Foro Comunista

¿Quieres reaccionar a este mensaje? Regístrate en el foro con unos pocos clics o inicia sesión para continuar.

    El autismo social de la criaturada

    Nestor Estebenz Nogal
    Nestor Estebenz Nogal
    Camarada
    Camarada

    Cantidad de envíos : 48
    Reputación : 118
    Fecha de inscripción : 23/05/2010

    El autismo social de la criaturada Empty El autismo social de la criaturada

    Mensaje por Nestor Estebenz Nogal Sáb Sep 04, 2010 7:57 pm

    El autismo social de la criaturada. Néstor Estebenz Nogal
    Fuera de toda sospecha de psicoticidad, un nuevo tipo de autismo irrumpe en la sociedad. Tal vez haya existido siempre pero antes resultaba menos evidente, se trata del ostentado por los más jóvenes ante los mas viejos: niños, criajos, púberes y adolescentes, algunos con tamaños hombrunos y extremidades sobrantes que no les caben bajo las mesas, escurriéndose en sofases con aspiraciones a mimetizarse con las alfombras; van de postizos pero además sobrados en espacios comunitarios de habla donde los padres y sus amigos no paran de hablar de tonterías , o eso les parece, que no les interesan en absoluto y tras el brevísimo rato de interés en compartir la mesa: el de la comida, los susodichos levantan el vuelo para irse a sus play station, las teles o las pantallas del tipo que sean. Esa muchachada agotada antes de emprender toda actividad, renuente a la colaboración doméstica, falta de todo discurso a no ser que sea para pedir algo, adoptan comportamientos marginales antes de intentar toda integración en el espacio. De su parte, quienes les hacen de nexo con el resto del colectivo humano les dejan hacer. Son niños. Parece que a los niños se les consiente todo. Como no han crecido lo suficiente pueden ser todo lo inadultos que quieran. El pequeño problema escénico es que no pocos de ellos con cuerpos ya desarrollados siguen teniendo cerebros de mosquito y conductas excluyentes. La curiosidad del autismo social es que esas manadas de juventudes llegan a la vida social despreciándola antes de comprenderla. Los críos en la mesa con adultos no escuchan, no es seguro que oigan y nada, salvo ellos mismos, parece interesarles en lo más mínimo. Ciertamente han aterrizado (se les ha hecho nacer) en un mundo incompleto con demasiadas insuficiencias e imperfecciones pero no es menos cierto que su campo infantil de juegos no es mas completo, a pesar de que el imaginario es un poder extraordinario para la extralimitación. Los niños en situaciones de convivencialidad con otros adultos ejercen de tales todo lo que pueden. La mayor parte de cosas que les pasa por la cabeza no lo dicen o a lo más lo susurran. Algunos tienes voces infradecibélicas hablando para si solos aunque se supone que te lo están diciendo a ti que no estás a mas de medio metro de distancia. Su inseguridad psicológica es aplastante. Se diría que no puede ser de otro modo porque son los que han llegado últimos al acontecimiento social y apenas conocen las pautas de juego. Por su lado, los adultos -y especialmente los padres -tampoco saben qué hacer con ellos. Preasumen quedar mal con sus conductas en público, con otra gente o invitados. Antiguamente se instruía a los críos para que antes de abandonar la mesa dieran una señal de cierre con ese espacio de convivencialidad. ¿Es que era exagerado levantarse y decir “con permiso...”?, ahora desaparecen sin haber dicho esta boca es mía. La boca la tienen para lo que la tienen: para tragar y si les gusta engullen la comida del plato a la velocidad de ¡ya-punto! Pongámonos en su lugar, todos hemos sido críos (mientras no se demuestre lo contrario o se encuentre una fábrica clandestina de engendros humanos) y podemos recordar lo coñazo que resultaba maratonianas sesiones de adultos de las que no entendíamos ni jota. Cuando era crío e iba a pasar algunas tarde de domingo a casa de mi abuela o de mis tíos las conversaciones que se traían me parecían aburrídisimas, el poco rato de atención que les merecía mi presencia con un par de frases estándares que se me dedicaban no justificaba tener que aguantar interminables horas de cháchara que me parecía densa e gris. Por otra parte, el escaso contacto con mis primos tampoco suplía lo que consideraba abusos de los adultos. Debí entender que si mis padres me llevaban con ellos es porque no tenían donde dejarme. Y no porque eso formara parte de una kafquiano programa de inmersión forzada en la singularidad adulta. A un niño empiezan a sonarle las sutilidades de los adultos por que las tradiciones pasan por eso sin que pueda eludirla. Evidentemente, lo que le interesa a un adulto no tiene porque interesarle a un niño y al revés, pero mientras un adulto hace tentativas de aproximación para jugar con un crío este no las hace siempre en el otro sentido. A no ser de que sea una delicia de espontaneidad. Da por supuesto que un adulto es aburrido a no ser de que sea un caso muy especial.
    Para la época de la abundancia (y zonas geográficas que así lo viven) en ella que los críos lo tienen todo sin necesidad de esforzarse por nada (desde escaléctrics a ordenadores y por supuesto la comida en la mesa, el agua caliente en la ducha y el confort seguro de una casa, ademas de barrio de nivel y tranquilidad vecinal) van creciendo sin que sus nexos de introducción al mundo los eduquen lo suficientemente. Saben pronto que son los centros de la vida doméstica de sus casas, los reyes que pueden ejercer como tiranos fácticos en caso de urgencia, los ejes pivotantes de todo. Es así que si no les gusta una comida se les da otra, si ensucian algo lo lava mamá, cuando terminan de comer pasan de todo y ni siquiera retiran el plato. ¿A qué edad un adulto ha de educar a su hijo/a? Pues desde el principio, claro está. Cada gesto tiene un factor mimético, ninguna actitud ni acto paterno/materno quedan fuera de los factores educativos. Si un crío va de autista social es porque sus padres (y por extensión los adultos relacionados con ellos, y los contratados que tambien pasan por los educadores profesionales) no lo educan para la integración social. Es curioso que en tiempos de pedagogía integrativa en la que se defiende tanto la integración de críos de distintos orígenes étnicos, raciales e idiomáticos en sus espacios heterogéneos se descuide tanto la integración de todos ellos en la vida adulta.
    Los adultos tienden a disculpar a los críos porque en parte cumplen la funcion de la razón existencial de ser de aquellos y en parte porque pagan sus propias culpas como padres por tenerlos. Lo ideal sería que los padres que mezclan sus hijos con otros adultos les hagan de nexos concretos para que faciliten sus relaciones independientes de unos y de otros entre ellos, me estoy refiriendo a los de todas las edades y no a que se les segregue al grupo de críos.. Esto no funciona desde la base cuando las culturas que priman tanto la espontaneidad dejan que cada relación evolucione a su manera. Básicamente, padres y tutores no toman medidas especiales para facilitar la relación de sus hijos con sus ámbitos adultos y los ámbitos adultos sobrellevan a los críos y a sus criaturadas como parte de las escenas sin darles mayor importancia. Los detalles son los que cuentan y de los que cada cual a su manera va a sacar sus lecturas. Lo mas probable del crío que practica el autismo social con los adultos es que para cuando esté al final de su adolescencia se dedique a repetir errores de la anterior generación de los que no aprendió a subsanarlos en su momento. Ese factor de desinterés por los demás es una de las razones por las cuales cada generación tiende a repetir lo peor de la anterior. La cosa no acaba ahí, hay nuevas generaciones mucho mas regresivas (retrogradas e involutas) que las anteriores. Al socio y psico-análisis les reta distinguir entre si las generaciones nacientes del siglo XX I(o finales del XX) son particularmente mas alienadas que las del resto del siglo pasado y anteriores o si cada generación adulta ve en la que le sigue un retraso en los valores humanos y en el coraje existencial. La generación del bollycao (la nacida en la década de los 70) demostró ser algo peor: estar hecha de mantequilla. Una que no aguantaba ni la conversación ni la menor crítica. La generación niní es un paso atrás: su empantallamiento las educa desde el síntoma de la no implicación en nada. La nueva generación, la nacida en la primera década del XXI, ahora en el balbuceo, no prometerá mas que estas dos anteriores si sus entornos, repletos de figuras cariñosas que les quieren, no les emplazan a vivir la vida desde el compromiso vital. Es cierto que la sociedad entera se dedica a reproducir la generación que ha de sucederle (que se la suele denominar como los valores del futuro, jeje) sin contar con ella. Sois el futuro chicos pero ya os apañaréis con los desastres que os dejemos. En el día a día, esos hombrecitos y mujercitas que son los centros de sus hogares y familias están un tanto apartados de las inquietudes (y melodramas) paterno-maternos. Están ahí, con sus hobbies, son niños, no entienden, mientras los adultos raca que raca y a la suya. Sí, puntualmente intervienen para que la sangre no llegue al río si hay peleas o ante excesivos ruidos o broncas.
    Para una adulto es una contradicción pedirle a una criatura que además de jugar se enrolle con las tareas inherentes al vivir: la organización doméstica, ayudar con el equipaje, ocuparse de los asuntos mas banales. Como es la pupila de sus ojos tiende a consentirle todo. Resumiéndola mucho, lo esencial de la educación está presente ya en los primeros meses de una personalidad en gestación por lo que hace a la concienciación del propio detritus, que inicialmente pasa por las pautas del control de los esfínteres. Ese control esfinteriano aplicado a la autoconciencia corporal y a la regulación voluntaria de sus necesidades sigue de por vida en toda una biografía en un plano simbólico. La laxación esfinteriana se relación con la lasitud con los objetos de juego o trato de los que no se asume la organización (en definitiva orden y control). Si la mayor parte de intervenciones adultas en el crío son para limitarle y decirle no a es o y no a lo otro, la falta de entente puede ser fatal. ¿Además quien tiene el derecho a qué?Al fin y al cabo el crío puede protestar: me haces nacer y encima me haces currar. Hay críos que antes de saber lo que es la vida ya son celosos estancos con complejos de Edipo que nadie les explica, condenados al déficit psicológico los siguientes 30 años de sus vidas por no decir ¿Por qué le cuesta tanto a las generaciones de adultos explicar las verdades de la vida a las generaciones que les siguen? Respuesta: el conflicto con la verdad que cada humano experimenta con su semejante y con sigo mismo lo proyecta a las nuevas generaciones.
    Hay factores concurrenciales de carácter deficitario por ambas partes: ni los adultos alcanzan a comprenderlo todo por lo que hace a sus crios ni estos andan sobrados de disposición para comprender a aquellos (suponiendolos en edades superadas a las puramente sensitivas). Rousseau comparó la educación humana al cuidado agrícola: a las plantas las endereza e cultivo, a los hombres la educación. El verbo enderezar es literalmente exacto por lo que se refiere a un tipo de hortalizas y metafórico por lo que hace a la culturacion (cultivo) humana. Hay valores a defender y extender a todos sea la edad por la que atraviesen. El posicionamiento personal justo y bondadoso -dijo Honoré de Balzac- es el medio seguro para desarmar a los enemigos. El crío en medio de un oceado cifrado de adultos puede perderse pero se pierde tanto mas cuanto los adultos los llevan como paquete sin integrarlo en los espacios salvo puntuales deferencias. Como que los adultos mismos tienen/tenemos sus/nuestros propios problemas de integración la disculpa de no hacer lo otro queda un tanto diluida. No es extraño que los críos se auto excluyan y quieran escapar. El autismo social es un síntoma consecuente respecto a esto. Desde la posicioón adulta la intervención educativa ha de ser clara y exigente pero sin pasarse de dura. Si es preciso caer en un extremo, dijo Francisco de Sales, que sea el de la dulzura .Por su parte la criaturada que hace de base y cantera de la muchachada a pocos años vista esperas crecer lo antes posible para no tener que acompañar a los papás a sus delirios respectivos. Para cuando pueden moverse por su cuenta, con su asignación y sus permisos de conducir empezará relacionarse con un mundo, especialmente con el de su edad, en el que repetirán errores típicos de generaciones anteriores. Los padres tendrán que moderarse en sus paranoias y alarmismos dejándoles que caten por si mismos las tallas de la vida y la verdad de los demás en un mundo demasiado peligroso y tramposo como para no advertir de lo que puede pasar. Esta tentativa es posible que llegue tarde. El crío que ha crecido en medio de una aceptación de errores instituidos para cuando sea un joven con bravura no habrá quien le tosa. Las pautas eje de la educación humana han quedado decididas antes de los 5 años de edad, con apenas 2 cursos de socialización en centros escolares. El egocentrismo infantil es patético, el no querer saber nada de los demás, y básicamente de los adultos, con un repertorio de detalles que da espanto, no augura nada bueno. Querer vivir tan solo para uno mismo dijo Oswald Wirht es condenarse a muerte.
    En una reunión de 4, tres adultos y un adolescente con 14 o 15 años durante la conversación, este hacia sus comentarios por lo bajini a uno de los otros tres que tenia al lado. Su inseguridad manifiesta le llevaba a hacerse fuerte no dedicando gestos de deferencia mínimos, ni mirar a la cara, no ya a los ojos, ni hacer el menor esfuerzo de ritual del saludo. Acostumbrado a no ser nadie (o así sentirse) durante su infancia, lo seguiría siendo durante bastantes años de su vida. El adulto que llega a una situacion creada con críos autistas voluntarios ,que no psicóticos, le toca vencer barreras considerables. Tras una o dos tentativas si los críos van de renuentes (tímidos y timoratos) probablemente desistirá y se pondrá a la espera de que un día u otro crezcan para poderlos tratar de igual a igual.

      Fecha y hora actual: Lun Mayo 13, 2024 10:06 pm