El Delta del Níger no sólo está sobre un mar de petróleo sino que también su superficie está cubierta de éste. Se calcula que cada año unas 35.000 toneladas de crudo se derraman sobre las tierras y aguas de la zona, lo que equivale en cantidad, para hacernos una idea, a un derrame como el del Prestige en las costas gallegas cada 20 meses. Dichos derrames son producto de las pérdidas y la falta de mantenimiento de los oleoductos, es decir, producto de esta dominación tecnófila y capitalista que desde hace ya mucho tiempo extendió sus tentáculos sobre el mundo entero. Las aguas de los ríos y canales, y las tierras del Delta están literalmente empapadas por estos vertidos, haciendo extremamente difícil la subsistencia de las más de 31 millones de personas que viven en la zona.
Este libro cuenta parte de la historia de los pueblos que allí sobreviven, que desde hace más de medio siglo sufren las consecuencias de la extracción de petróleo y gas, principalmente por parte de Shell, pero también Total, Eni, Agip, Chevron, Sun Oil, Exxon Mobil, BP, British Gas, Repsol y Gas Natural Fenosa. Una extracción que no solamente es brutal por sí misma —como cualquier actividad que tiene que ver con la supervivencia y la propagación del Sistema— sino que, dentro del amplio abanico de brutalidades capitalistas alrededor del planeta, resulta estar entre las más agresivas.
Sin embargo, la contaminación no es sólo de las aguas y las tierras, ya que con el petróleo sale también gas. Parte de ese gas, el que no es posible o rentable envasar (porque el crudo genera muchísimo más dinero), es quemado al salir de las bocas de unas gigantes chimeneas que —¿cómo no iba a ser así?— incluso carecen de los filtros «obligatorios». Según diversos estudios, el CO2 que genera la extracción de petróleo en Nigeria es equivalente a la cantidad generada por el conjunto del resto de los campos petroleros de todo el mundo.[...]