Bioeconomía y capitalismo cognitivo. Hacia un nuevo paradigma de acumulación
Andrea Fumagalli - año 2007 - en español en 2010
►formato pdf - 353 páginas
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[...] Una de las primeras características del biocapitalismo es justamente la centralidad de los mercados financieros. Éstos proporcionan, efectivamente, la financiación de la actividad de acumulación, especialmente en el caso de la producción cognitiva inmaterial (conocimiento y espacio). En segundo lugar, gracias a las plusvalías que generan, los mercados financieros desarrollan un papel multiplicador de la economía y de la distribución del ingreso. Se trata de un multiplicador financiero que induce una distorsión del ingreso, a diferencia del multiplicador real keynesiano basado en el déficit spending. La polarización de las rentas que se produce de este modo aumenta los riesgos de insolvencia de la deuda, que constituye los cimientos del crecimiento de la propia base financiera, al tiempo que reduce el nivel medio de los salarios. El endeudamiento creciente de las familias americanas y la insolvencia de la hipotecas inmobiliarias —que han formado el elemento desencadenante de la crisis— no son otra cosa que el efecto de un proceso de distribución regulado y dirigido, de facto, por los mercados financieros.
Pero la función de las finanzas no se agota aquí. En los últimos treinta años, éstas han sustituido al Estado como asegurador social (canalización forzosa de los
ingresos del trabajo a través de la provisión social, la educación y la salud). Desde este punto de vista, los mercados financieros representan la privatización de la reproducción de la vida, una vuelta más allá de la sociedad salarial. Son, por lo tanto, biopoder. [...]
Andrea Fumagalli - año 2007 - en español en 2010
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[...] Una de las primeras características del biocapitalismo es justamente la centralidad de los mercados financieros. Éstos proporcionan, efectivamente, la financiación de la actividad de acumulación, especialmente en el caso de la producción cognitiva inmaterial (conocimiento y espacio). En segundo lugar, gracias a las plusvalías que generan, los mercados financieros desarrollan un papel multiplicador de la economía y de la distribución del ingreso. Se trata de un multiplicador financiero que induce una distorsión del ingreso, a diferencia del multiplicador real keynesiano basado en el déficit spending. La polarización de las rentas que se produce de este modo aumenta los riesgos de insolvencia de la deuda, que constituye los cimientos del crecimiento de la propia base financiera, al tiempo que reduce el nivel medio de los salarios. El endeudamiento creciente de las familias americanas y la insolvencia de la hipotecas inmobiliarias —que han formado el elemento desencadenante de la crisis— no son otra cosa que el efecto de un proceso de distribución regulado y dirigido, de facto, por los mercados financieros.
Pero la función de las finanzas no se agota aquí. En los últimos treinta años, éstas han sustituido al Estado como asegurador social (canalización forzosa de los
ingresos del trabajo a través de la provisión social, la educación y la salud). Desde este punto de vista, los mercados financieros representan la privatización de la reproducción de la vida, una vuelta más allá de la sociedad salarial. Son, por lo tanto, biopoder. [...]