Por estos días fui consultado acerca de qué opinaba sobre la posición de los partidos del FIT, de Argentina, acerca de Venezuela. Aquí reproduzco, con ampliaciones, la respuesta que di en “Comentarios”.
Pienso que lo que está diciendo la izquierda argentina por estos días acerca de lo que ocurre en Venezuela es sencillamente vergonzoso. El discurso de los stalinistas no debería sorprender. Después de todo, históricamente han defendido mugres burocráticas, militaristas y burguesas de todo tipo. Pero el discurso de los representantes del FIT realmente no me lo esperaba. El 23 y 24 de enero escuché a Christian Castillo, del PTS, y a Gabriel Solano, del PO hablando por TV.
La idea central que sostuvieron fue que la gigantesca movilización del 23/01 es parte de un golpe imperialista para sacarle el petróleo a Venezuela (y sus socios chinos). Es, palabras más o menos, el mismo discurso de Maduro y sus defensores por todo el mundo. Así sacan de escena las demandas de los cientos de miles que salieron a las calles de Venezuela: no a la represión, libertad a los presos políticos y elecciones con garantías democrático-burguesas elementales. Asimismo ocultan que los pobladores de los barrios más pobres también se movilizaron (como reconocen algunas organizaciones pro-chavistas).
En esencia, repiten el argumento con el cual décadas atrás gran parte de la izquierda aplaudía el aplastamiento de rebeliones populares contra los regímenes stalinistas (por caso Berlín, Hungría, Checoslovaquia); o con el cual, más recientemente, apoyó la represión de la dictadura de Al Asad, al inicio de la “primavera árabe” en Siria. Es la cantinela de siempre: “los que se levantan son títeres manipulados por el imperialismo”. Por supuesto, las potencias capitalistas siempre tratan de sacar provecho de las crisis políticas, y más cuando estas se producen en el marco de una crisis económica catastrófica, y se desarrolla un levantamiento popular. Pero esto no se supera alineándose con los argumentos de los represores que ahogan en sangre los levantamientos populares.
Más en general, la defensa de libertades democráticas burguesas (o sea, aunque estén condicionadas por el poder del capital), en oposición a dictaduras capitalistas, es vital para los objetivos del socialismo. Se trata de una tradición del viejo (casi desaparecido) socialismo: “…la emancipación de los obreros solo puede ser obra de los obreros mismos; sin la conciencia y organización de las masas, sin su preparación y educación por medio de la más franca lucha de clases contra la burguesía, no puede haber revolución socialista. (…) Quien desee llegar al socialismo por otro camino que no sea el de la democracia política formulará inevitablemente conclusiones absurdas y reaccionarias, tanto en el sentido económico como político” (Lenin en “Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática”). Una clase obrera amordazada y regimentada por el Estado burgués burocrático constituye el peor de los escenarios.
Pues bien, hasta esto tan elemental parece que se ha perdido en la izquierda “radical”. El nacionalismo hace estragos en las mentes inflamadas de patriotismo. El eje de la política del PTS y del PO frente a Venezuela es nacional. Repito: el hambre generalizado, los millones de emigrados, las muertes por la represión, las torturas, todo lo pasan a segundo plano con el argumento de “defender a la patria, amenazada por la injerencia de Washington”.
En otras notas me he referido al régimen chavista (véase, por ejemplo, aquí) y no voy a repetir ahora las críticas. Pero sí reafirmo que el socialismo no se puede construir sobre montañas de cadáveres, ni en base al hambre generalizada, y menos todavía llevando a la desmoralización masiva a la clase obrera. El socialismo es imposible de la mano de burócratas, milicos, arribistas y oportunistas prendidos a la teta de la explotación vía capitalismo de Estado, y la represión generalizada. Por eso, un marxista no puede defender a un gobierno que ha llevado casi a la disolución social de la clase obrera venezolana, y menos con el argumento “las manifestaciones que piden libertades son pura manipulación imperialista”.
He defendido estas ideas aquí, aquí, aquí. Son opuestas a las que están planteando los dirigentes del FIT. Soy consciente, además, de que al escribir estas líneas me estoy echando en contra a casi toda la izquierda. Pero es inevitable. No se trata de diferencias tácticas, sino ideológicas, esto es, referidas a qué tipo de proyecto de sociedad defendemos.
Lógicamente, todo esto me lleva a rever la postura que tuve hasta ahora en las elecciones, de votar, aunque críticamente, al FIT. Pero esta es una definición personal que no tiene mayor importancia.
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