El Rubius y la esencia del capitalismo: preguntas y respuestas
serie de tres entregas publicadas en el blog Communia (diario de Emancipación) sobre los paraísos fiscales, impuestos, riqueza...
enero de 2021
▬ 4 mensajes
El Rubius y la esencia del capitalismo: preguntas y respuestas - entrega #1
Saltó de Twitch a las redes sociales y de ahí al Telediario y la prensa internacional: un youtuber famoso, el Rubius, decía querer marchar a Andorra para pagar menos impuestos. Gran descubrimiento: más de un tercio de la población residente en el pequeño estado pirenaico son españoles y buena parte de ellos se autodefinen como exiliados fiscales. A partir de ahí, una cascada de falsos debates. ¿Esos que se van son creadores de riqueza? ¿Los impuestos redistribuyen riqueza? ¿Por su culpa tenemos menos atención médica o peores escuelas? ¿Si se cobraran más impuestos el sistema sería mejor?
¿Qué es la riqueza?
En sociedades anteriores a la capitalista la riqueza se medía y se acumulaba en formas distintas a las de hoy. En la Antigüedad y la alta Edad Media las clases dirigentes acumulaban riqueza tesaurizádola, es decir, haciendo tesoros, acumulaciones físicas de objetos de lujo, y metales preciosos. Muchos han llegado hasta los arqueólogos de hoy porque las enterraban como forma de conservación. En no pocas sociedades agrarias clánicas, como los maoríes, la riqueza se medía hasta la llegada del capitalismo en fetiches, objetos concretos, diferenciados entre sí y a los que se atribuía un espíritu característico.
Es decir, qué es la riqueza, en qué consiste, cómo se acumula y para qué sirve, está determinado por el modo en que cada sociedad se organiza para producir. Y hoy, el modo de producción social bajo el que vive la Humanidad es el capitalismo.
En el capitalismo la riqueza es un acúmulo de valor. Pero ni valor significa la misma cosa que en otras formaciones históricas ni se acumula del mismo modo ni para los mismos fines. Empecemos:
Obviamente, el valor no es una propiedad física de las cosas. No es eso que el trabajo aporta a las materias primas. Es una propiedad social que sirve de indicador de la cantidad de trabajo socialmente necesario para producir algo. Esa cantidad de valor se mide en dinero. Y cuando el valor/dinero se acumula en este sistema, el resultado no es un tesoro, sino un capital.
¿En qué consiste acumular valor? Es un proceso social. Y así tenemos que entenderlo, no partiendo de la suma de acumulaciones individuales por empresas, individuos o grupos de inversores, sino al revés: entendiendo como totalidad para poder entender cómo y por qué acumula cada parte, cada masa de dinero invertido.
En conjunto se trata de un ciclo que se desarrolla permanentemente en el conjunto de la sociedad: explotar trabajo para producir mercancías, venderlas por un valor incrementado al empleado en producirlas, distribuir las ganancias del conjunto de sistema a través del mercado de capitales y, finalmente, reincorporar las ganancias a la producción social como valor incrementado, como capital ampliado.
Visto así, entendemos cuál es la esencia del dinero, que no tiene nada que ver con la moneda: la moneda es básicamente una herramienta de intercambio, el dinero es ese valor que se reproduce y aumenta. Y por lo mismo podemos entender qué es el valor desde una nueva perspectiva, como la medida de la capacidad de cada propiedad para dirigir y apropiar el trabajo ajeno. Y también lo que el capital es para cada inversor o capitalista individual: un derecho para organizar y explotar cierta cantidad de recursos sociales y fuerza de trabajo.
Ni la moneda se convierte en dinero de manera espontánea ni el capital aparece de modo natural. Dinero y capital son formas que solo son posibles dentro de un sistema de explotación muy particular: el capitalismo, que asegura que aquellas aplicaciones que más aportan al incremento de trabajo impago global dispongan una proporción mayor de recursos y trabajo a explotar en cada ciclo.
Así que no, el capital no es simplemente un acúmulo de cosas, da igual las que sean. Un edificio histórico que no se puede vender ni utilizar comercialmente, no es capital. Tampoco es algo tan simple como tener euros o dólares. Los salarios que cobramos no son capital. Un buen salario, aunque haga una vida relativamente cómoda, no permite acumular capital. Disponer de capital es disponer de dinero en una escala suficiente y en un contexto que permite disponer de recursos sociales y fuerza de trabajo para producir ganancias y ampliarlas en cada ciclo.
La acumulación de capital es la fuerza social que organiza el incremento de la producción y la riqueza en cada ciclo de producción. Es la forma en que, en esta sociedad y en este momento histórico, se crea riqueza a través de la explotación del trabajo humano.
Así que, finalmente, ¿qué es la riqueza? El producto, acumulado y acumulable, del trabajo apropiado por la clase explotadora o por su estado.
¿Los empresarios crean riqueza?
Todas las clases explotadoras de la historia se explicaron a sí mismas -y se justificaron frente a la población que explotaban- como necesarias para crear riqueza. El argumento de fondo es el mismo para los esclavistas antiguos, el Inca, los mandarines de la era Ming, la nobleza feudal o los burócratas, directivos corporativos y capitalistas individuales de hoy: ellos organizan la producción y garantizan el orden social, sin ellos nada existiría, sin su voluntad y sus valores la sociedad se desmoronaría, y por tanto, sin ellos no habría producción ni riqueza, sino caos.
No hace falta una crítica profunda de la historia de los modos de producción y las ideologías (alienantes) con que se justificaron para darse cuenta de su carácter mágico. La clase que organiza la producción -en su beneficio- equipara el trabajo social a su forma de organización, es decir, la producción a la forma particular de explotación que ejerce.
Pero el carácter mágico de las clases explotadoras llega a un nuevo nivel en la burguesía y su religión más profunda: la religión de la mercancía. Según el discurso omnipresente de la libertad y la igualdad, una sociedad libre garantiza que todas las personas puedan intercambiar libremente mercancias gracias a un estado que asegura la igualdad legal de condiciones en el intercambio. Dadas esas condiciones de libertad e igualdad, la circulación del dinero -azuzada por la genialidad de unos emprendedores dotados de un genio singular- aumentaría el valor, generaría riqueza mágicamente en una especie de milagro continuo y eterno de los panes y los peces.
La realidad no puede ser sorprendente. Lo que se llama aumento de riqueza es el aumento del producto del trabajo explotado. Lo que se llama libre intercambio es, para la gran mayoría que forma la clase trabajadora mundial, la venta forzada de su fuerza de trabajo ante la imposibilidad de vender cualquier otra cosa. La igualdad que provee el mercado, la reducción de las propias capacidades a mercancía que se vende a precio de coste, como si fuera cualquier objeto inanimado.
Obviamente estamos en el terreno del fetichismo de la mercancía: la religión burguesa presenta las relaciones entre humanos divididos en clases como si fueran relaciones entre cosas (mercancías) mediadas por dinero.
Obviamente, no es el dinero que crea valor al multiplicarse los intercambios de iguales, es la explotación del trabajo de una clase por otra. Una clase, la burguesía, se queda con parte de lo producido y lo atribuye a la magia del intercambio. - definición de RELIGIÓN en el diccionario de Communis
A poco que tomemos distancia, no hay muchas complicaciones: la riqueza es el trabajo social apropiado por la clase dirigente en su explotación de la fuerza de trabajo. ¿Quién crea la riqueza? Los explotados.
¿Los youtubers, cantantes, deportistas y demás crean riqueza?
Por definición, la masa de salarios que paga el capital, es decir, el mercado que crea, no puede comprar el total de la producción. El producto del trabajo apropiado por la burguesía debe ser colocado a otros. En un principio los compradores faltantes estuvieron dentro de las propias fronteras de los países donde el capitalismo se desarrolló: campesinos independientes que vendían parte de su producción en el mercado, artesanos y grupos gremiales, etc. Pero, conforme el capitalismo fue expandiéndose a más y más ramas de la producción, la mayor parte de los campesinos se convirtieron en jornaleros y los artesanos en obreros.
El capitalismo sufrió una violenta y súbita llamada a la aventura: el mundo debía ser explorado, los mercados no capitalistas, abiertos. Así se expandió el sistema. Pero, cuando atracaba en un puerto, inmediatamente empezaba a penetrar y finalmente transformar las formas de producción locales. El déficit de mercados no capitalistas dejó de ser, relativamente pronto, un problema de los países donde el capitalismo había nacido y se globalizó con él. Especialmente cuando el globo se fue cerrando y fueron quedando menos y menos masas humanas fuera del dominio capitalista.
El capitalismo entró entonces en una fase que llamamos Imperialismo, que desembocó en unas décadas en una verdadera crisis de civilización. El capitalismo había entrado en decadencia. No tiene sentido ahora entrar en todo lo que este periodo histórico, el nuestro, significa para la propia composición del capital y sus manifestaciones -por ejemplo el capitalismo de estado– y para la táctica de los comunistas en ámbitos tan importantes como la liberación nacional, convertida en reaccionaria, o los sindicatos, absorbidos por el estado.
Lo importante ahora, para entender por qué existen youtubers que facturan cientos de miles de euros, es señalar que la falta de mercados comprime al capital como un todo. En los estados aparece el militarismo como expresión de esa agresividad creciente necesaria para arañar mercados a los rivales. En las empresas, el capital intenta superar a su modo el carácter desesperado de la competencia creando monopolios y oligopolios que restringen la competencia para aumentar su rentabilidad. Pero aun así, incluso entre los oligopolios, el mercado nunca crece tanto como para que la empresa absorba en su capital -con ganancia- las propias ganancias que genera. Aparece todo un nuevo sector: la publicidad. Y conforme la competencia por rentabilizar más capitales se hace más aguda sector por sector y país por país, la publicidad -ese militarismo de las empresas– recoge más recursos, supone más gasto de los anunciantes solo para mantener las cuotas que ya tienen en un mercado global que crece más lentamente de lo que las empresas necesitarían.
Décadas después de empezar el proceso, esa desesperación por llegar a nuevos segmentos, por ganar al público joven, etc., unida a ciertas características con las que el propio capital ha dado forma a Internet -básicamente centralización, concentración y monopolio- llevaron a que unas cuantas personas que se grababan mientras jugaban videojuegos se convirtieran en tremendamente valiosas para algunas empresas.
¿Por qué eran valiosas? No porque crearan valor, es decir, no porque explotaran directamente a nadie; sino porque los que sí lo hacen -los anunciantes- estaban dispuestos a sacrificar una parte de su ganancia, ínfima respecto al total pero inmensa comparada con un salario, con tal de poder llamar la atención de unos cuantos cientos de miles de consumidores potenciales.
Tres cuartos de lo mismo, con distintas escalas, cabe decir de deportistas, cantantes, famosos varios o actores. Para muchas empresas son valiosos en la medida en que la industria del entretenimiento y la opinión hace que mucha gente les preste atención.
¿Hay otros youtubers que no consiguieron hacerse tan valiosos a las empresas porque no consiguieron tanta atención? Por supuesto. Siguiendo las leyes potenciales que el propio capital pone a funcionar en todo lo que organiza, unos cuantos acumularon la mayor parte de los seguidores. Las diferencias de simpatía, capacidad para generar polémicas o la mera calidad técnica pudieron ser los determinantes del éxito en seguidores bajo esas reglas. Pero eso no les convierte en genios creadores de riqueza. Si pueden recaudar ciertas sumas de los anunciantes no es porque aporten gran cosa a la producción o al sistema, sino porque en la batalla estéril entre competidores son un pequeño gasto más, una guinda de color en la inmensidad de los costes que les genera competir entre sí. Son parte de los recursos que el sistema en su conjunto emplea en autoconsumirse.
Próximamente: En la continuación de este artículo responderemos a preguntas sobre el significado de los impuestos, el gasto social, las funciones del estado y la existencia de paraísos fiscales como Andorra.
serie de tres entregas publicadas en el blog Communia (diario de Emancipación) sobre los paraísos fiscales, impuestos, riqueza...
enero de 2021
▬ 4 mensajes
El Rubius y la esencia del capitalismo: preguntas y respuestas - entrega #1
Saltó de Twitch a las redes sociales y de ahí al Telediario y la prensa internacional: un youtuber famoso, el Rubius, decía querer marchar a Andorra para pagar menos impuestos. Gran descubrimiento: más de un tercio de la población residente en el pequeño estado pirenaico son españoles y buena parte de ellos se autodefinen como exiliados fiscales. A partir de ahí, una cascada de falsos debates. ¿Esos que se van son creadores de riqueza? ¿Los impuestos redistribuyen riqueza? ¿Por su culpa tenemos menos atención médica o peores escuelas? ¿Si se cobraran más impuestos el sistema sería mejor?
¿Qué es la riqueza?
En sociedades anteriores a la capitalista la riqueza se medía y se acumulaba en formas distintas a las de hoy. En la Antigüedad y la alta Edad Media las clases dirigentes acumulaban riqueza tesaurizádola, es decir, haciendo tesoros, acumulaciones físicas de objetos de lujo, y metales preciosos. Muchos han llegado hasta los arqueólogos de hoy porque las enterraban como forma de conservación. En no pocas sociedades agrarias clánicas, como los maoríes, la riqueza se medía hasta la llegada del capitalismo en fetiches, objetos concretos, diferenciados entre sí y a los que se atribuía un espíritu característico.
Es decir, qué es la riqueza, en qué consiste, cómo se acumula y para qué sirve, está determinado por el modo en que cada sociedad se organiza para producir. Y hoy, el modo de producción social bajo el que vive la Humanidad es el capitalismo.
En el capitalismo la riqueza es un acúmulo de valor. Pero ni valor significa la misma cosa que en otras formaciones históricas ni se acumula del mismo modo ni para los mismos fines. Empecemos:
Obviamente, el valor no es una propiedad física de las cosas. No es eso que el trabajo aporta a las materias primas. Es una propiedad social que sirve de indicador de la cantidad de trabajo socialmente necesario para producir algo. Esa cantidad de valor se mide en dinero. Y cuando el valor/dinero se acumula en este sistema, el resultado no es un tesoro, sino un capital.
¿En qué consiste acumular valor? Es un proceso social. Y así tenemos que entenderlo, no partiendo de la suma de acumulaciones individuales por empresas, individuos o grupos de inversores, sino al revés: entendiendo como totalidad para poder entender cómo y por qué acumula cada parte, cada masa de dinero invertido.
En conjunto se trata de un ciclo que se desarrolla permanentemente en el conjunto de la sociedad: explotar trabajo para producir mercancías, venderlas por un valor incrementado al empleado en producirlas, distribuir las ganancias del conjunto de sistema a través del mercado de capitales y, finalmente, reincorporar las ganancias a la producción social como valor incrementado, como capital ampliado.
Visto así, entendemos cuál es la esencia del dinero, que no tiene nada que ver con la moneda: la moneda es básicamente una herramienta de intercambio, el dinero es ese valor que se reproduce y aumenta. Y por lo mismo podemos entender qué es el valor desde una nueva perspectiva, como la medida de la capacidad de cada propiedad para dirigir y apropiar el trabajo ajeno. Y también lo que el capital es para cada inversor o capitalista individual: un derecho para organizar y explotar cierta cantidad de recursos sociales y fuerza de trabajo.
Ni la moneda se convierte en dinero de manera espontánea ni el capital aparece de modo natural. Dinero y capital son formas que solo son posibles dentro de un sistema de explotación muy particular: el capitalismo, que asegura que aquellas aplicaciones que más aportan al incremento de trabajo impago global dispongan una proporción mayor de recursos y trabajo a explotar en cada ciclo.
Así que no, el capital no es simplemente un acúmulo de cosas, da igual las que sean. Un edificio histórico que no se puede vender ni utilizar comercialmente, no es capital. Tampoco es algo tan simple como tener euros o dólares. Los salarios que cobramos no son capital. Un buen salario, aunque haga una vida relativamente cómoda, no permite acumular capital. Disponer de capital es disponer de dinero en una escala suficiente y en un contexto que permite disponer de recursos sociales y fuerza de trabajo para producir ganancias y ampliarlas en cada ciclo.
La acumulación de capital es la fuerza social que organiza el incremento de la producción y la riqueza en cada ciclo de producción. Es la forma en que, en esta sociedad y en este momento histórico, se crea riqueza a través de la explotación del trabajo humano.
Así que, finalmente, ¿qué es la riqueza? El producto, acumulado y acumulable, del trabajo apropiado por la clase explotadora o por su estado.
¿Los empresarios crean riqueza?
Todas las clases explotadoras de la historia se explicaron a sí mismas -y se justificaron frente a la población que explotaban- como necesarias para crear riqueza. El argumento de fondo es el mismo para los esclavistas antiguos, el Inca, los mandarines de la era Ming, la nobleza feudal o los burócratas, directivos corporativos y capitalistas individuales de hoy: ellos organizan la producción y garantizan el orden social, sin ellos nada existiría, sin su voluntad y sus valores la sociedad se desmoronaría, y por tanto, sin ellos no habría producción ni riqueza, sino caos.
No hace falta una crítica profunda de la historia de los modos de producción y las ideologías (alienantes) con que se justificaron para darse cuenta de su carácter mágico. La clase que organiza la producción -en su beneficio- equipara el trabajo social a su forma de organización, es decir, la producción a la forma particular de explotación que ejerce.
Pero el carácter mágico de las clases explotadoras llega a un nuevo nivel en la burguesía y su religión más profunda: la religión de la mercancía. Según el discurso omnipresente de la libertad y la igualdad, una sociedad libre garantiza que todas las personas puedan intercambiar libremente mercancias gracias a un estado que asegura la igualdad legal de condiciones en el intercambio. Dadas esas condiciones de libertad e igualdad, la circulación del dinero -azuzada por la genialidad de unos emprendedores dotados de un genio singular- aumentaría el valor, generaría riqueza mágicamente en una especie de milagro continuo y eterno de los panes y los peces.
La realidad no puede ser sorprendente. Lo que se llama aumento de riqueza es el aumento del producto del trabajo explotado. Lo que se llama libre intercambio es, para la gran mayoría que forma la clase trabajadora mundial, la venta forzada de su fuerza de trabajo ante la imposibilidad de vender cualquier otra cosa. La igualdad que provee el mercado, la reducción de las propias capacidades a mercancía que se vende a precio de coste, como si fuera cualquier objeto inanimado.
Obviamente estamos en el terreno del fetichismo de la mercancía: la religión burguesa presenta las relaciones entre humanos divididos en clases como si fueran relaciones entre cosas (mercancías) mediadas por dinero.
Obviamente, no es el dinero que crea valor al multiplicarse los intercambios de iguales, es la explotación del trabajo de una clase por otra. Una clase, la burguesía, se queda con parte de lo producido y lo atribuye a la magia del intercambio. - definición de RELIGIÓN en el diccionario de Communis
A poco que tomemos distancia, no hay muchas complicaciones: la riqueza es el trabajo social apropiado por la clase dirigente en su explotación de la fuerza de trabajo. ¿Quién crea la riqueza? Los explotados.
¿Los youtubers, cantantes, deportistas y demás crean riqueza?
Por definición, la masa de salarios que paga el capital, es decir, el mercado que crea, no puede comprar el total de la producción. El producto del trabajo apropiado por la burguesía debe ser colocado a otros. En un principio los compradores faltantes estuvieron dentro de las propias fronteras de los países donde el capitalismo se desarrolló: campesinos independientes que vendían parte de su producción en el mercado, artesanos y grupos gremiales, etc. Pero, conforme el capitalismo fue expandiéndose a más y más ramas de la producción, la mayor parte de los campesinos se convirtieron en jornaleros y los artesanos en obreros.
El capitalismo sufrió una violenta y súbita llamada a la aventura: el mundo debía ser explorado, los mercados no capitalistas, abiertos. Así se expandió el sistema. Pero, cuando atracaba en un puerto, inmediatamente empezaba a penetrar y finalmente transformar las formas de producción locales. El déficit de mercados no capitalistas dejó de ser, relativamente pronto, un problema de los países donde el capitalismo había nacido y se globalizó con él. Especialmente cuando el globo se fue cerrando y fueron quedando menos y menos masas humanas fuera del dominio capitalista.
El capitalismo entró entonces en una fase que llamamos Imperialismo, que desembocó en unas décadas en una verdadera crisis de civilización. El capitalismo había entrado en decadencia. No tiene sentido ahora entrar en todo lo que este periodo histórico, el nuestro, significa para la propia composición del capital y sus manifestaciones -por ejemplo el capitalismo de estado– y para la táctica de los comunistas en ámbitos tan importantes como la liberación nacional, convertida en reaccionaria, o los sindicatos, absorbidos por el estado.
Lo importante ahora, para entender por qué existen youtubers que facturan cientos de miles de euros, es señalar que la falta de mercados comprime al capital como un todo. En los estados aparece el militarismo como expresión de esa agresividad creciente necesaria para arañar mercados a los rivales. En las empresas, el capital intenta superar a su modo el carácter desesperado de la competencia creando monopolios y oligopolios que restringen la competencia para aumentar su rentabilidad. Pero aun así, incluso entre los oligopolios, el mercado nunca crece tanto como para que la empresa absorba en su capital -con ganancia- las propias ganancias que genera. Aparece todo un nuevo sector: la publicidad. Y conforme la competencia por rentabilizar más capitales se hace más aguda sector por sector y país por país, la publicidad -ese militarismo de las empresas– recoge más recursos, supone más gasto de los anunciantes solo para mantener las cuotas que ya tienen en un mercado global que crece más lentamente de lo que las empresas necesitarían.
Décadas después de empezar el proceso, esa desesperación por llegar a nuevos segmentos, por ganar al público joven, etc., unida a ciertas características con las que el propio capital ha dado forma a Internet -básicamente centralización, concentración y monopolio- llevaron a que unas cuantas personas que se grababan mientras jugaban videojuegos se convirtieran en tremendamente valiosas para algunas empresas.
¿Por qué eran valiosas? No porque crearan valor, es decir, no porque explotaran directamente a nadie; sino porque los que sí lo hacen -los anunciantes- estaban dispuestos a sacrificar una parte de su ganancia, ínfima respecto al total pero inmensa comparada con un salario, con tal de poder llamar la atención de unos cuantos cientos de miles de consumidores potenciales.
Tres cuartos de lo mismo, con distintas escalas, cabe decir de deportistas, cantantes, famosos varios o actores. Para muchas empresas son valiosos en la medida en que la industria del entretenimiento y la opinión hace que mucha gente les preste atención.
¿Hay otros youtubers que no consiguieron hacerse tan valiosos a las empresas porque no consiguieron tanta atención? Por supuesto. Siguiendo las leyes potenciales que el propio capital pone a funcionar en todo lo que organiza, unos cuantos acumularon la mayor parte de los seguidores. Las diferencias de simpatía, capacidad para generar polémicas o la mera calidad técnica pudieron ser los determinantes del éxito en seguidores bajo esas reglas. Pero eso no les convierte en genios creadores de riqueza. Si pueden recaudar ciertas sumas de los anunciantes no es porque aporten gran cosa a la producción o al sistema, sino porque en la batalla estéril entre competidores son un pequeño gasto más, una guinda de color en la inmensidad de los costes que les genera competir entre sí. Son parte de los recursos que el sistema en su conjunto emplea en autoconsumirse.
Próximamente: En la continuación de este artículo responderemos a preguntas sobre el significado de los impuestos, el gasto social, las funciones del estado y la existencia de paraísos fiscales como Andorra.
Última edición por lolagallego el Dom Ene 24, 2021 8:38 pm, editado 3 veces