Trotski y el trotskismo ante la lucha de clases y el marxismo leninismo
Miguel A. Montes
blog marxismo-leninismo - mayo 2008
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Se ha hablado mucho de los errores teóricos de Trotski y el trotskismo como corriente política, pero creo que es necesario hacer un inventario de la naturaleza de clase de las posiciones trotskistas ante la lucha de clases en situaciones concretas frente a Lenin, frente a la URSS desde el exilio, frente a la lucha antifascista y las resoluciones de la IC, frente a la guerra nacional-revolucionaria en España y el papel de los que continuaron por su influjo frente a la guerra fría hasta nuestros días, y lo vamos hacer desde las propias fuentes de Trotski y sus propios seguidores, porque creo que es la mejor manera de sacar a luz sus auténticos planteamientos.
La forma más científica de analizar los actos e ideas de las personalidades históricas, pasa por situar sus posiciones dentro del cuadro historico-concreto de la lucha de clases para poder delimitar el carácter de clase de tales actos e ideas, lo que no deja de ser una aplicación correcta del materialismo histórico. Pero sería conveniente analizar tales actos e ideas no sólo desde el punto de vista o los análisis ajenos a la personalidad histórica en cuestión, sino también desde la fuente genuina, los propios escritos de puño y letra de la personalidad histórica a tratar. En el caso de Trotski vamos a abrir este apartado empezando por sacar a relucir aquellos temas escritos por él en sus últimos años.
Existen 3 artículos muy interesantes de Trotski, escritos en sus últimos años (1.939-40) La URSS en guerra, De un arañazo al peligro de gangrena y Balance de los acontecimientos en Finlandia, en los que se visualiza por una parte su labor infructuosa pero fallida de intentar “reconciliarse” con Lenin, su clara política de lucha contra la “burocracia stalinista” y la consigna de derribar el gobierno de Stalin, su política de combatir toda la línea antifascista y la resolución del VIIª Congreso de la Internacional Comunista, su política de derrotismo frente a la agresión militar del imperialismo nazi (caso de Noruega) y la controversia que germinó entre sus propios afines de la IVª (Burham, Schatman, Rizzi…), quienes lo superaron en ingenio de arremeter desde el izquierdismo a la URSS y al Movimiento Comunista Internacional.
Empezaremos por recordar que Trotski para “reivindicar” su “leninismo” en el modelo de partido comunista, quiso realizar en el exilio mexicano de Coyoacán una “autocrítica” en 1.939, que evidentemente no correspondía con su labor fraccional dentro del partido en la URSS (oposición a la NEP, la alianza obrero-campesina, el socialismo en un solo país, la colectivización agraria, la industrialización socialista, etc.), ni su larguísima y tradicional oposición a Lenin en casi todos los temas tras la revolución hasta su muerte en 1.924 (firma del tratado de paz de Brest-Litovsk, NEP, papel de los sindicatos en la URSS, prohibición de corrientes en el partido, campañas de depuración del partido, etc). No obstante, esta es su larga explicación “autocrítica” cuando frente a Lenin y los bolcheviques, declarándose enemigo acérrimo del centralismo democrático y por tanto de la unidad de acción ideológico-política en el cumplimiento de los acuerdos congresuales y los estatutos del partido pactó con los mencheviques liquidacionistas que negaban la estrategia revolucionaria, la independencia política frente a la burguesía y la organización extralegal del partido, suplantando la estrategia política por la actividad legal en la duma:
“Me refiero a la llamada alianza de agosto de 1.912. Participé activamente en ella creándola, en cierto sentido. Políticamente difería de los mencheviques en todas las cuestiones fundamentales. Difería también con los bolcheviques de extrema izquierda, los Vperyodists. En líneas generales, con, quien estaba más de acuerdo era con los bolcheviques, pero estaba contra el “régimen” de Lenin porque todavía no había comprendido que a la hora de llevar a cabo un fin revolucionario es indispensable un partido firmemente centralizado. Y de este modo formé una alianza de elementos heterogéneos, dirigida contra el ala proletaria del partido…Lenin sometió a la alianza de agosto a una crítica sin piedad, y a mí me tocó la peor parte…Los bolcheviques también fueron invitados a la conferencia de agosto. Pero como Lenin se negó en rotundo a unirse a los mencheviques (en lo que ahora le doy toda la razón), quedé enredado en esa alianza antinatural de mencheviques y vperiodists…A pesar de que la concepción de la revolución permanente estaba en la perspectiva correcta, todavía no me había librado, en la esfera organizativa, de los rasgos propios de un revolucionario pequeñoburgués. Estaba enfermo de conciliadorismo hacia los mencheviques y de disgusto hacia el centralismo leninista…Durante muchos años, Lenin educó al partido de la disciplina proletaria y del centralismo más severo. Al hacerlo, hubo de sufrir cientos de veces el ataque de las pandillas y fracciones pequeñoburguesas. El centralismo bolchevique era un factor progresivo, y aseguró el triunfo de la revolución.” (1)
Pero no fue casualidad el hecho de que Lenin y Trotski a lo largo de su relación política mantuvieran un fuerte antagonismo. En el artículo de 1904 “Nuestras tareas políticas” Trotski rechazó la concepción del partido de Lenin. Para Trotski, Lenin era el “dirigente del ala reaccionaria” del POSDR y le acusaba de “aspirar a una dictadura personal sobre el partido”. No en vano en aquella época era dirigente de los mencheviques. Lenin todavía en febrero de 1917 en una carta a Ines Armand afirmaba “Así es Trotski. Siempre fiel a sí mismo, se revuelve, hace trampas, finge ser izquierdista y ayuda a la derecha en cuanto puede”. Y en 1924 en su “testamento político” afirmaría que Trotski estaba “demasiado ensoberbecido y demasiado atraído por el aspecto puramente administrativo de los asuntos”. Paradójico para alguien que se autoconsideraba paladín de la antiburocracia.
Se olvida que desde 1903 a 1905 tras el IIº Congreso del POSDR se alineó con los mencheviques contra Lenin, no aceptando los acuerdos de dicho congreso y que el ya formó parte de esas “pandillas y fracciones pequeño burguesas” que atacaban a Lenin, a las que se refería en su “autocrítica”. Se olvida que consideraba que la aplicación de la dictadura del proletariado en Rusia sólo sería aplicable si la clase obrera constituyera la mayoría del país, y que ésta nunca conseguiría arrastrar a los campesinos a los que siempre consideró una masa reaccionaria y con el que el proletariado no podía mantener una alianza y realizar las tareas democráticas como condición previa a la lucha por el socialismo, tal y como Lenin planteara, despreciando los problemas agrario, nacional y colonial.
Se olvida que durante la marea revolucionaria de 1905, al frente del soviet de Sant Petesburgo junto a los mecheviques Jrustaliev y Parvus consiguió poner el Soviet de Petersburgo en contra de la política de la insurrección de los bolcheviques. En vez de armar a los obreros y prepararlos para la insurrección, el Soviet daba vueltas y más vueltas sin moverse del sitio y adoptaba una actitud negativa ante la preparación del movimiento insurreccional. Recordemos que entonces habían dos tácticas diametralmente opuestas en el seno del POSDR, una menchevique contraria a la insurrección y otra bolchevique favorable a la insurrección y la huelga política. Totalmente distinto fue el papel que desempeñó en la revolución el Soviet de diputados obreros de Moscú. El Soviet de Moscú llevó a cabo desde los primeros días de su existencia una política revolucionaria consecuente. La dirección de este Soviet estaba en manos de los bolcheviques. Gracias a éstos, surgió en Moscú, al lado del Soviet de diputados obreros, un Soviet de diputados soldados. El Soviet de Moscú se convirtió en el órgano de la insurrección armada. El proletariado de Moscú contaba, al comenzar la insurrección, con su propia milicia: cerca de mil hombres, más de la mitad de los cuales eran bolcheviques. No se consiguió, sin embargo, que la huelga se extendiese a todo el país; en San Petersburgo, no se encontró el apoyo necesario, lo que contribuyó a debilitar, desde el primer momento, las posibilidades de éxito de la insurrección. Trotski uno de sus artífices.
Se olvida que de 1908 a 1914 abogó por una partido abierto a diversas fracciones (menchevismo, bolchevismo, centrismo, liquidacionismo, otzovismo…) colaborando en publicaciones de la tendencia menchevique. Se olvida que en 1911 atacaba desde su periódico la reivindicación de la república democrática por considerarla lejana, centrándose únicamente en exigirle al régimen zarista la libertad de asociación. Se olvida que tras la conferencia bolchevique de Praga en 1912 se acabó con el fraccionalismo y el oportunismo dentro del partido, a pesar de sus esfuerzos junto a Mártov de unir todas las tendencias oportunistas y liquidacionistas junto a las marxistas en un solo partido reformista. Se olvida que tras esta conferencia Trotski acusó a Lenin de “usurpación y golpe de estado”.
Se olvida que de 1914 a 1917 frente a la táctica bolchevique de convertir la guerra imperialista en guerra civil contra la burguesía, rompiendo con la socialdemocracia traidora y socialchovinista que votó los créditos de guerra, Trostki pediría la unidad de la socialdemocracia y llamaría a los bolcheviques e internacionalistas zimmerwaldianos de “corriente extremista”, y Lenin dirá “Ese canalla ¡Contra los zimmerwaldianos de izquierda!. ¡Este es Trotski!”. Su consigna “por una paz inmediata, sin indemnizaciones ni anexiones” ocultaba que tal paz sólo sería posible con el derrocamiento de la burguesía del propio país, lo demás sería una salida no revolucionaria a la guerra imperialista. Se olvida que en esta época pregonaba que tras la IªGM surgiría una era de capitalismo pacífico, de ultraimperialismo, adhiriéndose a las tesis reformistas de Kaustki, posicionándose contra las tesis leninistas del desarrollo desigual del capitalismo bajo el imperialismo y las contradicciones interimperialistas entre países. Se olvida de su oposición al socialismo en un solo país por su peculiar teoría de la “revolución permanente” y su consigna de los EE.UU. de Europa, tildada por Lenin de posición reaccionaria.
Se olvida que tras el triunfo de la revolución democrático burguesa de febrero de 1917, seguía negando la alianza de la clase obrera con el campesinado, inmensamente mayoritario, apostándolo todo a su teoría de “revolución permanente” sobre el inminente triunfo de la revolución socialista en Europa occidental, y que mientras tanto mientras esta revolución no se diese, el poder proletario no podía construir el socialismo en Rusia. Lenin le contestó con las tesis de Abril. Se olvida que en las jornadas previas a la insurrección de Octubre, propuso posponerla hasta después que el 2º congreso de soviets lo aprobara, coindiciendo en el fondo con Zinoviev y Kámenev, al proponer demorar la revolución y dar la iniciativa a la reacción burguesa, a lo que Lenin desde el replicó “venced primero a Kerenski y luego convocad el congreso. No tomar el poder, esperar, charlatanear en el CEC, limitarse a luchar por el soviet, por el congreso, significa hundir la revolución”.
Pero sobre todo, se olvida que mientras estuvo en la URSS con cargos de responsabilidad en el partido y el estado, el “antiburocrático” Trostki (que evidentemente ¡nada tenía que ver con Stalin!) dirigió la represión de la rebelión de Kronstadt (1921), defendió contra la posición de Lenin la militarización ¡¡¡del trabajo!!! y de los sindicatos (IX y X Congreso del PCRbolchevique), defendió la dictadura del partido en lugar de la dictadura de los soviets (X Congreso del PCRbolchevique), defendió con Preobrazhenski la “primitiva acumulación socialista” a costa de la explotación del campo aumentando los impuestos del campesinado (XII Congreso), etc., etc., etc. Es decir, llevó a cabo una política, que luego en el exilio ignoraría, olvidaría y abandonaría “teóricamente”, relanzando sus tesis “preleninistas” sobre la “revolución permanente”.
Pero volvamos al texto que nos ocupa. Evidentemente considerar el problema del liquidacionismo dentro del partido como una cuestión no fundamental, explica la alianza de Trotski con los mencheviques, por lo que en realidad estaba más de acuerdo en cuestiones fundamentales con los mencheviques que con los bolcheviques, y en cuanto a la revolución permanente tampoco había coincidencias, ya que mientras Lenin preveía el desarrollo desigual de las revoluciones socialistas en Europa (socialismo en un solo país), destacaba el papel revolucionario del campesinado, la lucha por la autodeterminación nacional y la descolonización, para Trotski la revolución permanente seguí significando revolución socialista directa y simultánea, excluyendo otros procesos (liberación nacional, revolución campesina…) donde para Trotski sólo la clase obrera puede ser revolucionaria. El propio hecho de dar la razón a Lenin de no unirse a mencheviques y liquidadores del partido ¡27 años después!, no deja de ser un chiste, en medio de su ofensiva contra el Partido y la URSS, disfrazado de lucha contra el “stalinismo” y la “burocracia”, jugando el papel de resorte de las políticas de las potencias imperialistas ante las situaciones concretas de la lucha de clases (antifascismo, resistencia a la ocupación, pacto anti-Komintern, no intervención, etc.).
Por eso a la altura de nuestro tiempo, y empleando la dialéctica marxista-leninista como arma de investigación histórica, no hay duda ya de que León Trotski inauguró una escuela que incluso se escapó a sus propios dominios, donde términos como totalitalismo, revolución política contra la burocracia, etc, fueron recogidas por la propia burguesía imperialista como arma ideológica contra socialismo existente. Ya incluso a final de la década de los años 30 debatía contra sus propios discípulos (James Burham, Schatman, Bruno Rizzi, et.) pues si Trotski admitía que
“un régimen totalitario, sea del tipo stalinista o fascista, puede ser, esencialmente, un régimen temporal y transitorio” (2),
los citados Rizzi, Schatman, etc, no entendían el porqué había que defender a la URSS si era un régimen político totalitario. Por lo que la consigna de Trotski sobre
“el deber del proletariado del mundo es defender la URSS y contra el imperialismo y ayudar al proletariado en la lucha contra la burocracia” (3),
no era más que una cortina de humo, y que no era compartida por muchos de sus camaradas.
Hugo Urbahns (comunista de izquierda de Alemania) planteaba tras la subida de Hitler al poder que Alemania iba a copiar el modelo de “capitalismo de Estado” de la URSS y la Italia fascista. Bruno Rizzi, llegaría a la conclusión de que el “colectivismo burocrático” reemplazaría al capitalismo, que su base social era una nueva clase que venía a reemplazar a la burguesía, la burocracia, los “explotadores totalitarios”, como supuesta clase que existía tanto en la economía planificada de la URSS, la Italia fascista, la Alemania nazi y los EE.UU. con el New Deal. Trotski compartía con sus adelantados alumnos el hecho de que la burocracia soviética habría “adoptado los métodos políticos del fascismo” (4), pero no podía admitir que la economía basada en la propiedad privada de los países capitalistas se confundiera con la planificación económica lograda en la URSS. Es decir, Trotski, so pena de quedarse desenmascarado ante el movimiento obrero, no podía admitir que se equiparase la planificación socialista de la economía con la economía privada del capitalismo monopolista, y ello muy a pesar de su clara oposición a la construcción del socialismo en un solo país y a los planes quinquenales que acabaron por propulsar la industrialización socialista en la URSS.
Para Trotski sólo era necesario realizar una revolución política y derribar a la burocracia soviética (5) levantándose contra ella, pero manteniendo las conquistas de la planificación socialista (tesis de Estado obrero degenerado), mientras que para sus aventajados alumnos había que realizar además una “revolución social” derribando el sistema socioeconómico (tesis de Estado y sistema económico burocrático).
Sobre este tipo de debates se movía la IVª Internacional en un marco mundial de ascenso del nazismo y el anticomunismo, lo cual sembraba bastante la confusión teórica y política. Trotski que en aras de su teoría dogmática acerca de la revolución permanente había atacado el socialismo en un solo país, y la propia industrialización socialista, se veía obligado a defenderla, como si hubiese sido dada por arte de magia por la espontaneidad de la base social y económica del sistema socialista (6), y debía defenderla verbalmente contra la “burocracia soviética” y contra los que por su derecha en la IVª Internacional hacían ya un análisis antisoviético pretendidamente izquierdista, pero de derechas en el fondo, ya que renunciaban al papel de la clase obrera como sujeto revolucionario, argumentando que la clase obrera era incapaz de impedir el ascenso del fascismo y la burocratización de la URSS, que
”la revolución española ha sido estrangulada por las burocracias fascistas y stalinista ante los mismísimos ojos del proletariado mundial” (7)
y que había que renunciar a la defensa de la URSS para no convertirse en instrumento de Stalin.
Última edición por lolagallego el Miér Mar 10, 2021 5:21 pm, editado 1 vez