En una nota anterior referida a Venezuela (aquí), sostuve que el socialismo defiende la democracia burguesa frente a regímenes dictatoriales, y cité un pasaje de Lenin, en el que este afirma la importancia de la conquista de libertades democráticas para la clase obrera. Incluso señalé que Lenin la asociaba al criterio (de Marx), de que “la liberación de los trabajadores será obra de los mismos trabajadores”.
Con el objetivo de defender al gobierno de Maduro y su política represiva, un lector del blog afirmó que Lenin nunca había defendido la democracia burguesa, sino la democracia proletaria, y que esa debe ser la postura del socialismo. En esta nota respondo esa afirmación.
La tradición socialista
Empiezo precisando que Lenin no defendió en general la democracia burguesa, sino la democracia burguesa en relación a los regímenes capitalistas absolutistas, o dictatoriales. Una postura que, por otra parte, era común en el socialismo. A fin de ampliar la referencia a este aspecto del pensamiento de Lenin, agrego otros dos pasajes que van en el mismo sentido de lo que afirmé en la nota anterior. El primero lo encontramos en un esbozo biográfico de Engels; escribe:
“Antes de ser socialistas, los dos [Marx y Engels] habían sido demócratas y el sentimiento de odio a la arbitrariedad política estaba profundamente arraigado en ellos. Este sentido político innato, agregado a una profunda comprensión teórica del nexo existente entre la arbitrariedad política y la opresión económica, así como su riquísima experiencia de vida, hicieron que Marx y Engels fueran extraordinariamente sensibles en el aspecto político. Por lo mismo, la heroica lucha sostenida por un puñado de revolucionarios rusos contra el poderoso gobierno zarista halló en el corazón de estos dos revolucionarios probados la más viva simpatía. Y por el contrario, la intención de volver la espalda a la tarea inmediata y más importante de los socialistas rusos –la conquista de la libertad política- en aras de supuestas ventajas económicas, les parecía sospechoso e inclusive una traición a la gran causa de la revolución. “La emancipación del proletariado debe ser obra del proletariado mismo”, enseñaron siempre Marx y Engels. Y para luchar por su emancipación económica, el proletariado debe conquistar determinados derechos políticos”. (Obras Completas, p. 21, t. 2, edición Cartago).
Es claro aquí que Lenin considera que la democracia capitalista es un progreso con respecto al totalitarismo. Pero además, es claro que se trata de una tradición del socialismo. No solo porque Lenin se refiere a las ideas de Marx y Engels sobre el asunto, sino también porque eran aceptadas naturalmente en la Segunda Internacional. Lo cual se reflejaba en el Programa del Partido Socialdemócrata de Rusia, que Lenin comenta pocos días después de haber escrito el esbozo sobre Engels. En él se afirmaba que “[l]a lucha política de la clase obrera rusa por su emancipación es una lucha política y su primer objetivo es la conquista de las libertades políticas” (Lenin, “Proyecto y explicación del programa socialdemócrata”, p. 88, ibid.). También que el Partido “combatirá cualquier tendencia que pretenda beneficiar a la clase trabajadora con la tutela del gobierno absolutista”, y reafirma el principio de que “la emancipación de los obreros será obra de los obreros mismos”. O sea, en la Segunda Internacional esta era una formulación aceptada. Es destacable también que el Programa rechaza la idea de conseguir beneficios para los trabajadores a costa de un mayor control del absolutismo sobre la clase obrera.
Libertades democráticas y conciencia socialista
Al margen de lo que pensaban Marx, o Lenin (el argumento de autoridad no prueba nada), cualquier socialista puede preguntarse por qué la conquista de una democracia basada en la explotación del trabajo puede ser importante para la clase obrera.
La respuesta es, en primer lugar, que si bien una democracia capitalista sigue siendo una dictadura del capital, genera mejores condiciones para la organización de los trabajadores, para la crítica y el intercambio libre de opiniones, y para la propaganda y denuncias. En las catacumbas del totalitarismo la lectura de materiales políticos, los cruces de opiniones y debates, etcétera, están sofocados, y es difícil ampliar los círculos de estudio, agitación, propaganda y organización. Y si decimos que la liberación de los trabajadores deberá ser obra de los mismos trabajadores, es necesario promover la más amplia circulación de ideas que ayuden a echar luz sobre todos los problemas. El ejercicio de la democracia al interior de las organizaciones obreras y socialistas también está vinculado a la conquista de libertades en general. Cualquiera que haya militado en una organización en condiciones de clandestinidad sabe que las cosas son así. Solo gente acostumbrada a regímenes burocráticos (el Comité Central piensa, y el resto obedece sin chistar) puede negar que las libertades democráticas generan mejores condiciones para la politización de las masas trabajadoras.
Pero hay otra razón por la cual una democracia capitalista es preferible para la emancipación de la clase obrera, que una dictadura capitalista. Tiene que ver con una situación (frecuente) en que las masas “están impregnadas de un espíritu democrático”, y las contradicciones de clase no están desarrolladas. En ese caso las conquistas democráticas pueden ser utilizadas por los socialistas para desarrollar su separación de la burguesía liberal democrática (véase de nuevo Lenin, “Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática”).
Aquí subyace una idea que el líder bolchevique mantendrá incluso después de la toma del poder, a saber, que el parlamentarismo y la ideología democrático burguesa no se superan con medidas administrativas, y menos con represión. Por eso, en su famoso folleto “La enfermedad infantil del ‘izquierdismo’”, (de 1920) criticó a los revolucionarios que decretaban que ya estaba caducado el parlamentarismo. Les recuerda ahí que el parlamentarismo (la democracia burguesa) había caducado para los comunistas, pero no para las masas. E incluso si fuera una simple minoría de la clase obrera la que aún creyera en el parlamentarismo, sería obligatorio para el partido Comunista prestar atención a fenómeno. Más todavía cuando había que dirigirse “a la masa aldeana inculta, oprimida e ignorante”. Por eso Lenin les recuerda a los ultraizquierdistas que los bolcheviques participaron en las elecciones a la Asamblea Constituyente, en septiembre y octubre de 1917.
Por supuesto, se puede discutir si el parlamentarismo había sido superado cuando, inmediatamente después de la toma del poder, la AC fue disuelta por el gobierno bolchevique (pienso que la crítica de Rosa Luxemburgo sobre este asunto es correcta). Pero lo que quiero destacar es que el criterio del marxista no puede ser intentar superar el parlamentarismo y la democracia burguesa con represión, o enviando a millones de personas a campos de concentración, o al exilio. Si las masas se levantan contra un régimen autoritario y reclaman elecciones libres, como ocurre hoy en Venezuela, es de estúpidos burócratas ignorar ese levantamiento “porque no tiene un programa socialista y proletario”. Menos todavía se puede avalar su represión, como está haciendo gran parte de la izquierda con relación a Venezuela. O sostener, en el colmo de la desorientación política (¿o es simple mala fe intelectual?), que elecciones libres es un reclamo propio “de la extrema derecha golpista”.
En definitiva, el criterio general de los socialistas debería ser participar en las luchas por demandas progresistas, sin por ello apoyar los programas y estrategias de las fuerzas burguesas, y presentar, desde esa lucha, la perspectiva socialista. Por caso, si finalmente se convoca a elecciones libres en Venezuela, un partido socialista debería presentar sus propias candidaturas y programa, en oposición a todos los partidos burgueses o pequeñoburgueses. Pero esto no significa que deba desconocer, o pasar por alto, las aspiraciones de las masa populares a tener libertades. De nuevo Lenin sobre el viejo programa de la socialdemocracia rusa: “La tarea del partido consiste, no en inventar procedimientos novedosos para ayudar a los obreros, sino en adherir a su movimiento y llevarle ideas esclarecedoras, en ayudar a los obreros en la lucha que han iniciado” (énfasis agregado).
Casi las mismas palabras de Marx cuando decía que los comunistas no bajan del Olimpo para dar las consignas justas, sino participan del movimiento y explican por qué se lucha. Una actitud que enlaza con una cuestión que se puede sintetizar en una pregunta: ¿subida a qué “pedestal de la historia” la izquierda niega el derecho de las masas al voto, cuando las masas reclaman el voto? ¿Es el argumento de “me asiste la razón histórica” y “yo te diré cuándo puedes votar, porque ahora vas a votar mal”? Pregunto también: ¿no se aprendió nada de las desastrosas experiencias del vanguardismo esclarecido que piensa y hace por y contra las masas? ¿Qué se gana intentando suplantar la experiencia de las masas con órdenes y medidas represivas? La respuesta es que simplemente se obtienen regímenes burocráticos; más el desprestigio y descrédito del programa socialista. ¿No es hora de revisar seriamente estas políticas, a la luz de la larga historia de fracasos de los llamados socialismos?
Relación entre democracia burguesa y democracia proletaria
Vamos ahora a la relación entre la democracia burguesa y la democracia proletaria. Partimos del hecho de que la democracia burguesa es un régimen de dominio del capital sobre el trabajo. Más aún, es el que brinda mayores seguridades al capital, en la medida en que logra consensos entre las clases populares para sostener la dominación burguesa. De manera que el Estado, en el modo de producción capitalista, no puede no ser capitalista, aunque haya elecciones libres y libertades. Por este motivo los socialistas que buscamos acabar con la explotación del capital, oponemos a la democracia burguesa una forma superior, la democracia obrera.
Pero la democracia obrera no es un invento traído desde fuera de las experiencias de las masas, o por encima de la evolución histórica y social. Por el contrario, la democracia socialista es ruptura con la democracia burguesa, pero a partir de una profundización-ampliación que lleva a esa ruptura. Por eso Lenin, en El Estado y la revolución, dice que se trata de un caso de “transformación de la cantidad en calidad” (sobre la dialéctica del salto de cantidad en calidad, aquí). Medidas sencillas, como elegibilidad y revocabilidad de todos los funcionarios, supresión del ejército permanente y su reemplazo por una milicia, salarios para los funcionarios como los de un obrero calificado, constituirían un cambio gigantesco en las instituciones. Escribe Lenin: “la democracia, llevada a la práctica del modo más completo y consecuente que puede concebirse, se convierte de democracia burguesa en democracia proletaria, de un Estado (fuerza especial de represión de una determinada clase) en algo que ya no es un Estado propiamente dicho”.
Obsérvese que aquí no se trata entonces de contraponer mecánicamente –como hace el pensamiento metafísico- democracia burguesa y democracia proletaria, sino de explicar cómo una se transforma en otra por un proceso de profundización – ruptura, posibilitada por la toma del poder por la clase obrera. Lo cual encierra la necesidad de partir de la experiencia de la propia gente. En el enfoque socialista no se trata de recetas inventadas en un laboratorio; ni hay desprecio por las aspiraciones a la libertad y la democracia de las masas trabajadoras. Por el contrario, tomamos muy en serio esas aspiraciones y decimos que para llevarlas a la práctica hay que acabar con el poder del capital y su Estado.
Es evidente la relación que tiene esta concepción con la defensa de rebeliones populares contra regímenes dictatoriales; y esa defensa con la idea de que la liberación de los trabajadores sea obra de los trabajadores mismos.
https://rolandoastarita.blog/2019/02/13/venezuela-y-las-tradiciones-democraticas-en-el-socialismo/