¡Quien tiene el hierro tiene el pan! - Manifiesto al proletariado
Auguste Blanqui - febrero 1851
publicado en marzo de 2015 en El Salariado
MANIFIESTO AL PROLETARIADO - ¡QUIEN TIENE EL HIERRO TIENE EL PAN!
¿Qué roca es la que amenaza la próxima revolución? La misma contra la que se ha estrellado la revolución anterior: la deplorable popularidad de los burgueses disfrazados de tribunos del pueblo.
Los Ledru-Rollin, los Louis Blanc, los Lamartine, los Crémieux, los Elocon, los Marie, los Garnier-Pages, los Albert Dupont, los Arago, los Marrast.
¡Lista fúnebre! ¡Nombres siniestros! ¡Nombres todos que están escritos con letras de sangre en todos los pavimentos de la Europa democrática!
El gobierno provisional ha estrangulado la revolución. Es sobre su cabeza que debe caer la responsabilidad íntegra de todos los desastres, de todos los actos funestos, la sangre de tantas miles de víctimas.
Cuando la reacción liquida a la democracia no hace más que cumplir con su oficio. Los criminales son los traidores a los que el pueblo confiado había entregado la dirección, y que han entregado al pueblo engañado y maniatado a la reacción.
¡MISERABLE GOBIERNO!
Que pese a todas las advertencias, que pese a todas las súplicas, implanta el impuesto de los 45 céntimos que levanta contra él a las masas campesinas presas de la desesperación… ¡TRAIDORES!
Que mantiene en vigor al alto mando militar de la monarquía, que mantiene los tribunales monárquicos y las leyes monárquicas… ¡TRAIDORES!
Que persigue a los obreros de París el 6 de abril, que el 26 mete en prisión a los de Limoges, que el 27 ametralla a los de Rouen. Que lanza contra ellos a todos los verdugos, que los acosa y difama, que calumnia a los verdaderos republicanos… ¡TRAIDORES! ¡TRAIDORES!
Ellos, y sólo ellos, son los únicos culpables, entre todos los culpables los más culpables, ellos en los que el pueblo engañado veía su espada y su escudo, aquellos a los que en su entusiasmo entregó su destino, ellos, y sólo ellos, son los responsables de toda esta catástrofe que ha determinado la caída de la república.
¡Ay de nosotros si el día de nuestro próximo triunfo la indulgencia olvidadiza de las masas dejara subir al poder a esos hombres que no han hecho más que traicionar el mandato que les concediera la revolución! Otra vez la revolución volvería a estrellarse.
Que los trabajadores no pierdan jamás de vista ésta lista de nombres malditos. Y si alguno de ellos, uno sólo, vuelve a aparecer en un gobierno surgido de la insurrección, que griten todos a la vez: ¡TRAICIÓN! ¡TRAICIÓN!
Los discursos, las promesas, los programas, serían otra vez trampas, mentiras, falsedades. Los mismos tramposos volverían para ejecutar las mismas maniobras. Volverían a ser el primer anillo de una nueva cadena de reacción aún más furibunda. ¡Que la maldición y la venganza caigan sobre sus cabezas si se atreven a volver a levantarlas! ¡Y que caiga también la vergüenza y el desprecio sobre la muchedumbre que vuelva a escucharlos!
No basta con rechazar para siempre a los estafadores de Febrero es necesario prevenirse contra los nuevos traidores.
Traidores serían todos los gobiernos que, levantados sobre los hombros del proletariado, no procedan de manera inmediata a implantar las siguientes medidas:
El desarme de las guardias burguesas.
El armamento y la organización de milicias nacionales, formadas por todos los obreros.
Está claro que éstas no son las únicas medidas a tomar, pero sí son indispensables como primera garantía y salvaguardia de seguridad para el pueblo.
No debe quedar ni un solo fusil en manos de la burguesía. Sin esto no hay salvación.
Las doctrinas que hoy pugnan por conquistar el favor del pueblo sólo podrán mejorar su bienestar, que proponen y prometen, si no dejan que se pierda lo conquistado por una quimera. Esas doctrinas desaparecerán si el pueblo olvida el único factor práctico de la victoria: la fuerza.
Las armas y la organización son el elemento decisivo del progreso, el único medio serio de terminar con la miseria.
Quien tiene el hierro tiene el pan.
El poder se arrodilla frente a las bayonetas, las masas desarmadas son barridas. Francia erizada de trabajadores armados es el socialismo. Frente al proletariado armado, todos los obstáculos, todas las dificultades, todas las resistencias, se reducen a nada.
Pero si los proletarios no saben más que divertirse en manifestaciones callejeras, plantando “arboles de la libertad”, escuchando discursos de abogados, ya se sabe la suerte que les espera: primero, el agua bendita, después los insultos, y por último, la metralla.
La miseria siempre.
¡Que el pueblo elija!
Auguste Blanqui - febrero 1851
publicado en marzo de 2015 en El Salariado
MANIFIESTO AL PROLETARIADO - ¡QUIEN TIENE EL HIERRO TIENE EL PAN!
¿Qué roca es la que amenaza la próxima revolución? La misma contra la que se ha estrellado la revolución anterior: la deplorable popularidad de los burgueses disfrazados de tribunos del pueblo.
Los Ledru-Rollin, los Louis Blanc, los Lamartine, los Crémieux, los Elocon, los Marie, los Garnier-Pages, los Albert Dupont, los Arago, los Marrast.
¡Lista fúnebre! ¡Nombres siniestros! ¡Nombres todos que están escritos con letras de sangre en todos los pavimentos de la Europa democrática!
El gobierno provisional ha estrangulado la revolución. Es sobre su cabeza que debe caer la responsabilidad íntegra de todos los desastres, de todos los actos funestos, la sangre de tantas miles de víctimas.
Cuando la reacción liquida a la democracia no hace más que cumplir con su oficio. Los criminales son los traidores a los que el pueblo confiado había entregado la dirección, y que han entregado al pueblo engañado y maniatado a la reacción.
¡MISERABLE GOBIERNO!
Que pese a todas las advertencias, que pese a todas las súplicas, implanta el impuesto de los 45 céntimos que levanta contra él a las masas campesinas presas de la desesperación… ¡TRAIDORES!
Que mantiene en vigor al alto mando militar de la monarquía, que mantiene los tribunales monárquicos y las leyes monárquicas… ¡TRAIDORES!
Que persigue a los obreros de París el 6 de abril, que el 26 mete en prisión a los de Limoges, que el 27 ametralla a los de Rouen. Que lanza contra ellos a todos los verdugos, que los acosa y difama, que calumnia a los verdaderos republicanos… ¡TRAIDORES! ¡TRAIDORES!
Ellos, y sólo ellos, son los únicos culpables, entre todos los culpables los más culpables, ellos en los que el pueblo engañado veía su espada y su escudo, aquellos a los que en su entusiasmo entregó su destino, ellos, y sólo ellos, son los responsables de toda esta catástrofe que ha determinado la caída de la república.
¡Ay de nosotros si el día de nuestro próximo triunfo la indulgencia olvidadiza de las masas dejara subir al poder a esos hombres que no han hecho más que traicionar el mandato que les concediera la revolución! Otra vez la revolución volvería a estrellarse.
Que los trabajadores no pierdan jamás de vista ésta lista de nombres malditos. Y si alguno de ellos, uno sólo, vuelve a aparecer en un gobierno surgido de la insurrección, que griten todos a la vez: ¡TRAICIÓN! ¡TRAICIÓN!
Los discursos, las promesas, los programas, serían otra vez trampas, mentiras, falsedades. Los mismos tramposos volverían para ejecutar las mismas maniobras. Volverían a ser el primer anillo de una nueva cadena de reacción aún más furibunda. ¡Que la maldición y la venganza caigan sobre sus cabezas si se atreven a volver a levantarlas! ¡Y que caiga también la vergüenza y el desprecio sobre la muchedumbre que vuelva a escucharlos!
No basta con rechazar para siempre a los estafadores de Febrero es necesario prevenirse contra los nuevos traidores.
Traidores serían todos los gobiernos que, levantados sobre los hombros del proletariado, no procedan de manera inmediata a implantar las siguientes medidas:
El desarme de las guardias burguesas.
El armamento y la organización de milicias nacionales, formadas por todos los obreros.
Está claro que éstas no son las únicas medidas a tomar, pero sí son indispensables como primera garantía y salvaguardia de seguridad para el pueblo.
No debe quedar ni un solo fusil en manos de la burguesía. Sin esto no hay salvación.
Las doctrinas que hoy pugnan por conquistar el favor del pueblo sólo podrán mejorar su bienestar, que proponen y prometen, si no dejan que se pierda lo conquistado por una quimera. Esas doctrinas desaparecerán si el pueblo olvida el único factor práctico de la victoria: la fuerza.
Las armas y la organización son el elemento decisivo del progreso, el único medio serio de terminar con la miseria.
Quien tiene el hierro tiene el pan.
El poder se arrodilla frente a las bayonetas, las masas desarmadas son barridas. Francia erizada de trabajadores armados es el socialismo. Frente al proletariado armado, todos los obstáculos, todas las dificultades, todas las resistencias, se reducen a nada.
Pero si los proletarios no saben más que divertirse en manifestaciones callejeras, plantando “arboles de la libertad”, escuchando discursos de abogados, ya se sabe la suerte que les espera: primero, el agua bendita, después los insultos, y por último, la metralla.
La miseria siempre.
¡Que el pueblo elija!
Última edición por lolagallego el Jue Dic 31, 2020 8:24 pm, editado 2 veces