Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, la OSS (servicio secreto precedente de la CIA) decidió crear unos grupos especiales, cuya misión sería la de actuar como guerrillas en caso de una invasión comunista en el oeste de Europa. Particularmente importante era la organización en Italia, pero estos grupos especiales también operaron en Francia, Bélgica, Holanda, Noruega, Dinamarca, Suecia, Finlandia, Turquía, España, Portugal, Austria, Suiza, Grecia, Luxemburgo y Alemania. Su nombre en clave: Stay Behind Groups (Grupos en la Retaguardia), aunque son popularmente conocidos como «Red Gladio».
La OSS se sirvió de las redes formadas por fascistas y nazis, que se encontraban en pleno esplendor en Europa, para crear unas fuerzas insurgentes en caso de invasión comunista. Umberto D’Amato, ex fascista italiano que ya en democracia ocupó el cargo de jefe de la brigada política de los Carabinieri italianos, se encargó de la organización de estos grupos en Italia y parte de Europa, tal como reconoció en un documental de la BBC. Los Stay Behind Groups recibían nombres diferentes en cada país, pero todos ellos estaban coordinados por la OSS con la colaboración de otros servicios secretos occidentales. Uno de sus principales objetivos consistía en fomentar la «estrategia de la tensión», es decir, impulsar revueltas y atentados de grupos radicales y terroristas de izquierdas, con la meta de que los comunistas nunca ganaran unas elecciones, sobre todo en Italia, territorio que más les preocupaba. A finales de los años cuarenta, los servicios secretos norteamericanos financiaron un centro de entrenamiento especializado en actos de sabotaje en una pequeña localidad de Cerdeña. El coronel Máximo Alguero, ex jefe de los servicios de contrainteligencia italianos, reconoció que la «escuela» estaba coordinada por el espionaje italiano. Por su parte, el general Gerardo Serravalle, uno de los dirigentes de Gladio entre 1971 y 1974, en declaraciones a la BBC, explicó: «Los gladiadores que enrolábamos recibían pequeños paquetes de información. Se les contaba sólo lo que necesitaban saber. Nada de sus lazos con la OTAN o con los servicios secretos». Otro hecho sorprendente es que según confesaron más tarde los propios dirigentes de Gladio, no todos los primeros ministros de países como Italia, Alemania o Bélgica conocían la existencia de esta red, aunque sí algunos altos cargos de la inteligencia, el ejército y el Ministerio del Interior. Un documento secreto de la OSS cuya existencia admite Ray Cline, vicedirector de la CIA en los años setenta, puede ser el origen de esta táctica de la tensión. He aquí un extracto: «En caso de indecisión de las autoridades locales para controlar la insurgencia, el gobierno norteamericano puede lanzar operaciones para convencer a la población de dicho peligro, infiltrando la propia insurgencia». El año 1968, fecha de la «primavera de París» y del comienzo de la insurrección estudiantil y hippie en Occidente, marca el inicio del terrorismo de izquierdas en toda Europa, incluida España (FRAP, ETA y GRAPO). El ex agente de la CIA Philip Agee acusó hace años a la CIA de haber creado los GRAPO. Y el famoso ex agente español González Mata –entre otros– ha hablado de su infiltración en ETA y su implicación en el asesinato de Carrero Blanco. Esto formaría parte de la estrategia de la tensión, al igual que el atentado de la Piazza Fontana de Milán en 1969, que las autoridades atribuyeron a un grupo anarquista. Sin embargo, Vincenzo Vinciguerra, miembro del grupo neofascista italiano Nuevo Orden y «agente» de Gladio, apunta a los servicios de inteligencia italianos y a determinados elementos de las Fuerzas de Seguridad. Al parecer, según reconoció el general Paolo Inzerilli, dirigente de Gladio entre 1974 y 1986, los arsenales para cometer los actos de sabotaje de la red se ocultaban en cuarteles de los Carabinieri y del ejército. EL GOBIERNO SECRETO En 1978 Aldo Moro, líder de los democristianos italianos, fue secuestrado por el grupo terrorista Brigadas Rojas y finalmente ejecutado. Moro estaba a punto de formar una coalición de gobierno con los comunistas. La viuda del político acusó al partido de su esposo, la Democracia Cristiana, de haber aprobado su asesinato, al tiempo que recordaba la advertencia que le había hecho el todopoderoso Henry Kissinger, ex secretario de Estado norteamericano y asesor de diferentes presidentes de EE UU: «Si prosigue con su intención de formar gobierno con el Partido Comunista, esto le acarreará funestas consecuencias para su persona». Francesco Cossiga, ex presidente de la República y de los demócratas cristianos, realizó ante las cámaras de la BBC estas declaraciones: «En las filas del partido todavía pesa el haber sacrificado a Moro para salvar a la República». Alberto Franceschini, fundador de las Brigadas Rojas, reconoció que su organización carecía de la capacidad operativa para secuestrar a tan importante político en pleno centro de Roma. En este sentido, el coronel de la CIA Oswald Winter confesó públicamente que tanto en las Brigadas Rojas como en la banda Baader Meinhof alemana se habían infiltrado agentes secretos de diversos servicios. Los terroristas italianos en la época del asesinato de Moro, según Winter, estaban a las órdenes del general Santovito, jefe de los servicios de inteligencia italianos. Además, en el lugar donde murió Aldo Moro se encontró una estampa del grupo de los servicios secretos italianos que se encargaba de reclutar a los «gladiadores». Por otro lado, en la agenda del terrorista de las Brigadas Valerio Morucci, las autoridades descubrieron los nombres de varios altos cargos del espionaje italiano, como el de Giovanni Romeo. Todo apunta a que las Brigadas Rojas estaban controladas por algunos personajes de los servicios secretos; cuestión que no debe sorprendernos, pues el jefe de la policía política italiana, Umberto D’Amato, reconoció en su momento que controlaba las acciones de un grupo revolucionario maoísta desde 1972, gracias a varios de sus agentes que habían conseguido infiltrarse en el mismo. Según Vinciguerra, uno de los personajes principales en la trama Gladio era Lucio Gelli, espía de los servicios secretos fascistas italianos durante la II Guerra Mundial y luego destacado agente de la CIA en Europa. El nombre de Gelli se hizo popular cuando las autoridades italianas descubrieron en 1981 que era el líder de la logia paramasónica Propaganda-2, epicentro de toda una serie de casos de corrupción y tráfico de influencias. A la logia pertenecían docenas de generales, jueces, jefes de los servicios secretos, políticos, ministros o empresarios. En 1980 una bomba estalló en la estación de trenes de Bolonia, matando a 86 personas. Se culpó del atentado a una célula anarquista, pero seis años después el informe de la investigación oficial apuntaba otra explicación: la existencia de un gobierno invisible en Italia, controlado por los servicios secretos y algunos políticos que manejaban a su antojo a determinados grupos terroristas, tanto de extrema izquierda como de extrema derecha. En 1990 los socialdemócratas alemanes y François Mitterrand, presidente de Francia, denunciaron la existencia en sus países de ejércitos secretos, ligados a los servicios de inteligencia occidentales. Giulio Andreotti, líder entonces de los democristianos italianos, acusó al socialdemócrata François Mitterrand de mentir cuando dijo que desconocía la existencia de Gladio, pues el gobierno francés y el alemán se habían reunido en secreto para tratar el asunto.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]