Extraído de "De Tian An Men a Timisoara", por Ludo Martens, 1994.
Traducido por Unión Proletaria
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Mao Zedong y Enver Hoxha y la lucha sobre dos frentes
Cuando elaboremos nuestras posiciones políticas, es esencial combatir no solamente las desviaciones oportunistas de derecha, sino también las tendencias izquierdistas. También hay que esforzarse en localizar los aspectos contradictorios de las cuestiones que se debaten.
Desde 1978, cuando el Partido del Trabajo de Albania formuló críticas exageradas y acusaciones gratuitas sobre el Partido Comunista chino, dejamos de estudiar sus análisis. Aunque muchos de nuestros desacuerdos con el PTA tenían fundamento, esta actitud no puede justificarse. Incluso si unos partidos marxistas-leninistas cometen grave errores y se desvían por la vía del revisionismo o del izquierdismo, debemos estudiar su evolución, sacar lecciones de sus errores mientras seguimos sacando lecciones de sus experiencias válidas. En las críticas del oportunismo y del revisionismo que formuló el camarada Enver Hoxha, podemos encontrar muchos elementos válidos. Hubiéramos podido aprovecharlos sin por ello estar de acuerdo con la orientación global de su línea. Al mismo tiempo, la observación crítica de los errores izquierdistas de Enver Hoxha podría habernos puesto en guardia contra errores similares en nuestro propio partido.
A continuación analizamos algunos aspectos de los dos tomos que Enver Hoxha publicó bajo el título Reflexiones sobre China, publicados en Tirana en 1979.
Firmeza en los principios, flexibilidad en la táctica
Enver Hoxha dio muestras de una gran vigilancia hacia el oportunismo. Siempre tuvo en cuenta las posibles consecuencias de ciertos virajes derechistas.
Al comienzo de los años 60, cuando los revisionistas jruschovistas dieron algunos pasos “a la izquierda”, Enver Hoxha desmonta rápidamente su doble juego y desvela sus intenciones reales.
En 1962, cuando Jruschov pide el cese de la lucha ideológica, Enver Hoxha subraya que busca la tranquilidad para poder avanzar más lejos por el camino de la traición.
En 1965, tras la caída de Jruschov, Brezhnev propone a todos los revolucionarios la constitución de un “frente común antiimperialista”. Enver Hoxha ve inmediatamente cuáles son los objetivos de esta nueva táctica. Primero, atacar verbalmente y demagógicamente a los imperialistas para engatusar a los revolucionarios. Después, controlar a los comunistas chinos y tildarlos de “sectarios” y “anti-unitarios” en el caso de que osaran seguir luchando contra el revisionismo soviético. Finalmente, proseguir con la colaboración con el imperialismo americano pero con una mayor discreción de la que tuvo Jruschov, mientras se hacen algunos pequeños chantajes a los Estados Unidos. Y Enver Hoxha concluye que una unidad revolucionaria, combativa, contra el imperialismo no es posible mientras los soviéticos no renuncien a sus concepciones oportunistas fundamentales.
Pero también podemos notar, desde el principio, algunos aspectos izquierdistas en los análisis del PTA.
En 1962, el Partido Comunista chino propone aceptar una reunión con el PCUS para limar las divergencias y reforzar la unidad del campo socialista. El PCCh dice que hace falta mantener una cierta apariencia de unidad y levantar la bandera del marxismo-leninismo, la lucha antiimperialista y la unidad; esto propiciará mejores condiciones para que se desarrollen núcleos revolucionarios en diferentes partidos comunistas dirigidos por revisionistas.
Enver Hoxha concluye enseguida: “Este es un camino vacilante, oportunista y con concesiones.” Sin embargo, esta flexibilidad del PCCh estaba justificada y había que tener en cuenta la posibilidad de virajes políticos en el seno del PCUS. Había que mantener contactos tan amplios como fuera posible con el PCUS para influenciar a los miembros y a los cuadros en un sentido marxista-leninista. Enver Hoxha ve ahí “una acentuada tendencia hacia la moderación y la pasividad”. Lenin siempre defendió la firmeza en los principios y la flexibilidad en la táctica. Hoxha defiende la firmeza en los principios rechazando la flexibilidad, que según él siempre supondrá vacilación y concesiones.
Hoxha defiende su táctica izquierdista a partir de un análisis optimista e subjetivista de la situación en el movimiento comunista: “Los camaradas chinos parecen tener la moral hundida, recelan de la lucha contra los revisionistas, sobrestiman las fuerzas del enemigo y subestiman las nuestras.”
Clarividencia política y combate ventajoso
En 1964, Enver Hoxha desvela con gran perspicacia la tendencia al acercamiento entre los revisionistas yugoslavos, rumanos e italianos, tendencia que ve la luz en el seno del Partido Comunista chino. Subraya con mucha pertinencia: “Los grupos revisionistas, titistas y jruschovistas están a la cabeza del revisionismo moderno y se observa claramente en ellos la tendencia al reagrupamiento de dos polos en su seno: el polo soviético y el polo yugoslavo-policentrista italiano. Los titistas trabajan para consolidar los agrupamientos que dirigen y lo hacen como siempre, para hacer degenerar el marxismo-leninismo.”
En 1968, Enver Hoxha destaca cuatro debilidades y errores en la lucha llevada por el Partido Comunista chino contra el revisionismo.
“Los camaradas chinos no tienen una clara visión ideológica de las cosas. No conciben claramente lo que es el revisionismo moderno, el revisionismo titista y jruschovista, ni en qué consiste su gran nocividad. (…)
En segundo lugar, acerca de Tito y del titismo, siguen pensando que ‘no es Tito quien se equivocó, sino que fue Stalin quien se equivocó respecto a él’. Y cuando la coyuntura lleva a Tito a tener divergencias con los soviéticos, los camaradas chinos lo ven con mejores ojos. (…)
En tercer lugar, los camaradas chinos manifiestan en su lucha algunas tendencias al chovinismo contra la Unión Soviética, emiten algunas pretensiones territoriales y juicios poco fundados sobre los supuestos errores de Stalin en el movimiento comunista internacional.
En cuarto lugar, para los camaradas chinos, cualquiera que se presente como adversario de los soviéticos es un posible aliado, sin considerar la identidad de este pseudo-aliado.”
Pero el mismo Enver Hoxha también declara:
“El revisionismo moderno debe ser combatido por los marxistas-leninistas con perseverancia, sin vacilar, hasta el final, bajo la forma que sea, en cualquier tiempo y circunstancia.” “No le haremos ninguna concesión a Jruschov, no llegaríamos a ningún compromiso con él, porque es un traidor.” Es necesaria “la ruptura definitiva con los revisionistas.” “Educar a las masas para la revolución en los países revisionistas de Europa es una tarea indispensable. (…) (Los marxistas-leninistas deben) aceptar la lucha a ultranza contra las camarillas revisionistas-fascistas y consentir grandes sacrificios.”
Si podemos estar de acuerdo con Enver Hoxha en la necesidad de mostrarnos firmes en la lucha de principios contra el revisionismo, la flexibilidad en la táctica durante esta lucha también tiene una gran importancia. Hace falta un análisis concreto de las diversas corrientes políticas en los países socialistas, hay que saber dónde pueden producirse agrupamientos de fuerzas marxistas-leninistas, hay que mantener contacto con las fuerzas comunistas sanas, llegar a compromisos con traidores para estar en condiciones de mantener relaciones con los auténticos comunistas. Enver Hoxha niega todos estos principios. Sin embargo, sin flexibilidad en la táctica, no se puede hacer triunfar los principios justos. Conformarse con proclamar alto y claro los principios justos sin buscar la táctica que permita hacerlos triunfar, demuestra izquierdismo y lleva a la derrota.
El radicalismo izquierdista se basa en una falsa apreciación de la realidad política en los países dominados por los revisionistas. ¿Cómo pretende Enver Hoxha “educar a las masas para la revolución contra los revisionistas-fascistas”? ¿Acaso será una revolución sin partido comunista para dirigirla? ¿Acaso cree que los verdaderos comunistas ya se organizan fuera del partido para una nueva revolución proletaria? No había ni el menor indicio del surgimiento de un movimiento comunista fuera del partido, ni de un movimiento de masas de carácter revolucionario y proletario. Partiendo de estos dogmas ideológicos, Hoxha se empecina en no ver que los auténticos comunistas aún permanecen dentro del partido, pese a la traición de los dirigentes revisionistas.
Flexibilidad y radicalismo
Aferrándose a su posición izquierdista, Enver Hoxha siempre está a dos pasos de arremeter contra el Partido Comunista chino, que tilda de “vacilante”.
En noviembre de 1964, tras la caída de Jruschov, Chou en-Lai viajó a Moscú para tener discusiones con los dirigentes soviéticos a fin de ayudarles a dejar la vía revisionista. Chen Yi expuso a los camaradas albaneses la táctica del PCCh respecto a la dirección del PCUS. Si los dirigentes soviéticos tienen intención de dejar la vía de Jruschov, deben hacerlo con prudencia y circunspección, o sino los jruschovistas, que siguen estando fuertes, contraatacarán. “Conviene rectificar los errores gradualmente, tratándolos con un espíritu amistoso; no se debe evocar estos errores más que en el interior de los partidos hermanos y no hacerlos públicos.”
Esta táctica es correcta, siempre que parta de una firmeza en los principios. Incluso se puede dar otro argumento: aún si se rechaza entrar en una polémica con un partido hermano, uno tiene el deber de exponer públicamente sus propios puntos de vista y rechazar las posiciones que considera burguesas y pequeño-burguesas.
Pero Enver Hoxha denuncia inmediatamente la “línea oportunista y conciliadora” y incluso plantea la hipótesis de que “la delegación china traicionará”.
En septiembre de 1969, tras el funeral de Ho Chi Minh, Kosyguin se encontró con Chou en-Lai en el aeropuerto de Pekín. Abordaron el problema de las fronteras y Chou en-Lai propuso el cese de los enfrentamientos militares, el mantenimiento del statu quo y la retirada de las tropas de los dos partidos de las zonas disputadas. Trataron sobre problemas comerciales. Las condiciones preliminares de los chinos eran que no se detuviera la polémica ideológica y que las bases nucleares chinas no sean atacadas. Chou en-Lai dijo a los responsables albaneses que la URSS se disponía a atacar China, pero también que la dirección del PCUS estaba teniendo una crisis. China quería dividir a palomas y halcones y trabajaba para iniciar una distensión con la URSS.
Rita Marko, miembro del Buró Político del Partido albanés, le dijo a Chou en-Lai que este encuentro era un error y que le daría ventaja a los revisionistas. Chou en-Lai le contestó: “Sois extremistas”. Según Enver Hoxha, este último comentario da muestras de una “arrogancia inaudita”. “Ahora Chou en-Lai se ha montado en el caballo revisionista-oportunista.”
Las declaraciones de Enver Hoxha son efectivamente izquierdistas y extremistas.
Evidentemente, los marxistas-leninistas deben ser vigilantes. Y un acercamiento a una dirección revisionista puede ser el comienzo de un viraje hacia el revisionismo. Se sabe que el espíritu de conciliación hacia el oportunismo puede, poco a poco, arrastrar a un partido hacia el barrizal del oportunismo. Un error, por pequeño que sea al comienzo, puede alcanzar grandes proporciones si se profundiza en él. Cuando se inicia un proceso, se ha de reflexionar sobre sus posibles evoluciones.
Pero de los pasos tácticos emprendidos por el Partido Comunista chino – y que de hecho están completamente justificados – Enver Hoxha hace las extrapolaciones más extremas y negativas. Solamente tiene en cuenta las evoluciones más nefastas y se comporta como si esas evoluciones ya se hubiesen dado. Esto ya no es vigilancia, sino izquierdismo y sectarismo.
Además, se trataba esencialmente de relaciones entre Estados y es difícil de comprender cómo un contacto con el representante del Estado soviético, destinado a atenuar la tensión en las fronteras, pueda ser tildado de por sí de error político.
Nixon y el lacayo del imperialismo americano
En julio de 1971, Enver Hoxha pone el grito en el cielo: “Recibir al presidente Nixon y tener una entrevista con él, no es justo y no será aceptado por los pueblos, ni por los revolucionarios, ni por los auténticos comunistas.” “Con este acto político, los chinos desorientan el movimiento revolucionario mundial y apagan el ardor revolucionario.”
Con estas posiciones, Enver Hoxha roza el trotskismo.
Los comunistas se han pronunciado siempre por la coexistencia pacífica con los Estados capitalistas. Y desde el primer año de existencia de la Unión Soviética, Lenin mantuvo negociaciones con los Nixon de la época.
Tras la revolución de Octubre, Lenin aceptó negociar la paz con la Alemania del emperador Guillermo, en Brest-Litovsk. Se sabe que Trotsky se opuso a esas negociaciones. A comienzos de 1922, Lloyd George, el primer ministro de Gran Bretaña, la mayor potencia imperialista de la época, convocó una conferencia internacional para el enderezamiento de Europa, a la que fue invitada la URSS. Lenin pidió inmediatamente que la Unión Soviética envíe allí a sus representantes para defender el sistema socialista y dividir a sus enemigos. Tras la conferencia de Génova, en abril de 1922, la URSS firmó el tratado de Rapallo con la Alemania arruinada, asegurando así al Estado soviético mejores condiciones políticas y económicas para la construcción socialista.
En 1935, Stalin firmó un acuerdo con Laval, el reaccionario francés, contra el expansionismo del fascismo alemán. También en aquella ocasión, los trotskistas chillaron acusándole de traición. En 1939, Stalin recibió a Von Ribbentrop para firmar el Pacto germano-soviético que le dio al Estado soviético un año y medio de respiro antes de la guerra. La reacción mundial y el trotskismo se ensañaron contra este acuerdo.
Fue el imperialismo americano quien había rechazado reconocer a la China socialista, de 1949 hasta 1971. A consecuencia de la lucha de los pueblos del mundo entero, Nixon se vio obligado a reconocer el régimen de Mao y aceptó viajar a Pekín. Era el primer paso hacia el restablecimiento de los derechos de China en la ONU y en las organizaciones internacionales. Que el imperialismo americano se vea obligado, tras 22 años de boicot, a tratar a China de igual a igual, era una gran victoria para el socialismo en China.
Entonces, es difícil comprender cómo Enver Hoxha haya podido llegar a ciertas extravagancias pueriles. Se enfurece porque Chou en-Lai dijera: “El pueblo chino y el pueblo americano son amigos”: Y se indigna diciendo: “Para Chou, Nixon ha dejado de ser un imperialista, un fascista, un verdugo del pueblo. Esto se llama pasarse al bando de los lacayos del imperialismo.” Pareciera oírse a un trotskista hablando del pacto germano-soviético.
China: desviación oportunista o “social-imperialismo”
A partir de 1973, cuando la política exterior de China empezó a girar hacia la derecha, Enver Hoxha hizo algunas observaciones pertinentes acerca de la lucha de clases a escala internacional. Es indiscutible que el Partido Comunista chino, como nuestro propio partido por otra parte, podría haber sacado provecho de estas críticas y evitar la adopción de posiciones demasiado unilaterales.
Cuando China empezó a apoyar la Europa unida frente a las dos superpotencias, tanto en lo político como en lo económico y militar, Enver Hoxha hizo las siguientes observaciones: “Luchamos por acentuar las contradicciones, dice Chou En-lai. Hasta aquí podemos estar de acuerdo. ¿Pero a favor de quién deberíamos acentuarlas? ¿Solamente existen esas contradicciones? (…) ¿Deberíamos olvidar la gran cuestión de clase, la lucha del proletariado, es decir la solución de la gran contradicción entre el proletariado y la burguesía?”
Enver Hoxha jamás compartió el análisis del Partido Comunista chino que veía en la URSS de los años 1975-1985 a la superpotencia más peligrosa. Tampoco estuvo de acuerdo con la previsión según la cual la Unión Soviética desencadenaría una guerra por el control de Europa occidental. Para el PTA, la Unión Soviética más bien desencadenaría la guerra contra el eslabón débil del sistema capitalista mundial, golpearía allí donde pensaría obtener el mayor provecho.
Tampoco carecen de fundamento las observaciones de Enver Hoxha sobre el carácter nacionalista y antisoviético de la política exterior china de los años 70. “Esta política se rige por dos criterios fundamentales. El primero: la benevolencia o la ausencia de la misma hacia China. (…) Si le cantáis alabanzas, os manifiesta su adhesión, seáis quien seáis. El segundo: si estáis en contra de los revisionistas soviéticos, sois amigos de los chinos, seáis quien seáis.”
Enver Hoxha también tuvo razón al criticar la estrategia de Deng Xiaoping, quien declaró en 1977: “Hay que destruir el plan general de guerra preparado por la Unión Soviética, y espero que en esta lucha se reunirá el mundo entero, el tercer mundo, el segundo mundo, e incluso los Estados Unidos, que pertenecen al primer mundo. (…) Es preciso que esta movilización sea multilateral, política, ideológica, económica y militar.” Enver Hoxha denuncia el carácter aventurero y provocador de esta estrategia. “Poco le importa a Deng Xiaoping si las acciones que propone tendrán por efecto el hundir a los pueblos y al proletariado de todos los países en un baño de sangre. A este fascista no le importa la lucha de liberación de los pueblos contra el imperialismo, el social-imperialismo así como contra la burguesía reaccionaria de sus países.”
Pero al criticar las desviaciones oportunistas del Partido Comunista chino, Enver Hoxha se pierde en una verborrea izquierdista no menos peligrosa.
Desde el momento en que Nixon fuera recibido en China en 1971, Enver Hoxha planteó la hipótesis… ¡de que China se convierta en una nueva “superpotencia”! En el momento de la eliminación de la Banda de los Cuatro, volvió a evocar esta idea: “La misma China tenderá a convertirse en una gran potencia social-imperialista.” “La vía de Mao, Chou, Deng y Hua Kuo-Feng es la vía del capitalismo, la vía de la reacción y del social-imperialismo.” Acusando a China de conchabarse con anticomunistas, Enver Hoxha se hunde él mismo en un delirio izquierdista en el que él también se junta con cierta extrema derecha: “La lucha que lleva China contra el social-imperialismo soviético solamente tiene un carácter de expansión territorial. China tiene la ambición de ocupar territorios limítrofes al norte, como los de Siberia, Mongolia, etc. Por otra parte, también quisiera, si bien no poner la mano sobre ellos, al menos extender su influencia en la India y en otros países del sudeste asiático, como Indonesia, Filipinas, los países Extremo Oriente, Australia, etc.” Estas son, letra por letra, las tesis propagadas por la extrema derecha norteamericana.
El revisionismo y el izquierdismo abandonan el análisis materialista y riguroso de las realidades en movimiento y contradictorias entre sí. A menudo parten de premisas idealistas, se centran ciegamente sobre un aspecto de las cosas y lo desarrollan de forma rectilínea. A partir de algunas constataciones reales pero parciales, hacen extrapolaciones arbitrarias e idealistas. Tras una visita de Nixon y algunos gestos de reconciliación y compromiso con el imperialismo americano por parte de China, Enver Hoxha evoca la hipótesis de una superpotencia china que se encamina por la vía del expansionismo, luchando por la hegemonía mundial. Uno no puede basar una política marxista-leninista con tales florituras. En efecto, partiendo de las premisas de Enver Hoxha, se podría perfectamente considerar un porvenir diametralmente opuesto: el revisionismo en China restablecerá el capitalismo, la anarquía capitalista provocará el derrumbamiento de las autoridades centrales, China se dividirá y se convertirá de nuevo en una neo-colonia de varias potencias imperialistas.
La manera unilateral, arbitraria y extremista de analizar las divergencias ideológicas y políticas se manifiesta sobre todo en la siguiente observación, que Enver Hoxha formula en 1976, cuando predice que China se convertirá en una superpotencia: “Habíamos previsto esta situación hace mucho tiempo, en 1960 (!), cuando los dirigentes chinos fingían defendernos contra los jruschovistas.” De la menor indecisión táctica a la completa degeneración en superpotencia expansionista: para Enver Hoxha, es imposible escapar de este encadenamiento lógico…
¿Crítica del revisionismo o lucha extremista?
Es cierto que Enver Hoxha avisó sobre el peligro de reconciliación de la dirección china con algunas corrientes revisionistas.
En 1977, predice que tras la reconciliación política con el revisionismo yugoslavo y rumano, China se acercará a Polonia y Hungría. “Así piensa juntar esos países o separarlos de la Unión Soviética. He aquí una vieja política del imperialismo americano y británico de la que Tito, bajo la máscara del supuesto socialismo científico, es la vanguardia con sus maniobras políticas.” Y Enver Hoxha denuncia el “socialismo específico con los colores del país” defendido por Tito, Togliatti y ahora también por China. “Es la vía de la alianza con todos los demás partidos revisionistas de Occidente o de los otros continentes.” Ahí, Enver Hoxha acertó.
Pero en lugar de hacer un análisis concreto de las luchas políticas en el seno del Partido Comunista chino – de las tendencias revisionistas que indiscutiblemente están presentes, como de la corriente marxista-leninista –, Enver Hoxha se pierde de nuevo en exageraciones izquierdistas y afirmaciones arbitrarias. No hay mucho lugar para la dialéctica cuando se declara perentoriamente que todos están podridos y que se les combatirá a todos sin vacilar. “No debemos alimentar ninguna esperanza en que los revisionistas chinos puedan enmendarse, ni tener la mínima indecisión en nuestra actitud hacia ellos.” ¡Pero Enver Hoxha cree que aún tiene más cosas que demostrar, en especial, que Mao Zedong nunca ha sido un marxista! “Mao sigue diciendo que ‘el campesinado es la fuerza dirigente más revolucionaria, y que es sobre ésta que debe apoyarse la revolución’. Para Mao, el papel del proletariado en la revolución no está más que en segundo lugar, por no decir que en tercer lugar”. “Otra expresión de esta línea antimarxista de Mao es la concepción según la cual ‘las ciudades deben ser cercadas por el campo’. En otras palabras, es el campesinado pobre el que debe guiar la revolución, porque ‘el proletariado de las ciudades ha perdido su espíritu revolucionario, se ha vuelto conservador’.” El primer texto del primer volumen de Mao, Análisis de las clases de la sociedad china, publicado en 1926, ya permite refutar estas elucubraciones de Enver Hoxha. Durante toda de la revolución, el Partido Comunista chino emprendió un intenso trabajo clandestino entre los obreros. Muchos cuadros obreros, a punto de ser descubiertos por la policía, fueron transferidos hacia las zonas de guerrilla donde se reunieron con los cuadros proletarios que siempre constituyeron el armazón político del ejército campesino.
También es interesante constatar, una vez más, que los “análisis” izquierdistas y extremistas se despegan de la realidad y que desconocen la dialéctica. Por este motivo, pueden fácilmente juntarse con los “análisis” revisionistas. En efecto, las flagrantes no-verdades de Enver Hoxha que acabamos de mencionar parecen sacadas de las innumerables obras que los brezhnevistas han escrito sobre el “maoísmo”.
La lucha en el seno del partido: liberalismo e izquierdismo
Enver Hoxha hizo algunas críticas sobre la manera con la que el Partido Comunista chino lleva la lucha interior. Merecen una reflexión. En 1966-67, hizo los comentarios siguientes sobre la lucha contra los revisionistas durante la Revolución Cultural.
“Hace falta golpear a los enemigos, no solamente con palabras y carteles, sino también, si hiciera falta, con una bala en la cabeza. El enemigo debe sentir profundamente, hasta la médula, los golpes de la dictadura del proletariado.” “Si se sigue por la vía oportunista de la ‘educación y la reeducación’, uno se expone a grandes peligros.” “Una revolución que no golpea a los jefes de la traición, no es una revolución.” “Actualmente, mientras se desarrolla la revolución para arrancar el poder de las manos de los revisionistas, observamos manifestaciones de diletantismo, tolerancia, indolencia y liberalismo hacia los elementos anti-partido. Hemos observado que brilla por su ausencia la disciplina de hierro que debe existir en el partido y en la revolución.” “Se observada una actitud oportunista, liberal-burguesa hacia estos elementos hostiles, anti-partido. Jruschov elogiaba a los chinos por esta actitud y Mikoyan lo calificó de ‘buena actitud de los camaradas chinos’ y de ‘no tener nada en común con la política que llevaba Stalin con los cuadros’.” “Junto con el resto de su grupo, Liu Shao-shi bajará de nuevo la cabeza, como lo hizo otras veces, y la levantará, al igual que la levantó otras veces. Pero Mao ya no estará allí para salvar la situación.”
Los acontecimientos de estos últimos quince años le han dado toda su significación a estas observaciones. Deng Xiaoping y los demás miembros del grupo de Liu Shao-shi hicieron su autocrítica y prometieron que no volverían a poner en tela de juicio las justas conclusiones de la Revolución Cultural. Pero una vez en el poder, permitieron que Hu Yaobang y a Zhao Ziyang practiquen un revisionismo mucho más extremo que el que Mao combatió en 1966. Está claro que el PCCh se encuentra con grandes dificultades para definir una línea marxista-leninista coherente en lo que respecta a la dictadura del proletariado, la lucha de clases bajo el socialismo y la educación marxista-leninista. El partido no ha sido capaz de discriminar entre la crítica-educación de los cuadros que hayan cometido errores oportunistas y la depuración de los revisionistas recalcitrantes. Y se hace de manifiesto que los revisionistas mejoran sus tácticas para esconder sus intenciones, ocupar posiciones dirigentes y reclutar elementos burgueses.
Pero Enver Hoxha saca conclusiones arbitrarias y exageradas de su constatación de los errores oportunistas. Apenas desarrolla el concepto de ‘lucha política, crítica, educación y reeducación de los cuadros’ y pone el acento de forma unilateral sobre la depuración y la represión.
En 1975, varios cuadros del PTA, entre los cuales estaba Beqir Balluku, ministro de Defensa y miembro del Buró Político, fueron ejecutados. Enver Hoxha habla del “complot militar-económico conducido por Beqir Balluku, Petrit Dume, Hito Kato, Abdyl Këllezi, Koço Theobdhosi, Lipe Nashi, etc. El objetivo de estos traidores era liquidar el partido y su dirección marxista-leninista, hacer de Albania un país revisionista”. Eran “antiguos agentes de los soviéticos, pero también se ligaron a los chinos”. ¿De qué crímenes se les acusaba? “El plan estratégico hostil que preparaba Beqir Balluku (ministro de Defensa) estaba elaborado por sugerencia de Chou En-lai.” “Chou En-lai le dijo a Beqir Balluku: ‘Para vosotros, no hay otra estrategia que la del maquis’. En otras palabras: ‘Huid a las montañas desde el primer día de ataque del enemigo’.” “Chou En-lai le reiteró a Adil Carçani su plan diabólico: ‘Uníos con los demás países de los Balcanes, independientemente de vuestras diferencias’. ¡Qué infame enemigo y abyecto pseudo-marxista!” Los crímenes de Adil Carçani eran “la descentralización de la economía, los pasos hacia la autogestión, el sabotaje de nuestra industria petrolífera, el inflamiento de la burocracia”. “Es muy posible que Abdyl Këllezi, siendo el hombre de los yugoslavos, haya sido al mismo tiempo el hombre de los chinos. Por tanto (!), este complot parece haber sido muy extenso.” En 1976, en el momento de la eliminación de la Banda de los Cuatro, Enver Hoxha formula la consigna de la lucha “contra el social-imperialismo chino” y afirma que Chou En-lai había actuado contra Albania desde hacía varios años, saboteando su economía mediante una ayuda insuficiente y la demora del envío de máquinas. Luego asegura que “Beqir Belluku y Abdyl Këllezi eran sus cómplices en el complot tramado contra Albania para derrocar nuestra dirección”.
Para Enver Hoxha, toda divergencia seria se convierte en complot. Pocos esfuerzos se realizan para resolver divergencias – e incluso divergencias graves – mediante la discusión y la lucha política. Los balances de estas luchas políticas no son utilizados para la educación y la unificación política e ideológica de los cuadros. Reina una unidad aparente, pero no está basada en una comprensión común de las contradicciones que se han conocido en el transcurso de la lucha.
Traducido por Unión Proletaria
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Mao Zedong y Enver Hoxha y la lucha sobre dos frentes
Cuando elaboremos nuestras posiciones políticas, es esencial combatir no solamente las desviaciones oportunistas de derecha, sino también las tendencias izquierdistas. También hay que esforzarse en localizar los aspectos contradictorios de las cuestiones que se debaten.
Desde 1978, cuando el Partido del Trabajo de Albania formuló críticas exageradas y acusaciones gratuitas sobre el Partido Comunista chino, dejamos de estudiar sus análisis. Aunque muchos de nuestros desacuerdos con el PTA tenían fundamento, esta actitud no puede justificarse. Incluso si unos partidos marxistas-leninistas cometen grave errores y se desvían por la vía del revisionismo o del izquierdismo, debemos estudiar su evolución, sacar lecciones de sus errores mientras seguimos sacando lecciones de sus experiencias válidas. En las críticas del oportunismo y del revisionismo que formuló el camarada Enver Hoxha, podemos encontrar muchos elementos válidos. Hubiéramos podido aprovecharlos sin por ello estar de acuerdo con la orientación global de su línea. Al mismo tiempo, la observación crítica de los errores izquierdistas de Enver Hoxha podría habernos puesto en guardia contra errores similares en nuestro propio partido.
A continuación analizamos algunos aspectos de los dos tomos que Enver Hoxha publicó bajo el título Reflexiones sobre China, publicados en Tirana en 1979.
Firmeza en los principios, flexibilidad en la táctica
Enver Hoxha dio muestras de una gran vigilancia hacia el oportunismo. Siempre tuvo en cuenta las posibles consecuencias de ciertos virajes derechistas.
Al comienzo de los años 60, cuando los revisionistas jruschovistas dieron algunos pasos “a la izquierda”, Enver Hoxha desmonta rápidamente su doble juego y desvela sus intenciones reales.
En 1962, cuando Jruschov pide el cese de la lucha ideológica, Enver Hoxha subraya que busca la tranquilidad para poder avanzar más lejos por el camino de la traición.
En 1965, tras la caída de Jruschov, Brezhnev propone a todos los revolucionarios la constitución de un “frente común antiimperialista”. Enver Hoxha ve inmediatamente cuáles son los objetivos de esta nueva táctica. Primero, atacar verbalmente y demagógicamente a los imperialistas para engatusar a los revolucionarios. Después, controlar a los comunistas chinos y tildarlos de “sectarios” y “anti-unitarios” en el caso de que osaran seguir luchando contra el revisionismo soviético. Finalmente, proseguir con la colaboración con el imperialismo americano pero con una mayor discreción de la que tuvo Jruschov, mientras se hacen algunos pequeños chantajes a los Estados Unidos. Y Enver Hoxha concluye que una unidad revolucionaria, combativa, contra el imperialismo no es posible mientras los soviéticos no renuncien a sus concepciones oportunistas fundamentales.
Pero también podemos notar, desde el principio, algunos aspectos izquierdistas en los análisis del PTA.
En 1962, el Partido Comunista chino propone aceptar una reunión con el PCUS para limar las divergencias y reforzar la unidad del campo socialista. El PCCh dice que hace falta mantener una cierta apariencia de unidad y levantar la bandera del marxismo-leninismo, la lucha antiimperialista y la unidad; esto propiciará mejores condiciones para que se desarrollen núcleos revolucionarios en diferentes partidos comunistas dirigidos por revisionistas.
Enver Hoxha concluye enseguida: “Este es un camino vacilante, oportunista y con concesiones.” Sin embargo, esta flexibilidad del PCCh estaba justificada y había que tener en cuenta la posibilidad de virajes políticos en el seno del PCUS. Había que mantener contactos tan amplios como fuera posible con el PCUS para influenciar a los miembros y a los cuadros en un sentido marxista-leninista. Enver Hoxha ve ahí “una acentuada tendencia hacia la moderación y la pasividad”. Lenin siempre defendió la firmeza en los principios y la flexibilidad en la táctica. Hoxha defiende la firmeza en los principios rechazando la flexibilidad, que según él siempre supondrá vacilación y concesiones.
Hoxha defiende su táctica izquierdista a partir de un análisis optimista e subjetivista de la situación en el movimiento comunista: “Los camaradas chinos parecen tener la moral hundida, recelan de la lucha contra los revisionistas, sobrestiman las fuerzas del enemigo y subestiman las nuestras.”
Clarividencia política y combate ventajoso
En 1964, Enver Hoxha desvela con gran perspicacia la tendencia al acercamiento entre los revisionistas yugoslavos, rumanos e italianos, tendencia que ve la luz en el seno del Partido Comunista chino. Subraya con mucha pertinencia: “Los grupos revisionistas, titistas y jruschovistas están a la cabeza del revisionismo moderno y se observa claramente en ellos la tendencia al reagrupamiento de dos polos en su seno: el polo soviético y el polo yugoslavo-policentrista italiano. Los titistas trabajan para consolidar los agrupamientos que dirigen y lo hacen como siempre, para hacer degenerar el marxismo-leninismo.”
En 1968, Enver Hoxha destaca cuatro debilidades y errores en la lucha llevada por el Partido Comunista chino contra el revisionismo.
“Los camaradas chinos no tienen una clara visión ideológica de las cosas. No conciben claramente lo que es el revisionismo moderno, el revisionismo titista y jruschovista, ni en qué consiste su gran nocividad. (…)
En segundo lugar, acerca de Tito y del titismo, siguen pensando que ‘no es Tito quien se equivocó, sino que fue Stalin quien se equivocó respecto a él’. Y cuando la coyuntura lleva a Tito a tener divergencias con los soviéticos, los camaradas chinos lo ven con mejores ojos. (…)
En tercer lugar, los camaradas chinos manifiestan en su lucha algunas tendencias al chovinismo contra la Unión Soviética, emiten algunas pretensiones territoriales y juicios poco fundados sobre los supuestos errores de Stalin en el movimiento comunista internacional.
En cuarto lugar, para los camaradas chinos, cualquiera que se presente como adversario de los soviéticos es un posible aliado, sin considerar la identidad de este pseudo-aliado.”
Pero el mismo Enver Hoxha también declara:
“El revisionismo moderno debe ser combatido por los marxistas-leninistas con perseverancia, sin vacilar, hasta el final, bajo la forma que sea, en cualquier tiempo y circunstancia.” “No le haremos ninguna concesión a Jruschov, no llegaríamos a ningún compromiso con él, porque es un traidor.” Es necesaria “la ruptura definitiva con los revisionistas.” “Educar a las masas para la revolución en los países revisionistas de Europa es una tarea indispensable. (…) (Los marxistas-leninistas deben) aceptar la lucha a ultranza contra las camarillas revisionistas-fascistas y consentir grandes sacrificios.”
Si podemos estar de acuerdo con Enver Hoxha en la necesidad de mostrarnos firmes en la lucha de principios contra el revisionismo, la flexibilidad en la táctica durante esta lucha también tiene una gran importancia. Hace falta un análisis concreto de las diversas corrientes políticas en los países socialistas, hay que saber dónde pueden producirse agrupamientos de fuerzas marxistas-leninistas, hay que mantener contacto con las fuerzas comunistas sanas, llegar a compromisos con traidores para estar en condiciones de mantener relaciones con los auténticos comunistas. Enver Hoxha niega todos estos principios. Sin embargo, sin flexibilidad en la táctica, no se puede hacer triunfar los principios justos. Conformarse con proclamar alto y claro los principios justos sin buscar la táctica que permita hacerlos triunfar, demuestra izquierdismo y lleva a la derrota.
El radicalismo izquierdista se basa en una falsa apreciación de la realidad política en los países dominados por los revisionistas. ¿Cómo pretende Enver Hoxha “educar a las masas para la revolución contra los revisionistas-fascistas”? ¿Acaso será una revolución sin partido comunista para dirigirla? ¿Acaso cree que los verdaderos comunistas ya se organizan fuera del partido para una nueva revolución proletaria? No había ni el menor indicio del surgimiento de un movimiento comunista fuera del partido, ni de un movimiento de masas de carácter revolucionario y proletario. Partiendo de estos dogmas ideológicos, Hoxha se empecina en no ver que los auténticos comunistas aún permanecen dentro del partido, pese a la traición de los dirigentes revisionistas.
Flexibilidad y radicalismo
Aferrándose a su posición izquierdista, Enver Hoxha siempre está a dos pasos de arremeter contra el Partido Comunista chino, que tilda de “vacilante”.
En noviembre de 1964, tras la caída de Jruschov, Chou en-Lai viajó a Moscú para tener discusiones con los dirigentes soviéticos a fin de ayudarles a dejar la vía revisionista. Chen Yi expuso a los camaradas albaneses la táctica del PCCh respecto a la dirección del PCUS. Si los dirigentes soviéticos tienen intención de dejar la vía de Jruschov, deben hacerlo con prudencia y circunspección, o sino los jruschovistas, que siguen estando fuertes, contraatacarán. “Conviene rectificar los errores gradualmente, tratándolos con un espíritu amistoso; no se debe evocar estos errores más que en el interior de los partidos hermanos y no hacerlos públicos.”
Esta táctica es correcta, siempre que parta de una firmeza en los principios. Incluso se puede dar otro argumento: aún si se rechaza entrar en una polémica con un partido hermano, uno tiene el deber de exponer públicamente sus propios puntos de vista y rechazar las posiciones que considera burguesas y pequeño-burguesas.
Pero Enver Hoxha denuncia inmediatamente la “línea oportunista y conciliadora” y incluso plantea la hipótesis de que “la delegación china traicionará”.
En septiembre de 1969, tras el funeral de Ho Chi Minh, Kosyguin se encontró con Chou en-Lai en el aeropuerto de Pekín. Abordaron el problema de las fronteras y Chou en-Lai propuso el cese de los enfrentamientos militares, el mantenimiento del statu quo y la retirada de las tropas de los dos partidos de las zonas disputadas. Trataron sobre problemas comerciales. Las condiciones preliminares de los chinos eran que no se detuviera la polémica ideológica y que las bases nucleares chinas no sean atacadas. Chou en-Lai dijo a los responsables albaneses que la URSS se disponía a atacar China, pero también que la dirección del PCUS estaba teniendo una crisis. China quería dividir a palomas y halcones y trabajaba para iniciar una distensión con la URSS.
Rita Marko, miembro del Buró Político del Partido albanés, le dijo a Chou en-Lai que este encuentro era un error y que le daría ventaja a los revisionistas. Chou en-Lai le contestó: “Sois extremistas”. Según Enver Hoxha, este último comentario da muestras de una “arrogancia inaudita”. “Ahora Chou en-Lai se ha montado en el caballo revisionista-oportunista.”
Las declaraciones de Enver Hoxha son efectivamente izquierdistas y extremistas.
Evidentemente, los marxistas-leninistas deben ser vigilantes. Y un acercamiento a una dirección revisionista puede ser el comienzo de un viraje hacia el revisionismo. Se sabe que el espíritu de conciliación hacia el oportunismo puede, poco a poco, arrastrar a un partido hacia el barrizal del oportunismo. Un error, por pequeño que sea al comienzo, puede alcanzar grandes proporciones si se profundiza en él. Cuando se inicia un proceso, se ha de reflexionar sobre sus posibles evoluciones.
Pero de los pasos tácticos emprendidos por el Partido Comunista chino – y que de hecho están completamente justificados – Enver Hoxha hace las extrapolaciones más extremas y negativas. Solamente tiene en cuenta las evoluciones más nefastas y se comporta como si esas evoluciones ya se hubiesen dado. Esto ya no es vigilancia, sino izquierdismo y sectarismo.
Además, se trataba esencialmente de relaciones entre Estados y es difícil de comprender cómo un contacto con el representante del Estado soviético, destinado a atenuar la tensión en las fronteras, pueda ser tildado de por sí de error político.
Nixon y el lacayo del imperialismo americano
En julio de 1971, Enver Hoxha pone el grito en el cielo: “Recibir al presidente Nixon y tener una entrevista con él, no es justo y no será aceptado por los pueblos, ni por los revolucionarios, ni por los auténticos comunistas.” “Con este acto político, los chinos desorientan el movimiento revolucionario mundial y apagan el ardor revolucionario.”
Con estas posiciones, Enver Hoxha roza el trotskismo.
Los comunistas se han pronunciado siempre por la coexistencia pacífica con los Estados capitalistas. Y desde el primer año de existencia de la Unión Soviética, Lenin mantuvo negociaciones con los Nixon de la época.
Tras la revolución de Octubre, Lenin aceptó negociar la paz con la Alemania del emperador Guillermo, en Brest-Litovsk. Se sabe que Trotsky se opuso a esas negociaciones. A comienzos de 1922, Lloyd George, el primer ministro de Gran Bretaña, la mayor potencia imperialista de la época, convocó una conferencia internacional para el enderezamiento de Europa, a la que fue invitada la URSS. Lenin pidió inmediatamente que la Unión Soviética envíe allí a sus representantes para defender el sistema socialista y dividir a sus enemigos. Tras la conferencia de Génova, en abril de 1922, la URSS firmó el tratado de Rapallo con la Alemania arruinada, asegurando así al Estado soviético mejores condiciones políticas y económicas para la construcción socialista.
En 1935, Stalin firmó un acuerdo con Laval, el reaccionario francés, contra el expansionismo del fascismo alemán. También en aquella ocasión, los trotskistas chillaron acusándole de traición. En 1939, Stalin recibió a Von Ribbentrop para firmar el Pacto germano-soviético que le dio al Estado soviético un año y medio de respiro antes de la guerra. La reacción mundial y el trotskismo se ensañaron contra este acuerdo.
Fue el imperialismo americano quien había rechazado reconocer a la China socialista, de 1949 hasta 1971. A consecuencia de la lucha de los pueblos del mundo entero, Nixon se vio obligado a reconocer el régimen de Mao y aceptó viajar a Pekín. Era el primer paso hacia el restablecimiento de los derechos de China en la ONU y en las organizaciones internacionales. Que el imperialismo americano se vea obligado, tras 22 años de boicot, a tratar a China de igual a igual, era una gran victoria para el socialismo en China.
Entonces, es difícil comprender cómo Enver Hoxha haya podido llegar a ciertas extravagancias pueriles. Se enfurece porque Chou en-Lai dijera: “El pueblo chino y el pueblo americano son amigos”: Y se indigna diciendo: “Para Chou, Nixon ha dejado de ser un imperialista, un fascista, un verdugo del pueblo. Esto se llama pasarse al bando de los lacayos del imperialismo.” Pareciera oírse a un trotskista hablando del pacto germano-soviético.
China: desviación oportunista o “social-imperialismo”
A partir de 1973, cuando la política exterior de China empezó a girar hacia la derecha, Enver Hoxha hizo algunas observaciones pertinentes acerca de la lucha de clases a escala internacional. Es indiscutible que el Partido Comunista chino, como nuestro propio partido por otra parte, podría haber sacado provecho de estas críticas y evitar la adopción de posiciones demasiado unilaterales.
Cuando China empezó a apoyar la Europa unida frente a las dos superpotencias, tanto en lo político como en lo económico y militar, Enver Hoxha hizo las siguientes observaciones: “Luchamos por acentuar las contradicciones, dice Chou En-lai. Hasta aquí podemos estar de acuerdo. ¿Pero a favor de quién deberíamos acentuarlas? ¿Solamente existen esas contradicciones? (…) ¿Deberíamos olvidar la gran cuestión de clase, la lucha del proletariado, es decir la solución de la gran contradicción entre el proletariado y la burguesía?”
Enver Hoxha jamás compartió el análisis del Partido Comunista chino que veía en la URSS de los años 1975-1985 a la superpotencia más peligrosa. Tampoco estuvo de acuerdo con la previsión según la cual la Unión Soviética desencadenaría una guerra por el control de Europa occidental. Para el PTA, la Unión Soviética más bien desencadenaría la guerra contra el eslabón débil del sistema capitalista mundial, golpearía allí donde pensaría obtener el mayor provecho.
Tampoco carecen de fundamento las observaciones de Enver Hoxha sobre el carácter nacionalista y antisoviético de la política exterior china de los años 70. “Esta política se rige por dos criterios fundamentales. El primero: la benevolencia o la ausencia de la misma hacia China. (…) Si le cantáis alabanzas, os manifiesta su adhesión, seáis quien seáis. El segundo: si estáis en contra de los revisionistas soviéticos, sois amigos de los chinos, seáis quien seáis.”
Enver Hoxha también tuvo razón al criticar la estrategia de Deng Xiaoping, quien declaró en 1977: “Hay que destruir el plan general de guerra preparado por la Unión Soviética, y espero que en esta lucha se reunirá el mundo entero, el tercer mundo, el segundo mundo, e incluso los Estados Unidos, que pertenecen al primer mundo. (…) Es preciso que esta movilización sea multilateral, política, ideológica, económica y militar.” Enver Hoxha denuncia el carácter aventurero y provocador de esta estrategia. “Poco le importa a Deng Xiaoping si las acciones que propone tendrán por efecto el hundir a los pueblos y al proletariado de todos los países en un baño de sangre. A este fascista no le importa la lucha de liberación de los pueblos contra el imperialismo, el social-imperialismo así como contra la burguesía reaccionaria de sus países.”
Pero al criticar las desviaciones oportunistas del Partido Comunista chino, Enver Hoxha se pierde en una verborrea izquierdista no menos peligrosa.
Desde el momento en que Nixon fuera recibido en China en 1971, Enver Hoxha planteó la hipótesis… ¡de que China se convierta en una nueva “superpotencia”! En el momento de la eliminación de la Banda de los Cuatro, volvió a evocar esta idea: “La misma China tenderá a convertirse en una gran potencia social-imperialista.” “La vía de Mao, Chou, Deng y Hua Kuo-Feng es la vía del capitalismo, la vía de la reacción y del social-imperialismo.” Acusando a China de conchabarse con anticomunistas, Enver Hoxha se hunde él mismo en un delirio izquierdista en el que él también se junta con cierta extrema derecha: “La lucha que lleva China contra el social-imperialismo soviético solamente tiene un carácter de expansión territorial. China tiene la ambición de ocupar territorios limítrofes al norte, como los de Siberia, Mongolia, etc. Por otra parte, también quisiera, si bien no poner la mano sobre ellos, al menos extender su influencia en la India y en otros países del sudeste asiático, como Indonesia, Filipinas, los países Extremo Oriente, Australia, etc.” Estas son, letra por letra, las tesis propagadas por la extrema derecha norteamericana.
El revisionismo y el izquierdismo abandonan el análisis materialista y riguroso de las realidades en movimiento y contradictorias entre sí. A menudo parten de premisas idealistas, se centran ciegamente sobre un aspecto de las cosas y lo desarrollan de forma rectilínea. A partir de algunas constataciones reales pero parciales, hacen extrapolaciones arbitrarias e idealistas. Tras una visita de Nixon y algunos gestos de reconciliación y compromiso con el imperialismo americano por parte de China, Enver Hoxha evoca la hipótesis de una superpotencia china que se encamina por la vía del expansionismo, luchando por la hegemonía mundial. Uno no puede basar una política marxista-leninista con tales florituras. En efecto, partiendo de las premisas de Enver Hoxha, se podría perfectamente considerar un porvenir diametralmente opuesto: el revisionismo en China restablecerá el capitalismo, la anarquía capitalista provocará el derrumbamiento de las autoridades centrales, China se dividirá y se convertirá de nuevo en una neo-colonia de varias potencias imperialistas.
La manera unilateral, arbitraria y extremista de analizar las divergencias ideológicas y políticas se manifiesta sobre todo en la siguiente observación, que Enver Hoxha formula en 1976, cuando predice que China se convertirá en una superpotencia: “Habíamos previsto esta situación hace mucho tiempo, en 1960 (!), cuando los dirigentes chinos fingían defendernos contra los jruschovistas.” De la menor indecisión táctica a la completa degeneración en superpotencia expansionista: para Enver Hoxha, es imposible escapar de este encadenamiento lógico…
¿Crítica del revisionismo o lucha extremista?
Es cierto que Enver Hoxha avisó sobre el peligro de reconciliación de la dirección china con algunas corrientes revisionistas.
En 1977, predice que tras la reconciliación política con el revisionismo yugoslavo y rumano, China se acercará a Polonia y Hungría. “Así piensa juntar esos países o separarlos de la Unión Soviética. He aquí una vieja política del imperialismo americano y británico de la que Tito, bajo la máscara del supuesto socialismo científico, es la vanguardia con sus maniobras políticas.” Y Enver Hoxha denuncia el “socialismo específico con los colores del país” defendido por Tito, Togliatti y ahora también por China. “Es la vía de la alianza con todos los demás partidos revisionistas de Occidente o de los otros continentes.” Ahí, Enver Hoxha acertó.
Pero en lugar de hacer un análisis concreto de las luchas políticas en el seno del Partido Comunista chino – de las tendencias revisionistas que indiscutiblemente están presentes, como de la corriente marxista-leninista –, Enver Hoxha se pierde de nuevo en exageraciones izquierdistas y afirmaciones arbitrarias. No hay mucho lugar para la dialéctica cuando se declara perentoriamente que todos están podridos y que se les combatirá a todos sin vacilar. “No debemos alimentar ninguna esperanza en que los revisionistas chinos puedan enmendarse, ni tener la mínima indecisión en nuestra actitud hacia ellos.” ¡Pero Enver Hoxha cree que aún tiene más cosas que demostrar, en especial, que Mao Zedong nunca ha sido un marxista! “Mao sigue diciendo que ‘el campesinado es la fuerza dirigente más revolucionaria, y que es sobre ésta que debe apoyarse la revolución’. Para Mao, el papel del proletariado en la revolución no está más que en segundo lugar, por no decir que en tercer lugar”. “Otra expresión de esta línea antimarxista de Mao es la concepción según la cual ‘las ciudades deben ser cercadas por el campo’. En otras palabras, es el campesinado pobre el que debe guiar la revolución, porque ‘el proletariado de las ciudades ha perdido su espíritu revolucionario, se ha vuelto conservador’.” El primer texto del primer volumen de Mao, Análisis de las clases de la sociedad china, publicado en 1926, ya permite refutar estas elucubraciones de Enver Hoxha. Durante toda de la revolución, el Partido Comunista chino emprendió un intenso trabajo clandestino entre los obreros. Muchos cuadros obreros, a punto de ser descubiertos por la policía, fueron transferidos hacia las zonas de guerrilla donde se reunieron con los cuadros proletarios que siempre constituyeron el armazón político del ejército campesino.
También es interesante constatar, una vez más, que los “análisis” izquierdistas y extremistas se despegan de la realidad y que desconocen la dialéctica. Por este motivo, pueden fácilmente juntarse con los “análisis” revisionistas. En efecto, las flagrantes no-verdades de Enver Hoxha que acabamos de mencionar parecen sacadas de las innumerables obras que los brezhnevistas han escrito sobre el “maoísmo”.
La lucha en el seno del partido: liberalismo e izquierdismo
Enver Hoxha hizo algunas críticas sobre la manera con la que el Partido Comunista chino lleva la lucha interior. Merecen una reflexión. En 1966-67, hizo los comentarios siguientes sobre la lucha contra los revisionistas durante la Revolución Cultural.
“Hace falta golpear a los enemigos, no solamente con palabras y carteles, sino también, si hiciera falta, con una bala en la cabeza. El enemigo debe sentir profundamente, hasta la médula, los golpes de la dictadura del proletariado.” “Si se sigue por la vía oportunista de la ‘educación y la reeducación’, uno se expone a grandes peligros.” “Una revolución que no golpea a los jefes de la traición, no es una revolución.” “Actualmente, mientras se desarrolla la revolución para arrancar el poder de las manos de los revisionistas, observamos manifestaciones de diletantismo, tolerancia, indolencia y liberalismo hacia los elementos anti-partido. Hemos observado que brilla por su ausencia la disciplina de hierro que debe existir en el partido y en la revolución.” “Se observada una actitud oportunista, liberal-burguesa hacia estos elementos hostiles, anti-partido. Jruschov elogiaba a los chinos por esta actitud y Mikoyan lo calificó de ‘buena actitud de los camaradas chinos’ y de ‘no tener nada en común con la política que llevaba Stalin con los cuadros’.” “Junto con el resto de su grupo, Liu Shao-shi bajará de nuevo la cabeza, como lo hizo otras veces, y la levantará, al igual que la levantó otras veces. Pero Mao ya no estará allí para salvar la situación.”
Los acontecimientos de estos últimos quince años le han dado toda su significación a estas observaciones. Deng Xiaoping y los demás miembros del grupo de Liu Shao-shi hicieron su autocrítica y prometieron que no volverían a poner en tela de juicio las justas conclusiones de la Revolución Cultural. Pero una vez en el poder, permitieron que Hu Yaobang y a Zhao Ziyang practiquen un revisionismo mucho más extremo que el que Mao combatió en 1966. Está claro que el PCCh se encuentra con grandes dificultades para definir una línea marxista-leninista coherente en lo que respecta a la dictadura del proletariado, la lucha de clases bajo el socialismo y la educación marxista-leninista. El partido no ha sido capaz de discriminar entre la crítica-educación de los cuadros que hayan cometido errores oportunistas y la depuración de los revisionistas recalcitrantes. Y se hace de manifiesto que los revisionistas mejoran sus tácticas para esconder sus intenciones, ocupar posiciones dirigentes y reclutar elementos burgueses.
Pero Enver Hoxha saca conclusiones arbitrarias y exageradas de su constatación de los errores oportunistas. Apenas desarrolla el concepto de ‘lucha política, crítica, educación y reeducación de los cuadros’ y pone el acento de forma unilateral sobre la depuración y la represión.
En 1975, varios cuadros del PTA, entre los cuales estaba Beqir Balluku, ministro de Defensa y miembro del Buró Político, fueron ejecutados. Enver Hoxha habla del “complot militar-económico conducido por Beqir Balluku, Petrit Dume, Hito Kato, Abdyl Këllezi, Koço Theobdhosi, Lipe Nashi, etc. El objetivo de estos traidores era liquidar el partido y su dirección marxista-leninista, hacer de Albania un país revisionista”. Eran “antiguos agentes de los soviéticos, pero también se ligaron a los chinos”. ¿De qué crímenes se les acusaba? “El plan estratégico hostil que preparaba Beqir Balluku (ministro de Defensa) estaba elaborado por sugerencia de Chou En-lai.” “Chou En-lai le dijo a Beqir Balluku: ‘Para vosotros, no hay otra estrategia que la del maquis’. En otras palabras: ‘Huid a las montañas desde el primer día de ataque del enemigo’.” “Chou En-lai le reiteró a Adil Carçani su plan diabólico: ‘Uníos con los demás países de los Balcanes, independientemente de vuestras diferencias’. ¡Qué infame enemigo y abyecto pseudo-marxista!” Los crímenes de Adil Carçani eran “la descentralización de la economía, los pasos hacia la autogestión, el sabotaje de nuestra industria petrolífera, el inflamiento de la burocracia”. “Es muy posible que Abdyl Këllezi, siendo el hombre de los yugoslavos, haya sido al mismo tiempo el hombre de los chinos. Por tanto (!), este complot parece haber sido muy extenso.” En 1976, en el momento de la eliminación de la Banda de los Cuatro, Enver Hoxha formula la consigna de la lucha “contra el social-imperialismo chino” y afirma que Chou En-lai había actuado contra Albania desde hacía varios años, saboteando su economía mediante una ayuda insuficiente y la demora del envío de máquinas. Luego asegura que “Beqir Belluku y Abdyl Këllezi eran sus cómplices en el complot tramado contra Albania para derrocar nuestra dirección”.
Para Enver Hoxha, toda divergencia seria se convierte en complot. Pocos esfuerzos se realizan para resolver divergencias – e incluso divergencias graves – mediante la discusión y la lucha política. Los balances de estas luchas políticas no son utilizados para la educación y la unificación política e ideológica de los cuadros. Reina una unidad aparente, pero no está basada en una comprensión común de las contradicciones que se han conocido en el transcurso de la lucha.