extractos de la obra "La materia como categoría filosófica"
de F.T.Arjiptsev, Editorial Grijalbo, México, 1966, pgs.24 a 32
El problema de las relaciones entre la conciencia y la naturaleza, entre nuestras sensaciones e ideas sobre la realidad circundante y esta misma realidad tiene también una historia bastante larga. Como hace notar Engels, ya en tiempos remotos nuestros antepasados se habían puesto a meditar sobre esto, aun cuando no concebían con claridad la estructura del cuerpo humano ni podían explicarse fenómenos como el sueño, la muerte, etc. Sus intentos de explicación les llevaron a la idea de que existe otra realidad no terrena, de carácter sobrenatural, en la que vive y actúa el alma separada del cuerpo, y de naturaleza inmortal.
Creían aquellos hombres que sus sensaciones e ideas eran algo autónomo, independiente del cuerpo y opuesta a él, fruto de este principio específico o alma, y con este motivo se planteaban la cuestión de las relaciones del alma y el mundo exterior o la de cómo se relaciona la conciencia humana con la realidad que nos rodea. De modo análogo, al no poder explicarse la acción de las fuerzas y leyes naturales, los hombres personificaban las primeras y las convertían en algo sobrenatural, en dioses. Con el desarrollo sucesivo de las condiciones religiosas, acabó por brotar de las muchas ideas mas o menos limitadas la idea de un Dios único.
Así, pues, ya los filósofos de la Antigüedad se planteaban estas cuestiones: qué es el mundo y cuál es su fundamento; cuál es la fuente de nuestros conocimientos sobre la realidad, es decir, de dónde provienen; qué relación existe entre nuestras sensaciones e ideas sobre la realidad circundante y esta misma realidad. Las respuestas a estas preguntas se vinculaban íntimamente, en el plano filosófico, a ciertos conceptos sobre la materia, o sea el problema fundamental de la filosofía.
Merced a los rasgos y particularidades comunes a las primeras concepciones materialistas podemos unificar las diversas y variadas teorías e ideas filosóficas. Además de las causas de orden social que imprimen cierto sello común a las ideas filosóficas de la Antigüedad, hay que tener presentes también las leyes del desarrollo del conocimiento humano. En las primeras fases de este conocimiento el mundo se presenta al hombre en forma concreta-sensible. Los pensadores de la Antigüedad lo conciben de un modo sensible, concreto, palpable. Todas las doctrinas materialistas antiguas tienen de común su materialismo primitivo, ingenuo, no basado todavía en un profundo análisis científico de los fenómenos de la naturaleza.
La descomposición del régimen de la comunidad primitiva, el ahondamiento de la diferenciación entre las clases, la formación de la sociedad esclavista, la encarnizada lucha de clases entre esclavos y esclavistas, entre explotadores y explotados, y, finalmente, las guerras entre los Estados y las ciudades constituyen el fundamento social de la idea del devenir y de la mutabilidad constantes de los fenómenos.
Definiendo el conocimiento como un proceso sujeto a leyes, Engels señala que al contemplar la materia en movimiento lo primero que, salta a la vista es la interacción, la concatenación mutua de los fenómenos. Ante nosotros se despliega, sobre todo, el cuadro general del infinito entrelazamiento de nexos e interacciones, en cuyo seno todo se mueve, cambia, aparece y desaparece. Las condiciones sociales de la Antigüedad, y el carácter mismo del conocimiento como proceso sujeto a leyes determinan que las concepciones avanzadas de esta época se distingan no solo por su materialismo ingenuo, sino también por su dialéctica espontánea. Engels caracteriza el materialismo de la antigua Grecia como un materialismo dialéctico espontáneo y lo mismo puede decirse también de las escuelas materialistas de la Antigua China y de la Antigua India.
La India es uno de los primeros países donde aparece y empieza a cultivarse la filosofía. Los orígenes del pensamiento filosófico indio se remontan a tiempos muy pretéritos: fines del milenio II o principios del milenio I antes de nuestra era. Podemos formarnos una idea de esto por los monumentos literarios más antiguos de la India, los Vedas (literalmente, “saber”), que son colecciones de himnos y plegarias, en los que también se encuentran los conceptos de ser, primera sustancia, espacio, tiempo, causa, etc. Estos conceptos iniciales sirvieron de base a los sistemas filosóficos posteriores, elaborados entre los siglos IX y II antes de nuestra era. Las doctrinas de muchos filósofos de la India de este tiempo contienen elementos materialistas y revelan cierta tendencia a abordar dialécticamente los fenómenos de la naturaleza, así como una amplia difusión de las ideas atomistas.
Los Upanishadas
A este respecto, pueden servir de ejemplo los Upanishadas, escritos después de los Vedas en forma de cuentos y diálogos sobre temas filosóficos, y de la época de la formación de la sociedad clasista en la India aproximadamente en el milenio I a.n.e., en los que se trata de fundamentar doctrinas religiosas. Según atestigua el eminente hombre de ciencia ruso e investigador de la filosofía de la Antigua India P.I.Scherbatskoi, ya en los Upanishadas se habla de la existencia de una filosofía materialista y de la lucha que libraba contra la religión y el idealismo (1).
Estas primeras ideas materialistas se hallan unidas a la aceptación de un principio -agua, fuego, aire o luz- como fundamento último del mundo. En la “Historia de la filosofía” en dos tomos de S. Radhakrishnan, publicada en la India en 1952-1953, se afirma que los comienzos de la filosofía de la India, comprendiendo la filosofía materialista, datan también del milenio I a.n.e.
En su obra “La filosofía de la India”, en dos tomos, el doctor S. Radhakrishnan, el filósofo más eminente de la India actual, señala que el materialismo se encuentra ya en el periodo prebudista (2). Remitiéndose a fuentes antiguas, afirma que existían cuatro escuelas materialistas distintas. La principal diferencia entre ellas consistía en el modo de concebir las relaciones mutuas entre el alma y el cuerpo. “Una escuela -dice- identifica el alma con el cuerpo ordinario, otra con los sentidos, una tercera con la respiración y una cuarta con el órgano del pensamiento” (3). Ahora bien, todas ellas coincidían en sostener que el alma es exclusivamente un fenómeno natural.
La lucha de los sectores progresistas y de su ideología contra los defensores del régimen social de castas y sus concepciones filosófico-religiosas se agudiza especialmente en la Antigua India en los siglos VII-V a.n.e. Ya en este tiempo aparecen escuelas filosóficas que enseñan que cuanto existe en el mundo está compuesto de materia o, más exactamente, como se decía entonces, de cuatro grandes elementos materiales: tierra, fuego, agua y aire, a los que algunos agregaban un quinto elemento -el éter- más sutil que el aire, que llena todo el espacio.
La escuela Charvaka
La escuela materialista más consecuente es la Charvaka o Lokayata. Se considera fundador de ella a Brihapasti. Los adeptos partían del principio de la materialidad del mundo y consideraban que todo -lo vivo y lo inerte- estaba compuesto de cuatro elementos materiales. El hombre también se forma de estos cuatro elementos. No existe ningún otro mundo fuera del terreno.
Los charvakas rechazan la existencia de Dios, del alma y la trasmigración de las almas y, en general, niegan que exista cualquier sustancia celeste, Así, pues, resuelven de un modo materialista el problema de las relaciones entre la conciencia y la materia; es decir, sostienen que la conciencia no existe fuera de la materia, fuera del cuerpo humano, y que desaparece al morir el hombre. La conciencia surge de la materia, pero no contiene ninguno de sus elementos. No obstante, aparece como una nueva propiedad del organismo vivo, formado por estos elementos. En estas afirmaciones se expresa la tesis materialista de la primacía de lo material y del carácter derivado de la conciencia, o sea de su dependencia respecto de la materia.
La filosofía Charvaka pone de manifiesto también otra propiedad de la materia expresada en su concepto como categoría filosófica, a saber: su propiedad de darse en las sensaciones del hombre. Según los adeptos del sistema Charvaka, la percepción es la única fuente segura del conocimiento. Gracias al testimonio de nuestros sentidos conocemos la existencia de los cuatro elementos materiales. Sólo existen realmente los objetos que percibimos (4).
No hay Dios, alma ni reino celeste como tampoco hay vida antes del nacimiento ni después de la muerte, ya que todo esto trasciende los límites de nuestra percepción. Esos fenómenos no se dan de un modo sensible a nosotros. Basándose en ello, algunos materialistas se pronuncian contra la idea -compartida por la mayoría de los filósofos indios- del éter como sustancia física única, es decir, no compuesta de partes, eterna, que todo lo llena y es impalpable e imperceptible.
Rechazando la existencia de Dios y de fuerzas sobrenaturales, los materialistas afirman que el mundo ha surgido de la combinación de los elementos materiales con arreglo a las leyes que les son propias. Estos elementos -tierra, agua, fuego y aire- son eternos. Con su ayuda podemos explicar el desarrollo del universo desde la aparición de los seres vivos más rudimentarios hasta los filósofos. La materia misma sin intervención de fuerzas sobrenaturales engendra la diversidad del mundo. El materialismo se halla vinculado íntimamente al ateismo, a la negación de la existencia de Dios y de la providencia divina.
La escuela Sankhya
La escuela Sankhya, que surge aproximadamente en el siglo VII a.n.e., revela una acusada tendencia materialista. Todos los fenómenos y objetos del mundo, entre ellos el cuerpo y el alma, la sensación y el intelecto, al igual que la tierra y el agua, los árboles y el mar, son producto de la realidad infinita del mundo, es decir, de la materia o Prakriti. Prakriti existe objetivamente, es lo eterno, no ha sido creado por nadie y es causa de si y de todas las cosas del mundo. El movimiento, el espacio y el tiempo son propiedades suyas inseparables. Sin embargo, la doctrina Sankhya contiene también aspectos idealistas, ya que afirma que las almas existen independientemente y al margen de la materia.
En las primeras escuelas materialistas la materia se concibe como una categoría de la realidad, como el principio primigenio o primera sustancia. Este principio se lo representan en forma concreto-sensible: la materia es para estas escuelas una combinación de los cuatro elementos: fuego, aire, agua y tierra. Pero, a la vez, encontramos intentos de estudiar este principio material como materia en movimiento en el espacio y en el tiempo.
Con respecto, al alma, a la conciencia, las tesis principales del materialismo antiguo se hallan encaminadas a demostrar la materialidad de la conciencia, su origen natural y su relación con el cuerpo. El materialismo de las primeras escuelas reviste ya un carácter ateo, se halla dirigido contra la religión y las concepciones idealistas, y se encuentra vinculado indisolublemente a unas ciencias naturales embrionarias.
En la Antigua India, el desarrollo de las ideas filosóficas sobre la materia se halla ligado a las concepciones atomistas. De las llamadas seis escuelas ortodoxas las más cercanas al materialismo son las escuelas Nyaya y Vaiseshika. Ambas se caracterizan por pasar de las representaciones concreto-sensibles sobre la materia a la tesis de la estructura atómica.
De acuerdo con la doctrina Nyaya, las cosas del mundo exterior -mesas, sillas, plantas, animales, etc.- existen independientemente de todo conocimiento y al margen de su relación con el intelecto. El mundo físico y todos sus objetos y fenómenos se componen de cuatro sustancias físicas. Las partes primarias que integran estas sustancias son los átomos eternos e inmutables de tierra, agua, fuego y aire.
La escuela Nyaya no sigue hasta el fin esta concepción materialista ingenua de la naturaleza. Al mismo tiempo que reconoce la existencia de sustancias físicas, admite también la de una sustancia espiritual indestructible y eterna o Yo. La conciencia es un atributo de esta sustancia: el Yo. Sus propiedades específicas son deseo, repulsión, voluntad, satisfacción, dolor y representación. Estas cualidades del alma no son percibidas por los sentidos externos y no pueden pertenecer a las sustancias físicas. Sin embargo, la conciencia no es producto de la actividad exclusiva del alma, sino que surge solamente cuando la inteligencia se une a los sentidos y estos entran en contacto con los objetos exteriores.
Tras de reconocer la existencia del mundo exterior y su reflejo en la conciencia humana con ayuda de los sentidos, la escuela Nyaya admite también la verdad objetiva. El conocimiento es verdadero cuando corresponde a la naturaleza de su objeto, y como criterio de su verdad o falsedad establece esta escuela el logro afortunado o desafortunado del fin que nos hemos propuesto.
La escuela Vaiseshika
La escuela Vaiseshika, afín a la escuela Nyaya, agrupa todo lo existente en siete categorías: sustancia, cualidad, acción, generalidad, particularidad, inherencia y no ser. La categoría fundamental, o, sea, la que expresa la esencia de las cosas, es la sustancia. Esta categoría posee una propiedad constante: la cualidad. El número de cualidades es de 17 a 24. La sustancia existe de por sí y es la causa eficiente de la existencia de las cosas. La sustancia es el fundamento de la cualidad de las cosas y de sus actos. Hay nueve clases de sustancias; cinco de ellas son los elementos físicos: tierra, agua, luz, aire y éter, ya que están dotados de propiedades físicas y son perceptibles por los sentidos. El olor es una propiedad específica de la tierra; el gusto, del agua; el color, de la luz, etc. Los propios sentidos han sido engendrados por los elementos físicos, cuyas cualidades específicas son percibidas por tal o cual sentido.
Todas las cosas compuestas se reducen a cuatro clases de átomos: átomos de tierra, de agua, fuego y aire. Los átomos son eternos, ya que no han sido creados y son indestructibles por no tener partes. Ahora bien, sus combinaciones no son eternas. Los átomos existen en el espacio y sus dimensiones son absolutamente pequeñas. Estas dimensiones son imperceptibles. Los átomos se distinguen cualitativamente unos de otros. Existe una cantidad innumerable de ellos. Son impenetrables y no pueden contraerse ni dilatarse. Son pasivos de suyo y solo se mueven por un impulso exterior. La causa primera del movimiento se explica por una fuerza natural invisible.
La sustancia física "éter" posee propiedades especiales. Su cualidad especifica -el sonido- es perceptible, pero el éter mismo no puede ser percibido, razón por la cual no podemos conocer directamente su existencia sino por medio de una deducción lógica. El éter no es de naturaleza atómica, pero es lo que combina a los átomos en los objetos y fenómenos compuestos, y llena el espacio interatómico. El espacio y el tiempo son sustancias impalpables e imperceptibles.
Al considerar el alma como una sustancia independiente y eterna, los adeptos de la escuela Vaiseshika se apartan del materialismo. El alma es para ellos el sustrato de la conciencia. Hay almas individuales y almas superiores. El alma suprema es Dios; este Dios único y creador del universo crea este y lo destruye con arreglo a los meritos morales de las almas individuales a fin de que se cumpla debidamente el destino de ellas.
Sin embargo, en los versos de Kanada no se menciona a Dios, aunque Prashatapada nos lo presenta "materializado" hasta cierto punto y creándose el mismo de las combinaciones de los átomos materiales.
La escuela jainista
Ideas materialistas espontáneas se encuentran también en las primitivas escuelas budista y jainista, que se consideran religiosas e idealistas.
El fundador delVatdhomana o Mahavira ("el gran héroe"), que vivió en el siglo VI a.n.e., no admitía la existencia de Dios. De acuerdo con el jainismo primitivo, el mundo se compone de sustancias dotadas de dos clases de propiedades: esenciales y accidentales. Las propiedades, o rasgos esenciales, pertenecen a la sustancia mientras existe y son las que aseguran su esencia inmutable y su permanencia. Pero además de los rasgos esenciales la sustancia pasee propiedades accidentales, es decir, propiedades que vienen y van, y que son las que explican su mutabilidad constante y sus modificaciones. La inmutabilidad existe realmente mientras la sustancia sigue siendo la misma, de igual manera que existen realmente los cambios cuando cambia exteriormente la sustancia, de acuerdo con diversas condiciones.
La realidad de la sustancia se caracteriza por estos tres factores: inmutabilidad, nacimiento y destrucción. El mundo se compone de sustancias que nacen, existen y desaparecen. Las sustancias se dividen en extensas e inextensas. A esta última clase solo pertenece el tiempo. Las extensas son de dos tipos: vivientes y no vivientes. Entre las no vivientes los jainistas incluyen la materia y el espacio, condiciones del movimiento y el reposo. La materia es la sustancia eterna; puede adoptar cualquier forma y mostrar diferentes cualidades. Los objetos de la naturaleza, nuestro cuerpo, la inteligencia, el lenguaje, la respiración, etc.; todo esto, a excepción del alma y el espacio, son productos de la materia. Lo que es accesible a nuestros sentidos, es decir, las cosas habituales, se halla formado por una materia burda, mientras que lo imperceptible para los sentidos se compone de una materia sutil. La materia esta dotada de las siguientes cualidades: tacto, gusto, olor, color y sonido.
Los objetos materiales percibidos por los sentidos se componen de átomos. Los átomos de un conjunto infinito son invisibles e indesintegrables, infinitamente pequeños, eternos y primarios, amorfos, increados e indestructibles.
Las cosas materiales surgen de la combinación de átomos que se atraen recíprocamente. Los átomos no se diferencian cualitativamente; son homogéneos y solo al combinarse de diversa forma dan origen a elementos distintos.
Los partidarios del jainismo, a la vez que expresan estas ideas materialistas ingenuas y dialécticas espontáneas sobre el mundo, la materia y la sustancia, creen en la existencia de almas liberadas que ya han alcanzado la perfección divina.
También se dan aspectos materialistas y dialécticos en el budismo primitivo.
Asi, pues, muchos siglos antes de nuestra era ya habían surgido ideas materialistas ingenuas sobre el mundo y sobre la estructura de la materia entre los pueblos de la Antigua India. En el siglo V a.n.e. el materialismo era parte inseparable de la cultura nacional e influía considerablemente sobre el pensamiento, indio. Los hombres avanzados de ese tiempo estaban convencidos de la existencia objetiva de la naturaleza, de su materialidad y cognoscibilidad. Los materialistas sometían a crítica la religión y negaban que existiera ningún alma inmortal ya que no hay espíritus ni dioses.
En su desarrollo, las ideas materialistas fueron elevándose desde la concepción nyaya-vaiseshika de los átomos como entidades cualitativamente distintas -lo que prueba que estas ideas conservaban aun los rasgos peculiares de la representación concreta-sensible de la materia- hasta la concepción jainista de los átomos como entidades cualitativamente homogéneas que sólo se distinguen desde el punto de vista cuantitativo. Esta evolución de las ideas sobre los átomos se halla relacionada con el desarrollo del pensamiento abstracto.
Notas:
(1) Véase de F.I. Scherbatskoi, Sobre la historia del materialismo en la India, en Trabajos sobre Oriente, t. I, Leningrado, 1927 (en ruso).
(2) El budismo aparece en el siglo VI a.n.e.
(3) S. Radhakrishnan, La filosofía de la India, trad. rusa, t. I, 1956, pg. 235.
(4) Sobre el materialismo de la Antigua India: J. Nehru, Descubrimiento de la India, trad. rusa, Gospolitzdat, 1957, pg.98.