Elementos de análisis del oportunismo
Su Lee
publicado en septiembre de 2020 en la web de Unidad Obrera
—3 mensajes—
La producción marxista recoge un fenómeno típico de las sociedades capitalistas altamente desarrolladas. Es el que Engels [1] identificó como aparición de una “aristocracia obrera” en el seno de la clase obrera que, si bien hasta finales del s XIX solo apareció de exclusivamente en Inglaterra [2], a medida que las demás potencias industriales se irán igualando, dicho fenómeno se extendería por todas y cada una de las sociedades industriales capitalistas a finales de siglo. Existe una relación muy estrecha entre imperialismo, la aristocracia obrera y el oportunismo, pero cada uno pertenece a diferentes esferas de la formación social: el imperialismo es la forma y estadio particular en que se dan las mejores condiciones para la formación de un nuevo estrato o subestrato en el seno mismo de la clase obrera, capa de trabajadores más o menos privilegiados. Que tal fenómeno – como se verá más adelante – es inevitable, pero con ello no trazamos una relación unilateral, absolutamente determinista en la que atribuimos toda manifestación de oportunismo a tal fenómeno. Así, no todo oportunismo será producto de la aristocracia obrera, pero sí todo desarrollo de la aristocracia obrera llevará consigo formas de oportunismo, especialmente de signo derechista.
Así como también veremos que es inevitable la aparición de este nuevo sector en el seno de nuestra clase obrera, también lo será la producción y manifestación de sus ideas burguesas. Pero no incidiremos más de lo necesario en esos aspectos, porque lo que nos interesa es poner el acento en aquello que podemos evitar, y que forma parte de otro proceso mucho más peligroso. Nos estamos refiriendo al proceso de cambio en la naturaleza de clase de las organizaciones revolucionarias, a través de la silenciosa suplantación de la composición orgánica de la militancia y de sus cuadros. Proceso que se suele dar entre la aparición de la aristocracia obrera y la difusión del oportunismo a través de sus jefecillos. Es mucho más peligroso que el oportunismo en sí por el ámbito en el que se da, en los partidos socialistas y comunistas. Es un proceso doblemente peligroso, porque no hace ruido, no es inmediato sino de lenta suplantación de militantes socialistas y comunistas en sus organizaciones, que se manifiesta cuando ya es demasiado tarde: en los congresos y asambleas más importantes de cada organización donde está en juego la línea revolucionaria y el carácter de clase de la organización. Es más peligroso que la aparición de los nuevos jefes del oportunismo, porque cuando estos aparecen, la militancia y los cuadros de las organizaciones ya han sido frecuentemente suplantadas, siendo incapaces las organizaciones de rechazar esos nuevos postulados.
Por último, se verá un tanto el oportunismo de signo contrario, el izquierdismo, tan o más peligroso que el anterior. Con frecuencia aparece como respuesta al primero –aunque no siempre- y por eso, a lo largo de nuestra historia, al izquierdismo se le reconoce fácilmente por su tendencia al “sectarismo”, a la confusión de la “táctica y la estrategia” tomando a los objetivos estratégicos del socialismo como tácticos. Por eso, al no tener en cuenta la naturaleza contradictoria de ambos, tampoco lo tiene en “la unidad y la lucha”. Como veremos más adelante, el izquierdismo volverá a tomar lo segundo en el mismo lugar que lo primero, y solo es capaz de ver antes la lucha que la unidad. Huye de toda unidad, sobre todo de las alianzas, a las que considera una especie de anathema que irremediablemente lo arrastraría hacia el oportunismo de derechas.
A continuación, comenzaremos con la base material, seguiremos con las repercusiones en las organizaciones obreras, las formas del oportunismo, su inevitabilidad y terminaremos situando brevemente la polémica alrededor de la táctica, la unidad y la lucha, así como enmarcando los dos principales ámbitos de la lucha ideológica.
● Del desarrollo capitalista y el oportunismo en los obreros y trabajadores.
Es en los países imperialistas donde la burguesía, además de apropiarse de la plusvalía nacional, esta lo hace también de sus colonias (beneficios extraordinarios) y, lo que aparentemente son simples movimientos de plusvalía (nacional e internacional) y migraciones (interiores y exteriores), lo cierto es que operan grandes cambios en las formaciones sociales. En el caso que nos ocupa, van operando ciertos cambios en la mentalidad de los obreros, que de forma espontánea niega derechos democráticos a los obreros migrantes y el derecho de autodeterminación de las colonias, consiguiendo así dividir y enfrentar al proletariado, despierta el chovinismo en el seno de las organizaciones obreras (socialchovinismo), fortalece la burocratización [3] de las organizaciones obreras llegando incluso a sistematizar los pactos con el estado burgués y la patronal como si de unas nuevas Alianzas de Birmingham [4] se tratara.
Existe otro fenómeno “no consciente” y mecánico, igualmente vinculado al desarrollo económico. Pero en este caso, en lugar de ir asociado a la tendencia creciente o ascendente de las fases expansivas que proporcionan una “bonanza económica” lo es en su fase contraria, al contraerse la economía y reajustarse el Capital con las fuerzas productivas sobrantes. Esto es, en las crisis y recesiones capitalistas particularmente. En estas condiciones tiene lugar el fenómeno contrario: la proletarización de masas importantes de burguesía y pequeña burguesía. Con ello, el capitalismo no solo arrastra al sujeto burgués a engrosar las filas del proletariado: consigo introduce, además, la ideología burguesa. Así, Lenin nos ofrece en “Marxismo y revisionismo” (1908) y en “Las diferencias en el movimiento obrero europeo” (1910) el certero diagnóstico de que, la tendencia constante de proletarización de capas intermedias del proletariado e incluso de la pequeña burguesía, al formar parte de las filas obreras, arrastran consigo también su ideología y la introducen en las organizaciones obreras.
Pero, además, la clase obrera, por sí sola también desarrolla oportunismo en las sociedades de capitalismo altamente desarrollado, es decir, aquellas con grandes divisiones del trabajo sectorial, técnico e intelectual. Así, la base material que hace posible la aparición de la “aristocracia obrera” son algunas formaciones de asociacionismo obrero que, por su alta especialización, cualificación, posición y lugar que ocupan en el proceso de producción o de mando, están capacitadas para conseguir mejores condiciones para sí que para los demás. Estaríamos hablando aquí de las prácticas “corporativistas” tan arraigadas, en sectores obreros más propias de auténticos gremios [5]]. Esta sería otra forma de oportunismo en el seno de la clase obrera ligado al propio desarrollo del capitalismo y a un desarrollo de la lucha exclusivamente economicista. En uno de los planteamientos programáticos para el II Congreso de la Internacional Comunista (1920) se aprecia muy acertadamente el fenómeno y sus consecuencias:
“Los obreros industriales no podrán cumplir su misión histórico-universal de liberar a la humanidad de la opresión del capital y de las guerras, si estos obreros se encierran en el marco de intereses estrechamente gremiales, estrechamente profesionales y se limitan, satisfechos, a preocupaciones con miras a mejorar su situación que a veces es tolerable desde el punto de vista pequeñoburgués. Esto es precisamente lo que ocurre en muchos países avanzados donde hay una ‘aristocracia obrera’, la cual constituye la base de los partidos pseudosocialistas de la II Internacional” [6].
● Del desarrollo capitalista y el oportunismo en las organizaciones.
La II ruptura en el movimiento socialista internacional [7] hunde sus raíces materiales en una fase expansiva del capitalismo europeo-occidental a finales del s XIX, en el umbral de la Primera Guerra Mundial (IGM). En el plano teórico lo hace de la mano de los señores Eduard Bernstein y Karl Kautsky, entre otros. El desarrollo de ese revisionismo no es más que el reflejo en la producción ideológica de cambios operados por la economía en todas las esferas de las formaciones sociales: esto es, entre 1871 y 1914 donde se sitúa la transición del “imperialismo librecambista al de capital monopolista”. Europa asiste a una gran fase de expansión económica con evidentes cambios en todas las esferas de las formaciones sociales capitalistas. Así, su gran manifestación cultural queda plasmada en la “Belle Époque” [8]. Los partidos socialistas marxistas del momento tampoco fueron ajenos a cambios de tal envergadura. Como ejemplo, entre 1900 y 1914 se triplicó la cifra de miembros del partido socialista alemán de extracto funcionarial y, en el Congreso de Jena (1911) solamente el 10% de los delegados eran trabajadores.
Esa ruptura que se da en los partidos socialistas y se manifiesta entre 1899 – 1914 no tuvo, en realidad, tanto de ruptura como de evolución de la naturaleza de esas mismas organizaciones desde sus fundaciones. Es cierto que Bernstein, como Kautsky y otros, eran discípulos directos de Marx y Engels. Sin embargo, sería un error considerarlos como los máximos responsables. Es claro que la autoridad de todos ellos, alcanzada en vida de Marx y Engels suponía un elemento adicional de confusión. Pero lo cierto es que ellos no hicieron otra cosa que teorizar aquello que las organizaciones socialistas más importantes del viejo continente practicaban y defendían en cada una de sus resoluciones, congresos y posiciones políticas. Así, en el Congreso de Jena (1911), cuando Bernstein ya había publicado una década antes su libro “Las premisas del socialismo y las tareas de la socialdemocracia (1899)” no solo no tuvo apenas réplica, al contrario, sus tesis se difundieron ampliamente por el continente de la mano de fabianos en Inglaterra, jauresistas en Francia, etc. Frecuentemente se ha señalado como responsables del revisionismo a sus grandes dirigentes (Lassalle, Bernstein, Kautsky, etc.) y poco interés se ha prestado a las verdaderas fuerzas y a la base material que hicieron que esas ideas se difundieran por todo el continente [9].
El ejemplo de Lassalle y el socialismo alemán quizás sean el ejemplo revelador de lo expuesto anteriormente. Fue el fundador de la Asociación general de Trabajadores de Alemania (AGT) y, en 1875, se adhirió al partido Socialdemócrata Obrero de Alemania que se convertiría en el SPD tras el congreso en que se aprobó el conocido programa de Gotha [10]. La AGT nunca se afilió a la Internacional (AIT), sino que orbitó a su alrededor. Lassalle y su organización eran hostiles al sindicalismo [11] y el SPD nace así preñado de lassalleanismo. Pero tampoco el socialismo inglés conseguiría escapar de otras dinámicas oportunistas; excesivamente sindicalistas y parlamentaristas, los fabianos constituyeron el germen del Partido Laborista Británico, pero no eran marxistas. Por lo tanto, no podemos hablar de un socialismo británico de inspiración marxista hasta el s XX [12], con el Partido Socialista Británico (1911).
En este punto hemos hecho un recorrido a la inversa del proceso. Es decir, hemos comenzado por los grandes jefes del oportunismo y las organizaciones obreras, pero hemos omitido de poner el foco en la gran masa asalariada, invirtiendo el orden y eliminando su primer eslabón. Frecuentemente se habla – cuando se trata de relacionar el imperialismo con el oportunismo – del estrato privilegiado de obreros comprados con los superbeneficios de trusts y demás asociaciones imperialistas y a través de sus estados. Sin embargo, poco o nada de la amplia base social de asalariados que reproducen y nutren la mayor parte de filas de aquellas organizaciones. Veamos lo que dice al respecto Lenin en el Congreso de Stuttgart de 1907:
“Solo la clase proletaria, que mantiene a toda la sociedad, puede provocar la revolución social. Sin embargo, como resultado de la extensa política colonial, el proletario europeo se encuentra en parte en una posición cuando no es su trabajo, sino el trabajo de los nativos prácticamente esclavizados en las colonias, lo que mantiene a toda la sociedad. La burguesía británica, por ejemplo, obtiene más ganancias de los muchos millones de habitantes de la India y otras colonias que de los trabajadores británicos. En ciertos países, esto proporciona la base material y económica para infectar al proletariado con el chovinismo colonial. Por supuesto, tal fenómeno podría ser solo temporal, pero, no obstante, el mal debe ser claramente destacado y sus causas entendidas para poder reunir al proletariado de todos los países en la lucha contra tal oportunismo”.
Solo adquiriendo conciencia de la magnitud del problema, seremos capaces de asimilar mejor la imperiosa necesidad de rectificar estilos de trabajos que solo pueden ser de cierta utilidad cuando se pretende combatir al oportunismo instalado en una élite que resulta en una minoría de la clase obrera, cuando el problema real es que el oportunismo es mayor cuanto más amplia es la base. De ahí la urgencia en desarrollar estilos de trabajo y una lucha ideológica mucho más astuta, estilo que pasa inevitablemente por trabajar la unidad comunista. Como veremos más adelante, la necesidad es mayor no solo por lo inevitable del problema (el oportunismo) como veremos justo a continuación; es de imperiosa necesidad por la magnitud del mismo.
● ¿Es inevitable la aparición del oportunismo de derecha?
Vista la relación directa entre los flujos expansivos del Capital y los cambios que operan en la esfera ideológica y cultural, cabe preguntarnos, entonces, acerca de la inevitabilidad de tal fenómeno. Ya Marx y Engels estudiaron sistemáticamente esas relaciones entre el incipiente imperialismo y su efecto en la conciencia del proletariado inglés. Así, Engels escribió a Marx el 7 de octubre de 1858:
“El proletariado inglés se está aburguesando de hecho cada día más; por lo que se ve, esta nación, la más burguesa de todas, aspira a tener, en resumidas cuentas, al lado de la burguesía una aristocracia burguesa y un proletariado burgués. Naturalmente, por parte de una nación que explota al mundo entero, esto es, hasta cierto punto, lógico”.
Años más tarde vuelve a referirse al problema en el seno de los sindicatos ingleses:
“…las peores tradeuniones inglesas que consienten ser dirigidas por individuos vendidos a la burguesía o que, por lo menos, son pagados por ella…”.
Y en la carta del 12 de septiembre de 1882 a Kautsky, Engels escribía:
“Me pregunta usted qué piensan los obreros ingleses acerca de la política colonial. Lo mismo que piensan de la política en general. Aquí no hay un partido obrero, no hay más que radicales conservadores y liberales, y los obreros se aprovechan, junto con ellos, con la mayor tranquilidad, del monopolio colonial de Inglaterra y de su monopolio en el mercado mundial”.
Lenin va más allá y llega a hablar de un proceso por el que superbeneficios coloniales e imperialistas se dedican a la subvención por parte de los monopolios dedicados a ofrecer mejores condiciones a aquellos trabajadores situados en los eslabones más proximales de la cadena de mando y propiedad del gran capital. El estado hace lo propio a través de subvenciones y por todos son conocidos algunos mecanismos de financiación de los partidos por intereses privados. Pero lo anterior, como hemos afirmado, es inevitable. Como afirma Engels “…esto es, hasta cierto punto, lógico”.
No deseamos, sin embargo, poner el acento en las maniobras más conscientes de la burguesía y su “intelligentsia”. El propio desarrollo económico de cualquier “modo de producción” de cualquier época y en toda formación social, supone inevitablemente nuevas divisiones del trabajo a todos los niveles y en todas las esferas: desde aquel puramente técnico hasta crear nuevas formas de trabajo manual [13] e intelectual [14]. El mismo Estado, en el desarrollo de la Administración a lo largo de la Historia, tampoco escapa a esa lógica y requiere de nuevas reorganizaciones y modernizaciones que, inevitablemente dan lugar a nuevas especializaciones que garantizan la reproducción de las relaciones económicas y sociales minimizando la “conflictividad social”.
Una vez que ha quedado clara la inexorable tendencia al constante desarrollo del pensamiento pequeñoburgués, tanto en los periodos de expansión económica del capital [15] como en el normal desarrollo de las relaciones económicas, su estrecha relación con el desarrollo del trabajo intelectual en la sociedad y en tiempos de crisis, la proletarización de de la pequeña burguesía inoculan todavía más su propia ideología a masas y movimientos obreros, podemos volver al recorrido histórico.
● Los comunistas y el oportunismo de izquierdas
Los partidos comunistas europeos nacieron más tarde (a partir de 1914) y, con frecuencia, como reacción y ruptura de los socialistas (oportunistas de derechas), al calor de la I GM, con vocación revolucionaria, aunque frecuentemente con un cierto aventurerismo infantil en Europa occidental. Los socialistas terminan votando los créditos de guerra, desarrollando así una conciencia cada vez más socialchovinista y llamando a la “unión sagrada” de todas las clases de la nación ¿Cuál fue la actitud entonces de los comunistas? Las tesis reformistas y socialchovinistas que dominaban la II Internacional encontraron, en Rosa Luxemburgo como en Lenin, la respuesta acertada para combatir tales desviaciones de signo “derechista”: la unidad política y la lucha ideológica. Ante la reticencia de muchos socialistas revolucionarios a fundar una nueva internacional y tras algunas reuniones infructuosas en Suiza, Lenin escribió “La bancarrota de la Internacional zimmerwaldiana [16]. Necesidad de crear una III Internacional» (1917). La realidad política de tal ruptura en Europa occidental y oriental, por muy diferente que fuera ´su base económica, guardaba un asombroso paralelismo, casi calcado en el movimiento socialista de Europa occidental y Rusia. La diferencia era en la tendencia de la correlación de fuerzas. Mientras en el occidente la socialdemocracia iba venciendo, en el oriente los bolcheviques iban ganando más apoyos entre la población y arrinconando y desenmascarando a los mencheviques.
Pero el triunfo de los bolcheviques en Rusia no significó el triunfo también, de forma mecánica en Europa. Las frustraciones en Europa se iban sucediendo (Hungría 1919, espartaquistas en Alemania, etc.) las similitudes entre unos y otros procesos se limitaban exclusivamente a la posición opuesta ante la guerra de socialistas y comunistas. Por debajo, la economía, las formaciones sociales, el grado de desarrollo desigual, el peso de la “aristocracia obrera”, etc. todo era distinto. La magnitud de la I GM era claro síntoma del agotamiento del liberalismo económico y democrático en el desarrollo del capitalismo ya en fase de consolidación imperialista. Al mismo tiempo que el agotamiento del socialchovinismo y el reformismo de la II Internacional, de la socialdemocracia en occidente y el menchevismo en Rusia. Pero el triunfo de Octubre, contagió a los comunistas europeos de un exceso de optimismo, los llevó a sobreestimar las fuerzas propias y a subestimar tanto las enemigas como la capacidad de reproducción de todo sistema económico, hasta en sus crisis más agudas. La revolución proletaria mundial era, a ojos de los comunistas europeos, inminente. Pero ese diagnóstico era del todo equivocado, partía de una concepción metafísica del fin del capitalismo en base a la “teoría del derrumbe” [17], asumida en parte por R. Luxemburgo y la izquierda comunista alemana. Además, la III Internacional contribuyó a alimentar en exceso esa tendencia al constituirse, durante sus primeros más como un Partido Comunista Internacional que como una coordinadora internacional de partidos comunistas. Así, durante un tiempo se instaló en la internacional como en los partidos comunistas occidentales la falsa concepción de la espontaneidad de la revolución: si el sistema estaba agonizando y era incapaz de procurar un mínimo de dignidad a los obreros, el sistema colapsaría y estos se alzarían casi espontáneamente dirigidos por los comunistas.
Su Lee
publicado en septiembre de 2020 en la web de Unidad Obrera
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La producción marxista recoge un fenómeno típico de las sociedades capitalistas altamente desarrolladas. Es el que Engels [1] identificó como aparición de una “aristocracia obrera” en el seno de la clase obrera que, si bien hasta finales del s XIX solo apareció de exclusivamente en Inglaterra [2], a medida que las demás potencias industriales se irán igualando, dicho fenómeno se extendería por todas y cada una de las sociedades industriales capitalistas a finales de siglo. Existe una relación muy estrecha entre imperialismo, la aristocracia obrera y el oportunismo, pero cada uno pertenece a diferentes esferas de la formación social: el imperialismo es la forma y estadio particular en que se dan las mejores condiciones para la formación de un nuevo estrato o subestrato en el seno mismo de la clase obrera, capa de trabajadores más o menos privilegiados. Que tal fenómeno – como se verá más adelante – es inevitable, pero con ello no trazamos una relación unilateral, absolutamente determinista en la que atribuimos toda manifestación de oportunismo a tal fenómeno. Así, no todo oportunismo será producto de la aristocracia obrera, pero sí todo desarrollo de la aristocracia obrera llevará consigo formas de oportunismo, especialmente de signo derechista.
Así como también veremos que es inevitable la aparición de este nuevo sector en el seno de nuestra clase obrera, también lo será la producción y manifestación de sus ideas burguesas. Pero no incidiremos más de lo necesario en esos aspectos, porque lo que nos interesa es poner el acento en aquello que podemos evitar, y que forma parte de otro proceso mucho más peligroso. Nos estamos refiriendo al proceso de cambio en la naturaleza de clase de las organizaciones revolucionarias, a través de la silenciosa suplantación de la composición orgánica de la militancia y de sus cuadros. Proceso que se suele dar entre la aparición de la aristocracia obrera y la difusión del oportunismo a través de sus jefecillos. Es mucho más peligroso que el oportunismo en sí por el ámbito en el que se da, en los partidos socialistas y comunistas. Es un proceso doblemente peligroso, porque no hace ruido, no es inmediato sino de lenta suplantación de militantes socialistas y comunistas en sus organizaciones, que se manifiesta cuando ya es demasiado tarde: en los congresos y asambleas más importantes de cada organización donde está en juego la línea revolucionaria y el carácter de clase de la organización. Es más peligroso que la aparición de los nuevos jefes del oportunismo, porque cuando estos aparecen, la militancia y los cuadros de las organizaciones ya han sido frecuentemente suplantadas, siendo incapaces las organizaciones de rechazar esos nuevos postulados.
Por último, se verá un tanto el oportunismo de signo contrario, el izquierdismo, tan o más peligroso que el anterior. Con frecuencia aparece como respuesta al primero –aunque no siempre- y por eso, a lo largo de nuestra historia, al izquierdismo se le reconoce fácilmente por su tendencia al “sectarismo”, a la confusión de la “táctica y la estrategia” tomando a los objetivos estratégicos del socialismo como tácticos. Por eso, al no tener en cuenta la naturaleza contradictoria de ambos, tampoco lo tiene en “la unidad y la lucha”. Como veremos más adelante, el izquierdismo volverá a tomar lo segundo en el mismo lugar que lo primero, y solo es capaz de ver antes la lucha que la unidad. Huye de toda unidad, sobre todo de las alianzas, a las que considera una especie de anathema que irremediablemente lo arrastraría hacia el oportunismo de derechas.
A continuación, comenzaremos con la base material, seguiremos con las repercusiones en las organizaciones obreras, las formas del oportunismo, su inevitabilidad y terminaremos situando brevemente la polémica alrededor de la táctica, la unidad y la lucha, así como enmarcando los dos principales ámbitos de la lucha ideológica.
● Del desarrollo capitalista y el oportunismo en los obreros y trabajadores.
Es en los países imperialistas donde la burguesía, además de apropiarse de la plusvalía nacional, esta lo hace también de sus colonias (beneficios extraordinarios) y, lo que aparentemente son simples movimientos de plusvalía (nacional e internacional) y migraciones (interiores y exteriores), lo cierto es que operan grandes cambios en las formaciones sociales. En el caso que nos ocupa, van operando ciertos cambios en la mentalidad de los obreros, que de forma espontánea niega derechos democráticos a los obreros migrantes y el derecho de autodeterminación de las colonias, consiguiendo así dividir y enfrentar al proletariado, despierta el chovinismo en el seno de las organizaciones obreras (socialchovinismo), fortalece la burocratización [3] de las organizaciones obreras llegando incluso a sistematizar los pactos con el estado burgués y la patronal como si de unas nuevas Alianzas de Birmingham [4] se tratara.
Existe otro fenómeno “no consciente” y mecánico, igualmente vinculado al desarrollo económico. Pero en este caso, en lugar de ir asociado a la tendencia creciente o ascendente de las fases expansivas que proporcionan una “bonanza económica” lo es en su fase contraria, al contraerse la economía y reajustarse el Capital con las fuerzas productivas sobrantes. Esto es, en las crisis y recesiones capitalistas particularmente. En estas condiciones tiene lugar el fenómeno contrario: la proletarización de masas importantes de burguesía y pequeña burguesía. Con ello, el capitalismo no solo arrastra al sujeto burgués a engrosar las filas del proletariado: consigo introduce, además, la ideología burguesa. Así, Lenin nos ofrece en “Marxismo y revisionismo” (1908) y en “Las diferencias en el movimiento obrero europeo” (1910) el certero diagnóstico de que, la tendencia constante de proletarización de capas intermedias del proletariado e incluso de la pequeña burguesía, al formar parte de las filas obreras, arrastran consigo también su ideología y la introducen en las organizaciones obreras.
Pero, además, la clase obrera, por sí sola también desarrolla oportunismo en las sociedades de capitalismo altamente desarrollado, es decir, aquellas con grandes divisiones del trabajo sectorial, técnico e intelectual. Así, la base material que hace posible la aparición de la “aristocracia obrera” son algunas formaciones de asociacionismo obrero que, por su alta especialización, cualificación, posición y lugar que ocupan en el proceso de producción o de mando, están capacitadas para conseguir mejores condiciones para sí que para los demás. Estaríamos hablando aquí de las prácticas “corporativistas” tan arraigadas, en sectores obreros más propias de auténticos gremios [5]]. Esta sería otra forma de oportunismo en el seno de la clase obrera ligado al propio desarrollo del capitalismo y a un desarrollo de la lucha exclusivamente economicista. En uno de los planteamientos programáticos para el II Congreso de la Internacional Comunista (1920) se aprecia muy acertadamente el fenómeno y sus consecuencias:
“Los obreros industriales no podrán cumplir su misión histórico-universal de liberar a la humanidad de la opresión del capital y de las guerras, si estos obreros se encierran en el marco de intereses estrechamente gremiales, estrechamente profesionales y se limitan, satisfechos, a preocupaciones con miras a mejorar su situación que a veces es tolerable desde el punto de vista pequeñoburgués. Esto es precisamente lo que ocurre en muchos países avanzados donde hay una ‘aristocracia obrera’, la cual constituye la base de los partidos pseudosocialistas de la II Internacional” [6].
● Del desarrollo capitalista y el oportunismo en las organizaciones.
La II ruptura en el movimiento socialista internacional [7] hunde sus raíces materiales en una fase expansiva del capitalismo europeo-occidental a finales del s XIX, en el umbral de la Primera Guerra Mundial (IGM). En el plano teórico lo hace de la mano de los señores Eduard Bernstein y Karl Kautsky, entre otros. El desarrollo de ese revisionismo no es más que el reflejo en la producción ideológica de cambios operados por la economía en todas las esferas de las formaciones sociales: esto es, entre 1871 y 1914 donde se sitúa la transición del “imperialismo librecambista al de capital monopolista”. Europa asiste a una gran fase de expansión económica con evidentes cambios en todas las esferas de las formaciones sociales capitalistas. Así, su gran manifestación cultural queda plasmada en la “Belle Époque” [8]. Los partidos socialistas marxistas del momento tampoco fueron ajenos a cambios de tal envergadura. Como ejemplo, entre 1900 y 1914 se triplicó la cifra de miembros del partido socialista alemán de extracto funcionarial y, en el Congreso de Jena (1911) solamente el 10% de los delegados eran trabajadores.
Esa ruptura que se da en los partidos socialistas y se manifiesta entre 1899 – 1914 no tuvo, en realidad, tanto de ruptura como de evolución de la naturaleza de esas mismas organizaciones desde sus fundaciones. Es cierto que Bernstein, como Kautsky y otros, eran discípulos directos de Marx y Engels. Sin embargo, sería un error considerarlos como los máximos responsables. Es claro que la autoridad de todos ellos, alcanzada en vida de Marx y Engels suponía un elemento adicional de confusión. Pero lo cierto es que ellos no hicieron otra cosa que teorizar aquello que las organizaciones socialistas más importantes del viejo continente practicaban y defendían en cada una de sus resoluciones, congresos y posiciones políticas. Así, en el Congreso de Jena (1911), cuando Bernstein ya había publicado una década antes su libro “Las premisas del socialismo y las tareas de la socialdemocracia (1899)” no solo no tuvo apenas réplica, al contrario, sus tesis se difundieron ampliamente por el continente de la mano de fabianos en Inglaterra, jauresistas en Francia, etc. Frecuentemente se ha señalado como responsables del revisionismo a sus grandes dirigentes (Lassalle, Bernstein, Kautsky, etc.) y poco interés se ha prestado a las verdaderas fuerzas y a la base material que hicieron que esas ideas se difundieran por todo el continente [9].
El ejemplo de Lassalle y el socialismo alemán quizás sean el ejemplo revelador de lo expuesto anteriormente. Fue el fundador de la Asociación general de Trabajadores de Alemania (AGT) y, en 1875, se adhirió al partido Socialdemócrata Obrero de Alemania que se convertiría en el SPD tras el congreso en que se aprobó el conocido programa de Gotha [10]. La AGT nunca se afilió a la Internacional (AIT), sino que orbitó a su alrededor. Lassalle y su organización eran hostiles al sindicalismo [11] y el SPD nace así preñado de lassalleanismo. Pero tampoco el socialismo inglés conseguiría escapar de otras dinámicas oportunistas; excesivamente sindicalistas y parlamentaristas, los fabianos constituyeron el germen del Partido Laborista Británico, pero no eran marxistas. Por lo tanto, no podemos hablar de un socialismo británico de inspiración marxista hasta el s XX [12], con el Partido Socialista Británico (1911).
En este punto hemos hecho un recorrido a la inversa del proceso. Es decir, hemos comenzado por los grandes jefes del oportunismo y las organizaciones obreras, pero hemos omitido de poner el foco en la gran masa asalariada, invirtiendo el orden y eliminando su primer eslabón. Frecuentemente se habla – cuando se trata de relacionar el imperialismo con el oportunismo – del estrato privilegiado de obreros comprados con los superbeneficios de trusts y demás asociaciones imperialistas y a través de sus estados. Sin embargo, poco o nada de la amplia base social de asalariados que reproducen y nutren la mayor parte de filas de aquellas organizaciones. Veamos lo que dice al respecto Lenin en el Congreso de Stuttgart de 1907:
“Solo la clase proletaria, que mantiene a toda la sociedad, puede provocar la revolución social. Sin embargo, como resultado de la extensa política colonial, el proletario europeo se encuentra en parte en una posición cuando no es su trabajo, sino el trabajo de los nativos prácticamente esclavizados en las colonias, lo que mantiene a toda la sociedad. La burguesía británica, por ejemplo, obtiene más ganancias de los muchos millones de habitantes de la India y otras colonias que de los trabajadores británicos. En ciertos países, esto proporciona la base material y económica para infectar al proletariado con el chovinismo colonial. Por supuesto, tal fenómeno podría ser solo temporal, pero, no obstante, el mal debe ser claramente destacado y sus causas entendidas para poder reunir al proletariado de todos los países en la lucha contra tal oportunismo”.
Solo adquiriendo conciencia de la magnitud del problema, seremos capaces de asimilar mejor la imperiosa necesidad de rectificar estilos de trabajos que solo pueden ser de cierta utilidad cuando se pretende combatir al oportunismo instalado en una élite que resulta en una minoría de la clase obrera, cuando el problema real es que el oportunismo es mayor cuanto más amplia es la base. De ahí la urgencia en desarrollar estilos de trabajo y una lucha ideológica mucho más astuta, estilo que pasa inevitablemente por trabajar la unidad comunista. Como veremos más adelante, la necesidad es mayor no solo por lo inevitable del problema (el oportunismo) como veremos justo a continuación; es de imperiosa necesidad por la magnitud del mismo.
● ¿Es inevitable la aparición del oportunismo de derecha?
Vista la relación directa entre los flujos expansivos del Capital y los cambios que operan en la esfera ideológica y cultural, cabe preguntarnos, entonces, acerca de la inevitabilidad de tal fenómeno. Ya Marx y Engels estudiaron sistemáticamente esas relaciones entre el incipiente imperialismo y su efecto en la conciencia del proletariado inglés. Así, Engels escribió a Marx el 7 de octubre de 1858:
“El proletariado inglés se está aburguesando de hecho cada día más; por lo que se ve, esta nación, la más burguesa de todas, aspira a tener, en resumidas cuentas, al lado de la burguesía una aristocracia burguesa y un proletariado burgués. Naturalmente, por parte de una nación que explota al mundo entero, esto es, hasta cierto punto, lógico”.
Años más tarde vuelve a referirse al problema en el seno de los sindicatos ingleses:
“…las peores tradeuniones inglesas que consienten ser dirigidas por individuos vendidos a la burguesía o que, por lo menos, son pagados por ella…”.
Y en la carta del 12 de septiembre de 1882 a Kautsky, Engels escribía:
“Me pregunta usted qué piensan los obreros ingleses acerca de la política colonial. Lo mismo que piensan de la política en general. Aquí no hay un partido obrero, no hay más que radicales conservadores y liberales, y los obreros se aprovechan, junto con ellos, con la mayor tranquilidad, del monopolio colonial de Inglaterra y de su monopolio en el mercado mundial”.
Lenin va más allá y llega a hablar de un proceso por el que superbeneficios coloniales e imperialistas se dedican a la subvención por parte de los monopolios dedicados a ofrecer mejores condiciones a aquellos trabajadores situados en los eslabones más proximales de la cadena de mando y propiedad del gran capital. El estado hace lo propio a través de subvenciones y por todos son conocidos algunos mecanismos de financiación de los partidos por intereses privados. Pero lo anterior, como hemos afirmado, es inevitable. Como afirma Engels “…esto es, hasta cierto punto, lógico”.
No deseamos, sin embargo, poner el acento en las maniobras más conscientes de la burguesía y su “intelligentsia”. El propio desarrollo económico de cualquier “modo de producción” de cualquier época y en toda formación social, supone inevitablemente nuevas divisiones del trabajo a todos los niveles y en todas las esferas: desde aquel puramente técnico hasta crear nuevas formas de trabajo manual [13] e intelectual [14]. El mismo Estado, en el desarrollo de la Administración a lo largo de la Historia, tampoco escapa a esa lógica y requiere de nuevas reorganizaciones y modernizaciones que, inevitablemente dan lugar a nuevas especializaciones que garantizan la reproducción de las relaciones económicas y sociales minimizando la “conflictividad social”.
Una vez que ha quedado clara la inexorable tendencia al constante desarrollo del pensamiento pequeñoburgués, tanto en los periodos de expansión económica del capital [15] como en el normal desarrollo de las relaciones económicas, su estrecha relación con el desarrollo del trabajo intelectual en la sociedad y en tiempos de crisis, la proletarización de de la pequeña burguesía inoculan todavía más su propia ideología a masas y movimientos obreros, podemos volver al recorrido histórico.
● Los comunistas y el oportunismo de izquierdas
Los partidos comunistas europeos nacieron más tarde (a partir de 1914) y, con frecuencia, como reacción y ruptura de los socialistas (oportunistas de derechas), al calor de la I GM, con vocación revolucionaria, aunque frecuentemente con un cierto aventurerismo infantil en Europa occidental. Los socialistas terminan votando los créditos de guerra, desarrollando así una conciencia cada vez más socialchovinista y llamando a la “unión sagrada” de todas las clases de la nación ¿Cuál fue la actitud entonces de los comunistas? Las tesis reformistas y socialchovinistas que dominaban la II Internacional encontraron, en Rosa Luxemburgo como en Lenin, la respuesta acertada para combatir tales desviaciones de signo “derechista”: la unidad política y la lucha ideológica. Ante la reticencia de muchos socialistas revolucionarios a fundar una nueva internacional y tras algunas reuniones infructuosas en Suiza, Lenin escribió “La bancarrota de la Internacional zimmerwaldiana [16]. Necesidad de crear una III Internacional» (1917). La realidad política de tal ruptura en Europa occidental y oriental, por muy diferente que fuera ´su base económica, guardaba un asombroso paralelismo, casi calcado en el movimiento socialista de Europa occidental y Rusia. La diferencia era en la tendencia de la correlación de fuerzas. Mientras en el occidente la socialdemocracia iba venciendo, en el oriente los bolcheviques iban ganando más apoyos entre la población y arrinconando y desenmascarando a los mencheviques.
Pero el triunfo de los bolcheviques en Rusia no significó el triunfo también, de forma mecánica en Europa. Las frustraciones en Europa se iban sucediendo (Hungría 1919, espartaquistas en Alemania, etc.) las similitudes entre unos y otros procesos se limitaban exclusivamente a la posición opuesta ante la guerra de socialistas y comunistas. Por debajo, la economía, las formaciones sociales, el grado de desarrollo desigual, el peso de la “aristocracia obrera”, etc. todo era distinto. La magnitud de la I GM era claro síntoma del agotamiento del liberalismo económico y democrático en el desarrollo del capitalismo ya en fase de consolidación imperialista. Al mismo tiempo que el agotamiento del socialchovinismo y el reformismo de la II Internacional, de la socialdemocracia en occidente y el menchevismo en Rusia. Pero el triunfo de Octubre, contagió a los comunistas europeos de un exceso de optimismo, los llevó a sobreestimar las fuerzas propias y a subestimar tanto las enemigas como la capacidad de reproducción de todo sistema económico, hasta en sus crisis más agudas. La revolución proletaria mundial era, a ojos de los comunistas europeos, inminente. Pero ese diagnóstico era del todo equivocado, partía de una concepción metafísica del fin del capitalismo en base a la “teoría del derrumbe” [17], asumida en parte por R. Luxemburgo y la izquierda comunista alemana. Además, la III Internacional contribuyó a alimentar en exceso esa tendencia al constituirse, durante sus primeros más como un Partido Comunista Internacional que como una coordinadora internacional de partidos comunistas. Así, durante un tiempo se instaló en la internacional como en los partidos comunistas occidentales la falsa concepción de la espontaneidad de la revolución: si el sistema estaba agonizando y era incapaz de procurar un mínimo de dignidad a los obreros, el sistema colapsaría y estos se alzarían casi espontáneamente dirigidos por los comunistas.
Última edición por lolagallego el Lun Nov 23, 2020 3:15 pm, editado 1 vez