David Riazanov: Humanista, editor de Marx, disidente rojo
Nicolás González Varela
publicado en 2014 en Marx desde cero
—6 mensajes—
“Yo no soy un bolchevique, no soy un menchevique, no soy un leninista. Soy solamente marxista, y, como marxista, soy un comunista”
(David Riazanov, 1924)
“Corremos el riesgo de conocer a Luxemburg o Lenin de la A a la Z, e ignorar los escritos del propio Marx.”
(David Riazanov, 1924)
Un gran biógrafo de Marx, Boris Nicolaïevski,(1) reconocía en 1937 que de cada mil socialistas, tal vez sólo uno haya leído una obra completa de Marx; y de cada mil antimarxistas, ni uno. Y lo peor, concluía, es que Marx ya no estaba de moda. Cuarenta años antes, un gran teórico y militante, Labriola, al participar en el publicitado debate sobre la valencia científica de la obra de Marx en 1897 (la llamada “primera crisis del Marxismo”, y cuyos principales interlocutores eran nada menos que intelectuales de la talla de George Sorel, Eduard Bernstein y Benedetto Croce),(2) se preguntaba con inocencia: “los escritos de Marx y Engels… ¿fueron leídos enteramente por algún externo al grupo de amigos y adeptos próximos, esto es, de los seguidores e intérpretes directos de los autores mismos?… Añádese a eso la rareza de muchos de los escritos aludidos, y hasta la imposibilidad de dar con algunos de ellos.” Y concluía proféticamente si “este ambiente literario”, esta situación hermenéutica adversa, no era uno de los culpables de la mala asimilación, de la aparente decadencia y crisis del pensamiento de Marx. Con pesimismo recapitulaba en una sentencia profética: “Leer todos los escritos de los fundadores del socialismo científico ha resultado hasta ahora un privilegio de iniciados.”(3)
Ya el fundador del anarcosindicalismo Georges Sorel, con quien precisamente intercambia opiniones Labriola, había llegado a conclusiones similares en su balance parcial del arraigo del Marxismo en las condiciones materiales de Europa a inicios del siglo XX. Según Sorel y por el mismo motivo: “les thèses marxistes n’ont point été, généralement, bien comprises en France et en Angleterre par les écrivains qui s’occupent des questions sociales”.(4)
Parafraseando a Frossard, podría decirse que la mayoría de los marxistas no conocen los escritos de Marx mejor de lo que los católicos conocen la Summa de Santo Tomás de Aquino. Labriola se preguntaba a propósito de la “crisis” o decadencia de Marx, “cómo nos puede asombrar… que muchos y muchos escritores, sobre todo publicistas, hayan tenido la tentación de tomar críticas de adversarios, o de citas incidentales, o de arriesgadas inferencias basadas en pasos sueltos, o de recuerdos vagos, los elementos necesarios para construirse un Marxisme de su invención y a su manera? …El Materialismo Histórico –que en cierto sentido es todo el Marxismo– ha pasado… por una infinidad de equívocos, malas interpretaciones, alteraciones grotescas, disfraces extraños e invenciones gratuitas… que tenían por fuerza que ser un obstáculo para las personas que quisieran hacerse con una cultura socialista.” Nikolaïevski y Labriola (aunque no sólo ellos) estaban convencidos que a Marx le esperaría siempre un sino de mala recepción, que empezaba por la misma difusión e irradiación de sus textos. Labriola señalaba otro obstáculo, aún más profundo y riesgoso, que es el que aquí nos ocupa: la misma rareza de los escritos de Marx y la imposibilidad de contar con ediciones confiables de ellos. Incluso no tanto de ediciones fiables, sino de ediciones sin más. El lector responsable de la obra marxianne debía pasar, según Labriola, por condiciones ordinarias más extremas que la de cualquier filólogo o historiador para estudiar los documentos de la Antigüedad. Por experiencia propia, se preguntaba: “¿Hay mucha gente en el mundo que tenga la paciencia suficiente para andar durante años… a la busca de un ejemplar de la Misère de la Philosophie… o de aquel libro singular que es la Heilige Familie; gente que esté dispuesta a soportar, por disponer de un ejemplar de la Neue reinische Zeitung, más fatigas que las que tiene que pasar en condiciones ordinarias de hoy día cualquier filólogo o historiador para leer y estudiar todos los documentos del antiguo Egipto?.”(5)
Labriola sólo constataba una dificultad fáctica que nació con el marxismo mismo y que lo llevó como un estigma hasta nuestros días: las enormes dificultades por establecer y editar, con criterios científicos actualizados, sus obras completas. Labriola reclamaba al SPD, en posesión de los manuscritos (Nachlass), que “sería un deber del partido alemán el dar una edición completa y crítica de todos los escritos de Marx y Engels; quiero decir, una edición acompañada en cada caso de prólogos descriptivos y declarativos, índices de referencia, notas y remisiones… Habrá que añadir a los escritos ya aparecidos en forma de libros o de opúsculos, los artículos de periódicos, los manifiestos, las circulares, los programas y todas las cartas que, por ser de interés público y general, tengan una importancia política o científica”. Terminante concluía: “No hay elección que hacer: hay que poner al alcance de los lectores toda la obra científica y política, toda la producción literaria de los dos fundadores… incluso la ocasional. Y no se trata tampoco de reunir un Corpus iuris, ni de redactar un Testamentum juxta canonem receptum, sino de recoger los escritos con cuidado y para que ellos mismos hablen directamente a quien tenga ganas de leerlos”.
Simplemente que Marx pueda hablar directamente… Además reconocía que la propia vida le había impedido escribir sus obras según los cánones del arte de faire le livre, por lo que su literatura era fragmentos de una ciencia y de una política en devenir constante. El Marxismo, si existe algo que pueda llamarse así, era eminentemente un sistema abierto. Labriola ya había marcado con suficiente claridad no sólo los criterios de una política editorial, sino los problemas materiales objetivos que conllevaban los Nachlass de Marx (y Engels). La posta de su desafío editorial la tomaría no el partido-guía de Occidente, sino un joven estado en plena guerra civil interna y externa: la Rusia de los Soviets.
Un marxólogo en el partido-guía de la Socialdemocracia
La Primera Guerra Mundial de 1914-1918 – sumada a la revolución triunfante en Rusia entre febrero-octubre de 1917– provocó un paréntesis forzoso y prolongado en la inicial difusión, aunque lenta, mezquina, manipulada y tímida del Marx secreto. Pero ya en el trabajo editorial realizado por el SPD se comenzó a ver, de forma a veces grosera, la manipulación y tergiversación que podían sufrir los manuscritos marxianos cuando sus contenidos se cruzaran con los estrechos intereses de la “razón de partido”, el Parteiinteresse. Y cómo en la alquimia final perdía, no sólo el mismo pensamiento crítico de Marx, sino sus potenciales lectores y militantes, en última instancia, el movimiento práctico. Lo cierto es que hacia 1910 en el ámbito cultural del Austromarxismus se había empezado a discutir el proyecto de unas obras completas de M&E (los socialdemócratas austríacos ya habían empezado a publicar una revista de marxología de enorme importancia, la primera en la Historia, la Marx-Studien, aparecida entre 1904 y 1923 en Viena).(6) Max Adler, Otto Bauer, Adolf Braun, Rudolf Hilferding y Karl Renner, las luminarias marxistas del Austromarxismo, se reúnen en Viena durante la famosa Konferenz de enero de 1911 con un tal David Riazanov, socialdemócrata ruso, entonces colaborando con el archivo de Berlín del SPD, que era el albacea testamentario de los Marxischen Schriften, el Nachlass literario inédito de Engels y Marx. La carta-intención del ambicioso plan editorial aparece firmada en Viena, el 1º de enero de 1911 por Adler, Bauer, Braun, Hilferding, Renner, todos austromarxistas y N. Rjasanoff (Riazanov), es decir: representantes de los dos partidos más importantes de la socialdemocracia mundial.(7) Allí se establecen por primera vez las primitivas líneas editoriales de una edición científica de Marx, incluyendo Die deutsche Ideologie, reclamándose unos presupuestos de edición mínimos y científicos (wissenschaftlichen Anforderungen), tanto sobre la obra publicada como con relación al Nachlass, presupuestos que consistirían en lograr una situación hermeneútica adecuada: 1) registros completos de las variantes literarias e introducciones histórico-críticas a sus escritos; 2) un aparato biográfico adecuado sobre Engels y Marx y su desarrollo político-intelectual; 3) un aparato biográfico de las personalidades intelectuales y políticas, y de sus obras, que aparecen a lo largo de sus textos; 4) además de la edición científica, planificar ediciones populares para comprensión de los trabajadores que permanezcan vinculadas en la colección científica-sistemática, sobre secciones o puntos clave de Das Kapital (como la teoría materialista de la Historia, sobre la lucha de clases y la revolución en el siglo XIX, sobre teoría económica, filosofía política, sobre la situación social, etc.).
En el ambicioso Editionsplan de 1911 también surgen entre líneas los primeros interrogantes: ¿quién financiará semejante empresa científico-editorial? Ni el SPD o el SPÖ estaban muy interesados en dar a conocer el Marx desconocido. Muchos de sus gestos eran puramente decorativos, para legitimar el grupo dirigente frente a la base. En el horizonte aparecía la necesidad técnico-financiera de ediciones populares, al estilo de la futura Werke. Los preparativos fueron interrumpidos por el estallido de la Gran Guerra. Pero se comenzaba a percibir cierta sensibilidad nacida de la necesidad de tener una edición completa y confiable de los escritos de Marx. Luego del triunfo y consolidación de la revolución bolchevique, la suerte de los escritos de Marx parecería que sería tocada, por primera vez, por la diosa Fortuna. Todo el potencial de un estado se identifica con su obra y pone a disposición de su difusión todos los recursos a su alcance. ¿Habría de poner el nuevo estado un punto final al derrotero caprichoso de los manuscritos de Marx y publicar su obra póstuma en una edición completa, científica, objetiva, crítica y con precios populares? El hombre que podía asumir con seriedad profesional, honestidad intelectual y eficacia esta tarea dentro del partido socialdemócrata ruso, ya que sus trabajos anteriores y su pasado intelectual lo calificaban de manera indudable para ser el cerebro editorial de semejante empresa, era sin duda un ucraniano-judío, David B.Goldendach, nome de guerre: Riazanov, Ryazanoff, Rjasanoff o Bukvoed (pseudónimo autoirónico, ya que en ruso significa “pedante libresco”).
Rusia, 1921: la pre-historia de un Marxismo abierto
Con Lenin en vida y la guerra civil finalizada, y con el dominio del sistema de partido único desde 1918, durante el IX Congreso del VKP (b), del Partido Comunista Pansoviético (bolchevique), un hombre de la vieja guardia declara: “El Parlamento inglés lo puede todo, excepto cambiar a un hombre en mujer. Nuestro Comité Central es mucho más poderoso: ya ha cambiado a más de un hombre revolucionario en buena mujer, y el número de buenas mujeres se multiplica de un modo increíble”. En 1922 el mismo hombre se opone públicamente a la pena de muerte en el caso de la ejecución sumaria de militantes socialrevolucionarios o de militantes socialistas. ¿Quién era este loco audaz? Odessa, esa gran ciudad autónoma y cosmopolita en Ucrania, en la que en palabras de Pushkin “se puede oler Europa, se puede hablar francés y encontrar prensa europea”, vio nacer a David Zimkhe Zelman Berov Goldendach en el seno de una familia judía acomodada un 10 de marzo de 1870.
La ciudad era hogar de una numerosa comunidad judía (en el censo de 1897 comprendía el 37% de la población). Ciudad de tristes pogroms zaristas (1821, 1859, 1871, 1881, 1905). Ciudad de soporte económico-cultural del Sionismo. David dit Riazanov fue una de las figuras más capacitadas, comprometidas y relevantes de los primeros tensos años de la historia soviética. Excéntrico, con una excepcional memoria, una personalidad volátil y romántica e imbuido de una capacidad de trabajo ilimitada. Un viejo amigo, Steklov, lo recuerda “leyendo siempre y en todo lugar: cuando caminaba, en compañía de otros, cenando”. Trotsky lo definía como “orgánicamente incapaz de cobardía, o de perogrullo”, añadiendo que “toda ostentación vistosa de lealtad le repugnaba”. Opositor frecuente de las posiciones de Lenin (él se consideraba un bolchevique no-leninista) o del poderoso Stalin (a quien en plena campaña contra Trotsky interrumpió en un congreso con un “¡Déjalo, Koba! No te pongas en ridículo. Todo el mundo sabe muy bien que la teoría no es tu fuerte”). Lunacharsky llama a Riazanov “indiscutiblemente el hombre más culto en nuestro partido”, pero tan independiente y autónomo que el periodista revolucionario John Silas Reed lo describe como un hombre-fracción, “as a bitterly objecting minority of one”.[8] David fue revolucionario desde su misma adolescencia, viviendo gran parte de su juventud en prisión, deportado o en el exilio. A los 14 años era “correo secreto” de los populistas; a los 16 fue excluido del Liceo por insuficiencia en griego antiguo. Es arrestado por primera vez en 1887. En las duras condiciones de las prisiones zaristas organiza la vida de los prisioneros políticos alrededor de tres cosas: gimnasia (mañana y tarde), prohibición de fumar y turnos fijos de estudio (durante los cuales estaba prohibido hacer ruido). En prisión prepara lecturas de Marx y traduce los escritos del economista David Ricardo. En 1890, ya en el exilio europeo, con veinte años, participa como representante ruso en el Congreso de Bruselas de la Segunda Internacional y establece relaciones personales y políticas con las luminarias del socialismo europeo: August Bebel, Karl Kautsky, Eduard Bernstein, Rosa Luxemburg, Rudolf Hilferding, Charles Rapoport, Pablo Iglesias, incluso con la hija de Marx, Laura y su marido, Paul Lafargue. La necesidad le obliga a hablar varias lenguas (alemán, francés, inglés; respetablemente se hace entender en polaco e italiano). En el famoso congreso del POSDR de 1903 en Bélgica, que produce la escisión entre bolcheviques y mencheviques, Riazanov critica el nuevo sectarismo de Lenin, el fetiche antidemocrático del “centralismo democrático” y las tendencias antidemocráticas organizativas. Fuera de las dos tendencias, organiza un grupo propio y autónomo de las finanzas de la Segunda Internacional y lucha por construir un partido socialista copiado del modelo alemán. Retorna a Rusia en 1905, entrando a militar en las organizaciones de los trabajadores metalúrgicos de San Petersburgo. En 1907 es arrestado, en el flujo de la revolución de 1905, y retoma, una vez más, el camino del exilio europeo.
Los siguientes diez años vivirá en Occidente y se dedicará, en el intersticio de su vida militante, a investigar y escribir sobre la historia del anarquismo, el socialismo y el movimiento obrero europeo. Escribe en el diario teórico del SPD dirigido por Kautsky, “Die Neue Zeit”; escribe también en el diario teórico de la socialdemocracia austríaca dirigido por Bauer, Renner y Braun, “Der Kampf”. Una importante conexión de afecto y militancia que hizo en estos tiempos duros fue la del padre del austromarxismo Carl Grünberg,(9) fundador del injustamente olvidado Archiv für die Geschichte des Sozialismus und der Arbeiterbewegung, conocido simplemente como el “Grünberg Archiv”. Grünberg (1861-1940) austrorumano,(10) era el primer marxista en acceder a una cátedra en una universidad del Imperio Alemán. El Archiv se editó entre 1910 y 1930, saliendo quince números, finalizó paradójicamente con la aparición de la Zeitschrift für Sozialforschung de Horkheimer, cuya orientación cambió por completo para aggiornarse al nacionalsocialismo. En la revista editada por el Institut für Sozialforschung (la luego famosa “Escuela de Frankfurt” fundada en 1923 por el mismo Grünberg) escribieron notables teóricos de la naciente sociología, como Robert Michels o Franz Oppenheimer, economistas como Henryk Grossmann, filósofos marxistas como Rodolfo Mondolfo, eminentes juristas como Hans Kelsen, hasta Kautsky, Mehring y el mismo Riazanov (como Rjasanoff: por ejemplo en 1916 presentando una carta inédita de Jacoby a Marx). Karl Korsch, Lukács, Max y Friedrich Adler, biógrafos e historiadores como Max Nettlau, Gustav Mayer (gran biógrafo de Engels) y Boris Nicolaievski (futuro scout del IME en Berlín y biógrafo de Marx) contribuyeron en sus páginas, indicando numerosos puntos de contacto con el origen del “Marxismo Occidental” o noleninista y el trabajo de difusión de los escritos de Marx.(11) Riazanov adquiere la merecida reputación de ser una de las más autorizadas voces sobre Marx, Engels y la historia del Marxismo en toda Europa. Sus principales trabajos de esta época son sobre Marx y la Rusia zarista, Marx y el trabajo periodístico, Engels y la cuestión polaca, la mayoría publicados en alemán y luego en ruso en el diario teórico de Lenin “Prosveshchenie” o en el diario del ala izquierda “Sovremennii Mir”. En 1909 consigue una comisión como Benützer (usuario) de la Anton Menger Stiftung, que poseía una biblioteca invaluable de los clásicos anarquistas y socialistas (alrededor de 16000 volúmenes), para editar documentos de la Iª Internacional. Este trabajo le permite ingresar en importantes bibliotecas y archivos de toda Europa. Además su amistad con Bebel y Kautsky le permite libre acceso a la vasta biblioteca del SPD y al depósito de los Nachlass (manuscritos) de Marx y Engels.
Así era David Zimkhe Zelman Berov Goldenbach, alias “Riazanov”, a quien definieron adecuadamente como aquella persona que “por una duda en una coma en un manuscrito de Marx era capaz de viajar toda la noche en un tren de cuarta clase sin calefacción desde Viena a Londres.”(12) Nada menos que Karl Kautsky, llamado el “Papa” del Marxismo, le escribe lo siguiente proponiéndole que sea el responsable de una historia de la Iª Internacional: “Cuando tuve la oportunidad de familiarizarme con su investigación de las obras de Marx, inmediatamente me vino a la mente que usted es la persona adecuada para este trabajo de expertos sobre el Marxismo, el movimiento sindical, que está familiarizado con las relaciones internacionales como ningún otro, un experto en nuestra Literatura socialista que podría preparar el trabajo ejemplar de la Internacional.”(13) El primer volumen de esta prometedora Historia de la Internacional, con el que se enfrentó a las deformaciones y falsificaciones de los historiadores anarquistas y proudhonianos, con la rica documentación fruto de un intenso trabajo, fue redactada en 1914, pero el estallido de la Primera Guerra impidió publicarla cuando se corregían sus pruebas de imprenta.(14) Su cercanía con una de las hijas de Marx, Laura Lafargue, le da la posibilidad de investigar los archivos familiares y la correspondencia más íntima, tanta era su fama de especialista en Marx que se le invita a la casa de los Lafargue en Draveil (Francia) para que clasifique y ordene los documentos inéditos que se han depositado en la casa. En 1911, mientras ordenaba este archivo familiar, encontró varios borradores de cartas in-octavo inéditas: eran las respuestas polémicas de Marx a la populista rusa Vera Zasúlich (las pudo publicar recién en 1923 en una recopilación de materiales sobre la historia del movimiento revolucionario ruso).(15) El SPD lo urge a continuar el irregular trabajo de divulgación de Bernstein y Mehring de trabajos olvidados, inhallables o inéditos.(16) Hacia el filo de 1917 Riazanov pudo publicar dos volúmenes escritos de la década de 1850 de Marx y Engels, incluyendo alrededor de 250 artículos desconocidos para el gran público de diarios en los que colaboraba Marx, aunque aparecían sin su firma, como “The New York Tribune”, “The People’s Paper” y “Neue Oder Zeitung”.(17) Entre los años 1908-1917, Riazanov publicó más de un centenar de folletos, artículos, libros, ensayos, reseñas de libros, presentaciones, notas y otros textos originales de o sobre Marx.(18) Además Riazanov será el responsable de la mejor edición científica de escritos de Engels y Marx editada hasta ese momento, publicada en 1917 en Alemania, los Gesammelte Schriften von Karl Marx und Friedrich Engels, 1852 bis 1862.(19) Llegado a este punto un contemporáneo podía decir que Riazanov “conocía hasta los puntos y comas de los escritos de Marx y Engels.” Y no se equivocaba. Por supuesto no dejó la militancia: tuvo destacada participación en las escuelas pertenecientes a las divisiones internas del POSDR: en 1909 con Aleksandr Bogdanov, el líder bolchevique no-leninista, y su escuela de cuadros en Capri (financiada por Maxim Gorky);(20) en 1911 en la escuela de Longjumeau (París), dirigida por Lenin. Riazanov describe en ese año la escisión de esta manera: “los Bolcheviques se han dividido en dos fracciones: 1) Leninistas, que incluye a los bolcheviques iniciales pero sin ‘Machistas’ (seguidores de la filosofía de Mach), ‘expropiadores’ ni antiparlamentaristas; 2) Bolcheviques puros, incluídos los del diario ‘Vpered’, con Bogdanov, Lunacharsky y Liadov.” Por ese tiempo fue aliado de Trotsky, enfrentándose al tándem Plekhanov-Lenin y colaborando en el diario menchevique “Golos”. Estallada la guerra en 1914, participó en la Conferencia de Zimmerwald, organizada por socialistas críticos del socialchauvinismo y el imperialismo. La revolución de febrero de 1917 lo encuentra exiliado en Suiza. Retorna a Rusia en mayo, atravesando Alemania y Polonia, igual que lo había hecho Lenin un mes antes, junto con 280 camaradas de todo color y pelaje (desde los líderes del menchevismo Martov y Axelrod, a socialrevolucionarios y anarquistas). Militará en el “Mezhraiontsy”, un grupo interdistrital de Petersburgo fundado en 1913, de bolcheviques no-leninistas, mencheviques de izquierda e internacionalistas (entre otros: Trotsky, Lunacharsky, Sukhanov, Joffe, Uritsky, etc.). El objetivo de la plataforma era unificar las dos fracciones del POSDR. En julio-agosto se funden con los bolcheviques leninistas después del intento de golpe de estado de Kornilov. Riazanov se transforma en uno de los más prominentes oradores y activistas sindicales antes de octubre del 1917. Es elegido para la presidencia del IIº Congreso de todos los Soviets y miembro ejecutivo del Consejo Central Sindical de Rusia. En octubre se opone al “putsch” y la insurrección armada propuesta por Lenin. Después de la toma del poder, trabaja como miembro ejecutivo del Comisariado de Educación (Narkompros) bajo la dirección de Lunacharsky. Se opone a las posiciones del partido en muchas cuestiones cruciales: sostiene la existencia de un sistema soviético pluripartidista, y no deja de llamar a mencheviques y socialrevolucionarios “camaradas”. Se opone a la dictadura del Comité central, a las cooptaciones a dedo, al uso de la fuerza y a la represión contra partidos obreros, a la dispersión de la recientemente electa Asamblea Constituyente (dominada por mencheviques y S-R’s), a la represión contra los socialrevolucionarios, al Tratado de Brest-Litovsk. En el debate sobre la cuestión sindical se enfrenta a Trotsky y a Lenin, defendiendo la independencia y la autonomía de los sindicatos. Lucha denodadamente por la libre expresión dentro del partido, la legalidad fraccional, la genuina democracia. Una quijotesca cruzada contra la burocracia. Su prestigio, intelectual y militante, hace que nadie tenga autoridad para callarlo o intentar expulsarlo (ni siquiera Lenin). Pero poco a poco fue neutralizada su influencia, primero en el ámbito sindical. Riazanov no se amedrenta: ya muerto Lenin y durante el Congreso del partido en 1924 declara: “sin derecho y responsabilidad a expresar nuestras opiniones esto no puede llamarse Partido Comunista”. En un discurso en la Kommunistischeskoi Akademii (la Academia de los profesores rojos creada en 1918) declara el mismo año: “No soy bolchevique, no soy menchevique; y no soy leninista. Sólo soy un marxista, y como marxista soy comunista”. Sabía que estaba condenado, solo era cuestión de tiempo.
Nicolás González Varela
publicado en 2014 en Marx desde cero
—6 mensajes—
“Yo no soy un bolchevique, no soy un menchevique, no soy un leninista. Soy solamente marxista, y, como marxista, soy un comunista”
(David Riazanov, 1924)
“Corremos el riesgo de conocer a Luxemburg o Lenin de la A a la Z, e ignorar los escritos del propio Marx.”
(David Riazanov, 1924)
Un gran biógrafo de Marx, Boris Nicolaïevski,(1) reconocía en 1937 que de cada mil socialistas, tal vez sólo uno haya leído una obra completa de Marx; y de cada mil antimarxistas, ni uno. Y lo peor, concluía, es que Marx ya no estaba de moda. Cuarenta años antes, un gran teórico y militante, Labriola, al participar en el publicitado debate sobre la valencia científica de la obra de Marx en 1897 (la llamada “primera crisis del Marxismo”, y cuyos principales interlocutores eran nada menos que intelectuales de la talla de George Sorel, Eduard Bernstein y Benedetto Croce),(2) se preguntaba con inocencia: “los escritos de Marx y Engels… ¿fueron leídos enteramente por algún externo al grupo de amigos y adeptos próximos, esto es, de los seguidores e intérpretes directos de los autores mismos?… Añádese a eso la rareza de muchos de los escritos aludidos, y hasta la imposibilidad de dar con algunos de ellos.” Y concluía proféticamente si “este ambiente literario”, esta situación hermenéutica adversa, no era uno de los culpables de la mala asimilación, de la aparente decadencia y crisis del pensamiento de Marx. Con pesimismo recapitulaba en una sentencia profética: “Leer todos los escritos de los fundadores del socialismo científico ha resultado hasta ahora un privilegio de iniciados.”(3)
Ya el fundador del anarcosindicalismo Georges Sorel, con quien precisamente intercambia opiniones Labriola, había llegado a conclusiones similares en su balance parcial del arraigo del Marxismo en las condiciones materiales de Europa a inicios del siglo XX. Según Sorel y por el mismo motivo: “les thèses marxistes n’ont point été, généralement, bien comprises en France et en Angleterre par les écrivains qui s’occupent des questions sociales”.(4)
Parafraseando a Frossard, podría decirse que la mayoría de los marxistas no conocen los escritos de Marx mejor de lo que los católicos conocen la Summa de Santo Tomás de Aquino. Labriola se preguntaba a propósito de la “crisis” o decadencia de Marx, “cómo nos puede asombrar… que muchos y muchos escritores, sobre todo publicistas, hayan tenido la tentación de tomar críticas de adversarios, o de citas incidentales, o de arriesgadas inferencias basadas en pasos sueltos, o de recuerdos vagos, los elementos necesarios para construirse un Marxisme de su invención y a su manera? …El Materialismo Histórico –que en cierto sentido es todo el Marxismo– ha pasado… por una infinidad de equívocos, malas interpretaciones, alteraciones grotescas, disfraces extraños e invenciones gratuitas… que tenían por fuerza que ser un obstáculo para las personas que quisieran hacerse con una cultura socialista.” Nikolaïevski y Labriola (aunque no sólo ellos) estaban convencidos que a Marx le esperaría siempre un sino de mala recepción, que empezaba por la misma difusión e irradiación de sus textos. Labriola señalaba otro obstáculo, aún más profundo y riesgoso, que es el que aquí nos ocupa: la misma rareza de los escritos de Marx y la imposibilidad de contar con ediciones confiables de ellos. Incluso no tanto de ediciones fiables, sino de ediciones sin más. El lector responsable de la obra marxianne debía pasar, según Labriola, por condiciones ordinarias más extremas que la de cualquier filólogo o historiador para estudiar los documentos de la Antigüedad. Por experiencia propia, se preguntaba: “¿Hay mucha gente en el mundo que tenga la paciencia suficiente para andar durante años… a la busca de un ejemplar de la Misère de la Philosophie… o de aquel libro singular que es la Heilige Familie; gente que esté dispuesta a soportar, por disponer de un ejemplar de la Neue reinische Zeitung, más fatigas que las que tiene que pasar en condiciones ordinarias de hoy día cualquier filólogo o historiador para leer y estudiar todos los documentos del antiguo Egipto?.”(5)
Labriola sólo constataba una dificultad fáctica que nació con el marxismo mismo y que lo llevó como un estigma hasta nuestros días: las enormes dificultades por establecer y editar, con criterios científicos actualizados, sus obras completas. Labriola reclamaba al SPD, en posesión de los manuscritos (Nachlass), que “sería un deber del partido alemán el dar una edición completa y crítica de todos los escritos de Marx y Engels; quiero decir, una edición acompañada en cada caso de prólogos descriptivos y declarativos, índices de referencia, notas y remisiones… Habrá que añadir a los escritos ya aparecidos en forma de libros o de opúsculos, los artículos de periódicos, los manifiestos, las circulares, los programas y todas las cartas que, por ser de interés público y general, tengan una importancia política o científica”. Terminante concluía: “No hay elección que hacer: hay que poner al alcance de los lectores toda la obra científica y política, toda la producción literaria de los dos fundadores… incluso la ocasional. Y no se trata tampoco de reunir un Corpus iuris, ni de redactar un Testamentum juxta canonem receptum, sino de recoger los escritos con cuidado y para que ellos mismos hablen directamente a quien tenga ganas de leerlos”.
Simplemente que Marx pueda hablar directamente… Además reconocía que la propia vida le había impedido escribir sus obras según los cánones del arte de faire le livre, por lo que su literatura era fragmentos de una ciencia y de una política en devenir constante. El Marxismo, si existe algo que pueda llamarse así, era eminentemente un sistema abierto. Labriola ya había marcado con suficiente claridad no sólo los criterios de una política editorial, sino los problemas materiales objetivos que conllevaban los Nachlass de Marx (y Engels). La posta de su desafío editorial la tomaría no el partido-guía de Occidente, sino un joven estado en plena guerra civil interna y externa: la Rusia de los Soviets.
Un marxólogo en el partido-guía de la Socialdemocracia
La Primera Guerra Mundial de 1914-1918 – sumada a la revolución triunfante en Rusia entre febrero-octubre de 1917– provocó un paréntesis forzoso y prolongado en la inicial difusión, aunque lenta, mezquina, manipulada y tímida del Marx secreto. Pero ya en el trabajo editorial realizado por el SPD se comenzó a ver, de forma a veces grosera, la manipulación y tergiversación que podían sufrir los manuscritos marxianos cuando sus contenidos se cruzaran con los estrechos intereses de la “razón de partido”, el Parteiinteresse. Y cómo en la alquimia final perdía, no sólo el mismo pensamiento crítico de Marx, sino sus potenciales lectores y militantes, en última instancia, el movimiento práctico. Lo cierto es que hacia 1910 en el ámbito cultural del Austromarxismus se había empezado a discutir el proyecto de unas obras completas de M&E (los socialdemócratas austríacos ya habían empezado a publicar una revista de marxología de enorme importancia, la primera en la Historia, la Marx-Studien, aparecida entre 1904 y 1923 en Viena).(6) Max Adler, Otto Bauer, Adolf Braun, Rudolf Hilferding y Karl Renner, las luminarias marxistas del Austromarxismo, se reúnen en Viena durante la famosa Konferenz de enero de 1911 con un tal David Riazanov, socialdemócrata ruso, entonces colaborando con el archivo de Berlín del SPD, que era el albacea testamentario de los Marxischen Schriften, el Nachlass literario inédito de Engels y Marx. La carta-intención del ambicioso plan editorial aparece firmada en Viena, el 1º de enero de 1911 por Adler, Bauer, Braun, Hilferding, Renner, todos austromarxistas y N. Rjasanoff (Riazanov), es decir: representantes de los dos partidos más importantes de la socialdemocracia mundial.(7) Allí se establecen por primera vez las primitivas líneas editoriales de una edición científica de Marx, incluyendo Die deutsche Ideologie, reclamándose unos presupuestos de edición mínimos y científicos (wissenschaftlichen Anforderungen), tanto sobre la obra publicada como con relación al Nachlass, presupuestos que consistirían en lograr una situación hermeneútica adecuada: 1) registros completos de las variantes literarias e introducciones histórico-críticas a sus escritos; 2) un aparato biográfico adecuado sobre Engels y Marx y su desarrollo político-intelectual; 3) un aparato biográfico de las personalidades intelectuales y políticas, y de sus obras, que aparecen a lo largo de sus textos; 4) además de la edición científica, planificar ediciones populares para comprensión de los trabajadores que permanezcan vinculadas en la colección científica-sistemática, sobre secciones o puntos clave de Das Kapital (como la teoría materialista de la Historia, sobre la lucha de clases y la revolución en el siglo XIX, sobre teoría económica, filosofía política, sobre la situación social, etc.).
En el ambicioso Editionsplan de 1911 también surgen entre líneas los primeros interrogantes: ¿quién financiará semejante empresa científico-editorial? Ni el SPD o el SPÖ estaban muy interesados en dar a conocer el Marx desconocido. Muchos de sus gestos eran puramente decorativos, para legitimar el grupo dirigente frente a la base. En el horizonte aparecía la necesidad técnico-financiera de ediciones populares, al estilo de la futura Werke. Los preparativos fueron interrumpidos por el estallido de la Gran Guerra. Pero se comenzaba a percibir cierta sensibilidad nacida de la necesidad de tener una edición completa y confiable de los escritos de Marx. Luego del triunfo y consolidación de la revolución bolchevique, la suerte de los escritos de Marx parecería que sería tocada, por primera vez, por la diosa Fortuna. Todo el potencial de un estado se identifica con su obra y pone a disposición de su difusión todos los recursos a su alcance. ¿Habría de poner el nuevo estado un punto final al derrotero caprichoso de los manuscritos de Marx y publicar su obra póstuma en una edición completa, científica, objetiva, crítica y con precios populares? El hombre que podía asumir con seriedad profesional, honestidad intelectual y eficacia esta tarea dentro del partido socialdemócrata ruso, ya que sus trabajos anteriores y su pasado intelectual lo calificaban de manera indudable para ser el cerebro editorial de semejante empresa, era sin duda un ucraniano-judío, David B.Goldendach, nome de guerre: Riazanov, Ryazanoff, Rjasanoff o Bukvoed (pseudónimo autoirónico, ya que en ruso significa “pedante libresco”).
Rusia, 1921: la pre-historia de un Marxismo abierto
Con Lenin en vida y la guerra civil finalizada, y con el dominio del sistema de partido único desde 1918, durante el IX Congreso del VKP (b), del Partido Comunista Pansoviético (bolchevique), un hombre de la vieja guardia declara: “El Parlamento inglés lo puede todo, excepto cambiar a un hombre en mujer. Nuestro Comité Central es mucho más poderoso: ya ha cambiado a más de un hombre revolucionario en buena mujer, y el número de buenas mujeres se multiplica de un modo increíble”. En 1922 el mismo hombre se opone públicamente a la pena de muerte en el caso de la ejecución sumaria de militantes socialrevolucionarios o de militantes socialistas. ¿Quién era este loco audaz? Odessa, esa gran ciudad autónoma y cosmopolita en Ucrania, en la que en palabras de Pushkin “se puede oler Europa, se puede hablar francés y encontrar prensa europea”, vio nacer a David Zimkhe Zelman Berov Goldendach en el seno de una familia judía acomodada un 10 de marzo de 1870.
La ciudad era hogar de una numerosa comunidad judía (en el censo de 1897 comprendía el 37% de la población). Ciudad de tristes pogroms zaristas (1821, 1859, 1871, 1881, 1905). Ciudad de soporte económico-cultural del Sionismo. David dit Riazanov fue una de las figuras más capacitadas, comprometidas y relevantes de los primeros tensos años de la historia soviética. Excéntrico, con una excepcional memoria, una personalidad volátil y romántica e imbuido de una capacidad de trabajo ilimitada. Un viejo amigo, Steklov, lo recuerda “leyendo siempre y en todo lugar: cuando caminaba, en compañía de otros, cenando”. Trotsky lo definía como “orgánicamente incapaz de cobardía, o de perogrullo”, añadiendo que “toda ostentación vistosa de lealtad le repugnaba”. Opositor frecuente de las posiciones de Lenin (él se consideraba un bolchevique no-leninista) o del poderoso Stalin (a quien en plena campaña contra Trotsky interrumpió en un congreso con un “¡Déjalo, Koba! No te pongas en ridículo. Todo el mundo sabe muy bien que la teoría no es tu fuerte”). Lunacharsky llama a Riazanov “indiscutiblemente el hombre más culto en nuestro partido”, pero tan independiente y autónomo que el periodista revolucionario John Silas Reed lo describe como un hombre-fracción, “as a bitterly objecting minority of one”.[8] David fue revolucionario desde su misma adolescencia, viviendo gran parte de su juventud en prisión, deportado o en el exilio. A los 14 años era “correo secreto” de los populistas; a los 16 fue excluido del Liceo por insuficiencia en griego antiguo. Es arrestado por primera vez en 1887. En las duras condiciones de las prisiones zaristas organiza la vida de los prisioneros políticos alrededor de tres cosas: gimnasia (mañana y tarde), prohibición de fumar y turnos fijos de estudio (durante los cuales estaba prohibido hacer ruido). En prisión prepara lecturas de Marx y traduce los escritos del economista David Ricardo. En 1890, ya en el exilio europeo, con veinte años, participa como representante ruso en el Congreso de Bruselas de la Segunda Internacional y establece relaciones personales y políticas con las luminarias del socialismo europeo: August Bebel, Karl Kautsky, Eduard Bernstein, Rosa Luxemburg, Rudolf Hilferding, Charles Rapoport, Pablo Iglesias, incluso con la hija de Marx, Laura y su marido, Paul Lafargue. La necesidad le obliga a hablar varias lenguas (alemán, francés, inglés; respetablemente se hace entender en polaco e italiano). En el famoso congreso del POSDR de 1903 en Bélgica, que produce la escisión entre bolcheviques y mencheviques, Riazanov critica el nuevo sectarismo de Lenin, el fetiche antidemocrático del “centralismo democrático” y las tendencias antidemocráticas organizativas. Fuera de las dos tendencias, organiza un grupo propio y autónomo de las finanzas de la Segunda Internacional y lucha por construir un partido socialista copiado del modelo alemán. Retorna a Rusia en 1905, entrando a militar en las organizaciones de los trabajadores metalúrgicos de San Petersburgo. En 1907 es arrestado, en el flujo de la revolución de 1905, y retoma, una vez más, el camino del exilio europeo.
Los siguientes diez años vivirá en Occidente y se dedicará, en el intersticio de su vida militante, a investigar y escribir sobre la historia del anarquismo, el socialismo y el movimiento obrero europeo. Escribe en el diario teórico del SPD dirigido por Kautsky, “Die Neue Zeit”; escribe también en el diario teórico de la socialdemocracia austríaca dirigido por Bauer, Renner y Braun, “Der Kampf”. Una importante conexión de afecto y militancia que hizo en estos tiempos duros fue la del padre del austromarxismo Carl Grünberg,(9) fundador del injustamente olvidado Archiv für die Geschichte des Sozialismus und der Arbeiterbewegung, conocido simplemente como el “Grünberg Archiv”. Grünberg (1861-1940) austrorumano,(10) era el primer marxista en acceder a una cátedra en una universidad del Imperio Alemán. El Archiv se editó entre 1910 y 1930, saliendo quince números, finalizó paradójicamente con la aparición de la Zeitschrift für Sozialforschung de Horkheimer, cuya orientación cambió por completo para aggiornarse al nacionalsocialismo. En la revista editada por el Institut für Sozialforschung (la luego famosa “Escuela de Frankfurt” fundada en 1923 por el mismo Grünberg) escribieron notables teóricos de la naciente sociología, como Robert Michels o Franz Oppenheimer, economistas como Henryk Grossmann, filósofos marxistas como Rodolfo Mondolfo, eminentes juristas como Hans Kelsen, hasta Kautsky, Mehring y el mismo Riazanov (como Rjasanoff: por ejemplo en 1916 presentando una carta inédita de Jacoby a Marx). Karl Korsch, Lukács, Max y Friedrich Adler, biógrafos e historiadores como Max Nettlau, Gustav Mayer (gran biógrafo de Engels) y Boris Nicolaievski (futuro scout del IME en Berlín y biógrafo de Marx) contribuyeron en sus páginas, indicando numerosos puntos de contacto con el origen del “Marxismo Occidental” o noleninista y el trabajo de difusión de los escritos de Marx.(11) Riazanov adquiere la merecida reputación de ser una de las más autorizadas voces sobre Marx, Engels y la historia del Marxismo en toda Europa. Sus principales trabajos de esta época son sobre Marx y la Rusia zarista, Marx y el trabajo periodístico, Engels y la cuestión polaca, la mayoría publicados en alemán y luego en ruso en el diario teórico de Lenin “Prosveshchenie” o en el diario del ala izquierda “Sovremennii Mir”. En 1909 consigue una comisión como Benützer (usuario) de la Anton Menger Stiftung, que poseía una biblioteca invaluable de los clásicos anarquistas y socialistas (alrededor de 16000 volúmenes), para editar documentos de la Iª Internacional. Este trabajo le permite ingresar en importantes bibliotecas y archivos de toda Europa. Además su amistad con Bebel y Kautsky le permite libre acceso a la vasta biblioteca del SPD y al depósito de los Nachlass (manuscritos) de Marx y Engels.
Así era David Zimkhe Zelman Berov Goldenbach, alias “Riazanov”, a quien definieron adecuadamente como aquella persona que “por una duda en una coma en un manuscrito de Marx era capaz de viajar toda la noche en un tren de cuarta clase sin calefacción desde Viena a Londres.”(12) Nada menos que Karl Kautsky, llamado el “Papa” del Marxismo, le escribe lo siguiente proponiéndole que sea el responsable de una historia de la Iª Internacional: “Cuando tuve la oportunidad de familiarizarme con su investigación de las obras de Marx, inmediatamente me vino a la mente que usted es la persona adecuada para este trabajo de expertos sobre el Marxismo, el movimiento sindical, que está familiarizado con las relaciones internacionales como ningún otro, un experto en nuestra Literatura socialista que podría preparar el trabajo ejemplar de la Internacional.”(13) El primer volumen de esta prometedora Historia de la Internacional, con el que se enfrentó a las deformaciones y falsificaciones de los historiadores anarquistas y proudhonianos, con la rica documentación fruto de un intenso trabajo, fue redactada en 1914, pero el estallido de la Primera Guerra impidió publicarla cuando se corregían sus pruebas de imprenta.(14) Su cercanía con una de las hijas de Marx, Laura Lafargue, le da la posibilidad de investigar los archivos familiares y la correspondencia más íntima, tanta era su fama de especialista en Marx que se le invita a la casa de los Lafargue en Draveil (Francia) para que clasifique y ordene los documentos inéditos que se han depositado en la casa. En 1911, mientras ordenaba este archivo familiar, encontró varios borradores de cartas in-octavo inéditas: eran las respuestas polémicas de Marx a la populista rusa Vera Zasúlich (las pudo publicar recién en 1923 en una recopilación de materiales sobre la historia del movimiento revolucionario ruso).(15) El SPD lo urge a continuar el irregular trabajo de divulgación de Bernstein y Mehring de trabajos olvidados, inhallables o inéditos.(16) Hacia el filo de 1917 Riazanov pudo publicar dos volúmenes escritos de la década de 1850 de Marx y Engels, incluyendo alrededor de 250 artículos desconocidos para el gran público de diarios en los que colaboraba Marx, aunque aparecían sin su firma, como “The New York Tribune”, “The People’s Paper” y “Neue Oder Zeitung”.(17) Entre los años 1908-1917, Riazanov publicó más de un centenar de folletos, artículos, libros, ensayos, reseñas de libros, presentaciones, notas y otros textos originales de o sobre Marx.(18) Además Riazanov será el responsable de la mejor edición científica de escritos de Engels y Marx editada hasta ese momento, publicada en 1917 en Alemania, los Gesammelte Schriften von Karl Marx und Friedrich Engels, 1852 bis 1862.(19) Llegado a este punto un contemporáneo podía decir que Riazanov “conocía hasta los puntos y comas de los escritos de Marx y Engels.” Y no se equivocaba. Por supuesto no dejó la militancia: tuvo destacada participación en las escuelas pertenecientes a las divisiones internas del POSDR: en 1909 con Aleksandr Bogdanov, el líder bolchevique no-leninista, y su escuela de cuadros en Capri (financiada por Maxim Gorky);(20) en 1911 en la escuela de Longjumeau (París), dirigida por Lenin. Riazanov describe en ese año la escisión de esta manera: “los Bolcheviques se han dividido en dos fracciones: 1) Leninistas, que incluye a los bolcheviques iniciales pero sin ‘Machistas’ (seguidores de la filosofía de Mach), ‘expropiadores’ ni antiparlamentaristas; 2) Bolcheviques puros, incluídos los del diario ‘Vpered’, con Bogdanov, Lunacharsky y Liadov.” Por ese tiempo fue aliado de Trotsky, enfrentándose al tándem Plekhanov-Lenin y colaborando en el diario menchevique “Golos”. Estallada la guerra en 1914, participó en la Conferencia de Zimmerwald, organizada por socialistas críticos del socialchauvinismo y el imperialismo. La revolución de febrero de 1917 lo encuentra exiliado en Suiza. Retorna a Rusia en mayo, atravesando Alemania y Polonia, igual que lo había hecho Lenin un mes antes, junto con 280 camaradas de todo color y pelaje (desde los líderes del menchevismo Martov y Axelrod, a socialrevolucionarios y anarquistas). Militará en el “Mezhraiontsy”, un grupo interdistrital de Petersburgo fundado en 1913, de bolcheviques no-leninistas, mencheviques de izquierda e internacionalistas (entre otros: Trotsky, Lunacharsky, Sukhanov, Joffe, Uritsky, etc.). El objetivo de la plataforma era unificar las dos fracciones del POSDR. En julio-agosto se funden con los bolcheviques leninistas después del intento de golpe de estado de Kornilov. Riazanov se transforma en uno de los más prominentes oradores y activistas sindicales antes de octubre del 1917. Es elegido para la presidencia del IIº Congreso de todos los Soviets y miembro ejecutivo del Consejo Central Sindical de Rusia. En octubre se opone al “putsch” y la insurrección armada propuesta por Lenin. Después de la toma del poder, trabaja como miembro ejecutivo del Comisariado de Educación (Narkompros) bajo la dirección de Lunacharsky. Se opone a las posiciones del partido en muchas cuestiones cruciales: sostiene la existencia de un sistema soviético pluripartidista, y no deja de llamar a mencheviques y socialrevolucionarios “camaradas”. Se opone a la dictadura del Comité central, a las cooptaciones a dedo, al uso de la fuerza y a la represión contra partidos obreros, a la dispersión de la recientemente electa Asamblea Constituyente (dominada por mencheviques y S-R’s), a la represión contra los socialrevolucionarios, al Tratado de Brest-Litovsk. En el debate sobre la cuestión sindical se enfrenta a Trotsky y a Lenin, defendiendo la independencia y la autonomía de los sindicatos. Lucha denodadamente por la libre expresión dentro del partido, la legalidad fraccional, la genuina democracia. Una quijotesca cruzada contra la burocracia. Su prestigio, intelectual y militante, hace que nadie tenga autoridad para callarlo o intentar expulsarlo (ni siquiera Lenin). Pero poco a poco fue neutralizada su influencia, primero en el ámbito sindical. Riazanov no se amedrenta: ya muerto Lenin y durante el Congreso del partido en 1924 declara: “sin derecho y responsabilidad a expresar nuestras opiniones esto no puede llamarse Partido Comunista”. En un discurso en la Kommunistischeskoi Akademii (la Academia de los profesores rojos creada en 1918) declara el mismo año: “No soy bolchevique, no soy menchevique; y no soy leninista. Sólo soy un marxista, y como marxista soy comunista”. Sabía que estaba condenado, solo era cuestión de tiempo.
Última edición por lolagallego el Miér Dic 16, 2020 8:17 pm, editado 1 vez