por lolagallego Sáb Feb 20, 2021 4:01 pm
Aunque la mayor parte de los animales con los que compartimos la vida en este planeta posee sistemas nerviosos más o menos complejos que generan comportamientos adaptativos, nuestra especie no tiene rival en este campo. Somos infinitamente curiosos y pasamos nuestras vidas construyendo analogías que nos ayudan a entender mejor el mundo que nos rodea. Buscamos soluciones alternativas a nuestros problemas y somos unos maestros en el arte de la improvisación. Diseñamos nuevas herramientas y las perfeccionamos continuamente. Escudriñamos las mentes de nuestros congéneres y nos anticipamos a sus deseos y necesidades. Cooperamos con ellos y nos engañamos mutuamente. Aprendemos unos de otros y construimos culturas. Somos conscientes de nuestra propia existencia y de su brevedad. Y todo esto lo hacemos con una naturalidad que resulta asombrosa. Ciertamente, la inteligencia es nuestra especialidad.
Pero, ¿cómo se originó la inteligencia humana? Una cosa es conocer cuáles son y cómo funcionan los complejos procesos cognitivos que integran nuestra inteligencia y otra muy distinta es explicar los motivos que dieron lugar a su aparición. La respuesta a esta pregunta nos la proporcionó una de las personas que, sin lugar a dudas, mayor influencia ha ejercido en nuestro pensamiento actual. Fue Charles Darwin quien, en la segunda mitad del siglo XIX, propuso una idea simple pero de un asombroso poder explicativo: la evolución por selección natural. Nuestra inteligencia, como el resto de nuestras características fenotípicas, es también el fruto de ese proceso evolutivo.