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    La crisis económica y la perspectiva revolucionaria

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    Mensaje por Invitado Dom Nov 07, 2010 11:05 am

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    Por una parte, vemos cómo pequeños grupos se han convertido en sectas y se han apartado básicamente del movimiento social real porque éste ha tomado una dirección que no encaja en su lectura dogmática y doctrinaria de la historia y del marxismo. Por otra parte, vemos cómo han emergido fuerzas que están descomponiendo y destruyendo el imperialismo, es decir, el capital hecho monopolio, pero que no parecen tener claro el objetivo del comunismo. Nosotros no queremos convertir el comunismo en dogma, sino en guía del movimiento social, ante todo, del movimiento obrero. Queremos participar plenamente en este movimiento, luchando por dirigirlo hacia el comunismo. Por eso, hemos levantado la bandera de la unidad de combate antiimperialista: unidad de la clase obrera, unidad popular, unidad de los comunistas, unidad con los países socialistas. Porque queremos ser parte de esa unidad, queremos estar con los demás, a la vez que peleamos por nuestros propios puntos de vista. No nos interesa tanto tener razón, interpretar el mundo mejor que otros; lo que de verdad nos interesa es transformarlo.

    La revolución proletaria mundial ya fue anunciada por los primeros comunistas en el siglo XIX e, inmediatamente, Marx y Engels la fundamentaron científicamente y empezaron a organizar la lucha consecuente por ella. Fue en el siglo XX, cuando pudo empezar a realizarse gracias al hecho de que el capitalismo había alcanzado su fase superior, imperialista, monopolista. Y así fue cómo, desde 1917, el monopolio territorial del capital sobre el planeta se quebró y el proletariado conquistó el Poder político en Rusia, en China, en Corea, en Europa Oriental, en Indochina y en Cuba. En todas las revoluciones del siglo XX, el ejemplo que se siguió fue, como no podía ser de otra manera, el de la primera de ellas: la Gran Revolución Socialista de Octubre. Al mismo tiempo, hay que comprender que todas tuvieron sus particularidades que las distinguieron del “modelo”. Estas particularidades o contradicciones fueron aceptadas y tratadas más o menos correctamente por los comunistas hasta que se impuso un movimiento contrarrevolucionario en la URSS y en otros países. El revisionismo contemporáneo de Tito, Jruschov y otros fue la expresión teórica de esta involución. Por eso, en el momento de su surgimiento, lo principal era combatir este revisionismo, denunciar el carácter reaccionario de sus políticas para tratar de que no prosperaran, aunque el precio a pagar fuera una rigidez excesiva frente a las especificidades nacionales. Sin embargo, esto no era suficiente entonces y lo es todavía menos ahora, cuando esas políticas ya han producido sus consecuencias finales: restauración del capitalismo en Rusia y Europa del Este, así como debilitamiento del movimiento comunista internacional. Además, había y hay que explicar por qué esta tendencia involutiva tuvo tanta fuerza. Y también había que combatirla, no de cualquier manera, sino desde la política de frente único.

    La contrarrevolución triunfa en la URSS y en Europa por motivos esencialmente idénticos a los que explican que prevaleciera la crítica ultraizquierdista a la misma por parte de los partidos comunistas de China y de Albania. El imperialismo y la revolución proletaria mundial llenan toda una época de la historia humana más larga de lo que preveíamos y deseábamos los comunistas. El proletariado ha realizado grandiosas revoluciones, pero no son más que las primeras y, con las recientes contrarrevoluciones, pagamos el precio por la falta de madurez política. Además, hay una base económica que refuerza este lógico inconveniente: el modo de producción capitalista estaba escasamente desarrollado en los países que han emprendido la construcción del socialismo, mientras que las potencias imperialistas conjuraban el peligro de revolución con las riquezas robadas en los países oprimidos por ellas. Mientras en los países socialistas, las fuerzas productivas eran escasas y era excesiva la base social pequeñoburguesa (obligando a un uso de la fuerza contra ciertas masas mayor de lo deseable para poder construir el socialismo), el saqueo que practicaban los imperialistas sobre los pueblos oprimidos permitía un considerable desarrollo económico de las metrópolis que facilitaba el soborno de dirigentes obreros y la creación de una amplia “clase media” formada por la pequeña burguesía y los estratos aventajados de la clase obrera, la cual más bien tomaba partido por el capitalismo en la lucha de clases. Tengamos en cuenta además que, al tiempo que el monopolio produce estancamiento, también proporciona una fuerza y una capacidad de desarrollo planificado de las fuerzas productivas de que carece el capitalismo de libre competencia (aunque no hasta el punto de evitar las crisis y las guerras, que pueden demorarse pero llegan con más violencia). Claro que, para aprovechar esta nueva potencia, hizo falta la devastación que trajo la II Guerra Mundial y la posterior recomposición del capitalismo mundial bajo el mando único de los Estados Unidos, beneficiarios netos de la contienda. En unión con los anteriores, un factor importante que frenó el avance de la revolución proletaria, fue la posesión del arma nuclear por parte del imperialismo y su disposición a utilizarla, demostrada en Hiroshima y Nagasaki. Consiguió convertir una confrontación de clases en una confrontación de países, de bloques militares, y lanzó de alguna manera un ultimátum al proletariado consciente: “si el capitalismo no tiene futuro, haremos que el socialismo tampoco lo tenga”.

    ¿Quiere decir esto que la clase obrera no debió tomar el poder en Rusia, como sostenían los socialdemócratas, o que no debió construir el socialismo en un solo país, como sostienen los trotskistas? En absoluto. Esto ya lo respondió Lenin a Sujánov en uno de sus últimos escritos. A priori, no se podía saber qué clase social iba a imponerse en la lucha en curso y sí se sabía que el imperialismo estaba desgarrado y la clase obrera lograba conquistar el poder y consolidarse en él. Aunque haya habido restauración capitalista en algunos países que fueron socialistas, no hemos vuelto al punto de partida, sino que crecieron las fuerzas productivas sociales y su conflicto con las relaciones de producción capitalistas, creció la clase obrera y la experiencia revolucionaria, y eso ha ocurrido tanto en los países socialistas como en los países bajo dominación burguesa. Además, todavía quedan países socialistas que están sacando lecciones y explorando nuevas posibilidades.

    Éstas son las reservas (según la expresión de Stalin) o bases de apoyo (según la expresión de Mao) de las futuras revoluciones proletarias. Se han desarrollado pues nuevas condiciones que nos permiten superar aquellos obstáculos con los que tropezó el socialismo en el siglo XX. Entre ellas, destaca la crisis económica internacional.

    Las consecuencias contradictorias de la presente crisis

    Todos los expertos coinciden en que estamos viviendo la crisis económica más profunda y generalizada desde el crack de 1929. Algunos incluso consideran que la actual es aún peor. Los partidos comunistas más desarrollados y con mayor capacidad de análisis sostienen que se trata de una réplica de la crisis estructural que estalló en los años 70. El capital podría encontrarse en un callejón sin salida o con una salida muy traumática. Desde hace treinta y tantos años, hay una superproducción crónica que mantiene las tasas de crecimiento de la producción internacional en cifras muy inferiores a las del período de 1945-70, con lo que la tasa de ganancia del capital –que es su razón de ser- no deja de disminuir.

    Las fuerzas productivas se han desarrollado impetuosamente en este período –en particular la informática, la automatización, la electrónica, etc.- precisamente en una carrera competitiva por recuperar esa tasa de ganancia, pero esto ha incrementado la composición orgánica del capital. Este hecho, junto con la contrarreforma neoliberal desencadenada con igual motivo, ha reducido las rentas de las masas. Como consecuencia de ello, ha aumentado la superproducción. Al mismo tiempo, este desarrollo ha espoleado la especulación financiera, creando burbujas sucesivas (tecnológica, inmobiliaria y alimentaria) que han desembocado en la actual burbuja de la deuda pública que amenaza de quiebra a Estados y países enteros, bajo la presión de los mercados financieros cuya columna vertebral son los mismos bancos a los que las arcas públicas rescataron hace un par de años.

    Esta dinámica no deja de agrandar el déficit público y empuja a los gobiernos capitalistas a reducir el gasto público destinado a pensiones, salarios de sus empleados y ayudas a las clases populares y a acelerar las privatizaciones. En definitiva, van perdiéndose las conquistas históricas del movimiento obrero a las que se engloba comúnmente bajo el nombre de “Estado del bienestar” (expresión que borra el origen de las mismas, a saber, la lucha de clase del proletariado). Los gobiernos socialdemócratas como el del PSOE presentan la cosa como si no existiera alternativa a su política de cesión al chantaje del capital financiero. Esto es falso: es posible otra política económica, a condición de que se desarrolle un potente movimiento obrero y popular contra la oligarquía financiera que dé sustento a un gobierno no sometido a ésta. Ésta es la perspectiva por la que luchamos.

    Entretanto, lo que se abre camino es una lucha feroz por los mercados internacionales, una carrera desenfrenada por la competitividad en la que se trata de rebajar más que los demás los salarios y los derechos de los trabajadores. Este proceso va a favorecer necesariamente el desarrollo del movimiento obrero. Pero, no sólo por la espontánea necesidad de defenderse, sino también porque afecta a la aristocracia obrera y al resto de la “clase media”, que están amenazadas de muerte. Así, se va a debilitar el papel que desempeñaron a lo largo del siglo XX como salvaguarda del imperialismo en los países dominantes, lo que equivale a suprimir, al menos parcialmente, uno de los obstáculos con que tropezó la revolución proletaria en los países de capitalismo desarrollado, en los países imperialistas.

    En un principio, es lógico suponer que la mayoría de estas capas intermedias intentará salvarse a costa de las capas inferiores del proletariado. Contemplan con espanto cómo su status social tiende a rebajarse hacia el nivel de los proletarios chinos o indios. Y éste es el reverso de la medalla que el gran capital está explotando de un tiempo a esta parte con cierto éxito: atraer a las capas medias a una lucha reaccionaria contra el proletariado, es decir, la acumulación de una fuerza de masas para el fascismo y la guerra. Porque la guerra, y no cualquier guerra sino una guerra mundial entre potencias, es el único medio eficaz para realizar los intereses del capital en una crisis como ésta. Sólo la lucha de la clase obrera por sumar masas crecientes del pueblo al combate contra la oligarquía financiera es capaz de conjurar el peligro de guerra. En la era nuclear, una guerra así sería devastadora y quizás aniquiladora de la civilización. Pero, el capital no tiene más remedio que seguir su “instinto”, dictado por su propia naturaleza de valor que debe valorizarse a toda costa. Y, si consigue cegar a masas importantes de la población con un fanatismo reaccionario, fascista y belicoso, la conciencia del peligro de la hecatombe atómica se habrá oscurecido lo suficiente para que ésta suceda.

    La progresión de la sociedad capitalista hacia el fascismo y la guerra tendrá como ventaja el facilitar la comprensión por amplias masas de la necesidad de la revolución. Pero, a fin de que ésta pueda triunfar en un plazo lo suficientemente breve para evitar sufrimientos excesivos, es indispensable que el movimiento obrero y popular haya acumulado grandes fuerzas de una manera más bien pacífica y legal (que es la manera adecuada al actual nivel de conciencia de las masas). Por eso, la actividad de los comunistas debe enfocarse principalmente en el movimiento sindical de los asalariados y en el movimiento democrático antimonopolista de las capas pequeñoburguesas; todo ello, apoyado por una agitación y una propaganda que sean audaces y prudentes a la vez.
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    La crisis económica y la perspectiva revolucionaria Empty Re: La crisis económica y la perspectiva revolucionaria

    Mensaje por Grande Miér Nov 10, 2010 10:46 am

    no cambiais... introducis el tema de la crisis y las alternativas... para acabar de nuevo hablando de la urss china y albania... jooooooder

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