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    EL PROLETARIADO YA TIENE SU PARTIDO

    carlos
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    Mensaje por carlos Sáb Ene 02, 2010 3:23 pm

    Extracto de la obra Historia del PCE(r)

    4.4 El proletariado ya tiene su vanguardia

    La primera tarea que abordó el Comité Central elegido en el Congreso a fin de dar cumplimiento a las orientaciones y acuerdos tomados en el mismo, fue la de su propio fortalecimiento, incorporando a otros militantes -la mayor parte de ellos cuadros obreros- a las tareas de dirección. Esta ampliación del Comité Central permitió crear dos nuevas comisiones, especializadas, cada una de ellas, en la dirección del trabajo en un campo específico de la actividad del Partido. El Comité Central ya había sido estructurado, tiempo atrás, en varias comisiones: una de ellas responsable del trabajo de propaganda, que incluía, además de la redacción, confección e impresión, también la distribución; todo un complejo aparato al que estaban dedicados numerosos cuadros del Partido. Una segunda comisión tenía encomendado el trabajo de organización: encuadramiento y traslado de militantes, dirección práctica cotidiana de todas las organizaciones locales y nacionales, etc. Esta era la comisión más fuerte, por el número de sus miembros, y venía siendo asistida por otros camaradas, miembros de pleno derecho del Comité Central, que se hallaban trabajando directamente en las fábricas y en los tajos y gozaban de gran influencia y prestigio entre los obreros. Así quedaba garantizada la ligazón del máximo organismo dirigente del Partido con la base y las amplias masas obreras. La Comisión Política, más restringida, era la responsable de supervisar y centralizar todo el trabajo de dirección, en contacto permanente con los miembros de las otras comisiones. Ahora esta estructura y funcionamiento se refuerza con la ampliación del número de miembros del Comité Central y la formación de otra comisión para dirigir el trabajo de masas.

    Con estas importantes medidas organizativas, la Dirección del Partido pudo prestar una mayor atención y dedicación al trabajo sindical e impulsar sus actividades en las organizaciones de masas de carácter democrático.

    La línea política y la actuación del Partido fueron muy bien acogidas en los medios obreros y democráticos, en particular por los sectores más conscientes, por ese mismo proletariado que acababa de asestar el golpe de gracia al sindicato fascista con su boicot a las elecciones sindicales de junio de 1975 y volvía la espalda a los revisionistas por todas partes. Por eso no dudaron en acercarse al Partido y contribuir a la realización de las tareas que éste se había señalado en I Congreso. Nuestro Partido era una realidad que nadie -y menos aún la reacción y su policía política- podía soslayar.

    El boicot masivo de los obreros a las elecciones sindicales de junio de 1975 fue el primer gran éxito político de nuestro Partido.

    Tras el Congreso, a comienzos de diciembre de 1975, se celebró la II reunión plenaria del Comité Central. Fue la primera reunión de la dirección de nuestro Partido tras la muerte de Franco pocos días antes, por lo que el ambiente de aquella reunión fue de euforia. A ello había que añadir el destacado papel que había jugado el Partido en los recientes acontecimientos políticos.

    El Pleno, en el análisis realizado de la situación política, apreció que las nuevas circunstancias creadas en la vida del país hacían posible una actuación más amplia y más abierta entre las masas. La derrota infringida al régimen había abierto un amplío cauce al movimiento de masas y no había fuerza capaz de contenerlo. La clase obrera y amplios sectores populares salieron a la calle en todas partes exigiendo verdaderas mejoras económicas y políticas, ante el desconcierto no sólo del gobierno, sino de los partidos reformistas y socialfascistas, que no pudieron controlarlo de ninguna manera. El Pleno hizo especial hincapié en los diversos aspectos del trabajo de masas, repasó la situación económica del Partido y llegó, finalmente, a acuerdos tendentes a desarrollar la lucha obrera y popular en contra del fascismo y el monopolismo, hacer que las masas conquistaran mejoras económocas y sociales, para desarrollar y fortalecer al Partido y procurar los medios necesarios.

    Fue un Pleno de reafirmación da la línea trazada en el I Congreso, de gran unidad, de concreción, de confianza en nuestras propias fuerzas, en el futuro del Partido y de la causa obrera y popular. El Secretario General presentó un detallado Informe sobre la situación del momento, titulado Una crisis ha terminado, otra crisis está abierta, publicado en enero de 1976 en el número 7 de Bandera Roja. El Informe decía que Franco había desaparecido, legando a su real sucesor, designado por él mismo en nombre de la oligarquía financiera, las cárceles, las leyes, la policía y el ejército, todo ello destinado a explotar al pueblo y privarlo de libertad. Por tanto el régimen continuaba en pie y además había logrado remontar la crisis política más difícil de su larga existencia, en medio de una de las más grandes oleadas de la lucha de clases registrada hasta entonces en nuestro país.

    Nosotros nunca nos habíamos hemos hecho ilusiones respecto al cambio, ni las habíamos sembrado, añadía el Informe: Tan sólo hemos confiado en la fuerza de las masas, en lo que éstas, con su lucha resuelta, pudieran arrancar a la bestia fascista acorralada. Como se ha demostrado ya hasta la saciedad, las clases explotadoras y decadentes no atienden a otras razones más que ésas. Sólo el 'recibir golpes las vuelve razonables'. Y la verdad es que, por el momento, el movimiento obrero y popular no es lo suficientemente fuerte, no está todavía lo suficientemente organizado y esclarecido como para haber inclinado más la balanza a su favor, en un momento en que las otras condiciones se han presentado muy favorables.

    Luego relataba la causas por las cuales el fascismo habría podido conjugar la crisis. La actividad traicionera de los revisionistas y otros grupos oportunistas, había desconcertado a mucha gente, sembrando no pocas ilusiones en amplios sectores de las masas: Nosotros tenemos la obligación de reconocer ese hecho y disipar todas las ilusiones. No obstante, las espadas seguían en alto: Este desenlace de la crisis no puede ser interpretada como que se han resuelto ya las agudas contradicciones que la habían provocado. Al contrario. Las contradicciones continúan existiendo y se agudizarán más cada día. Por este motivo se puede decir también que la crisis no ha terminado. Pero ya no es la misma crisis. Es otra la crisis que ahora comienza, mucho más profunda y extensa. Pues, sin lugar a dudas, alcanzará a sectores mucho más amplios de la población. Se trata de la crisis del fascismo y de las ilusiones reformistas. El resultado próximo de esta crisis ya se puede imaginar: el régimen no podrá contener de ninguna manera la oleada revolucionaria en ascenso. Después del fracaso de la política de conciliación, el fascismo ha intentado contener el movimiento obrero y popular desencadenando la escalada de terror de la que ha salido tan mal parado.

    Era en ese contexto en el que había que valorar la enorme trascendencia hitórica del Congreso reconstitutivo del Partido: La clase obrera y otros sectores populares cuentan con una alternativa política clara y con una fuerza que ha demostrado ya capacidad de orientación y la firme voluntad de encabezar y dirigir la lucha. En otras circustancias el desconcierto y la desmoralización se hubieran apoderado de las masas y de sus elementos más avanzados. De esa manera, el fascismo y el monopolismo habrían salido de la crisis cantando victoria. Pero no era así. Tenían que permanecer alertas, pese al relativo triunfo que suponía para ellos la sucesión de Franco por el reyezuelo y la continuación del régimen implantado tras la guerra. El fascismo salía de su crisis muy debilitado por la pugna creciente entre las diversas familias que componen la oligarquía, y castrado por el valeroso movimiento de resistencia a sus medidas terroristas. Este movimiento de resistencia había sentado un precedente, señalando el camino a seguir para hacer frente a todo nuevo intento de la reacción de contener el avance del movimiento de masas mediante el crimen legalizado y el terrorismo abierto. En el momento crucial de la crisis por la que el país había pasado, ya avanzamos, como hicimos anteriormente, nuestra apreciación acerca de lo que iba a pasar: el fascismo reculaba ante la lucha revolucionaria de masas; retrocedía, pero no abandonaba sin lucha ni una sola pulgada de terreno. Para derribarlo y destruirlo sería necesario un duro trabajo y una gran acumulación de fuerzas. Pero la realidad es que había retrocedido visiblemente y se encontraba más debil. Por todo ello, el Informe trazaba los planes a seguir en el futuro:

    Ha llegado el momento de abrirnos más a las masas, de imprimir un gran impulso a nuestro trabajo entre ellas, de ocuparnos con detenimiento de sus actuales y verdaderos problemas, y de extender y fortalecer así el Partido. Tal es la orientación que debemos dar a todo nuestro trabajo, sin temor a la represión del fascismo ni a la demagogia colaboracionista de sus agentes infiltrados en las filas obreras.

    Esta orientación, y las medidas tomadas acordes con ella, responde a la línea general trazada por el Congreso del Partido y son la aplicación práctica de los acuerdos que se tomaron en este mismo sentido en la última reunión plenaria de nuestro Comité Central [...]

    Tenemos que llevar a cabo una amplia campaña de penetración en las grandes fábricas, crear en ellas sólidas organizaciones del Partido y ligarnos estrechamente a las masas a través de los obreros más avanzados. Para hacer esto posible es preciso prestar más atención a la difusión de la propaganda del Partido y al trabajo de proselitismo.

    Es indudable que estamos preparados y que existen condiciones para emprender esta gran tarea; para comenzar a ligarnos ampliamente a las masas, trabajar entre ellas a pleno rendimiento y fortalecer el Partido.

    Eso no significaba, como habían hecho revisionistas y oportunistas de izquierda, entrar en la legalidad y en las insituciones, sino todo lo contrario: había que reforzar la clandestinidad del Partido, particularmente de sus organismos dirigentes. Ésta seguía siendo una de nuestras principales preocupaciones: Mas esto sólo lo vamos a conseguir ligándonos más a las masas, extendiendo y reforzando nuestros lazos con ellas, desarrollando en todas partes el Partido. No metiéndonos en un agujero. Todavía no estábamos en condiciones de encabezar y dirigir a las grandes masas en sus luchas, pero nuestra atención había que centrarla en ese trabajo amplio, en orientar las principales fuerzas y el trabajo de los militantes hacia las masas; era la única forma de impulsar la lucha. Nuestro Partido estaba atravesando un período de fortalecimiento, de mayor organización y clarificación, de propaganda y ligazón entre las masas, para pasar luego a encabezarlas y dirigirlas. Si perdíamos de vista esta etapa de desarrollo en que nos encontrábamos, si confundíamos nuestros deseos con la realidad, nos estrellaríamos contra el muro. La dirección de la lucha de masas por nuestro Partido era algo que no se podía realizar en unos días, sin esfuerzos ni sacrificios. Nuestro trabajo en los sectores no proletarios debía orientarse, principalmente, hacia la masa de los elementos sin partido, a buscar su apoyo, así como el de las grandes masas; apelar a ellas y ganarnos sus simpatías.

    Juan Carlos Delgado de Codes, entonces responsable de la Comisión de Organización del Comité Central, presentó también a continuación su Informe, exponiendo las experiencias más importantes en el trabajo de organización, destacando que, en aquellos momentos, debiamos prestar mucha atención a las luchas reivindicativas de las masas, impulsar la creación da grupos de obreros avanzados y ligados el Partido que lleven a cabo la preparación de esas luchas, que elaboren plataformas reivindicativas unitarias, que realicen asambleas, hagan salir de ellas comisiones da delegados, fomenten las iniciativas de las masas a impulsen acciones de todo tipo en contra de la explotación y del sindicato de los patronos. Por último, decía el Informe, tenemos que desarrollar una amplia campaña de propaganda y de proselitismo, trabajar pacientemente con los obreros más avanzados y procurar incorporarlos al Partido.

    En el Informe sobre la labor de propaganda se decía: Nuestra propaganda es, en general, acogida como de gran calidad. En adelante seguirá mejorando si sabemos reflejar de manera viva la realidad y nuestra firme política, cuya justeza la práctica ya ha demostrado en todos sus aspectos fundamentales. En cambio, la difusión entre las masas se viene haciendo con grandes insuficiencias, a un nivel mucho menor del que permiten las condiciones, y eso es necesario superarlo. En otro lugar del Informe se resaltaba: Hay que emprender más en serio el tratamiento de la cuestión nacional, estudiando las particularidades de cada una [...] Hay que mejorar el estudio, planificar mejor el trabajo y ampliar el máximo la difusión de nuestros materiales.

    Para desarrollar el trabajo entre las masas, el Comité Central acordó enviar a numerosos cuadros a sus puntos de origen y realizar una amplia e intensa campaña propagandística. De esta manera quedó mejor preparado el terreno para el trabajo de organización del Partido, con vistas a crear un frente común de lucha que diera al traste definitivamente con el fascismo y el monopolismo en España. Por todo ello, la actividad de agitación y de organización del Partido tuvo un gran incremento en todas partes, pero especialmente en Madrid, Cataluña y Euskal Herria.

    La actividad de agitación y propaganda de la organización de Madrid fue permanente durante todo este tiempo. Únicamente las hojas agitativas del Partido aparecían día tras día denunciando la mascarada reformista del régimen y los asesinatos y juicios sumarísimos que tenía previsto realizar el gobierno. Esta amplia actividad política del Partido se hizo bien patente con motivo de los fusilamientos de cinco antifascistas el 27 de setiembre de 1975.

    Antes de estos fusilamientos la organización de Madrid hizo un llamamiento a la huelga general, acompañándolo de numerosos sabotajes al metro y los autobuses al objeto de paralizar los transportes públicos. Este conjunto de acciones tuvieron su culminación durante el primero de octubre.

    La actividad de los camaradas del Partido en Madrid continuó en el transcurso de las huelgas de finales de aquel mismo año y primeros meses de 1976. Toda esta actividad, llevada a cabo durante los meses de verano y otoño, con la que el Partido hizo frente con coraje al terror fascista, situó a nuestro Partido en las mejores condiciones para tomar la iniciativa en el movimiento obrero y sacar el máximo fruto a la crisis en que se debatía el régimen.

    Los intentos de los carrillistas y de sus Comisiones Obreras por sofocar las huelgas del metal de diciembre y enero no dieron ya ningún resultado: las huelgas se generalizaron por todas partes, de Getafe a Alcalá de Henares, y de CASA, John Deere y Uralita hasta IBELSA, pasando por Marconi, Chrysler, Standard, Pegaso; todo el cinturón industrial, polígono a polígono, estaba en huelga y el PCE(r) hacía notar su presencia en todas partes. Se llegaron a vender más de 3.000 Gaceta Roja cada quincena en las fábricas y, ante las convocatorias de los revisionistas y su Junta Democrática de procesiones en la Glorieta de Bilbao o Atocha, el Partido fomentó en todas partes las asambleas, las comisiones de delegados, la formación de piquetes de autodefensa y las manifestaciones en los barrios obreros, manifestaciones que como las de Getafe y Villaverde desembocaron en violentísimos enfrentamientos con la policía antidisturbios. Algunos de los piquetes organizados por el Partido arrebataron sus armas a más de un policía.

    Todo este movimiento de huelgas y manifestaciones de carácter revolucionario tendría su epílogo, coincidiendo con los asesinatos de Vitoria, en las huelgas de la construcción de febrero y marzo, durante las cuales los miembros del Partido y de los Círculos de la construcción paralizaron prácticamente toda la zona norte de Madrid. Algunos de estos camaradas, fueron detenidos y, ya en Carabanchel, por poco le parten la cara a Camacho en el transcurso de una reunión, convocada, por los camaradas para comentar las luchas y a la que se presentó Camacho con sus monsergas.

    En Cataluña, si bien hasta entonces la incidencia del Partido entre las masas no había alcanzado la extensión y profundidad de Madrid, Galicia o Andalucía, el resultado más inmediato de su labor es la integración en la OMLE de numerosos obreros provenientes del sector más consciente del proletariado catalán. En 1975 ya están creados los principales núcleos de la OMLE en Cataluña, y cuando se celebra el Congreso reconstitutivo del Partido, ya contamos con una amplia base organizada en esta nacionalidad. La eficacia de Martín Luna, su gran labor organizativa estaba tan arraigada que los lazos que él creó con la clase obrera de Catalunya nunca los pudo romper la policía.

    Al Congreso asistió, delegado por Valencia, José Vicente Artigues Fornés, que al poco tiempo pasó al Comité Nacional de Catalunya, continuando el trabajo que iniciara Martín Luna. Al poco tiempo de integrarse en la organización de Cataluña, Artigues comenzó a realizar una eficaz labor partidista. Ya se había formado un comité del Partido en el Baix Llobregat, el cual, además de llevar la dirección de las células de Hospitalet abarca el polígono de la Zona Franca -SEAT especialmente- y fábricas como Corberó y Siemens. A su vez el comité de Santa Coloma se fortalece con nuevos miembros y extienden su trabajo a Badalona y San Adrián del Besós. Este comité centra su actividad en fábricas como Frigo, Hispano Olivetti y Motor Ibérica. La organización del Partido se extendió también a Tarragona, donde ya antes existía un núcleo de simpatizantes organizado entre los obreros; y más tarde la discusión de la propaganda del Partido se extiende a Reus.

    En Sabadell entramos en relación con un grupo de trabajadores del textil que habían roto con el PCE(m-l). A finales de 1975, en esta localidad ya hay un importante núcleo organizado que dirige células del Partido en Unidad Hermética en la factoría Roca de Sabadell y en varias empresas del textil; la organización del Partido se hizo fuerte en uno de los barrios más populosos de esta ciudad (Ca n'Oriac) donde un numeroso grupo juvenil, muy activo, no pierde ocasión para hacer denuncias de los abusos y crímenes de los Patronos y el Gobierno.

    En Catalunya, como en el resto de España, el Partido realizó una intensa campaña de denuncia contra los fusilamientos de septiembre. En dicha campaña, y durante todo el verano del terror, la organización nacional del Partido estuvo haciendo llamamientos a la lucha contra la represión y elevando la moral de combate de los trabajadores. Esta labor del Partido fue tanto más patente por cuanto que, prácticamente, sólo él asumió este deber y ni uno solo de los numerosos grupos oportunistas que pululaban por Cataluña salió en aquellos meses a la calle.

    Al principio de 1976 los obreros del transporte de Barcelona fueron a la huelga y el Partido toma parte activa en ella organizando los piquetes de extensión y distribuyendo octavillas de apoyo.

    Mayor importancia aún tuvo para la organización del Partido la huelga de marzo de este mismo año en Sabadell, con motivo de la negociación del convenio del sector del metal, que agrupaba a varias decenas de miles de obreros. En el transcurso de esta huelga los obreros emplearon los métodos revolucionarios independientes de lucha, al margen del sindicato fascista y de Comisiones Obreras. Ya desde el principio se crearon piquetes compuestos de cientos de personas que fueron extendiéndola a todas las fábricas de la zona. Así mismo, en la iglesia de Ca n'Oriac se celebran diariamente asambleas de varios miles de obreros en las que se informa de la marcha de la huelga y se toman decisiones. Así se extendería la lucha a la práctica totalidad de los trabajadores de la comarca. Pronto se sumarían a la lucha, participando en las manifestaciones, las esposas y los hijos de los trabajadores. Una de estas manifestaciones es brutalmente reprimida por la policía, resultando heridas varias mujeres y niños. La reacción de todo el pueblo no se hizo esperar, produciéndose una huelga general que dejó paralizada a toda la ciudad. Los militantes del Partido redoblaron su actividad en aquellos días organizando reuniones y asambleas, lanzando octavillas en las que se llamaba a la huelga general y organizando piquetes de autodefensa.

    Sabadell fue tomado militarmente por la policía, cada esquina es ocupada por más de diez antidisturbios y las caravanas de autobuses y tanques de agua desfilan por toda la ciudad. La policía trataba de atemorizar a la población pero los obreros se lanzaron a la calle dispuestos a dar la batalla. Empezaron a producirse cortes de tráfico y hostigamiento a la policía; los aires eran surcados por pelotas de goma y botes de humo que alcanzaban hasta los balcones, pero también un furgón de antidisturbios rueda por un barranco con todos los policías antidisturbios en su interior. Esta primera batalla campal se saldó con un triunfo completo de los trabajadores.

    Al día siguiente el barrio de Ca n'Oriac está doblemente tomado, e incluso traen camiones con perros adiestrados, pero no pudieron impedir que la gente cortara las principales calles con barricadas y los accesos de salida de Sabadell a Castellar. Se reprodujeron los enfrentamientos. Muchos trabajadores fueron detenidos, pero la patronal accedió a firmar el convenio deprisa y corriendo ante la presión de la huelga. Luego, tal como viene ocurriendo en casi todas las ocasiones, los carrillistas tratarían de capitalizar estos acuerdos a su favor. Pero existía otro problema del que estos vendidos no querían saber nada: los detenidos. Bastó reiniciar la agitación para que fueran puestos inmediatamente en libertad.

    Como resultado de todas estas luchas y del papel jugado por el Partido en el curso de ellas, se formó al poco tiempo un comité local en Sabadell y otro más en la factoría de Roca.

    En octubre de este año de 1976 fueron detenidos numerosos militantes del Partido en Cataluña. Por estas mismas fechas, el 21 de octubre, fue asesinado Jose Vicente Artigues Fornés. Con él el Partido perdía a uno de los cuadros más eficientes y combativos, como había demostrado en su corta pero intensa labor al frente de la organización del PCE(r) en Cataluña. Con estas detenciones el Partido quedó debilitado en la nacionalidad, pero muy pronto se reorganiza el Comité Nacional y su labor continúa, tal como se pondría muy pronto de relieve, durante la huelga de Roca de finales de 1976 y principios de 1977.

    El Partido mantenía intacto el comité en Roca-Sabadell; sin embargo, el foco principal de la huelga se hallaba en Roca-Gavá, por ser ésta la factoría de mayor importancia de la empresa. Pues bien, al final del conflicto, los hombres más significados de Roca-Gavá, que lo habían dirigido, formaron el comité del Partido en la fábrica. Los obreros comenzaron por realizar asambleas para tratar sobre las condiciones de trabajo; la dirección de la empresa respondió a sus justas exigencias con el despido de un compañero. Inmediatamente, el 8 de diciembre, todos deciden ir a la huelga. El movimiento de solidaridad se extendió por todo el Baix Llobregat. Ante el cariz que toma la lucha, la guardia civil ametralla los locales donde: se realizan las asambleas. Esto hizo que se pusiera en pie todo el poblado de Roca; en respuesta, la guardia civil reprimió de forma brutal a las familias de los obreros y este hecho, así como la agitación realizada por el Partido, hizo que la solidaridad con Roca se extendiera a todo Barcelona. La labor de zapa realizada por los carrillistas no fue suficiente para quebrar la decisión de lucha de los obreros y sus familias, por lo que la dirección de la empresa probó también suerte enviando a sus pistoleros para que apalearan a los trabajadores. Pero la huelga terminó con la victoria de los obreros. Se lograron mejoras esenciales y la readmisión de casi todos los despedidos. La organización independiente de los obreros se fortaleció y su conciencia política dio un gran salto.

    Un ejemplo destacado y trascendental, que demuestra a influencia del Partido entre el proletariado de Cataluña, lo tenemos en SEAT. Los esfuerzos del Partido por penetrar en las fábricas habían sido persistentes. Ya desde sus comienzos, el Comité Nacional se marcó como tarea prioritaria estrechar sus lazos con los obreros de SEAT, por ser ésta la factoría más importante de toda Cataluña (18.000 trabajadores). Durante mucho tiempo se estuvo realizando una labor sistemática de propaganda y agitación en tomo a esta fábrica; todos? los contactos eran aprovechados para este fin; una vez por semana se enviaban piquetes a repartir hojas y propaganda en las entradas, en los autobuses, en las viviendas de los obreros. Así se consiguió establecer relaciones con varios obreros, que comenzaron a recibir de forma regular la Gaceta Roja y otros materiales de propaganda del Partido. Esta larga y persistente labor empieza a dar sus frutos con la consolidación de los primeros círculos de simpatizantes del Partido en el interior de la factoría. Ya no hace falta ir a las puertas de la fábrica a vender Gaceta Roja; la agitación se empieza a realizar desde el interior de los talleres, allí se vende la Gaceta Roja y se pasan de mano en mano las octavillas; y un día aparecen pegados en las cadenas de montaje los carteles del Partido exigiendo la liberación de los camaradas detenidos.

    Los cuartelillos de empresa formados por Comisiones Obreras y UGT empiezan a tener desde entonces serias dificultades para engañar y maniatar a los obreros. Este proceso de toma de conciencia de un importante sector de los obreros de SEAT culmina con las luchas ante el intento de reestructuración de plantilla que prepara la dirección de la empresa para el bienio 1978-1979, que preveían el despido de más de 5.000 obreros. Entonces se hace patente la influencia y el peso del Partido dentro de la fábrica. Cunde la alarma entre los carrillistas y ugetistas, y la policía azuza a los chivatos para que denuncien a los agitadores, pero nada consiguen. Para evitar la entrada de la propaganda del Partido, la empresa ordena, ante la indignación general de los obreros, hacer registros en todas partes, hasta en las pertenencias personales. Todo esto motivó que en las asambleas que se hacían a diario, los trabajadores realizaran continuas denuncias de los jefecillos reformistas y que se fuera creando en los talleres un movimiento independiente que plantea su propia alternativa sindical ante la empresa. En estas asambleas y en los talleres los militantes del Partido están en primera fila, denunciando en todo momento a los dirigentes corrompidos y alertando a los trabajadores contra sus jugarretas. Este movimiento de lucha independiente de los obreros de SEAT se afianza sobre todo en los talleres 2, 5 y 8. Todas estas experiencias marcan el fin del predominio del PSUC y Comisiones Obreras en la SEAT, donde hasta hace poco habían tenido su principal baluarte en Cataluña.

    Algo parecido sucedió en Euskal Herría. Ya en tiempos de la OMLE acuñamos la consigna Euskal Herria marca el camino, pero a raíz del Congreso el Partido la popularizó masivamente. La consigna misma apunta dos realidades que se complementan; una, sin duda la fundamental, es el nivel de los combates librados por el proletariado y el pueblo vasco ya antes de 1975 y en los años sucesivos; la resistencia armada de los patriotas vascos y las movilizaciones de masas fueron un ejemplo a seguir para todos y una lección que el Partido se empeñó en inculcar desde el primer momento entre la clase obrera, allí donde trabajaban sus militantes o llegaba su propaganda. Esta es la segunda realidad que encierra la consigna: la solidaridad con Euskal Herria del movimiento antifascista que el Partido encabezaba en toda España, y que impidió en estos años al Estado aislar el problema vasco y masacrar, atadas como tenía las manos, la lucha nacional de su pueblo y la resistencia del proletariado vasco a sus planes de explotación y opresión por más que lo intentó una y otra vez.

    Uno de los fines de los decretos especiales del verano de 1975 fue precisamente quebrar la resistencia en Euskal Herria. El objetivo fundamental de aquellos decretos fue devolver el golpe que la clase obrera había asestado al régimen con el boicot masivo a las elecciones sindicales de junio, boicot que se impuso a pesar de estar comprometidos hasta el cuello en la campaña electoral los carrillistas y todos los grupos oportunistas. Con la campaña desplegada por nuestro Partido contra los juicios sumarísimos y con su lucha decidida en todos los frentes contra el fascismo, fue ganando la confianza de cada vez más amplios sectores del proletariado en Euskal Herria. En la campaña de boicot a las elecciones sindicales se había hecho sentir el trabajo del Partido, y los obreros que trabajaban en la construcción de Petronor habían decidido por unanimidad en asamblea no permitir siquiera que se celebraran las elecciones allí, siguiendo la propuesta de los camaradas del Partído; iba a ser la única gran empresa de la zona en que se llevó hasta las últimas consecuencias el boicot a la farsa verticalista.

    Pero donde más incidencia comenzó a tener la política del PCE(r) fue entre los trabajadores de la central nuclear de Lemóniz, cuyas obras se iniciaban por entonces. La construcción de la central nuclear atrajo desde el primer momento la atención del Comité Nacional de nuestro Partido, por la gran concentración de obreros que un proyecto de tales magnitudes exigía, 5.000 trabajadores y, sobre todo, porque la oposición a la central nuclear había que iniciarla desde los cimientos y entre los propios obreros que iban a construirla. En las obras entraron a trabajar desde el principio varios camaradas del Partido y muchos de los compañeros que habían construido Petronor. Los fusilamientos del 27 de septiembre de 1975 culminaron el verano del terror y en todas partes el Partido dio la respuesta que sus fuerzas organizadas permitieron; Lemóniz fue a la huelga y, contra las recomendaciones de los revisionistas de ocultar los motivos de la lucha, todo el mundo supo que Lemóniz había parado porque sus obreros se solidarizaban con los revolucionarios asesinados. Y la represión desatada hizo pasar por los cuartelillos a decenas de obreros. Los fascistas no tenían ningún descaro en mostrarse como tales y un buen grupo de obreros y camaradas del Partido fueron a parar a la cárcel de Basauri, en la que fueron encerrados varios meses.

    La situación de efervescencia que el movimiento de masas y las luchas de clases estaban alcanzando en Euskal Herria exigía un esfuerzo ímprobo a la joven organización del Partido en esta nacionalidad. El Comité Central envió allí, para reforzar el trabajo organizativo, a un cuadro bien experimentados en el trabajo de masas: Juan Martín Luna que, de inmediato, entró a trabajar en los astilleros de Euskalduna. A finales de 1975 y en medio del ascenso del movimiento huelguístico en todo el Estado, Martín Luna, recién llegado, repite en Euskalduna su experiencia del Hilton de Barcelona; apoyándose en el descontento y reivindicaciones de los compañeros de las contratas, lanza la huelga y de inmediato en la asamblea se rompe con los jurados de empresa, se denuncia la política claudicadora de los reformistas y se llama a la unidad de todas las contratas y a extender la lucha a los astilleros bajo una plataforma única. Desde entonces las contratas iban a jugar también, como Lemóniz, un papel fundamental en la movilización de la ría del Nervión durante las luchas de masas de los años inmediatos.

    La organización del Partido estaba más desarrollada por entonces en La Naval que en Euskalduna y, apoyándose en esa organización y con los delegados de Euskalduna, promuevo asambleas. La unidad de las contratas de los principales astilleros se hace realidad por primera vez; triunfa el espíritu de solidaridad y la unidad alcanzada es un ejemplo para los trabajadores. La huelga se mantiene mes y medio, la asamblea es permanente, se extienden los piquetes de información y la solidaridad llega a todas partes. Se hacen múltiples manifestaciones por Sestao y Barakaldo y desde Euskalduna se corta, día tras día el puente de Deusto. En esta huelga se consiguen importantes mejoras, el prestigio del Partido aumenta y numerosos obreros se acercan a nosotros. Durante la huelga, las Comisiones Obreras de La Naval se desintegraron prácticamente y un numeroso grupo de sus afiliados pasó a militar en el PCE(r); es el hecho más significativo de la eficacia del trabajo político desarrollado por los camaradas entre los obreros durante estas luchas.

    Como consecuencia de esta serie de movilizaciones y de su incesante actividad, el Partido se consolidó allí donde tenía ya raíces, como en la zona de Las Encartaciones, y extiendió su organización a fábricas como Babcock Wilcox, General Eléctrica, Artiach, Pradera Hermanos y a un gran número de pequeñas empresas. Se formaron células en Basauri, Santutxu (Bilbao) y entre los trabajadores de banca; se envíaron cuadros a Gasteiz (Vitoria) a desarrollar allí el trabajo y se extiendieton los contactos a diferentes puntos de Euskal Herria: Pamplona, Arrasate, Orereta, Donosti...

    El trabajo político y de agitación que el Partido venía desarrollando en Altos Hornos de Vizcaya empezó a hacerse notar durante las huelgas mantenidas con motivo de la revisión del convenio a primeros de 1976. Por entonces los jurados de empresa estaban tan desprestigiados que eran ya un cero a la izquierda dentro de la fábrica, y con ellos los sindicatos amarillos de UGT y Comisiones, que se venían dedicando hacía tiempo a copar el sindicato vertical y que al comienzo mismo de las luchas fueron zarandeados en las asambleas y a punto estuvieron los obreros de lincharlos. Se impusieron las comisiones para negociar y cada departamento eligió sus delegados, entré los que figuraban varios camaradas del Partido. Y estalló la huelga. Pero después de casi un mes de lucha, llegó otra vez el momento de los Corcuera y compañía, y estos elementos, apoyándose en el sector de la aristocracia obrera, los desclasados y los esquiroles, que en una empresa como Altos Hornos de Vizcaya ocupan siempre puestos de privilegio, inician su labor de apagafuegos. En la asamblea donde se iba a decidir la vuelta al trabajo impusieron la votación por departamentos; con los obreros divididos, y decaídos ya los ánimos,, consiguieron imponerse a la mayoría, contraria al acuerdo y que rechazaba la oferta como una burla; sólo el departamento de Reparaciones Mecánicas, donde el Partido tenía más fuerza, votó unánimemente continuar la huelga. Se volvió al trabajo y al poco, cuando con el primer sobre se materializó el engaño, el comentario era unánime: Qué razón tenían los de reparaciones. Esta experiencia enseñó mucho a los camaradas, que a partir de entonces aprendieron a movilizar a la fábrica desde su departamento, cosa que consiguieron en más de una ocasión en las sucesivas luchas y huelgas generales, además de extender la organización del Partido a otros departamentos e impedir los manejos del comité de empresa en las siguientes revisiones del convenio, hasta el punto de que Comisiones Obreras y UGT no pudieron ni presentar listas en algunos departamentos para las elecciones sindícales de 1977.

    En aquellos años Lemóniz fue un caso singular de lucha y resistencia obrera por muchas razones; y no ha sido de las menores precisamente el trabajo desarrollado allí por el Partido. Los hombres que habían dado la cara para hacer frente al fascismo durante las huelgas del verano de 1975 eran del Partido, y de allí arranca su incidencia en la central nuclear. Los represaliados de entonces fueron causa de movilizaciones constantes en los meses siguientes, hasta que fueron liberados y la empresa tuvo que readmitirlos para intentar apaciguar la situación creada.

    El Partido estaba en todas partes, por toda la obra circulaba la propaganda, la agitación era constante y eran precisa mente sus métodos de lucha los que se imponían. Se expulsó de la central nuclear primero a los verticalistas y más tarde a los sindicatos amarillos, y a los cuartelillos de empresa. La asamblea se convocaba casi a toque de campana, las comisiones de delegados eran la única representación que se admitía; las luchas reivindicativas fueron constantes y los sabotajes a la producción -además de las acciones de ETA, siempre favorecidas por los propios obreros- alcanzaron tal magnitud que cuando llegó la hora de las revisiones de funcionamiento no servía ni un metro de tubería, ni un cable de la instalación eléctrica; y reparar estos sabotajes permitía realizar otros. Todo se hacía con compañías de la guardia civil ocupando la obra.

    Así se iba desmoronando Lemóniz mientras su plantilla se convertía en la punta de lanza del movimiento obrero en la ría del Nervión. Los asesinatos de la policía siempre encontraron respuesta en Lemóniz, la solidaridad con Vitoria, las luchas por la amnistía, etc. Diez obreros paraban a cinco mil y cinco mil a toda Vizcaya, hasta que Lemóniz se convirtió en un punto de referencia para todos.

    La actividad del Partido durante aquellos años de grandes convulsiones sociales no se agotó en Lemóniz Cuando en marzo de 1976 la policía ametrallaba a los obreros de Forjas de Vitoria, los camaradas estaban en el centro de los acontecimientos y su informe fue editado de inmediato en un Gaceta Roja especial que llegó a todas partes, volcándose todo el Partido en solidaridad con el proletariado de Vitoria.

    Aquellas luchas marcaron para toda la vida a muchos jóvenes vascos y los comprometieron definitivamente con la revolución, como Gregorio López Riaño, asesinado en 1979 en Muskiz o Valentín Benito, muerto en Zaragoza en 1995.

    Por aquella misma época se echaron también las bases de una nueva organización del Partido en las cuencas mineras de León y Asturias. Desde 1974 había comenzado a ser difundida nuestra propaganda en Villaseca de Laciana. Posteriormente, varios militantes del Partido procedentes de la organización de Catalunya consolidaron un amplio círculo de lectura en toda la zona minera, y nuestro Partido ganó poco a poco la simpatía de los viejos luchadores de las minas y de la juventud.

    La regularidad en este trabajo de propaganda, permitió sacar de Villaseca a un buen número de militantes para reforzar el trabajo político en otras localidades y extender la influencia del Partido a Ponferrada, Bembibre, Avilés, etc.

    Pero es a finales de 1976 cuando se ahonda con más fuerza el trabajo político entre el proletariado asturiano. A esta región fueron destinados por la dirección del Partido varios militantes. El objetivo más inmediato que se fijaron éstos, fue crear una fuerte organización del Partido en aquella zona, lo que no resultó difícil iniciar dadas las tradiciones revolucionarias y la elevada conciencia de clase del proletariado asturiano. Así, tras una intensa agitación y la venta de Gaceta Roja a la puerta de fábricas y minas, establecieron numerosos contactos con obreros de Avilés, de Gijón y en las cuencas mineras del Nalón y del Caudal. De esta manera se crearon los primeros círculos de simpatizantes de nuestro Partido en empresas como Ensidesa, Constructora Gijonesa y en los pozos Tres Amigos y El Entrego. En las luchas de marzo de 1976 que tuvieron lugar en este último pozo, ya estaba presente nuestro Partido entre los mineros con su propaganda.

    El Partido contaba entonces con militantes y simpatizantes de reconocido prestigio entre los obreros asturianos, y se procedió a crear el Comité Regional de Asturias-León

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