El racionalismo científico de la Ilustración y el pensamiento científico contemporáneo han convivido y conviven en la actualidad en el hombre ruso/soviético con sus formas tradicionales o pre-modernas de pensamiento. Esta particularidad ha dado lugar a una de las características más representativas del pensamiento ruso: la existencia de dos planos de pensamiento, dos formas de racionalidad que no se excluyen una a la otra y a las que, tanto el hombre de ciencia como el hombre medio ruso, recurre según sus propias necesidades.
Primera parte
I
El racionalismo científico de la Ilustración y el pensamiento científico contemporáneo han convivido y conviven en la actualidad en el hombre ruso/soviético con sus formas tradicionales o pre-modernas de pensamiento. Esta particularidad ha dado lugar a una de las características más representativas del pensamiento ruso: la existencia de dos planos de pensamiento, dos formas de racionalidad que no se excluyen una a la otra y a las que, tanto el hombre de ciencia como el hombre medio ruso, recurre según sus propias necesidades.
Esta característica, con ser particular de la cultura rusa, no es sin embargo exclusiva de ella. Está presente en la mayoría de las culturas no europeas que han sabido, o han tenido, la posibilidad de asumir valores específicos de la cultura europea occidental sin abandonar los suyos propios. Así, sin ir más lejos, chinos o japoneses mantienen esta capacidad, compaginando en sus estructuras de pensamiento los valores de la ciencia contemporánea, hija de la revolución científica europea, con sus valores tradicionales más significativos, pudiendo explicar la Naturaleza con las leyes de la física al tiempo que como manifestación de la voluntad de dioses y espíritus.
Este comportamiento se aleja del modelo representado por Europa occidental, la cual, en el proceso de reelaboración de sus propias bases culturales, ocurrido en la Modernidad, ha desplazado primero, y destruido después, sus estructuras tradicionales de pensamiento y sus medios de explicar y aprehender el mundo circundante, la existencia del propio hombre y la historia de la humanidad. Para el hombre europeo sólo existe una forma de entender y explicar el mundo: la que se deriva del racionalismo científico por él mismo elaborado; todo lo demás ha sido condenado como superchería y brujería.(1)
Esta doble racionalidad estuvo especialmente presente en el proyecto soviético. La historia del bolchevismo, de todo el proyecto soviético (y por extensión la historia de los partidos comunistas en general), nos habla de la existencia en su seno, de forma prácticamente permanente, de dos proyectos, dos modelos diferentes de comunismo, a veces no conscientes, incluso podríamos decir que intuitivos, que tienen su origen en niveles diferentes al ideológico, en la misma concepción de la vida y del papel que el hombre ejerce en la naturaleza y en la sociedad.
Hubo en el bolchevismo un comunismo cuyo soporte cultural fue una solidaridad que podemos llamar tradicional, popular, campesina. Este comunismo tuvo y tiene una concepción orgánica y totalizadora, holística, de la sociedad y de la historia. El pueblo, el Estado, la sociedad y el hombre son percibidos como sujetos naturales totales, únicos; son la síntesis de los aspectos objetivos y subjetivos, de los materiales y espirituales que los conforman. En este modelo de comunismo el hombre está vinculado, solidarizado, con toda la sociedad y con la naturaleza. Su solidaridad transciende el ámbito de lo social y se prolonga en la propia naturaleza con la que mantiene vínculos específicos. En la Unión Soviética, las bases de este comunismo fueron, y siguen siendo, las tradiciones solidarias de origen campesino mantenidas de un lado por las tradiciones culturales religiosas, especialmente por el cristianismo ortodoxo oriental (en el caso de Europa, por el catolicismo popular de los países católicos de la Europa meridional), y de otro por la pervivencia de determinadas estructuras sociales y formas de vida que, aún a pesar de la expansión de la sociedad industrial, bien en forma de capitalismo o de socialismo, se mantuvieron vigentes en algunas zonas de Europa hasta bien avanzado el siglo XX y en la URSS hasta nuestros días. Incluso cuando éstas fueron desarticuladas, como en el caso de Europa, la clase obrera emergente, en su aplastante mayoría de origen campesino, conservó estas tradiciones y con ellas sus formas de comprensión y aprehensión del mundo circundante. Durante varias generaciones los obreros industriales continuaron siendo psicológica y sociológicamente campesinos. Un ejemplo importante lo tenemos en el milenarismo que impregnó el movimiento obrero europeo y el bolchevismo, expresión de la herencia cultural de la solidaridad tradicional.El otro proyecto de comunismo presente en el bolchevismo tiene un origen urbano, racionalista. Es heredero de los valores de la Ilustración y de la Revolución francesa.
Asume el modelo atomizado de hombre y con él el individualismo; condena el mundo tradicional campesino, el mundo popular, como un residuo del feudalismo; asume todos los tópicos de la historiografía europea posterior a la Revolución francesa sobre el mundo campesino y el supuesto Antiguo Régimen. El comunismo ha de ser creado sobre la base de individuos libres unidos por sus intereses de clase o por su conciencia de clase. La ausencia de conciencia de clase entre los campesinos los convierte en pequeñoburgueses, en “un saco de patatas”. Se trata de un proyecto de comunismo que ha terminado aceptando los principios básicos sobre los que se asienta la sociedad capitalista. Acepta el papel regulador del mercado (eufemismo tras el que se esconde la aceptación de la economía de mercado y la propiedad privada), la sociedad civil basada en la concepción del hombre como átomo y la democracia parlamentaria como sistema político.
En este proyecto de comunismo, llamémoslo racionalista, cada individuo tiene su propio valor específico: la posesión de su propio cuerpo (su verdadera propiedad y mercancía) y sus cualidades intelectuales y físicas (su fuerza de trabajo). Como individuo tiene sus “derechos individuales” intransgredibles y un espacio de actuación legítimo, es decir, marcado por las leyes, independiente de cualquier otro individuo. Es la sociedad atomizada, fruto de la Reforma Protestante, de la Revolución científica y de la cultura del industrialismo moderno. Los valores comunitarios tradicionales, la solidaridad tradicional, basada en el modelo de “hombre común” indivisible (una parte de mí está en todos los hombres y en mí se encuentra una parte de todos los hombres), son considerados como reductos del pasado de la existencia humana condenados a su desaparición, estorbo y lastre para el progreso.
Toda la experiencia práctica del socialismo durante el siglo XX ha estado condicionada por la presencia, en mayor o menor medida según los casos concretos, de los dos “proyectos de comunismo” anteriormente mencionados. El bolchevismo fue quizá el caso más explícito. En él estaban presentes las dos formas de comunismo, o si se prefiere, las dos formas de solidaridad. Las tradiciones solidarias populares rusas y del conjunto de pueblos y etnias que conformaban el Imperio ruso habían sido elaboradas por la filosofía, la literatura y la ciencia rusa durante todo el siglo XIX, pero, aún a pesar de dicha elaboración teórica, no habían podido convertirse en protagonistas del proceso modernizador e industrializador que Rusia estaba demandando y buscando. El marxismo clásico, casi académico, de los socialdemócratas rusos, no pasó de lo anecdótico durante décadas y aún a pesar de su relativa fuerza e importancia en los años previos y durante la propia Revolución rusa, no pudo convertirse en el protagonista de los cambios. El bolchevismo fue la síntesis entre las tradiciones socialistas y solidarias nacionales -vernáculas como las llama Shanin-(3) y el marxismo.
Dicha síntesis asumió el protagonismo de la Revolución y del cambio social y condujo a Rusia, ya en forma de URSS, a la época industrial.
El bolchevismo, y todo el proyecto soviético hasta en sus más recónditas manifestaciones, estuvo condicionado por esa doble naturaleza racionalista y tradicional.Como consecuencia de su componente tradicional, el bolchevismo estuvo imbuido de los conceptos del bien y del mal de la cultura tradicional rusa. En su percepción ideológica, el proyecto soviético fue algo más que un instrumento para “hacer el bien”. En su seno el bien y el mal eran parte consustancial del mismo. Pero, mientras el mal se percibía y se manifestaba como anecdótico, el bien se establecía como dominante.(4) La idea principal del proyecto soviético, en su componente tradicional (milenarista y mesiánica), fue la de construcción del “Reino de Dios” en la tierra. El proyecto soviético estuvo imbuido desde el principio por un mesianismo científico. La ciencia era el medio fundamental del que habría de valerse el poder soviético para la consecución del comunismo (del Reino de Dios en la Tierra). Incluso Bulgakov, en su Maestro y Margarita realizó una irónica crítica de aquella visión idealizada de la ciencia.(5) La ciencia soviética también participó de la existencia en su seno de las dos formas de racionalidad de que hablábamos anteriormente con respecto del bolchevismo, heredando las categorías éticas y morales, y con ellas las categorías del bien y del mal de la sociedad tradicional rusa. Veamos, aunque sea de forma resumida, el desarrollo de este proceso.
II.
Una corriente importante del pensamiento solidario ruso está representada por el cosmismo (6) ruso. En Rusia están todavía muy arraigadas en su conciencia colectiva las concepciones cósmicas del mundo (del tiempo, del espacio, de la historia, etc.), que ha venido manifestándose de formas diversas en las tradiciones, el folklore, las crónicas, y después en la literatura, la filosofía y la ciencia. El cosmismo ruso puede ser considerado como una nueva tendencia filosófica, consolidada a finales del siglo XIX, que pretendió dar una nueva explicación del fenómeno de la vida sobre la tierra y de la actuación y misión del hombre como manifestación perfeccionada de la misma.(7) Fue, en definitiva, la eclosión de un proceso de maduración de ideas y creencias que con el paso de los siglos fueron consolidándose e incorporándose al patrimonio cultural ruso. Sus fuentes se encuentran en las creencias, usos y tradiciones de la antigua Rus y de los antiguos eslavos, enriquecidas por las aportaciones de otros pueblos y etnias que con el paso del tiempo conformaron, junto con los eslavos, la entidad política y cultural conocida como Rusia, así como por las aportaciones del cristianismo. En este último caso fueron siempre significativas las reflexiones de los padres de la Iglesia ortodoxa en general, y rusa en particular, sobre las relaciones entre el Creador y la Creación.Uno de los conceptos claves del cosmismo es el de Bogochelovechestvo (Teohumanidad),( elaborado por la filosofía religiosa rusa y especialmente desarrollado durante finales del siglo XIX y principios del XX por autores como Solovev, Berdiaev, Trubetskoi, Karsavin, etc. Enlaza con el estudio cristiano de la unidad de lo divino y lo humano en la naturaleza de Jesucristo. Cristo es interpretado como la Unidad, síntesis de lo divino y lo humano en la Tierra. Esta idea está relacionada con el concepto de Vseedinstva (Unidad Total) (9) que puede ser entendido como conocimiento total, global, o concepción única del mundo. Sobre la idea de Vseedinstva escribieron diversos autores, entre ellos Solovev, Bulgakov, Karsavin, Florenski, Zenkovskii, Kiriievski, Jomiakov, etc. Es importante significar aquí que estos autores pertenecían a diferentes tendencias ideológicas del pensamiento ruso y que sin embargo el concepto de Unidad Total se encuentra presente en todos ellos como parte del núcleo o fundamento cultural (¿genotipo cultural?).
En el concepto Vseedinstva (Unidad Total) el hombre es considerado como la unión de la manifestación de lo divino con la naturaleza material, con lo terrenal. La Creación, como obra de Dios, está revestida de divinidad. El hombre como parte de la Creación es a la vez creación divina e intermediario entre Dios y la Naturaleza, entre Dios y la historia terrenal, de la que forma parte. El hombre en sí no es nada, sólo llega a ser persona, a considerarse a sí mismo persona, hombre, en la medida que toma conciencia de su pertenencia a una personalidad cósmica. En esta personalidad cósmica el hombre tiene una naturaleza colectiva por pertenecer a la comunidad de los hombres, y divina por saberse incorporado al orden divino, a la Creación.
Se considera a Nikolai Fiodorovich Fiodorov (1829-1903) como el fundador de la filosofía cosmista rusa. Durante mucho tiempo fue bibliotecario en el museo Rumiantsevskii, la actual Biblioteca Lenin. Sus ideas filosóficas, aunque influyeron de forma significativa en Tolstoi, Solovev, Tsiolkovskii y Dostoyevski, etc., eran apenas conocidas por un número reducido de amistades y alumnos, manteniéndose desconocidas para el público en general. Sólo después de su muerte sus trabajos fueron recogidos en dos volúmenes y publicados por primera vez en 1906 bajo el título de Filosofiia Obshego Dela (Filosofía del Hacer Común, del Asunto Común o de la Causa Común)(10). La singularidad de las ideas filosóficas de Fiodorov reside en la forma inusual de acercarse a los problemas habituales de la filosofía rusa y a sus originales propuestas de resolución, creando un sistema filosófico globalizador en el que el hombre, la Tierra y el cosmos, son interpretados como un todo interrelacionado e interdependiente. El sistema filosófico desarrollado por Fiodorov incide especialmente en la colaboración de la energía del hombre, del trabajo del hombre, del “Hacer” del hombre, con la voluntad divina de liberar al mundo del mal, de la destrucción y de la muerte, y en la creación del Reino de Dios (¿en la Tierra?).(11)
Para Fiodorov, el principal problema con el que se enfrenta la humanidad es el de la violencia, la cual alcanza sus formas más elevadas en el aniquilamiento de unos pueblos por otros en el curso de la historia. Esta situación es a su vez consecuencia de la situación de dependencia total del hombre con respecto a la Naturaleza, que lo somete a las leyes de la muerte y del “final” konechnosti (finitud). En esa situación cada persona, cada comunidad, cada pueblo, se plantea el problema de la supervivencia de una manera aislada con respecto a los demás, toda vez que condicionado por esa situación de dependencia, el hombre debe preocuparse antes de nada por su propia conservación y perpetuación, lo que genera una tendencia egoísta e individualista hacia el aislamiento.
El Hombre el Cosmos, la Ciencia y el Bien. Los soportes éticos de la ciencia soviética
Primera parte
I
El racionalismo científico de la Ilustración y el pensamiento científico contemporáneo han convivido y conviven en la actualidad en el hombre ruso/soviético con sus formas tradicionales o pre-modernas de pensamiento. Esta particularidad ha dado lugar a una de las características más representativas del pensamiento ruso: la existencia de dos planos de pensamiento, dos formas de racionalidad que no se excluyen una a la otra y a las que, tanto el hombre de ciencia como el hombre medio ruso, recurre según sus propias necesidades.
Esta característica, con ser particular de la cultura rusa, no es sin embargo exclusiva de ella. Está presente en la mayoría de las culturas no europeas que han sabido, o han tenido, la posibilidad de asumir valores específicos de la cultura europea occidental sin abandonar los suyos propios. Así, sin ir más lejos, chinos o japoneses mantienen esta capacidad, compaginando en sus estructuras de pensamiento los valores de la ciencia contemporánea, hija de la revolución científica europea, con sus valores tradicionales más significativos, pudiendo explicar la Naturaleza con las leyes de la física al tiempo que como manifestación de la voluntad de dioses y espíritus.
Este comportamiento se aleja del modelo representado por Europa occidental, la cual, en el proceso de reelaboración de sus propias bases culturales, ocurrido en la Modernidad, ha desplazado primero, y destruido después, sus estructuras tradicionales de pensamiento y sus medios de explicar y aprehender el mundo circundante, la existencia del propio hombre y la historia de la humanidad. Para el hombre europeo sólo existe una forma de entender y explicar el mundo: la que se deriva del racionalismo científico por él mismo elaborado; todo lo demás ha sido condenado como superchería y brujería.(1)
Esta doble racionalidad estuvo especialmente presente en el proyecto soviético. La historia del bolchevismo, de todo el proyecto soviético (y por extensión la historia de los partidos comunistas en general), nos habla de la existencia en su seno, de forma prácticamente permanente, de dos proyectos, dos modelos diferentes de comunismo, a veces no conscientes, incluso podríamos decir que intuitivos, que tienen su origen en niveles diferentes al ideológico, en la misma concepción de la vida y del papel que el hombre ejerce en la naturaleza y en la sociedad.
Hubo en el bolchevismo un comunismo cuyo soporte cultural fue una solidaridad que podemos llamar tradicional, popular, campesina. Este comunismo tuvo y tiene una concepción orgánica y totalizadora, holística, de la sociedad y de la historia. El pueblo, el Estado, la sociedad y el hombre son percibidos como sujetos naturales totales, únicos; son la síntesis de los aspectos objetivos y subjetivos, de los materiales y espirituales que los conforman. En este modelo de comunismo el hombre está vinculado, solidarizado, con toda la sociedad y con la naturaleza. Su solidaridad transciende el ámbito de lo social y se prolonga en la propia naturaleza con la que mantiene vínculos específicos. En la Unión Soviética, las bases de este comunismo fueron, y siguen siendo, las tradiciones solidarias de origen campesino mantenidas de un lado por las tradiciones culturales religiosas, especialmente por el cristianismo ortodoxo oriental (en el caso de Europa, por el catolicismo popular de los países católicos de la Europa meridional), y de otro por la pervivencia de determinadas estructuras sociales y formas de vida que, aún a pesar de la expansión de la sociedad industrial, bien en forma de capitalismo o de socialismo, se mantuvieron vigentes en algunas zonas de Europa hasta bien avanzado el siglo XX y en la URSS hasta nuestros días. Incluso cuando éstas fueron desarticuladas, como en el caso de Europa, la clase obrera emergente, en su aplastante mayoría de origen campesino, conservó estas tradiciones y con ellas sus formas de comprensión y aprehensión del mundo circundante. Durante varias generaciones los obreros industriales continuaron siendo psicológica y sociológicamente campesinos. Un ejemplo importante lo tenemos en el milenarismo que impregnó el movimiento obrero europeo y el bolchevismo, expresión de la herencia cultural de la solidaridad tradicional.El otro proyecto de comunismo presente en el bolchevismo tiene un origen urbano, racionalista. Es heredero de los valores de la Ilustración y de la Revolución francesa.
Asume el modelo atomizado de hombre y con él el individualismo; condena el mundo tradicional campesino, el mundo popular, como un residuo del feudalismo; asume todos los tópicos de la historiografía europea posterior a la Revolución francesa sobre el mundo campesino y el supuesto Antiguo Régimen. El comunismo ha de ser creado sobre la base de individuos libres unidos por sus intereses de clase o por su conciencia de clase. La ausencia de conciencia de clase entre los campesinos los convierte en pequeñoburgueses, en “un saco de patatas”. Se trata de un proyecto de comunismo que ha terminado aceptando los principios básicos sobre los que se asienta la sociedad capitalista. Acepta el papel regulador del mercado (eufemismo tras el que se esconde la aceptación de la economía de mercado y la propiedad privada), la sociedad civil basada en la concepción del hombre como átomo y la democracia parlamentaria como sistema político.
En este proyecto de comunismo, llamémoslo racionalista, cada individuo tiene su propio valor específico: la posesión de su propio cuerpo (su verdadera propiedad y mercancía) y sus cualidades intelectuales y físicas (su fuerza de trabajo). Como individuo tiene sus “derechos individuales” intransgredibles y un espacio de actuación legítimo, es decir, marcado por las leyes, independiente de cualquier otro individuo. Es la sociedad atomizada, fruto de la Reforma Protestante, de la Revolución científica y de la cultura del industrialismo moderno. Los valores comunitarios tradicionales, la solidaridad tradicional, basada en el modelo de “hombre común” indivisible (una parte de mí está en todos los hombres y en mí se encuentra una parte de todos los hombres), son considerados como reductos del pasado de la existencia humana condenados a su desaparición, estorbo y lastre para el progreso.
Toda la experiencia práctica del socialismo durante el siglo XX ha estado condicionada por la presencia, en mayor o menor medida según los casos concretos, de los dos “proyectos de comunismo” anteriormente mencionados. El bolchevismo fue quizá el caso más explícito. En él estaban presentes las dos formas de comunismo, o si se prefiere, las dos formas de solidaridad. Las tradiciones solidarias populares rusas y del conjunto de pueblos y etnias que conformaban el Imperio ruso habían sido elaboradas por la filosofía, la literatura y la ciencia rusa durante todo el siglo XIX, pero, aún a pesar de dicha elaboración teórica, no habían podido convertirse en protagonistas del proceso modernizador e industrializador que Rusia estaba demandando y buscando. El marxismo clásico, casi académico, de los socialdemócratas rusos, no pasó de lo anecdótico durante décadas y aún a pesar de su relativa fuerza e importancia en los años previos y durante la propia Revolución rusa, no pudo convertirse en el protagonista de los cambios. El bolchevismo fue la síntesis entre las tradiciones socialistas y solidarias nacionales -vernáculas como las llama Shanin-(3) y el marxismo.
Dicha síntesis asumió el protagonismo de la Revolución y del cambio social y condujo a Rusia, ya en forma de URSS, a la época industrial.
El bolchevismo, y todo el proyecto soviético hasta en sus más recónditas manifestaciones, estuvo condicionado por esa doble naturaleza racionalista y tradicional.Como consecuencia de su componente tradicional, el bolchevismo estuvo imbuido de los conceptos del bien y del mal de la cultura tradicional rusa. En su percepción ideológica, el proyecto soviético fue algo más que un instrumento para “hacer el bien”. En su seno el bien y el mal eran parte consustancial del mismo. Pero, mientras el mal se percibía y se manifestaba como anecdótico, el bien se establecía como dominante.(4) La idea principal del proyecto soviético, en su componente tradicional (milenarista y mesiánica), fue la de construcción del “Reino de Dios” en la tierra. El proyecto soviético estuvo imbuido desde el principio por un mesianismo científico. La ciencia era el medio fundamental del que habría de valerse el poder soviético para la consecución del comunismo (del Reino de Dios en la Tierra). Incluso Bulgakov, en su Maestro y Margarita realizó una irónica crítica de aquella visión idealizada de la ciencia.(5) La ciencia soviética también participó de la existencia en su seno de las dos formas de racionalidad de que hablábamos anteriormente con respecto del bolchevismo, heredando las categorías éticas y morales, y con ellas las categorías del bien y del mal de la sociedad tradicional rusa. Veamos, aunque sea de forma resumida, el desarrollo de este proceso.
II.
Una corriente importante del pensamiento solidario ruso está representada por el cosmismo (6) ruso. En Rusia están todavía muy arraigadas en su conciencia colectiva las concepciones cósmicas del mundo (del tiempo, del espacio, de la historia, etc.), que ha venido manifestándose de formas diversas en las tradiciones, el folklore, las crónicas, y después en la literatura, la filosofía y la ciencia. El cosmismo ruso puede ser considerado como una nueva tendencia filosófica, consolidada a finales del siglo XIX, que pretendió dar una nueva explicación del fenómeno de la vida sobre la tierra y de la actuación y misión del hombre como manifestación perfeccionada de la misma.(7) Fue, en definitiva, la eclosión de un proceso de maduración de ideas y creencias que con el paso de los siglos fueron consolidándose e incorporándose al patrimonio cultural ruso. Sus fuentes se encuentran en las creencias, usos y tradiciones de la antigua Rus y de los antiguos eslavos, enriquecidas por las aportaciones de otros pueblos y etnias que con el paso del tiempo conformaron, junto con los eslavos, la entidad política y cultural conocida como Rusia, así como por las aportaciones del cristianismo. En este último caso fueron siempre significativas las reflexiones de los padres de la Iglesia ortodoxa en general, y rusa en particular, sobre las relaciones entre el Creador y la Creación.Uno de los conceptos claves del cosmismo es el de Bogochelovechestvo (Teohumanidad),( elaborado por la filosofía religiosa rusa y especialmente desarrollado durante finales del siglo XIX y principios del XX por autores como Solovev, Berdiaev, Trubetskoi, Karsavin, etc. Enlaza con el estudio cristiano de la unidad de lo divino y lo humano en la naturaleza de Jesucristo. Cristo es interpretado como la Unidad, síntesis de lo divino y lo humano en la Tierra. Esta idea está relacionada con el concepto de Vseedinstva (Unidad Total) (9) que puede ser entendido como conocimiento total, global, o concepción única del mundo. Sobre la idea de Vseedinstva escribieron diversos autores, entre ellos Solovev, Bulgakov, Karsavin, Florenski, Zenkovskii, Kiriievski, Jomiakov, etc. Es importante significar aquí que estos autores pertenecían a diferentes tendencias ideológicas del pensamiento ruso y que sin embargo el concepto de Unidad Total se encuentra presente en todos ellos como parte del núcleo o fundamento cultural (¿genotipo cultural?).
En el concepto Vseedinstva (Unidad Total) el hombre es considerado como la unión de la manifestación de lo divino con la naturaleza material, con lo terrenal. La Creación, como obra de Dios, está revestida de divinidad. El hombre como parte de la Creación es a la vez creación divina e intermediario entre Dios y la Naturaleza, entre Dios y la historia terrenal, de la que forma parte. El hombre en sí no es nada, sólo llega a ser persona, a considerarse a sí mismo persona, hombre, en la medida que toma conciencia de su pertenencia a una personalidad cósmica. En esta personalidad cósmica el hombre tiene una naturaleza colectiva por pertenecer a la comunidad de los hombres, y divina por saberse incorporado al orden divino, a la Creación.
Se considera a Nikolai Fiodorovich Fiodorov (1829-1903) como el fundador de la filosofía cosmista rusa. Durante mucho tiempo fue bibliotecario en el museo Rumiantsevskii, la actual Biblioteca Lenin. Sus ideas filosóficas, aunque influyeron de forma significativa en Tolstoi, Solovev, Tsiolkovskii y Dostoyevski, etc., eran apenas conocidas por un número reducido de amistades y alumnos, manteniéndose desconocidas para el público en general. Sólo después de su muerte sus trabajos fueron recogidos en dos volúmenes y publicados por primera vez en 1906 bajo el título de Filosofiia Obshego Dela (Filosofía del Hacer Común, del Asunto Común o de la Causa Común)(10). La singularidad de las ideas filosóficas de Fiodorov reside en la forma inusual de acercarse a los problemas habituales de la filosofía rusa y a sus originales propuestas de resolución, creando un sistema filosófico globalizador en el que el hombre, la Tierra y el cosmos, son interpretados como un todo interrelacionado e interdependiente. El sistema filosófico desarrollado por Fiodorov incide especialmente en la colaboración de la energía del hombre, del trabajo del hombre, del “Hacer” del hombre, con la voluntad divina de liberar al mundo del mal, de la destrucción y de la muerte, y en la creación del Reino de Dios (¿en la Tierra?).(11)
Para Fiodorov, el principal problema con el que se enfrenta la humanidad es el de la violencia, la cual alcanza sus formas más elevadas en el aniquilamiento de unos pueblos por otros en el curso de la historia. Esta situación es a su vez consecuencia de la situación de dependencia total del hombre con respecto a la Naturaleza, que lo somete a las leyes de la muerte y del “final” konechnosti (finitud). En esa situación cada persona, cada comunidad, cada pueblo, se plantea el problema de la supervivencia de una manera aislada con respecto a los demás, toda vez que condicionado por esa situación de dependencia, el hombre debe preocuparse antes de nada por su propia conservación y perpetuación, lo que genera una tendencia egoísta e individualista hacia el aislamiento.