La prostitución y cómo combatirla
Alexandra Kollontai
Discurso pronunciado ante la tercera conferencia de dirigentes de los departamentos regionales de la mujer de toda Rusia en 1921
edición del Marxists Internet Archive de agosto de 2015
—2 mensajes—
Camaradas, la cuestión de la prostitución es un tema difícil y espinoso al que se le ha prestado muy poca atención en la Rusia soviética. Esta oscura herencia de nuestro pasado capitalista continúa envenenando el ambiente de la república de los trabajadores y afecta a la salud física y moral de los obreros de la Rusia soviética. Es cierto que en tres años de revolución la naturaleza de la prostitución ha variado un poco bajo la presión de las cambiantes condiciones económico-sociales. Pero estamos todavía lejos de librarnos de este mal. La prostitución sigue existiendo y amenaza el sentimiento de solidaridad y camaradería entre los obreros y las obreras, los miembros de la república de los trabajadores. Y este sentimiento es el cimiento, la base de la sociedad comunista que estamos construyendo y haciendo realidad. Es hora de que afrontemos este problema. Es hora de que reflexionemos y atendamos a los motivos que dan lugar a la prostitución. Es hora de que encontremos formas y medios de deshacernos de una vez por todas de este mal, para el cual no hay lugar en una república de los trabajadores.
Nuestra república de los trabajadores hasta ahora no ha aprobado leyes enfocadas a la erradicación de la prostitución, y ni siquiera ha publicado una redacción prestigiosa y científica de la consideración de que la prostitución es algo que perjudica al colectivo. Sabemos que la prostitución es un mal, hasta reconocemos que, en este momento, en este período de transición tan complejo, la prostitución se ha vuelto extremadamente común. Pero hemos dejado de lado el asunto, nos hemos quedado callados al respecto. En parte por las actitudes hipócritas que hemos heredado de la burguesía, y en parte por nuestra propia reticencia a considerar y ponernos de acuerdo sobre el perjuicio que causan el incremento y la extensión masiva de la prostitución en el colectivo obrero. Y nuestra desgana en la lucha contra la prostitución se ha visto reflejada en nuestra legislación.
Hasta ahora no hemos aprobado ningún estatuto que reconozca la prostitución como un fenómeno social perjudicial. Cuando las viejas leyes zaristas fueron derogadas por el Consejo de Comisarios del Pueblo, se suprimieron todos los estatutos sobre la prostitución. Pero no se presentaron nuevas medidas basadas en los intereses del pueblo trabajador. Por consiguiente, la política de las autoridades soviéticas hacia las prostitutas y la prostitución se ha caracterizado por su diversidad y sus contradicciones. En algunas áreas la policía todavía detiene a prostitutas igual que en los viejos tiempos. En otros lugares, subsisten burdeles muy abiertamente (la Comisión Interdepartamental para la Lucha contra la Prostitución tiene datos sobre esto). Y hay otros sitios donde las prostitutas son consideradas criminales y son recluidas en campos de trabajos forzados. Las diferentes actitudes de las autoridades locales resaltan así la ausencia de un estatuto reconocido ya redactado. Nuestra actitud vaga hacia este complejo fenómeno social es la responsable de algunas distorsiones y desviaciones de los principios subyacentes a nuestra legislación y moral.
Debemos por tanto no sólo encarar el problema de la prostitución sino buscar una solución que esté en la línea de nuestros principios fundamentales y el programa de transformación económica y social que sigue el partido de los comunistas. Debemos, sobre todo, definir claramente qué es la prostitución. La prostitución es un fenómeno que está estrechamente ligado a las rentas, y se desarrolla y prospera en la época dominada por el capital y la propiedad privada. Las prostitutas, desde nuestro punto de vista, son mujeres que venden su cuerpo a cambio de beneficio material – por comida decente, por ropa y otras ventajas; son prostitutas todas aquellas que evitan la necesidad de trabajar entregándose a sí mismas a un hombre, ya sea por un tiempo o de por vida.
Nuestra república soviética de trabajadores ha heredado la prostitución del pasado capitalista, donde sólo un pequeño número de mujeres trabajaban directamente en la economía nacional y la mayoría contaba con el sostén masculino de la familia, con el padre o el marido. La prostitución surgió con los primeros Estados como una sombra inevitable de la institución oficial del matrimonio, que estaba concebido para preservar los derechos de la propiedad privada y garantizar la herencia de la propiedad a través de un linaje de herederos legítimos. La institución del matrimonio hizo posible impedir que la riqueza acumulada fuera desperdigada entre un gran número de “herederos”. Pero hay una gran diferencia entre la prostitución de Grecia y Roma y la prostitución que conocemos hoy. En los tiempos antiguos el número de prostitutas era pequeño, y no existía esa hipocresía, esencia de la moral del mundo burgués, que fuerza a la sociedad burguesa a quitarse el sombrero respetuosamente ante la “legítima esposa” de un magnate industrial (la cual obviamente se ha vendido a un marido al que no ama) para repudiar a una chica que ha sido forzada a las calles a causa de la pobreza, la indigencia, el desempleo y otras situaciones sociales que se derivan de la existencia del capitalismo y la propiedad privada. El mundo antiguo tenía a la prostitución como el complemento legal a las relaciones exclusivamente familiares. Aspasia, la amante de Pericles, era respetada por sus contemporáneos mucho más que las insulsas mujeres del aparato de reproducción [entiéndase aquí aparato como conjunto de personas – nota del traductor].
En la Edad Media, donde predominaba la producción artesanal, la prostitución era aceptada como algo natural y legítimo. Las prostitutas tenían sus propios gremios y participaban en festivales y actividades locales de igual manera que los otros gremios. La prostituta aseguraba que las hijas de los respetables ciudadanos permanecieran castas y sus mujeres fieles, ya que los hombres solteros podían, por una retribución, acudir a las miembros del gremio para obtener consuelo. La prostitución se tornaba así beneficiosa para los respetables propietarios y era abiertamente aceptada por ellos.
Con el ascenso del capitalismo, la situación cambia. En los siglos XIX y XX la prostitución alcanza proporciones amenazantes por primera vez. La venta del trabajo de la mujer, que está estrecha e inseparablemente conectada a la venta del cuerpo femenino, se incrementa ininterrumpidamente, llevando a una situación donde la respetada esposa de un obrero, y no sólo la abandonada y “deshonrada” chica, se une a las filas de las prostitutas: una madre por el bien de sus hijos, o una joven como Sonya Marmeladova por el bien de su familia. Este es el horror y la desesperanza que resulta de la explotación del trabajo por el capital. Cuando los salarios de una mujer son insuficientes para mantenerla viva, la venta de favores parece una posible ocupación complementaria. La moral hipócrita de la sociedad burguesa fomenta la prostitución por la estructura de su economía explotadora, mientras que al mismo tiempo cubre con desprecio a cualquier chica o mujer que es forzada a tomar este camino.
La sombra negra de la prostitución acecha al matrimonio legal de la sociedad burguesa. La historia nunca antes ha presenciado tal crecimiento de la prostitución como ha ocurrido en la última parte del siglo XIX y el siglo XX. En Berlín hay una prostituta por cada veinte de las llamadas mujeres honestas. En París la proporción es de una de cada dieciocho y en Londres de una de cada nueve. Existen diferentes tipos de prostitución: existe una prostitución abierta, que es legal y está sujeta a regulación, y está el tipo secreto, “temporal”. Todas las formas de prostitución florecen como una flor venenosa en los barrizales del estilo de vida burgués.
El mundo de la burguesía no perdona ni a las niñas, forzando a las chicas jóvenes de nueve y diez años a los sórdidos abusos de ancianos ricos y depravados. En los países capitalistas hay burdeles que se especializan exclusivamente en chicas jovencísimas. En el actual período de posguerra, toda mujer tiene que afrontar la posibilidad del desempleo. El paro azota a la mujer en particular y causa un enorme incremento del ejército de las “mujeres callejeras”. Masas hambrientas de mujeres en busca de compradores de “blancas” inundan de noche las calles de Berlín, París y otros centros desarrollados de los Estados capitalistas. El comercio con los cuerpos de mujeres se desarrolla muy a la luz, lo cual no debe sorprendernos si consideramos que toda la vida burguesa está basada en la compra y la venta. Hay un elemento innegable de consideraciones materiales y económicas incluso en el más legal de los matrimonios. La prostitución es la única salida para la mujer que no puede mantenerse permanentemente. La prostitución bajo el capitalismo les da la oportunidad a los hombres de tener relaciones sexuales sin tener que asumir la responsabilidad de mantener a las mujeres hasta la tumba.
Pero si la prostitución tiene tanto arraigo y está tan extendida, hasta en la misma Rusia, ¿cómo debemos luchar contra ella? Para responder a esta cuestión debemos primero analizar con más detalle los factores que hacen surgir la prostitución. A la ciencia burguesa y sus académicos les encanta demostrar al mundo que la prostitución es un fenómeno patológico, por ejemplo, que es el resultado de las anormalidades de algunas mujeres. Del mismo modo que algunas personas son criminales por naturaleza, algunas mujeres, se argumenta, son prostitutas por naturaleza. Independientemente de dónde o cómo tales mujeres pudieran haber vivido, se habrían dedicado a una vida de pecadoras. Los marxistas y los académicos, médicos y estadísticos más conscientes han demostrado claramente la idea de que la “disposición innata” es falsa. La prostitución es sobre todo un fenómeno social; está estrechamente conectado a la necesitada posición de la mujer y su dependencia económica con respecto al hombre en el matrimonio y la familia. Las raíces de la prostitución están en la economía. La mujer, por un lado, está en una posición económicamente vulnerable, y, por el otro, condicionada por siglos de educación para esperar favores materiales de un hombre a cambio de favores sexuales – ya se den estos dentro o fuera de la atadura del matrimonio. Esta es la raíz del problema. Aquí está el origen de la prostitución.
Si los académicos burgueses de la escuela Lombroso-Tarnovsky estuviesen en lo cierto al mantener que las prostitutas nacen con el sello de la corrupción y la anormalidad sexual, ¿cómo se explicaría algo que es bien sabido por todos: que en tiempos de crisis y desempleo el número de prostitutas se incrementa inmediatamente? ¿Cómo se explicaría que los proveedores de “mercancía humana” que llegaban a la Rusia zarista provenientes de otros países de Europa occidental siempre encontraban una buena cosecha en zonas donde los cultivos habían sido un fracaso y la población estaba sufriendo de hambre, mientras que venían con nuevos empleados desde lejanas regiones de abundancia? ¿Por qué tantas de las mujeres que supuestamente están destinadas por naturaleza a la ruina sólo se han dado a la prostitución en años de hambre y desempleo?
Es también significativo que en los países capitalistas la prostitución recluta a sus empleados de entre los sectores desposeídos de la población. Trabajo mal pagado, indigencia, pobreza extrema y la necesidad de mantener a los hermanos y hermanas más pequeños: estos son los factores causantes del mayor número de prostitutas. Si las teorías burguesas sobre la disposición innata corrupta y criminal fueran ciertas, entonces todas las clases de la población deberían contribuir igualmente a la prostitución. Debería haber la misma proporción de mujeres corruptas entre los ricos y entre los pobres. Pero las prostitutas profesionales, mujeres que viven de sus propios cuerpos, son contratadas de las clases pobres con raras excepciones. La pobreza, el hambre, la privación y las flagrantes desigualdades sociales, que son la base del orden burgués, conducen a estas mujeres a la prostitución.
O de nuevo uno puede señalar que las prostitutas en los países capitalistas tienen en su mayoría entre 13 y 20 años, de acuerdo con las estadísticas. Las niñas y las
mujeres jóvenes, en otras palabras. Y la mayoría de estas chicas están solas y sin hogar. Las niñas criadas en ambientes ricos que tienen una estupenda familia burguesa que las protege rara vez caen en la prostitución. Las excepciones son generalmente víctimas de trágicas circunstancias. Por lo común son víctimas de la “doble moral” hipócrita. La familia burguesa abandona a la chica que ha “pecado” y ella – sola, sin mantenimiento y estigmatizada por el desprecio de la sociedad – ve en la prostitución la única salida.
Podemos por tanto enumerar como factores causantes de la prostitución: los salarios bajos, las desigualdades sociales, la dependencia económica de la mujer respecto al hombre, y la mala costumbre por la cual las mujeres esperan ser mantenidas a cambio de favores sexuales en vez de a cambio de su trabajo.
La revolución obrera en Rusia ha destrozado las bases del capitalismo y ha asestado un duro golpe a la antigua dependencia de la mujer respecto al hombre. Todos los ciudadanos son iguales ante la comunidad del trabajo. Están obligados por igual a trabajar por el bien común y son aptos por igual para el apoyo del colectivo cuando lo necesiten. Una mujer se mantiene no mediante el matrimonio sino por el papel que juega en la producción y por la contribución que realiza a la riqueza popular. Las relaciones entre los sexos se están transformando. Pero todavía somos prisioneros de las viejas ideas. Además, la estructura económica está lejos de ser completamente organizada de un modo nuevo, y el comunismo queda aún muy lejos. En este período de transición es natural que la prostitución siga teniendo un fuerte arraigo. Al fin y al cabo, aunque las causas principales de la prostitución – la propiedad privada y la política de fortalecimiento de la familia – han sido eliminadas, otros factores tienen peso. La indigencia, el abandono, las condiciones insalubres en las viviendas, la soledad y los bajos salarios para la mujer se mantienen en nuestros días. Nuestro aparato productivo sigue desplomado y continúa la dislocación de la economía nacional. Estas y otras condiciones económico-sociales llevan a la mujer a prostituirse.
Luchar contra la prostitución significa sobre todo luchar contra estas condiciones – en otras palabras, significa apoyar la política general del gobierno soviético, que está dirigida al fortalecimiento de las bases del comunismo y la organización de la producción.
Algunos podrían decir que no se necesita ninguna campaña especial, puesto que la prostitución estará fuera de lugar una vez que el poder de los obreros y las bases del comunismo estén fortalecidos. Este tipo de argumento no tiene en cuenta el efecto dañino y divisor que tiene la prostitución en la construcción de una nueva sociedad comunista.
La consigna correcta fue formulada en el primer Congreso de la Mujer Obrera y Campesina de Toda Rusia: “Una mujer de la república obrera soviética es una ciudadana libre con iguales derechos, y no puede ni debe ser objeto de compra y venta”. La consigna se proclamó, pero no se hizo nada. Sobre todo la prostitución perjudica la economía nacional y obstaculiza el desarrollo de las fuerzas productivas. Sabemos que sólo podemos superar el caos y mejorar la industria si empleamos los esfuerzos y las energías de los obreros y si organizamos la fuerza de trabajo disponible de los hombres y las mujeres de la manera más racional posible. ¡Abajo el trabajo improductivo de las tareas domésticas y del cuidado de los niños! Abrir paso al trabajo que está organizado y es productivo, y que sirve a la comunidad del trabajo. Estas son las consignas que nos deben ocupar.
¿Y qué es, después de todo, la prostituta profesional? Es una persona cuya energía no es usada por y para el colectivo; una persona que vive de los demás, tomando de las raciones de los demás. ¿Se puede permitir esto en una república de los trabajadores? No. No puede ser permitido, porque reduce las reservas de energía y el número de las manos laboriosas que están creando la riqueza nacional y el bienestar general. Desde el punto de vista de la economía nacional la prostituta profesional es una desertora del trabajo. Por esta razón debemos oponernos sin compasión a la prostitución. Por los intereses de la economía debemos empezar una lucha inmediata por reducir el número de prostitutas y eliminar la prostitución en todas sus formas.
Es hora de que entendamos que la existencia de la prostitución contradice los principios básicos de una república de los trabajadores que lucha contra toda forma de salario inmerecido. En los tres años de revolución nuestras ideas sobre este tema han cambiado mucho. Una nueva filosofía, que tiene poco en común con las viejas ideas, está forjándose. Hace tres años considerábamos a un comerciante una persona totalmente respetable. Asegurándonos de que sus cuentas estaban en orden y no engañaba ni estafaba a su cliente de una forma demasiado clara, era recompensado con el título de “comerciante de primera”, “estimado ciudadano”, etc.
Desde la revolución las actitudes hacia el comercio y los comerciantes han cambiado radicalmente. Ahora llamamos al “comerciante honrado” un especulador, y en vez de recompensarlo con títulos honorarios lo llevamos ante una comisión especial y lo ponemos en un campo de trabajos forzados. ¿Por qué hacemos esto? Porque sabemos que solamente podemos construir una nueva economía comunista si todos los ciudadanos adultos se implican en el trabajo productivo. La persona que no trabaja y que vive de alguien o de un salario inmerecido perjudica al colectivo y a la república. Nosotros, por tanto, perseguimos a los especuladores, a los comerciantes y a los acaparadores, ya que todos viven de las rentas. Debemos luchar contra la prostitución como otra forma de deserción laboral.
Alexandra Kollontai
Discurso pronunciado ante la tercera conferencia de dirigentes de los departamentos regionales de la mujer de toda Rusia en 1921
edición del Marxists Internet Archive de agosto de 2015
—2 mensajes—
Camaradas, la cuestión de la prostitución es un tema difícil y espinoso al que se le ha prestado muy poca atención en la Rusia soviética. Esta oscura herencia de nuestro pasado capitalista continúa envenenando el ambiente de la república de los trabajadores y afecta a la salud física y moral de los obreros de la Rusia soviética. Es cierto que en tres años de revolución la naturaleza de la prostitución ha variado un poco bajo la presión de las cambiantes condiciones económico-sociales. Pero estamos todavía lejos de librarnos de este mal. La prostitución sigue existiendo y amenaza el sentimiento de solidaridad y camaradería entre los obreros y las obreras, los miembros de la república de los trabajadores. Y este sentimiento es el cimiento, la base de la sociedad comunista que estamos construyendo y haciendo realidad. Es hora de que afrontemos este problema. Es hora de que reflexionemos y atendamos a los motivos que dan lugar a la prostitución. Es hora de que encontremos formas y medios de deshacernos de una vez por todas de este mal, para el cual no hay lugar en una república de los trabajadores.
Nuestra república de los trabajadores hasta ahora no ha aprobado leyes enfocadas a la erradicación de la prostitución, y ni siquiera ha publicado una redacción prestigiosa y científica de la consideración de que la prostitución es algo que perjudica al colectivo. Sabemos que la prostitución es un mal, hasta reconocemos que, en este momento, en este período de transición tan complejo, la prostitución se ha vuelto extremadamente común. Pero hemos dejado de lado el asunto, nos hemos quedado callados al respecto. En parte por las actitudes hipócritas que hemos heredado de la burguesía, y en parte por nuestra propia reticencia a considerar y ponernos de acuerdo sobre el perjuicio que causan el incremento y la extensión masiva de la prostitución en el colectivo obrero. Y nuestra desgana en la lucha contra la prostitución se ha visto reflejada en nuestra legislación.
Hasta ahora no hemos aprobado ningún estatuto que reconozca la prostitución como un fenómeno social perjudicial. Cuando las viejas leyes zaristas fueron derogadas por el Consejo de Comisarios del Pueblo, se suprimieron todos los estatutos sobre la prostitución. Pero no se presentaron nuevas medidas basadas en los intereses del pueblo trabajador. Por consiguiente, la política de las autoridades soviéticas hacia las prostitutas y la prostitución se ha caracterizado por su diversidad y sus contradicciones. En algunas áreas la policía todavía detiene a prostitutas igual que en los viejos tiempos. En otros lugares, subsisten burdeles muy abiertamente (la Comisión Interdepartamental para la Lucha contra la Prostitución tiene datos sobre esto). Y hay otros sitios donde las prostitutas son consideradas criminales y son recluidas en campos de trabajos forzados. Las diferentes actitudes de las autoridades locales resaltan así la ausencia de un estatuto reconocido ya redactado. Nuestra actitud vaga hacia este complejo fenómeno social es la responsable de algunas distorsiones y desviaciones de los principios subyacentes a nuestra legislación y moral.
Debemos por tanto no sólo encarar el problema de la prostitución sino buscar una solución que esté en la línea de nuestros principios fundamentales y el programa de transformación económica y social que sigue el partido de los comunistas. Debemos, sobre todo, definir claramente qué es la prostitución. La prostitución es un fenómeno que está estrechamente ligado a las rentas, y se desarrolla y prospera en la época dominada por el capital y la propiedad privada. Las prostitutas, desde nuestro punto de vista, son mujeres que venden su cuerpo a cambio de beneficio material – por comida decente, por ropa y otras ventajas; son prostitutas todas aquellas que evitan la necesidad de trabajar entregándose a sí mismas a un hombre, ya sea por un tiempo o de por vida.
Nuestra república soviética de trabajadores ha heredado la prostitución del pasado capitalista, donde sólo un pequeño número de mujeres trabajaban directamente en la economía nacional y la mayoría contaba con el sostén masculino de la familia, con el padre o el marido. La prostitución surgió con los primeros Estados como una sombra inevitable de la institución oficial del matrimonio, que estaba concebido para preservar los derechos de la propiedad privada y garantizar la herencia de la propiedad a través de un linaje de herederos legítimos. La institución del matrimonio hizo posible impedir que la riqueza acumulada fuera desperdigada entre un gran número de “herederos”. Pero hay una gran diferencia entre la prostitución de Grecia y Roma y la prostitución que conocemos hoy. En los tiempos antiguos el número de prostitutas era pequeño, y no existía esa hipocresía, esencia de la moral del mundo burgués, que fuerza a la sociedad burguesa a quitarse el sombrero respetuosamente ante la “legítima esposa” de un magnate industrial (la cual obviamente se ha vendido a un marido al que no ama) para repudiar a una chica que ha sido forzada a las calles a causa de la pobreza, la indigencia, el desempleo y otras situaciones sociales que se derivan de la existencia del capitalismo y la propiedad privada. El mundo antiguo tenía a la prostitución como el complemento legal a las relaciones exclusivamente familiares. Aspasia, la amante de Pericles, era respetada por sus contemporáneos mucho más que las insulsas mujeres del aparato de reproducción [entiéndase aquí aparato como conjunto de personas – nota del traductor].
En la Edad Media, donde predominaba la producción artesanal, la prostitución era aceptada como algo natural y legítimo. Las prostitutas tenían sus propios gremios y participaban en festivales y actividades locales de igual manera que los otros gremios. La prostituta aseguraba que las hijas de los respetables ciudadanos permanecieran castas y sus mujeres fieles, ya que los hombres solteros podían, por una retribución, acudir a las miembros del gremio para obtener consuelo. La prostitución se tornaba así beneficiosa para los respetables propietarios y era abiertamente aceptada por ellos.
Con el ascenso del capitalismo, la situación cambia. En los siglos XIX y XX la prostitución alcanza proporciones amenazantes por primera vez. La venta del trabajo de la mujer, que está estrecha e inseparablemente conectada a la venta del cuerpo femenino, se incrementa ininterrumpidamente, llevando a una situación donde la respetada esposa de un obrero, y no sólo la abandonada y “deshonrada” chica, se une a las filas de las prostitutas: una madre por el bien de sus hijos, o una joven como Sonya Marmeladova por el bien de su familia. Este es el horror y la desesperanza que resulta de la explotación del trabajo por el capital. Cuando los salarios de una mujer son insuficientes para mantenerla viva, la venta de favores parece una posible ocupación complementaria. La moral hipócrita de la sociedad burguesa fomenta la prostitución por la estructura de su economía explotadora, mientras que al mismo tiempo cubre con desprecio a cualquier chica o mujer que es forzada a tomar este camino.
La sombra negra de la prostitución acecha al matrimonio legal de la sociedad burguesa. La historia nunca antes ha presenciado tal crecimiento de la prostitución como ha ocurrido en la última parte del siglo XIX y el siglo XX. En Berlín hay una prostituta por cada veinte de las llamadas mujeres honestas. En París la proporción es de una de cada dieciocho y en Londres de una de cada nueve. Existen diferentes tipos de prostitución: existe una prostitución abierta, que es legal y está sujeta a regulación, y está el tipo secreto, “temporal”. Todas las formas de prostitución florecen como una flor venenosa en los barrizales del estilo de vida burgués.
El mundo de la burguesía no perdona ni a las niñas, forzando a las chicas jóvenes de nueve y diez años a los sórdidos abusos de ancianos ricos y depravados. En los países capitalistas hay burdeles que se especializan exclusivamente en chicas jovencísimas. En el actual período de posguerra, toda mujer tiene que afrontar la posibilidad del desempleo. El paro azota a la mujer en particular y causa un enorme incremento del ejército de las “mujeres callejeras”. Masas hambrientas de mujeres en busca de compradores de “blancas” inundan de noche las calles de Berlín, París y otros centros desarrollados de los Estados capitalistas. El comercio con los cuerpos de mujeres se desarrolla muy a la luz, lo cual no debe sorprendernos si consideramos que toda la vida burguesa está basada en la compra y la venta. Hay un elemento innegable de consideraciones materiales y económicas incluso en el más legal de los matrimonios. La prostitución es la única salida para la mujer que no puede mantenerse permanentemente. La prostitución bajo el capitalismo les da la oportunidad a los hombres de tener relaciones sexuales sin tener que asumir la responsabilidad de mantener a las mujeres hasta la tumba.
Pero si la prostitución tiene tanto arraigo y está tan extendida, hasta en la misma Rusia, ¿cómo debemos luchar contra ella? Para responder a esta cuestión debemos primero analizar con más detalle los factores que hacen surgir la prostitución. A la ciencia burguesa y sus académicos les encanta demostrar al mundo que la prostitución es un fenómeno patológico, por ejemplo, que es el resultado de las anormalidades de algunas mujeres. Del mismo modo que algunas personas son criminales por naturaleza, algunas mujeres, se argumenta, son prostitutas por naturaleza. Independientemente de dónde o cómo tales mujeres pudieran haber vivido, se habrían dedicado a una vida de pecadoras. Los marxistas y los académicos, médicos y estadísticos más conscientes han demostrado claramente la idea de que la “disposición innata” es falsa. La prostitución es sobre todo un fenómeno social; está estrechamente conectado a la necesitada posición de la mujer y su dependencia económica con respecto al hombre en el matrimonio y la familia. Las raíces de la prostitución están en la economía. La mujer, por un lado, está en una posición económicamente vulnerable, y, por el otro, condicionada por siglos de educación para esperar favores materiales de un hombre a cambio de favores sexuales – ya se den estos dentro o fuera de la atadura del matrimonio. Esta es la raíz del problema. Aquí está el origen de la prostitución.
Si los académicos burgueses de la escuela Lombroso-Tarnovsky estuviesen en lo cierto al mantener que las prostitutas nacen con el sello de la corrupción y la anormalidad sexual, ¿cómo se explicaría algo que es bien sabido por todos: que en tiempos de crisis y desempleo el número de prostitutas se incrementa inmediatamente? ¿Cómo se explicaría que los proveedores de “mercancía humana” que llegaban a la Rusia zarista provenientes de otros países de Europa occidental siempre encontraban una buena cosecha en zonas donde los cultivos habían sido un fracaso y la población estaba sufriendo de hambre, mientras que venían con nuevos empleados desde lejanas regiones de abundancia? ¿Por qué tantas de las mujeres que supuestamente están destinadas por naturaleza a la ruina sólo se han dado a la prostitución en años de hambre y desempleo?
Es también significativo que en los países capitalistas la prostitución recluta a sus empleados de entre los sectores desposeídos de la población. Trabajo mal pagado, indigencia, pobreza extrema y la necesidad de mantener a los hermanos y hermanas más pequeños: estos son los factores causantes del mayor número de prostitutas. Si las teorías burguesas sobre la disposición innata corrupta y criminal fueran ciertas, entonces todas las clases de la población deberían contribuir igualmente a la prostitución. Debería haber la misma proporción de mujeres corruptas entre los ricos y entre los pobres. Pero las prostitutas profesionales, mujeres que viven de sus propios cuerpos, son contratadas de las clases pobres con raras excepciones. La pobreza, el hambre, la privación y las flagrantes desigualdades sociales, que son la base del orden burgués, conducen a estas mujeres a la prostitución.
O de nuevo uno puede señalar que las prostitutas en los países capitalistas tienen en su mayoría entre 13 y 20 años, de acuerdo con las estadísticas. Las niñas y las
mujeres jóvenes, en otras palabras. Y la mayoría de estas chicas están solas y sin hogar. Las niñas criadas en ambientes ricos que tienen una estupenda familia burguesa que las protege rara vez caen en la prostitución. Las excepciones son generalmente víctimas de trágicas circunstancias. Por lo común son víctimas de la “doble moral” hipócrita. La familia burguesa abandona a la chica que ha “pecado” y ella – sola, sin mantenimiento y estigmatizada por el desprecio de la sociedad – ve en la prostitución la única salida.
Podemos por tanto enumerar como factores causantes de la prostitución: los salarios bajos, las desigualdades sociales, la dependencia económica de la mujer respecto al hombre, y la mala costumbre por la cual las mujeres esperan ser mantenidas a cambio de favores sexuales en vez de a cambio de su trabajo.
La revolución obrera en Rusia ha destrozado las bases del capitalismo y ha asestado un duro golpe a la antigua dependencia de la mujer respecto al hombre. Todos los ciudadanos son iguales ante la comunidad del trabajo. Están obligados por igual a trabajar por el bien común y son aptos por igual para el apoyo del colectivo cuando lo necesiten. Una mujer se mantiene no mediante el matrimonio sino por el papel que juega en la producción y por la contribución que realiza a la riqueza popular. Las relaciones entre los sexos se están transformando. Pero todavía somos prisioneros de las viejas ideas. Además, la estructura económica está lejos de ser completamente organizada de un modo nuevo, y el comunismo queda aún muy lejos. En este período de transición es natural que la prostitución siga teniendo un fuerte arraigo. Al fin y al cabo, aunque las causas principales de la prostitución – la propiedad privada y la política de fortalecimiento de la familia – han sido eliminadas, otros factores tienen peso. La indigencia, el abandono, las condiciones insalubres en las viviendas, la soledad y los bajos salarios para la mujer se mantienen en nuestros días. Nuestro aparato productivo sigue desplomado y continúa la dislocación de la economía nacional. Estas y otras condiciones económico-sociales llevan a la mujer a prostituirse.
Luchar contra la prostitución significa sobre todo luchar contra estas condiciones – en otras palabras, significa apoyar la política general del gobierno soviético, que está dirigida al fortalecimiento de las bases del comunismo y la organización de la producción.
Algunos podrían decir que no se necesita ninguna campaña especial, puesto que la prostitución estará fuera de lugar una vez que el poder de los obreros y las bases del comunismo estén fortalecidos. Este tipo de argumento no tiene en cuenta el efecto dañino y divisor que tiene la prostitución en la construcción de una nueva sociedad comunista.
La consigna correcta fue formulada en el primer Congreso de la Mujer Obrera y Campesina de Toda Rusia: “Una mujer de la república obrera soviética es una ciudadana libre con iguales derechos, y no puede ni debe ser objeto de compra y venta”. La consigna se proclamó, pero no se hizo nada. Sobre todo la prostitución perjudica la economía nacional y obstaculiza el desarrollo de las fuerzas productivas. Sabemos que sólo podemos superar el caos y mejorar la industria si empleamos los esfuerzos y las energías de los obreros y si organizamos la fuerza de trabajo disponible de los hombres y las mujeres de la manera más racional posible. ¡Abajo el trabajo improductivo de las tareas domésticas y del cuidado de los niños! Abrir paso al trabajo que está organizado y es productivo, y que sirve a la comunidad del trabajo. Estas son las consignas que nos deben ocupar.
¿Y qué es, después de todo, la prostituta profesional? Es una persona cuya energía no es usada por y para el colectivo; una persona que vive de los demás, tomando de las raciones de los demás. ¿Se puede permitir esto en una república de los trabajadores? No. No puede ser permitido, porque reduce las reservas de energía y el número de las manos laboriosas que están creando la riqueza nacional y el bienestar general. Desde el punto de vista de la economía nacional la prostituta profesional es una desertora del trabajo. Por esta razón debemos oponernos sin compasión a la prostitución. Por los intereses de la economía debemos empezar una lucha inmediata por reducir el número de prostitutas y eliminar la prostitución en todas sus formas.
Es hora de que entendamos que la existencia de la prostitución contradice los principios básicos de una república de los trabajadores que lucha contra toda forma de salario inmerecido. En los tres años de revolución nuestras ideas sobre este tema han cambiado mucho. Una nueva filosofía, que tiene poco en común con las viejas ideas, está forjándose. Hace tres años considerábamos a un comerciante una persona totalmente respetable. Asegurándonos de que sus cuentas estaban en orden y no engañaba ni estafaba a su cliente de una forma demasiado clara, era recompensado con el título de “comerciante de primera”, “estimado ciudadano”, etc.
Desde la revolución las actitudes hacia el comercio y los comerciantes han cambiado radicalmente. Ahora llamamos al “comerciante honrado” un especulador, y en vez de recompensarlo con títulos honorarios lo llevamos ante una comisión especial y lo ponemos en un campo de trabajos forzados. ¿Por qué hacemos esto? Porque sabemos que solamente podemos construir una nueva economía comunista si todos los ciudadanos adultos se implican en el trabajo productivo. La persona que no trabaja y que vive de alguien o de un salario inmerecido perjudica al colectivo y a la república. Nosotros, por tanto, perseguimos a los especuladores, a los comerciantes y a los acaparadores, ya que todos viven de las rentas. Debemos luchar contra la prostitución como otra forma de deserción laboral.