Yo creo que tú mismo estás contestando a la pregunta: lo has sacado de la Wikipedia, o sea, que es mentira, la Wikipedia lo ha sacado de Conquest, o sea, que es mentira y Conquest la saca del espionaje nazi, o sea que también es mentira.
La tesis falsa es que el fusilamiento de Tujachevski y los demás altos oficiales del Ejército Rojo en junio de 1937 se fundamentó en pruebas y papeles falsos fabricados por el espione nazi para debilitar al Ejército Rojo. Por consiguiente, el espionaje nazi habría engañado a los soviéticos con la copia de un documento falso incriminando a Tujachevski; los soviéticos cayeron en la trampa y ejecutaron a sus propios militares, debilitando así al Ejército Rojo, etc.
En el proceso contra Tujachevski y los demás militares se demostró por varias y muy diferentes vías lo siguiente:
1) Tujachevski mantenía un contacto permanente con la ROSV y con Miller, es decir, con los antiguos oficiales del ejército zarista que operaban en París y Berlín. La ROSV era la "Unión de Combatientes Rusos", con sede en París y había sido creada por el general zarista Wrangel después de ser derrotado en Polonia en 1920.
2) Tujachevski se entrevistó personal y secretamente con Miller en París en 1937 a su regreso del funeral del rey Jorge
3) el general Putna, agregado militar de la embajada soviética en Londres y fusilado al mismo tiempo que Tujachevski era quien mantenía esos contactos regulares con delegados de la ROSV en general y con Miller en particular.
¿Acerca de qué necesitaban hablabar los "bolcheviques" Tujachevski y Putna con generales zaristas como Miller?
La periodista francesa Geneviève Taubouis, en su libro "Me llamaban Casandra", cuenta lo siguiente: "Iba a encontrarme con Tujachevski por última vez al día siguiente de los funerales del rey Jorge (de Inglaterra), en una comida de la embajada soviética. El general ruso había estado conversando mucho con Politis, Titulesco. Herriot, Boncour... acababa de regresar de un viaje a Alemania y se derretía en alabanzas a los nazis. Sentado a mi derecha, repitió una y otra vez en tanto que discutía un pacto aéreo entre las grandes potencias y la nación de Hitler: 'Ya son invencibles, madame Taubouis!'"
En su libro sobre la guerra mundial, Churchill comenta lo siguiente:
"Durante el otoño de 1936, el Presidente Benes (de Checoslovaquia) recibió un mensaje de una alta personalidad militar alemana informándole de que, si quería beneficiarse del ofrecimiento de Hitler, debía apresurarse porque pronto iban a sucederse en Rusia, acontecimientos que permitirían a Alemania pasar de la ayuda de los checos.
"Mientras Benes meditaba sobre el sentido de esta alusión inquietante, comprendió que el gobierno alemán estaba en contacto con importantes personalidades rusas por el canal de la embajada soviética en Praga. Formaba parte de lo que se ha llamado la conspiración militar y el complot de la vieja guardia comunista, que pretendían derrocar a Stalin e introducir en Rusia un nuevo régimen cuya política fuera pro-alemana. Sin perder un instante, el Presidente Benes dio parte a Stalin de todas las informaciones que pudo reunir. Poco después, se practicó en la Rusia soviética una purga implacable, pero útil sin duda, que depuró los medios políticos y militares; se abrieron toda una serie de procesos en los cuales en enero de 1937, Vychinsky, el acusador público, desempeñó un papel magistral".
Incluso un trotskista como Isaac Deutscher reconoce que había una conspiración dentro del Ejército Rojo para asesinar a Stalin e imponer una dictadura militar. Los oficiales depurados y ejecutados preparaban una operación militar contra el Kremlin y los acuatelamientos militares más importantes de otras ciudades clave, como Leningrado. Según Deutscher el golpe lo dirigía Tujachevski con la ayuda de Gamarnik, comisario político jefe del Ejército, el general Iakir, comandante en jefe de Leningrado, el general Uborevitch, comandante de la Academia Militar de Moscú, así como el general Primakov, un comandante de caballería.
El cuestionamiento de la depuración interna del Ejercito Rojo empieza con el informe de Kruchev de 1956 y se viene interpretando como un debilitamiento del Ejército Rojo en los primeros días de la guerra, que habría sido decapitado por las purgas de valiosos jefes de la talla del mariscal Tujachevski y otros. La propaganda imperialista alude a que fueron depurados la mitad de los oficiales del Ejército Rojo, es decir, una verdadera sangría de experimentados cuadros militares. Sin embargo, el historiador Roger Reese en su libro sobre estas depuraciones demuestra que el número de oficiales y comisarios políticos era de 144.300 en 1937 y que esta cifra pasó a 282.300 dos años después. Durante las depuraciones de 1937-1938 fueron expulsados 34.300 oficiales y comisarios políticos de las filas del Ejército, pero 11.596 de ellos fueron rehabilitados en mayo de 1940 y reincorporados a sus puestos anteriores. Esto significa que fueron expulsados definitivamente 22.705 oficiales y comisarios políticos, con el siguiente desglose: 13.000 oficiales, 4.700 oficiales de la Aviación y 5.000 comisarios políticos. En porcentajes, se trata de un 7'7 por ciento del total; de ellos, sólo una ínfima minoría fueron ejecutados por traición mientras que el resto regresó a la vida civil.
Pero lo importante no es el golpe de Estado en sí sino las razones que condujeron a él, que están en el inminente ataque de la Alemania nazi. En vísperas de la guerra mundial el Ejército Rojo ya no podía depender a los antiguos oficiales zaristas. Muchos de ellos nunca abandonaron sus viejas ideas y sólo esperaban el momento propicio para actuar. En toda la guerra mundial no se dio un caso como el del general Vlassov, un alto oficial soviético que traicionó a su país y se puso al servicio del ejército hitleriano. Sólo ocurrió con un mando del Ejército Rojo y sólo ocurrió en un caso porque también dentro del Ejército se había producido una depuración a fondo. En consecuencia, la depuración militar no deblitó sino que fortaleció al Ejército Rojo. Sacó del Ejército a elementos, como Vlassov, dispuestos a desertar a la primera ocasión propicia, incluso al golpe de Estado. Como afirma Rayond L. Ghartoff en su obra "Política militar soviética", esta sacudida de la clase militar contribuyó a que emergiera un grupo militar dirigente más homogéneo. Fue un fortalecimiento y no un debilitamiento.
Otro de los grandes tópicos que se lanzan contra Stalin es que a pesar de las advertencias que le llegaron en 1941 sobre un inminente ataque alemán, hizo caso omiso de ellas, ya que "confiaba" en el pacto que había firmado con Hitler. Como consecuencia de ello, dejó la frontera desguarnecida y el feroz ataque alemán causó estragos y pérdidas irreparables. La propaganda imperalista trata de sostener que la postura de Stalin fue de mera desidia, de una inactividad pasmosa.
Efectivamente, es cierto: a la dirección soviética le llegaron informaciones previas acerca de un inmimente ataque alemán, y no pocas sino innumerables. También es cierto que, a pesar de ello, no reforzaron sus defensas ni concentraron sus tropas en la frontera con Alemania. En los años previos al ataque alemán, el Estado soviético estuvo sometido a una tensión extrema, a un grado tal de presión quizá como ningún otro Estado ha conocido a lo largo de la Historia porque de todos era conocida la potencia de fuego de la Wehrmacht, el formidable Ejército puesto en pie por Hitler.
Ante esta situación extrema, sin la cual no se pueden entender los procesos de Moscú, purgas y depuraciones, una corriente de la dirección del Ejército Rojo se manifestó partidaria de reforzar las defensas, concentrar tropas, e incluso de un ataque preventivo contra Alemania.
Frente a ella, la posición mayoritaria, la que Stalin defendía, era ganar cada minuto de paz para los trabajadores, campesinos y soldados soviéticos como medida mejor para reforzar la defensa del país. Hasta la fecha los nazis siempre habían buscado una excusa para atacar a otros países, o bien los habían provocado para desatar el conflicto. Cualquier medida soviética en la frontera occidental hubiera servido como pretexto para adelantar el ataque alemán y en ese caso la propaganda imperialista lo hubiera justificado diciendo que Hitler se defendía de una previa agresión soviética.
La experiencia de la guera con Finlandia de 1940 ha quedado así: fueron los soviéticos quienes atacaron a los finlandeses. La inactividad de la Unión Soviética ante la inminencia de un ataque alemán permitió dejar bien claro que no hubo más que un agresor, la Alemania nazi, y que dicha agresión fue totalmente injustificada. Pero lo que es más importante, permitió alargar el inicio de la guerra. Muchas de las filtraciones sobre el inminente ataque alemán provenían de la propia Alemania; no eran sino provocaciones que tenían por objeto buscar un pretexto para la agresión.
Cada día minuto ganado para la paz prolongaba la guerra entre los propios imperialistas, los debilitaba y, en consecuencia, reforzaba a la Unión Soviética. Por eso cuando se presenta al Pacto Molotov-Ribbentrop como una alianza entre Stalin y Hitler se falsifican los hechos groseramente: la Unión Soviética tenía que apoyarse, como lo había hecho desde su mismo nacimiento, en las contradicciones interimperialistas, es decir, pactar con unos frente a los otros, cualesquiera que fuesen. Es lo que hizo a lo largo de toda la guerra; sólo cambiaron los aliados. Pero que quede bien claro que con Alemania pactó en 1918 (Brest-Litovsk) y en 1922 (Rapallo). El Pacto Molotov-Ribbentrop sólo fue el tercero de una serie.