por Demofilo Sáb Oct 09, 2010 8:17 pm
Ni Bakunin ni su organización (la Alianza de la Social Democracia) estuvieron entre los fundadores de la Primera Internacional. En 1869 se presentaron en el Congreso de Basilea con la pretensión de ingresar como bloque en ella, es decir, hacer entrismo. El Consejo General (no Marx) se opuso diciéndoles que debían disolver la Alianza e integrarse en las secciones locales de la Internacional.
Para poder entrar los bakunistas engañaron a los demás: dijeron aceptar y haber disuelto su organización, pero la Alianza seguía operando clandestinamente.
En aquel Congreso la primera batalla ideológica de Bakunin contra la Internacional (no contra Marx) se inició sobre el derecho a la herencia, de la que Bakunin reivindicaba la supresión. Los delegados del Consejo General opinaban que incluir esta reivindicación en el programa de la Internacional agruparía a todo el campesinado y a toda la pequeña burguesía alrededor de la reacción. Como ya indicó en 1848 el Manifiesto Comunista, no era más que una medida de transición que tomaría el proletariado cuando se hubiera apoderado del poder político. Mientras tanto, solamente se podía reclamar el aumento del impuesto sobre sucesiones y que se restringiera el derecho a heredar. Ninguna resolución alcanzó la mayoría.
El Congreso amplió la competencias del Consejo General por un amplio acuerdo en el que los bakuninistas votaron a favor.
Otro conflicto estalló entre Bakunin y W. Liebknecht. Aquel Congreso fue el primero en el que participó un grupo numeroso llegado de Alemania, donde el proletariado había creado un partido propio que había adoptado el programa de la Internacional como propio. No es necesario recordar que Marx y Engels estuvieron en contra de aquel programa para desmontar que los problemas de Bakunin no eran exactamente con el malvado Marx (el Stalin de la época) sino con la socialdemocracia alemana.
Bakunin era un sujeto procedente del nacionalismo burgués y defendió el paneslavismo incluso en Alemania, lo que había desatado una campaña en contra de la socialdemocracia alemana. Marx se había pronunciado contra esta crítica, por lo que, una vez más, no fue responsable de lo que otros (Liebknecht y Bebel) hicieran, fuera correcto o incorrecto.
Para Bakunin el Congreso de 1869 fue una oportunidad para ajustar sus cuentas personales con Liebknecht, aunque luego terminaron de buen rollito, que sólo sería temporal.
El verdadero problema estuvo en España, que fue donde se demostró que Bakunin estaba mintiendo a la Internacional: no había disuelto su organización porque aquí actuaba por su cuenta aprovechando el nombre. En 1868 Bakunin envió a España como delegado a José Fanelli, un nacionalista italiano que, aunque se llamaba anarquista (y apolítico), era parlamentario en su país, y aunque usaba credenciales de la Internacional, repartía la propaganda de una Alianza que debía estar disuelta.
En España Fanelli no difundió el Llamamiento fundacional ni los Estatutos de la Internacional, sino el programa de la Alianza de Bakunin y la mezcolanza llegaba hasta tal punto que en los Estatutos se podían leer cosas como que "la Alianza de la Social Democracia española estará constituida por miembros de la Asociación Internacional de Trabajadores". Más adelante añadía: "La Alianza influirá cuanto pueda en el seno de la Federación obrera local para que no tome una marcha reaccionaria y antirrevolucionaria".
Por lo tanto, la Internacional en España no se sometía al Consejo General de Londres, sino a las órdenes que Bakunin dictaba desde Suiza. Su falso antiautoritarismo quedaba así al descubierto.
El primer manifiesto de la sección española de la Internacional, redactado en diciembre de 1869, preconizaba el abstencionismo político y dejaba la lucha por la democracia en manos de la burguesía. El choque de los españoles con la línea de la Internacional era frontal. Luego celebraron un Congreso en Barcelona el 19 de junio de 1970, al que asistieron 90 delegados, donde se leyeron comunicados, no del Consejo General de Londres sino de la sucursales bakuninistas de Suiza y Bélgica llamando a no intervenir en las luchas políticas.
Según Abad de Santillán los bakuninistas habían fundado una sociedad secreta poco antes de Congreso de Barcelona, con el fin de manipularlo e imponer sus tesis sin ningún debate. Meses después esta situación fue reconocida por el propio Bakunin en una carta al anarquista español González Morago de fecha 21 de mayo de 1872, aunque responsabilizó de ella a Fanelli: "Al ayudarnos a echar los primeros fundamentos tanto de la Internacional como de la Alianza en España, Fanelli cometió una falta de organización de la que se sienten ahora los efectos. Confundió la Internacional con la Alianza y por eso mismo ha provocado a los amigos de Madrid, al fundar la Internacional con el programa de la Alianza".
Bakunin seguía engañando al movimiento obrero. Él era el único responsable de aquel doble juego en España. No sólo la Alianza no se había disuelto, sino que seguía actuando a la sombra contra los principios aprobados por todas las demás organizaciones de la Internacional.