[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] La persecución de las Iglesias
La relación entre el Estado nacionalsocialista y las confesiones religiosas parecía determinada al principio por la supuesta tolerancia de Hitler. Durante la primavera de 1933 envió al vicecanciller, Von Papen, como católico y antiguo político del centro, a Roma con objeto de negociar un concordato con la Santa Sede. Dicho concordato fue firmado el 20 de julio de 1933, haciéndolo por el Vaticano el papa Pío XI y el cardenal secretario de Estado, monseñor Pacelli, más tarde el papa Pío XII. La Iglesia Católica dio este paso, hoy difícilmente comprensible, con la esperanza de “dar a los católicos alemanes una base legal de defensa en la que pudieran escudarse contra la creciente marea de las persecuciones religiosas”. A pesar de todo, Von Papen había ganado en Roma una batalla para Hitler. La firma del concordato repercutió en el interior y en el extranjero como un reconocimiento moral del régimen nacionalsocialista, y así privó ampliamente de su fuerza y capacidad de resistencia a los sindicatos cristianos y el partido del centro de Alemania.
Extracto del acta de una sesión celebrada por el Gobierno del Reich el 14 de julio de 1933
17. Concordato del Reich.
El enviado especial del canciller del Reich hizo referencia a los puntos particularmente dignos de atención del concordato, según los cuales la Iglesia se encuentra dispuesta a confiar al Estado (Reich) la tutela de todas las asociaciones, con excepción de las que tienen fines religiosos y caritativos. Disposiciones del concordato que merecerían particular atención serían la despolitización de los religiosos; el establecimiento de un juramente de fidelidad por los obispos y de una plegaria por el Estado; el establecimiento de una cura de almas militar independiente, con un obispo castrense; la referencia a un posible servicio militar obligatorio general y el tratamiento a dar a los derechos de las minorías alemanas.
El canciller del Reich rehusó el debate sobre los detalles del concordato del Reich. Sostuvo la opinión de que este concordato solo podía ser considerado como un gran éxito. Este entendimiento con la Iglesia suponía para Alemania una gran oportunidad y le había creado una atmósfera de confianza que sería de importancia fundamental en la urgente lucha contra el judaísmo internacional. Las posibles deficiencias del concordato podrían ser corregidas más tarde, una vez mejorado el clima de la situación política exterior.
El canciller del Reich vio tres grandes ventajas en el establecimiento del concordato:
1. A fin de cuentas, el Vaticano había dejado de considerar al nacionalsocialismo un movimiento anticristiano y enemigo de la Iglesia; esta postura sería utilizada particularmente en Austria.
2. El Vaticano podía ser impulsado a establecer unas buenas relaciones con un Estado Nacional alemán, el nuestro en este caso. El canciller del Reich no hubiera creído posible, muy poco tiempo atrás, que la Iglesia se manifestara dispuesta a que los obispos guardaran obediencia a este Estado. Dado que esto sería una realidad de ahora en adelante, ello supondría una aprobación sin reservas del régimen actual.
3. Al firmar el concordato, la Iglesia se mantiene al margen de asociaciones y partidos; por ejemplo, abandona también los sindicatos cristianos. Tampoco el canciller hubiera creído posible esto unos meses atrás. También la disolución del partido del centro podría considerarse definitiva en el momento de la firma del concordato, dado que el Vaticano habría dado ya la orden de que los religiosos se mantuvieran alejados de la política de partidos. El hecho de que este entendimiento con la Iglesia se lograra con mucha más rapidez de lo que hubiera supuesto el canciller, el 30 de enero suponía un éxito tan indescriptible que cualquier reparo crítico tenía que ser dado de lado ante estas ventajas.
Ludwig Müller, primado del Reich y miembro de los “Cristianos Alemanes”, la rama protestante aliada al régimen
Después de este éxito comenzó el ataque contra la Iglesia Protestante, ya desunida. Una parte de sus pastores creía poder conciliar a Lutero con Hitler. Este movimiento se llamaba “Cristianos Alemanes”, y, bajo la consigna “Una Nación, un Dios, un Riech, una Iglesia”, pretendía crear una “Iglesia Nacional Cristiana Alemana” que abarcase toda la nación. En las elecciones eclesiásticas de la primavera de 1933, los “Cristianos Alemanes” obtuvieron una tercera parte de los votos; las iglesias luteranas habían logrado, aproximadamente, los dos tercios restantes. Con ayuda de una nueva Ley de Cultos, Hitler impuso como primado del Reich a un “cristiano alemán”, el antiguo capellán castrense Ludwig Müller. Las iglesias luteranas, en respuesta y como resistencia a esta dirección sumisa a Hitler, proclamaron el “estado de necesidad eclesiástico”. Martin Niemöller, pastor de Berlín-Dahlem, fundó la “Liga Presbiteral de Socorro”, a la que pronto se adhirió más de una tercera parte de los religiosos protestantes. De esta semilla brotó la llamada “Iglesia Confesional”, que en el famoso “Sínodo de Barmen”, celebrado en junio de 1934, expuso categóricamente la oposición de sus creencias: “Rechazamos la doctrina errónea según la cual el Estado debe y puede, por encima de su cometido especial, llevar a cabo la única y total ordenación de la vida humana y, por tanto, cumplir los fines para los que fue fundada la Iglesia”. La respuesta fue la destitución, en septiembre de 1934, del obispo de Württemberg, Theophil Wurm, y del de Baviera, Hans Meiser, que fueron arrestados en sus domicilios. Después de esto, en octubre de 1934, el Sínodo Confesional, reunido en Berlín-Dahlem, renegó abiertamente de la iglesia estatal del “primado del Reich”.
Theophil Wurm y Hans Meiser, obispos protestantes opuestos al régimen que fueron destituidos y apresados
Parte del mensaje del Sínodo Confesional de la Iglesia Protestante
19-20 de octubre de 1934
Utilizando la fuerza policíaca, la jerarquía eclesiástica del Reich ha dejado sin dirección a la Iglesia de Kurhessen, después de haber hecho otro tanto con las de Württemberg y Baviera. Con ello ha llegado a un punto culminante la descomposición latente desde tiempo atrás en la Iglesia Protestante, patente desde el verano de 1933, lo que nos obliga a publicar las declaraciones siguientes:
I
2. La Iglesia Nacional que pretende el primado del Reich con la consiga “Una Nación, Un Estado, una Iglesia”, significa que el Evangelio ya no tienen razón de ser en la Iglesia Protestante Alemana, y que el mensaje de la Iglesia es entregado en la manos de las potencias terrenas.
3. La soberanía absoluta del primado del Reich y de sus administrados en materia de derecho ha creado en el seno de la Iglesia Protestante un papado imposible.
4. Llevado por un espíritu equivocado, contrario a la Biblia, el régimen de la Iglesia castiga como indisciplina la obediencia a las Escrituras y a la profesión de fe.
5. La introducción en la Iglesia del principio de un jefe terreno, principio contrario a las escrituras, y la exigencia, fundamentada en tal principio, de una obediencia incondicional, hace depender a los dignatarios eclesiásticos del régimen de la Iglesia en lugar de depender de Cristo.
6. La eliminación de los sínodos ha obligado a cerrar la boca y privado de derechos a las comunidades, en contradicción con las enseñanzas bíblicas y reformadoras del sacerdocio de todos los creyentes.
II
2. Mediante la violencia ejercida sobre la Iglesia de Alemania del Sur se nos ha privado de la última posibilidad de renovar la Iglesia partiendo del estado actual de la misma.
3. Por consiguiente, se hace necesario el estado de necesidad eclesiástico, a cuya proclamación nos vemos hoy obligados.
III
1. Declaramos: Ha sido destruida la constitución de la Iglesia Protestante Alemana, cuyos órganos legales han dejado de existir. Con su modo de obrar, los que se apoderaron de la dirección de la Iglesia en el Reich y en los estados confederados se han apartado de la iglesia cristiana.
2. En razón del estado de necesidad eclesiástico por que se rigen las iglesias, comunidades y dignatarios eclesiásticos que profesan la fe contenida en las Sagradas Escrituras, el Sínodo Confesional de las Iglesias Protestantes Alemanas crea nuevos órganos directos. Nombra para la dirección y representación de las iglesias protestantes alemanas, como federación de iglesias de confesiones definidas, el Consejo de Hermanos de las Iglesias Protestantes Alemanas, del cual saldrá el Consejo de la Iglesia Protestante Alemana, que dirigirá los asuntos de la Iglesia. Ambos órganos están constituidos de acuerdo con el confesionalismo.
3. Exigimos a las comunidades cristianos, a sus pastores y a sus ancianos, que no admitan indicaciones del régimen actual de la Iglesia y de las autoridades que lo representan y que retiren la colaboración a todos aquellos que quieran seguir prestando obediencia a este régimen. Los alentamos a que se mantengan fieles a las disposiciones del Sínodo Confesional de la Iglesia Protestante Alemana y de los organismos reconocidos por ella.
IV
Entregamos esta declaración al Gobierno del Reich, rogándole tome nota de la decisión adoptada y pidiéndole que sea reconocido que en asuntos de la Iglesia, de sus doctrinas y su jerarquía, ella es la única llamada a juzgar y decidir, sin perjuicio del derecho de tutela que posee el Estado.
Friedrich Weissler, corredactor de la Memoria protestante de 1935 contra el régimen, asesinado poco después en el campo de concentración de Sachsenhausen
A fin de terminar por completo con la resistencia ofrecida por la Iglesia Confesional, Hitler nombró en 1935 un “ministro de Asuntos eclesiásticos del Reich”, Hans Kerrl, con plenos poderes para legislar. Cuanto más dura fue la presión del Estado, tanto más viva fue la protesta de dicha Iglesia, cuya Jefatura publicó una Memoria sobre la libertad de expresión, el desprecio del derecho, la persecución del cristianismo, la Gestapo y los campos de concentración. Esta Memoria, difundida ilegalmente y que traspasó las fronteras, costó la vida a Weissler, miembro de la Jefatura de la Iglesia. Por fin, el 1 de julio de 1937 fue detenido el más acérrimo enemigo de Hitler, el pastor Niemöller. Aunque fue absuelto por el tribunal que lo juzgó, la Gestapo volvió a detenerlo en el momento en que salía del edificio de la Audiencia y lo condujo al campo de concentración de Dachau, donde permaneció hasta 1945, siendo liberado por los estadounidenses.
Todo esto sucedía a pesar de que Hitler había declarado, en 1934, que el Estado nacionalsocialista profesaba un “cristianismo positivo”, y que él en persona protegería los derechos de las dos grandes confesiones religiosas. Pero en la práctica no fue así. Las buenas relaciones mantenidas con la Iglesia Católica, de las cuales Hitler, con razón o injustamente, se había jactado en la época del concordato, sufrieron un pronto empeoramiento. También fueron apresados sacerdotes católicos, prohibido el ejercicio de la enseñanza a teólogos de la misma confesión y confiscadas hojas religiosas. Pero, sobre todo, se produjeron las primeras tensiones y choques serios entre las Juventudes Hitlerianas y las agrupaciones juveniles católicas, cuyas reuniones fueron suspendidas, además de serles prohibidos los uniformes.
Orden secreta del jefe de la Sección 306 de las Juventudes Hitlerianas
Asunto: Tropas juveniles. Tal como expuse en la asamblea de jefes del 4 y 5 de julio, las tropas juveniles han de ser reorganizadas a fin de que puedan desarrollar con más eficacia la lucha defensiva contra la labor derrotista de la Acción Católica. Dado que en este aspecto se ha de proceder con suma precaución no hay que descuidar en la elección de los jefes medida precautoria alguna. Sólo se deben emplear en este trabajo los jefes aprobados por el SD y, cuando se trate de profesores, los considerados aptos por la Federación de Profesores Nacionalsocialistas.
La tarea que realizarán comprende:
1. Vigilancia cautelosa de las clases de religión y de las llamadas horas de Biblia, respectivamente, tomando buena nota de la tendencia diaria en cada caso.
2. Formación de los llamados círculos de narradores con objeto de captar las edades (7 a 9 años) más amenazadas con el aspecto ideológico por el trabajo del enemigo. (Cuanto mejor sea el narrador, tanto mayor será el número de sus oyentes).
3. Contrarrestar la sensación de inferioridad producto de las horas de Biblia matutinas con el relato durante la tarde, de anécdotas, leyendas, historias cortas del Movimiento y de la historia de Alemania. Todos estos relatos han de tener el mismo fondo ideológico de heroísmo.
4. A esto irá unido: juegos, trabajos manuales, canciones, etc.
5. Desempeñar el papel de personas de autoridad frente a los padres para contrarrestar la influencia de nuestro enemigo. Por tal motivo, se observará una conducta intachable que sirva de modelo a los niños, habida cuenta de la gran responsabilidad que se contrae. No se deben emplear en modo alguno medios coercitivos.
Los encargados de esta misión buscarán en derredor suyo personas apropiadas y solicitarán información confidencial de ellas en los departamentos arriba indicados. Ninguna otra autoridad ni departamento ha de tener conocimiento de este asunto bajo ningún concepto.
Aprovechando esta ocasión, quisiera añadir que todas las observaciones, incluso las más nimias, relacionadas con el trabajo de la Acción Católica han de serme comunicadas personalmente por todos los jefes, sin necesidad de seguir el conducto oficial. Después de reunir estas informaciones, las cursaré personalmente a los departamentos pertinentes.
Sólo se tomarán en consideración las informaciones comprobadas.
Esta circular tiene un carácter absolutamente reservado.
El jefe de la sección 306 de las J. H.
Fdo: Otto Würschinger.
En enero de 1937 fueron llamados a Roma los cardenales Bertram, Schulte, y Von Faulhaber, así como los obispos Von Galen y Von Preysing, a fin de informar al papa Pío XI sobre la situación real de los católicos en Alemania. El 23 de marzo de 1937 apareció la encíclica papal Con ardiente preocupación, una acusación enérgica contra el nacionalsocialismo.
Extracto de la encíclica Con ardiente preocupación del papa Pío XI
Pío XI, que en 1933 firmó un concordato con el Reich y en 1937 publicó la encíclica antinazi Con ardiente preocupación
23 de marzo de 1937
Con ardiente preocupación y creciente sorpresa observamos desde hace algún tiempo el camino de aflicciones de la Iglesia, el aumento de tribulaciones de las personas de ambos sexos que en cuerpo y alma permanecen fieles a ella en la nación y el pueblo a los que San Bonifacio trajera antaño el mensaje de luz y paz de Cristo y del Reino de Dios.
Cuando en el verano de 1933 aceptamos llevar adelante las negociaciones para el establecimiento de un concordato con el gobierno del Reich, reanudando a instancias suyas la realización de un proyecto concebido muchos años atrás y concluimos solemnemente dichas negociaciones a plena satisfacción suya, nos guiaba el deber de preocuparnos por la libertad de la misión salvadora de la Iglesia en Alemania y la salvación de las almas a ella confiadas. Pero al mismo tiempo nos guiaba también el sincero deseo de prestar un servicio importante al desarrollo pacífico y al bienestar de la nación alemana.
Por consiguiente, y a pesar de muchos y graves reparos, adoptamos en aquella época la decisión de no denegar nuestro asentimiento. Pretendíamos ahorrar a nuestros fieles hijos de Alemania, dentro del marco de las humanas posibilidades, las tensiones y sufrimientos que de otro modo, dadas las circunstancias de entonces, hubieran sido ciertamente de esperar. Con este hecho queríamos demostrar a todos que Nos, buscando únicamente a Cristo y lo que pertenece a Cristo, no rehusábamos tender la mano de la Madre Iglesia a quien no rechaza la paz.
Si el árbol de la paz que plantamos en tierra alemana con tan buena intención no ha dado los frutos que anhelábamos en interés de vuestro pueblo, no habrá en todo el mundo nadie que tenga ojos para ver y oídos para escuchar que pueda decir hoy que la culpa es de la Iglesia y de su cabeza visible. La enseñanza objetiva de los pasados años clarifica las responsabilidades, pone al descubierto maquinaciones que desde el principio no tenían otro objetivo que la lucha destructiva. No nos hemos cansado de señalar a los forjadores del destino de vuestro país las consecuencias que forzosamente habrían de surgir del consentimiento, e incluso del favorecimiento, de tales corrientes. Hemos hecho todo lo posible por defender el carácter sagrado de la palabra solemnemente dada, la inquebrantabilidad de las obligaciones contraídas voluntariamente frente a teorías y prácticas que, en caso de ser oficialmente autorizadas, destruyen toda confianza y han de hacer perder en el fuero interno de las personas el valor de cualquier palabra dada en el futuro. Cuando llegue el momento en que el mundo tenga pleno conocimiento de los esfuerzos realizados por Nos, todas las personas de buena voluntad sabrán dónde buscar a quienes velan por la paz y a quienes tratan de destruirla. Todo aquel en cuyo espíritu aliente la verdad, todo aquel en cuyo corazón anide todavía el más mínimo sentimiento de justicia habrá de reconocer que en estos difíciles años posteriores al concordato, años fecundos en acontecimientos, todas nuestras palabras y acciones estuvieron presididas por el respeto a los convenios. Y con sorpresa y el más hondo repudio habrá de comprobar cómo la otra parte dio interpretaciones distintas al tratado, escapó a sus cláusulas dando rodeos, extendió su alcance arbitrariamente y, finalmente, lo quebrantó más o menos abiertamente, convirtiendo estas maquinaciones en la ley no escrita de su modo de proceder.
El papa Pío XI demostraba en la encíclica un considerable número de quebrantamientos del concordato por parte del gobierno alemán y calificaba la ideología nacionalsocialista de anticristiana y de paganismo moderno. Sus afirmaciones fundamentales decían:
El que desvincula la raza, o el pueblo, o el Estado, o la forma de gobierno o cualesquiera otros valores básicos de la configuración social humana —valores que dentro del orden terreno ocupan un puesto fundamental digno de todo respeto— de la escala de valores terrenos inherente a estos conceptos y los convierte en la norma máxima de todos los valores, incluidos los religiosos, deificándolos con un culto idólatra, invierte y falsea el orden de las cosas tal como fue creado y mandado por Dios.
Hitler prohibió la difusión de la encíclica y desencadenó una sistemática y despiadada campaña de difamación contra la Iglesia Católica. En incontables procesos públicos fueron juzgados centenares de sacerdotes y miembros de órdenes religiosas. El ministro Kerrl habló, en 1937, de siete mil denuncias contra religiosos de las confesiones católica y protestante por “trabajo político de zapa”. Según sus manifestaciones, con ocasión de los “procesos por faltas a la moral” fueron condenados 244 sacerdotes y miembros de órdenes religiosas, había pendientes todavía 955 procesos, habían sido sobreseídos o terminados con la absolución otros 188, y del número total de unos 16.200 miembros masculinos de órdenes religiosas existentes en Alemania, unos ocho mil fueron sometidos a proceso por faltas a la moral, delitos de contrabando de divisas y atentados contra la “Ley contra la Traición”. En el curso de esta acción contra la Iglesia Católica fueron clausurados y confiscados conventos, prohibidas revistas confesionales juveniles y retirado el crucifijo de las escuelas para que en su lugar se colocara el retrato del Führer.
Relato de la confiscación del convento de los dominicos en Retz, distrito de Hollabrunn (Bajo Danubio)
El jueves 12 de septiembre de 1940 vino durante la tarde, dirigida por el señor jefe del distrito de Hollabrunn, Schuster, una comisión formada por cinco personas (entre ellas el alcalde de la localidad de Retz, Fenk, y el jefe del grupo local del partido, Diwisch), la cual exigió inspeccionar los locales libres del edificio conventual. Después de registrar a fondo todo el convento, dichas personas se marcharon sin dar explicación alguna del motivo de su proceder.
El viernes por la mañana, entre las diez y las once, llegó al convento el inspector de la gendarmería, señor Thalhammer, con la noticia de haberle sido ordenado por el jefe del distrito de Hollabrunn que el convento habría de ser desalojado antes de las seis de la tarde; a esta hora se haría cargo de las llaves. Mientras tanto, los moradores del convento podrían buscar alojamiento y llevarse sus pertenencias. Con esta orden fueron puestas sin más ni más en la calle diez personas, entre ellas un anciano de ochenta y dos años y un enfermo grave de tuberculosis galopante. Dos hermanos de la Orden que se encontraban prestando servicio militar también hubieron de desalojar sus celdas.
(Según el obispo auxiliar Neuhäusler: Cruz y cruz gamada, Munich, 1946).