Acerca del “marxismo empalagoso” de Erich Fromm
David Rodrigo García Colin Carrillo - año 2012
▬ 3 mensajes
Ahora que Andrés Manuel López Obrador (AMLO) plantea la “República del amor” como alternativa, creemos importante contribuir al debate sobre las debilidades y limitaciones de las posturas sentimentales con un artículo, que forma parte de un libro sobre el que estamos trabajando, Sobre el marxismo y Erich Fromm, cuya teoría tiene puntos de contacto con el giro a la derecha que AMLO ha realizado queriendo congraciarse con la clase dominante. [1]
El artículo aborda en particular a Erich Fromm pero mutatis mutandis se puede aplicar a la “República del amor”, que borra las diferencias de clase.
"No te he dado una forma, ni una función específica, a ti, Adán. Por tal motivo, tendrás la forma y función que desees. La naturaleza de las demás criaturas la he dado de acuerdo a mi deseo. Pero tú no tendrás límites. Tú definirás tus propias limitaciones de acuerdo con tu libre albedrío. Te colocaré en el centro del universo, de manera que te sea más fácil dominar tus alrededores. No te he hecho mortal, ni inmortal; ni de la Tierra, ni del Cielo. De tal manera, que podrás transformarte a ti mismo en lo que desees. Podrás descender a la forma más baja de existencia como si fueras una bestia o podrás, en cambio, renacer más allá del juicio de tu propia alma, entre los más altos espíritus, aquellos que son divinos". (Pico della Mirandola, Discurso sobre la dignidad del hombre).
Cuando en 1486 el gran filósofo florentino Picco della Mirandola, de apenas 23 años de edad, publicó la introducción titulada Discurso sobre la dignidad del hombre para su obra Conclusiones philosophicae, cabalisticae et theologicae (mejor conocida como Las 900 Tesis), sus ideas eran totalmente revolucionarias. Se trataba de tesis que abrirían, de manera pionera, el pensamiento humanista: la dignidad propia del ser humano, la consciencia de su individualidad, de su “libre arbitrio” y de su libertad. En tanto estas tesis expresaban el despertar de la consciencia burguesa que se enfrentaba al pensamiento escolástico medieval (aun dentro de los márgenes de la misma religión), abrían una nueva época; era la época de la acumulación originaria de capital que germinaba en las entrañas de la sociedad feudal. No es casualidad que el joven Pico della Mirandola haya sido perseguido y encarcelado por la Iglesia como un hereje.
Dentro del pensamiento humanista y empirista del Renacimiento y la Ilustración, surgieron los primeros sistemas utópicos del socialismo (haciendo abstracción del comunismo tosco de algunas corrientes del cristianismo primitivo). Marx retomó el socialismo francés (heredero, en parte, del humanismo florentino) como una de las fuentes de su teoría. Pero el sano individualismo renacentista, producto del desarrollo del comercio y la apertura de nuevos horizontes geográficos, culturales y espirituales; se ha convertido en su contrario en la fase del capitalismo imperialista, es decir, en la sociedad en la que vivimos y en la que escribió Erich Fromm.
En la actualidad, la literatura que exalta el individualismo, el amor al prójimo y la superación personal es, en la mayoría de los casos, una estrategia de propaganda de las grandes corporaciones destinada a la evasión espiritual de un mundo capitalista en decadencia. La “renovación espiritual”, propagada en la literatura chatarra que se compra como golosinas en los supermercados y en las cajas de pago de los restaurantes, promueve la introspección como una vacuna para evitar la transformación real, promueve el individualismo para contrarrestar la acción colectiva y organizada de los explotados, promueve la meditación como un mecanismo de fuga tranquilizador de los nervios, la renovación moral como estratagema para mantener el orden existente, la “filosofía” de la productividad y la responsabilidad como emanación de la lógica empresarial.
El individualismo burgués promovido por estos medios es una forma de consciencia alienada porque, en última instancia, es la expresión espiritual idealizada de la libertad de vender y comprar mercancía y fuerza de trabajo, la expresión de la igualdad formal en la que se intercambian los productos del trabajo de acuerdo a su valor abstracto (valor de cambio), la igualdad abstracta del trabajador concebido como un factor más (fuerza de trabajo) para la rentabilidad del capital; la fetichización del individuo burgués expresado en términos filosóficos y “espirituales”, un individuo que se moldea en función de su subordinación hacia las cosas convertidas en mercancías.
Es verdad que la consciencia de la dignidad personal puede jugar un rol relativamente progresista en algunos sectores sociales especialmente atomizados y denigrados (por ejemplo, amas de casa golpeadas y humilladas por sus maridos); pero reducir el marxismo a una teoría sobre la superación moral del individuo es convertirla en literatura inofensiva de superación personal. Esto último es precisamente lo que Erich Fromm intentó hacer con el pensamiento de Marx. En Fromm se mezcla de manera peculiar su humanismo racionalista, su pasado religioso -el cual, evidentemente, nunca terminó de abandonar- y su visión, a nuestro juicio parcial, del marxismo. Nuestro juicio sobre Erich Fromm se basa en una crítica del peculiar enlace que establece entre Marx y Freud (el enlace nos parece pertinente y fructífero, no así la manera en que lo hace Fromm).
Antes de plantear nuestras objeciones a Fromm –y para ser justos con nuestro autor- es necesario reconocer que en las obras del autor del Arte de amar se pueden encontrar interesantes estudios psicoanalíticos que muestran, sin duda, que Fromm era un destacado alumno de Freud y un gran conocedor de su pensamiento. Su vinculación entre el psicoanálisis y el medio social-cultural (especialmente la sociedad de mercado) apunta, sin duda, en la dirección correcta –aunque su abordaje se anula a sí mismo, en gran medida, por la convivencia de la tesis acerca de la configuración social de la psique con la existencia de una naturaleza humana impresa en la consciencia-.
De acuerdo con el “Instituto mexicano de psicoanálisis” –fundado por Fromm-, su propuesta de un psicoanálisis más activo y sus críticas al uso del diván tuvo un impacto positivo en la terapia psicoanalítica (punto no compartido, obviamente, por las visiones ortodoxas). La fundación de este instituto tenía como uno de sus objetivos atender a sectores de escasos recursos y formar psicoanalistas en un espíritu terapéutico más activo que en la visión tradicional de Freud. No obstante, nos interesa criticar al Fromm “marxista” y a ciertos aspectos de su interpretación del psicoanálisis. Desde nuestro punto de vista, como “marxista”, Fromm era un destacado psicoanalista y, como buen psicoanalista, un marxista francamente desastroso.
El pensamiento de Erich Fromm parte -como es el caso de sus colegas Marcuse, Horkehimer y Adorno- de una lectura unilateral y unidimensional del concepto de alienación de Marx. La alienación es concebida como un proceso gradual, uniforme y carente de contradicciones en el que el ser humano (en abstracto) está cada vez más sometido, robotizado y controlado por la producción industrial y por las burocracias (sean éstas gubernamentales, sindicales, partidistas o de cualquier índole -sin importar sus orígenes de clase o sus intereses contrapuestos, ya que Fromm cree estar por encima de las clases). Al igual que Marcuse, Fromm cree que la alienación se refuerza por la capacidad del sistema de proveer bienes materiales en cantidades crecientes al conjunto de la población. La relatividad e historicidad de las necesidades sociales, y las contradicciones del capitalismo, son omitidas en una concepción homogénea y abstracta del consumo, en la creencia de que el capitalismo ha superado sus contradicciones, convirtiéndose en una suerte de “Gran hermano” que todo lo controla. La alienación es presentada en los mismos términos en los que en el pasado se presentaba la visión liberal y racionalista del progreso: una alienación gradual, lineal, homogénea y totalizadora.
Así, sostiene Fromm que:
¨En el presente siglo, el carácter del hombre se orienta más hacia una pasividad considerable y una identificación con los valores del mercado. El hombre contemporáneo es ciertamente pasivo en gran parte de sus momentos de ocio. Es el consumidor eterno; “se traga” bebidas, alimentos, cigarrillos, conferencias, cuadros, libros, películas; consume todo, engulle todo. El mundo no es más que un enorme objeto para su apetito: una gran mamadera, una gran manzana, un pecho opulento. El hombre se ha convertido en lactante, eternamente expectante y eternamente frustrado. (Fromm, E. La condición humana actual, p. ocho).
La obscena concentración de capital en un pequeño grupo de corporaciones monopolistas es un hecho reconocido por Fromm, pero ignora, al mismo tiempo, la muerte de millones personas porque la dinámica capitalista les ha privado de “mamar del pecho opulento”. La aproximación de Fromm tiene más relación con las visiones apocalípticas de Huxley y Orwell presentadas en sus libros Un mundo feliz y 1984 que con las contradicciones capitalistas expuestas por Marx.
Ya comentaremos lo que consideramos pertinente sobre el tema, en otra parte del presente libro donde exponemos la alienación en Marx y en donde abordamos las ideas de Marcuse. Lo que nos interesa señalar en este punto es la forma en que Fromm, partiendo de un abordaje incorrecto de la alienación, convierte al marxismo en una empalagosa y dulzona teoría de superación personal, apelando de paso a la teoría de Freud. Estas reflexiones nos servirán como punto de partida para abordar los textos de Trotsky acerca de la ética y la filosofía.
La concepción anti-dialéctica de la alienación hace que Fromm conciba la consciencia como una fotografía inerte que, si bien se configura históricamente, permanece como una estructura dada propia de ciertos tipos de caracteres. Así, de acuerdo a sus tesis, la consciencia de los individuos se puede dividir en dos campos: “el carácter autoritario” por un lado y el “carácter revolucionario” por el otro. “El carácter autoritario” es definido por Fromm como la “estructura caracterológica de una persona cuyo sentido de fuerza e identidad se basa en una subordinación simbiótica a las autoridades y, al mismo tiempo, una dominación simbiótica de los sometidos a su autoridad”; mientras que la esencia del “carácter revolucionario” es “ser independiente, es decir, ser libre” (Ibid. p. 63). Estas abstracciones surgen como respuesta a una pregunta igualmente falsa: “¿Hasta qué punto tienen los obreros y empleados germanos una estructura de carácter opuesta a la idea autoritaria del nacional socialismo? (...) ¿Hasta qué punto combatirán este régimen los obreros y empleados germanos?”. La pregunta anuncia el fracaso de la respuesta; implica la idea de que la “estructura de carácter” es una sustancia fija e inmutable, se fijan los caracteres en un prototipo racionalmente abstraído presentado como una categoría inmóvil.
David Rodrigo García Colin Carrillo - año 2012
▬ 3 mensajes
Ahora que Andrés Manuel López Obrador (AMLO) plantea la “República del amor” como alternativa, creemos importante contribuir al debate sobre las debilidades y limitaciones de las posturas sentimentales con un artículo, que forma parte de un libro sobre el que estamos trabajando, Sobre el marxismo y Erich Fromm, cuya teoría tiene puntos de contacto con el giro a la derecha que AMLO ha realizado queriendo congraciarse con la clase dominante. [1]
El artículo aborda en particular a Erich Fromm pero mutatis mutandis se puede aplicar a la “República del amor”, que borra las diferencias de clase.
"No te he dado una forma, ni una función específica, a ti, Adán. Por tal motivo, tendrás la forma y función que desees. La naturaleza de las demás criaturas la he dado de acuerdo a mi deseo. Pero tú no tendrás límites. Tú definirás tus propias limitaciones de acuerdo con tu libre albedrío. Te colocaré en el centro del universo, de manera que te sea más fácil dominar tus alrededores. No te he hecho mortal, ni inmortal; ni de la Tierra, ni del Cielo. De tal manera, que podrás transformarte a ti mismo en lo que desees. Podrás descender a la forma más baja de existencia como si fueras una bestia o podrás, en cambio, renacer más allá del juicio de tu propia alma, entre los más altos espíritus, aquellos que son divinos". (Pico della Mirandola, Discurso sobre la dignidad del hombre).
Cuando en 1486 el gran filósofo florentino Picco della Mirandola, de apenas 23 años de edad, publicó la introducción titulada Discurso sobre la dignidad del hombre para su obra Conclusiones philosophicae, cabalisticae et theologicae (mejor conocida como Las 900 Tesis), sus ideas eran totalmente revolucionarias. Se trataba de tesis que abrirían, de manera pionera, el pensamiento humanista: la dignidad propia del ser humano, la consciencia de su individualidad, de su “libre arbitrio” y de su libertad. En tanto estas tesis expresaban el despertar de la consciencia burguesa que se enfrentaba al pensamiento escolástico medieval (aun dentro de los márgenes de la misma religión), abrían una nueva época; era la época de la acumulación originaria de capital que germinaba en las entrañas de la sociedad feudal. No es casualidad que el joven Pico della Mirandola haya sido perseguido y encarcelado por la Iglesia como un hereje.
Dentro del pensamiento humanista y empirista del Renacimiento y la Ilustración, surgieron los primeros sistemas utópicos del socialismo (haciendo abstracción del comunismo tosco de algunas corrientes del cristianismo primitivo). Marx retomó el socialismo francés (heredero, en parte, del humanismo florentino) como una de las fuentes de su teoría. Pero el sano individualismo renacentista, producto del desarrollo del comercio y la apertura de nuevos horizontes geográficos, culturales y espirituales; se ha convertido en su contrario en la fase del capitalismo imperialista, es decir, en la sociedad en la que vivimos y en la que escribió Erich Fromm.
En la actualidad, la literatura que exalta el individualismo, el amor al prójimo y la superación personal es, en la mayoría de los casos, una estrategia de propaganda de las grandes corporaciones destinada a la evasión espiritual de un mundo capitalista en decadencia. La “renovación espiritual”, propagada en la literatura chatarra que se compra como golosinas en los supermercados y en las cajas de pago de los restaurantes, promueve la introspección como una vacuna para evitar la transformación real, promueve el individualismo para contrarrestar la acción colectiva y organizada de los explotados, promueve la meditación como un mecanismo de fuga tranquilizador de los nervios, la renovación moral como estratagema para mantener el orden existente, la “filosofía” de la productividad y la responsabilidad como emanación de la lógica empresarial.
El individualismo burgués promovido por estos medios es una forma de consciencia alienada porque, en última instancia, es la expresión espiritual idealizada de la libertad de vender y comprar mercancía y fuerza de trabajo, la expresión de la igualdad formal en la que se intercambian los productos del trabajo de acuerdo a su valor abstracto (valor de cambio), la igualdad abstracta del trabajador concebido como un factor más (fuerza de trabajo) para la rentabilidad del capital; la fetichización del individuo burgués expresado en términos filosóficos y “espirituales”, un individuo que se moldea en función de su subordinación hacia las cosas convertidas en mercancías.
Es verdad que la consciencia de la dignidad personal puede jugar un rol relativamente progresista en algunos sectores sociales especialmente atomizados y denigrados (por ejemplo, amas de casa golpeadas y humilladas por sus maridos); pero reducir el marxismo a una teoría sobre la superación moral del individuo es convertirla en literatura inofensiva de superación personal. Esto último es precisamente lo que Erich Fromm intentó hacer con el pensamiento de Marx. En Fromm se mezcla de manera peculiar su humanismo racionalista, su pasado religioso -el cual, evidentemente, nunca terminó de abandonar- y su visión, a nuestro juicio parcial, del marxismo. Nuestro juicio sobre Erich Fromm se basa en una crítica del peculiar enlace que establece entre Marx y Freud (el enlace nos parece pertinente y fructífero, no así la manera en que lo hace Fromm).
Antes de plantear nuestras objeciones a Fromm –y para ser justos con nuestro autor- es necesario reconocer que en las obras del autor del Arte de amar se pueden encontrar interesantes estudios psicoanalíticos que muestran, sin duda, que Fromm era un destacado alumno de Freud y un gran conocedor de su pensamiento. Su vinculación entre el psicoanálisis y el medio social-cultural (especialmente la sociedad de mercado) apunta, sin duda, en la dirección correcta –aunque su abordaje se anula a sí mismo, en gran medida, por la convivencia de la tesis acerca de la configuración social de la psique con la existencia de una naturaleza humana impresa en la consciencia-.
De acuerdo con el “Instituto mexicano de psicoanálisis” –fundado por Fromm-, su propuesta de un psicoanálisis más activo y sus críticas al uso del diván tuvo un impacto positivo en la terapia psicoanalítica (punto no compartido, obviamente, por las visiones ortodoxas). La fundación de este instituto tenía como uno de sus objetivos atender a sectores de escasos recursos y formar psicoanalistas en un espíritu terapéutico más activo que en la visión tradicional de Freud. No obstante, nos interesa criticar al Fromm “marxista” y a ciertos aspectos de su interpretación del psicoanálisis. Desde nuestro punto de vista, como “marxista”, Fromm era un destacado psicoanalista y, como buen psicoanalista, un marxista francamente desastroso.
El pensamiento de Erich Fromm parte -como es el caso de sus colegas Marcuse, Horkehimer y Adorno- de una lectura unilateral y unidimensional del concepto de alienación de Marx. La alienación es concebida como un proceso gradual, uniforme y carente de contradicciones en el que el ser humano (en abstracto) está cada vez más sometido, robotizado y controlado por la producción industrial y por las burocracias (sean éstas gubernamentales, sindicales, partidistas o de cualquier índole -sin importar sus orígenes de clase o sus intereses contrapuestos, ya que Fromm cree estar por encima de las clases). Al igual que Marcuse, Fromm cree que la alienación se refuerza por la capacidad del sistema de proveer bienes materiales en cantidades crecientes al conjunto de la población. La relatividad e historicidad de las necesidades sociales, y las contradicciones del capitalismo, son omitidas en una concepción homogénea y abstracta del consumo, en la creencia de que el capitalismo ha superado sus contradicciones, convirtiéndose en una suerte de “Gran hermano” que todo lo controla. La alienación es presentada en los mismos términos en los que en el pasado se presentaba la visión liberal y racionalista del progreso: una alienación gradual, lineal, homogénea y totalizadora.
Así, sostiene Fromm que:
¨En el presente siglo, el carácter del hombre se orienta más hacia una pasividad considerable y una identificación con los valores del mercado. El hombre contemporáneo es ciertamente pasivo en gran parte de sus momentos de ocio. Es el consumidor eterno; “se traga” bebidas, alimentos, cigarrillos, conferencias, cuadros, libros, películas; consume todo, engulle todo. El mundo no es más que un enorme objeto para su apetito: una gran mamadera, una gran manzana, un pecho opulento. El hombre se ha convertido en lactante, eternamente expectante y eternamente frustrado. (Fromm, E. La condición humana actual, p. ocho).
La obscena concentración de capital en un pequeño grupo de corporaciones monopolistas es un hecho reconocido por Fromm, pero ignora, al mismo tiempo, la muerte de millones personas porque la dinámica capitalista les ha privado de “mamar del pecho opulento”. La aproximación de Fromm tiene más relación con las visiones apocalípticas de Huxley y Orwell presentadas en sus libros Un mundo feliz y 1984 que con las contradicciones capitalistas expuestas por Marx.
Ya comentaremos lo que consideramos pertinente sobre el tema, en otra parte del presente libro donde exponemos la alienación en Marx y en donde abordamos las ideas de Marcuse. Lo que nos interesa señalar en este punto es la forma en que Fromm, partiendo de un abordaje incorrecto de la alienación, convierte al marxismo en una empalagosa y dulzona teoría de superación personal, apelando de paso a la teoría de Freud. Estas reflexiones nos servirán como punto de partida para abordar los textos de Trotsky acerca de la ética y la filosofía.
La concepción anti-dialéctica de la alienación hace que Fromm conciba la consciencia como una fotografía inerte que, si bien se configura históricamente, permanece como una estructura dada propia de ciertos tipos de caracteres. Así, de acuerdo a sus tesis, la consciencia de los individuos se puede dividir en dos campos: “el carácter autoritario” por un lado y el “carácter revolucionario” por el otro. “El carácter autoritario” es definido por Fromm como la “estructura caracterológica de una persona cuyo sentido de fuerza e identidad se basa en una subordinación simbiótica a las autoridades y, al mismo tiempo, una dominación simbiótica de los sometidos a su autoridad”; mientras que la esencia del “carácter revolucionario” es “ser independiente, es decir, ser libre” (Ibid. p. 63). Estas abstracciones surgen como respuesta a una pregunta igualmente falsa: “¿Hasta qué punto tienen los obreros y empleados germanos una estructura de carácter opuesta a la idea autoritaria del nacional socialismo? (...) ¿Hasta qué punto combatirán este régimen los obreros y empleados germanos?”. La pregunta anuncia el fracaso de la respuesta; implica la idea de que la “estructura de carácter” es una sustancia fija e inmutable, se fijan los caracteres en un prototipo racionalmente abstraído presentado como una categoría inmóvil.
Última edición por lolagallego el Jue Ene 21, 2021 9:13 pm, editado 1 vez