Prevención ante los nuevos totalitarismos.Néstor Estebenz
La historiagrafia de la segunda guerra mundial y en especial las atrocidades que los nazis cometieron para la exterminacion del pueblo judío ha sido instrumentada para prevenir a las generaciones futuras acerca de lo que llegó a ser capaz de hacer el ser humano en contra del ser humano. Los mismos materiales también sirven para que psicologías no escrupulosas tomen nota de cómo hacerlo más impunemente en el futuro para triunfar en sus planes de liquidación de de la disidencia y de la diferencia. Ya se han dad ocontecimientos tanto en África como en Europa de atrocidades que han superado el genocidio humano si bien no en magnitud numérica sí en capacidad de depravación. No se puede bajar la vigilancia ni descartar en ningún momento que los enfermos fundamentalistas por crear un nuevo orden bajo su dominio que siguen más que vivos y coleando. El mundo anda sobrado de gente y si tiene interés su masificación y existencia es por razones del sistema productivo que necesita un máximo de consumismo para auto retroalimentarse. Casi todos los países serian más felices si asistieran a un decrecimiento considerable de sus poblaciones, el hecho de que apuesten por ellas es a veces amparado por razones patrióticas o por la conservación de la etnia para tener fundamentada una defensa o una producción creciente manteniendo una competitividad en el mercado internacional. Dentro de las planes para un mundo distinto ya que el capitalismo actual tampoco convence a su dueños más poderosos no hay que descartar que esté en la de la reducción poblacional. Los belicismos y las plagas se han compaginado como formas clásicas de reducción del número de habitantes. El concepto de máxima destrucción propia sostenible que se plantea en estrategia militar también puede ser considerado aplicado a la población civil. ¿De cuanta gente se tiene que valer un país para no perder sus signos distintivos como nación y al mismo tiempo seguir participando de las correlaciones internacionales sin perder su puesto en el ranking? Sabemos intuitivamente que las ciudades más masificadas serian menos peligrosas y más divertidas de vivir si el numero de sus residentes se dividiera por 2, por 3 o por 5. Sabemos que problemas relacionados con el reparto del trabajo y de la riqueza serian mucho menores si el volumen global de la población mundial se redujera a la mitad o incluso a su tercera parte. Claro que ¿qué haría la población mundial en un mundo pensado para 7mil millones de personas si de pronto quedaran 2000millones como supervivientes?. Tendrían que cargar con redes viarias, edificios, parques automovilísticos pensados para aquellas. Los habitantes tendrían más recursos prácticos de los que necesitara, la economía se paralizaría para reducir los stocks o estos serian destruidos para que no cesara la logica de los beneficios activada por la inversión permanente. Por otra parte, los habitantes vivirían vidas condicionadas para agotar la superproducción acumulada o según el modelo anterior que la hubiera acumulado. De hecho, nadie necesitaría trabajar y seguir produciendo para tener vidas aseguradas, tendría derecho a su parte a los silos generales de acumulaciones.
De toda esa argumentación el neofascismo podría desprender que sus elegidos tuvieran a su cargo la muerte de equis número de homicidios para ese plan de reducción general. El tema de la superproducción humana no viene determinado por una lógica biológica sino por una logica industrialista. La semejanza entre producir más de lo necesario y tener más hijos de los necesarios se ajusta a un correlato mimético. Se hace con los hijos buscados o no buscados lo que se hace en las granjas: pretender más producción para conseguir más beneficio no determinado por las necesidades reales de consumo de la población. Si la cultura autorreguladora no ha avanzado en este campo es por el tabú que supone la reconsideración del hacer nacer a inocentes en un mundo de culpables. Todo queda justificado bajo la gran etiqueta del amor. Se tienen hijos –se dice- por amor. Interesante alegato este ya que se trata de un amor a una imago, a una idea que está por cristalizar, a unos seres que están por nacer. Si lo que se está tratando de decir es que se aman a los niños no hace falta traer nuevas masas de ellas para quererlos hay de sobras en el planeta en el total desamparo que estarán contentísimos de recibir los cuidados de adultos ávidos de ejercer su sentimental paidofilia. Una discusión estrictamente científica sobre la natalidad deja en mal lugar tanto a los estados que la promueven como a los padres que se constituyen como tales. El síndrome egocéntrico de estos en perpetuarse (no a la especie sino a la presunción de ellos mismos en forma de linaje privativo) se alía con el síndrome nacionalista del estado que hace de la patria y del pueblo (conceptos históricamente complejos y discutibles y alejados de la filantropía y del humanismo)una prioridad por encima de la vida y de la felicidad.
La de la maternidad sigue siendo uno de los grandes parámetros en los que toca recalar para conciencia la irresponsabilidad que hay en ese deseo de tener hijos a semejanza de uno para engrandecer el propio ego. Enfocar la reproducción humana como parte económico-dependiente del resto de sus producciones permite un esclarecimiento de la cuestión libre de la influencia emocional y sin necesidad de acudir al análisis psicológico para el cual las resistencias de no pocas personalidades son continuas. A los hijos se les hace nacer con misiones implícitas que van a tener que cumplir: desde la continuidad del apellido a la gestión del patrimonio familiar. De alguna manera se quiere en el hijo construir una extensión del ego en el futuro en el que ya no se estará. Ese deseo remite a oscuros motivos encerrados en el habitáculo del inconsciente. Al porqué de esa necesidad procreativa se apuntan los deseos más que las razones. Por poco que lo piensen los padres y las madres los hijos se buscan y se rodean de ellos para crear un escenario familiar y un acompañamiento o su simulacro el resto de la vida. En las indagaciones de la sentimentalidad real estadísticamente se puede llegar a una conclusión patética: la de una mayoría de procreadores decepcionados por los resultados de sus primo y segundogénitos. Los hijos van a la suya, como suele decirse, y por mucho que se les disculpe en sus egoísmos son excesivamente egocéntricos e ignorantes de las necesidades paternas. Por otra parte son los obligados a vivir con lo cual tienen la disculpa perfecta para no devolver eso que es una imposición más que un favor. Tradicionalmente los estados totalitarios apostaron por las familias numerosas a las que premiaron de distintas maneras. Las mujeres se creyeron ser servidoras a la patria pariendo nuevos hijos que vestir uniformes de miedo y empuñar armas para –llegado el caso- dar la vida por la patria, es decir por los mandamases que la definía en cada coyuntura. Tener hijos a la tuntún para no sentirse solos en el planeta es demencial, tenerlos para condenarlos a ser fuerza de trabajo para un sistema equivocado es netamente lo contrario a un buena paternidad. Desde el anarquismo se hicieron propuestas para parir menos hijos para no condenarlos al sufrimiento bajo la bota del capitalismo como las generaciones de obreros anteriores habían sufrido. La tesitura más pura de un esclavo es la de no tener ningún hijo cuyo pronóstico sea también la de ser esclavo y al que tenga que educar para sobrevivir en la realidad subyugada que le va a tocar. Tener hijos para educarlos en la revolución es algo mas quimérico.
En un mundo planificado y racional, fuera de eclosiones emocionales y de pasiones alienadas, los hijos no los enviaría ni dios ni Ogino sino que serían (serán, esperémoslo) el resultado de una planificación clara. Se dejará de suponer que por el hecho de tener útero y ovarios se tengan ya las condiciones idóneas para engendrar seres humanos. Se evaluaría la capacidad mental y la formación íntegra de los individuos en ocuparse de sus hijos para asegurarles no solo una sociedad óptima en lo material sino también una cultura firme en lo intelectual y una base ética irreprochable. Los padres y madres actuales no pueden garantizar nada de eso en un entorno salvaje y tramposo que es el dominante.
Por su parte una sociedad, un país, organizado para maximizar su producción y preparado permanentemente ante el ataque potencial de otro, primará e incentivará la reproducción humana hasta donde sea posible.
La previsión de un mundo abocado a nuevos linajes totalitaristas -a suficiente distancia de los del XX- para haberlos olvidado, en el fondo cuenta con el valor aversivo de una profecía social que arme desde el escándalo y el temor a esa perspectiva para que jamás se llegue a cumplir. Es posible que en el futuro no vuelvan a haber cámaras de gas y hornos crematorios (formas chapuceras de destrucción masiva) ante otras maneras más ocultas de acabar con nosotros o mejor dicho con los que estén : epidemias originadas voluntariamente o industrialización de alimentos y medicinas para aumentar patologías. Ese proceso será cuestionado en la medida en que se vaya dando, de hecho ya se viene haciendo. La realidad es la coexistencia de múltiples discursos entre los que no faltan, por exiguos que sean faltos de fuerza, los que previenen de catástrofes y avisan sobre el revival de estructuras de poder que quieren ser más unicéntricas a cambio de reducir las libertades públicas y la expansión del pensamiento humano como la base de lo más sublime y artístico. Lo terrible del asunto es que volverán a ser las masas a través de sus representantes institucionales las que voten a favor de más medidas de autoritarismo. La Duma rusa, cámara baja del parlamento ha otorgado una ley de prevención al Servicio federal de seguridad) que ya existía en la época de la URSS con la tristemente famosa KGB. Se trata de una ley que autoriza a hacer advertencias profilácticas para intimidar, amedrentar y convencer a quienes puedan manifestar deslealtades al régimen. Serán practicas dirigidas contra ciudadanos que no hayan cometido infracciones o delitos pero que puedan ser sospechososos de cometerlos o inducirlos. Victor Iliujin, diputado, alarmó del riesgo de la violación a las libertades que se cometería con este instrumento. Para suerte de la conciencia universal no faltarán lis Iliujin que adviertan del coste a pagar por lo que hace a los ataques a la libertad creativa cada vez que un estado instrumente una nueva ley que restrinja las actuaciones individuales pero la previsión es que aumentarán las medidas en contra de la plena potencialidad del ser humano condenado a ser encerrado en grandes y protegidas cárceles del tamaño de cada ciudad.
Desde la estrategia del poder minoritario consolidado la técnica de control no tendrá mayor problema a la luz de todos los conocimientos de criminología y de piscología social. Basta mirar con suma atención cada vez que Gobernación pone un dispositivo de control a la salida o a la entrada de una ciudad con los hombres de Harrelson con cara de odio y la ametralladora a punto disparar que lo explique ante los afectados ni lo justifique públicamente de manera alguna, para ver que es raro el conductor que rechista. Para desgracia de los optimistas no hay tanta diferencia en ese tipo de dispositivos entre los de los países africanos con máxima corrupción y los países europeos con mínima.
Del totalitarismo ya hay formas que lo manifiestan en plena historia democracia y pequeños detalles como el referido. Vendrán tiempos peores desde los que las predicciones agoreras de ahora serán rehabilitadas tomándolas por preavisos fundamentados que por otra parte tampoco aspiran a generar reacciones alternativas para evitar ese futuro oscuro. ¿qué se puede hacer? Tomar nota para interpretar los detalles en cuanto se produzcan. Desde luego en teoría podemos crear un nuevo sistema social en el seno pero al margen de este. Concebir otra forma de existencia que no pase por la supervivencia economicista y la juguetería materialista. Vivir por y para la felicidad y no sacrificarla en aras al trabajo, a la descendencia y al patrimonio. La idea soliucioonaria general se conoce pero falta la convicción para llevarla a cabo. Pero no hay suficiente fuerza subjetiva ni siquiera dentro de los movimientos antiglobalización y altermundista para hacer esto. Cada individuo protestatario es a su vez su contrario en su praxis social de consumo y de trabajo haciendo de protocapitalista por muy odioso que le resulte tal papel.
La idea clásica de totalitarismo es la de esos estados bunkerizados, rígidos e inexpugnables que desde núcleos de poder monolítico movían grandes masas que en parte notoria coincidían con la dirección y el estilo. El acto totalitario es el que juzga sumariamente o mata sin juzgar quitando de en medio cualquier estorbo desde la intelectualidad o la crítica. Es el que mata también porque le sobra parte de la sociedad de la que puede desprenderse (no hubo razones económicas ni militares para “deshacerse” de los judíos o los serbios para su limpieza étnica, salvo el odio racista). El totalitarismo no empieza con actos de intromisión ilegal en las vidas privadas, esa es una de sus consecuencias más burdas. El totalitarismo cuenta con un sustrato humano de rivalidad alimentada por rencores y episodios antiguos de conflictos vecinales no resueltos y se va haciendo fuerte en la medida en que sus disposiciones van siendo aceptadas e incluso votadas por la mayoría. Prototipos psicológicos de gobernantes para liderar esa clase de procesos ya los ha vuelto a dar el siglo XX. Todavía hoy hay ex presidentes gubernamentales para los que no le cabe la menor duda de que lo que hicieron fue lo mejor para su país a pesar de complicarlo enormemente en la escena internacional. La confianza en un modelo democrático de integración de las distintas propuestas pacificas que asegure una coexistencia en la diversidad está rota. De la democracia queda(rán) los fetiches y las apariencias institucionales, las verdades de poder real están en otra parte. La crisis económica y los conflictos internacionales también son factores que ejercen su peso para restablecer la idea de unidirección lo cual llevará a la marginación, si no a nuevas oleadas de persecuciones, de las minorías no adeptas a la realidad ni a sus líderes.