El Estado Español, como todo país capitalista, no es una excepción y practica de forma sistemática la represión. A nadie le son extrañas las imágenes de manifestantes siendo salvajemente agredidos por la policía, así como las cada vez más restrictivas leyes que regulan la participación política y las libertades teóricamente garantizadas en la farsa que supuso la Constitución del 78. Las ordenanzas municipales multan modos de expresión típicos de las organizaciones obreras, como son los carteles, las pegatinas o los murales, dejando únicamente como espacios habilitados aquellos que son de pago.
Sin embargo, con la irrupción de la crisis capitalista, el sistema ha incrementado sus tendencias represivas, sobre todo ante toda iniciativa que cuestione su legitimidad para garantizar el futuro de la juventud y de la clase trabajadora. La huelga general ha sido buena prueba de ello.
La huelga general es un instrumento de la clase obrera para defender sus intereses. En la economía capitalista, los y las trabajadoras nos vemos obligados a vender nuestra fuerza de trabajo, a cambio de un salario. Nuestro poder como clase está en que sin nosotros y nosotras, se detiene la producción y la extracción de plusvalía. De ahí la importancia de la huelga general y del cierre.
Pues bien, la Huelga General -que para muchos jóvenes comunistas, era la primera- ha tenido una respuesta represiva muy por encima de los niveles habituales a los que nos tiene acostumbrado el sistema. La crisis y la huelga general, como primer paso en proceso de elevación de la organización, conciencia y combatividad de la clase trabajadora, son los factores que llevan al sistema ha incrementar los niveles represivos. El éxito de esta movilización lo mediremos en función de su continuidad: en si es capaz de dar comienzo a una etapa de respuesta organizada y sostenida de la clase obrera, que eleve gradualmente su conciencia y sea capaz de luchar por sus propios intereses. En la medida en que lo logremos, la represión se incrementará.
El 29 de septiembre, muchas ciudades amanecieron casi en estado de sitio: con un despliegue policial -tanto de uniformados como de policía secreta- descomunal y un ejercicio de la violencia, especialmente por parte de la UIP (antidisturbios) que merecería el calificativo de desproporcionada, si este adjetivo no llevase implícitamente la idea de que podría haber bajo el capitalismo una acción policial adecuada.
En esta represión jugó un papel destacado el principal piquete de esta Huelga, que no fue sindical, sino el piquete que los medios de comunicación jugaron a favor de la patronal. Desde “El País” hasta Pedro J. Ramírez -que llamó a un despliegue policial que aterrorizase más que “los sindicatos”- hicieron una campaña de desprestigio contra la Huelga General y de criminalización de la acción sindical.
Es cierto y debemos ser críticos con 8 años de pacto social y de complicidad de la burocracia sindical con los intereses de la patronal. Pero el auténtico objetivo de los ataques de los grandes medios no eran la UGT y CCOO sumisos y pactistas de hace un año, sino la acción organizada de la clase obrera: la huelga, los piquetes, las manifestaciones, las conquistas de la clase obrera -arrancadas en la lucha- como las liberaciones sindicales -que nada tienen que ver con la deformaciones que existen en determinados centros de trabajo-,... etc.
Los medios de comunicación, propiedad de grandes corporaciones capitalistas, caldearon el ambiente, haciéndolo propicio para legitimar las acciones de represión policial y el esquirolaje.
Aunque la represión se dio en prácticamente todos los ámbitos y momentos, vamos a poner ejemplos concretos antes, durante y después de la Huelga General.
ANTES DE LA HUELGA GENERAL del 29 de septiembre, los y las jóvenes comunistas se lanzaron a una intensa campaña para difundir la importancia de la movilización, tanto a través de la propaganda como en el los centros de estudio y de trabajo.
La propaganda por la Huelga General ha sido duramente perseguida y criminalizada. Esta persecución se fundamenta, como mencionábamos anteriormente, en ordenanzas municipales con claro carácter político, que prohíben, desde fijar carteles, hasta exhibir banderas en un balcón en algunas ciudades.
Sin embargo, aunque las ordenanzas en teoría prohíben cualquier cartel o cualquier bandera, hasta el momento nunca se ha multado a un estudiante que busque piso a través de un cartel o a un fan que pone la bandera de su equipo de fútbol en el balcón. Las ordenanzas tienen un claro carácter político, por el modo en que se aplican, cerrando vías de expresión a la clase obrera, que ya de por sí no tenía acceso a televisión, prensa escrita y otros medios.
Un claro ejemplo se vivió en Madrid. En la noche del 21 de Septiembre, 4 jóvenes trabajadores fueron interceptados y conducidos a la comisaría de Villaverde ante la acusación de estar realizando pintadas contra la reforma laboral y por la huelga general. Estos jóvenes fueron fichados, con toma de huellas y fotos incluidas, mientras la policía se esmeraba en averiguar “que organización les instigaba o pagaba para realizar estos actos”, mezclándolo con amenazas.
La detención ante unas pintadas es algo poco habitual: suele castigarse con una mera sanción administrativa. Los jóvenes pasaron toda la noche en los calabozos de la comisaría y no se les permitió avisar de su situación, de forma que uno de ellos perdió su trabajo.
Esta es una maniobra de clara represión política. A nadie se le escapa que si las pintadas de las que les acusan hubieran tenido cualquier otro mensaje no hubieran pasado de una simple toma de datos e incautación de los sprays. Nos demuestran también que bajo la dictadura del capital, la libertad de expresión la tienen únicamente los grupos empresariales, las minorías dominantes. Los y las trabajadoras tenemos libertad de expresión si no la usamos para defender nuestros intereses, si no la usamos contra la obtención del máximo beneficio empresarial.
EL DÍA DE LA HUELGA GENERAL, hubo infinidad de ejemplos de represión. La juventud comunista fuimos identificados por la policía, se nos grabó desde los furgones, se nos vigiló de forma preferencial cuando actuábamos dentro de piquetes sindicales y sufrimos agresiones, detenciones y amenazas, del calibre de “esta noche voy a por ti y te voy a torturar cosa fina” (la perla literaria es original de un agente antidisturbios desplegado en Alicante).
Si hay un claro caso de represión es el que se dio en Córdoba, cuando los piquetes confluyeron frente a un centro comercial. La policía nacional, en actitud desafiante, se situó frente al piquete y, parapetados tras el cordón policial, estaban los encargados de las plantas de la empresa. En un momento de tensión, el manifestante fue agarrado por brazos, cabeza y pelo por parte de la policía e introducido con ayuda de los empleados dentro del centro de trabajo. Dentro, fue golpeado de forma impune, mientras era arrastrado delante del resto de cámaras y manifestantes. Pronto, los encargados del centro comercial se dieron cuenta y trataron de tapar los escaparates con su propio cuerpo, para que los manifestantes no pudieran ver lo que al joven militante le estaba ocurriendo.
Tras más de una hora desprotegido, al joven comunista se le permitió hablar con una abogada y tras esto lo llevaron detenido a la comisaría de policía. Seis horas más tarde, y tras comparecer ante el juez, el joven salió definitivamente en libertad. Por increíble que suene, fue la policía y la empresa quienes denunciaron al joven, con los cargos de coacciones y atentado a la autoridad. El juicio rápido se celebró el pasado 14 de octubre y está a la espera de sentencia, aunque este tipo de procesos están diseñados para desproteger y anular las garantías de defensa de los acusados.
Pero si hablamos de represión, de manera casi natural, giramos la cabeza hacia Euskal Herria. El movimiento popular lleva décadas sufriendo la cárcel, las torturas, la falta de libertades y la criminalización. A medida que la estrategia de ETA se dirige hacia el fin de las vías armadas de lucha, el Estado ha tenido que pasar de justificar su escalada represiva en el “terrorismo” a extender el “entorno de ETA” a prácticamente cualquier actividad de disidencia organizada.
Que en Euskal Herria existan niveles superiores de represión a los del resto del Estado no es ninguna casualidad: es proporcional al nivel de desarrollo de la lucha. La represión se dirige fundamentalmente contra el pueblo organizado.
En Euskal Herria, la del 29 de Septiembre fue la tercera huelga general. Ninguna de ellas ha contado con la unidad de la clase, lo cual ha debilitado de manera notable la efectividad de las mismas. Ya en anteriores huelgas generales, varios jóvenes militantes comunistas en los piquetes de Bilbo fueron agredidos por la Ertzaintza. No por casualidad, la agresión se produjo contra aquellos que iban claramente identificados con símbolos comunistas.
TRAS LA HUELGA GENERAL, el aluvión represivo contra la parte más consciente de la clase trabajadora ha sido descomunal. Especialmente contra la juventud comunista, que trabaja bajo modalidades de contratación sin apenas garantías y de forma temporal.
Un caso especialmente sangrante es el que está viviendo un joven comunista de Mallorca, que trabaja para una multinacional de venta de pizzas a domicilio. Como es natural, un grupo de trabajadores jóvenes hicieron trabajo político en favor de la Huelga General durante semanas. El día anterior, varios piquetes sellaron las cerraduras con silicona y dañaron las motocicletas de la empresa poniendo azúcar en los motores.
En ninguna de estas acciones participó el joven comunista, ya que al estar claramente identificado como tal por un tatuaje, corría el riesgo de ser acusado de cometerlas. De hecho, trabajó junto a los encargados de la empresa hasta las 00:00 del día 29, cuando comenzó la Huelga General y abandonó su puesto de trabajo. Se dirigió como piquete informativo al aeropuerto de Palma de Mallorca, donde fue identificado por la Policía Nacional. Es decir, tanto la empresa como la Policía Nacional saben a ciencia cierta que no ha participado en acciones de sabotaje, pese a lo cual ha sido denunciado y ha tenido que ir a declarar ante la Guardia Civil.
El interrogatorio de la Guardia Civil comenzó con preguntas acerca de su militancia comunista o de si había secundado la Huelga General. También se le mostraron panfletos y propaganda política de la organización juvenil comunista a la que pertenece. Un interrogatorio político a cargo de un cuerpo militarizado. ¡Cómo en los peores tiempos!
En todos los casos mencionados, hemos omitido las siglas de la organización concreta a la que pertenecen los camaradas que sufren la represión. No es porque no nos sintamos orgullosos de las mismas, sino porque lo que nos une es precisamente que el sistema no distingue entre unas siglas y otras, persigue una praxis que le resulta peligrosa: la militancia comunista, especialmente en el ámbito juvenil.
Podemos preguntarnos por qué somos los jóvenes comunistas para este sistema que se define como democrático. En toda sociedad, las clases sociales -grupos que se caracterizan por la propiedad o no de medios de producción y un rol en la producción- tienen intereses objetivos, al margen de la voluntad de los individuos. Estos intereses chocan, en ocasiones, con los de otras clases y se produce la lucha de clases.
Esta lucha de clases se da a todos los niveles y de forma natural y espontánea: mientras que una subida de salarios va en favor -de forma objetiva- de una clase, al mismo tiempo va en contra de otra. Los comunistas ni inventamos ni somos causantes de esta lucha de clases, pero sí somos quienes a través de los instrumentos científicos del marxismo-leninismo, podemos trazar las formas de lucha y orientación más adecuadas hacia el objetivo de la superación del capitalismo.
No sólo somos quienes tenemos más capacidad para ponernos al frente de las luchas, sino que estamos asistiendo a una nueva generación de jóvenes que recupera la combatividad de generaciones pasadas, que toma la iniciativa, da la cara y supera las veleidades pactistas y reformistas.
El futuro pasa por una nueva generación que construya la organización revolucionaria capaz de llevar a la clase obrera a una lucha sostenida por sus propios intereses y por la construcción del socialismo. Hoy día vemos embriones de ese futuro: destacamentos leninistas, voluntad unitaria, superación de errores y sobre todo, lucha consecuente junto a la clase y a la juventud.
Organización comunista sigue siendo hoy la máxima expresión de pueblo organizado por sus propios intereses.
En la medida en que avancemos por ese camino, nos encontraremos con un incremento gradual de la represión de un sistema que -lo pinten como lo pinten- no es más que la expresión actual de la dictadura del capital. Las organizaciones abajo firmantes, denunciamos esta represión y lucharemos con la mayor unidad posible en favor de quienes han sufrido la cara más siniestra del “Estado de derecho”.
¡Viva la lucha de la juventud trabajadora y estudiantil!
¡Viva la juventud comunista!
¡Capitalismo es miseria! ¡Socialismo es futuro!
FIRMADO POR:
Juventud Comunista de España (Marxista-Leninista)
Colectivos de Jóvenes Comunistas
Unión de Jóvenes Comunistas de Madrid
Gazte Komunisten Batasuna