Su discurso y medidas rezuman puro idealismo (ingenuo o, mejor dicho, cínico), son pura ilusión.

    7. Quieren, sin nombrarlo, un capitalismo bueno, con rostro humano y verde; eliminar sus aspectos más detestables, salvajes y perniciosos. Lo cual es un imposible, “pedir peras al olmo”. Y lo hacen desde la petición, y por tanto desde la desactivación de la lucha, a aquellos que son los responsables de esta crisis.


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    Cambio climático y cambio revolucionario - Agustín Bagauda - año 2019 Empty Re: Cambio climático y cambio revolucionario - Agustín Bagauda - año 2019

    Mensaje por RioLena Dom Mayo 17, 2020 9:07 pm

    Decíamos al final de la primera entrega que “Queda profundizar en algunos aspectos y analizar otros”. No lo pudimos hacer en la segunda porque creímos conveniente centrarnos en el comentario del planteamiento de la convocatoria de la “Huelga Mundial Climática” del pasado septiembre.

    Aunque sea someramente, hemos desgranado el planteamiento, actualmente hegemónico, que sobre la cuestión ecológica tiene la pequeña burguesía. Hay dos propuestas que suenan mucho (más la segunda, por extendida), van de la mano y también comprenden el mismo. Una es la del “decrecimiento”. Otra la del “consumo responsable”. Parémonos en ellas.

    Según el “Primer diccionario altermundista”, el “Decrecimiento” “En sentido estricto,…, significa la reducción de la producción que sería necesaria para hacer frente a la crisis ecológica”. Básicamente el “decrecentismo” postula que dado que el crecimiento económico (expresado en PIB) supone un expolio de los recursos naturales y agresión a la biosfera, un crecimiento económico negativo evitaría el deterioro del medio natural y las consecuencias derivadas del mismo, y, por ende, aboga por el decrecimiento.

    Esta defensa la hace abstrayéndose de la realidad, del sistema capitalista-imperialista en el que vivimos, con lo que caen en el más absoluto idealismo. Veamos. Dos características, en conexión íntima, de ese sistema son la obtención de la máxima ganancia por parte de los capitalistas y la competencia entre ellos. La primera les lleva a una espiral creciente de producción, beneficios, inversión y acumulación de capital y, derivado de ello, de crecimiento económico; la segunda espolea la primera, puesto que expulsará del sistema a todo capitalista que se quede rezagado, que sea incapaz de seguir dicho ritmo (“crece o muere”, podría rezar como epitafio en la sepultura del capitalista). Así las cosas, es de todo punto absurdo proponer el “decrecimiento” en la sociedad capitalista, puesto que su tendencia natural es al crecimiento continuo.

    No obstante, sabemos que hay situaciones, momentos, en que esta espiral se suspende. Hablamos de las crisis de superproducción del capitalismo que se traducen en crisis financieras, sociales y políticas. Tenemos cerca la del 2008 (de la que aún no hemos salido cuando ya se avecina una nueva), donde el crecimiento económico fue negativo (o muy negativo, según países). Y como en el capitalismo hay clases sociales y un estado al servicio de la burguesía, mientras aumentaba el número de millonarios, la clase obrera y resto de clases populares, la mayoría de la población, sufríamos en carne propia las catastróficas consecuencias sociales en forma de paro, trabajo precario, disminución de salarios y salarios y pensiones de hambre, desahucios, pobreza y desigualdad, etc. ¡Ahí tienen los “decrecentistas” su decrecimiento! ¿Es esto lo que quieren? ¿Esta es su propuesta?

    Sabemos que ligadas a las crisis económicas surgen las guerras, como medio del capital de destrucción de las fuerzas productivas para salir de aquéllas. Y las guerras, al provocar esa destrucción, hacen que la producción económica caiga en picado. También aquí tienen los “decrecentistas” su querido decrecimiento. ¿Aplauden ustedes, pues, las crisis y defienden las guerras?, porque en el capitalismo, fundamentalmente, solo con ellas se produce un PIB negativo (la caída de la producción puede deberse a otras razones, pero de menor calibre, como el desmantelamiento de tejido industrial obedeciendo a políticas económicas nefastas, etc., pero al final los resultados son los mismos aunque de menor calado). ¿Se dan cuenta de su insensatez; de las consecuencias que puede conllevar su propuesta? ¿O es que anteponen la naturaleza a los seres humanos? El diccionario referido afirma que “Dentro de la corriente del decrecimiento, algunos piensan que el pleno empleo es un objetivo que debe abandonarse porque sería consustancial a una sociedad dominada por el productivismo”. Si comentarios. A esto lleva el idealismo pequeñoburgués.

    Ligado al anterior tenemos el “consumo responsable”, palabreja o término, a priori, aséptico, neutro, pero que sale de la fábrica de la burguesía y tiene, en consonancia, una carga ideológica. Se ha hecho omnipresente (y, hasta, omnisapiente). Con él nos han bombardeado los medios y a nuestros niños y jóvenes en escuelas, institutos y universidades. Inunda artículos y libros y lo abandera la izquierda “progre”, ecologista y académica. Ahondemos un poco en él.

    La del “consumo responsable” es una propuesta rudimentaria. Parte de la simplista afirmación de que vivimos en una “sociedad consumista, de usar y tirar” y, cual mentecato, aboga por la reducción del consumo de la población, por la (cristiana) austeridad y las famosas “r” (reciclar, reutilizar,…), para que tenga su correlato en una menor agresión medioambiental.

    Es una propuesta que, también, obvia el sistema económico, lo que les lleva a hablar de consumo, no de producción, y esto les permite culpabilizar y responsabilizar al individuo. Pero es que en el capitalismo solo se produce aquello que se puede consumir, vender, ser fuente de ganancia, si no, no se produce, porque el consumo de la mercancía es necesario para cerrar el circuito del capital (D-M-D’) y, por ende, estimulado de mil maneras por los capitalistas. Estos son los que toman todas las decisiones sobre la producción (y, por tanto, sobre la explotación de la naturaleza), con el objetivo de la máxima ganancia, y no sus trabajadores, no el ciudadano de a pie, porque ellos son los propietarios del capital (fábricas, talleres, oficinas, máquinas, transporte,…); son ellos, por ejemplo, quien establecen la obsolescencia programada de muchas mercancías, para aumentar las ventas.

    Y es una propuesta que hace, consecuentemente, caso omiso de las clases sociales y su inherente lucha, cuando resulta que en el capitalismo las clases trabajadoras, e incluso la pequeña burguesía, viven en un “subconsumo” estructural, continuo. Si pensamos en los años anteriores a la crisis de 2008 nos daremos cuenta del gran endeudamiento de la población, sobre todo para “consumir”, comprar, una vivienda, porque su salario o negocio no les daba para adquirir una. Con la crisis la situación de “subconsumo” se ha agudizado por el paro, el trabajo precario, la reducción de pensiones y salarios, el aumento del coste de la vida y las grandes bolsas de pobreza y miseria.

    Cuando, en nuestro país (“Primer Mundo”), el 15 % de los trabajadores tienen sueldos que les hunden en la pobreza, son desahuciados por miles de su vivienda porque no pueden pagarlas; cuando miles de niños están mal alimentados, porque a sus padres y abuelos solo les da para comprar comida basura, y no pocos pasan hambre; cuando muchos españoles tienen que ir a pedir comida a caritativas ONGs y otros tienen que buscarla en contenedores de basura; cuando muchos conciudadanos sufren la pobreza energética…; cuando esto es una realidad lacerante, plantear el “consumo responsable” es un ejercicio de cinismo mayúsculo cuando no una mezquina inmoralidad.

    Terminamos. Sabemos que el salario que el empresario paga al trabajador es para la reproducción de la fuerza de trabajo. Si resulta que se lleva a efecto el “consumo responsable”, es decir, el trabajador limita su consumo y sobrevive con menos medios de vida, descendería el salario para satisfacerlos: “si nos adaptamos a un nivel de subsistencia menor para consumir menos, el valor de la fuerza de trabajo desciende, su reproducción diaria necesita un salario menor. Esta austeridad autovoluntaria aumentará la tasa de explotación y contribuirá a aumentar los beneficios del empresario” (J. I. Fernández, “La miseria del decrecimiento”, p. 101) y la pobreza del trabajador. A esto lleva la propuesta del “consumo responsable”. He aquí la irresponsabilidad de quienes situándose por encima del bien y del mal hacen propuestas idealistas, ajenas a la realidad económica, social y política.


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    Cambio climático y cambio revolucionario - Agustín Bagauda - año 2019 Empty Re: Cambio climático y cambio revolucionario - Agustín Bagauda - año 2019

    Mensaje por RioLena Dom Mayo 17, 2020 9:11 pm

    Con este artículo terminamos la serie que iniciamos sobre el tema. Queremos abordar un par de aspectos más y rematarlo con una parte propositiva.

    A nadie se le escapa que el ciclo movilizador que se inicio con la crisis de 2008 ha tenido escasos resultados para la mayoría trabajadora. Como venimos diciendo, grosso modo dos han sido las razones. Una, la sectorialización y dispersión de las luchas, sin objetivos políticos comunes, generales, lo que mermaba la fuerza y profundidad del movimiento popular. Dos, que esas movilizaciones no han dejado ningún poso organizativo, capaz de dar continuidad y desarrollo a la lucha.

    Centrémonos en la primera, en la que ha tenido un papel destacado la “nueva izquierda” ciudadanista y su postmodernismo, que exaltan los movimientos y luchas sectoriales e identitarias (ecologismo, feminismo, sexualidad,…), cortoplacistas, en sustitución y oposición a la lucha de clases, y que desvinculan la problemática de los trabajadores, las mujeres, la ecología, etc., con la causa de fondo: el sistema capitalista, su explotación, opresión y depredación. Realmente el énfasis en las identidades secundarias y no en la de clase, realmente la única “transversal” (por usar una palabreja de moda), viene de atrás; entronca con el revisionismo y las distintas formas de oportunismo.

    Esta visión política postmoderna refuerza la sectorialización, atomización y dispersión de la lucha, de la movilización y de los distintos movimientos populares, lo que ayuda a dividir y debilitar más a nuestra clase. En junio de 1980, concluyendo su artículo “¿Por qué faltan economistas en el movimiento ecologista?”, M. Sacristán, señalaba que “El movimiento ecologista tiene que plantearse el problema del poder”. La pelea del movimiento ecologista, para no caer en la esterilidad, necesita de un objetivo político general, de superación del actual orden socioeconómico, como veremos más abajo. Ello lo obligaría a conectar con otros movimientos y discurrir en un cauce común en pos de dicha meta, lo que presupone la adopción de una cosmovisión, o, al menos, de una visión más amplia que la angosta e inofensiva que normalmente lo caracteriza, fuente de un discurso y propuestas que son digeridos, asimilados y regurgitados con toda normalidad por el propio sistema. Máxima expresión de esto es la organizativa, la histórica formación de partidos políticos verdes que, la mayoría de las veces, se han uncido al carro del neoliberalismo.

    Encerrarse en el estricto ámbito ecologista es cortar las alas al movimiento, como lo es cortárselas a la marea blanca, verde,…, al enclaustrarse en sus específicos y estrechos marcos reivindicativos. Es una manera de no cambiar las cosas (y mantener el statu quo). Precisamente porque no quieren cambiar las cosas, por motivos ya expuestos, la lucha ecologista y los ecologistas, en general (sobre todo en Occidente, muy ligados al espacio universitario), desechan ese objetivo revolucionario y la causa mancomunada. Y sus acciones no son inocuas, contribuyen a las citadas dispersión y división.

    En el mismo sentido de división, hemos podido observar en el discurso alrededor de la joven Greta Thunberg y de la pasada huelga climática un elemento peligroso que abunda en el “Divide et impera” romano: la división artificial entre jóvenes y adultos, enfrentándonos como si, la del clima, fuera una lucha entre generaciones: “Estamos aquí porque la crisis climática es una cuestión de justicia intergeneracional y los adultos no están haciendo nada" , decía Vanessa Rule, cofundadora de la ONG MothersOutfront y que fue, el pasado septiembre, a recibir a Greta cuando arribó a EEUU. La misma Greta alude en sus discursos, aireados por todos los medios de comunicación, a la inacción de los mayores. Como escribe D. Bernabé, refiriéndose a ella: “La joven protagonista de toda esta historia ha acaparado titulares,…, reafirmando la narrativa de que los niños han venido a poner las cosas claras a los malvados adultos” (actualidad.rt.com, 25/09/19).

    Como si no tuviéramos bastante con el enfrentamiento creado entre trabajadores autóctonos y foráneos, de la empresa privada y los empleados públicos, fijos y temporales, hombres y mujeres, hete aquí que hace acto de presencia la enésima división parida por la burguesía y abanderada por el entramado orquestado en torno a la joven candidata a Premio Nobel de la Paz. Los medios de comunicación apuntalan esa idea al insistir, precisamente, en que son los jóvenes los que se están movilizando y a ellos se dirigen. Por otro lado, vemos cómo se reproduce de nuevo la culpabilización del individuo, en este caso, adulto.

    Vayamos ahora, para terminar, con la parte propositiva.

    En primer lugar, como venimos insistiendo, la alternativa real a la crisis medioambiental y climática es una alternativa general, radical (ir a la raíz del problema), que no es otra que la superación del capitalismo como modo de producción y la construcción de otro distinto, el socialismo, con su planificación económica armónica, racional y democrática. Si la perdemos de vista estaremos dando palos de ciego continuamente. Es por tanto una alternativa que apela, en primer lugar, a la clase obrera y clases populares y, en segundo lugar, a los pueblos del mundo, a todos aquellos que somos explotados y oprimidos, como esquilmado es el entorno natural. Se nos calificará de utópicos, pero la verdadera utopía es querer resolver dicha crisis en el marco del capitalismo. Sabemos que aquélla es difícil, una magna tarea, pero también que es posible, como la historia demuestra. O socialismo o barbarie.

    Un “capitalismo verde” es imposible. No obstante, el sistema utilizará (ya utiliza) el medio ambiente, el clima o la ecología como nuevos nichos de obtención de plusvalías, de acumulación de capital, de reestructuración y expansión. En este sentido, traemos aquí, de nuevo, a Daniel Bernabé (id):

    “Mientras países como Alemania ya anuncian dinero para la transición industrial ecológica, otros hablan de Green New Deal, maneras eufemísticas de nombrar la gigantesca reestructuración productiva que se va a llevar a cabo para intentar evitar la nueva crisis que se nos avecina y que, con la excusa ecológica, destruirá miles de puestos de trabajo estables transformándolos en empleos precarios pero con la etiqueta verde.

    O esta transición se lleva a cabo de forma democráticamente ordenada, planificando la economía para el beneficio de la mayoría de la población, o nos quedaremos sin derechos y sin planeta ”. (Las negritas son suyas)

    La Ministra de Transición Ecológica, Teresa Rivero, confirmaba ese extremo: “una transformación tan importante del modelo económico y social genera tensiones, dificultades para colectivos vulnerables. Es decir, no podemos perder de vista nunca el impacto social que esas medidas van a tener”. Y para quienes van a dirigir este proceso (el capital y sus agentes políticos) no es un asunto tangencial, sino central: “ha habido un despertar por parte de los distintos actores políticos, de los actores económicos y sociales [españoles] sobre la necesidad de abordar esta cuestión. Y de abordarla de una manera seria, no considerándola un elemento colateral de una agenda sectorial sino un elemento transversal” (entrevista en El País, 30/11/19). Mas, la transformación que promueve la ministra y resto de servidores del capital no se “llevará a cabo de forma democráticamente ordenada”.

    En segundo lugar, y con aquella perspectiva y por esa razón, debemos avanzar en la introducción de elementos socialistas en la economía. Hablamos, sobre todo, de la nacionalización de las grandes empresas y monopolios estratégicos de la economía, siendo prioritario la nacionalización del sector energético (electricidad, petróleo, gas,…). Nacionalización de las grandes empresas del sector del transporte, otrora en manos públicas; la promoción del transporte público, en especial el ferrocarril; la nacionalización o creación de un potente sector público industrial de otros importantes sectores de la economía (siderurgia, naval, automóvil); confiscación por el estado de los latifundios, bosques, etc. en manos privadas, y profunda reforma agraria; “Nacionalización, racionalización y distribución solidaria de los recursos hídricos” (Programa político RPS). Otras medidas: planes para “aumentar la contribución de las energías renovables, diversificando la producción, posibilitando la autoproducción de energía y apostando por la investigación y el desarrollo en estos sectores” (RPS); superación, en las grandes ciudades, de la dualidad entre las zonas de residencia y los centros de trabajo; política urbanística sujeta a las necesidades de las personas y ajena a los intereses especulativos, “evitando así la nueva destrucción de suelo, fomentando la salida a la venta o al alquiler de las viviendas ya existentes e inhabitadas, y estimulando a su vez la rehabilitación de edificaciones” (RPS); etc.

    En tercer lugar, hay que tener claro que no podremos acometer lo anterior si el poder no está en las manos del pueblo. Debemos, pues, avanzar en la toma del poder, desbancar a la oligarquía, única forma de poner en marcha aquellas medidas y dotarnos de una democracia real y efectiva, no de cartón piedra y cada vez más limitada y vigilada, como la del actual régimen, donde el Ibex 35, un puñado de familias acaudaladas, son quienes toman todas las decisiones, que afectan a nuestras vidas, en su propio beneficio.

    Es obligado construir un estado democrático, popular, cuyo poder sea ejercido por las clases populares, en su provecho y con ellas organizadas, para garantizar que sus representantes sean coherentes y defienden sus intereses, haya un control popular y una verdadera participación democrática en la toma de decisiones políticas y económicas. También, obviamente, las relativas al medio ambiente.


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