En las tapias del cementerio de Málaga se hicieron verdaderas masacres y sacas. Hay una fosa en Málaga que es de las mayores de España. Miles de ciudadanos fueron fusilados sin jucio ni proceso, por el mero hecho de ser republicanos, pero hubo otros que murieron en campos de concentración nazis y que deben de ser recordados.
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CORRÍAN los años cincuenta cuando a Antequera llegó una carta consello de Alemania y negros presagios. En ella, el Gobierno germano notificaba que Antonio Escobar Navarro había fallecido en septiembre de 1941 en el campo de concentración nazi de Gussen -junto al de Mauthausen-, situado en la Alta Austria, al este de la ciudad de Linz. En aquel día Rosario Escobar Pérez, una de las cinco hijas de aquel trabajador de la fábrica de textil de la Ciudad de El Torcal, apenas era una joven que llevaba «más de quince años» sin ver a su padre, desde que este tuvo que abandonar España tras la Guerra Civil. Con lágrimas en los ojos, y acompañada de su hermano José y su hija, Rosario recordó aquellos duros momentos durante el acto de homenaje que ayer se le tributó a los 148 malagueños que murieron durante la Segunda Guerra Mundial en aquellos recintos en los que la muerte se alió con la crueldad humana. «Cada vez que leo la carta, lloro», dijo. En el mismo campo, apenas dos meses después que Escobar, fallecía Rafael Pinto Galán, un joven de 27 años natural de Teba, donde trabajaba en el campo. «Él sirvió en el ejército republicano durante la Guerra Civil y, al final de ésta, por sus ideas políticas, tuvo que huir a Francia, donde estuvo en un campo de concentración. Cuando comenzó
la Segunda Guerra Mundial se enroló en la Resistencia hasta que lo cogieron y lo llevaron a Gussen, donde también murieron otros dos tebeños», explicó Rafael Pinto Troyano, su sobrino, quien también tuvo un emotivo recuerdo para su padre. Ahora, la memoria de estos malagueños será recordada por un monumento en el jardín del Centro Cívico, realizado por el artista Rafael Alvarado, en el que aparece su filiación, las localidades de origen (en total 45) y la fecha de su muerte; bajo el nombre de 'Sombras de luz' la escultura simboliza el triunfo de la memoria frente al olvido. Autoridades y familiares participaron en este emotivo homenaje depositando una rosa ante el monolito, iluminado por velas blancas. Fue tras la lectura, por parte del director teatral Rafael Torán de los nombres de cada uno de ellos, bajos los acordes de una pieza interpretada por la chelista Sabrina Rui.
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