La Izquierda bolchevique y el poder obrero 1919-1927. Los Centralistas democráticos y la Oposición obrera
Michel Olivier - febrero 2011 en español
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En la Presentación se dice: Léonard Schapiro comienza su libro Les bolcheviks et l’opposition1 escribiendo: “es sorprendente que, por lo que yo sé, la historia de la oposición política a Lenin jamás ha sido objeto de un estudio completo y detallado”2 . Es cierto. Él comenzó este trabajo, pero ¿por qué se queda en 1922? De hecho, se detiene cuando cree que el poder ya no puede ser puesto en tela de juicio por las oposiciones, especialmente después de una medida que pesa fuertemente y más que otras, la prohibición de las fracciones internas en el Xº Congreso del partido comunista (marzo de 1921) y en un momento en que el poder también ahogará en sangre la rebelión de Cronstadt.
Es una cierta visión institucional de la historia, la de los que tienen el poder y que han conseguido imponer el suyo. Por lo demás, él lo escribe en su conclusión: “Muchos de ellos (los dirigentes bolcheviques) aún debían rebelarse en 19233 cuando descubrieron que, en realidad, se había tratado de consolidar el dominio del aparato central del Partido. Pero entonces, como otras veces, era demasiado tarde.”4 Desde nuestro punto de vista, la historia no la hacen únicamente los vencedores. Hay victorias que revelan ser derrotas. Para
el movimiento obrero, que sólo ha conocido una lista impresionante de derrotas, lo que siguió a la revolución en Rusia, a saber, la constitución de un Estado imperialista considerado generalmente como una victoria, se analiza como una terrible derrota. [...]
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En la Presentación se dice: Léonard Schapiro comienza su libro Les bolcheviks et l’opposition1 escribiendo: “es sorprendente que, por lo que yo sé, la historia de la oposición política a Lenin jamás ha sido objeto de un estudio completo y detallado”2 . Es cierto. Él comenzó este trabajo, pero ¿por qué se queda en 1922? De hecho, se detiene cuando cree que el poder ya no puede ser puesto en tela de juicio por las oposiciones, especialmente después de una medida que pesa fuertemente y más que otras, la prohibición de las fracciones internas en el Xº Congreso del partido comunista (marzo de 1921) y en un momento en que el poder también ahogará en sangre la rebelión de Cronstadt.
Es una cierta visión institucional de la historia, la de los que tienen el poder y que han conseguido imponer el suyo. Por lo demás, él lo escribe en su conclusión: “Muchos de ellos (los dirigentes bolcheviques) aún debían rebelarse en 19233 cuando descubrieron que, en realidad, se había tratado de consolidar el dominio del aparato central del Partido. Pero entonces, como otras veces, era demasiado tarde.”4 Desde nuestro punto de vista, la historia no la hacen únicamente los vencedores. Hay victorias que revelan ser derrotas. Para
el movimiento obrero, que sólo ha conocido una lista impresionante de derrotas, lo que siguió a la revolución en Rusia, a saber, la constitución de un Estado imperialista considerado generalmente como una victoria, se analiza como una terrible derrota. [...]