«Anti-Gramsci», o ¡Vamos, Antonio, sal a bailar, que tú lo haces fenomenal!
texto de Ángel Rojo publicado en el blog El Salariado en mayo de 2020
—5 mensajes—
El aniversario de la muerte de Gramsci se ha celebrado un año más en la prensa izquierdista con la correspondiente ristra de artículos y panegíricos, loas y cumplidos. Gramsci nunca pasa de moda. Bien es cierto que el corte gramsciano se adapta a todas las temporadas y estilos, y que por su parte la izquierda radical, siempre más preocupada por las apariencias que por el fondo, nunca pierde la oportunidad de cubrir sus vergüenzas con los ropajes más horteras, siempre que sea para dar el pego. Como se suele decir, aquí se junta el hambre con las ganas de comer.
Como toda buena mercancía moderna, la obra y el pensamiento de Gramsci se prepara al gusto del consumidor, que siempre tiene razón. De esta forma, bajo la sombra del árbol gramsciano se puede reunir, en las fiestas de guardar, la gran familia del izquierdismo. Ocurre que la sombra es escasa, pues el árbol nunca fue muy frondoso, y la familia es numerosa, reuniendo a tres generaciones de impostores (a saber: los abuelos estalinistas, los hijos eurocomunistas y los nietos podemitas). Pero ya saben, familia que reza unida permanece unida cual «bloque histórico». Unos agarran su estampita de Gramsci marxista-leninista, fundador y bolchevizador del PCdI. Otros prefieren encomendarse al Gramsci «trotskista», crítico con Stalin. El Gramsci antifascista causa mucha devoción, por supuesto. Y la imagen de Gramsci consejista hay quien asegura que quita el dolor de muelas. A las jóvenes generaciones, por su parte, les encanta disfrazarse con el hábito de «intelectual orgánico» para predicar la «guerra cultural».
Sea como fuere, la fama intelectual de Antonio Gramsci (1891-1937) proviene principalmente de sus obras escritas en la cárcel durante sus últimos años de vida, tras su detención en noviembre de 1926. Evidentemente, sus Cartas y Cuadernos de la cárcel no podían ser otra cosa que la reflexión resultante de su experiencia y aprendizaje político como militante socialista y comunista, entre 1913 y 1926. Pero, por desgracia, tanto la práctica previa como la reflexión teórica posterior adolecen de una completa falta de solidez y sustancia, si medimos éstas, eso sí, según los parámetros del marxismo revolucionario, pues todo depende del color del cristal con que se mire.
Para comprender mejor la figura y el pensamiento de este genio disidente y apreciar el significado histórico de esta lumbrera del comunismo, tenemos que hacer un breve repaso por su vida y milagros.
LOS AÑOS DE MILITANCIA SOCIALISTA DE GRAMSCI
Gramsci, nacido en Cerdeña, dio sus primeros pasos en el movimiento socialista siendo estudiante en la industrial y proletaria ciudad de Turín. En aquella época la situación política italiana era peliaguda, o como diría un gramsciano, muy compleja. La guerra de Libia entre Italia y Turquía (1911-1913), que fue respondida por el movimiento obrero con una huelga general, había provocado una buena sacudida en el Partido Socialista Italiano, dominado por el típico sector reformista, parlamentarista y colaboracionista. En este partido, sin embargo, empezaba a despuntar un ala izquierda, llamada Fracción Intransigente, que capitaneada por Mussolini había logrado expulsar del PSI a los reformistas más recalcitrantes y a los masones, que en Italia (como en España) dominaban la política parlamentaria de izquierdas.
En este contexto, en el invierno de 1913-1914, casi en vísperas de la Gran Guerra, Gramsci se inscribe en el PSI. En aquella época, según cuenta él mismo, padecía «un tipo de anemia cerebral que me quita la memoria, me devasta el cerebro». Ya fuera a causa de los daños cerebrales o de su formación crociana, más que socialista o marxista, el caso es que la actividad de Gramsci durante sus años de militancia socialista no se caracterizó por su claridad de ideas, como vamos a ver.
Dos acontecimientos vinieron a establecer claras fronteras políticas de clase entre los campos proletario y burgués: la Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa. ¿Cómo respondió el maltrecho caletre de Gramsci a tan graves sucesos?
Es sabido que el estallido de la Gran Guerra en el verano de 1914 supuso la bancarrota de la Segunda Internacional, cuyos partidos, carcomidos durante las previas décadas por el reformismo, el parlamentarismo y el nacionalismo, no dudaron en votar los créditos necesarios para que los Estados capitalistas pusieran en marcha toda maquinaria de guerra. El PSI no salió del todo malparado de aquel trance, pronunciándose ambiguamente a favor de la neutralidad («ni adherirse ni sabotear» la guerra, fue la consigna). Sin embargo, dentro del partido no tardó en desarrollarse una corriente favorable a la intervención contra Austria y la «bárbara» Alemania, que se manifestó sobre todo en las páginas del periódico Avanti!, dirigido por Mussolini, quien a la sazón era el líder del ala izquierda del partido, como se ha dicho. En octubre de 1914 Mussolini publicó el polémico artículo titulado «De la neutralidad absoluta a la neutralidad activa y operante», defendiendo abiertamente la intervención, lo cual le valió la expulsión del PSI. Ya conocemos la historia: con dinero procedente, entre otros, de socialistas franceses y de los servicios secretos británicos, fundó el periódico Il Popolo d’Italia y posteriormente el movimiento fascista, que llegaría al gobierno en 1922.
Gramsci, pues, apenas iniciada su militancia socialista, aparte de enfrentarse a los exámenes y las jaquecas tuvo que vérselas con esta grave crisis en el partido. Entre tanta confusión, o como diría hoy un gramsciano, como la realidad era compleja, el sardo debió pensar que si el intransigente Mussolini abogaba por la «neutralidad activa y operante», sus razones debía tener el buen hombre. Además, aquel eslogan sonaba bastante bien. Así que el novicio Gramsci, tan activo y operante él, decidió escribir un artículo con ese mismo título en El Grito del Pueblo, el 31 de octubre.
Verdad es que la propia fórmula de «neutralidad» del PSI invitaba a la confusión y la ambigüedad. ¿Neutralidad de quién? ¿Del Estado italiano en la guerra o del proletariado en la lucha de clases? Pero Gramsci, lejos de aclarar las cosas, las enredó aún más. Leyendo hoy el artículo «Neutralidad activa y operante», lo cierto es que uno no encuentra entre tan engorrosa palabrería ninguna referencia explícita a la intervención en la guerra. Gramsci ciertamente defendía la consigna mussoliniana y alababa el «concretismo realista» del futuro fascista, pero parecía entender la «neutralidad activa y operante» como una apuesta por la lucha de clases. Da la impresión de que Gramsci no estaba muy al tanto de lo que se ventilaba en toda aquella polémica. Pero en todo caso, el artículo otorgó a su autor una reputación de intervencionista que le acompañaría durante todos sus años de militancia socialista.
Nuestro inexperto revolucionario, por tanto, no salió muy airoso de esta primera prueba, pero al menos no siguió a Mussolini y permaneció en el PSI. No le juzguemos por este traspié juvenil y sigámosle en estos años terribles. Por el momento la teoría socialista no era su fuerte. En cambio, en la redacción de sus artículos periodísticos hacía gala de un estilo prometedor y nada prosaico, que le colocaba, eso sí, más que en la estela de Marx, en la de Julián Sanz del Rio. Como buen estudiante de letras, los temas relacionados con la cultura empezaron a hacerle tilín. El concepto de «hegemonía» aún no había echado raíces en su cerebro, pero éste daba muestras de una fecundidad desbordante, capaz de los mayores desatinos y de fenomenales jeroglíficos como estos, extraídos de su artículo «Socialismo y cultura», publicado en El Grito del Pueblo (29/1/1916):
«La cultura es […] organización, disciplina del yo interior, apoderamiento de la personalidad propia, conquista de superior conciencia por la cual se llega a comprender el valor histórico que uno tiene, su función en la vida, sus derechos y sus deberes. […] El hombre es sobre todo espíritu, o sea, creación histórica, y no naturaleza. De otro modo no se explicaría por qué, habiendo habido siempre explotados y explotadores, creadores de riqueza y egoístas consumidores de ella, no se ha realizado todavía el socialismo. […] Y esa conciencia no se ha formado bajo el brutal estímulo de las necesidades fisiológicas, sino por la reflexión inteligente de algunos, primero, y luego de toda una clase sobre las razones de ciertos hechos y sobre los medios mejores para convertirlos, de ocasión que eran de vasallaje, en signo de rebelión y de reconstrucción social. Eso quiere decir que toda revolución ha sido precedida por un intenso trabajo de crítica, de penetración cultural, de permeabilidad de ideas a través de agregados humanos».
Como se puede apreciar, Gramsci aún no estaba muy al tanto de qué era eso del materialismo. Aunque se esforzaba por asimilar el ABC del marxismo, la cosa no era fácil: «En aquel tiempo el concepto de unidad de teoría y práctica, de filosofía y política, no me resultaba claro y yo era por tendencia crociano». Ya se sabe que la universidad, más que enseñar, le vuelve a uno medio bobo. ¡Pobre Gramsci!… Sigamos.
Italia finalmente intervino en el conflicto bélico en mayo de 1915. La guerra seguía su curso. Pero el proletariado europeo empezaba a pensar que la broma ya había durado bastante. Y en esto llegó la revolución de febrero de 1917 en Rusia. Ese mismo mes, Gramsci publicó él solito una revista llamada La Ciudad Futura, de la que saldría un único número y donde dejó constancia de su opinión sobre Croce como «el más grande pensador de Europa en este momento». Algún lector malpensado dirá que eso de que un militante socialista muestre tanta estima por un filósofo idealista y liberal de izquierdas, como era Croce, es algo contradictorio. ¡Allá cada cual con sus envidias!
El ambiente obrero en Italia también estaba caldeado, si bien no tanto como en Rusia. En agosto de 1917 estalló una revuelta en Turín a causa del hambre y la guerra, que fue sofocada con plomo, metralla y cárcel. Los líderes socialistas regionales fueron arrestados en masa, lo que permitió a Gramsci entrar en el comité directivo de la sección turinesa del partido y quedarse como único redactor de El Grito del Pueblo. Esto último le vino de perlas, pues estaba empezando a cogerle el gusto a eso del periodismo y su prosa «krausista» mejoraba cada día.
Dentro del PSI, las divisiones internas causadas por la guerra, la orientación política y la actividad de la organización, estaban provocando la polarización el partido en distintas fracciones. Gramsci, posicionándose en la pelea, estuvo presente en la reunión clandestina de la Fracción Intransigente Revolucionaria del PSI que se celebró en noviembre de 1917 en Florencia. Esta fracción agrupaba a sectores heterogéneos del partido que se oponían a la unión sagrada y la defensa del territorio nacional, propugnadas por los socialistas reformistas del PSI (o social-patriotas) tras la derrota militar italiana en Caporetto.
Por aquellas mismas fechas la Revolución de Octubre acababa de triunfar, atrayendo las simpatías de las diversas corrientes políticas que coexistían dentro del movimiento obrero. Gramsci no pudo resistir la tentación de escribir unos parrafillos acerca de tan importante acontecimiento, y en noviembre apareció en El Grito del Pueblo su artículo titulado «La revolución contra El Capital». Al cándido Gramsci no se le ocurrió nada mejor que describir a los bolcheviques del siguiente modo: «No son “marxistas”, y eso es todo. No han levantado sobre las obras del maestro una exterior doctrina de afirmaciones dogmáticas e indiscutibles. Viven el pensamiento marxista, el que nunca muere, que es la continuación del pensamiento idealista italiano y alemán, y que en Marx se había contaminado con incrustaciones positivistas y naturalistas». Por si fuera poco, añadía: «[La Revolución de Octubre] Es la Revolución contra El Capital, de Carlos Marx. El Capital de Marx, era en Rusia el libro de los burgueses más que el de los proletarios». ¿Cómo te quedas, Lenin? Es verdad que por aquel entonces Ulianov y el bolchevismo eran prácticamente desconocidos fuera de Rusia. Corramos un tupido velo.
texto de Ángel Rojo publicado en el blog El Salariado en mayo de 2020
—5 mensajes—
El aniversario de la muerte de Gramsci se ha celebrado un año más en la prensa izquierdista con la correspondiente ristra de artículos y panegíricos, loas y cumplidos. Gramsci nunca pasa de moda. Bien es cierto que el corte gramsciano se adapta a todas las temporadas y estilos, y que por su parte la izquierda radical, siempre más preocupada por las apariencias que por el fondo, nunca pierde la oportunidad de cubrir sus vergüenzas con los ropajes más horteras, siempre que sea para dar el pego. Como se suele decir, aquí se junta el hambre con las ganas de comer.
Como toda buena mercancía moderna, la obra y el pensamiento de Gramsci se prepara al gusto del consumidor, que siempre tiene razón. De esta forma, bajo la sombra del árbol gramsciano se puede reunir, en las fiestas de guardar, la gran familia del izquierdismo. Ocurre que la sombra es escasa, pues el árbol nunca fue muy frondoso, y la familia es numerosa, reuniendo a tres generaciones de impostores (a saber: los abuelos estalinistas, los hijos eurocomunistas y los nietos podemitas). Pero ya saben, familia que reza unida permanece unida cual «bloque histórico». Unos agarran su estampita de Gramsci marxista-leninista, fundador y bolchevizador del PCdI. Otros prefieren encomendarse al Gramsci «trotskista», crítico con Stalin. El Gramsci antifascista causa mucha devoción, por supuesto. Y la imagen de Gramsci consejista hay quien asegura que quita el dolor de muelas. A las jóvenes generaciones, por su parte, les encanta disfrazarse con el hábito de «intelectual orgánico» para predicar la «guerra cultural».
Sea como fuere, la fama intelectual de Antonio Gramsci (1891-1937) proviene principalmente de sus obras escritas en la cárcel durante sus últimos años de vida, tras su detención en noviembre de 1926. Evidentemente, sus Cartas y Cuadernos de la cárcel no podían ser otra cosa que la reflexión resultante de su experiencia y aprendizaje político como militante socialista y comunista, entre 1913 y 1926. Pero, por desgracia, tanto la práctica previa como la reflexión teórica posterior adolecen de una completa falta de solidez y sustancia, si medimos éstas, eso sí, según los parámetros del marxismo revolucionario, pues todo depende del color del cristal con que se mire.
Para comprender mejor la figura y el pensamiento de este genio disidente y apreciar el significado histórico de esta lumbrera del comunismo, tenemos que hacer un breve repaso por su vida y milagros.
LOS AÑOS DE MILITANCIA SOCIALISTA DE GRAMSCI
Gramsci, nacido en Cerdeña, dio sus primeros pasos en el movimiento socialista siendo estudiante en la industrial y proletaria ciudad de Turín. En aquella época la situación política italiana era peliaguda, o como diría un gramsciano, muy compleja. La guerra de Libia entre Italia y Turquía (1911-1913), que fue respondida por el movimiento obrero con una huelga general, había provocado una buena sacudida en el Partido Socialista Italiano, dominado por el típico sector reformista, parlamentarista y colaboracionista. En este partido, sin embargo, empezaba a despuntar un ala izquierda, llamada Fracción Intransigente, que capitaneada por Mussolini había logrado expulsar del PSI a los reformistas más recalcitrantes y a los masones, que en Italia (como en España) dominaban la política parlamentaria de izquierdas.
En este contexto, en el invierno de 1913-1914, casi en vísperas de la Gran Guerra, Gramsci se inscribe en el PSI. En aquella época, según cuenta él mismo, padecía «un tipo de anemia cerebral que me quita la memoria, me devasta el cerebro». Ya fuera a causa de los daños cerebrales o de su formación crociana, más que socialista o marxista, el caso es que la actividad de Gramsci durante sus años de militancia socialista no se caracterizó por su claridad de ideas, como vamos a ver.
Dos acontecimientos vinieron a establecer claras fronteras políticas de clase entre los campos proletario y burgués: la Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa. ¿Cómo respondió el maltrecho caletre de Gramsci a tan graves sucesos?
Es sabido que el estallido de la Gran Guerra en el verano de 1914 supuso la bancarrota de la Segunda Internacional, cuyos partidos, carcomidos durante las previas décadas por el reformismo, el parlamentarismo y el nacionalismo, no dudaron en votar los créditos necesarios para que los Estados capitalistas pusieran en marcha toda maquinaria de guerra. El PSI no salió del todo malparado de aquel trance, pronunciándose ambiguamente a favor de la neutralidad («ni adherirse ni sabotear» la guerra, fue la consigna). Sin embargo, dentro del partido no tardó en desarrollarse una corriente favorable a la intervención contra Austria y la «bárbara» Alemania, que se manifestó sobre todo en las páginas del periódico Avanti!, dirigido por Mussolini, quien a la sazón era el líder del ala izquierda del partido, como se ha dicho. En octubre de 1914 Mussolini publicó el polémico artículo titulado «De la neutralidad absoluta a la neutralidad activa y operante», defendiendo abiertamente la intervención, lo cual le valió la expulsión del PSI. Ya conocemos la historia: con dinero procedente, entre otros, de socialistas franceses y de los servicios secretos británicos, fundó el periódico Il Popolo d’Italia y posteriormente el movimiento fascista, que llegaría al gobierno en 1922.
Gramsci, pues, apenas iniciada su militancia socialista, aparte de enfrentarse a los exámenes y las jaquecas tuvo que vérselas con esta grave crisis en el partido. Entre tanta confusión, o como diría hoy un gramsciano, como la realidad era compleja, el sardo debió pensar que si el intransigente Mussolini abogaba por la «neutralidad activa y operante», sus razones debía tener el buen hombre. Además, aquel eslogan sonaba bastante bien. Así que el novicio Gramsci, tan activo y operante él, decidió escribir un artículo con ese mismo título en El Grito del Pueblo, el 31 de octubre.
Verdad es que la propia fórmula de «neutralidad» del PSI invitaba a la confusión y la ambigüedad. ¿Neutralidad de quién? ¿Del Estado italiano en la guerra o del proletariado en la lucha de clases? Pero Gramsci, lejos de aclarar las cosas, las enredó aún más. Leyendo hoy el artículo «Neutralidad activa y operante», lo cierto es que uno no encuentra entre tan engorrosa palabrería ninguna referencia explícita a la intervención en la guerra. Gramsci ciertamente defendía la consigna mussoliniana y alababa el «concretismo realista» del futuro fascista, pero parecía entender la «neutralidad activa y operante» como una apuesta por la lucha de clases. Da la impresión de que Gramsci no estaba muy al tanto de lo que se ventilaba en toda aquella polémica. Pero en todo caso, el artículo otorgó a su autor una reputación de intervencionista que le acompañaría durante todos sus años de militancia socialista.
Nuestro inexperto revolucionario, por tanto, no salió muy airoso de esta primera prueba, pero al menos no siguió a Mussolini y permaneció en el PSI. No le juzguemos por este traspié juvenil y sigámosle en estos años terribles. Por el momento la teoría socialista no era su fuerte. En cambio, en la redacción de sus artículos periodísticos hacía gala de un estilo prometedor y nada prosaico, que le colocaba, eso sí, más que en la estela de Marx, en la de Julián Sanz del Rio. Como buen estudiante de letras, los temas relacionados con la cultura empezaron a hacerle tilín. El concepto de «hegemonía» aún no había echado raíces en su cerebro, pero éste daba muestras de una fecundidad desbordante, capaz de los mayores desatinos y de fenomenales jeroglíficos como estos, extraídos de su artículo «Socialismo y cultura», publicado en El Grito del Pueblo (29/1/1916):
«La cultura es […] organización, disciplina del yo interior, apoderamiento de la personalidad propia, conquista de superior conciencia por la cual se llega a comprender el valor histórico que uno tiene, su función en la vida, sus derechos y sus deberes. […] El hombre es sobre todo espíritu, o sea, creación histórica, y no naturaleza. De otro modo no se explicaría por qué, habiendo habido siempre explotados y explotadores, creadores de riqueza y egoístas consumidores de ella, no se ha realizado todavía el socialismo. […] Y esa conciencia no se ha formado bajo el brutal estímulo de las necesidades fisiológicas, sino por la reflexión inteligente de algunos, primero, y luego de toda una clase sobre las razones de ciertos hechos y sobre los medios mejores para convertirlos, de ocasión que eran de vasallaje, en signo de rebelión y de reconstrucción social. Eso quiere decir que toda revolución ha sido precedida por un intenso trabajo de crítica, de penetración cultural, de permeabilidad de ideas a través de agregados humanos».
Como se puede apreciar, Gramsci aún no estaba muy al tanto de qué era eso del materialismo. Aunque se esforzaba por asimilar el ABC del marxismo, la cosa no era fácil: «En aquel tiempo el concepto de unidad de teoría y práctica, de filosofía y política, no me resultaba claro y yo era por tendencia crociano». Ya se sabe que la universidad, más que enseñar, le vuelve a uno medio bobo. ¡Pobre Gramsci!… Sigamos.
Italia finalmente intervino en el conflicto bélico en mayo de 1915. La guerra seguía su curso. Pero el proletariado europeo empezaba a pensar que la broma ya había durado bastante. Y en esto llegó la revolución de febrero de 1917 en Rusia. Ese mismo mes, Gramsci publicó él solito una revista llamada La Ciudad Futura, de la que saldría un único número y donde dejó constancia de su opinión sobre Croce como «el más grande pensador de Europa en este momento». Algún lector malpensado dirá que eso de que un militante socialista muestre tanta estima por un filósofo idealista y liberal de izquierdas, como era Croce, es algo contradictorio. ¡Allá cada cual con sus envidias!
El ambiente obrero en Italia también estaba caldeado, si bien no tanto como en Rusia. En agosto de 1917 estalló una revuelta en Turín a causa del hambre y la guerra, que fue sofocada con plomo, metralla y cárcel. Los líderes socialistas regionales fueron arrestados en masa, lo que permitió a Gramsci entrar en el comité directivo de la sección turinesa del partido y quedarse como único redactor de El Grito del Pueblo. Esto último le vino de perlas, pues estaba empezando a cogerle el gusto a eso del periodismo y su prosa «krausista» mejoraba cada día.
Dentro del PSI, las divisiones internas causadas por la guerra, la orientación política y la actividad de la organización, estaban provocando la polarización el partido en distintas fracciones. Gramsci, posicionándose en la pelea, estuvo presente en la reunión clandestina de la Fracción Intransigente Revolucionaria del PSI que se celebró en noviembre de 1917 en Florencia. Esta fracción agrupaba a sectores heterogéneos del partido que se oponían a la unión sagrada y la defensa del territorio nacional, propugnadas por los socialistas reformistas del PSI (o social-patriotas) tras la derrota militar italiana en Caporetto.
Por aquellas mismas fechas la Revolución de Octubre acababa de triunfar, atrayendo las simpatías de las diversas corrientes políticas que coexistían dentro del movimiento obrero. Gramsci no pudo resistir la tentación de escribir unos parrafillos acerca de tan importante acontecimiento, y en noviembre apareció en El Grito del Pueblo su artículo titulado «La revolución contra El Capital». Al cándido Gramsci no se le ocurrió nada mejor que describir a los bolcheviques del siguiente modo: «No son “marxistas”, y eso es todo. No han levantado sobre las obras del maestro una exterior doctrina de afirmaciones dogmáticas e indiscutibles. Viven el pensamiento marxista, el que nunca muere, que es la continuación del pensamiento idealista italiano y alemán, y que en Marx se había contaminado con incrustaciones positivistas y naturalistas». Por si fuera poco, añadía: «[La Revolución de Octubre] Es la Revolución contra El Capital, de Carlos Marx. El Capital de Marx, era en Rusia el libro de los burgueses más que el de los proletarios». ¿Cómo te quedas, Lenin? Es verdad que por aquel entonces Ulianov y el bolchevismo eran prácticamente desconocidos fuera de Rusia. Corramos un tupido velo.
Última edición por lolagallego el Jue Dic 31, 2020 6:07 pm, editado 1 vez