Imperialistas, oficiales zaristas y el CRP[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen] Si el motín de Kronstadt fue una “revolución”, fue ciertamente una revolución muy extraña: ¡apoyada por los imperialistas, los monárquicos y los capitalistas rusos y sus lacayos mencheviques y eseristas! La revuelta, según observó Trotsky en un artículo del 23 de marzo de 1921, produjo un alza inmediata en las bolsas de valores de París y Bruselas, particularmente en las acciones rusas (“Kronstadt y la bolsa de valores”, Kronstadt by V.I. Lenin and Leon Trotsky). Las derrotadas fuerzas blancas de emigrados se apresuraron a formar unidades de combate. Un ex miembro del séquito del general Denikin, N.N. Chebyshev, recordó en un artículo del 23 de agosto de 1924 en la prensa de la emigración: “Los oficiales blancos se agitaron y empezaron a buscar maneras de entrar en la lucha de Kronstadt. A nadie le importaba quién estuviera allí, ya fueran eseristas, mencheviques o bolcheviques desilusionados del comunismo pero que todavía apoyaban a los soviets. La chispa corrió entre los emigrados. A todo el mundo se le levantó el ánimo” (citado en Shchetinov, Op. cit.).
Los líderes de la emigración, cuyos previos llamados a los estados de Europa occidental habían sido desatendidos, ahora eran recibidos con los brazos abiertos. Avrich afirma, en Kronstadt 1921, que los blancos fueron básicamente rechazados, paralizados por obstáculos diplomáticos por parte de los países occidentales, aunque reconoce que Francia pudo haberles dado alguna ayuda. De hecho, aunque Francia y Gran Bretaña se abstuvieron de participar abiertamente, sí alentaron a los pequeños estados en la frontera con Rusia a que ayudaran al motín. El ministro exterior británico Lord Curzon telegrafió a su representante en Helsinki el 11 de marzo lo siguiente: “El gobierno de Su Majestad no está preparado para intervenir en modo alguno para ayudar a los revolucionarios. Muy confidencial: no hay razón, sin embargo, por la que deba usted aconsejar al gobierno finlandés tomar un curso de acción similar o impedir que sociedades o personas privadas ayuden si así lo desean” (Documents of British Foreign Policy 1919-1939 [Documentos de política exterior británica, 1919-1939], Londres: Her Majesty’s Stationery Office, 1961). Baste decir que el envío de provisiones a Kronstadt procedió sin ninguna interferencia seria, al igual que la concentración de fuerzas expedicionarias blancas en Finlandia.
En su informe de 1921 a la Cheka, Agranov documentó el papel de autoridad que desempeñaron el general Kozlovsky y otros oficiales burgueses en el estado mayor. Los anarquistas siempre han argumentado que estos oficiales funcionaron solamente como asesores y que, en cualquier caso, habían sido nombrados como especialistas militares por el gobierno bolchevique. Vistos con extrema desconfianza por la masa de marineros, estos oficiales ciertamente mantuvieron un perfil bajo; pero mientras que antes habían funcionado bajo la estricta supervisión de los comisarios comunistas, ahora los comisarios estaban presos y los generales al mando. Al tomar el mando de manos del comisario de la fortaleza de Kronstadt (V.P. Gromov), Kozlovsky dijo con desprecio: “Tu tiempo ya pasó. Ahora yo voy a hacer lo que tiene que hacerse” (citado en A.S. Pujov, “Kronstadt en poder de los enemigos de la Revolución”, Krasnaia Letopis’, 1931, No. 1). Un alto oficial arrestado en la secuela del motín añadió en su testimonio que en cuestiones de actividad diaria “el presidente del CRP [Petrichenko] típicamente se subordinaba a la decisión del Jefe de Defensa [el comandante zarista del fuerte, Solovianov] y no presentaba objeciones a sus actividades” (Acta del interrogatorio de P.A. Zelenoi ante la Cheka, 26 de marzo de 1921; reproducido en Kronshtadtskaia tragediia).
Los oficiales como Kozlovsky proporcionaron un contacto invaluable con las fuerzas blancas en el exilio junto a quienes habían servido en el ejército zarista. Entre estas fuerzas estaba el barón P.V. Vilken, antiguo comandante del Sevastopol, vinculado a la Organización Naval basada en Londres, un nido de espías blancos que el departamento exterior de la Cheka soviética mantenía bajo estrecha vigilancia. Los servicios de inteligencia rusos han publicado ahora la correspondencia y los movimientos de dinero de la monitoreada Organización Naval. El primero de una serie de telegramas descritos como “proponiendo las medidas necesarias en apoyo al motín de Kronstadt en Rusia” enviado el 25 de febrero de 1921, le daba instrucciones a un agente para que recibiera “400 libras esterlinas y las envíe en dos cheques a Helsinki, que necesita el dinero a principios de marzo” (Russkaia voennaia emigratsiia 20-x—40-x godov [La emigración militar rusa entre los años 20 y los años 40], Volumen I [Moscú: Geya, 1998]).
Aunque los apologistas de “izquierda” del motín no tienen otra alternativa que reconocer que los imperialistas saludaron el levantamiento, dicen que los amotinados mismos no tenían nada que ver con los imperialistas ni con los blancos. A los anarquistas les encanta citar el editorial del 6 de marzo de 1921 del Izvestia del CRP que presenta una fachada de oposición alerta a los blancos: “Ojo avizor. No permitamos que los lobos en piel de cordero se acerquen al puente de mando” (citado en Avrich, Op. cit.); pero hoy sabemos que dos días después de publicada esta nota editorial, el CRP, a espaldas de los marineros, le dio la bienvenida a toda una jauría de estos lobos, incluyendo a un correo del centro administrativo eserista, un agente de los servicios especiales finlandeses, dos representantes de la monárquica Organización de Combate de Petrogrado y cuatro oficiales de los blancos, entre ellos Vilken.
Vilken y otro oficial, el general Yavit, estaban ahí formalmente como parte de una delegación de tres personas de la “Cruz Roja” enviada desde Finlandia por el agente del Centro Nacional G.F. Tseidler. Según el detallado informe que Tseidler envió a la sede de la Cruz Roja rusa, una cubierta de los blancos, la delegación fue invitada inmediatamente a asistir a una sesión conjunta del CRP y de oficiales del estado mayor, en la que se llegó a un acuerdo sobre el aprovisionamiento de Kronstadt. Según relata Tseidler, cuando un miembro del CRP cuestionó “si el CRP tenía derecho a aceptar la ayuda propuesta sin antes consultar con el público que lo había elegido” ya que podía verse como una prueba de haberse “vendido a la burguesía”, se le respondió con la línea de que “no podemos tener asambleas de masas continuamente” (Tseidler, “Actividad de la Cruz Roja en la organización de la ayuda en provisiones a Kronstadt”, 25 de abril de 1921; reproducido en Kronshtadtskaia tragediia).
Otras evidencias de las maquinaciones de la derecha llevadas a cabo a espaldas de los marineros provienen de un artículo de 1922 publicado en un periódico de la emigración de Finlandia por el miembro desilusionado del CRP, Alexander Kupolov. Este artículo causó furor entre los guardias blancos de Finlandia; subsecuentemente, Kupolov regresó a la Rusia soviética donde fue arrestado y luego liberado tras acceder a trabajar para la Cheka. Kupolov escribió:
“Viendo que Kronstadt se estaba llenando de agentes de la organización monárquica, el CRP emitió una declaración de que no entraría en negociaciones con ningún partido no socialista ni aceptaría su ayuda.
“Pero si el CRP emitió esta declaración, Petrichenko y el estado mayor trabajaron secretamente en contacto con los monárquicos y prepararon el terreno para el derrocamiento del comité...”
—Kupolov, “Kronstadt y los contrarrevolucionarios rusos en Finlandia: De las notas de un antiguo miembro del CRP” Put’, 4 de enero de 1922; reproducido en Kronshtadtskaia tragediia
Según Kupolov, Vilken también ofreció “una fuerza armada de 800 hombres”, que el CRP, “tomando en cuenta el estado de ánimo de la guarnición, decidió por mayoría no aceptar”.
Otro miembro del CRP, un anarquista llamado Perepelkin, dijo en su interrogatorio de la Cheka que a él le había molestado la prominencia de Vilken en el motín. Según el presidente regional de la Cheka en Petrogrado, N.P. Komarov, Perepelkin dijo:
“Y ahí vi al antiguo comandante del Sevastopol, el barón Vilken, con quien yo había navegado. Y era él a quien el CRP había reconocido como el representante de la delegación que venía a ofrecernos ayuda. Esto me enfureció. Convoqué a todos los miembros del CRP y les dije, de modo que así están las cosas, es ésa la gente con la que tenemos que tratar. Petrichenko y los demás se me echaron encima, diciendo ‘Cuando no tengamos comida ni medicamentos —que se van a terminar el 21 de marzo—, ¿vamos a rendirnos sin más a los conquistadores? No habría otra salida.’, dijeron. Yo dejé de discutir y dije que aceptaría la propuesta. Y al segundo día recibimos 400 puds de comida y cigarrillos. Los que ahora llamaban por mutua amistad con el barón de los blancos, ayer gritaban que estaban por el poder soviético.”
—Komarov, Acta estenográfica del Soviet de Petrogrado, 25 de marzo de 1921; reproducido en Ibíd.
Vilken instó al CRP a que se pronunciara por la Asamblea Constituyente. Komarov informa haberle preguntado a Perepelkin: “¿Y si al día siguiente el barón les hubiera exigido no sólo la demanda de la Asamblea Constituyente, sino la dictadura militar? ¿Cómo hubieran respondido ustedes?” Perepelkin contestó: “Lo admito, ahora puedo declarar francamente que también lo hubiéramos aceptado: no teníamos otra salida.” ¡Ésta era la “tercera revolución”!
Vilken se quedaría en Kronstadt, básicamente parte de la dirigencia operativa junto con Petrichenko y el estado mayor, hasta el final. Incluso fue invitado a dirigirse a una asamblea de la tripulación de su antigua nave, el Sevastopol, el 11 de marzo. El propio Tseidler (junto con el representante político de Wrangel en Finlandia, el profesor Grimm) fue elegido para representar a Kronstadt como el gobierno del territorio liberado de Rusia. Uno de los primeros actos de la “República Independiente de Kronstadt” ¡fue una transmisión de radio felicitando a Warren G. Harding por su toma de posesión como presidente de Estados Unidos! Este mensaje fue interceptado y reportado a la sesión del 9 de marzo del X Congreso del Partido Bolchevique, que entonces se reunía en Moscú (citado en Shchetinov, introducción a Kronshtadtskaia tragediia).
En 1938, Trotsky escribió: “La lógica de la lucha habría dado predominancia a los extremistas en el fuerte, es decir, a los elementos contrarrevolucionarios. La necesidad de provisiones habría hecho a aquél directamente dependiente de la burguesía extranjera y de sus agentes, los emigrantes blancos. Todos los preparativos necesarios para este fin se estaban elaborando” (Trotsky, “Alarma por Kronstadt”). Los archivos confirman esto completamente.
La escuela anarquista de falsificación[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen] Como hemos señalado, muchos de los anarquistas que actualmente defienden a Kronstadt se apoyan en la obra del académico israelí Israel Getzler. La página web Infoshop, por ejemplo, presenta un panfleto exhaustivamente antileninista de más de cien páginas sobre Kronstadt, en el que afirma: “El testimonio de los anarquistas ha sido confirmado por la investigación posterior, mientras que las aseveraciones trotskistas han sido destruidas una y otra vez” (“¿Qué fue la rebelión de Kronstadt?”,
[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] sin fecha). Veamos: Getzler declama pomposamente que “la duda sobre la espontaneidad de la revuelta, que por seis décadas ha preocupado a la historiografía del movimiento de Kronstadt, ha quedado resuelta...al menos en mi opinión” (“The Communist Leaders’ Role in the Kronstadt Tragedy of 1921 in the Light of Recently Published Archival Documents”, Revolutionary Russia, junio de 2002). Todo esto porque el comisionado de la Cheka Agranov escribió, basándose en la muy limitada evidencia que estaba disponible en los días que siguieron al motín, que “esta investigación no ha podido probar que el motín haya sido precedido por la actividad de organización contrarrevolucionaria alguna operando entre el mando de la fortaleza o que fuera obra de los espías de la Entente [imperialista]” (Agranov, Informe al Presidium de la Cheka, 5 de abril de 1921; reproducido en Kronshtadtskaia tragediia).
Leyendo el artículo de Getzler, uno no se entera de que Kronshtadtskaia tragediia también incluye un crucial informe de la Guardia Blanca que ni siquiera existía al momento de la investigación inicial de la Cheka. En él, el general G.E. Elvengren, representante militar de Wrangel en Finlandia, afirma categóricamente que había una operación blanca organizada en Kronstadt y explica por qué se decidió estallar el motín antes de que el hielo se derritiera:
“La clave está en que los marineros de Kronstadt (la organización local conectada con la organización más amplia), al enterarse del inicio de un movimiento en Petrogrado y de su escala, lo tomaron por un levantamiento general. No queriendo quedarse pasivamente en los márgenes, decidieron, a pesar del calendario acordado, ir a Petrogrado en el rompehielo Ermak y tomar su sitio junto a los que ya hubieran salido. En Petrogrado, rápidamente se orientaron y vieron que las cosas no eran como ellos esperaban. Tuvieron que regresar a Kronstadt rápidamente. El movimiento en Petrogrado se había acabado, las cosas estaban tranquilas, pero ellos —los marineros— que ya estaban comprometidos ante los comisarios, sabían que serían reprimidos y decidieron dar el siguiente paso, usando el aislamiento de Kronstadt para anunciar su ruptura con el poder soviético y de forma independiente llevar a cabo el levantamiento que se habían visto forzados a iniciar.”
—Elvengren, Informe al Comité de Evacuación Ruso en Polonia, no después del 18 de abril de 1921; reproducido en Ibíd.
Haciendo caso omiso del documento de Elvengren, Getzler cita del testimonio de los participantes unos cuantos extractos aislados sobre la espontaneidad. Estas citas son, por decir lo menos, tendenciosamente seleccionadas. Getzler cita a Anatoly Lamanov, un editor de Izvestia del CRP. Lamanov era un nombre importante del motín porque en 1917 había sido presidente del Soviet de Kronstadt y por tanto encarnaba la supuesta continuidad con el Kronstadt Rojo. Tras su arresto, Lamanov dijo a la Cheka: “El motín de Kronstadt me tomó por sorpresa. Lo consideré un movimiento espontáneo” (Actas del interrogatorio de la Cheka a Anatoly Lamanov, 19 de marzo de 1921; reproducido en Kronshtadtskaia tragediia). Esta declaración la cita Getzler, pero lo que no cita es la admisión del propio Lamanov, unas cuantas oraciones después del fragmento de arriba, de que, después de una reunión delegada del 11 de marzo en la que participó Vilken:
“Cambié de opinión respecto al movimiento, y desde ese punto ya no lo consideré espontáneo. Hasta la toma de Kronstadt por las tropas soviéticas, yo había pensado que el movimiento había sido organizado por eseristas de izquierda. Tras haberme convencido de que el movimiento no era espontáneo, dejé de simpatizar con él. Seguí tomando parte en la Izvestia sólo debido a mis temores de que el movimiento se precipitara a la derecha...
“Ahora estoy firmemente convencido, más allá de toda duda, de que guardias blancos, tanto rusos como extranjeros, tomaron parte en el movimiento. El escape a Finlandia me convenció de esto. Ahora considero que mi participación en el movimiento fue un error estúpido e imperdonable.”
—Actas del interrogatorio de la Cheka a Anatoly Lamanov, 19 de marzo de 1921, reproducido en Kronshtadtskaia tragediia
Antes de “resolver” —en su opinión— la cuestión de la espontaneidad del motín, en 1983 Getzler ya había anunciado con similar fanfarria que disponía de “datos históricos indisputables” que refutaban las afirmaciones bolcheviques respecto a que la composición social de la guarnición de Kronstadt había cambiado drásticamente entre 1917 y 1921 (Getzler, Kronstadt 1917-1921: The Fate of a Soviet Democracy [Kronstadt 1917-1921: El destino de una democracia soviética], Cambridge: Cambridge University Press, 1983). El artículo de Infoshop afirma que los “descubrimientos [de Getzler] son concluyentes”. ¿Qué tan concluyentes? En una nota a pie de página, Getzler cita esta fuente como su evidencia:
“Ver: Pujov, ‘Kronshtadt i baltiiskii flot pered miatezhom’ [Kronstadt y la Flota del Báltico antes del motín] para datos referentes al año de nacimiento (y no de enlistamiento) de los marineros que servían en la Flota del Báltico el 1º de enero de 1921, lo que sugiere que al menos 80 por ciento eran veteranos de la revolución de 1917.”
—Getzler, Kronstadt 1917-1921
Nosotros examinamos el artículo de Pujov. Éste no infirió a partir de las edades de los marineros el que hayan estado en Kronstadt en 1917...sino precisamente lo contrario. Pujov concluyó:
“En apenas dos años, la Flota del Báltico fue sistemáticamente reabastecida de personal con elementos marginales, desorganizados y desclasados, lo que determinó poderosamente la degeneración del personal y la transformación de su perfil político y social hasta el punto de que, para el comienzo de 1921, era irreconocible.”
—A.S. Pujov, “Kronstadt y la Flota del Báltico antes del motín de 1921”, Krasnaia Letopis’, 1930, No. 6
Pujov explicaba que los elementos proletarios de la Flota del Báltico proporcionaron una constante “reserva de combatientes firmes que pelearon con valentía excepcional en las etapas más difíciles de la revolución victoriosa”, enviados a “los frentes más peligrosos de la Guerra Civil y a los puestos de avanzada más exigentes” de la nueva administración estatal; pero esta reserva tenía límites, y quienes los remplazaron fueron atraídos a Kronstadt precisamente porque no estaba cerca del frente y porque ofrecía mejor comida y mejor ropa que el Ejército Rojo. Desde 1918, los refuerzos de la flota eran reclutados voluntariamente, a través de un Buró de Empleos especial y también mediante campañas de reclutamiento organizadas directamente por los comités de los buques:
“El libre acceso de voluntarios a la flota y la mentalidad de camarilla partisana con la que los Comités de Buques reunieron a su tripulación llevaron en última instancia a que elementos de clase ajena se filtraran dentro de la flota... Al lado de jóvenes obreros y viejos marinos centrados en su dedicación a la flota y ansiosos de trabajar por el fortalecimiento de una flota roja y socialista, frecuentemente había estudiantes de bachillerato y de escuela vocacional, simples niños de mamá de la antigua nobleza, los hijos de especuladores, personajes de pasado turbio y demás. Es típico de este periodo que S. Petrichenko, el futuro ‘líder’ del motín de Kronstadt, llegara a ‘servir’ en calidad de oficinista.”
— Ibíd.
Cuando la flota recurrió a la conscripción, “los viejos marineros que ahora eran reconscriptos [originalmente conscriptos bajo el zarismo] vinieron, en su abrumadora mayoría, de las aldeas, donde ya se las habían arreglado para ‘campesinizarse’” (Ibíd.). Finalmente, conforme la escasez de tripulantes llegaba hasta el 60 por ciento a finales de 1920, la Flota del Báltico empezó a recibir refuerzos “calificados” del Ejército Rojo:
“Conscientemente o no, el Ejército Rojo envió a sus soldados de peor reputación. En particular, estaban entre ellos los antiguos desertores, los indisciplinados, etc. En otras palabras, el Ejército Rojo envió a quienes encontraba prescindibles o indeseables en las unidades de reserva. Y la flota se vio obligada a aceptar estos refuerzos ‘calificados’ pues necesitaba gente desesperadamente.”
— Ibíd.
Getzler también afirma, una vez más con el apoyo entusiasta de Infoshop, que de los 2 mil 28 tripulantes del Petropavlovsk y el Sevastopol cuyo año de reclutamiento se conoce, “apenas unos 137 marineros, es decir, el 6.8 por ciento, fueron enlistados entre 1918-21 (incluyendo a los tres que fueron enlistados en 1921) y ellos eran los únicos que no habían estado ahí durante la revolución de 1917.” La única prueba de esto que Getzler presenta es una lista de tripulantes de febrero de 1921 citada en S.N. Semanov, Likvidatsiia antisovetskogo Kronshtadtskogo myatezha 1921 goda (La supresión del motín antisoviético de Kronstadt de 1921; publicado originalmente en Voprosy istorii, 1971, No. 3). También hemos examinado las listas de Semanov, y lo que éstas indican es cuándo se enlistaron los tripulantes, pero no dónde servían en 1917. La evidencia indica que, en su gran mayoría, las tripulaciones de 1921 no estaban formadas por veteranos del Kronstadt de 1917. Por ejemplo, en su obra inédita Kronshtadt, mart 1921 g., Yuri Shchetinov muestra que la tripulación del Petropavlovsk se había reducido, para finales de 1918, de cerca de mil 400 a apenas 200; la mayoría de los remplazos no fueron veteranos de Kronstadt, sino conscriptos —antiguos tripulantes de las marinas de guerra, mercante y pluvial— que tras la revolución habían renunciado en lugar de enlistarse voluntariamente en la recién constituida Armada Roja: “Entre los movilizados, no pocos habían servido en el Mar Negro y las Flotas del Norte, donde, en comparación con la Flota del Báltico, la influencia de los eseristas y los anarquistas era marcadamente mayor” (Shchetinov, Kronshtadt, mart 1921 g.).
En su introducción a Kronshtadtskaia tragediia, Shchetinov afirma categóricamente: “Sólo en 1920, diez mil marineros y soldados del Ejército Rojo, de una fuerza de 17 mil, fueron remplazados por conscriptos.” Y una autoridad no menor que el kadete y miembro del CRP Iván Oreshin, en un artículo de una publicación del exilio de 1924, confirmó “la línea oficial bolchevique” (como diría Getzler):
“Los marineros ya no eran los mismos de 1917-1918. El prestigio revolucionario que tenían se había perdido desde hacía mucho. Se habían vuelto perezosos y habían perdido el osado entusiasmo con el que habían disuelto la Asamblea Constituyente. Muchos habían regresado a sus hogares en las aldeas y habían visto con sus propios ojos las ruinosas condiciones que los bolcheviques habían traído. Se habían vuelto contra su propio poder.”
—“El levantamiento de Kronstadt y su significado”, 6 de junio de 1924, reproducido en Kronshtadtskaia tragediia
Finalmente, Paul Avrich también nos deja claro que los amotinados de 1921 no eran los del Kronstadt rojo de 1917: “Aunque los marinos...negaban todo prejuicio antisemita, no hay duda de que el resentimiento contra los judíos era frecuente entre los marineros del Báltico, muchos de los cuales venían de Ucrania y las fronteras occidentales, las regiones clásicas del virulento antisemitismo ruso” (Avrich, Kronstadt 1921). El director de Izvestia, Lamanov, admitió que el veneno antisemita respecto a que los judíos habían “asesinado a Rusia” estaba tan extendido —y que “con bastante frecuencia los autores traían escritos de esta clase”— que él asumió la tarea de “bloquear toda propaganda antisemita” (Nuevas actas del interrogatorio de Anatoly Lamanov, 25 de marzo de 1921, reproducido en Kronshtadtskaia tragediia). Estos artículos de Izvestia, ya depurados, fueron más tarde usados como “prueba” de las intenciones revolucionarias de los amotinados por Volin y otros apologistas anarquistas quienes —para usar las palabras de Trotsky— “citan las proclamas de los insurgentes como predicadores píos citando las Sagradas Escrituras” (“Alarma por Kronstadt”, 15 de enero de 1938).
El papel de Trotsky durante la crisis de Kronstadt[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen] Mucho antes del estallido de Kronstadt, los líderes bolcheviques tenían claro que el régimen del “comunismo de guerra” ya había dejado de ser efectivo. Tras meses de discusión, la Nueva Política Económica (NEP) fue formalmente adoptada en el X Congreso del Partido, que se reunió mientras el motín ardía. Ya en febrero de 1920, Trotsky había propuesto remplazar las requisiciones forzosas de grano con un impuesto que el gobierno pudiera cobrar en forma de productos agrícolas —un “impuesto en especie”—, el núcleo de la NEP. En ese momento su propuesta fue rechazada, y Trotsky respondió buscando ejecutar y extender el “comunismo de guerra” con un celo militar-administrativo exacerbado, argumentando de manera fraccional que los sindicatos soviéticos se fusionaran con el aparato estatal para administrar la economía. Esta propuesta se basaba en la suposición de que, en un estado obrero, las organizaciones elementales de defensa obrera, como los sindicatos, eran en el mejor de los casos superfluos, y en el peor, palancas al servicio del tipo de resistencia económica y burocrática retrógrada que él había enfrentado como comandante del Ejército Rojo durante la Guerra Civil.
Así inició Trotsky la “disputa sindical” que dividió al partido en vísperas de su X Congreso. Lenin llevó la lucha contra Trotsky y sus aliados a una discusión partidista más amplia. Como escribimos:
“Lenin estaba en lo correcto al insistir que en las condiciones concretas que entonces prevalecían en la Rusia soviética los sindicatos eran órganos necesarios para la defensa de la clase obrera, no sólo en contraposición a la mayoría campesina con la que estaba aliada, sino también contra el real abuso burocrático por parte del estado soviético mismo...
“Le pareció a Lenin que Trotsky, con su previo celo fraccional y su indiferencia a la protección de las masas fuera del partido contra la naciente burocracia, se estaba lanzando como vocero de la creciente capa burocrática.”
—“Trotsky y la Oposición de Izquierda rusa”, Spartacist No. 31, agosto de 2001
Trotsky perdió mucha autoridad, quedando vulnerable frente a sus oponentes internos como Zinóviev (y Stalin).
En su artículo de julio de 1938 sobre Kronstadt, Trotsky respondió a la repetida calumnia de que él personalmente había derramado la sangre de los amotinados. Trotsky recordó que había ido a Moscú para el Congreso, y que no salió de ahí mientras duraron los sucesos de Kronstadt. De hecho, Trotsky sí fue por cuatro días de Moscú a Petrogrado empezando el 5 de marzo. Ese día publicó un ultimátum exigiéndoles a los marineros la rendición incondicional. También organizó un nuevo mando bajo Mijaíl Tujachevsky para la supresión de la revuelta. Tras el fracaso del primer asalto de Tujachevsky a Kronstadt el 7-8 de marzo, Trotsky se apresuró de vuelta a Moscú para arengar a los delegados del Congreso. Hasta ahí llegó su papel directo en el sofocamiento del motín. Trotsky explicó:
“La verdad de la cuestión es que personalmente no tuve la más mínima participación en el aplastamiento de la rebelión de Kronstadt ni en la represión que siguió a ella. Pero para mí este hecho no tiene significación política. Yo era miembro del gobierno y consideré necesario sofocar la rebelión, por lo tanto, asumo responsabilidad por la represión...
“¿Qué pasó que no fui personalmente a Kronstadt? El motivo fue de naturaleza política. La rebelión estalló durante la discusión de la así llamada cuestión ‘sindical’. El trabajo político en Kronstadt estaba totalmente en manos del comité de Petrogrado, a la cabeza del cual estaba Zinóviev. El mismo Zinóviev era el jefe más incansable y el líder más apasionado en la lucha contra mí en la discusión.”
—Trotsky, “Algo más sobre la represión de Kronstadt”, 6 de julio de 1938
Zinóviev se aprovechó demagógicamente de la posición equivocada de Trotsky en la cuestión sindical para inflamar sentimientos contra éste y contra sus aliados, entre ellos el comandante de la Flota del Báltico, F.F. Raskólnikov. El 19 de enero de 1921, Trotsky participó en un debate público en torno a la disputa sindical ante 3 mil 500 marinos de la Flota del Báltico. “El personal de comando de la flota fue aislado y aterrorizado”, recordó Trotsky (Ibíd.). Los “marineros petimetres y bien alimentados, comunistas de nombre solamente” votaron en un 90 por ciento por la posición de Zinóviev. Trotsky continuó:
“La abrumadora mayoría de marineros ‘comunistas’ que apoyaron la resolución de Zinóviev, tomaba parte en la rebelión. Consideré, y el Buró Político no tuvo objeciones, que las negociaciones con los marineros, y en caso de necesidad, su pacificación, deberían estar en manos de aquellos dirigentes que apenas ayer tenían la confianza política de estos marineros. De otra manera, la gente de Kronstadt asumiría el asunto como si yo hubiese tomado ‘venganza’ sobre ellos por haber votado en contra mía durante la discusión del partido.”
—Ibíd.
En “The Truth About Kronstadt”, John G. Wright reconoce que, en la medida en que el comisario zinovievista de la Flota, Kuzmin, y los demás líderes comunistas locales no reconocieron la gravedad del peligro que se gestaba en Kronstadt, “facilitaron el trabajo de los contrarrevolucionarios de usar las dificultades objetivas para lograr sus fines”. Pero Wright señala que lo que estaba en juego era la contraposición fundamental de dos campos de clase: “Ninguna otra cuestión puede tener sino una importancia secundaria. Que los bolcheviques pudieron haber cometido errores de carácter general o concreto no altera el hecho de que defendieron las conquistas de la revolución proletaria frente a la reacción burguesa (y pequeñoburguesa).”
Revolución vs. contrarrevolución
El gran crimen de los bolcheviques, desde el punto de vista de sus críticos “democráticos”, fue el haber triunfado. Por primera vez en la historia, una clase oprimida y desposeída tomó el poder y lo conservó, demostrando en la práctica que el proletariado puede realmente gobernar. De eso se ha tratado siempre el “clamor sobre Kronstadt”.
Los anarquistas de Infoshop se burlan con desprecio del “‘principio leninista’ (‘inviolable para todo bolchevique’) de que ‘la dictadura del proletariado se realiza y sólo puede realizarse mediante la dictadura del partido’” (“¿Qué fue la rebelión de Kronstadt?”). En su lugar enarbolan la consigna de Kronstadt: “Todo el poder a los soviets y ningún poder a los partidos”. Este intento de contraponer los intereses de la clase, organizada en soviets, con los de su vanguardia revolucionaria, organizada en un partido leninista, es típico de los toscos prejuicios antidirigencia de los anarquistas. Si alguna vez hubo un ejemplo que probara que el poder obrero depende de la firme dirección de una vanguardia comunista —la “dictadura del partido”, si prefieren— ése fue Kronstadt en 1921. La simple verdad, es que todas las otras tendencias del movimiento obrero, ya fueran mencheviques o anarquistas, ¡apoyaron la contrarrevolución!
En un estado obrero estable, los leninistas favorecemos plenos derechos democráticos para todas las tendencias políticas que no busquen un derrocamiento violento de la dictadura proletaria. Esto incluye reconocer la posibilidad de que los comunistas pierdan una votación en los organismos soviéticos. Pero la acosada república obrera rusa de 1918-22 era todo menos estable, y si los bolcheviques se hubieran hecho a un lado para ser remplazados por elementos socialdemócratas, populistas o anarquistas, muy pronto tanto los bolcheviques como sus oponentes pequeñoburgueses hubieran tenido que enfrentar el pelotón de fusilamiento de los blancos.
La supresión de Kronstadt ganó tiempo para que el exangüe estado obrero soviético revitalizara su economía y a su clase obrera —reinstalando así las condiciones para una vibrante democracia soviética— y pudiera luchar para que la revolución proletaria triunfara en otras partes. De haber resultado en una victoria proletaria, la oportunidad revolucionaria que se dio en la industrializada Alemania dos años después habría tenido una importancia decisiva para el futuro no sólo de la Rusia soviética, sino de la revolución socialista mundial (ver: “Rearmando al bolchevismo: Una crítica trotskista de Alemania 1923 y la Comintern”, Spartacist No. 31, agosto de 2001). Alimentada por la derrota en Alemania, una capa burocrática dentro del partido y el aparato estatal soviéticos usurpó el poder político de manos del proletariado y su vanguardia bolchevique.
El carácter internacional de la revolución proletaria es ajeno a la mentalidad pequeñoburguesa y provinciana del anarquismo. En su diatriba de 1945, el anarquista ruso Volin condena al régimen bolchevique por enviar a los rojos de Kronstadt de 1918 “dondequiera que la situación se volvía incierta, amenazadora o peligrosa” y por movilizarlos para “predicarle a los campesinos la idea de la solidaridad, el deber revolucionario y, en particular, la necesidad de alimentar a las ciudades” (The Unknown Revolution). Esto, según se queja Volin, formaba parte de un “esquema maquiavélico” para “debilitar, empobrecer y agotar” a Kronstadt. El que Volin subordine los intereses de la revolución en toda Rusia —y ya no digamos en el mundo— a la supuesta integridad de Kronstadt, subraya el idiota parroquialismo inherente a la concepción anarquista de las “comunas federadas” autónomas.
En nuestra reseña de Kronstadt 1921 de Avrich, preguntamos: “¿Cuál es la respuesta anarquista al bloqueo de los aliados, las minas de carbón inundadas, las vías férreas destrozadas y los puentes dinamitados, etc., con la consecuencia de que no había nada que darles a los campesinos a cambio de su grano?” (Workers Vanguard No. 195, 3 de marzo de 1978). Los imperialistas y los blancos trataron de clavar una cuña para separar al gobierno obrero de las grandes masas campesinas. Los bolcheviques, que contaban con recursos limitados y ninguna industria a gran escala, tuvieron que hacer concesiones al campesinado y al comercio y producción manufacturera a pequeña escala. La NEP no podía ser sino una retirada temporal y tenía sus propios peligros, como quedó claro cuando los envalentonados kulaks, los campesinos más ricos, se rebelaron unos años después.
Como liberales idealistas, los anarquistas son expertos en evadir las cuestiones materiales concretas que tendrá que enfrentar la revolución obrera. Los autores de Infoshop reconocen, al menos en el papel, la dura situación que entonces enfrentaba la Rusia revolucionaria. Con gran desenvoltura, afirman que la clave para reconstruir el país era la participación de la clase obrera y el campesinado en “organizaciones de clase libres, como sindicatos y soviets libremente elegidos” (“¿Qué fue la rebelión de Kronstadt?”). Ya hemos visto lo que los “soviets libres” de los anarquistas habrían significado en la práctica: un retorno al dominio blanco y una “dictadura militar temporal”.
En “Sobre el impuesto en especie”, Lenin expuso la ceguera del menchevique de izquierda Yuli Mártov:
“Cuando Mártov declara en su revista de Berlín que Kronstadt no sólo propugnaba consignas mencheviques, sino que dio pruebas de que es posible la existencia de un movimiento antibolchevique que no sirva íntegramente a los guardias blancos, a los capitalistas y terratenientes, representa precisamente un modelo de fatuo Narciso pequeñoburgués. ¡Cerremos simplemente los ojos para no ver que todos los verdaderos guardias blancos saludaron a los amotinados de Kronstadt y recolectaron, por intermedio de los bancos, fondos para ayudar a Kronstadt! Miliukov tiene razón si se le compara con los Chernov y Mártov, ya que revela la verdadera táctica de la verdadera fuerza de los guardias blancos, de la fuerza de los capitalistas y terratenientes: ¡Apoyemos a cualquiera, incluso a los anarquistas, a cualquier Poder soviético, con tal de derrocar a los bolcheviques, con tal de desplazar el poder!...del resto nos encargaremos ‘nosotros mismos’, los Miliukov, ‘nosotros’, los capitalistas y terratenientes, echando a guantadas a los anarquistoides, a los Chernov y Mártov.”
El penetrante análisis de Lenin fue complementado por una resentida confirmación del otro lado de la línea de clases, el vocero de Wrangel, general A.A. Von Lampe. Sin estar cegado por las mistificaciones pequeñoburguesas de Mártov, este burgués con conciencia de clase señaló sarcásticamente en su diario cómo The Truth About Kronstadt de los eseristas estaba “lleno de justificaciones para que no se fuera a pensar, ni lo mande Dios, que los marineros estaban bajo la influencia de sus antiguos oficiales” (citado en Shchetinov, introducción a Kronshtadtskaia tragediia). “Los eseristas no entienden que en semejante lucha lo que hace falta son medidas severas y decididas” y concluye: “Parece que, queriéndolo o no, uno debe coincidir con Lenin respecto a que en Rusia sólo puede haber dos tipos de poder: la monarquía o el comunismo.”
Lo que la burguesía y sus lacayos, desde los mencheviques hasta Infoshop, no pueden perdonar es que Lenin y Trotsky sí hayan aplicado medidas decididas contra el motín de Kronstadt. El proletariado tiene una eterna deuda con los mil 385 soldados y comandantes del Ejército Rojo que dieron sus vidas, y con los 2 mil 577 que fueron heridos, defendiendo al joven estado obrero soviético. La evidencia histórica recientemente reunida en Kronshtadtskaia tragediia plantea una poderosa acusación contra los lacayos de la contrarrevolución que difamaron a esos mártires revolucionarios.