Discurso en el Paraninfo de la Universidad de Montevideo, Uruguay.
17 de agosto de 1961
Queridos amigos, compañeros todos:
Cuando recibimos las atenciones del gobierno uruguayo en las playas de Punta del Este agradecíamos todas esas manifestaciones, todos los cuidados y todas las deferencias que para con nosotros se ha tenido durante estos días; pero sentíamos que nos faltaba algo, y ese algo era precisamente el contacto con el pueblo.
Pensando en alta voz, compañeros, diría que nosotros estamos malcriados por el contacto con el pueblo y que no podemos dejar de tenerlo; nos sentimos mal cuando estamos en cualquier lugar donde no podemos dialogar con él y no podemos dar nuestra experiencia pequeña y recibir la enorme experiencia y la enorme dosis de sabiduría que el pueblo nos confiere todos los días. Y algo quizás más importante: cada vez que un gobernante revolucionario se reúne con el pueblo, se anudan más honda, más profundamente, los lazos que lo ligan a ese pueblo y a un compromiso tácito que se ha adquirido, que no está escrito en ningún libro, que no está firmado por ninguna delegación, pero sin embargo todas las conciencias lo conocen y en todo el pueblo está claro y está firme.
A veces en nuestro país se reúnen multitudes de un millón de personas; hay momentos en que, como en este recinto, no se oye apenas un ruido y todos están pendientes de la palabra de Fidel, por ejemplo. Pero hay momentos en que el pueblo pide también su participación en la discusión colectiva; grita, a veces baila, salta, aclama, demuestra, en fin, de mil maneras sus emociones, y las demuestra de tal forma que nosotros los hombres de gobierno sabemos qué es lo mejor, qué es lo que más le interesa al pueblo, qué es lo que más le gusta, cuál es el camino más justo y por dónde hay que seguir.
Por eso recurrimos quizás demasiado seguido al pueblo. A veces en asambleas, a veces en diálogos directos en las fábricas, con los obreros, con estudiantes como ustedes, pero siempre tratando de que nuestra voz y la voz de la gente puedan intercambiarse y que las ideas se intercambien así, que no haya limitación de categorías, limitación de estrados, ni ningún tipo de limitación, para que las ideas vayan y vengan entre todo el pueblo y nosotros.
Creo que por eso hemos podido hacer algunas cosas en nuestro país; no todo lo que quisiéramos hacer, mucho menos de lo que quisiéramos hacer, menos de lo que se hubiera podido hacer también, pero hemos podido avanzar gracias a ese contacto continuo.
Por eso, en esa misma forma, siguiendo ese ejemplo que ya hemos aprendido y aprovechando el hecho de que ustedes, reunidos aquí, demuestran el mismo entusiasmo, la misma pasión que las multitudes que se reúnen en La Habana, me voy a permitir desarrollar el tema que hoy vamos a tratar en esta forma de diálogo entre alguien que ha aprendido un poquito en la práctica y el pueblo que lo sabe todo, que lo ordena todo y que lo da todo.
Los técnicos dirán que esta era una conferencia sobre desarrollo económico, y encontrarán que no hay mucha similitud entre lo que hemos dicho hasta ahora y el tema del desarrollo económico. Sin embargo, están íntimamente ligados, porque el real desarrollo económico, el desarrollo económico impetuoso de los pueblos, se logra cuando éstos pueden expresarse a través de las instituciones políticas directamente, a través de la conducción de sus fábricas y de todos sus medios de producción.
Por eso cuando se hablaba en la última conferencia de las tasas de crecimiento que iba a tener América, nosotros encontramos que eran muy pequeñas para nuestro país. Naturalmente que no vamos a enjuiciar la conferencia, que no es de nuestra competencia en este momento; simplemente, hacemos referencia a esa tasa de crecimiento del 2,5 % anual, que ha sido considerada por lo menos aceptable por los pueblos hermanos del continente.
Nosotros presentamos una tasa de crecimiento anual del 10 % como aspiración; es decir, cuatro veces más, y lo hicimos porque la Revolución cubana tiene responsabilidades muy grandes y no puede presentarse con datos que después la realidad no sancione, porque nosotros pensamos tener un desarrollo aún más impetuoso que un 10 % anual; el 10 % es el mínimo, es, simplemente, la seguridad que tomamos para hacer una afirmación categórica en una conferencia internacional.
¿Y cómo se logra ese desarrollo? Bien, hay tres grandes líneas a través de las cuales se logra el desarrollo económico acelerado.
En Cuba -y me atrevo a afirmar que en la mayoría de los países de América que son fundamentalmente agrícolas o agrícola-ganaderos- se inicia el desarrollo económico con la Reforma Agraria y la adecuada distribución de las tierras.
Bueno, ya no puedo decir el desarrollo económico en general, sino voy a referirme al desarrollo económico de Cuba, tratando de apuntar lo que hay de especial, de específico, en nuestro pueblo, y lo que es general a todos los procesos de desarrollo. Nosotros hicimos la Reforma Agraria, entregamos la tierra en pequeñas parcelas a aquellos arrendatarios que durante muchos años habían trabajado en ella y en realidad habían pagado varias veces con su trabajo.
Pero los grandes latifundios de nuestra tierra no fueron sancionados; fueron entregados en cooperativas o granjas estatales, para que los obreros agrícolas trabajaran sobre ellas y pudieran crear riquezas en una forma más ordenada. Con la Reforma Agraria se abrió el capítulo de la diversificación de nuestra agricultura, que era una agricultura de monocultivo, y daba por resultado un país de monoproducto. Nuestro país tenía la caña de azúcar como única fuente de divisas, y como el 25 % de todo su ingreso nacional. De tal forma que hoy en los campos en donde anteriormente no había nada más que caña, y en todo caso algunos potreros para criar ganado, empezó la agricultura a diversificarse.
Se ha creado un nuevo mercado, porque todos esos campesinos que antes vivían una existencia subhumana, ingresan ahora al mercado. Nosotros tenemos -y a veces los periódicos traen las noticias- dificultades en el abastecimiento de algunos productos de primera necesidad. ¿Por qué? Pues, sencillamente, por una razón: porque hay control de precios por parte del Estado de esos productos, y porque a pesar de haber aumentado su cantidad, el aumento del consumo es tan bárbaro que es imposible alcanzarlo.
En tal forma, en otros países se regula muy fácilmente esta diferencia entre la oferta y la demanda. Se deja que juegue libremente la ley de la oferta y la demanda, suben los precios del artículo que escasea, el que tiene menos no compra, y automáticamente se ha resuelto el problema, sin que llegue al conocimiento de nadie prácticamente.
Nosotros entendemos que, cuando hemos iniciado el camino de la justicia social, no podemos hacer que el comer o no comer carne dependa del tener o no tener dinero. El derecho a comer es el derecho de todo el mundo.
Por eso, simplemente, se racionan algunos alimentos como los aceites, las grasas de todo tipo, que actualmente faltan por el bloqueo norteamericano; la carne, tenemos algunos problemas también con la carne, y a veces se presentan algunos problemas con artículos de primera necesidad, que no podemos producir en las cantidades que nuestro pueblo necesita y que exige en forma creciente.
Por ejemplo, a veces tenemos dificultades con los zapatos; debemos reducir algunos compromisos de exportación para poder mantener la cantidad de zapatos necesaria para nuestro pueblo. Nosotros tenemos un ejército popular muy grande y a veces ese ejército tiene que ponerse en pie de guerra -como sucedió en el mes de abril- total, y prácticamente a cada hombre capaz de empuñar un arma hay que dársela, y también hay que darle los zapatos -botas especiales-, hay que darle una serie de atenciones.
Por todo ello, hemos tenido dificultades, naturalmente que las hemos tenido. Sería, realmente, una utopía pensar que a noventa millas del territorio norteamericano se puede hacer una revolución social que cambie totalmente la estructura del país, que cambie todas las relaciones de producción que inaugura una nueva etapa -incluso, venimos a asegurarlo en América toda- y que todo eso se haga sin sacrificios. En realidad, hemos tenido, para la magnitud de la tarea emprendida, pocos sacrificios.
Claro que las circunstancias históricas son muy diferentes a los ejemplos anteriores que se pudieran citar. Nosotros hemos podido emprender el desarrollo económico en unas condiciones especiales en la historia de la humanidad, y cuando la correlación de fuerzas va cada día más inclinándose a favor de las fuerzas amantes de la paz, de las fuerzas que quieren el progreso para los pueblos. Por eso no debimos nosotros pagar el mismo precio tan exagerado que han pagado otros pueblos del mundo - tan alto, porque nunca es exagerado el precio de la libertad, pero no tan alto.
Bien, continuando con el proceso de desarrollo. Inmediatamente que se ha logrado en un país -como en cualquiera de los nuestros- hacer una Reforma Agraria, aumentar el mercado interno considerablemente, hay que hacer toda una serie de leyes tributarias, de leyes de protección fiscal, que aseguren que la industria nacional vaya a desarrollarse y empezar la tarea de la industrialización del país.
Es, naturalmente, la industrialización la que da la verdadera pauta del desarrollo. De acuerdo a cómo vaya el proceso industrial, así irá el desarrollo del país. Y otra vez nosotros podemos decir que anunciamos tasas de desarrollo muy altas, con toda responsabilidad, y las podemos anunciar porque las condiciones, en el mundo actual, son muy diferentes.
Otros pueblos han tenido que construir todo mediante su propio esfuerzo, han tenido que restringir hasta las comodidades más elementales para lograr una industria pesada, que es la base indispensable del desarrollo de los pueblos. Nosotros iniciamos el camino de nuestra industrialización pesada con créditos exteriores a largo plazo.
Pero esos créditos son dados de tal forma que no comprometen la dignidad nacional, ni comprometen el futuro mediante obligaciones onerosas para pagar los préstamos. Hasta ahora podemos decir -para hablar en términos reales, absolutos, para no pecar de la más mínima dosis de optimismo- que tenemos 357 millones de dólares asignados en préstamos industriales.
Es decir, que cada uno de los dólares prestados, que es parte de una maquinaria, va a producir riquezas inmediatamente. No se hacen, ni nuestro país admite, préstamos para otra cosa que no sea producir riquezas.
Esa es la tarea fundamental que hay que proponerse en los programas de desarrollo. Un programa de desarrollo que empiece por ver el número de escuelas, de casas o de caminos que se va a hacer, es irreal. El desarrollo social es algo realmente imprescindible y es por lo que todos luchamos. Es, prácticamente, ridículo pensar que solamente se va a luchar por el desarrollo económico simple, y que va a ser el desarrollo económico en sí un fin. Eso no es así.
El desarrollo económico es nada más que el medio para lograr el fin, que es la dignificación del hombre.
Pero para lograr ese fin, hay que producir, porque si se empieza a hacer las casas antes de construir las fábricas de cemento, va a haber un momento en que no va a haber riquezas para que esas casas puedan siquiera ser habitadas, no va a haber trabajo para el hombre que la habite, no va a haber ninguna garantía de que la familia de ese hombre, al que se le ha dado una casa, pueda comer todos los días gracias al trabajo de sus miembros.
Por eso hay que empezar por el principio, que es el aumento de los medios de producción. No quiere decir esto que ahora, o que en Cuba -para dar un ejemplo específico- vayamos a dedicarnos única y exclusivamente a construir fábricas, a hacer con más rapidez cada día las 205 fábricas que están planeadas hasta estos momentos, a ponerlas a producir solamente y que nos vayamos a olvidar de los deberes que tenemos para con nuestro pueblo.
Eso también sería absurdo.
Lo único que en el orden de relación tenemos que considerar que primero está el desarrollo y que toda conquista de tipo social que no se base en un aumento de la producción, tarde o temprano va a fracasar y se va a hundir. De tal forma que nosotros, por ejemplo, hemos hablado con los obreros, hemos dialogado muy seriamente durante muchos meses hasta lograr que se produjera el ajuste nacional de salarios. La congelación de salarios en nuestro país, es una medida que los obreros han tomado de por sí para lograr aumentar los excedentes necesarios para que haya nuevas fábricas y hombres que están hoy desempleados puedan mañana trabajar e ingresar a la sociedad con plenos derechos.
Y pueden los obreros de nuestro país hacer esto y entregar excedentes de sus justos derechos por salarios que dejan de cobrar por la sencilla razón de que las fábricas les pertenecen. Las fábricas son del pueblo de tal forma que para nosotros el sacrificio, que es realmente un sacrificio, se lo hace pensando en el futuro y además pensando que no debe haber ninguna persona individual que vaya a beneficiarse con los frutos del sacrificio colectivo de nuestros obreros. Es un sacrificio de todos para el bien de todos.
Bien, otra condición indispensable para el desarrollo es lograr mercados estables y cada vez mayores, y además diversificar el comercio exterior.
Es una tarea a la cual nosotros nos dimos desde los primeros momentos del Gobierno Revolucionario, tratando de hacer contacto con todos los países del mundo que pudieran comprar nuestro producto único prácticamente, como es el azúcar. Así Cuba, ha desarrollado relaciones muy amplias con todos los países socialistas.
Desgraciadamente el estado de guerra en que se vive en el Caribe, ha hecho que estos mercados no hayan sido logrados mediante una expansión real del comercio, sino sustituyendo por toda una serie de mercados que se perdieron y el más importante para nosotros, el mercado norteamericano, que ya ha sido definitivamente cerrado a fines del año pasado… No le voy a decir, felicitaciones, no, porque a nuestro pueblo le cuesta eso. Naturalmente que lo aceptamos, es lógico que si hay que pagar ese precio se pague tranquilamente... Pero no le hace bien a nuestro pueblo, ni le hace bien tampoco, aunque parezca mentira, dado el tamaño de nuestro mercado, no le hace bien a los Estados Unidos. Hay un ejemplo en los mataderos de Chicago, que son enormes; la manteca de cerdo allí es un subproducto: en Cuba se consume manteca de cerdo casi exclusivamente; como aceite, como grasa, y todo eso venía directo de Chicago en vagones tanques. Al embargar Estados Unidos esas ventas, nos produce a nosotros un daño, pero también…, naturalmente ustedes no tienen porqué tener esa curiosidad, pero si ven los precios de la manteca en el mercado de Chicago, verán que se han ido abajo, porque ahora ellos, en Estados Unidos, siguen la ley de la oferta y la demanda, tienen mucha más oferta y no tienen donde colocar la manteca.
De tal forma... Miren, compañeros, ustedes dicen: «que se la coman ellos», pero es que pasa una cosa, la experiencia demuestra que ellos no se la comen, sino que a veces dicen que ayudan a otro país, entregan sus excedentes y hay un tercero damnificado.
De modo que de todas maneras no es bueno el estado de guerra. Nosotros, con toda nuestra dignidad hemos anunciado repetidas veces, la disposición del gobierno cubano para tratar seriamente los problemas del intercambio con los Estados Unidos y con algunos otros países con los que hemos tenido problemas; desgraciadamente no se ha podido hacer todavía. Bien, de todas maneras frente a la agresión imperialista, frente al bloqueo que nos ha impedido traer materias primas, que nos impide traer una gran cantidad de piezas de repuesto, nuestro pueblo tuvo que ingeniarse y desarrollar su inventiva.
Para nosotros ha sido una de las más grandes experiencias el bloqueo, porque ustedes, los uruguayos, no se pueden imaginar la situación de dependencia que existía en Cuba. Prácticamente Cuba era, simplemente, una parte del territorio de los Estados Unidos. Allá los ingenieros de una fábrica, por ejemplo, no sabían cómo era un repuesto; conocían el repuesto por una sigla; ellos pedían el XZ21, por ejemplo, y le venía entonces de Nueva York el XZ21. Cuando nosotros cambiamos los mercados, imagínense eso en cientos y cientos de fábricas: no podíamos ir a pedir a mercados nuevos, que no tenían todas esas claves, el XZ21, que no significa nada; había que examinar la pieza, dibujarla, hacerla a veces, crearla en la forma en que mejor pudiéramos, sustituirla por otro sistema otras veces y, en algunos otros casos, se podía hacer compatible con algunos de los productos de nuestros nuevos mercados.
Esto nos costó que las fábricas se paralizaran y que muchas anduvieran a un ritmo menor. A veces, la materia prima específica para cada fábrica no existía, había que detenerla o caminar a un ritmo menor. Este año ha sido un proceso de aprendizaje continuo, donde hemos tenido que desarrollar las inventivas populares al máximo, para lograr que no se paralizaran nuestros centros de trabajo. Y, también, como estábamos en una situación de guerra, y como la paralización de cada centro de trabajo era el producto de esa guerra, nosotros subsidiábamos en cada caso a todos los obreros que se vieran obligados a cesar en su trabajo, mientras durasen las causas.
Afortunadamente en el momento actual solamente tenemos en reparación tres fábricas, que están paradas, todas las demás fábricas de Cuba están caminando…, y podemos decir con orgullo que a pesar de las dificultades, este año la producción global de nuestra industria aumentó un 10 % sobre la del año pasado, comparando seis meses de producción... Este año debiéramos haber aumentado lo menos el 20 %, pero las circunstancias, las presiones exteriores, la falta en muchas ocasiones de técnicos suficientes, hizo que no pudiéramos alcanzar nuestras metas reales, las que nos habíamos fijado, que eran un poco más del 20 % del aumento global.
Bien, hemos dicho tres cualidades esenciales: la de los mercados, los nuevos mercados; la industrialización y el desarrollo agrícola, empezando por una Reforma Agraria. No debe olvidarse nunca que hay que cuidar mucho un factor para que el desarrollo pueda hacerse ordenado y pueda realmente rendir los frutos que de él se esperan, que es la estabilidad de los precios. Si los precios empiezan a correr una carrera con el aumento de los salarios sobre el aumento de la producción en general, ocurre que el desarrollo poco a poco se va deteniendo.
Naturalmente que los precios no tienen un valor en sí, los precios son el reflejo de una serie de situaciones. Pero es muy importante vigilarlos, porque cuando los precios tienen tendencia a aumentar están indicando en seguida al gobernante, que por algún lugar hay una lucha entre la oferta y la demanda; no hay una armonía total; que se está produciendo menos o que ha aumentado mucho la demanda y hay que ir a corregir de alguna forma las causas que provocan el aumento de precio. Esa es la importancia de fijarlos y nosotros tenemos todos los precios fijos en nuestro país. De tal forma, que ya todo lo que se logre de aumento en los salarios es aumento real del nivel de vida de los obreros, de los trabajadores de todo tipo.
Bien, con todos estos elementos se puede entrar a hacer la planificación del desarrollo porque el desarrollo tiene que ser armonioso para que pueda rendir sus frutos. No se puede en un momento dado el hacer una Reforma Agraria completa; al avanzar por la diversificación agrícola, al máximo, nos encontramos que se necesitan una serie de procesos industriales que ayuden a la agricultura. Así se puede aprobar, y esa tarea de planificación es muy importante para que todo se pueda realizar armónicamente.
Sin embargo, de planificación se ha hablado mucho. En general, es una de las tantas palabras que están actualmente en boca de todos y cuyo uso es un poco indiscriminado. Nosotros consideramos que la real planificación, la planificación de todos los medios de producción del país, solamente se puede hacer con dos condiciones básicas: que los trabajadores hayan conquistado el poder político -cosa fundamental-, y la otra es que sean los dueños de los medios de producción.
En tal forma sí se puede hacer una planificación completa. Y además, cuando se llega a esto hay que considerar que se necesita una conducción centralizada y capaz de tomar decisiones, porque el trabajo de planificación es muy arduo.
Nosotros estamos en este momento en el primer año; mejor dicho, en los preparativos para iniciar el primer año del cuatrienio del primer plan, y es muy dura la tarea.
Este año planificamos la producción en forma anual simplemente, y hemos podido ver todos nuestros errores e ir corrigiéndolos con el transcurso de los meses, pero la tarea de planificar es muy difícil y por eso se necesita una conducción centralizada, que tenga una clara idea de las metas.
La tarea de planificar, además, demanda el concurso inexcusable de toda la población del país. Nosotros llamamos solamente planificación cuando todos los trabajadores, todos los obreros en las fábricas, los campesinos en las cooperativas, los trabajadores de todo tipo, pueden discutir los planes, discutirlos una y otra vez, analizarlos y aprobarlos en asambleas de producción.
En tal forma se podrá luego lograr un verdadero plan de desarrollo, pero para que discuta la gente, para que los obreros, los trabajadores y los administradores de las fábricas, discutan. Se necesita que haya una relación muy directa, porque en condiciones de países capitalistas es muy difícil, los obreros no quieren discutir con el patrón ni les interesa aumentar la producción para que aumenten las ganancias del patrón, y el patrón tiene miedo a los obreros.
Nosotros, como prácticamente el 85 % de la producción está en manos del pueblo, podemos discutir. Nos reunimos muy seguido para discutir, y poder entonces fijar los planes.
El proceso de planificación es muy largo y muy difícil. Yo creo que si intentara explicárselo, solamente podría crear el caos y no llegaría a hacerme entender, porque la planificación no es una cosa teórica, no se puede explicar en una pizarra; la planificación es algo práctico, que nace de las relaciones de producción, que es impulsada por la necesidad del Estado que está en proceso de desarrollo, tratando de hacerlo lo más rápidamente posible.
De tal forma que si no se está en contacto con el problema, es muy difícil explicarlo. Por lo tanto, no voy a caer en el pecado de pretender dar una conferencia sobre planificación. Es muy interesante, algún día algunos de ustedes, los estudiantes de Ciencias Económicas, tendrán que verlo en la práctica, en su trabajo; sin embargo, no se puede teorizar sobre eso, es algo del trabajo cotidiano.
Lo que sí puedo es darles una idea de lo que se está haciendo en Cuba en materia de industrias, sobre todo.
Nosotros tuvimos un enfoque que, más o menos, se puede expresar así: la base del desarrollo es la industria pesada, pero la industria pesada no se puede lograr por el desarrollo interno del país, si no es un país muy grande, si no es con grandes sacrificios. Tenemos que recurrir entonces a los grandes países industrializados, para que nos den las asistencias, técnica y de equipos, necesarias. De tal forma que hicimos contacto con todos los países del mundo.
Por ejemplo, los norteamericanos solamente vendían fábricas a condición de que fuera a empresas privadas, si no, no las vendían; otros querían una serie de garantías imposibles de ofrecer; otros querían que se les pagara en dólares, y nosotros no teníamos tantos dólares.
Con los países socialistas firmamos, al fin, convenios en donde se paga en productos de nuestro país y a largo plazo. De tal forma que podemos asegurar que en este cuatrienio vamos a tener instalada la producción ya de 700 000 toneladas de acero, lo que nos colocará por lo menos en el primer lugar de América, por habitante, considerando los niveles actuales de producción. Si de aquí a 1965 hay otros países que producen mucho más acero, puede ser que no quedemos en primer lugar; pero, desde una cifra insignificante que teníamos el año pasado, hasta las 700 000 toneladas, hay una gran diferencia, que será cubierta con créditos de la Unión Soviética.
Además, hemos desarrollado el níquel, que es un mineral estratégico muy importante, estratégico en sentido militar y estratégico en sentido industrial también, porque se hacen con él los aceros especiales para las fábricas químicas, y se va a invertir una cantidad de 200 millones de dólares, de los cuales 100 millones en equipo aportará también la Unión Soviética, y los otros 100 millones nosotros mismos.
Seremos el segundo país del mundo en la producción global de níquel. Produciremos, además, cemento en cantidades de 2 millones y medio de toneladas anuales; también seremos el primer país de América, holgadamente, después de este cuatrienio. Produciremos también más electricidad por habitante que ningún país de América, al final del cuatrienio. Desarrollaremos 205 fábricas, la mayoría de ellas para suplir el consumo interno, y algunas pocas para ir preparándonos a nuestra tarea de ser países exportadores de productos terminados.
Es decir, que nuestra tarea en este plan cuatrienal es simplemente convertirnos en un país agrícola con una cierta base industrial y pasar al quinquenio siguiente a ser un país agrícola-industrial; y después, si el trabajo de nuestro pueblo lo permite y las condiciones se dan, nos convertiremos en un país industrial.
Ya en el año 65 Cuba estará fabricando sus propios barcos, de por los menos 6 000 toneladas, y quizás de 10 000 toneladas; es decir que, barcos de gran tonelaje, hechos en Cuba, por obreros cubanos, ya con técnica cubana, empezarán a surcar todos los mares del mundo, a los fines del primer Plan Cuatrienal de desarrollo.
Porque los pueblos pueden hacer realizaciones enormes cuando están llevados por la llama revolucionaria, cuando están en una situación especial de su historia, cuando todas las pequeñas satisfacciones de la vida diaria se pierden, se transforman, y se nota un cambio cualitativo en el pueblo que entra en revolución; Martí llamaba a eso «entrar en revolución».
Ya no importan las horas de trabajo, no importa lo que se vaya a ganar, no importan los premios en efectivo, lo que importa es la satisfacción moral de contribuir al engrandecimiento de la sociedad, la satisfacción moral de estar poniendo algo de uno en esa tarea colectiva y ver cómo gracias a su trabajo, gracias a esa pequeña parte del trabajo individual, que se junta en millones y millones de trabajos individuales, se hace un trabajo colectivo armónico, que es el reflejo de una sociedad que avanza.
Ese es el espíritu que hay hoy en nuestro pueblo, es el espíritu de un pueblo que se ha descubierto a sí mismo, como todos los pueblos en revolución, que se ha dado cuenta que no hay nada negado a nuestros pueblos, que no es cierto que hayan pueblos técnicos y pueblos no técnicos, que haya pueblos industriosos y pueblos haraganes, que haya pueblos cultos y pueblos incultos. Hay nada más que situaciones, situaciones que están regidas por condiciones económicas, pero que se pueden romper, y que en este momento en el mundo avanzan muy rápidamente hacia la ruptura total de los viejos sistemas y hacia la comprensión de que el hombre es hermano del hombre, en todo el universo.
Por todo eso, compañeros, Cuba puede avanzar ahora a ritmos desconocidos en América, prepararse para ese nuevo futuro que todos queremos, un futuro donde la ciencia y la técnica sean puestas totalmente al servicio del hombre, donde todos los adelantos técnicos, todas las nuevas máquinas que se inventen, sirvan para aumentar el bienestar del hombre y no para aumentar su sumisión, para aumentar su hambre, para provocar desempleo. Y en nuestro país, por imperio de ese nuevo clima que se vive, se ha aprendido incluso, en el curso de nuestro desarrollo revolucionario, el valor de la solidaridad.
Nosotros éramos pueblos aislados. Cuando nos lamentábamos de los mercados que habíamos perdido, olvidé decir los mercados que nunca tuvimos junto a nosotros, como son los mercados de América Latina para cada uno de nuestros países. ¿Por qué? Porque nos aislaban, sencillamente; porque siempre se dedicaban a hacer que nos ignoráramos unos a los otros.
Por eso Artigas era desconocido en Cuba, y Martí era desconocido en el Uruguay. Por eso los héroes continentales no alcanzaban esa magnitud real, esa magnitud de hombres de América que tienen, y se circunscribían a determinados pueblos. Por eso todavía en América tratan de discutir si es más grande o menos grande, y a quién pertenecen San Martín o Bolívar, sin contar con que San Martín y Bolívar son hombres de América.
San Martín, que murió exactamente hace 111 años hoy, era un hombre de América; como Bolívar, no podemos decir que perteneciera a un país, como Martí no nos pertenece. Son productos de nuestra civilización, de nuestro sustrato cultural, producto de todo lo que ha madurado durante años y años, de lo que se ha agregado al indígena primitivo, con el negro que se trajo, con el español que vino a colonizar, con las razas de otros lugares del mundo, por nuestras condiciones sociales específicas, y que han creado este hombre americano que habla prácticamente el mismo lenguaje y que, de todas maneras, se entiende siempre en cualquier lugar donde se exprese.
Nosotros hemos aprendido hoy ese valor. Ahora saben nuestros obreros lo que significa que un terremoto deje sin casa, sin trabajo, sin medios de ninguna clase, a los obreros de Chile; y nuestros obreros inmediatamente se movilizan, van ellos -no el gobierno-, los obreros, nuestros pueblos, a buscar medios para auxiliar a sus hermanos.
Porque ahora se aprende, como se aprende siempre en la revolución, que no puede haber desunión, que no podemos luchar contra los grandes enemigos, separados unos de otros; que solamente hay un enemigo común en este momento, que es el que reúne todas las enemistades que puedan caer sobre nuestro pueblo; es el que significa pereza, es el que significa opresión de cualquier tipo; el que significa asesinato, el que significa opresión política, el que significa opresión económica, el que significa distorsión de nuestro desarrollo, el que significa incultura, todo eso, lo significa el imperialismo. Entonces, no podemos nosotros luchar desunidos, no podemos unos por aquí y otros por allá; eso lo aprendimos bien en Cuba.
Aprendimos, ya en el ejercicio de la Revolución, que cuando hay un hombre herido o vejado en Chile, en la Argentina, en cualquier lugar de América, se está afectando la dignidad nuestra, la dignidad de toda América.
Realmente, compañeros, creo que en las últimas palabras decía que «se han separado del tema del desarrollo económico». Quería decirles esto, para hacerles una advertencia y pedirles un favor revolucionario. Cuando recibí esta gentil invitación, hace ya unos cuantos días, la consulté con el presidente Haedo, y el presidente entendió que era correcto que estuviéramos aquí, y nos pidió que hiciéramos todo lo posible porque no se produjera ninguna clase de incidentes que pudieran manchar esta conferencia, este diálogo, esto que hemos tenido hoy ustedes y nosotros.
Yo entiendo que es para mí de elemental cortesía el solicitárselo encarecidamente a ustedes, solicitar que sea una demostración de las nuevas etapas a que están llegando -no digamos los movimientos revolucionarios, para no ponerles nombres demasiado atrevidos-, los movimientos populares en toda América, conscientes de la importancia que tienen y conscientes de que no es necesario extremar la fuerza para lograr lo que uno persigue.
La fuerza es el recurso definitivo que queda a los pueblos. Nunca un pueblo puede renunciar a la fuerza, pero la fuerza solamente se utiliza para luchar contra el que la ejerce en forma indiscriminada.
Y nosotros -les podrá parecer extraño que hablemos así, pero es cierto-, nosotros iniciamos el camino de la lucha armada, un camino muy triste, muy doloroso, que sembró de muertos todo el territorio nacional, cuando no se pudo hacer otra cosa. Tengo las pretensiones personales de decir que conozco a América, y que cada uno de sus países, en alguna forma, los he visitado, y puedo asegurarles que en nuestra América, en las condiciones actuales, no se da un país donde, como en el Uruguay, se permitan las manifestaciones de las ideas.
Se tendrá una manera de pensar u otra, y es lógico; y yo sé que los miembros del Gobierno del Uruguay no están de acuerdo con nuestras ideas. Sin embargo, nos permiten la expresión de estas ideas aquí en la Universidad y en el territorio del país que está bajo el gobierno uruguayo. De tal forma que eso es algo que no se logra ni mucho menos, en los países de América.
Ustedes tienen algo que hay que cuidar, que es, precisamente, la posibilidad de expresar sus ideas; la posibilidad de avanzar por cauces democráticos hasta donde se pueda ir; la posibilidad, en fin, de ir creando esas condiciones que todos esperamos algún día se logren en América, para que podamos ser todos hermanos, para que no haya la explotación del hombre por el hombre, ni siga la explotación del hombre por el hombre, lo que no en todos los casos sucederá lo mismo, sin derramar sangre, sin que se produzca nada de lo que se produjo en Cuba, que es que cuando se empieza el primer disparo, nunca se sabe cuándo será el último. Porque no hubo un último disparo el último día de la Revolución; hubo que seguir disparando. Nos dispararon, tuvimos que ser duros, tuvimos que castigar con la muerte a alguna gente; nos volvieron a atacar, nos han vuelto a atacar una vez más, y nos seguirán atacando.
Y esta lucha, en esta forma tan enardecida que a veces divide -incluso- hasta miembros de la familia, naturalmente que permite una construcción muy rápida del país, naturalmente que hace que nuestro país marche a un ritmo terriblemente acelerado, pero también deja una serie de secuelas que después cuesta curar. Y no es bueno ni es bonito, porque hemos tenido que hacerlo y no nos arrepentimos, naturalmente, y creemos que lo que hemos hecho lo hemos hecho respondiendo a la justicia. Pero si esas aspiraciones del desarrollo económico -que son, en definitiva, las aspiraciones de bienestar en cualquier forma que sea y como quiera llamársele-, la aspiración del pueblo a su bienestar se puede lograr por medios pacíficos, eso es lo ideal y eso es por lo que hay que luchar.
Bien, compañeros; hemos tenido un diálogo irregular, no muy académico; si ustedes no se ofenden, muy cubano en su forma de expresión, de intercambio. Quisiera decirles que la impresión y el recuerdo que nos llevamos del pueblo uruguayo será imborrable. No son palabras, no valdría la pena decir palabras protocolares. Quizás es que no son nada más que pueblo, y sobra lo de uruguayo, porque todos los pueblos del mundo...
En todo caso, podemos decir que de estas reuniones, del intercambio que hemos tenido estos días mis compañeros y yo con el pueblo uruguayo, nos llevamos un recuerdo imborrable y que ese recuerdo servirá -como sirve siempre el recuerdo del pueblo y de los diálogos con el pueblo-, servirá para indicarnos todos los días que nuestro compromiso es todavía más grande que con el de 6 millones y medio de cubanos, que nuestro compromiso ha trascendido las fronteras de nuestra isla, que se ha afincado en muchos lugares de América y que debemos todos los días trabajar y todos los días perfeccionarnos. Nosotros, sin embargo, debemos perfeccionarnos todos los días y trabajar cada vez con más ahínco para ser dignos de ese compromiso que hemos contraído en estos días con ustedes… Nada más.