Agosto del 36. Durante el doloroso peregrinar de Blas Infante de prisión en prisión, siempre al borde de la muerte, aparecen las imágenes que cruzan su mente: retazos de su propio pasado, figuras, recuerdos, ensoñaciones... En medio de la oscuridad, del hacinamiento, de aquellos días terribles de fratricidas luchas, frustratorias de vidas y esperanzas; en medio de todas esas sombras aparece, en un contrapunto conceptual, la brillantez de una serie de escenas de cuidada plasticidad, libres de la esclavitud que imponen el tiempo y el espacio, y libres también de la brutal separación entre lo real y lo imaginado. Se trata de una visión global no solo de la figura de Blas Infante, sino también de su época y de todo aquello a lo que dedicó su vida.
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