¡Matad a Liebknecht!
Higinio Polo
publicado en Nuestra Bandera - mayo de 2020
en 2 mensajes en el Foro
Durante años, los conservadores negaron la revolución que recorrió Alemania entre 1918 y 1919. Y, cuando admitieron su existencia, la presentaron como producto de la conspiración bolchevique rusa, falsedad que acompañaron de otra mentira: que Alemania había perdido la gran guerra porque el ejército del Reich había sido “apuñalado por la espalda”. Para aplastar esa revolución anudaron una coalición de generales del ejército derrotado del Reich, de viejos industriales de la burguesía y de la socialdemocracia, y de veteranos de guerra que enrolaron los Freikorps: así, asesinó a sus dirigentes más notorios, Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg, y ahogaron la revolución en sangre.
Gramsci, como Lenin, pregona la grandeza de Liebknecht y Luxemburg. Los archivos guardan muchas imágenes de la revolución, tomadas por los hermanos Haeckel o por Willy Römer, entre otros. En ellas, vemos a Philipp Scheidemann con los brazos abiertos de pie en el alféizar de una ventana del Reichstag proclamando la república alemana el 9 de noviembre de 1918, el dirigente socialdemócrata a quien Liebknecht calificará a finales de diciembre de “fiel servidor de la dictadura militar”. Otto y Georg Haeckel, fotografían asambleas obreras, marchas y mítines; en ocasiones, los fotógrafos prefieren no exponerse a los disparos y recrean después los combates, haciendo posar a soldados u obreros ante las barricadas. Willy Römer capta a Liebknecht subido al techo de un automóvil, ataviado con un grueso abrigo y con el sombrero en la mano, dirigiendo una arenga a soldados y trabajadores en la Unter den Linden, frente al ministerio del interior, en enero de 1919.
También fotografía a Scheidemann dirigiéndose a los soldados, marineros armados haciendo guardia la víspera de navidad ante el bombardeado palacio imperial; los combates en el barrio de los periódicos, los parapetos con vagones de carga en la Prenzlauer strasse, los espartaquistas tras las barricadas hechas con bobinas y paquetes de periódicos ante la redacción del diario Berliner Tageblatt, y la multitud en Frankfurter Allee, cuando decenas de miles de personas cargadas con coronas de flores dieron el último adiós a Liebknecht y Rosa Luxemburg en su funeral, el 13 de junio de 1919. Un siglo después, aún desconocemos las dimensiones exactas de la matanza, aunque sabemos que miles y miles de obreros revolucionarios alemanes fueron asesinados en los días del horror por los Freikorps y por las compañías del ejército.
Karl Liebknecht nació en 1871, y su infancia transcurre en su Leipzig natal durante la represión instaurada por el gobierno imperial desde 1878 hasta 1890 para aplastar el naciente movimiento obrerista. Allí vive el encarcelamiento de su padre (Wilhelm Liebknecht, amigo y camarada de Marx) en 1872, acusado de alta traición, y la visita del autor de El capital. Durante el estado de sitio en 1881, su padre y August Bebel son expulsados de Leipzig. En 1890, poco después de la caída de Bismarck, toda la familia se traslada a Berlín. Allí, consigue doctorarse en derecho y ciencias políticas en 1897, y dos años después ejerce de abogado junto a su hermano Theodor e inicia su militancia en el SPD.
Liebknecht es elegido concejal berlinés, asiste a los congresos de Bremen y Jena y escribe en 1907 Militarismo y antimilitarismo, folleto prohibido después por el fiscal del Reich, donde aborda el papel de los ejércitos, la rivalidad imperialista y el colonialismo, y su función en el interior de cada país como instrumento burgués de represión. En octubre de 1907, es juzgado por alta traición en Leipzig y condenado a un año y medio de cárcel, que empieza a cumplir en la prisión de Glatz. Durante su encarcelamiento es reelegido como concejal berlinés y diputado del parlamento de Prusia. Cuando recupera la libertad, prosigue su actividad como abogado y militante obrero.
En octubre de 1910, Liebknecht viaja a EEUU invitado por los socialistas norteamericanos. En 1911 muere su esposa, Julia Paradies, con la que tuvo tres hijos, y en 1912 se casa con Sophie Ryss y es elegido diputado en el Reichstag. Tiene ya gran relevancia en el movimiento obrero alemán aunque a la sombra de Kautsky y Bebel, preocupado por el militarismo y los enfrentamientos imperialistas. En el congreso de Chemnitz, Liebknecht interviene sobre la misión de los trabajadores ante el imperialismo.
Se interesa por la huelga como instrumento revolucionario y de cambio político: en 1904 escribe un breve texto para el Congreso de Bremen del SPD, “En favor de la huelga política de masas”. Interviene en la vieja disputa entre el movimiento obrero marxista y los anarquistas: la huelga general defendida por los bakuninistas era su instrumento para la revolución social, frente a la huelga política de masas que defendía la socialdemocracia, aunque Liebknecht y la izquierda del SPD pronto fueron conscientes de que la dirección del SPD, con su insistencia en que esa huelga debía ser preparada con sumo cuidado, en realidad se oponía a su convocatoria: su complejidad organizativa era la justificación para, en la práctica, no convocarla.
En esos años, Liebknecht mantiene que “la huelga de masas es la forma de lucha específicamente proletaria”, junto a la unidad, la disciplina y la lealtad a los principios del partido obrero. Ya en 1905, Liebknecht era consciente de los límites de la acción parlamentaria: “Vemos claramente que a pesar del triunfo en las elecciones, todo permanece igual que antes”, afirma en el congreso de Jena del SPD. No desdeña la actividad parlamentaria, pero está seguro de que la acción principal está en una política de masas en las fábricas y en las calles, e insiste en el rigor de la militancia obrerista y en la definición de objetivos políticos claros. A lo largo de toda su trayectoria, Liebknecht mantiene una posición internacionalista, y combate el nacionalismo alemán y los rasgos chauvinistas en los partidos de la Internacional.
El estallido de la gran guerra no sorprende a Liebknecht, que llevaba años denunciando el militarismo alemán, asunto ya debatido por la Internacional en el congreso de París de 1889, que en asambleas posteriores denuncia los créditos de guerra, defendiendo el desarme y la lucha por la paz. La actividad antimilitarista de Liebknecht no pasa desapercibida para el gobierno imperial: en octubre de 1907, es juzgado por alta traición y condenado a un año y medio de cárcel, pena que suscitará grandes manifestaciones de protesta de los obreros de Berlín, que volverán a elegirlo diputado: en junio de 1909, cuando recupera la libertad, lo espera una nutrida manifestación obrera.
En los años previos a la guerra, Liebknecht dedica muchos esfuerzos a la denuncia del militarismo y de su actuación imperialista, poniendo al descubierto la complicidad del ejército y del ministerio de la Guerra con grandes empresarios y fabricantes de armas, como la empresa Krupp (controlada por Bertha Krupp y su marido Gustav von Bohlen, amigos de Guillermo II; Gustav Krup, quien mantuvo fábricas de esclavos durante el nazismo, acabaría procesado en Núremberg sin ser condenado, por su vejez), engrasada con sobornos, corrupción militar y pillaje de recursos del Estado para comprar voluntades, encargar armamento innecesario y aumentar los beneficios de empresarios de la guerra. En esa denuncia de la guerra que se acerca, Liebknecht es acompañado por Luxemburg, Jaurès, Lenin y los bolcheviques.
Cuando estalla la guerra, apenas catorce diputados del SPD se muestran, en agosto de 1914, en el Reichstag, contrarios a los créditos de guerra, aunque siguen la disciplina socialdemócrata y votan a favor. Esa decisión lleva a Wilhelm Pieck, Franz Mehring, Hermann Duncker, Ernst Meyer y Julian March a encontrarse con Rosa Luxemburg para protestar por el voto de los diputados socialdemócratas. En diciembre, Liebknecht vota en solitario contra los nuevos créditos de guerra: su valentía y su soledad, comportan su expulsión del grupo parlamentario.
La izquierda socialdemócrata se agrupa alrededor de Rosa Luxemburg, Liebknecht, Clara Zetkin y Franz Mehring. La detención y encarcelamiento de Luxemburg es denunciada por Liebknecht en la Cámara de Diputados de Prusia (cuyo presidente, el conde Hans Graf von Schwerin-Löwitz, en ocasiones ni siquiera le deja intervenir), y su actividad es saboteada también por la gran mayoría de los diputados. En marzo de 1915, Liebknecht acusa al gobierno y al partido de la guerra por el encarcelamiento de Luxemburg, pese a estar enferma: “Si ella se hubiera dedicado a la venta de esta mercancía tan corriente hoy en día, llamada patriotismo, no solamente no se hubiera producido tan sorprendente ataque, sino que muy posiblemente se le hubiera concedido la amnistía. Pero, señores, se ha esforzado, con todas sus fuerzas, en actuar de acuerdo con el socialismo proletario contra tan alucinante genocidio.”
Clara Zetkin es investigada y encarcelada en julio de 1915. En septiembre, cuando se reúne la conferencia de Zimmerwald donde Lenin encabeza la izquierda, Liebknecht, que tiene cuarenta y cuatro años, es movilizado por el ejército. Luxemburg ya está en la cárcel, Mehring es detenido por la policía, y el mismo mes son apresados Ernst Meyer y Hugo Eberlein. En esos meses, aparece Die Internationale, rápidamente prohibido por el gobierno imperial, y distribuido clandestinamente.
Luxemburg escribe en la cárcel su texto sobre la crisis de la socialdemocracia, el folleto Junius, secuestrado también por la policía, donde analiza las causas de la guerra y señala ya la decepción y el desastre: “En la atmósfera de desilusión de la pálida luz del día, resuena otro coro: el severo graznar de los gavilanes y las risas de las hienas del campo de batalla. […] Y la carne de cañón que subió a los trenes en agosto y septiembre se pudre en los campos de batalla de Bélgica y los Vosgos mientras las ganancias crecen como yuyos entre los muertos.”
A comienzos de 1916, en el despacho de Liebknecht, se crea el grupo que, en noviembre de 1918, adoptará el nombre de Liga Espartaco. Liebknecht y sus camaradas distribuyen las Spartakus Briefe, y él mismo analiza en un texto la actuación de los dirigentes del SPD y las razones que mueven a los distintos sectores de la socialdemocracia: distingue entre los “funcionarios a sueldo del movimiento”, y los obreros cualificados que están en buena situación: ambos, reticentes a impulsar el cambio social y cuya protesta contra la guerra se limita a cuestiones formales, y añoran “la tranquilidad del antiguo establo”, son internacionalistas pero creen que no pueden “traicionar” a su patria, y, por otra parte, los obreros no cualificados que no tienen patria ni nada que perder: son los internacionalistas sinceros, y rechaza cualquier organización que condicione el desarrollo del ánimo revolucionario e internacionalista.
Luxemburg sale en libertad en enero de 1916, pero seis meses después es encarcelada de nuevo, y permanece en prisión hasta el final de la guerra. La denuncia de Liebknecht del militarismo es recibida con hostilidad por otros: en abril de 1916, diputados cómplices de empresas de armamento impiden con violencia y griterío que hable en el Reichstag, y le fuerzan a abandonar el estrado. Liebknecht denuncia las causas de la guerra en un valiente documento (“El enemigo principal está en nuestro propio país”); citando el esfuerzo de los internacionalistas italianos contra la guerra, señala con decisión: “¡El enemigo principal de cada pueblo se halla en su propio país! El enemigo está entre nosotros, en Alemania: el imperialismo alemán, el partido alemán de la guerra, la diplomacia secreta alemana”, y denuncia a Alfred von Tirpitz, almirante y miembro del Estado Mayor de la Armada, y al ministro de Guerra, Erich von Falkenhayn.
Higinio Polo
publicado en Nuestra Bandera - mayo de 2020
en 2 mensajes en el Foro
Durante años, los conservadores negaron la revolución que recorrió Alemania entre 1918 y 1919. Y, cuando admitieron su existencia, la presentaron como producto de la conspiración bolchevique rusa, falsedad que acompañaron de otra mentira: que Alemania había perdido la gran guerra porque el ejército del Reich había sido “apuñalado por la espalda”. Para aplastar esa revolución anudaron una coalición de generales del ejército derrotado del Reich, de viejos industriales de la burguesía y de la socialdemocracia, y de veteranos de guerra que enrolaron los Freikorps: así, asesinó a sus dirigentes más notorios, Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg, y ahogaron la revolución en sangre.
Gramsci, como Lenin, pregona la grandeza de Liebknecht y Luxemburg. Los archivos guardan muchas imágenes de la revolución, tomadas por los hermanos Haeckel o por Willy Römer, entre otros. En ellas, vemos a Philipp Scheidemann con los brazos abiertos de pie en el alféizar de una ventana del Reichstag proclamando la república alemana el 9 de noviembre de 1918, el dirigente socialdemócrata a quien Liebknecht calificará a finales de diciembre de “fiel servidor de la dictadura militar”. Otto y Georg Haeckel, fotografían asambleas obreras, marchas y mítines; en ocasiones, los fotógrafos prefieren no exponerse a los disparos y recrean después los combates, haciendo posar a soldados u obreros ante las barricadas. Willy Römer capta a Liebknecht subido al techo de un automóvil, ataviado con un grueso abrigo y con el sombrero en la mano, dirigiendo una arenga a soldados y trabajadores en la Unter den Linden, frente al ministerio del interior, en enero de 1919.
También fotografía a Scheidemann dirigiéndose a los soldados, marineros armados haciendo guardia la víspera de navidad ante el bombardeado palacio imperial; los combates en el barrio de los periódicos, los parapetos con vagones de carga en la Prenzlauer strasse, los espartaquistas tras las barricadas hechas con bobinas y paquetes de periódicos ante la redacción del diario Berliner Tageblatt, y la multitud en Frankfurter Allee, cuando decenas de miles de personas cargadas con coronas de flores dieron el último adiós a Liebknecht y Rosa Luxemburg en su funeral, el 13 de junio de 1919. Un siglo después, aún desconocemos las dimensiones exactas de la matanza, aunque sabemos que miles y miles de obreros revolucionarios alemanes fueron asesinados en los días del horror por los Freikorps y por las compañías del ejército.
Karl Liebknecht nació en 1871, y su infancia transcurre en su Leipzig natal durante la represión instaurada por el gobierno imperial desde 1878 hasta 1890 para aplastar el naciente movimiento obrerista. Allí vive el encarcelamiento de su padre (Wilhelm Liebknecht, amigo y camarada de Marx) en 1872, acusado de alta traición, y la visita del autor de El capital. Durante el estado de sitio en 1881, su padre y August Bebel son expulsados de Leipzig. En 1890, poco después de la caída de Bismarck, toda la familia se traslada a Berlín. Allí, consigue doctorarse en derecho y ciencias políticas en 1897, y dos años después ejerce de abogado junto a su hermano Theodor e inicia su militancia en el SPD.
Liebknecht es elegido concejal berlinés, asiste a los congresos de Bremen y Jena y escribe en 1907 Militarismo y antimilitarismo, folleto prohibido después por el fiscal del Reich, donde aborda el papel de los ejércitos, la rivalidad imperialista y el colonialismo, y su función en el interior de cada país como instrumento burgués de represión. En octubre de 1907, es juzgado por alta traición en Leipzig y condenado a un año y medio de cárcel, que empieza a cumplir en la prisión de Glatz. Durante su encarcelamiento es reelegido como concejal berlinés y diputado del parlamento de Prusia. Cuando recupera la libertad, prosigue su actividad como abogado y militante obrero.
En octubre de 1910, Liebknecht viaja a EEUU invitado por los socialistas norteamericanos. En 1911 muere su esposa, Julia Paradies, con la que tuvo tres hijos, y en 1912 se casa con Sophie Ryss y es elegido diputado en el Reichstag. Tiene ya gran relevancia en el movimiento obrero alemán aunque a la sombra de Kautsky y Bebel, preocupado por el militarismo y los enfrentamientos imperialistas. En el congreso de Chemnitz, Liebknecht interviene sobre la misión de los trabajadores ante el imperialismo.
Se interesa por la huelga como instrumento revolucionario y de cambio político: en 1904 escribe un breve texto para el Congreso de Bremen del SPD, “En favor de la huelga política de masas”. Interviene en la vieja disputa entre el movimiento obrero marxista y los anarquistas: la huelga general defendida por los bakuninistas era su instrumento para la revolución social, frente a la huelga política de masas que defendía la socialdemocracia, aunque Liebknecht y la izquierda del SPD pronto fueron conscientes de que la dirección del SPD, con su insistencia en que esa huelga debía ser preparada con sumo cuidado, en realidad se oponía a su convocatoria: su complejidad organizativa era la justificación para, en la práctica, no convocarla.
En esos años, Liebknecht mantiene que “la huelga de masas es la forma de lucha específicamente proletaria”, junto a la unidad, la disciplina y la lealtad a los principios del partido obrero. Ya en 1905, Liebknecht era consciente de los límites de la acción parlamentaria: “Vemos claramente que a pesar del triunfo en las elecciones, todo permanece igual que antes”, afirma en el congreso de Jena del SPD. No desdeña la actividad parlamentaria, pero está seguro de que la acción principal está en una política de masas en las fábricas y en las calles, e insiste en el rigor de la militancia obrerista y en la definición de objetivos políticos claros. A lo largo de toda su trayectoria, Liebknecht mantiene una posición internacionalista, y combate el nacionalismo alemán y los rasgos chauvinistas en los partidos de la Internacional.
El estallido de la gran guerra no sorprende a Liebknecht, que llevaba años denunciando el militarismo alemán, asunto ya debatido por la Internacional en el congreso de París de 1889, que en asambleas posteriores denuncia los créditos de guerra, defendiendo el desarme y la lucha por la paz. La actividad antimilitarista de Liebknecht no pasa desapercibida para el gobierno imperial: en octubre de 1907, es juzgado por alta traición y condenado a un año y medio de cárcel, pena que suscitará grandes manifestaciones de protesta de los obreros de Berlín, que volverán a elegirlo diputado: en junio de 1909, cuando recupera la libertad, lo espera una nutrida manifestación obrera.
En los años previos a la guerra, Liebknecht dedica muchos esfuerzos a la denuncia del militarismo y de su actuación imperialista, poniendo al descubierto la complicidad del ejército y del ministerio de la Guerra con grandes empresarios y fabricantes de armas, como la empresa Krupp (controlada por Bertha Krupp y su marido Gustav von Bohlen, amigos de Guillermo II; Gustav Krup, quien mantuvo fábricas de esclavos durante el nazismo, acabaría procesado en Núremberg sin ser condenado, por su vejez), engrasada con sobornos, corrupción militar y pillaje de recursos del Estado para comprar voluntades, encargar armamento innecesario y aumentar los beneficios de empresarios de la guerra. En esa denuncia de la guerra que se acerca, Liebknecht es acompañado por Luxemburg, Jaurès, Lenin y los bolcheviques.
Cuando estalla la guerra, apenas catorce diputados del SPD se muestran, en agosto de 1914, en el Reichstag, contrarios a los créditos de guerra, aunque siguen la disciplina socialdemócrata y votan a favor. Esa decisión lleva a Wilhelm Pieck, Franz Mehring, Hermann Duncker, Ernst Meyer y Julian March a encontrarse con Rosa Luxemburg para protestar por el voto de los diputados socialdemócratas. En diciembre, Liebknecht vota en solitario contra los nuevos créditos de guerra: su valentía y su soledad, comportan su expulsión del grupo parlamentario.
La izquierda socialdemócrata se agrupa alrededor de Rosa Luxemburg, Liebknecht, Clara Zetkin y Franz Mehring. La detención y encarcelamiento de Luxemburg es denunciada por Liebknecht en la Cámara de Diputados de Prusia (cuyo presidente, el conde Hans Graf von Schwerin-Löwitz, en ocasiones ni siquiera le deja intervenir), y su actividad es saboteada también por la gran mayoría de los diputados. En marzo de 1915, Liebknecht acusa al gobierno y al partido de la guerra por el encarcelamiento de Luxemburg, pese a estar enferma: “Si ella se hubiera dedicado a la venta de esta mercancía tan corriente hoy en día, llamada patriotismo, no solamente no se hubiera producido tan sorprendente ataque, sino que muy posiblemente se le hubiera concedido la amnistía. Pero, señores, se ha esforzado, con todas sus fuerzas, en actuar de acuerdo con el socialismo proletario contra tan alucinante genocidio.”
Clara Zetkin es investigada y encarcelada en julio de 1915. En septiembre, cuando se reúne la conferencia de Zimmerwald donde Lenin encabeza la izquierda, Liebknecht, que tiene cuarenta y cuatro años, es movilizado por el ejército. Luxemburg ya está en la cárcel, Mehring es detenido por la policía, y el mismo mes son apresados Ernst Meyer y Hugo Eberlein. En esos meses, aparece Die Internationale, rápidamente prohibido por el gobierno imperial, y distribuido clandestinamente.
Luxemburg escribe en la cárcel su texto sobre la crisis de la socialdemocracia, el folleto Junius, secuestrado también por la policía, donde analiza las causas de la guerra y señala ya la decepción y el desastre: “En la atmósfera de desilusión de la pálida luz del día, resuena otro coro: el severo graznar de los gavilanes y las risas de las hienas del campo de batalla. […] Y la carne de cañón que subió a los trenes en agosto y septiembre se pudre en los campos de batalla de Bélgica y los Vosgos mientras las ganancias crecen como yuyos entre los muertos.”
A comienzos de 1916, en el despacho de Liebknecht, se crea el grupo que, en noviembre de 1918, adoptará el nombre de Liga Espartaco. Liebknecht y sus camaradas distribuyen las Spartakus Briefe, y él mismo analiza en un texto la actuación de los dirigentes del SPD y las razones que mueven a los distintos sectores de la socialdemocracia: distingue entre los “funcionarios a sueldo del movimiento”, y los obreros cualificados que están en buena situación: ambos, reticentes a impulsar el cambio social y cuya protesta contra la guerra se limita a cuestiones formales, y añoran “la tranquilidad del antiguo establo”, son internacionalistas pero creen que no pueden “traicionar” a su patria, y, por otra parte, los obreros no cualificados que no tienen patria ni nada que perder: son los internacionalistas sinceros, y rechaza cualquier organización que condicione el desarrollo del ánimo revolucionario e internacionalista.
Luxemburg sale en libertad en enero de 1916, pero seis meses después es encarcelada de nuevo, y permanece en prisión hasta el final de la guerra. La denuncia de Liebknecht del militarismo es recibida con hostilidad por otros: en abril de 1916, diputados cómplices de empresas de armamento impiden con violencia y griterío que hable en el Reichstag, y le fuerzan a abandonar el estrado. Liebknecht denuncia las causas de la guerra en un valiente documento (“El enemigo principal está en nuestro propio país”); citando el esfuerzo de los internacionalistas italianos contra la guerra, señala con decisión: “¡El enemigo principal de cada pueblo se halla en su propio país! El enemigo está entre nosotros, en Alemania: el imperialismo alemán, el partido alemán de la guerra, la diplomacia secreta alemana”, y denuncia a Alfred von Tirpitz, almirante y miembro del Estado Mayor de la Armada, y al ministro de Guerra, Erich von Falkenhayn.