La Canción de Craonne
publicado en abril de 2015 por El Salariado
A finales de julio de 1914 estalló la Gran Guerra, luego conocida como Primera Guerra Mundial y para nosotros la primera gran masacre imperialista, que se prolongó hasta 1918. El saldo del conflicto se estima en 20 millones de muertos, otros tantos heridos y varios millones de desplazados y refugiados, además de la destrucción de un volumen ingente de fuerzas productivas.
Aunque los partidos socialistas de Europa adheridos a la II Internacional ya habían vislumbrado la posibilidad de que estallara el conflicto bélico y habían adoptado resoluciones en contra de la guerra en los congresos de Stuttgart (1907), Copenhague (1910) y Basilea (1912), llegando incluso a aprobar la organización de la huelga general en caso de que se iniciara, en 1914 todas estas resoluciones se quedaron en papel mojado. Los partidos socialistas votaron los créditos de guerra en los respectivos parlamentos, uniéndose así a los gobiernos burgueses, traicionando al proletariado y pasando al otro lado de la barricada para siempre. El viejo internacionalismo proletario sucumbió en 1914 a manos del nacionalismo, y fueron muy pocos los socialistas que mantuvieron en alto su bandera: Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht en Alemania, Jean Jaurès en Francia (que fue asesinado 3 días después de iniciarse la guerra), Amadeo Bordiga en Italia, los bolcheviques liderados por Lenin en Rusia. En el movimiento anarquista, la guerra provocó una ruptura semejante.
Millones de trabajadores fueron llamados a filas para matarse mutuamente en las trincheras, contaminados por la propaganda burguesa y animados por los partidos y organizaciones que ellos mismos habían creado para defenderles. La defensa de los intereses del Trabajo quedó relegada por la defensa del interés nacional, orientado a la victoria bélica. Cuando se trataba de producir medios de destrucción para la batalla, la huelga era un crimen que los sindicatos comandados por las fuerzas de la izquierda del capital no estaban dispuestos a cometer.
Sin embargo los trabajadores no tardaron en recuperar su instinto de clase. Durante la Navidad de 1914 se produjeron episodios de confraternización entre las tropas, que los mandos militares intentaron que no se volvieran a repetir bajo ningún concepto. Pero hasta 1917, con la revolución rusa, y 1918, con la revolución espartaquista alemana, los obreros no pudieron hacer frente a los planes de la burguesía eficazmente. Fueron los trabajadores organizados quienes pusieron fin a la Primera Guerra Mundial, dando inicio a una oleada revolucionaria que sacudió hasta los cimientos la sociedad capitalista y que por primera vez en la historia hizo que se vislumbrara la posibilidad de derribar todo régimen de explotación de la fuerza de trabajo.
La Canción de Craonne muestra precisamente que, a pesar de todo, la conciencia proletaria no desapareció entre las tropas. Compuesta anónima y colectivamente por los soldados franceses a partir de la música de Bonsoir M’amour (un vals lento de gran éxito en 1911) y transmitida de forma clandestina, fue prohibida por los mandos militares por su contenido antibelicista, derrotista y subversivo. Según la leyenda, se llegó a ofrecer un millón de francos y el retorno a casa a quién delatara a su autor. Y es que ese tipo de propaganda llevaba directamente al pelotón de fusilamiento. Parece que la canción fue evolucionando en el curso de la guerra, pues existe una versión llamada Canción de Lorette, que hace referencia a la batalla de Notre-Dame de Lorette (1914-15), otra más en la que se menciona la meseta de Champagne, donde se desarrollaron combates en otoño de 1915, y más tarde apareció otra durante la batalla de Verdún en 1916.
La canción fue entonada por los soldados de los 50 regimientos que se amotinaron en mayo de 1917 tras la desastrosa ofensiva del general Nivelle en la meseta de Chemin des Dames, donde se localiza Craonne. A los 350.000 franceses que perdieron la vida o resultaron heridos durante la batalla, hubo que sumar los 57 ejecutados tras la represión del motín que llevó a cabo Pétain.
LA CANCIÓN DE CRAONNE
Cuando a los ocho días, terminado el descanso,
Volvemos a las trincheras,
Nuestro puesto es tan útil
Que sin nosotros nos dan una paliza.
Pero ya está bien, estamos hartos,
Nadie quiere caminar más.
Y con gran tristeza, casi sollozando,
Decimos adiós a los civiles.
Y sin tambores ni trompetas,
Vamos para allá arriba cabizbajos.
Adiós a la vida, adiós al amor,
Adiós a todas las mujeres.
Se acabó, para siempre,
Esta guerra infame.
Es en Craonne, en la meseta,
Donde hay que dejarse la piel.
Pues todos estamos condenados,
¡Somos nosotros los sacrificados!
Ocho días de trinchera, ocho días de sufrimiento,
Y sin embargo hay esperanza,
Pues esta tarde llega el relevo
Que esperamos sin tregua
De repente, por la noche y en silencio,
Vemos que alguien avanza.
Es un oficial de infantería
Que viene a reemplazarnos.
Lentamente en la sombra, bajo la lluvia que cae,
Los pequeños infantes van en busca de sus tumbas.
ESTRIBILLO
¡Qué penoso es ver por los grandes bulevares
A todos esos peces gordos de juerga!
Si para ellos la vida es rosa,
Para nosotros no ocurre lo mismo.
En lugar de esconderse, emboscados,
Deberían venir a las trincheras
Para defender lo suyo, que nosotros no tenemos nada,
Nosotros, los miserables.
Todos los camaradas están enterrados aquí,
Por defender los bienes de esos señores.
ESTRIBILLO
Los que tienen pasta son quienes tienen que estar aquí,
Ya que es por ellos por quien morimos.
Pero ya se acabó, pues los soldaditos
Nos vamos a poner todos en huelga.
Entonces, grandes señores,
Os tocará a vosotros subir a la meseta.
Si queréis hacer la guerra,
Jugaos vosotros el pellejo.
publicado en abril de 2015 por El Salariado
A finales de julio de 1914 estalló la Gran Guerra, luego conocida como Primera Guerra Mundial y para nosotros la primera gran masacre imperialista, que se prolongó hasta 1918. El saldo del conflicto se estima en 20 millones de muertos, otros tantos heridos y varios millones de desplazados y refugiados, además de la destrucción de un volumen ingente de fuerzas productivas.
Aunque los partidos socialistas de Europa adheridos a la II Internacional ya habían vislumbrado la posibilidad de que estallara el conflicto bélico y habían adoptado resoluciones en contra de la guerra en los congresos de Stuttgart (1907), Copenhague (1910) y Basilea (1912), llegando incluso a aprobar la organización de la huelga general en caso de que se iniciara, en 1914 todas estas resoluciones se quedaron en papel mojado. Los partidos socialistas votaron los créditos de guerra en los respectivos parlamentos, uniéndose así a los gobiernos burgueses, traicionando al proletariado y pasando al otro lado de la barricada para siempre. El viejo internacionalismo proletario sucumbió en 1914 a manos del nacionalismo, y fueron muy pocos los socialistas que mantuvieron en alto su bandera: Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht en Alemania, Jean Jaurès en Francia (que fue asesinado 3 días después de iniciarse la guerra), Amadeo Bordiga en Italia, los bolcheviques liderados por Lenin en Rusia. En el movimiento anarquista, la guerra provocó una ruptura semejante.
Millones de trabajadores fueron llamados a filas para matarse mutuamente en las trincheras, contaminados por la propaganda burguesa y animados por los partidos y organizaciones que ellos mismos habían creado para defenderles. La defensa de los intereses del Trabajo quedó relegada por la defensa del interés nacional, orientado a la victoria bélica. Cuando se trataba de producir medios de destrucción para la batalla, la huelga era un crimen que los sindicatos comandados por las fuerzas de la izquierda del capital no estaban dispuestos a cometer.
Sin embargo los trabajadores no tardaron en recuperar su instinto de clase. Durante la Navidad de 1914 se produjeron episodios de confraternización entre las tropas, que los mandos militares intentaron que no se volvieran a repetir bajo ningún concepto. Pero hasta 1917, con la revolución rusa, y 1918, con la revolución espartaquista alemana, los obreros no pudieron hacer frente a los planes de la burguesía eficazmente. Fueron los trabajadores organizados quienes pusieron fin a la Primera Guerra Mundial, dando inicio a una oleada revolucionaria que sacudió hasta los cimientos la sociedad capitalista y que por primera vez en la historia hizo que se vislumbrara la posibilidad de derribar todo régimen de explotación de la fuerza de trabajo.
La Canción de Craonne muestra precisamente que, a pesar de todo, la conciencia proletaria no desapareció entre las tropas. Compuesta anónima y colectivamente por los soldados franceses a partir de la música de Bonsoir M’amour (un vals lento de gran éxito en 1911) y transmitida de forma clandestina, fue prohibida por los mandos militares por su contenido antibelicista, derrotista y subversivo. Según la leyenda, se llegó a ofrecer un millón de francos y el retorno a casa a quién delatara a su autor. Y es que ese tipo de propaganda llevaba directamente al pelotón de fusilamiento. Parece que la canción fue evolucionando en el curso de la guerra, pues existe una versión llamada Canción de Lorette, que hace referencia a la batalla de Notre-Dame de Lorette (1914-15), otra más en la que se menciona la meseta de Champagne, donde se desarrollaron combates en otoño de 1915, y más tarde apareció otra durante la batalla de Verdún en 1916.
La canción fue entonada por los soldados de los 50 regimientos que se amotinaron en mayo de 1917 tras la desastrosa ofensiva del general Nivelle en la meseta de Chemin des Dames, donde se localiza Craonne. A los 350.000 franceses que perdieron la vida o resultaron heridos durante la batalla, hubo que sumar los 57 ejecutados tras la represión del motín que llevó a cabo Pétain.
LA CANCIÓN DE CRAONNE
Cuando a los ocho días, terminado el descanso,
Volvemos a las trincheras,
Nuestro puesto es tan útil
Que sin nosotros nos dan una paliza.
Pero ya está bien, estamos hartos,
Nadie quiere caminar más.
Y con gran tristeza, casi sollozando,
Decimos adiós a los civiles.
Y sin tambores ni trompetas,
Vamos para allá arriba cabizbajos.
Adiós a la vida, adiós al amor,
Adiós a todas las mujeres.
Se acabó, para siempre,
Esta guerra infame.
Es en Craonne, en la meseta,
Donde hay que dejarse la piel.
Pues todos estamos condenados,
¡Somos nosotros los sacrificados!
Ocho días de trinchera, ocho días de sufrimiento,
Y sin embargo hay esperanza,
Pues esta tarde llega el relevo
Que esperamos sin tregua
De repente, por la noche y en silencio,
Vemos que alguien avanza.
Es un oficial de infantería
Que viene a reemplazarnos.
Lentamente en la sombra, bajo la lluvia que cae,
Los pequeños infantes van en busca de sus tumbas.
ESTRIBILLO
¡Qué penoso es ver por los grandes bulevares
A todos esos peces gordos de juerga!
Si para ellos la vida es rosa,
Para nosotros no ocurre lo mismo.
En lugar de esconderse, emboscados,
Deberían venir a las trincheras
Para defender lo suyo, que nosotros no tenemos nada,
Nosotros, los miserables.
Todos los camaradas están enterrados aquí,
Por defender los bienes de esos señores.
ESTRIBILLO
Los que tienen pasta son quienes tienen que estar aquí,
Ya que es por ellos por quien morimos.
Pero ya se acabó, pues los soldaditos
Nos vamos a poner todos en huelga.
Entonces, grandes señores,
Os tocará a vosotros subir a la meseta.
Si queréis hacer la guerra,
Jugaos vosotros el pellejo.
Última edición por lolagallego el Sáb Ene 02, 2021 7:52 pm, editado 1 vez