Considerar a las mujeres como una clase aparte
Saliha Boussedra - marzo 2019
—3 mensajes—
Conocer hasta qué punto Marx consideraba a las mujeres como una clase social aparte condiciona toda la práctica del movimiento obrero y el movimiento de las mujeres.
La cuestión de saber si las mujeres forman o no una clase social es un tema que tiene su origen tanto en problemas teóricos como políticos. Esta cuestión ya hace su aparición en Engels en El Origen de la propiedad privada, la familia y el Estado y luego otra vez en los años 70, en el movimiento social de las mujeres, especialmente en Francia. En el contexto social y político de este movimiento, aparecen ciertos nombres de teóricas, que toman el nombre de “feministas materialistas”, como Christine Delphy, Nicole-Claude Mathieu, Colette Guillaumin, Paola Tabet, por no citar más que a las principales1. Estas pensadoras se verán conducidas a retomar el concepto de clase social para concebir a las mujeres como otra clase social, distinta de la de los hombres. Para dar cuenta de la posición teórica y política de las feministas materialistas, es necesario ubicarla en su historia política: nace directamente del contexto de las luchas sociales y políticas en las que surge el Movimiento para la Liberación de la Mujer.
Estas teóricas, implicadas en estas luchas (algo que las honra), buscan darle una coherencia teórica al movimiento y dar cuenta de las condiciones comunes que comparten la mayoría de las mujeres. Pero también buscan el reconocimiento social y político de los problemas específicos que enfrentan las mujeres al considerar que en la teoría marxista clásica y en las organizaciones de izquierda, la emancipación de las mujeres sigue siendo un problema «secundario». Es este contexto el que las lleva a apropiarse del término “clase”, visible en el pensamiento marxista, y a considerar que las mujeres forman una clase social. A partir de esta posición teórica, llegan a la conclusión lógica de reivindicar una autonomía política del movimiento de las mujeres. O dicho de otra forma, a considerar que las mujeres deben abandonar las organizaciones de izquierda (los partidos y los sindicatos) para formar su propio movimiento debido a que, según ellas, las mujeres no tienen un interés común de clase con los hombres, los dos sexos forman dos clases sociales distintas y en lucha. Para resumir su posición, consideran que la teoría marxista no tiene en cuenta suficientemente a las mujeres y las considera un problema subalterno.
Esta subalternidad de las mujeres se reproduce entonces en las organizaciones de izquierda, incapaces, según ellas, de hacer frente a los problemas que sufren las mujeres. Al tomar el concepto de “clase” de la teoría marxista, para afirmar que las mujeres pertenecen a una clase diferente que la de los hombres, creen que pueden arrojar luz sobre sus problemas y legitimar la demanda de autonomía política de su movimiento. Sin embargo, debido a la falta de una definición rigurosa en sus teorías, este concepto sigue siendo un concepto genérico. Se puede referir al concepto de “clase”, pero sin que este último término esté rigurosamente definido, como en la idea de “grupo”, o en como en la idea de “categoría”, en el sentido de “categoría de sexo” por ejemplo. En realidad, estos tres términos, clase, grupo y categoría, son utilizados como sinónimos en el feminismo materialista2.
Desde el punto de vista marxista, la relación entre la teoría y la política no es despreciable. Si la teoría se confunde en sus concepciones, corre el riesgo de conducir a una forma de ideología y, por lo tanto, obstaculizar, no ya la lucha política, sino también la estrategia política. Ahora es el momento de abrir este debate de nuevo y retornar a la obra de Marx para ver si es capaz de arrojar luz sobre estas cuestiones. En La Ideología Alemana, Marx parece orientarse hacia la idea según la cual las mujeres constituirían una clase aparte. Procediendo en esta obra a exponer una historia de la formación de las clases sociales, Marx plantea que estas surgen de la división del trabajo y de la propiedad privada. Para él, el origen de la división del trabajo se sitúa en la división sexual del trabajo y la familia sería la primera forma de propiedad privada, las mujeres serían entonces una clase aparte. Esta ideas parece confirmarse también en Engels, el cual, en El Origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, establece una analogía entre la situación del obrero con respecto a su patrón y la situación de la mujer con respecto a su esposo. Sin embargo, en el libro I de El Capital, donde hace un uso masivo de datos concernientes a las mujeres, Marx nunca las considera como una clase social. ¿Cómo, en estas condiciones, se puede entender el lugar que él asigna a las mujeres en su análisis? ¿Debemos considerar que, al contrario de lo que escribe en La Ideología Alemana, considera en el libro I de El Capital las relaciones entre los sexos como subalternas en relación con la clase social?
Veremos que, en realidad, Marx no se orienta ni hacia una “subalternidad de las relaciones entre los sexos, ni hacia la constitución de una clase social de las mujeres. En este contexto, trataremos de entender cómo el análisis marxista puede arrojar nueva luz sobre las luchas por la emancipación de las mujeres.
Las mujeres en La Ideología Alemana
Para responder a la pregunta de si las mujeres constituyen una clase social, es necesario volver a analizar brevemente la manera en que Marx intenta elaborar el concepto de clase social en La Ideología Alemana.
Para Marx, las clases social no son una realidad ahistórica, por lo que tienen un nacimiento y un final. Es en este proceso de génesis lógica en el que Marx se apoya para el estudio histórico de diferentes sociedades humanas en diferentes periodos. Para ello, analiza con más detenimiento los conceptos de división del trabajo y propiedad privada.
En primer lugar, para él, estos dos términos parecen ser diferentes, pero en realidad designan la misma cosa. Uno nos permite entender el movimiento, la actividad humana, el otro nos permite captar el resultado, el producto de esta actividad humana. Para él, “…división del trabajo y propiedad privada son términos idénticos: uno de ellos dice, referido a la actividad, lo mismo que el otro, referido al producto de ésta.”3
Es primero en el “acto sexual” que Marx sitúa una de las formas más tempranas de división del trabajo. La división del trabajo surge sobre la base de la diferencia sexual en que esta última plantea el problema de la procreación: “…la división del trabajo, que originariamente no pasaba de la división del trabajo en el acto sexual y, más tarde, de una división del trabajo espontáneo o introducida de un modo «natural» en atención a las dotes físicas (por ejemplo, la fuerza corporal), a las necesidades, a las coincidencias fortuitas, etc., etc.”4 Como la división del trabajo y la propiedad privada no van una sin la otra, también es en la familia donde Marx ubica la primera forma de propiedad privada: “…la propiedad, […] cuyo primer germen, cuya forma inicial se contiene ya en la familia, donde la mujer y los hijos son los esclavos del marido. La esclavitud, todavía muy rudimentaria, ciertamente, latente en la familia, es la primera forma de propiedad, que, por lo demás, ya aquí corresponde perfectamente a la definición de los modernos economistas, según la cual es el derecho a disponer de la fuerza de trabajo de otros.”5
Esta última cita, de apariencia límpida, nos lleva a creer que, debido a esta división del trabajo, las mujeres constituyen una clase social. Va incluso más allá ya que argumenta que las mujeres, como los niños, son una fuerza de trabajo disponible para el maestro o patrón, en otras palabras, para el padre y el esposo que la posee. Esta división del trabajo, fundada sobre la diferencia sexual, plantea por un lado un maestro o patrón, necesaria y exclusivamente buscador de placer, de la otra una mujer (y los hijos), fuerzas de trabajo a disposición del maestro propietario. De esta forma, parece confirmar la proposición de Engels según la cual: “El hombre es en la familia el burgués; la mujer representa en ella al proletario.”6
En realidad, Engels parte de una analogía con las relaciones sociales dominantes (burgueses/proletarios) tal y como existen en el modo de producción capitalista. No es lo mismo en el caso de Marx. Para comprender mejor la posición de Marx, este último pasaje de la ideología alemana, tan valioso como es, no es suficiente. Al continuar con el análisis de Marx de la división del trabajo más allá de este pasaje único sobre las mujeres, descubrimos que su marco teórico es más amplio de lo que parece. En otras palabras, si Marx ubica en lo que él llama el «acto sexual» el origen de la división del trabajo, esto no quiere decir que se realice plenamente. Para él, la historia lógica7 de la división del trabajo pasa por varias etapas antes de realizarse completamente, antes de que pueda considerarse como la base de las clases sociales: entre la división del trabajo en el acto sexual y el nacimiento de las clases sociales se intercala un cierto número de etapas que debemos analizar para comprender mejor a partir de qué momento es realmente posible hablar de una división del trabajo plenamente realizada y, por lo tanto, hablar realmente de clases sociales.
UNO DE LOS PRIMEROS EFECTOS DE LA DIVISIÓN REAL DEL TRABAJO ES QUE CONDUCE A UNA FORMA DE “AMPUTACIÓN” DEL INDIVIDUO.
La división del trabajo adquiere un carácter real, según Marx, sólo cuando existe una división entre el trabajo material por un lado y el trabajo intelectual por el otro. Marx insiste en el carácter fundador de esta primera forma efectiva de división porque trata de hacer que la génesis tenga en cuenta el fenómeno de la “ideología”8 o de una conciencia que está “al revés”. En efecto, “La división del trabajo sólo se convierte en verdadera división a partir del momento en que se separan el trabajo material y el mental […]. Desde este instante, puede ya la conciencia imaginarse realmente que es algo más y algo distinto que la conciencia de la práctica existente, que representa realmente algo sin representar algo real; desde este instante se halla la conciencia en condiciones de emanciparse del mundo y entregarse a la creación de la teoría «pura», de la teología «pura», la filosofía «pura», la moral «pura», etc.”9
Uno de los primeros efectos de la división efectiva del trabajo es que conduce a una forma de “amputación” del individuo para hacer de este último un ser limitado, un ser limitado únicamente al trabajo manual pero incapaz de “conceptualizar”, o al contrario un ser solamente limitado al trabajo intelectual más incapaz de tener una “consciencia práctica”. Luego, además de los límites que impone a los individuos, la división del trabajo implica necesariamente distribuir los instrumentos de la producción. En el marco de sus actividades productivas, los individuos se relacionan con el material en el que están trabajando o con la herramienta con la que trabajan. Al mismo tiempo que están limitados a un tipo específico de actividad, están limitados en relación con el tipo de instrumento que utilizan. En efecto, “La división del trabajo sienta ya de antemano las premisas para la división de las condiciones de trabajo, las herramientas y los materiales.”10
Finalmente, el desarrollo de la división del trabajo conduce a la formación de clases sociales cuando desemboca en la separación de la ciudad y el campo. Desde el momento en que las ciudades emergen en oposición al campo, estamos presenciando, estrictamente hablando, el nacimiento de clases sociales. Efectivamente, “La más importante división del trabajo físico e intelectual es la separación entre la ciudad y el campo. La oposición entre el campo y la ciudad comienza con el tránsito de la barbarie a la civilización, del régimen tribal al Estado, de la localidad a la nación, y se mantiene a lo largo de toda la historia de la civilización hasta llegar a nuestros días […] Se manifiesta aquí por vez primera la separación de la población en dos grandes clases, basada directamente en la división del trabajo y en los instrumentos de producción.”11 Entendemos por este pasaje que si la división del trabajo es realmente la base de la formación de las clases sociales, debe perseguir un cierto desarrollo antes de que aparezcan las clases sociales con intereses claramente opuestos. Por lo tanto, si la división del trabajo tiene su origen en el acto sexual, este momento en la historia lógica del nacimiento y el desarrollo de la división del trabajo no es suficiente por sí mismo para dar origen a las clases sociales.
Un segundo elemento de análisis permite comprender por qué las mujeres no se pueden encuadrar en una clase social distinta. La relación entre los sexos y entre las generaciones en el seno de la familia se basa efectivamente en un tipo de división del trabajo. Por lo tanto, está acompañada necesariamente de un tipo de propiedad privada. Tan pronto como se plantean los conceptos de división del trabajo y propiedad privada, es necesario considerar que los individuos involucrados en este proceso tienen relaciones que corresponden al tipo de propiedad privada en la que se enmarcan. Tan pronto como hay una división del trabajo y, por lo tanto, propiedad privada, esto implica, por un lado, que los individuos se someten a una forma de amputación y, por otro lado, que estas relaciones se rigen por lo que podemos denominar relaciones de dominación. Pero la forma que toma la división del trabajo en la relación entre los sexos y entre las generaciones en el seno de la familia y la naturaleza específica de ese tipo de propiedad privada no implica que se formen desde el primer momento las relaciones de clase.
En efecto, en el marco de la familia, mujeres, hombres y niños forman una “comunidad” de vida. En esas condiciones, las mujeres se indentifican con el interés comunitario de la familia. Ellas pueden, al igual que los niños, encontrarse con una relación de dominación con su cónyuge y, sin embargo, gobernadas por el interés material de la familia, estar relativamente determinadas (por las condiciones materiales) a identificarse con ese interés. Desde este punto de vista, Marx se muestra relativamente próximo a Hegel. Si bien Marx y Hegel en absoluto tienen un análisis similar del matrimonio y de la familia, sí tienen cierta cercanía en la cuestión de la negación de la personalidad de los individuos en el seno de la familia. En los Principios de la filosofía del derecho (tercera parte dedicada a la “eticidad”, primera sección titulada “La familia”), Hegel escribe que “el punto de partida objetivo [del matrimonio] es el libre consentimiento de las personas, el consentimiento para constituir una sola persona, la renuncia a su personalidad natural y singular en esta unidad, […] es, en este sentido, una autorestricción”12
En este sentido, si, según Marx la relación de propiedad privada implica, en efecto, una relación de dominación masculina, en cambio, dentro de la familia, es el conjunto de miembros de esta comunidad quienes ven su personalidad negada en tanto que individuos. En el fondo, en el marco de esta forma específica de propiedad privada que constituye eso que nosotros podemos llamar la familia patriarcal, ninguno de sus miembros existe en realidad en tanto que individuos. Es la unidad de los miembros la que, en tanto que “unidad”, constituye una “personalidad”. En efecto, según Hegel, “La familia, como persona, tiene su realidad externa en una propiedad, en la cual reside la existencia de su personalidad sustancial, solamente en cuanto la tiene en bienes.”13
Saliha Boussedra - marzo 2019
—3 mensajes—
Conocer hasta qué punto Marx consideraba a las mujeres como una clase social aparte condiciona toda la práctica del movimiento obrero y el movimiento de las mujeres.
La cuestión de saber si las mujeres forman o no una clase social es un tema que tiene su origen tanto en problemas teóricos como políticos. Esta cuestión ya hace su aparición en Engels en El Origen de la propiedad privada, la familia y el Estado y luego otra vez en los años 70, en el movimiento social de las mujeres, especialmente en Francia. En el contexto social y político de este movimiento, aparecen ciertos nombres de teóricas, que toman el nombre de “feministas materialistas”, como Christine Delphy, Nicole-Claude Mathieu, Colette Guillaumin, Paola Tabet, por no citar más que a las principales1. Estas pensadoras se verán conducidas a retomar el concepto de clase social para concebir a las mujeres como otra clase social, distinta de la de los hombres. Para dar cuenta de la posición teórica y política de las feministas materialistas, es necesario ubicarla en su historia política: nace directamente del contexto de las luchas sociales y políticas en las que surge el Movimiento para la Liberación de la Mujer.
Estas teóricas, implicadas en estas luchas (algo que las honra), buscan darle una coherencia teórica al movimiento y dar cuenta de las condiciones comunes que comparten la mayoría de las mujeres. Pero también buscan el reconocimiento social y político de los problemas específicos que enfrentan las mujeres al considerar que en la teoría marxista clásica y en las organizaciones de izquierda, la emancipación de las mujeres sigue siendo un problema «secundario». Es este contexto el que las lleva a apropiarse del término “clase”, visible en el pensamiento marxista, y a considerar que las mujeres forman una clase social. A partir de esta posición teórica, llegan a la conclusión lógica de reivindicar una autonomía política del movimiento de las mujeres. O dicho de otra forma, a considerar que las mujeres deben abandonar las organizaciones de izquierda (los partidos y los sindicatos) para formar su propio movimiento debido a que, según ellas, las mujeres no tienen un interés común de clase con los hombres, los dos sexos forman dos clases sociales distintas y en lucha. Para resumir su posición, consideran que la teoría marxista no tiene en cuenta suficientemente a las mujeres y las considera un problema subalterno.
Esta subalternidad de las mujeres se reproduce entonces en las organizaciones de izquierda, incapaces, según ellas, de hacer frente a los problemas que sufren las mujeres. Al tomar el concepto de “clase” de la teoría marxista, para afirmar que las mujeres pertenecen a una clase diferente que la de los hombres, creen que pueden arrojar luz sobre sus problemas y legitimar la demanda de autonomía política de su movimiento. Sin embargo, debido a la falta de una definición rigurosa en sus teorías, este concepto sigue siendo un concepto genérico. Se puede referir al concepto de “clase”, pero sin que este último término esté rigurosamente definido, como en la idea de “grupo”, o en como en la idea de “categoría”, en el sentido de “categoría de sexo” por ejemplo. En realidad, estos tres términos, clase, grupo y categoría, son utilizados como sinónimos en el feminismo materialista2.
Desde el punto de vista marxista, la relación entre la teoría y la política no es despreciable. Si la teoría se confunde en sus concepciones, corre el riesgo de conducir a una forma de ideología y, por lo tanto, obstaculizar, no ya la lucha política, sino también la estrategia política. Ahora es el momento de abrir este debate de nuevo y retornar a la obra de Marx para ver si es capaz de arrojar luz sobre estas cuestiones. En La Ideología Alemana, Marx parece orientarse hacia la idea según la cual las mujeres constituirían una clase aparte. Procediendo en esta obra a exponer una historia de la formación de las clases sociales, Marx plantea que estas surgen de la división del trabajo y de la propiedad privada. Para él, el origen de la división del trabajo se sitúa en la división sexual del trabajo y la familia sería la primera forma de propiedad privada, las mujeres serían entonces una clase aparte. Esta ideas parece confirmarse también en Engels, el cual, en El Origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, establece una analogía entre la situación del obrero con respecto a su patrón y la situación de la mujer con respecto a su esposo. Sin embargo, en el libro I de El Capital, donde hace un uso masivo de datos concernientes a las mujeres, Marx nunca las considera como una clase social. ¿Cómo, en estas condiciones, se puede entender el lugar que él asigna a las mujeres en su análisis? ¿Debemos considerar que, al contrario de lo que escribe en La Ideología Alemana, considera en el libro I de El Capital las relaciones entre los sexos como subalternas en relación con la clase social?
Veremos que, en realidad, Marx no se orienta ni hacia una “subalternidad de las relaciones entre los sexos, ni hacia la constitución de una clase social de las mujeres. En este contexto, trataremos de entender cómo el análisis marxista puede arrojar nueva luz sobre las luchas por la emancipación de las mujeres.
Las mujeres en La Ideología Alemana
Para responder a la pregunta de si las mujeres constituyen una clase social, es necesario volver a analizar brevemente la manera en que Marx intenta elaborar el concepto de clase social en La Ideología Alemana.
Para Marx, las clases social no son una realidad ahistórica, por lo que tienen un nacimiento y un final. Es en este proceso de génesis lógica en el que Marx se apoya para el estudio histórico de diferentes sociedades humanas en diferentes periodos. Para ello, analiza con más detenimiento los conceptos de división del trabajo y propiedad privada.
En primer lugar, para él, estos dos términos parecen ser diferentes, pero en realidad designan la misma cosa. Uno nos permite entender el movimiento, la actividad humana, el otro nos permite captar el resultado, el producto de esta actividad humana. Para él, “…división del trabajo y propiedad privada son términos idénticos: uno de ellos dice, referido a la actividad, lo mismo que el otro, referido al producto de ésta.”3
Es primero en el “acto sexual” que Marx sitúa una de las formas más tempranas de división del trabajo. La división del trabajo surge sobre la base de la diferencia sexual en que esta última plantea el problema de la procreación: “…la división del trabajo, que originariamente no pasaba de la división del trabajo en el acto sexual y, más tarde, de una división del trabajo espontáneo o introducida de un modo «natural» en atención a las dotes físicas (por ejemplo, la fuerza corporal), a las necesidades, a las coincidencias fortuitas, etc., etc.”4 Como la división del trabajo y la propiedad privada no van una sin la otra, también es en la familia donde Marx ubica la primera forma de propiedad privada: “…la propiedad, […] cuyo primer germen, cuya forma inicial se contiene ya en la familia, donde la mujer y los hijos son los esclavos del marido. La esclavitud, todavía muy rudimentaria, ciertamente, latente en la familia, es la primera forma de propiedad, que, por lo demás, ya aquí corresponde perfectamente a la definición de los modernos economistas, según la cual es el derecho a disponer de la fuerza de trabajo de otros.”5
Esta última cita, de apariencia límpida, nos lleva a creer que, debido a esta división del trabajo, las mujeres constituyen una clase social. Va incluso más allá ya que argumenta que las mujeres, como los niños, son una fuerza de trabajo disponible para el maestro o patrón, en otras palabras, para el padre y el esposo que la posee. Esta división del trabajo, fundada sobre la diferencia sexual, plantea por un lado un maestro o patrón, necesaria y exclusivamente buscador de placer, de la otra una mujer (y los hijos), fuerzas de trabajo a disposición del maestro propietario. De esta forma, parece confirmar la proposición de Engels según la cual: “El hombre es en la familia el burgués; la mujer representa en ella al proletario.”6
En realidad, Engels parte de una analogía con las relaciones sociales dominantes (burgueses/proletarios) tal y como existen en el modo de producción capitalista. No es lo mismo en el caso de Marx. Para comprender mejor la posición de Marx, este último pasaje de la ideología alemana, tan valioso como es, no es suficiente. Al continuar con el análisis de Marx de la división del trabajo más allá de este pasaje único sobre las mujeres, descubrimos que su marco teórico es más amplio de lo que parece. En otras palabras, si Marx ubica en lo que él llama el «acto sexual» el origen de la división del trabajo, esto no quiere decir que se realice plenamente. Para él, la historia lógica7 de la división del trabajo pasa por varias etapas antes de realizarse completamente, antes de que pueda considerarse como la base de las clases sociales: entre la división del trabajo en el acto sexual y el nacimiento de las clases sociales se intercala un cierto número de etapas que debemos analizar para comprender mejor a partir de qué momento es realmente posible hablar de una división del trabajo plenamente realizada y, por lo tanto, hablar realmente de clases sociales.
UNO DE LOS PRIMEROS EFECTOS DE LA DIVISIÓN REAL DEL TRABAJO ES QUE CONDUCE A UNA FORMA DE “AMPUTACIÓN” DEL INDIVIDUO.
La división del trabajo adquiere un carácter real, según Marx, sólo cuando existe una división entre el trabajo material por un lado y el trabajo intelectual por el otro. Marx insiste en el carácter fundador de esta primera forma efectiva de división porque trata de hacer que la génesis tenga en cuenta el fenómeno de la “ideología”8 o de una conciencia que está “al revés”. En efecto, “La división del trabajo sólo se convierte en verdadera división a partir del momento en que se separan el trabajo material y el mental […]. Desde este instante, puede ya la conciencia imaginarse realmente que es algo más y algo distinto que la conciencia de la práctica existente, que representa realmente algo sin representar algo real; desde este instante se halla la conciencia en condiciones de emanciparse del mundo y entregarse a la creación de la teoría «pura», de la teología «pura», la filosofía «pura», la moral «pura», etc.”9
Uno de los primeros efectos de la división efectiva del trabajo es que conduce a una forma de “amputación” del individuo para hacer de este último un ser limitado, un ser limitado únicamente al trabajo manual pero incapaz de “conceptualizar”, o al contrario un ser solamente limitado al trabajo intelectual más incapaz de tener una “consciencia práctica”. Luego, además de los límites que impone a los individuos, la división del trabajo implica necesariamente distribuir los instrumentos de la producción. En el marco de sus actividades productivas, los individuos se relacionan con el material en el que están trabajando o con la herramienta con la que trabajan. Al mismo tiempo que están limitados a un tipo específico de actividad, están limitados en relación con el tipo de instrumento que utilizan. En efecto, “La división del trabajo sienta ya de antemano las premisas para la división de las condiciones de trabajo, las herramientas y los materiales.”10
Finalmente, el desarrollo de la división del trabajo conduce a la formación de clases sociales cuando desemboca en la separación de la ciudad y el campo. Desde el momento en que las ciudades emergen en oposición al campo, estamos presenciando, estrictamente hablando, el nacimiento de clases sociales. Efectivamente, “La más importante división del trabajo físico e intelectual es la separación entre la ciudad y el campo. La oposición entre el campo y la ciudad comienza con el tránsito de la barbarie a la civilización, del régimen tribal al Estado, de la localidad a la nación, y se mantiene a lo largo de toda la historia de la civilización hasta llegar a nuestros días […] Se manifiesta aquí por vez primera la separación de la población en dos grandes clases, basada directamente en la división del trabajo y en los instrumentos de producción.”11 Entendemos por este pasaje que si la división del trabajo es realmente la base de la formación de las clases sociales, debe perseguir un cierto desarrollo antes de que aparezcan las clases sociales con intereses claramente opuestos. Por lo tanto, si la división del trabajo tiene su origen en el acto sexual, este momento en la historia lógica del nacimiento y el desarrollo de la división del trabajo no es suficiente por sí mismo para dar origen a las clases sociales.
Un segundo elemento de análisis permite comprender por qué las mujeres no se pueden encuadrar en una clase social distinta. La relación entre los sexos y entre las generaciones en el seno de la familia se basa efectivamente en un tipo de división del trabajo. Por lo tanto, está acompañada necesariamente de un tipo de propiedad privada. Tan pronto como se plantean los conceptos de división del trabajo y propiedad privada, es necesario considerar que los individuos involucrados en este proceso tienen relaciones que corresponden al tipo de propiedad privada en la que se enmarcan. Tan pronto como hay una división del trabajo y, por lo tanto, propiedad privada, esto implica, por un lado, que los individuos se someten a una forma de amputación y, por otro lado, que estas relaciones se rigen por lo que podemos denominar relaciones de dominación. Pero la forma que toma la división del trabajo en la relación entre los sexos y entre las generaciones en el seno de la familia y la naturaleza específica de ese tipo de propiedad privada no implica que se formen desde el primer momento las relaciones de clase.
En efecto, en el marco de la familia, mujeres, hombres y niños forman una “comunidad” de vida. En esas condiciones, las mujeres se indentifican con el interés comunitario de la familia. Ellas pueden, al igual que los niños, encontrarse con una relación de dominación con su cónyuge y, sin embargo, gobernadas por el interés material de la familia, estar relativamente determinadas (por las condiciones materiales) a identificarse con ese interés. Desde este punto de vista, Marx se muestra relativamente próximo a Hegel. Si bien Marx y Hegel en absoluto tienen un análisis similar del matrimonio y de la familia, sí tienen cierta cercanía en la cuestión de la negación de la personalidad de los individuos en el seno de la familia. En los Principios de la filosofía del derecho (tercera parte dedicada a la “eticidad”, primera sección titulada “La familia”), Hegel escribe que “el punto de partida objetivo [del matrimonio] es el libre consentimiento de las personas, el consentimiento para constituir una sola persona, la renuncia a su personalidad natural y singular en esta unidad, […] es, en este sentido, una autorestricción”12
En este sentido, si, según Marx la relación de propiedad privada implica, en efecto, una relación de dominación masculina, en cambio, dentro de la familia, es el conjunto de miembros de esta comunidad quienes ven su personalidad negada en tanto que individuos. En el fondo, en el marco de esta forma específica de propiedad privada que constituye eso que nosotros podemos llamar la familia patriarcal, ninguno de sus miembros existe en realidad en tanto que individuos. Es la unidad de los miembros la que, en tanto que “unidad”, constituye una “personalidad”. En efecto, según Hegel, “La familia, como persona, tiene su realidad externa en una propiedad, en la cual reside la existencia de su personalidad sustancial, solamente en cuanto la tiene en bienes.”13
Última edición por lolagallego el Lun Nov 23, 2020 7:32 pm, editado 1 vez